O 8

· · ─────── ·𖥸· ─────── · ·

Capítulo Ocho
Buenos Días

Su madre entró en la habitación poco después de que sonara la alarma del despertador; vestía su bata favorita, una de color rosa pastel con las mangas bordadas. Tenía el cabello recogido en un moño, un poco desordenado, pero lucía lo suficientemente bien considerando que se lo había hecho con los ojos cerrados.

Al entrar al dormitorio visualizó la figura de su hijo y lo miró con una suave sonrisa antes de abrir las delicadas cortinas permitiendo que la luz del amanecer coloreara cada rincón de la habitación, como si fuera una suave brisa de primavera cargada de color. Se acercó lentamente a la cama, viendo cómo su pequeño arrugaba la nariz al sentir la caricia del sol en su rostro.

—Kiki, mi amor, es hora de levantarse —dijo con voz suave, acomodando los pequeños cabellos castaños que descansaban sobre la frente del menor. KiHyun se revolvió entre las sábanas murmurando algo en voz baja que le sacó una sonrisa a la mujer—. Si no te levantas, tu hermano se quedará con todos los panqueques.

Los ojitos de KiHyun se abrieron de repente; salió de su escondite y miró a su madre diciendo: «¡Yo también quiero panqueques!»

—Entonces date prisa y baja a desayunar, mi amor —dijo ella, depositando un beso en su frente.

Se formó una sonrisa en los labios de KiHyun y salió de la cama de un brinco; se puso sus pantuflas favoritas y salió del dormitorio con su madre siguiéndole por detrás. Su pequeña carrera se detuvo apenas llegó a las escaleras, pues no quería tener ningún accidente. «No bajes corriendo por las escaleras», le había dicho su madre hacía tiempo.

Dio un brinco en el último escalón y volvió a correr hacia el comedor. Allí su padre lo recibió con una sonrisa, dejando el periódico de lado.

—Alguien despertó de buen humor —dijo, revolviendo la cabellera castaña del menor.

—Salió corriendo apenas escuchó la palabra «panqueques» —agregó la mujer entre suaves risas.

—Es porque tus panqueques son los más ricos que he probado, mami —exclamó KiHyun con una gran sonrisa, mostrando el pequeño espacio vacío entre sus dientes que le valió una moneda—. Y no es justo que YoonGi se los coma todos.

—Yo también tengo derecho a comer los panqueques de mamá —contraatacó el pelinegro, llevándose una mano al pecho.

—Ya los has comido por mucho tiempo. Es mi turno de comerlos.

—Sólo por tres años más que tú, ardillita. ¿Y sabes qué? Comeré todos los panqueques que quiera mientras sea mayor que tú —se burló YoonGi, sacándole la lengua en una mueca chistosa.

—Eres muy viejo para comer panqueques, se te caerán los dientes. ¿Y sabes qué es lo peor? Que a las personas viejas no les deja monedas el ratón, así que... —KiHyun le devolvió el gesto, inflando sus bonitas mejillas en el proceso. YoonGi no pudo evitar sonreír al verlo; su hermano menor era adorable.

—No importa, siempre puedo robarte tus dulces.

—¡Mamáaa! ¡Meow Meow quiere robarse mis dulces!

—Nadie robará los dulces de nadie —dijo ella, dejando los platos con panqueques al frente de cada uno sus hijos. Una pequeña y esponjosa torre con trocitos de fruta en la parte superior, espolvoreados con una fina capa de azúcar glas y un jarabe de color dorado que brillaba con el sol; a los pequeños se les hizo agua la boca al igual que a su padre—. Además, no tendrán necesidad de hacerlo, seguramente habrá muchos dulces en la fiesta de hoy. ¿Ya tienen su ropa lista?

—Sipi —dijo KiHyun, llevándose un trozo de bizcocho a la boca.

—Yo no encuentro mi camisa —dijo YoonGi.

—Estoy segura de que la dejé en tu armario. La buscaremos después de desayunar, ¿de acuerdo?

YoonGi asintió. La familia se volvió en una conversación casual dirigida, en su mayoría, por el señor Yoo y chistes ocasionales por parte de su esposa que lograban sacarle una sonrisa al resto de la familia. Después hubo un tiempo donde solamente se escuchaba el sonido de los cubiertos dando ligeros golpes a la porcelana de los platos. Ah, y los hermanos disputaron un duelo de tenedores por una fresa, grande y jugosa.

KiHyun movía sus piernitas, sus pies apenas tocaban el piso. Estaba emocionado por la fiesta de cumpleaños de MinHyuk, sobre todo porque quería ver su reacción cuando abriera su obsequio de cumpleaños. Estaba seguro de que no había levantado sospechas en toda la semana; pareciera que KiHyun no prestaba atención a las conversaciones de sus amigos en la escuela, pero la realidad era que se grababa hasta el más mínimo detalle. Y aunque al principio se negaba a jugar con ellos, siempre terminaba cediendo y con dolor de pancita por tanto reír.

Cuando se terminó los panqueques pidió permiso para retirarse primero y, apenas su padre asintió con la cabeza, salió rápidamente hacia su dormitorio —recordando subir las escaleras con cuidado, «No queremos terminar como Meow Meow», pensaba— y cerró la puerta tras de sí. Fue al baño, tomó su banquito y se lavó los dientes. Luego se lavó el cabello, así como su mami le había enseñado, y lo secó con cuidado con su toalla favorita.

Tiempo después escuchó un par de toques en la puerta; su madre entró al dormitorio y lo ayudó a terminar de secarse el cabello y a perfumarlo. En otro tiempo le habría ayudado a vestirse, pero KiHyun últimamente se mostraba renuente a eso porque «ya era un niño grande y los niños grandes se visten solitos». Y ella lo entendía, YoonGi hizo lo mismo, pero no pudo evitar acomodar el bonito corbatín una vez estuvo completamente vestido.

—¿Cómo me veo, mami? —preguntó, extendiendo sus bracitos.

—Como todo un caballerito.

Cuando todos estuvieron arreglados apropiadamente (y después de que YoonGi se cambiara la corbata) salieron de casa y emprendieron rumbo a la residencia de los Lee. KiHyun traía el obsequio en su regazo y movía sus piernitas al ritmo de la canción que sonaba en la radio. YoonGi de vez en cuando lo molestaba pinchando sus mejillas y haciéndole cosquillas en los costados, sacándole un par de risitas infantiles.

El auto frenó y KiHyun levantó su cabecita para ver a través de la ventana. Lo primero que vio fueron los bonitos globos de colores y las guirnaldas que decoraban la entrada principal.

KiHyun y YoonGi fueron los primeros en bajar del auto. El mayor se estiró un poco para tocar el timbre, y mientras esperaban su madre arreglaba sus cabelleras o el cuello de sus camisas. Cuando la puerta se abrió, los recibió una mujer que tenía una sonrisa tan parecida a la de MinHyuk; llevaba el cabello recogido en una coleta alta y su cuello estaba decorado por un precioso collar de perlas.

—Los niños están en el jardín, hay sándwiches y jugos —les dijo a los menores después de saludarlos.

Los hermanos corrieron hasta el jardín, que estaba hermosamente decorado con globos y guirnaldas; había mesas de madera con flores al centro y una parrilla en la que estaban cocinándose ruedas de carne para hamburguesa y vegetales. Había un trampolín y un par de cabecitas que KiHyun identificó al instante; una era castaña y la otra le recordaba al pelaje de la mascota de su vecina, pero más bonita.

—¡Minnie! —llamó KiHyun con una sonrisa, el castaño dejó el juguete que sostenía en sus manitas y salió corriendo hacia su amigo apenas se giró; sus bracitos lo rodearon en un fuerte abrazo—. Feliz cumpleaños, Min. Toma, este es tu obsequio.

—Me basta con saber que viniste, ¡Estaba preocupado! Nunca me dijiste si vendrías o no —dijo con un puchero—, pero no importa, me hiciste ganar una apuesta con Wonnie.

—Quería que fuera una sorpresa.

—Anda, vamos a jugar con Wonnie. Lo dejé solito en el trampolín y no quiero que se lo roben.

MinHyuk tomó la manita de KiHyun y ambos corrieron hasta el trampolín (le señora Lee puso el obsequio a salvo de la curiosidad de su hijo poco después) donde HyungWon jugaba con uno de los dinosaurios de MinHyuk.

—¡Mira quién llegó! —dijo MinHyuk, mirando al niño de cabello rizado— Parece que gané la apuesta, HyungWonnie.

—Bien, cumpliré con mi parte del trato.

—¿Qué apostaron?

—Galletas —respondieron a la vez ambos niños.

—Pero no cualquier galleta, no, no, no. Apostamos las galletas de la mamá de Wonnie.

—Mis galletas especiales —dijo HyungWon, enfatizando la primera palabra—. Pero no importa, igual quería compartirlas con ustedes. ¿Quieres jugar, Kiki? —dijo, extendiéndole el dinosaurio que traía en mano.

KiHyun lo tomó y comenzaron a jugar. Los padres de los niños estaban sentados en una de las mesas de madera, comiendo los bocadillos que la señora Lee había preparado. A la madre de KiHyun le resultaba curioso cómo el jardín estaba lleno de risas y juegos por parte del resto de los invitados, le causaba cierta diversión ver cómo el resto de los niños jugaban entre ellos, mientras que su pequeño parecía desenvolverse únicamente con el adorable par de niños que había conocido hacía poco tiempo en la escuela. Era como si esos tres estuvieran en un mundo completamente ajeno al que les rodeaba y le daba gusto, le gustaba ver a KiHyun divertirse y actuando como un niño de su edad.

Y KiHyun lo recuerda. Recuerda las fiestas de cumpleaños de sus amigos y cómo el número de invitados se reducía con el paso de los años; recuerda los pasteles de cumpleaños y esa vez en la que un cachorro de pelaje blanco lamió las mejillas de HyungWon cubiertas de dulce, haciéndolo reír.

Lo recuerda. Eran como las fotografías que se guardaban en el álbum familiar; un libro con cubierta de cuero y el grabado de una flor que descansaba en el librero del dormitorio de sus padres, con las esquinas doradas y el nombre de su familia grabado en el lomo. A simple vista podía pasar desapercibido con el resto de los libros de sus padres y probablemente a ellos mismos también se les olvidaba que estaba ahí, pero para KiHyun resultaba difícil olvidar ese precioso color bermellón.

Él sabía en qué parte del librero se encontraba el álbum familiar porque a su lado descansaba una fotografía de aquella fiesta de cumpleaños en casa de MinHyuk; fue la primera fiesta de cumpleaños a la que había sido invitado y era también la fotografía que estaba sosteniendo su madre la noche que la encontró llorando, cuando estaba sola en el dormitorio porque su padre había salido de la ciudad por el trabajo. Sabía que si encontraba la fotografía, encontraría el álbum familiar.

—KiHyun, mi amor, es hora de despertar —llamó su madre al otro lado de la puerta—. Date prisa o llegarás tarde.

KiHyun abrió los ojos lentamente, acostumbrándose a la mínima cantidad de luz natural que entraba por entre las cortinas del dormitorio. Talló su rostro con cuidado y miró hacia el umbral de la puerta, viendo cómo la sombra de su madre se alejaba. Se sentó en la orilla de la cama, se puso las pantuflas y arregló las sábanas y el edredón; acomodó las almohadas y los cojines, asegurándose de dejar al pequeño osito sentado en medio.

Estiró los brazos y tomó su teléfono de la mesita de noche. Revisó su bandeja de correos y sus mensajes mientras caminaba hacia el baño; para cuando terminó de lavarse los dientes ya había revisado todo, dejando para el final dos de sus conversaciones favoritas: La que tenía con su hermano mayor —que consistía en su mayoría de fotografías e imágenes graciosas que se encontraba quién-sabe-dónde— y la que tenía con el vicepresidente del consejo estudiantil.

Habían pasado un par de días desde el festival de primavera y ese pequeño cosquilleo que sentía en su pecho al ver a HyunWoo todas las mañanas no hacía mas que crecer y volverse más intenso; las mariposas en su estómago aleteaban con tanta fuerza que bien podrían crear un huracán. El reloj marcaba casi las seis y cuarto de la mañana, demasiado temprano para sentir su feroz aleteo con leer un simple: «Buenos días, Kihyunah

Todavía tenía el bonito suéter de color menta; el osito que le había obsequiado el día del festival descansaba sobre su cama y era objeto de sus abrazos. Cuando llegaba de la escuela abrazaba al osito imaginando, de cierta manera, que abrazaba a HyunWoo y sentía su corazón crecer, llenándolo de una calidez que era particularmente nueva para él porque nunca, ni siquiera en el pasado, se había sentido así.

HyunWoo provocaba un mar de emociones dentro de él; mentiría si dijera que la fierecilla que vivía dentro de su corazón no daba brincos de felicidad cada vez que lo veía. Quizás era también la responsable de que se demorara más de lo normal en responder sus mensajes. Antes le resultaba un poco más sencillo responderle, pero ahora llegaba a preguntarse si enviar un emoticón sería demasiado. HyunWoo era el que enviaba los emoticones. KiHyun solamente usaba uno o dos emoticones cuando le escribía a su hermano mayor o a sus amigos (y eso fue por insistencia de MinHyuk).

Mientras preparaba el agua de la ducha se mordía el inferior, pensando. «¿Debería responderle? Sería muy grosero si no lo hago... ¿Uso un emoticón? ¿Uso el que sólo está sonriendo o el que sonríe y está sonrojado? ¿Y si le envío un sol? No, eso sería demasiado... Sí, el de la sonrisa está bien.»

«Buenos días, HyunWoo. 😊». Escribió.

Sí, eso estaba bien. ¿Verdad? Para conocer la respuesta bastaría con ver la sonrisa de HyunWoo apenas sonó su teléfono y leyó el mensaje.

🐻 💬 🐹

En la residencia Chae se desarrollaba un escenario que parecía haber salido de alguna de esas películas «cursis» que tanto le gustaban a la señora Chae. La cocina estaba llena de risas y en los platos había panqueques y huevos revueltos, pequeños tazones con fruta y una jarra con jugo de naranja; tres asientos de la barra estaban ocupados por adolescentes que vestían uniformes elegantes, bellamente planchados y perfumados. MinHyuk y HyungWon conversaban sobre la película que habían visto la semana pasada, mientras ChangKyun intercambiaba mensajes de texto con JooHeon.

La señora Chae observaba la escena, enternecida. Le gustaba sentir que su hogar estaba lleno de alegría, tal vez por eso siempre aceptaba cuando MinHyuk o JooHeon se quedaban a dormir.

Una sonrisa se dibujó en sus labios rosados. Tomó un poco de agua y se acercó a regar y a darles los buenos días a las plantas que descansaban cerca de la ventana; las flores estaban creciendo muy bien y se veían más hermosas que el primer día.

—Pero no lo veas de esa manera, velo como un sacrificio de amor no solamente por esa persona especial, sino por todos aquellos que te importan —argumentaba MinHyuk, dando un trago al jugo de naranja—. ¿Qué es mejor, arriesgar una vida para salvar miles o arriesgar miles de vidas por salvar a ese alguien que te importa más que nada en el mundo?

—Sigo creyendo que es mejor salvar a la mayoría —agregó HyungWon, llevándose un trozo de fruta a la boca—. No lo veas como personas, velo como si fueran... árboles. ¿Prefieres matar a miles de árboles sólo para salvar tu árbol favorito? Sería muy egoísta.

—Piensa que estarías salvando a HoSeok y las otras personas son...

—¿Qué tiene que ver HoSeok en todo esto? —interrumpió HyungWon.

—Es para ver si así entiendes mi punto. Uno podría hacer las cosas más alocadas con tal de salvar a ese alguien especial.

—¿Estás diciendo que HoSeok es mi persona especial?

—No me sorprendería si lo fuera, te la pasas hablando de él —agregó ChangKyun con voz tranquila, dejando el teléfono de lado para terminar con su desayuno.

—Eso no es cierto... —dijo HyungWon, bajando la mirada. Sus mejillas se volvieron de un bonito color rosa; MinHyuk lo miró curioso.

—¿Es así, ChangKyunnie? ¿Qué dice Wonnie sobre HoSeok?

—Todos los días le cuenta a Dolly sobre él —dijo—. HoSeok hizo esto... HoSeok hizo aquello... HoSeok me regaló una galleta, me prestó un libro y me está gustando mucho. HoSeok, HoSeok, HoSeok.

—¡ChangKyun, eso no es cierto! —dijo HyungWon, sonrojado.

—Claro que lo es, incluso hablaste de él con mamá el otro día.

HyungWon sentía sus mejillas arder. MinHyuk reprimía una carcajada.

—Eso es porque admiro mucho a HoSeok, es muy inteligente y nos gustan los mismos libros. Eso es todo.

Entonces la señora Chae se acercó a la barra para entregarle los almuerzos a los muchachos.

—¿De qué tanto hablan, niños?

—Del novio de HyungWon —se burló ChangKyun.

—¡No es mi novio! —exclamó HyungWon completamente sonrojado mientras MinHyuk reía— Es sólo una persona a la que admiro mucho, eso es todo.

—¡Ah! ¿Hablan de ese chico HoSeok? —preguntó la señora Chae— Creí que ese chico te gustaba, Wonnie, todo el tiempo hablas de él con Dolly y cuidas mucho del osito que te obsequió.

—¡Mamáaa! —gimoteó HyungWon, escondiendo su rostro entre sus manos.

MinHyuk se apiadó de la situación y decidió intervenir.

—Seguiremos con esta conversación más tarde, ahora debemos irnos a la escuela. Vámonos ya, Wonnie —dijo, poniéndose de pie y tomando a HyungWon por los hombros—. Muchas gracias por el desayuno, tía, estuvo delicioso.

—Gracias a ti por acompañarnos, Min.

MinHyuk sonrió.

—¿Vienes con nosotros, ChangKyunnie?

—No, me iré con Honey.

—De acuerdo, entonces nos vamos primero. ¡Hasta luego, tía! Nos vemos después.

—Adiós, mamá... —dijo HyungWon en voz baja. Su madre le respondió con una sonrisa que se debía, principalmente, al bonito color de sus mejillas.

ChangKyun se quedó terminando su desayuno; Maya se había acercado a él, ahora descansaba su cabecita sobre su regazo. De vez en cuando lo miraba con esos bonitos ojitos oscuros y brillantes para pedirle un trozo pequeño de tocino y ChangKyun nunca podía decirle que no a esa carita.

—¿Terminaste tu reporte, mi amor? —dijo su madre, apoyándose sobre la encimera mientras bebía un poco de jugo. ChangKyun asintió—. ¿Te dormiste tarde?

—No, me fui a la cama antes de las doce. Aunque me habría dormido más temprano si alguien no hubiera acaparado la mitad de la cama... Y sí te lo estoy diciendo a ti, pequeña bola de pelos —dijo con una sonrisa mientras acunaba el rostro de Maya, quien comenzó a mover la cola ante la repentina muestra de afecto—. Ya no eres tan pequeña como antes, ya creciste mucho, princesa.

—¿Quieres que la lleve a pasear antes del trabajo? Tengo tiempo.

—¿De verdad? —preguntó. Su madre asintió—. Eso estaría genial, gracias, mamá.

Minutos después, llamaron a la puerta. ChangKyun sonrió, terminó la fruta que quedaba en el plato y se levantó del taburete de un brinco.

—Debe ser Honey. Ya me voy, mamá —dijo, acercándose a la mujer y besando su mejilla—. Nos vemos después.

—Vayan con cuidado, mi amor. Saluda a JooHeon de mi parte.

—Sí, mamá.

ChangKyun tomó la mochila del sofá, se la colgó en la espalda y caminó hasta la entrada principal seguido de un par pasitos que resonaban por el piso hasta que abrió la puerta y vio a JooHeon, con su bonito cabello rubio y sus anteojos; casi nunca usaba sus anteojos, pero a ChangKyun le gustaba cuando lo hacía porque, en su opinión, se veía adorable y bastante guapo.

JooHeon lo saludó con una sonrisa y un «Buenos días, ChangKyunnie. ¿Listo para irnos?» Su sonrisa era una de las cosas favoritas de ChangKyun.

—Sip, sólo dame un segundo —dijo antes de girarse hacia Maya. Se puso a su altura y dijo:— No puedes venir conmigo a la escuela, eres demasiado bonita y adorable y alguien podría robarte, y no pienso correr ese riesgo.

Maya bajó sus orejitas, como si entendiera las palabras de su dueño. Sus ojitos se fijaron en el rubio detrás de él y comenzó a llorar. JooHeon imitó la postura de ChangKyun y le dijo a Maya:

—ChangKyunnie es bonito y adorable, pero está a salvo porque yo lo cuido muy bien de todas las personas que quieren robárselo —dijo, mirando fijamente al animal, siendo poco consciente de la suave mirada que le dedicaba el menor—. Pero si tú vienes, entonces tendré que cuidar a dos criaturas bonitas y adorables. Tranquila, Maya, cuidaré bien de él y cuando regrese iremos juntos al parque, ¿Te parece bien?

El semblante de Maya cambió luego de escucharlo; sus ojitos brillaron con fuerza, sacó la lengua y movío la cola con alegría, dio un par de vueltas en su lugar antes de soltar un ladrido. JooHeon sonrió y acarició su cabecita antes de levantarse.

—Entonces tenemos una cita, Maya —dijo el rubio con voz suave—. Anda, ChangKyunnie, vámonos ya o se nos hará tarde.

ChangKyun asintió.

—Adiós, Maya.

Cerró la puerta tras de sí y ambos comenzaron a caminar hasta la parada de autobuses más cercana.

—¿Acabas de invitar a salir a mi mascota? —dijo ChangKyun entre suaves risas; sus ojitos se cerraron por un segundo y JooHeon sentía tu corazón latir rápidamente.

«En realidad los invité a salir a los dos», pensó JooHeon, pero no podía decirle eso.

—Lo hice porque últimamente no has podido salir a pasear con ella. Tal vez por eso ha estado triste y no se separa de tu lado —dijo él—. Estoy seguro de que te extraña mucho.

—También extraño salir con ella... —dijo—. Entonces, si vamos a salir juntos al parque, ¿Qué deberíamos hacer?

—Haremos todo lo que ustedes quieran. Podemos jugar, correr. Creo que adaptaron una parte del parque para que juegue con otros perros, podríamos hacer eso.

—Eso suena bien —dijo ChangKyun con una tímida sonrisa en los labios—. Y... ¿Tú qué quieres hacer?

JooHeon lo miró curioso.

—Quiero salir con ustedes.

—Quiero decir, haríamos las cosas que le gustan a Maya, ¿Pero qué hay de nosotros? —dijo con un rastro de timidez en su voz y un color rosado que se asomaba por sus mejillas. JooHeon sonrió al verlo—. Hay muchas cafeterías cerca del parque y permiten la entrada de mascotas, tal vez podríamos tomar algo.

Las mejillas de ChangKyun se veían preciosas. Él era realmente la persona más hermosa que JooHeon hubiera conocido y en ese momento no quería hacer otra cosa más que dejar un beso en esas bonitas mejillas, porque ChangKyun era adorable en muchos sentidos, sobre todo cuando mostraba su faceta tímida.

—Me encantaría —dijo con voz suave.

ChangKyun lo miró e inmediatamente desvió la mirada hacia el frente. Carraspeó la garganta y dijo:

—B-bien, entonces e-es una cita. ¡Mira, el autobús ya llegó! ¡Corre, Honey!

JooHeon no pudo pensar en nada más durante el trayecto. Tendría una cita con ChangKyun, la persona que lograba ponerlo nervioso y hacer su corazón latir con fuerza; la persona que le gustaba desde hacía tanto tiempo. Su persona especial. Era inevitable que sonriera, ¡Tendría una cita con ChangKyun! Con su precioso ChangKyun... y la bonita Maya.

🐝 🐕 🐺

¡Hola, solecitos! 🤍
¿Cómo están? ¿Han comido bien?
¿Les gustó el capítulo de hoy? Lamento si fue un capítulo muy sencillo; traté de incluir varias cositas para que no lo sintieran como un capítulo de relleno.
¿Les gusta el rumbo que está tomando la historia?

Cambiando de tema, ¿Ya escucharon el nuevo álbum de nuestro conejito? ¡Es tan hermoso y tan precioso! ¿Cuál es su canción favorita? A mí realmente gustó «Stranger» y «BLUE», pero todo el álbum es una obra de arte (como todo lo que hace). Por favor, démosle mucho amor y apoyemos su trabajo. 🤍🐰

También, ¿Alguien más lloró con «One Day»?
Es una canción de verdad preciosa. Apoyemos mucho el trabajo de los chicos y todo lo que hacen. ✨🥰

Por favor, cuídense mucho. Usen mascarilla y tomen mucha agua. 🤍

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top