Mamá #2

Espero que les guste~

Nota: ¿Qué le podría decir Elizabeth a todos los que intentaron lastimar a su hijo?

Elizabeth estaba contenta de estar de vuelta en la ciudad, caminando a paso firme luego de dejar sus cosas en el hotel en el que se iba a quedar, decidida y con un objetivo en mente, aunque no va a negar que se emocionó de ver aquella tienda tan familiar. No había cambiado nada con los años, era algo que podía afirmar, incluso el interior se veía igual a como lo recordaba.

-Vaya, se han vuelto muy populares- silbo con asombro ante la cantidad de gente presente allí y los pedidos que se acumulaban en el mostrador.

-¿Lisa?- su voz hizo que Pigsy dejara todo para alzar la vista, sus ojos abriéndose con sorpresa al verla allí parada. -¡Lisa, no sabía que venias!- salió de su lugar, ignorando la mirada fija de Tang en su nuca para acercarse a ella con los brazos abiertos.

-Fue una cosa de última hora- sonrió, aliviada de ver a su amigo bien, inclinándose para abrazarlo con cariño. -Te extrañe mucho, Pigsy- murmuró, emocionada de verlo en persona después de tanto.

-Yo también, Lisa- él le dio un ligero apretón antes de soltarla. -Supongo que viniste por MK-

-Me contó lo que sucedió y lo vi un poco tenso la última vez que hablamos...- acomodo el bolso que colgaba de su hombro. -...así que pensé que venir lo animaría un poco-

-Estará encantado- asintió. -Lamento no haberte llamado antes y...por no haber cuidado bien de tu hijo como prometí- hizo un gesto, volviendo a su lugar tras el mostrador, ella sentándose en un de las sillas altas al lado de Tang.

-No es necesario- negó, estirando su mano para poder ponerla encima de la ajena, mostrando Jan suave sonrisa. -Hiciste lo que pudiste pero MK es lo suficientemente grande como para tomar decisiones y enfrentar lo que viene con eso- por mucho que aun lo llamara su bebé, era muy consiente que su hijo era mayor. -Además, no te culpo por no llamarme, estuvieron ocupados- luchar contra todo aquel que se cruzará en su camino de buscar el arma poderosa que los iba a ayudar a salvar la ciudad entera y derrotar al espíritu raro que poseía a una niña no debía ser nada fácil, sin contar lo que sea de más que haya sucedido en ese intervalo.

-Eso es bueno- el demonio no pudo evitar sonreír, aliviado. -¿Quieres algo de comer?- se alejo cuando ella asintió.

-Hola, Tang- saludo, acomodándose un poco en su lugar para mirar al hombre a su lado. No había cambiado mucho, aunque ahora había un cierto peso en sus hombros. -Escuché que ahora tienes poderes místicos- comentó, aunque aún no lo podía creer del todo.

-Algo así- sonrió con algo de nerviosismo. -Fue toda...una situación- es entonces que ella supo que algo más había pasado. Que Tang, exagerado y siempre dispuesto a presumir, no estuviera ya contando que poderes tenía y como los había conseguido le daba una mala sensación, aunque no estaba dispuesta a empujar para saber.

-Fue un año difícil, ¿no?- preguntó, suave y dulce, recibiendo un tenso asentimiento. No se veía tan feliz como había esperado luego de haber despertado poderes místicos. -Ven aquí, cuatro ojos- extendió su brazo en una invitación, sacando los anteojos ajenos cuando él se inclino para enterrar medio rostro en su hombro, sin quejarse a pesar de la incomoda posición. Elizabeth frotó ligeramente su mejilla contra el cabello ajeno, sabiendo que Tang estaba realmente buscando consuelo por la falta de reclamos por desordenar su cabello bien peinado usualmente.

Se quedó allí un rato, contenta de pasar algo de tiempo con sus amigos, disfrutando con deleite los fideos que el chef siempre preparaba con esmero y mucho cariño. Ayudó a juntar y limpiar un poco cuando la gente se fue, la hora del almuerzo terminando al fin, volteándose al escuchar a alguien entrar, identificando la voz sin mucho problema.

-Oigan, MK me dijo que lo esperara aquí y...- la voz de Mei murió cuando sus ojos se fijaron en la mujer que estaba allí.

-Hola, Mei-Mei- la joven se había vuelto prácticamente su hija después de que básicamente viviera en su casa cuando se descuidaba. La amaba tanto y sabía que él sentimiento era mutuo. Abrió los brazos, ya sabiendo lo que iba a pasar.

-¡Mamá Lisa!- chillo, sonriendo enorme y feliz mientras avanzaba a grandes pasos para abrazarla. -¡Estas aquí, te extrañe mucho!- tío alegremente contra su hombro, apretando apenas su agarre.

-Yo también te extrañe, mi pequeña dragón- tarareo, pasando con suavidad sus dedos por el cabello ajeno en una ligera caricia. -¿Te sientes mejor?-

-Mucho- asintió, separándose apenas para mirarla con pena, avergonzada. -Lastime a MK, lo siento-

-Estabas asustada y herida, no te culpo- negó, inclinándose para dejar un suave beso en la frente de ella, sintiendo como se apoyaba en el toque al instante. -Lo importante es que estas bien- susurro, aliviada de que su pequeña estuviera sana y salva, ahora en sus brazos. La menor sonrió, enternecida y aliviada, volviendo a abrazarla, contenta de que ella no estuviera enojada.

-¡Oigan, ya llegue!- se separaron ante la voz, viendo al chico entrar, distraído mientras rebuscada en sus bolsillos. -¡Conseguí propinas, tuve mucho suerte hoy!- anunció y ahí fue cuando levanto la vista, sus ojos abriéndose al ver a la mujer allí. -¿Mamá?- no parecía poder creerlo.

-Hola, mi pequeño- sonrió, su felicidad en aumento al ver a su hijo, acercándose a grandes pasos para abrazarlo con fuerza y cariño. Él se estremeció, sorprendido, pero no dudo en levantar sus brazos para corresponder el gesto y aferrarse a ella, aunque olvidó un pop su fuerza y terminó por alzarla en su emoción. -¡Oh, cielos!- chillo más de sorpresa que de miedo.

-Lo siento, lo siento- se apresuró a bajarla. -Aún no controlo mi fuerza- rio con nerviosismo.

-Esto...tomara un tiempo acostumbrarse- rio, divertida.

-¡MK!- Mei llamo, sonriendo. -¡Enséñale la cosa!- hizo un gesto hacia sus ojos.

-¡Oh! Esa cosa- el chico tardó un segundo en entender, riendo mientras se volteaba a ver a su mamá, quien jadeo cuando los ojos de su hijo se volvieron repentinamente dorados.

-Me equivoque, eso tomará un tiempo para acostumbrarse- parpadeo, en shock a pesar de haber visto eso alguna vez en una de sus tantas video llamadas pero se sentía diferente verlo en personas. Muy pronto, las risas resonaron por el lugar, y ella no pudo evitar sonreír con cariño. Que lindo era poder estar con su familia.

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