Capítulo 5: Odio las adivinanzas

Estoy haciendo el desayuno. Alec sigue durmiendo plácidamente en su cama sin mover ni un sólo dedo. Traté de despertarlo para ir a buscar la llave y no perder más tiempo, pero no se despierta ni aunque le tire un balde de hielo como lo hizo él.
Voy a la habitación para fijarme si puedo despertarlo de vuelta y sigue exactamente igual que cuando me fui.

—Alec... Alec despierta... —ruedo los ojos al ver que ni se mueve— Alec, vamos, sino se hará muy tarde para ir al Coliseo de paseo y luego a buscar la llave... Hay panqueques... —da vuelta la cara en dirección contraria a mí y bufo— ¿Quieres ir al Coliseo o no?... —entonces se me ocurre una idea y me levanto a buscar el teléfono de la mesita del dormitorio, llamo a la buela y corto, esperando a que vuelva a llamarme para preguntar qué pasa. El teléfono comienza a sonar en mis manos y sonrío malévolamente— Oh... Señora Evans... ¡Que sorpresa que llame!... —la buela del otro lado seguía hablando preguntando cosas como "¿Qué sucede bambina? ¿Acaso ya te volviste loca? Sabía que dejarte con aquel chico no iba a ser buena idea... te tiene con los cables mezclados...". Alec seguía sin moverse y si no lo hacía rápido se me iba a escapar una risa por las cosas que decía la buela... "Vieja loca..." pensaba en mi mente con cada ridiculez que salía de aquel vómito verbal suyo— ¡¿Dónde está su hijo?! —digo con inocencia y bien fuerte para que me escuche— Mmm... Él se encuen... —entonces Alec se levanta de repente con los ojos de par en par y me arranca el teléfono de la mano. Una sonrisa victoriosa se expande por mi rostro.

—¡¿Mamá?! —dice Alec alarmado... "Qué mamá ni mamá, yo no tendría hijos tan raros, ¿Dime chico, qué le pasó a la demente de mi nieta? ¿Ya enloqueció, no es así?" Dice la buela al otro lado de la linea, con esa habitual voz fuerte suya y sentido del humor. Yo sin poder evitarlo, me doblo de la risa al escuchar la respuesta de la buela. Alec rueda los ojos, le dice un par de cosas a la buela que no logro escuchar y corta. Se da la vuelta y me mira con ojos asesinos.

—Te dije que te levantaras —digo con una sonrisa. Él bufa y va hacia la cocina no sin antes pegarme suavemente en el hombro y decirme lo siguiente mirando mis ojos con furia.

—Mejor que existan esos panqueques o te obligaré a hacerlos —se marcha hacia la cocina y yo lo sigo en silencio. Al llegar, él mira los panqueques y se le ilumina la cara. Yo apoyo mi brazo en su hombro, tirando mi peso sobre él.

—Come rápido. Tenemos que irnos en cinco —le digo satisfecha por que mire con tanta ilusión mis deliciosos panqueques echos por mí. De chica me fascinaba cocinar, cocinaba todo estilo de cosas. Gracias a papá aprendí un montón de sus platos, tengo el toque Carter, pero él es el mejor de todos. Mis platos comparados con los de él no son lo mismo, dicen siempre que "El alumno supera al maestro" pero en éste caso eso todavía no ah pasado.

(...)

Luego de desayunar e ir al Coliseo caminando, nos encontrábamos dentro de él observando todo con mucha atención. Era todo tan antiguo e interesante que no podías parar de verlo. La estructura, la forma en la que está construido, es sorprendente. Nosotros vamos caminando alrededor de él tranquilamente. Nuestras manos rozan y me pongo nerviosa. Corro cuidadosamente mi mano y me tomo del hombro izquierdo, él hace lo mismo pero coloca su mano detrás de la cabeza algo tenso y nervioso, por lo que alcanzo a ver. Un destello de oro mezclado con morado llama mi atención y me detengo abruptamente. Camino curiosa hacia aquel objeto. Alec me observa confundido pero de todas formas me sigue. Al estar más cerca, freno y me agacho para mirarlo desde un mejor ángulo. Es un sobre dorado. Tiene unos lindos detalles morados que aunque crean que los colores no combinan, eso se olvida completamente al ver el tono que utilizaron y los hermosos trazos y detalles de morado que le han puesto para hacerlo. Lo abro lentamente para ver en su interior. Una carta blanca y con los mismos detalles pero plateados es lo que encuentro. Hay una letra muy linda en cursiva, es muy delicada, como si la hubiera escrito un profeta, como si fuera una leyenda que esperaba a ser descubierta. Leí atentamente cada palabra con Alec a mi lado leyendo conmigo.

"En el museo ah de estar
Ya debés de saber cuál es
Pero no sabes en que parte buscar
Y yo aquí te lo diré...
No será fácil, pues la vida no lo es
Usa todo tu ingenio para resolverlo
Y ganando te irás ésta vez.

Lee con atención la adivinanza:

Es grande y redondo, y tu reflejo ha de mostrar. Está construido por un alma rota y así lo ha de reflejar. Si lo piensas y lo imaginas, lo podrás atravesar, y ahí lo que buscas en el centro haz de encontrar..."

Ahí termina la hoja. La doy vueltas y vueltas, tratando de darle sentido a eso pero no se me ocurre nada. "Ahg odio las adivinanzas..."

—Tendríamos que entrar al museo para ver si encontramos aquella cosa redonda y reluciente —digo y lo miro a Alec. Él sigue pensando sin saber a qué se refiere. Asiente y nos vamos con la carta en mano hasta el museo de arte, Viale Vaticano. Al llegar hay varias estatuas y esculturas gigantes a las que no les prestamos ni un ápice de atención. Lo primero que hacemos es entrar y buscar por todas partes. Buscamos y buscamos sin parar, pero no encontramos absolutamente nada con aquellas características. Miro por una de las ventanas del museo y veo como el cielo se torna de un azul oscuro y estrellado.

—Alec, es muy tarde, deberíamos volver al hotel... mañana seguiremos buscando —le digo ya cansada de tanto caminar de un lado al otro sin resultado alguno. Alec lo piensa un par de minutos y asiente. Me sigue hasta la salida y volvemos a pasar al lado de esa inmensa bola reluciente echa añicos. ¡Esperen! ¡Es grande y redondo, y tu reflejo ah de mostrar. Esta construido por un alma rota y así lo ha de reflejar! ¡Eso es! Me detengo logrando que Alec choque contra mi espalda.

—¡Alec, se refiere a que la pelota esa gigante está rota! —digo emocionada. Alec me observa raro. Señalo con euforia la cosa redonda y me llevo a Alec de la manga de su camisa hasta ahí, casi arrastrándolo— Esa es la cosa gigante y reluciente del acertijo —le digo obvia. Él la mira y luego me mira a mí. Algo hace click en su cabeza ya que una sonrisa se expande por su cara y me mira sorprendido.

—Oh... ¿Porqué no la vimos al entrar? —pregunta medio anonado sin poder creérselo.

—Creo que no estábamos prestando mucha atención que digamos.

—¿Qué era lo demás que decía la adivinanza? —dice quitándome la carta de las manos.

—Hey... —digo quejándome— ¿Para qué preguntas si me vas a sacar la carta de la mano? —pregunto divertida.

—No sé... —dice sonriendo— Supongo que para verte enojada —me dice con diversión— Me encanta ver como tu ceño se frunce, arrugas la nariz y ese brillo hermoso que me recuerda a las estrellas o a la galaxia aparece en tus ojos... —dice mirando atentamente mis ojos. Un rubor sube a mis mejillas y trato de ocultarlo pero me es imposible. Le arrebato la carta de las manos y leo en voz alta.

—"Si lo piensas y lo imaginas, lo podrás atravesar, y ahí lo que buscas en el centro haz de encontrar..." ¿A qué se refiere con eso? —pregunto extrañada y sin entender.

—Mmm... no sé, habría que probar algo. A ver, ven —me dice haciéndome señas. Me acerco a él y me posiciono al lado. Él toma mi mano delicadamente y la deposita sobre el frío y duro metal. Lo miro cada segundo en que lo hace sin perderme ninguna de sus facciones— Ahora... piensa en que lo atraviesas y tomas las llaves que están adentro —lo miro sin comprender— Sólo hazlo —me dice y obedezco. Lo imagino, lo pienso, veo en mi mente atravesar la gran pelota y tomar las llaves. Un brillo dorado me despierta de mi ensoñación. Tengo... la llave. La tengo en mis manos. ¿Pero cómo...? Miro a mi alrededor y... es todo metal... ¿Estoy dentro del círculo gigante? ¡¿Cómo rayos hice eso?! Vuelvo a cerrar los ojos y pienso en volver a donde estaba con desesperación. A los segundos siento la mano de Alec en mi cintura atrayéndome hacia él. Por el fuerte tirón que dio de mí para sacarme, me caigo arriba suyo.

—Wow. No creí que funcionaría —dice Alec en mi oreja haciéndome cosquillas. Me levanto enseguida de él y trato de disimular que no pasó nada. Le doy mi mano pero antes de que la agarre, la corro y miro mi muñeca por las dudas de que se me haya caído la pulsera. No quiero otro accidente. Me río de mi misma y le vuelvo a extender la mano ésta vez para que la agarre. Se levanta y juntos observamos maravillados la llave luminosa que tengo en la mano. Es brillante y tiene un diseño bastante particular. Es muy hermosa como aquella pelota gigante. Wow. No puedo creerlo. Por fin tengo la llave. Podré ir a mi mundo, podré ir a buscar la cura. Estoy tan emocionada. Abrazo fuertemente a Alec y él me devuelve el abrazo con el mismo entusiasmo. Por fin podré salvar a mis padres...

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