Capítulo 3: ¿Y la llave?

Italia... éste es un lugar hermoso para poder quedarse.

Siempre me gusto ir a visitar a mi buela, pero nunca pude, ya saben por los estudios y porque mis padres no podían llevarme.

Mis padres... ellos aún están hechos de piedra, espero que haya una cura para poder salvarlos, nunca me lo dijeron pero supongo que la habrá.

—Ten mi Bambina —mi abuela me da unas galletas, las tomo y las pruebo. Levanto mi pulgar en alto dándole a entender que están buenísimas.

— ¿Bambina? —pregunta Alec mirándome divertidamente— Gracias buela.

— ¡Hey! Yo sola le puedo decir así —me saca la lengua e imito su acción—. Y sobre Bambina, significa "Niña".

Mi buela se va a dejar las galletas y aprovecho para hablar con Alec.

—No me dijiste lo que te dijeron tus padres sobre el viaje.

—Y tú tampoco sobre tus poderes.

Le doy una mirada seca, se echa a reír y sigo comiendo mis galletas.

Si fuera por mi abuela ahora mismo estaría rodeada de dulces.

—Y dime amor —me entrega un vaso de leche y le agradezco— ¿Qué te trae por aquí? ¿Y tus padres?

Al escuchar hablar sobre mis padres dejo de respirar, sus rostros aún están en mi mente, sus figuras vividas siguen aquí.

—Bueno... —comienzo a jugar con mis dedos y la miro— Lo siento mucho buela... pero mis padres —unas lágrimas comienzan a formarse en mis ojos pero lo hago lo que puedo para retenerlas, Alec se acerca más a mí y me abraza de lado, dándome fuerzas—. Mis padres... ellos... yo los hice de...

—Piedra —levanto mi vista y observo como ella se para de su sofá.

¿Ella sabe? Bueno, también es parte de su mundo, pero no le dije nada de mis padres aún.

Veo como se acerca con unas hojas, están algo arrugadas y viejas. Me seco las lágrimas y me entrega las hojas.

—¿Alguna vez tus padres te contaron sobre su mundo? —asiento y me invita a voltear las hojas—Tus padres eran felices en su mundo llamado: "Mondostrano".

—¿Mondongo qué? —Alec está confundido, lo entiendo.

Yo estuve así desde que me lo dijeron, me costó asimilarlo, porque vamos, éstos poderes no los obtengo de la nada ¿O si?

—Mondostrano. Presta atención —lo empujo con mi codo.

—Eran felices, yo era feliz —se puede ver un poco de brillo en sus ojos, veo que habrá sido un lugar muy hermoso para ella—. Todo era normal, cada uno con su elemento o espacio como le dicen ellos, tu madre era Tierra y tu padre...

—Fuego —ahora sé de dónde proviene su cabello rojo—. Ellos me explicaron eso, pero no entiendo qué tiene que ver mis poderes con todo esto.

—Mira Bambina, aunque me cuesta admitirlo estoy un poco vieja —levanto una ceja y recibo un golpe en mi frente de su parte—. Dije un poco —comienzo a reír y me calmo por como me mira—. No recuerdo cómo, ni por qué tienes tus poderes, y déjame decirte que no es normal eso.

—Mongostrano —volteo a ver a Alec. ¿En serio? Él no prestó atención a nada. Ni siquiera dijo bien el nombre.

—Buela a lo que vine fue para saber como revertir el hechizo, o como sea que se le diga a lo que les hice a mis padres.

Mi buela por tercera vez se levanta y se va por los pasillos, volteo a ver a Alec y sigue pensando.

— ¿Monfostrano? No, no era así —está hablando solito, me da tanta risa pero es un momento serio y no puedo reír.

—Es Mondostrano, y si todo esto te confunde puedes volver y dejarme sola con esto, no hay ningún problema para mi.

—No es eso, no te dejaré sola, y además esto es muy divertido —asiento y escucho que susurra—. En cierta parte.

Veo como mi abuela trae un cofre, lo sienta en mis piernas y sólo llego a admirarlo.

Es muy hermoso, tiene unos diseños y un triangulo al centro, uno rojo muy hermoso.

Parece algo viejo, sus bordes son más oscuras que su color central, y si no lo dije es marrón.

— ¿Es hermoso no es así? —siento y lo sacudo, escucho que hay algo dentro— Te lo dí para que lo vieras, no para que lo sacudieras.

Río. "Ay, buelita, debiste pensarlo antes de dármelo"

Alec toma el cofre y lo inspecciona, veo como lo trata de abrir pero no tiene resultados.

— ¿Qué hay adentro? —pregunta sin dejar de mirar la caja, veo a mi abuela y veo como sonríe.

— ¿Qué? —le digo y me toma las manos.

—Te hablaron sobre los collares teletransportadores ¿No es así?

¡No lo creo! ¿Será verdad que están ahí?

Tomo con rapidez el cofre y trato de abrirlo, no tengo resultados, sigo y sigo, pero nada.

—Necesita una llave -dice Alec, arqueo mis cejas y frunce el ceño—. ¿Qué?

—Al fin dices algo productivo.

Ríe y sale una pequeña sonrisa por parte mi abuela.

— ¿Y la llave? —le digo y niega.

—Ese es el problema —ladeo la cabeza y veo que Alec está igual que yo—. La llave no la tengo.

Si ella no las tiene ¿Entonces quién? ¿Y si no tiene la llave para que tiene el cofre?

—Tu madre me lo dio, me entrego el cofre con los collares ya metidos, pero nunca me dio la llave. Me dijo que no me la daría.

— ¿Por qué no? —pregunta Alec dejando la caja en la mesita que tiene mi buela en su sala.

—Porque conocía a su hija, y sabe que en algún momento vendrías diciendo "Buela, ¿Dónde están los collares? Sé que mi señora madre te los dio" —imitó mi voz, escucho como Alec ríe y le piso el pie.

— ¡Auch!

— ¡Ups! —me encojo de hombros— ¿Sabes dónde están?

—Solo me dio un papel, me dijo que ahí dice dónde está la llave.

Me da un papel y lo leo, no dice nada más que simples palabras y números sin sentido.

"Sixto IV, 00120, Dioecesis Urbis seu Romana, 40, 9m ; 13, 4m ; 20,7 m"

— ¿Y esto qué significa? —le digo un poco molesta.

¿Quién deja unos códigos para hallar una simple llave? Sólo pones la dirección y ya. Pero no, mi madre tuvo la loca idea de poner códigos ¡Códigos!

—Ni me lo preguntes. Llevo casi medio año de mi vida para dar con la respuesta, pero cada vez que me acerco me alejo más y más.

— ¿Y ahora que se supone que haré?

Lo digo mas para mi misma que para los demás, si mi abuela tardo meses, para mi serán años.

"Ay mamá, ay papá, en serio lo siento, pero tardaré más de lo previsto"

—Déjame ver —Alec toma el papel y no me importa, que lo arrugue o queme, me tapo la cara con mi mano, escucho como mi abuela suspira— ¿La Capilla Sixtina, monumento del Vaticano?

— ¿Qué? —digo y todas mis esperanzas vuelven a mi, pero se desvanecen— ¿Cómo sabes eso tú?

No me sorprendería que esté jugando, es Alec Evans, él siempre juega.

—Es la Capilla Sixtina. No es tan difícil -ladeo la cabeza y él niega con ella—. Soy bueno en historia ¿Qué esperabas?

— ¿En historia? —asiente— Pero si siempre me pides ayuda en historia —replico confundida alzando una ceja.

Se rasca la nuca; parece nervioso. Observa detrás de mí y sé que está viendo a mi abuela.

—Jazz, Alec acaba de decirnos el probable paradero de la llave, no lo molestes aún.

Asiento, saco mi celular y busco la Capilla Sixtina, esta un poco lejos, como a unas 7 u 8 horas.

— ¿Estás seguro que es ese lugar? —le pregunto y asiente— ¿Y cómo lo sabes?

—Mira. Cada uno dice algo perteneciente del lugar, como su longitud, —señala los números— su fundador —señala la palabra que dice "Sixto IV"— y hasta la ubicación metropolitana.

— ¿Y sabes todo eso sobre la Capilla? —le digo y asiente.

—Mi mamá es dueña de los 5 mejores museos del mundo, y como obligación por parte de ella debo saber exactamente todo sobre los museos del mundo, ¡Todo!

Me imaginé a Alec estudiando los museos a los 6 años, se debió de haber visto adorable.

—Bueno, entonces andando —me levanto para dirigirme a la puerta, pero me detengo al sentir una mano en mi abdomen.

¡Si es Alec, juro que lo noqueo!

— ¿A dónde crees que vas? -—por suerte no fue Alec el que lo hizo, sino mi buela— Es tarde y de seguro no descansaron nada durante el viaje.

—De hecho ya dormimos en el...

—Nada —me calla antes de que termine—. Mañana temprano irán, por ahora vayan a dormir.

—Pero...

—A dormir dije.

¡Abuelas! Siempre quieren lo mejor para ti.

(...)

— ¿Puedes dormir? —son las dos de la madrugada, no logro dormir y véanme a mi molestar a Alec.

—Un poco, pero no tanto. ¿Y tú? —me pongo en una posición más cómoda y nada.

—No, aún sigo despierta.

—Pensé que ya estabas dormida —dice sarcástico, me río, es lo único que puedo hacer.

Ahora que lo pienso, antes de entrar a la casa de mi buela, me dijo que terminó con su novia.

— ¿Y tu novia? —aclaro mi garganta cuando no escucho nada—. Digo, tu ex-novia... ¿Dónde está?

Solo logro escuchar su respiración, si no lo dije antes, él está en una cama separada... ¿Qué? No me gusta compartir mi cama con alguien.

—En su casa —escucho su risita y no puedo evitar reírme.

—Hablo acerca del por qué la ruptura. Se veían que se amaban.

Decir eso me dolió, aunque ya no siento lo mismo, siempre habrá una pequeña, una diminuta parte del sentimiento que se quedará ahí.

—Y era así —volteo a verlo y veo como su mirada choca contra la mía—. Pero yo ya no siento lo mismo por ella.

— ¿En serio? —bostezo y sale un pequeño sonido de su boca de aceptación— ¿Y por qué ya no?

El sueño viene a mi, cierro los ojos un minuto.

No llego a escuchar nada de su respuesta, solo las dos últimas palabras: "Alguien más".

Me quedo seca en mi dulce cama, porque damas y caballeros mañana encontraré la llave e iré al mundo de mis padres para poder ayudarlos.

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