Capítulo 22: La cita
—Yo... —dice ansioso mientras observa mis ojos con miedo. Yo aguanto la respiración sintiéndome igual o más nerviosa que él. Lentamente se acerca a mí y toma mis manos con las suyas. Parece un pez de tanto abrir y cerrar la boca sin saber cómo empezar. Cuando por fin parece decidirse a hablar, la puerta detrás nuestro se abre y lo interrumpe antes siquiera de decir algo. Él suspira derrotado y se gira frunciendo el ceño a recibir a la persona que nos interrumpió con notable molestia. Emma nos observa alternando la vista entre él y yo dándose cuenta de la situación. Ella abre su boca y comienza a negar lentamente.
—Lo lamento tanto, no quería interrumpirlos. Solo vengo a traer una vela que nos faltó poner en la mesa, creo que vine en mal momento... —murmura lo último con pena. Mira a Alec pidiendo disculpas con la mirada, él suaviza su expresión y asiente entendiendo que no fue su intención molestarnos. Cuando Emma se va, el lugar vuelve a quedar en completo silencio. Él se gira a medias y me mira de reojo.
— ¿Te gustaría...? —dice en un hilo de voz— ¿Te gustaría cenar conmigo esta noche? —pregunta acabando la frase y volteándose completamente para verme de frente. Sus ojos azul oscuro brillan gracias a la luz de la luna que nos ilumina desde arriba. Asiento lentamente y él vuelve a tomar mi mano para darme una sonrisa a medias y conducirme a la mesa. Su mirada sigue cada paso que doy hasta llegar y sentarme en la silla. Percibo en sus ojos un brillo peculiar y hermoso cuando se sienta y vuelve la vista a mí de nuevo.
Dios, Alec terminará por matarme si sigue mirándome así...
Estoy tan nerviosa que creo que he empezado a sudar. El silencio se vuelve un poco incómodo al no saber de qué hablar, así que simplemente comenzamos a comer la deliciosa comida que trajo Alec para nosotros. Al rato, es él quien comienza la conversación.
—Así que... ¿Qué opinas de las velas que pusimos? —río suavemente antes de contestar.
— ¿Es lo único que se te ocurrió decir? —le respondo con altanería. Él ríe también.
—La verdad... si. Estoy nervioso, te juro que creo que en cualquier momento me iré corriendo por esa puerta —su respuesta consigue que ría nuevamente pero un poco mas fuerte—. Y tu... ¿Cómo te sientes?
— ¿Cómo me siento? —pregunto yo repitiendo lo que dijo. Él asiente cayendo en mi trampa— Pues con mi trasero —contesto con obviedad y Alec suelta una carcajada.
—Jazz, sabes a que me refiero —me dice él deteniendo su risa para mirarme divertido. Yo muevo mi mano restándole importancia.
—Estoy bien, supongo —le digo y suspiro. Un recuerdo intruso viene a mi mente: mi pobre Nessie siendo devorado y asesinado por ese feroz monstruo que nos atacó en nuestro viaje. Mi sonrisa desaparece lentamente. Vuelvo a suspirar sintiendo otra vez ese incesante dolor en el pecho. Elevo la vista cuando siento un calor placentero cubrirme la mano. Alec me mira tristemente y envuelve mi mano en la suya comenzando a acariciar en círculos por encima de ésta con cariño.
—Botoncito, todo va a estar bien... —me asegura él con convicción. Yo tomo con fuerza su mano y desvío la mirada. Continuamos comiendo entre pláticas y bromas. Más bien, él hacía bromas para distraerme. Cuando terminamos, Alec me guió al balcón de la habitación y me hizo cerrar los ojos. Al pasar el umbral, tomada de su mano, él me pide que abra los ojos y yo cumplo su orden sorprendiéndome con lo que me encuentro. El lugar está con telas de seda color salmón colgadas sutilmente de la baranda, y en el techo cuelgan unas hermosas luces blancas y brillantes que lo iluminan todo logrando que el lugar se vea un poco más... mágico. Yo observo el enorme espacio que se puede apreciar desde aquí. Apoyo mis brazos sobre la baranda cruzándolos entre sí. Al rato, siento como él se acerca a pasos lentos y dudosos. Cuidadosamente me rodea desde atrás con sus brazos, fundiéndome en un abrazo inesperado.
Él reposa suavemente su mentón sobre mi hombro y sus manos se posicionan sobre las mías. Los bellos de la nuca se me erizan y un escalofrío me recorre de arriba abajo por su tan ansiado toque. Siento en mi espalda sus latidos desenfrenados. Él lo nota y ríe tontamente— No pensé que causara tanto en ti...
—Ni yo en ti —replico de la misma forma y río nerviosamente.
—Tu siempre has causado muchas cosas en mí, Jazz —dice él y yo no sé qué responderle a eso. Lentamente comienza a subir un rubor suave a mis mejillas. Él apoya sus labios en mi pómulo derecho y me deja un rápido beso en él. Luego ríe mientras continúa hablando—. Está muy caliente tu cara —repone él divetidamente—. Mmm... me pregunto qué tan calientes estarían si tu y yo estuviéramos en otra... posición —dice lascivamente. De repente, mis mejillas se ponen completamente rojas por su comentario. Me doy la vuelta para regañarlo por decir esas cosas apropósito para que me sonrojara pero me quedo de piedra al darme la vuelta y tenerlo tan cerca. Él sonríe satisfecho y levanta su mano hasta acariciar suavemente mis mejillas—. Bueno, al menos sé qué tan calientes se ponen cuando lo menciono —dice él divertido y yo comienzo a reírme. Luego paro de reír y él me observa atentamente con ese brillo hermoso de nuevo en sus ojos. Su mano explora la longitud de mi rostro acariciando con cuidado cada parte hasta detenerse en mis labios. Por puro instinto, abro mi boca y él pasa sus dedos lentamente por mis labios, deleitándose con la suavidad de éstos.
Sus ojos miran alternativamente mis ojos para después pasar a mis labios de nuevo y viceversa, pidiéndome permiso para avanzar y dar el primer paso. Yo ni siquiera soy capaz de decir una sola palabra o asentir, mi mente está hecha un caos, mi pulso se encuentra muy acelerado y de mi respiración ni hablemos. Siento como si me faltara el aire, como si en mi estómago se concentrara el conocido vértigo que uno siente cuando se encuentra en la cima de una montaña rusa.
Si a eso le llaman las famosas "mariposas", les aviso que de mariposas no tienen nada.
—Jazz, yo... lo que quería preguntarte hoy en realidad es... —dice él mirando a todas partes buscando las palabras correctas. Luego cierra los ojos y al abrirlos, la seguridad que encuentro en ellos me desarma— ¡Ay, a la mierda los putos nervios! ¿Puedo besarte? —apenas pude asentir cuando él rudamente unió sus labios con los míos.
Su toque fue como algo explosivo, sentía cada movimiento como algo nuevo y mágico. Su boca tomó posesión sobre la mía y me guió a lo largo del beso, en un toque demasiado tierno y lleno de sentimiento. A medida que el beso avanzaba, la intensidad de éste también lo hacía, comenzando a convertirse en uno más salvaje. Él subió su otra mano hasta mis pelos enmarañados y enredó su mano en ellos. En cambio, yo rodeé mis brazos al rededor de su cuello para estar más pegados de lo que ya estábamos. Cuando el aire comenzó a hacernos falta a ambos, nos separamos lentamente el uno del otro. Abrí mis ojos sorprendida. Él me observaba con verdadera atención mientras una gran y genuina sonrisa se extendía por su rostro. Luego, algo ensimismado, replicó con burla:
—Eso sí cuenta como nuestro primer beso —dijo él antes de reír levemente—. No tienes idea de cuanto había esperado para hacer eso —mencionó justo antes de abrazarme emocionado, mientras ocultaba su rostro en mi cuello y yo le acariciaba la cabeza y jugaba con su pelo. Luego de eso, entendí porqué es que ocultaba su cabeza ahí. Solté una carcajada y le pregunté divertida:
— ¿Y ahora quién es el que se sonroja?
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