Capítulo 13: El bosque
Estamos volando en aquel cielo de un rosa pálido sobre Ryu. Según Emma el lugar sobre el que estamos volando es muy peligroso. No sé cuántos animales o criaturas mitológicas haya aquí, pero tengo miedo de lo que podamos encontrar... De pronto, a lo lejos veo unas manchas marrones, como un estilo de color pardo grisáceo. Pero todavía no identifico qué son.
—¡Ey, Emma! —digo llamando su atención. Ésta se da la vuelta y mira a los chicos distraídamente, ya que los dos tienen una cara de miedo total y ríe.
—¿Qué? —dice tranquila y despistada.
—¿Qué son esas manchas de color marrón que hay a lo lejos? —pregunto con curiosidad, ya que no llegaba a verlas totalmente. Se da la vuelta muy rápido y me mira alarmada. Luego mira hacia allá y su expresión cambia a una totalmente asustada. "Mmmm... esa mirada no me gusta para nada..."
—Ay, no... —agarra a Ryu de su pelo para tirarlo y que vaya para otro lado— ¡Ryu! ¡Tenemos que salir de aquí! —grita mi prima aterrorizada.
—¿Qué son esas cosas, Emma? —pregunto asustandome yo también.
—Son Wyverns... —frunzo el ceño. Ella vuelve a mirarme y me explica todo de una forma muy rápida y agitada—. Son enormes reptiles alados de la familia de los dragones, buscan a sus presas para poder cazarlas —explica entrecortadamente. Asiento un poco confundida. De pronto uno viene como un rayo hacia nosotros y frena de golpe a tan sólo unos metros de nosotros.
—Dios mío, ¡¿Qué es esa cosa?! —pregunta Alec con miedo. Ésta cosa es muchísimo más grande que Ryu. Tiene un tamaño de unos 6 metros de largo y unas alas de murciélago enormes. Su cola tiene un aguijón muy parecido al de un escorpión y sus ojos son de un rojo intenso; a diferencia de los dragones, éste no tiene patas delanteras. Esos ojos... todo él es escalofriante.
—Ryu. ¡Ahora! —Ryu comienza a volar subiendo hacia arriba. Todos nos estamos agarrando lo más fuerte que podemos para no caernos pero uno de los Wyverns aparece arriba nuestro logrando que Ryu frene de golpe. Por la fuerte sacudida, sin querer se nos escapa de las manos los pelos y demás que lograban mantenernos sobre Ryu. Estamos cayendo como misiles hacia la nada y lo único que podemos hacer es gritar del miedo. Creo que ya me hice en los pantalones del miedo que tengo. Mi corazón va a mil por hora y siento que voy a desmayarme. Miro hacia abajo y ya no veo un suelo liso y lleno de pasto azul. Sino una enorme bocota de un gigantesco Wyvern a punto de comernos. "Diosito por favor... si es que existes, te prometo que no me volveré a comer los cereales de Alec si me salvas..." Grito con todas mis fuerzas llamando a Ryu.
—¡¡¡Ryu!!! ¡Ayuda! —digo y él viene lo más rápido que puede a tratar de salvarnos. Cierro los ojos. No quiero ver cuando me coman... pero al no sentir unos enormes dientes masticando mi piel, abro los ojos nuevamente. Unas patas gigantes me rodean al igual que a los chicos. Miro para arriba y es... ¡Ryu! "Bueno, trato cancelado, son muy ricos esos seriales, pero gracias por salvarme..." pienso junto a un suspiro.
—C-creo que los perdimos de vista —dice un Taylor totalmente pálido del susto. Miro hacia todos lados y los Wyverns ya no están. Quizás habrán pensado que nos comió su compañero...
—Ryu... baja aquí por favor... —dice Emma aliviada. Ryu nos baja cuidadosamente y nos deposita en el suelo. De pronto me acuerdo de algo y miro para todos lados buscándolos.
—¡¿Dónde están las hadas?! —pregunto alterada.
—¡Estamos aquí! —grita Yasmina cerca de mí pero observo hacia todos lados y no la encuentro.
—En tu bolsillo, Jazz —me dice de mala gana Ezra. Abro el cierre de mi campera y ellos salen disparados para tomar aire— ¿Qué sucedió que hubo tanta movida?
—Unos Wyverns nos atacaron —le contesta mi hermana. Él la mira sorprendido.
—¿Y dónde están?
—Ya nos dejaron ir... —digo pacífica.
—Un Wyvern nunca deja escapar a su presa —apenas termina de decir eso se escucha un estruendoso rugido y todos miramos al cielo. Los Wyverns están allí arriba dando vueltas en círculos como lo harían unos cuervos. Todos padecemos y nos miramos entre sí sin saber qué hacer— Okay, esto es lo que haremos. Allá a lo lejos hay un bosque —dice señalando un bosque demasiado tenebroso— se llama el bosque "Pide y te doy". Sé que es muy peligroso pero no hay otra manera de poder salvarnos de ésta. ¡Así que corran! ¡Ya, ya, ya, ya! —dice haciéndonos señas como un arbitro. Sólo le faltaba el silbato. Empezamos a correr para adentrarnos en el bosque. Aquí todo está oscuro y espeluznante. Hay árboles por doquier y tengo miedo de chocar con alguno y lastimarme. Seguimos corriendo hasta llegar a un claro. En el centro hay un árbol gigante que ocupa casi todo el lugar y muy viejo por lo que se ve. Las hadas nos indican que paremos y hagamos silencio—. No se asusten ¿Si? —nos dice Ezra susurrando. Los pájaros comienzan a salir de las ramas del gran árbol y se sacuden sus hojas. Unos grandes círculos se forman en el frente del árbol simulando ser ojos y una fina línea recta forman los labios.
—¿Cuál es su deseo? —dice una voz gruesa y rasposa que me hace mirar en todas las direcciones. Alec señala sorprendido el árbol y lo miro. Sus "labios" se mueven al momento de hablar y yo lo único que hago es abrir la boca sorprendida. No puede ser... el árbol está... hablando. Me van a entrar moscas de cómo abro la boca— Repito. ¿Cuál es su deseo? —repite con su voz haciendo eco por el gran bosque. "Mmm... deseo... yo sólo desearía poder encontrar la cura para mis padres..." el árbol raramente mueve sus ojos en mi dirección— Por fin. Un deseo interesante... —el árbol... "¿Acaba de leer mis pensamientos...?"— Así es, Jazzlyn Carter. Puedo leer los pensamientos de todos aquí —asiento un poco afligida y maravillada. Me acerco lentamente y lo miro directamente a los ojos.
—¿Podrías darme la cura para salvar a mis padres? —pregunto expectante.
—Lo lamento, Jazz... pero eso es algo que no está a mi alcance —mi expresión cambia a una de tristeza pero con lo siguiente que dice me sale una chispa de esperanza—. Pero... puedo darte una pista que te llevará a otra y así sucesivamente hasta llegar a lo que querías. Pero no es fácil. Éste será un viaje muy largo y peligroso. Para conseguir la cura para tus padres y deshacerte del hechizo, tendrás que juntar ciertos "ingredientes" que deberás poner en el cáliz, más bien en el Santo Grial del rey Lewis Sawyer Knox Hodgson que se encuentra en su castillo, en la punta del triángulo que conforma ésta tierra; deberás colocar los ingredientes en él y decir ciertas palabras que encontrarás en la última de todas las pistas —asiento segura de mi misma. Haré lo que sea para poder salvar a mis padres—. ¿Estás segura qué harás lo que sea para poder salvarlos? ¿Tus amigos son lo suficientemente fieles cómo para seguirte hasta el final del camino? —tengo miedo de mirar hacia atrás y ver miedo en sus miradas. Aún así, si ellos deciden no hacer esto conmigo y dejarme sola, seguiré mi camino hasta el último aliento. Giro levemente mi cabeza para mirarlos, y me sorprendo al ver seguridad y rudeza en su mirada. Alec da un paso al frente hasta mí y pone su mano en mi hombro.
—Yo ya te lo dije. Estoy contigo —dice sonriéndome y yo le sonrío agradecida. El árbol lo mira entrecerrando los ojos y con un pequeña sonrisa. Mi prima repite lo que hizo Alec y queda a mi lado.
—No dejaré que nada te pase. Yo también estoy contigo —asiento y miro hacia atrás.
—¡Nosotros estamos preparados para patear traseros si es que hace falta! Así que sí. Nosotros también te acompañaremos —dice Yasmina revoloteando alrededor mío.
—Por primera vez coincidimos en algo, hermana —dice Ezra con una sonrisa. El único que queda es Taylor. Suspira y da un paso al frente.
—No tengo de otra más que acompañarlos. Además de que ya me caes más que bien y no es un problema para mí ayudar a una chica tan guapa como tú —dice guiñándome un ojo y yo me sonrojo. El árbol mira con sorpresa a Taylor y a Alec y yo sólo espero a su siguiente orden. El árbol vuelve a mirarme... ¿Cómo se llamará? ¿Tienen nombres los árboles?...
—Mi nombre es Bradwin... me lo otorgó el que me plantó en éste lugar —asiento con la cabeza y él continúa—. Bueno. Les diré que tendrán que hacer cada uno para pasar la prueba y conseguir la primer pista... —dice dejando un breve silencio que nos come por dentro por el suspenso— Detrás mío hay un laberinto. Pero no es cualquier laberinto, habrá quizás algunos dragones y demás seres que tendrán que enfrentar y al final de todo, tendrán un reto que resolver. No podrán ir todos juntos. Si quieren llegar al final, tendrán que dividirse en chicas por un lado y hombres por el otro y al final de todo el laberinto y luego de resolver el reto... encontrarán la primer pista —todos asentimos seguros y un poco asustados—. Allí a un par de metros se encuentran las armas. Quizás las necesiten —dice antes de temblar el suelo de nuevo y que su rostro desaparezca de aquel gigantesco tronco de madera. Nosotros miramos a nuestro costado y encontramos muchas armas como espadas, dagas, arcos y flechas, hachas de distinto tamaños y hasta tarros de plástico con líquidos de distintos colores dentro. Yo me acerco con curiosidad y agarro el arco. Pongo el estuche con las flechas en mi espalda y agarro fuertemente el arco en mis manos... "Suerte que hice éste deporte cuando era más chica... hace tanto que no agarraba una de estas" pienso y levanto el arco en el aire. A lo lejos hay una hoja que aparece en mi campo de vista y me resulta diferente a las demás. Pongo la flecha lista para disparar, respiro profundamente cerrando los ojos para luego volverlos a abrir y centrar mi vista en mi objetivo. Disparo. La flecha da exactamente en la hoja y la atraviesa como una bala el cuerpo de una persona. Bajo el arco y sonrío satisfecha. Miro a los demás y me observan sorprendidos antes de empezar a agarrar las armas que llamaron su atención. Alec está con una ballesta, sosteniéndola firmemente en su mano derecha. Emma tiene una daga filosa y la guarda de una forma ágil en su bolsillo izquierdo. En cambio, Taylor tiene una hacha gigante en la mano. Los seis nos encaminamos hacia el laberinto y éste se separa en dos caminos. Todos nos separamos y nos posicionamos en el lugar que nos corresponde. Nos damos una última mirada y la mía choca con la de Alec. En la suya hay determinación y dureza pero al verme suaviza su expresión y la cambia por una de pura preocupación. "Suerte" susurra de una manera casi inaudible a lo que yo asiento. Nos adentramos en el laberinto y mágicamente por dónde entramos; se cierra. El juego comienza...
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