9: Final feliz
Shaula
—Alteza —dijo organizando el guardarropas.
—Lady Altair.
—Quiero decirle que agradezco grandemente lo que hace por nosotras...
—Si lo que prosigue a su agradecimiento es un «sin embargo», todo lo antes dicho perderá veracidad para mí —dijo Shaula con tranquilidad y elegancia, mientras ahumaba sus ojos en el espejo.
Cosa que deberían estar haciendo sus damas, pero tenían la iniciativa justo donde Shaula tenía la paciencia.
Aunque siendo justos, Shaula no les permitía acercarse. Cosa que ya le habían reprochado en varias ocasiones su madre y preparadora.
—No hay peros, su alteza —siguió lady Altair—. Solo una petición que espero considere. Sé que mi hermana a veces puede ser impertinente, pero entienda que hasta ahora no había conocido autoridad como la suya. Es una doncella brillante, sabrá adaptarse. Solo... No le tenga presente su actitud pasada, se le imploro.
—Su hermana, lady Altair, me resulta absolutamente indiferente. Mis rencillas son costosas, no malgastaría un solo pensamiento en dedicarle una a ella. ¿Le parece que he sido dura? —cuestionó la princesa entornando los ojos con confusión—. De ser así, no están preparadas para esta corte.
—Comprendo, su alteza. No creo que haya sido dura en lo absoluto.
«Una mentirosa aduladora, pero al menos tuvo el coraje para abogar por su hermana», reconoció Shaula dentro de sí.
—Entiendo que le preocupe su hermana, pero si lo que quiere es ayudarla... —Señaló la cesta con ropa que había preparado Isamar para lavar—. Ayúdela.
Lady Altair asintió en el mismo instante en que la reina Sawla entraba a la habitación.
Con un simple anuncio de la preparadora, las damas corrieron a despejar la habitación.
Shaula hizo una reverencia a su reina. No dobló sus rodillas, solo un encogimiento de cabeza como dictaba el protocolo para alguien de su rango. Solo ante el rey debía postrarse una princesa.
—Madre.
—Shaula. Siéntate.
Así lo hizo la princesa.
—¿Está todo en orden?
La reina no respondió y empezó a quitarle el velo de la cabeza a su hija.
—Tal vez deberías dejar de aterrorizar a tus damas, Shaula.
—¿Entonces de eso se trata? ¿Ahora vas a vigilarme a través de ellas?
—¿Necesitas vigilancia?
—Lo mismo me pregunto.
Su madre suspiró.
—Ellas no te han hecho nada.
Y tenía razón, pero no por ello Shaula no tenía un comentario para discutir.
—¿Te han hecho algo a ti las personas a las que desprecias con tus miradas por encima del hombro?
—Yo soy la reina.
—En esta habitación la reina soy yo, madre.
Sawla tomó con fuerza a su hija por el rostro y la enderezó para que viera en dirección al espejo. Entonces tomó el peine del aparador, pero no hizo nada con este por el momento.
—¿Quieres jugar a ser reina, Shaula? Empieza por ganarte a tus damas. Una reina necesita amigos.
—Una reina empieza por enseñar a las personas a temerle, el respeto viene por añadidura, nunca antes.
—¿Quién te ha enseñado esas cosas? Hablas como... un hombre.
—Hace tiempo que no me hacías cumplidos.
Su madre negó con la cabeza en desaprobación al comportamiento de Shaula y empezó a peinarle el cabello.
A pesar de todo, de su distanciamiento habitual y lo poco expresiva que estaba, Shaula sintió algo extraño en su madre. La sentía más... dócil. ¿Ya habría pasado su resentimiento porque Shaula le arrebatara el puesto de embajadora?
—Como bien has dicho, primero viene el temor, luego el respeto —concedió su madre—. Después empieza la libertad. Pero no la persigas demasiado, pues justo cuando entiendes haberla alcanzado...
—¿Sí...?
—¿Qué tal van tus lecciones?
—Apabullantes, absorbentes y a veces se me antojan innecesarias.
—Una princesa debe...
—Casarse —cortó Shaula—. Si mi deber es entregarle mi apellido y mi matriz a mi esposo, ¿no habré desperdiciado todo este conocimiento?
—El conocimiento no se puede desperdiciar. El conocimiento será tu salvoconducto.
—No me he quejado del conocimiento que se me imparte, me quejo de la inminencia del desperdicio de este.
—No es desperdicio. Sin importar con quién te cases, siempre serás la princesa Shaula Scorp, y tienes la suerte de un segundo apellido poderoso: Nashira. Lo tierra que tomes será tu principado, tuyo y de tu marido, con quien tendrás que protegerlo. Ahora veo que me he confiado contigo, enfocando mis esfuerzos hacia ti erróneamente, siempre temiendo que no tuvieras lo que hacía falta para llevar una responsabilidad como esta. Pero tienes más voluntad y entereza que yo al casarme. Entiendo ahora que mi deber debió haberse enfocado en hacerte sobrevivir al matrimonio.
—Estás a tiempo de empezar, madre.
Con odio incisivo, la reina Sawla batalló más de la cuenta con unos nudos en el cabello de Shaula.
—No recuerdo la última vez que hiciste esto —murmuró Shaula a pesar del dolor provocado por los tirones de cabeza.
—Nunca faltaron personas dispuestas a peinarte.
«Lo que me faltó fue que tú quisieras hacerlo», pensó Shaula.
—No te dejes engañar —dijo Sawla como si pudiera leer los pensamientos de su hija—. Te he amado más que a nada. Mi primera hija, que casi acabó conmigo. Siempre debes pensar que cualquier cosa que haya hecho, o haya dejado de hacer, ha sido porque quería endurecerte. No me perdonaría jamás que vinieras aquí con la inocencia que yo una vez tuve.
—Inocencia... —Shaula esperaba que su nota de escepticismo fuera justa, no podía arriesgarse a sugerir ni un poco más—. Eres la mayor de tus catorce hermanas, es admirable que mantuvieras tu ilusión pueril hasta entonces. Te casaste estando fuera de temporada, ¿no? El abuelo ya te había relegado a otras tareas.
—¿Eso te dijo?
—Él no. Él dijo que siempre creyó en ti, y es precisamente por ello que he decidido no creerle.
Los labios de Sawla se crisparon en una sonrisa que luchaba contra la incomodidad y el resentimiento.
—Logré el compromiso poco después de que tu abuelo me diera el ultimátum de hacerme nodriza —contestó la reina—. Tres prospectos importantes me habían rechazado ya para ese momento. Tu abuelo creyó que jamás se desharía de mí.
—Pero te casaste antes. Y con nadie menos que Lesath Scorp. Ahora eres la favorita de Jalas'tar Nashira.
—La favorita de Jalas'tar eres tú. Eres a quien puede vender ahora.
Shaula no respondió nada, prefirió morderse la lengua. Aunque fuera honesta, a veces odiaba esa forma de ser de su madre. Era experta arruinando los escasos momentos en los que parecían poder hablar sin querer insultarse mutuamente.
Shaula no necesitaba que le recordaran que era una moneda, y menos que su madre arruinara la sensación de que tenía una relación familiar con su abuelo. ¿No podía dejarla quererlo y ya está? ¿Debía imponer la influencia de su desprecio?
—Tu padre —siguió la reina en un tono más bajo—, como todo hombre, tenía el derecho a elegir ciertas cosas. El viejo rey, Regulus, no le permitiría pasar un instante más de soltería si quería la corona. Lo llevó a Baham para que escogiera entre todas mis hermanas...
—¿Fue amor a primera vista?
Sawla rio.
—Tu padre no ama nada.
Shaula tensó su mandíbula. Jamás lo confesaría, temía quedar como ingenua y ser aún más subestimada, pero estaba segura de que su madre aseveraba la imagen de Lesath a consciencia.
Otra vez, solo quería que su madre le quitara las manos de encima y la dejara sola.
Pero pasaban tanto tiempo peleadas... Era lindo tener una conversación normal con ella, aunque no dejara de ser desagradable.
—Y no, no me escogió nada más verme. Pasó toda esa temporada con nosotros en Baham, conociéndonos, haciéndose amigo de tu abuelo y bailando con todos los prospectos en sociedad. Aprendió mucho de nuestras costumbres, se sintió como en casa. Era encantador, debo admitirlo. Como todo escorpión, un manipulador de primera desde tan joven. Tenía a mi padre en un bolsillo.
—Al abuelo Jalas'tar solo se le puede tener en un bolsillo si eres un medio para llenar su «bolsillo».
La reina Sawla sonrió lejana.
—Te pareces a él, pequeña víbora. Te pareces a todos los hombres que detesto, por desgracia.
—Si he de aprender de alguien, ¿por qué no de los mejores?
—¿Sigues en correspondencia con tu abuelo?
—¿Por qué la detendría? Es mi mejor aliado.
Sawla sonrió, entonces abiertamente.
—Ni sé por qué me preocupo por ti —murmuró.
—Continúa tu historia, madre. ¿Cómo surgió de pronto ese interés especial de mi padre hacia ti?
—Porque yo quería ser reina.
—¿Y mis catorce tías no?
—Ellas lo soñaban, tal vez. Yo lo perseguí.
—Siendo la mayor de la temporada.
—Nadie iba a decirme que no. O sí, muchos ya lo habían hecho. Pero entonces decidí no escucharlos. Y nadie iba a decirle que no al futuro rey una vez escogiera que su capricho era yo.
—Parece una historia con final feliz.
—No existen historias con finales felices cuando hay una mujer como protagonista.
Shaula se mordió la mejilla. Todavía no tenía la edad para un matrimonio, y ya estaba absolutamente cansada de haber nacido mujer.
—Madre. ¿Es cierto lo que murmuran en la corte?
—Dicen muchas cosas, 'ha Nashira. Una princesa debe ser específica.
—Sobre mi hermano... Sobre Sargas.
—Lo conocerás después del torneo —le dijo su madre cortante—. Y a Antares, ya ha llegado de su gira y ha de estar haciendo no sé qué ridiculez para ganar puntos de amor con el pueblo. Se llevarán bien.
—Yo no busco puntos de amor con nadie.
—Pero pones la misma cantidad de esfuerzo en las cosas que buscas.
—¿Lo conoceré también después del torneo?
—No, durante. No se perdería un evento así.
—¿Y por qué a Sargas no?
—Tú sabes por qué, ahora quédate quieta.
—Dicen que Sargas no es mi hermano —soltó Shaula sin permitir que su madre pudiera evadir el tema nuevamente.
—Es tu hermano.
—Pero no tu hijo.
—Es tan hijo mío como tú o Antares. ¿Quieres quedarte quieta?
Le enderezó bruscamente la cabeza para seguir con su tejido.
—¿Por qué mi padre lo mantiene lejos del ojo público? —preguntó Shaula.
—El rey puede hacer lo que le plazca sin que personas como tú lo estén cuestionando a cada momento.
Shaula sabía que si su madre se ponía a la defensiva debía haber un motivo entre líneas.
—Además, ya lo hablamos —siguió la reina—. Tu hermano debe permanecer en anonimato por su propia seguridad. Sargas será rey, no faltarán atentados contra su vida.
—O es cierto lo que dicen y es tu bastardo.
La reina surcó el rostro de Shaula de una bofetada, luego sostuvo su mentón clavando sus dedos en sus mejillas.
—Lo que acabas de decir se paga con la muerte. —dijo al zarandearla con fuerza—. Si tus palabras llegan a oídos de la corte no habrá quien tenga misericordia. ¿Está claro?
—Mi padre la tendría.
Alzó la mano, haciendo que la princesa se encogiera en espera de la siguiente bofetada.
—Tu padre... —La reina sonrió justo antes de soltarla—. A él primero tendría que importarle tu existencia.
Sin decir nada más, la enderezó para terminar de peinarla.
Nota:
«'ha» con el apóstrofe adelante significa «hija de» en bahamita.
«Ha» sin el apóstrofe significa simplemente «hija».
Recuerden que pueden consultar el glosario en Enciclopedia áraga siempre que tengan una duda sobre el lenguaje.
Cuéntenmelo todo, su opinión del capítulo, de Sawla y su relación con su hija y qué sienten sabiendo que va a morir.
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