5: Embajadora de Baham

(Capítulo dedicado a Lourdes-Aban por ser el primer comentario del capítulo pasado)

Ara,
capital de Áragog

Lo primero que Shaula notó al llegar a la capital fue que la gente de Ara no conocía el sol. Una ventisca helada, como la de las noches más frías en Baham, arrasó el interior del carruaje apenas la princesa abrió la ventana.

En realidad sí había un sol. Pero era totalmente blanco, casi cristalino. Brillaba con la escarcha de una estrella, solo lo justo para iluminar pero sin dar nada de calor.

Fue la explicación que tuvo al ver lo pálidos que eran todos desde la entrada del palacio hasta la sala del trono donde fue recibida con un pomposo baile y apenas un asentimiento de su padre. No esperaba más. El rey de Áragog no podía andar regalando abrazos en público, ni siquiera a sus hijos.

Ninguno de sus hermanos la recibió entonces. Aguantó el baile hasta el final, todavía con las broncas pasadas con su madre agriando el reflejo de la sonrisa en sus ojos.

Todos los presentes decían lo mismo: que era la mujer más hermosa de todo el reino, que en sus ojos brillaba el hechizo del escorpión más antiguo.

Pero Shaula sabía la verdad, lo que no decía nadie por decoro o porque no terminaban de entenderlo. No era el hechizo de un escorpión lo que había heredado, era el veneno.

Nadie hizo más que elogios a sus atributos físicos y a sus accesorios. Muchas preguntaron al respecto del viaje o del clima, o su opinión sobre los vestidos de otras damas, pero ninguno la invitó a opinar sobre política, religión o al menos al respecto del sobreprecio de la exportación de Antlia y los disturbios que esto había generado en los últimos meses.

Ni siquiera tocaban esos temas delante de la princesa.

Shaula quería creer que se debía a que claramente estaban en un baile que celebraba su llegada, un momento para disfrutar y nada más que eso.

—Es momento de que conozcas a tus próximas doncellas y te familiarices con ellas —le dijo su mamá al acabar el baile.

—¿En este momento? Eso es algo que puede esperar, madre —argumentó la princesa quitándose su collar—. Lo que urge es que sea presentada al consejo. Ya estoy hastiada de conocer lords de poca relevancia en la dirección del reino.

—Hay un itinerario, Shaula, no te lo puedes saltar solo porque eres una princesa.

La princesa —corrigió—. Las demás no lo son de sangre, heredan sus títulos solo por tener por padre un alto lord. Y el itinerario puede alterarse cuando tiene tan poca relevancia. Necesito adentrarme en la política cuanto antes, como vuelva a escuchar un comentario sobre mi vestido...

Su madre la tomó por el hombro.

—Estás hablando como una pueblerina, Shaula Scorp. Luego de la pataleta que armaste has sido nombrada la embajadora de los Nashira en Ara por encima de mí. Eres la única Scorp mujer de nacimiento en esta corte. Compórtate como tal y deja de hablar con tal altanería. ¿Hace falta que traiga una preparadora a custodiar nuestros diálogos para que te portes a la altura?

Shaula bajó la cabeza en sumisión y en esa misma pose contestó a su madre:

—Lo lamento, no fue mi intención excederme. El viaje me ha puesto ansiosa, el baile solo lo multiplicó, y la ansiedad me hace descuidada.

Su madre asintió y la soltó.

—Eres una princesa, Shaula, no un monarca. E incluso si lo fueras, mira a tu padre. Jamás lo verás comportarse como lo haces tú. Es vergonzoso, incluso para una noble inferior.

Shaula se mordió el labio salvándose de ser descubierta al tener la tela en la boca, y no dijo nada ante el claro insulto que había recibido.

Inspiró profundo, y se dijo en su interior que el problema era su madre, tan cerrada de mente, tan obsesionada con la idea del orden que no podían cambiar. Shaula lo asociaba con un nivel de envidia interiorizado. Su madre era la reina, y había asumido el puesto de reina que Áragog delegó para ella, ese estatus de nulidad que solo le exigía concebir herederos. Se notaba su resentimiento hacia su realidad, pero no un impulso por hacer algo al respecto teniendo la facilidad de un Lesath como esposo.

Shaula era una princesa, las preparadoras la instaron a admitirse como inferior, como una doncella más, pero no lo aceptó.

Cuando a partir de sus trece ciclos decidieron que tenía cultura suficiente y quisieron limitar sus clases a solo artes y bordado, se quejó. La reina no hizo nada al respecto —no quería provocar habladurías, y ya invertía demasiado en que su hija aprendiera defensa personal en secreto—, pero Jalas'tar le dio a su nieta lo que pedía: un mejor tutor.

Cuando las preparadoras insistieron en que Shaula llegara directamente a la capital en busca de un compromiso pese a no tener la mayoría de edad, la princesa lo impidió consiguiendo incluso ser nombrada como embajadora de Baham, desplazando a su madre de aquella posición.

Shaula era inferior en todo sentido, pero no lo aceptaba. Sabía que, si le daban una brecha, si se descuidaban, podía tener mucha más influencia que sus hermanos, al menos hasta que Sargas fuera coronado.

Ya tenía un puesto en el consejo como representante de los Nashira. Era el primer paso.

—Entiendo que me he alterado, madre, pero creo que pese a mi manera de comunicarme no he dicho nada incorrecto. Sería provechoso que me presente en la más próxima reunión del consejo, que se acostumbren a mi participación. Saludar a las doncellas es algo que puedo hacer luego sin que afecte en nada, algo en lo que podría relevarme mi preparadora, por ejemplo.

—Haz lo que quieras, Shaula. No estoy para cuidarte más. ¿No que estás grandecita? Arréglatelas, yo tengo cosas que hacer.

La mujer dejó la habitación en un arrebato que dejó a Shaula descolocada, incapaz de entender qué le había pasado a su madre para tener ese humor y tan poca tolerancia.

~🌞💛🌞~

Shaula llegó tarde a la reunión del consejo por algunos minutos. Se le prohibió movilizarse sin sus guardias custodios y estos tenían órdenes de la reina de esperar a que apareciera la preparadora y solo entonces escoltar a la princesa.

—Tu madre me ha advertido de tu humor actual —le dijo la nueva preparadora a modo de reproche—. Te diré cómo se hacen las cosas en la corte: ¿quieres ser una princesa aceptada? Sé una princesa bonita. Y ya está.

La ilusión de Shaula era vertiginosa, los sueños formando chispas en el estómago de una pequeña princesa que se creía grande. Sabía que debía comportarse a la altura, se repitió todo el camino sus lecciones para no avergonzar el apellido ni dar argumentos a su madre con los qué desacreditarla para recuperar el puesto como embajadora.

Estaba preparada, o al menos estaba lista para estarlo.

Llegó al consejo con su preparadora a su lado, y tomó asiento a un lado con cuidado de no faltar a ninguna norma de etiqueta. Hizo los saludos pertinentes, asintió con elegancia ante las sonrisas que recibió y luego...

Nada. Solo silencio e intercambios de miradas incómodas mientras el rey solo leía y leía un manojo de documentos que lo atiborraban. Firmaba alguno y lo pasaba a su ayudante para recibir el siguiente.

El silencio siguió así mientras los lores del consejo bebían y la incomodidad entre ellos intensificaba. Hasta que uno de ellos habló.

—Tú debes ser la princesita...

Barba rojiza, capa con el prendedor de la mano.

«Es lord Zeta Circinus, mano del rey, padre de gemelos e hijo de la anterior mano», entendió Shaula.

Shaula lanzó una discreta ojeada de soslayo a su padre para confirmar lo entregado que estaba a sus papeles. No sería él quien corrigiera la manera en que la había llamado su mano.

—Shaula Scorp, mi lord —saludó la princesa con un ligero asentimiento—. Para servirle.

—Estábamos todos muy ansiosos por conocerte, aunque desde luego que no esperábamos verla tan pronto, y mucho menos aquí.

Shaula entornó sus ojos solo un poco. ¿Cómo que «tan pronto»? Si había llegado tarde.

—Como embajadora de Baham y represente de los Nashira, creí pertinente integrarme de inmediato a las reuniones del consejo, mi lord.

Lord Zeta lanzó una mirada menos discreta hacia Lesath Scorp.

—¿Y fue algo que consultaste con tu padre, niña?

«Niña», repitió Shaula para sus adentros, sintiendo aquellas palabras como bilis.

Pero debía comportarse, y demostrar que era una equivocación referirse a ella de ese modo, no simplemente mencionarlo.

—¿Se refiere a mi asistencia a las reuniones, mi lord?

—Por supuesto. Aquí se discuten asuntos delicados para los que se necesita estómago, experticia y discreción. No son reuniones abiertas al público.

—En ese caso, no, no fue algo que discutiera con el rey, ya que no me pareció un asunto discutible. Los embajadores de cada principado de Áragog tienen pleno derecho a la asistencia a estas reuniones y participación en los temas de interés para el reino.

—Es cierto en otras condiciones, pero el puesto de embajador de Baham es una mera cortesía concedida a su madre, que siempre entendió su lugar y delegó la carga del consejo en quien está preparado para asumirla: el rey.

Shaula respiró y aguardó un instante antes de hablar. Las respuestas veloces y automatizadas le darían un aire de estar a la defensiva, o de alardear de una destreza de mente que podría herir el ego de los demás en la sala. Ninguna de esas dos opciones era tolerable en una princesa: quedaría como una altiva o una resentida.

—Ahora que he considerado lo que dice, comprendo la confusión, mi lord mano. Pero debe tener en cuenta que yo no vengo en representación de mi madre, sino de Jalas'tar Nashira, quizá, precisamente, porque no le convencía cómo se estaban llevando las cosas con anterioridad.

—Como digas, princesa —cortó la mano con una sonrisa condescendiente—. Esto ya lo discutiré yo en privado con tu padre luego. Si quieres quedarte hoy, te complacemos con gusto.

«Me están tratando como a un bebé...».

Shaula no quería mostrar su molestia, pero las orejas le ardían.

«Respira...».

—Disculpe, mi lord, pero si va a discutir con el rey al respecto de mi estadía en el consejo, ¿no debería yo participar de dicha discusión?

—Deja que hablen los adultos, ya todos sabemos tu opinión. El rey hará lo que mejor le parezca.

A Shaula se le cayó la ilusión a los pies. No porque estaba siendo minimizada, sino por la estúpida reacción de sus ojos al cristalizarse por ello. Tenía que ser más fuerte, debía poder ocultar sus emociones mejor. En cambio actuaba como la niña que decían que era, buscando con ojos dolidos a su padre que tan cerca estaba, y tan inaccesible a la vez.

«Sí soy una bebé, ¿cómo voy a discutirles eso si al primer conflicto me pongo llorosa y busco refugiarme en papá?».

—Pero ya que estás aquí ahora, ¿nos contarías qué tal tu viaje? —preguntó uno de los hombres del consejo. Shaula lo reconoció como el alto lord de Antlia, la costa de Áragog—. ¿Ya conociste a tus pupilas?

—¿Pupilas?

—Sus damas, mi lady. Yo mismo escogí las mejores opciones de la nobleza de Antlia para que estuvieran a su cargo. Su padre nos informó que estaría encantada de hacerles además de mentora, ha sido muy amable de su parte, princesa.

Shaula forzó una sonrisa. No le agradaba la noticia de que además tendría que hacer de niñera de sus doncellas.

—Todavía no he tenido el honor de conocerlas, mi lord. Pero podría hablarme de ellas.

—No a todas las he escogido yo, debo aclarar, solo a las mayores de la casa Merak. Vienen de la costa de Perseus en Antlia.

—La casa Merak... ¿No son Tauro Merak y Lysandr Merak sus lord y lady?

—Así es princesa, son una casa muy importante y le aseguro que las jovencitas tienen las aptitudes pertinentes para ser la compañía y el apoyo que una princesa escorpión merece y necesita.

Shaula le sonrió genuinamente a lord Andry. Al menos de él había recibido un mínimo respeto y una conversación que no pretendía humillarla.

—¿Me diría el nombre de mis futuras pupilas, mi lord? Lamento reconocer que no he estudiado a la familia Merak tanto como debería.

—Las que le harán de dama son lady Altair y lady Isamar. La tercera hermana no es casadera todavía, por lo que el viaje a la capital no la beneficiaba en lo absoluto por el momento.

—Comprendo. Pero tengo entendido que todavía tendré una tercera doncella, ¿no? ¿Quién es?

—¿Cómo no lo sabe? —intervino otro de los hombres en la mesa—. Es su prima.

—¿Prima de dónde?

—Del castillo de Fornax en Hydra.

Los ojos de Shaula se agrandaron con la impresión de la noticia.

—Jabbah.

Jabbah II Elioth Scorp era hija de lady Jabbah Scorp y lord Arturo Elioth. Shaula no tenía comunicación con sus primos o tíos, normalmente estos gozaban de su posición privilegiada lo más lejos de la corte posible, en especial los que habían perdido la relevancia de su apellido al casarse o ser hijos de un Scorp mujer; pero al parecer habían decidido casar a Jabbah II y utilizar a Shaula como un medio para conseguirle un buen marido.

—A todas estas, princesa, ya que pretende quedarse hasta que acabe esta reunión... —intervino nuevamente la mano del rey—. ¿Nos deleitaría con alguna pieza?

Aunque «¿disculpe?» era la respuesta instintiva para Shaula, su preparadora la seguía de cerca con un escrutinio ineludible. Así que, en sumisión, pero sin encogerse más allá del porte de una dama respetable, perdida detrás del cubre bocas y el velo, dijo:

—No estoy segura de haber entendido lo que pretende de mí, mi lord mano.

—Piano, querida. ¿Nos tocarías algo?

Shaula quiso levantarse e irse de inmediato. Sentía que el hombre no intentaba ser cortés ni era tan ignorante como para no entender que Shaula no existía con el único motivo de deleitarlo, como si fuera una simple vendida nacida para cumplir sus deseos. Sentía que lo estaba haciendo adrede, que escogía con cuidado sus comentarios para minimizarla.

Empezaba a extrañar a las personas del baile que le preguntaban sobre las cortinas, al menos no auguraban tan mala vibra.

Sabía tocar, simplemente no le daba la gana de hacerlo para ellos.

—Lamento decepcionarle, mi lord, mis dones con el teclado son escasos. No pretendo ser un incordio para sus oídos.

La preparadora la seguía con la mirada fijamente, evaluando hasta la última inflexión, la posición exacta de sus manos y el ángulo de su mentón.

—¿Hablas en serio? Todas mis vendidas tocan. —agregó la mano con un guiño hacia los miembros del consejo—. Y el piano también.

—¿Le parezco yo una vendida, lord Zeta? —explotó Shaula, aunque lo hizo empleando todas sus fuerzas para evitar subir el tono—. En ese caso, debería repasar el libro de la casa Scorp que me leí yo con cuatro años.

—Cuidado, Zeta —advirtió el rey por primera vez, aunque sus ojos seguían concentrados en sus papeles—. Puede que mi hija no tenga afinidad por el piano, pero si te descuidas te podría enseñar a interpretar ese mapa con el que llevas horas batallando.

Fue el momento más gratificante para Shaula Scorp. Su padre no alzó la cabeza, pero no hizo falta, la princesa leía la sonrisa contenida en su expresión concentrada. Disfrutó de las risas de los lores como aplausos de aceptación, y se irguió mucho más con el plausible desagrado que mostraba la mano.

Al fin un momento que sabía a suyo dentro de aquel consejo. Y entonces su padre tuvo que ausentarse un momento, y los lores comenzaron a dialogar entre ellos ignorando rotundamente a la princesa.

Y no era esa clase de conversación en la que ella no quería participar porque no quería o no sabía qué comentar, sino que en varias ocasiones hablaban abiertamente de ella haciendo comentarios que la minimizaban. Se estaban aprovechando de que no estaba el rey para defenderla, y entonces Shaula se sintió todavía más inferior. Entendió que el escaso instante de aprobación que había había recibido no había sido por ella, sino por su padre.

A los ojos del consejo, Shaula Scorp seguía siendo nada.

En un momento, el hombre a cargo de las finanzas de Áragog hizo un comentario que Shaula ya no pudo ignorar.

—¿Es que nadie va a hablar de su escote? —dijo el hombre—. No se le puede seguir diciendo princesita si tiene más busto que mi vendida favorita.

Shaula abrió los ojos horrorizada, sus mejillas ardiendo en cólera. Pero todavía respiró antes de contestar, no dejando escapar todas las réplicas que habían pasado por su cabeza.

Su padre le había enseñado que para gobernar, había que empezar por dominarse a sí mismo.

—Mi lord, no es mi intención ofenderle, pero me temo que debo recordarle que los comentarios sobre mi busto no son aptos para una reunión como esta. Estoy aquí presente, tal vez podría suprimirlos al menos hasta que me vaya, para no incomodar. No he aprendido todavía a no sonrojarme. Usted entenderá, ¿o no, mi lord? Al fin y al cabo tengo la misma edad que su hija.

—Shaula —advirtió su preparadora, pero todos la ignoraron.

—Si no quería que se hablara de su busto en una reunión del consejo, tal vez debió venir con un escote más discreto. ¿O no, princesa?

—Un escote más discreto no sé, pero los guardaespaldas sí que debí haberlos dejado. Temí a lo que pudiera enfrentarme en este salón, pero he estado en templos con hombres más intimidantes. Al menos los sacerdotes no necesitan humillar a una princesita para validarse a ellos mismos.

Un segundo. Un segundo fue lo que duró la satisfacción de la princesa al ver la grieta en el ego del lord al que se había dirigido. Pero enseguida eso pasó a segundo plano, porque la varilla de la preparadora azotó la frente de la princesa para reprender su arrebato, lo que provocó una oleada de carcajadas en su contra.

—Ya que el piano no es lo tuyo —agregó lord Zeta llenando su copa—, deberías probar con el circo. Se te da natural esto de provocar risas.

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Nota de autora:

Y ya introdujimos a la asquerosa mano del precioso rey. Aff. ¿Qué tal les cayó en este capítulo? ¿Qué piensan de Lesath y la situación de Shaula en la corte?

Y ya van a conocer a las damas... Jijiji

Hasta ahora, ¿qué les parece este reino? Sus distintas culturas entre Ara y Baham, el vistazo que tienen a sus leyes y la ambientación.

¿Les está gustando la historia?

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