42: Solas
Recomendación: leer el capítulo escuchando en bucle "Solas" de Jamie Duffy. Su piano es el acompañante perfecto para la ocasión ♡
Nuevamente quiero dedicar este capítulo a Betty, que me sorprendió con la imagen que ven arriba ♡
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Shaula estaba viva. Sus pasiones llevaban tanto encerradas en una tumba de dogmas, que recién las entendió muertas al resucitar entre los labios de Isamar Merak.
Pero la pasión acarrea descuidos, y los descuidos tropiezos.
Como aquel que las arrojó a ambas al suelo entre risas sorprendidas por una alegría no augurada.
Con la mano en el rostro de la otra, piernas enredadas en el suelo y respiraciones más fuertes que la lejana música, todavía ni escuchaban los golpes de la razón y la incertidumbre que buscaban alojamiento.
Los pensamientos de cada una eran tan sordos como ciegos, solo la memoria parecía funcionarles en segundo plano, grabando el dictado de la escena con minuciosidad.
Una princesa vive y muere en persecución a las expectativas, imponiendo lo correcto a lo deseado, la perfección a la humanidad; una princesa es más símbolo que persona, mas del pueblo que suya. Shaula se merecía un beso que nadie más que ella tuviera que aprobar.
—Tal vez deberíamos marcharnos, alteza —murmuró Isamar. Ella era altanera y de ideas problemáticas, mas sus ojos entonces eran dóciles y embellecidos por los sentimientos que se suponía debía resguardar.
—Yo... no sé si quiera volver a ese baile, Isamar. No sé si pueda hacerlo.
La doncella se levantó y pasó ambas manos por su cabello para desenredar de él la evidencia de lo mucho que había sido manipulado en el último minuto. Sacudió toda su oscura cabellera a su espalda, y tendió su mano a la princesa jadeante y caída.
—Dije irnos, no volver. Marchémonos por esta noche, princesa. Creo que hemos bailado suficiente.
—¿Cómo? ¿Marcharnos a dónde?
—Pues a...
—Mis ladies...
El sobresalto de ambas damas bien podría haberlas hecho pasar por ladronas. Ninguna de ellas esperaba una voz por esos pasillos, menos una tan próxima. No es exagerar mencionar que el tono que adquirió la piel de Shaula evocaba el vómito.
Ambas tuvieron que digerir el susto a ritmos muy distintos, mientras entendían que el pobre que las interrumpía no era más que un mendigo en busca de limosna.
—No dirá nada... No vio nada —repitió Isamar por vez milésima de regreso por los pasillos.
Pero Shaula no parecía estar escuchando, retorcía sus dedos con su vista desenfocada y su mente en otras prioridades, tal vez abriendo la puerta al fin a la razón e incertidumbre que con tanto ahínco tocaban antes.
—Y aún si hubiese visto algo —siguió Isamar—, ¿qué daño podría hacer? No es más que un mendigo. Ya es difícil que escuchen a alguna de nosotras, ahora imagina a alguien que no tiene ni dónde pasar la noche. ¿Quién creería los delirios de...?
—Isa...
—¿Sí? —contestó la dama en un hilo fino y tembloroso que se quebró a mitad de su trayectoria.
Shaula la miró. La neutralidad de sus facciones sumada a su enfermiza palidez, provocaba en Isamar más terror que el grito más grotesco.
—¿Qué hacía un mendigo dentro del castillo?
—Pidiendo limos...
Isamar calló nada más notar la incongruencia.
Pero aun así forzó una sonrisa, e intentó tranquilizar a Shaula tomando su mano en un gesto conciliador que esta rechazó casi por instinto y disimuló arreglando el velo sobre su cabello.
—Shau... Alteza. Es el baile de la princesa Cygnus, y los baños públicos no están demasiado lejos de la entrada. Tal vez ese hombre solo deambulaba, y la seguridad se confió en el baile...
—Sí, por supuesto —cortó Shaula, quien entonces imitó la sonrisa de Isamar—. Es solo un desdichado en busca de su cena. No hay por qué preocuparse.
Como la princesa comenzó a caminar de inmediato, Isamar titubeó sin saber si seguirla, o si dadas las circunstancias ella no querría tenerla cerca. Su duda persistió hasta que Shaula ya casi doblaba en la siguiente intersección de pasillos, y una dama con el uniforme del servicio tropezaba con ella.
—Princesa, por el amor a Ara y el cisne, la hemos estado buscando por todo el baile.
—Hemos... ¿quiénes?
—Todos, princesa. ¿Cree que alguien en su sano juicio no advertiría que falta la princesa y única representante en su generación de Scorp? Su padre está no menos que furioso con su ausencia.
—Un momento... ¿quién se supone que es usted?
—Pues a partir de este instante, su preparadora. Provisional, por supuesto.
—Ya tengo una preparadora.
—Que por motivos de salud ha tenido que abandonar sus labores en un momento crucial. ¿No creerá que su padre la dejaría a su juicio en un evento tan importante, o sí?
—He estado a mi juicio hasta esta conversación y me ha ido de maravillas.
—Si por maravillas se refiere a vestir algo que ya había usado su madre insultando así a la familia Cygnus por su falta de interés y creatividad en su disfraz para una noche tan importante, permitir que una de sus damas le opaque usando un atuendo similar al suyo y que otra genere tanta controversia al vestir no solo como un varón, sino uno de tal mal gusto que bien podría ser un zapatero con piojos. Por no mencionar lesionarse a mitad del baile dejando descuidada a su influyente pareja, y desaparecer durante la otra mitad para ir a hacer quién sabe qué.
—Solo fui al baño...
—En Ara, al parecer.
Shaula hizo ademán de protestar, pero la mujer levantó su mano para callarla.
—Si fuera usted un individuo, tal vez podría andar por mares y castillos a sus anchas vistiendo lo que le plazca y pronunciando las palabras que mejor le parezcan, pero mientras sea Shaula Scorp es de hecho una sociedad, una pieza en la corona, un eslabón en la familia real. Los ojos de todo un reino están puesto sobre usted, y cada mirada suya que no esté en regla será cuestionada y repetida hasta que haga algo peor, o ridículamente mejor, que entierre las habladurías del primer suceso. Por eso se escribe un libreto para sus pasos, atuendos, discursos y sonrisas; todo lo que no esté en ese libreto, es perjudicial y por ende inaceptable. Somos las preparadoras las que nos aseguramos que su papel, y no sus ideas, sea lo que el reino conozca. Entiendo que eso no es divertido para una jovencita, pero sí necesario. Así que déjeme hacer mi trabajo.
—En ese caso, tal vez deberían mandar un señuelo a estos bailes en lugar de mí.
La preparadora miró a Shaula con expresión impenetrable, inamovible en su profesionalismo.
—No sé si lady Brianne suele reírse de sus chistes, princesa, pero en tal caso debería reservar ese humor para cuando regrese a Ara. Yo solo quiero hacer mi trabajo sin sus sabotajes de por medio.
—¿Sabotajes?
—Las comunidades hablan entre sí. No crea que pasamos por alto lo que le ha hecho a lady Brianne. ¿Problemas de salud? —La mujer negó con decepción—. Todas los tenemos tarde o temprano, pero solo la muerte nos libra de responsabilidades tan grandes, más cuando es con personajes tan relevantes como una princesa. Algo inventó a su padre para que este castigara a lady Brianne con tan repentido destierro...
—Disculpen...
Shaula y la nueva preparadora voltearon al tiempo en que Isamar las alcanzaba y tendía su mano a la mayor.
—Usted debe ser...
—Una preparadora más de las muchas que ahuyentará su alteza, estimo —contestó—. Y usted...
—El zapatero piojoso, un placer.
La preparadora miró con la boca abierta la mano que Isamar acababa de soltarle, como si la susodicha se la acabara de escupir.
—Me disculpo por las molestias ocasionadas, mi lady. La realidad es que no tendría que reprender a la princesa, yo soy quien se ha demorado en su ayuda. Tuvo una emergencia femenina y por desgracia no corro tan rápido como otros zapateros, así que su alteza debió esperar más tiempo del debido en el baño de chicas.
La preparadora miró con severidad a la princesa.
—Nadie me reportó que estuviera en los días de su ciclo.
—Por eso se le llama emergencia, mi lady —repuso Shaula—, tampoco recibí un reporte previo.
—Según la información que tengo, su ciclo terminó recientemente, no se le espera para hasta dentro de algunas semanas. Si hay irregularidades médicas y en especial menstruales, debe reportarlo de inmediato. Una princesa debe ser tan fértil como el corazón de una mujer, si no atacamos los pormenores a tiempo...
—¡Sí! —respondió exaltada Shaula—. Era justo lo que pretendía hacer luego de llegar de vuelta a mi alcoba y...
—¿Alcoba?
—Aquí vamos... —murmuró para sí.
—A menos que se esté desangrando, alteza...
—Entiendo —se resignó—. Volveré al baile, mi lady, no se preocupe.
La mujer presionó sus labios entonces, mientras con una extraña mirada observaba a la jovencita a su cargo. Casi mostraba pena, o remordimiento de algún tipo.
—Es mi deber, princesa. Y el suyo es regresar.
—Lo entiendo.
—Su pareja le espera.
—¿No se ha ido ya?
—¿Cuándo ha visto a un caballero, y más un capitán, renunciar a nada?
Shaula mordió el interior de su mejilla para controlar su disgusto, pero al voltear hacia Isamar, notó que a ella no le iba tan bien con eso de las discretas emociones. Parecía estar mezclando distintos ingredientes dañinos en su cabeza con la intención de crear un veneno mortal.
No tuvo más opción que regresar con su padre y el intimidante, pero amable ante todo, sir Volant. Él se comportó a la altura durante todo el resto de la velada, siempre preocupado por el pie de Shaula, intrigado por sus intereses, su opinión sobre las damas en sociedad, su preferencia de música y otro montón de cosas gentiles que a Shaula no podrían haberle sido más indiferentes. La realidad era que no había conversación que aquel hombre, o ninguno en ese salón, pudiera orquestar que generara en el árido corazón de Shaula el más mínimo calor. Solo había unos labios, y solo una voz, que sin importar si se expresaban con risas, insultos, llanto, elocuencia o altanería, creaban llamaradas que alentaban el pulso de la princesa.
Isamar había dicho a Shaula que el único modo de identificar si alguien ha robado tu corazón, es sufriendo su ausencia como si te faltara la vida.
Ella empezaba a sentir algo como eso.
Shaula no buscaba casarse, eso estaba claro, pero tal vez era momento de engañarse menos. Estaba loca de admiración por una mujer, una admiración que rayaba en el gusto y desembocaba en el más insensato deseo.
Muchos temas de conversación en adelante, Shaula no podía sentirse más impaciente. Era insólito, pero incluso prefería estar haciendo de mentora de sus damas en ese momento, solo con imaginar el intercambio de miradas que tendrían entonces.
Para el final de la velada, las damas y sus respectivos acompañantes se unieron a la pareja del momento.
Shaula sintió florecer en su boca una sonrisa de picardía, y aunque intentó domarla, al comienzo poco pudo hacer contra lo que su rostro expresaba teniendo a Isamar tan cerca. En el cabello de la pescadora, entonces disimulado en una floja trenza, Shaula vio el recuerdo de cómo se aferraba a este para sobrevivir al bombardeo de sensaciones que provocaron sus labios, esos que, ya sin rastros de labial, se estaban expresando con tanta naturalidad como con maestría besaron los suyos.
Pero pronto no hizo falta fingir la desaparición de esa sonrisa, pues un amargo e incomprensible sentimiento se alojó junto a la princesa. Varios comentarios condujo en dirección a sus damas con toda la intención de incluir a Isamar, pero esta no hacía más que ignorarla mientras se deshacía en bromas y gratitud a los elogios de su acompañante, el barón. Ni una mirada le concedió.
Isamar estaba tan risueña, que pasó a ser insoportable: lo fue tanto, que Shaula tuvo que simular un tropiezo para tirar al suelo su copa.
—Sirios, lo lamento... —dijo la princesa con una elegante muestra de pesar.
—No se preocupe, alteza.
—Lo levantaré —dijo Shaula.
—No se moleste, yo lo haré.
Como ya Shaula había empezado a agacharse para recoger la copa caída, las manos de ambas tropezaron en el cristal destruido. Fue el desencadenante del primer encuentro entre sus miradas desde que ese encuentro hubo comenzado, y no fue nada agradable la ira que recibió Isamar de parte de los ojos de su princesa. Toda la ponzoña de un escorpión parecía reunirse en esa mirada.
Isamar tragó en seco y se levantó, forzando una nueva sonrisa.
—No debieron molestarse —dijo el barón—, cualquier vendida se podía encargar de los restos...
Y sin esperar protestas, hizo señas a la vendida más próxima para que se llevara los trozos de cristal y limpiara el desastre.
Unos minutos más tarde, Isamar ya tenía una nueva copa de vino.
—Vuelvo a disculparme, lady Merak —dijo Shaula con notable hipocresía—, no era mi intención arruinar su bebida.
—No la ha arruinado, princesa, despreocúpese. —Para amargura de Shaula, las disculpas venían de parte del acompañante de Isamar y no de ella—. Es usted demasiado gentil. Estoy seguro que este nuevo trago, que he pedido exclusivo para lady Merak de la colección de vino que obsequié a la familia Cygnus, le resultará incluso más placentero.
—Y yo estoy seguro de que, solo con saber que viene de parte de usted, ya será un placer para lady Merak degustarlo —agregó con su seriedad de costumbre sir Volant, aunque con una entonación específica que evocaba la intimidad de un chiste.
Chiste que, más que hacer gracia a la princesa, la tenía arrancando el interior de su mejilla a mordidas.
Isamar correspondió la broma y se volvió hacia el barón, mirándole directamente a los ojos mientras bebía de su nueva copa.
—Tiene razón, mi lord, este nuevo vino en particular me ha resultado de lo más agradable. ¿Desea probarlo usted?
—Si usted insiste, sería un completo placer para mí.
Isamar extendió amablemente su copa a los labios del barón, pero Shaula no toleró tan excesiva amabilidad. Antes de que los dedos de este hubiesen tocado la copa, ella se la arrebató y bebió en su lugar todo lo que contenía.
—Alteza...
Isamar no supo ni cómo proseguir a eso.
—Lamento mi tendencia aguafiestas, lady Merak, pero como comprenderá, hay personas anticuadas que podrían tachar de inapropiado que comparta usted un utensilio, que ya ha tocado sus labios, con un caballero respetable con el que no está ni comprometida.
Si alguien tenía algo que agregar, dicho comentario quedó sepultado bajo el río de miradas estupefactas en el momento.
~☆♡☆~
Shaula no podía dormir. Se negaba a hacerlo. Al día siguiente, volvería a la rutina, al escrutinio, a la vigilancia; al innombrable ataúd que embellecía la muerte en comparación.
Tenía que hablar con Isamar mientras tuviera oportunidad, y no tendría una mejor.
Aprovechando el privilegio del castillo Cygnus que otorgaba un cuarto propio para cada una de sus damas, y teniéndolo tan relativamente accesible, Shaula se vistió con algo de seda, lo cubrió con un abrigo largo de abundante pelaje, y buscó entre sus guantes el del cuero más grueso justo antes de escapar al balcón de su alcoba.
Ignoró los balaustres de seguridad, sintiéndolos como barrotes para su celda, y saltó al otro lado, al borde del precipicio donde las heladas brisas de Deneb atacaban su abrigo.
Descalza, con una caída de veinte metros esperándola al mínimo traspié y sirviéndose del saliente rocoso que unía todas las ventanas de ese piso, Shaula se deslizó por la pared exterior del castillo hasta el balcón de su doncella.
Solo quedaba esperar que no tuviera el sueño tan pesado como para no oír su llamado.
No tuvo que golpear las puertas del balcón, pues ya estaban abiertas, solo atravesar las cortinas.
—Princesa Scorp...
Esa era ella, su Isa. Por Ara, cuán suya había sido desde el principio. Y estaba ahí, sin moños ni trenzas, sin maquillaje ni accesorios; solo un camisón cubría su cuerpo, junto con una expresión tan sorprendida que colindaba en la indignación.
Eso hirió a Shaula. Y un escorpión herido primero ataca, luego retrocede.
—Deja de tratarme como si no hubiera confianza alguna entre nosotras, Isamar.
—Lo lamento, yo solo...
Fue cuando las manos de Shaula, cubiertas de cuero, se aferraron al rostro de Isa y lo atrajeron hacia si para devorar las mentiras de sus labios.
—Alteza, ¿qué hace? —jadeó Isamar antes de ser golpeada contra su propia pared.
De pronto para ellas volvió a sonar la orquesta, la tempestad de los violines golpeando como olas contra sus corazones en guardia.
Isamar se unió a la incoherencia, rendida a la fuerza que atraía sus labios a los de Shaula, manipulada por la necesidad punzante que le impedía siquiera pensar en detenerse. No estaba accidentalmente acariciando los labios de la princesa, no estaba en una situación tergiversable. Se consumían, con la naturalidad e inevitabilidad con que la gravedad mantiene la Tierra en su sitio.
Los labios de Shaula estaban helados. Isamar saboreó en ellos todavía la fruta de los cocteles, y sintió la amargura del vino.
Y cuando se alejaron, casi corrió hasta ellos, enajenada por su dolorosa ausencia.
—Isa...
—Ha venido sin cubrebocas —dijo Isamar, interponiendo sus pensamientos.
La manera en que Shaula mordió sus labios, en medio del lento retroceso de una sonrisa, encantó a Isamar como una serpiente que duerme a su presa justo antes de envenenarla.
—Me disculpo...
—No se disculpe —insistió Isamar con tal precipitación que le provocó vergüenza de sí misma.
—Debo hacerlo...
Había pasos entre ellas, demasiado espacio entre el abrigo de la princesa y el camisón de su doncella. Ninguna lo soportó, así que de algún modo ambas volvieron a estrecharse, apretujadas contra la pared con sus piernas intercaladas, y solo un impulso las alejaba de otro beso.
—Debo hacerlo, porque temo que puedas interpretar mi visita en medio de la noche, la interrupción de tu sueño e irrupción en tu balcón, como una absurda excusa para besarte.
—No me quejaría de ser así —dijo Isamar con una risita.
—Cuando la realidad es... que esperaba tener tanta suerte como para al fin verte sin ropa.
—Por Ara, Shaula...
—¿Recordaste que tienes permitido decir mi nombre?
Los ojos de la doncella se abrieron ante el impacto de sentirse indefensa, en absoluto preparada para esos ataques de honestidad. Deseaba tener más que la escasa ayuda del cielo que plateaba el balcón para estudiar las expresiones de la princesa.
Por otro lado, Shaula no podía parar. Sentía que si se quedaba con una sola palabra aferrada para sí misma, esta la mataría.
—No quiero irrespetarte, espero no haberte ofendido. Ni siquiera pienso en tocar a la doncella a mi cargo, sería incapaz, ante Ara lo juro. Pero mis labios se han fatigado de mentiras, y no quería perder el coraje que hoy reúno para decir que... Tu cuerpo, Isamar Merak, es la incógnita que mas me atormenta.
—Está muy ebria, alteza...
Fue cuando Isamar sintió los guantes de Shaula con vehemencia aferrar su rostro.
—No estoy ebria.
—Pues dice incoherencias.
—Tú siempre dices de esas, y hasta donde yo tengo entendido, no vives en ebriedad.
—Pero ha bebido... Alteza, ¡¿escaló hasta aquí borracha?!
Esas palabras hicieron gruñir a la princesa.
—Tal vez es mi turno de hacerte recordar mi nombre.
Y dicho eso, Shaula separó los labios de Isamar con los suyos. Se bebió la exhalación resultante, y la recompensó deslizando su lengua al interior con la misma gentileza en que descubría y analizaba para sí esa delicia inexplorada.
A los violines del comienzo se les unió un apenas perceptible teclado. Ni mariposas, ni arcoíris; cuando puede matarte, el sentimiento se asemeja a enjambres venenosos y espinos en llamas; no se siente en el estómago, al que se le atribuye un hambre distinta, sino mucho más cerca del responsable de la cadencia en curso: en el pecho, junto a los tambores, o en la garganta, usurpando a la respiración.
Shaula con vértigo sintió a Isamar tomar su puesto, estrechándola en su lugar contra la pared helada. Fue cuando las notas que antes eran acariciadas con dulzura, cobraron un ritmo frenético en la perfecta sincronía del pianista y los violines.
—Isamar...
—Mi princesa —contestó la doncella con devoción, deslizando el beso de sus labios hasta el mentón de su acompañante.
Risa y llanto se confundieron en un plano donde ambas sentían por primera vez con la libertad estipulada solo para hombres. Los ojos de Shaula ahogados estaban en un océano de lágrimas, pero jamás se había sentido tan plena, como si apenas le presentaran la alegría.
Más besos marcaron el recorrido de Isamar al cuello de Shaula, donde fue tan bien recibida que se aventuró al escote. Constelaciones esperaban ahí por la doncella, para estallar en su boca en cada roce; era ella quien besaba, y asimismo quien gemía: los senos que tantas veces había codiciado, entonces se presentaban a su antojo, sin la excusa de clases, sin poemas de incentivo; solo ellas y sus apetitos, tan ciegos y voraces que fue la princesa quien bajo su propio vestido para dar a Isamar acceso a sus pezones.
La noche aulló junto al piano, las cuerdas y la percusión; el viento arreció abriendo todavía más las ventanas. Las cortinas bailaron hasta acariciar a la pareja. Fue ese suceso el que dio a la luna más potestad, bañando de azul la escena, dejando a los ojos de Isamar una visión mas clara de la semi desnudez de lo que para ella era la mujer más hermosa de todos los reinos, el cósmico incluido.
El peso en la respiración de Isamar fue en aumento, su saliva se tornó difícil de digerir, tanto como la imagen frente a sus ojos. Casi temió, lo que antaño tanto había soñado, mas pronto se repuso y llevó sus manos a la piel que se exponía ante ella, solo para apretujarla y conducirla mejor hacia su boca.
Shaula no podía pegarse mas a la pared, la atravesaría de ser posible. Se arqueó al contacto de la lengua de Isamar sobre sus pezones, y con el ligero mordisco que procedió, se aferró a las cortinas como si el suelo hubiera desaparecido bajo sus pies.
Quiso entonces saber de poesía como la mujer en su pecho, tal vez así encontraría versos que se aproximaran a lo que estaba sintiendo.
Pensó en su temeroso silencio como una injusticia para lo que Isamar estaba provocando en su cuerpo, pero en su cabeza no había más que súplicas y exclamaciones. Ninguna le parecía adecuada sino para dejarla como una patética marioneta que, pese a estar erguida, se sentía a los pies de quien la recorría con besos.
—Sus senos, princesa... —Isamar se alejó para observarlos mejor, y con su dedo rozó la dureza en sus pezones, la ternura de su piel erizada—. Tiembla de frío, alteza. Tal vez deberíamos acercarnos al fuego.
El cuero que cubría los dedos de la princesa fue hasta el mentón de Isamar, alzándolo en reclamo de su mirada.
—No de frío —corrigió.
Fue suficiente para hacer florecer en los labios de la doncella devora libros, una sonrisa que ninguna historia antes le había provocado.
Decidió que era el momento de rendirse a los pies de su monarca, y dejó de resistirse a la fuerza que la empujaba a estar de rodillas.
Metió sus manos bajo la falda de la princesa, rozando sus piernas en un cálido ascenso. Su mirada en sumisión buscó contacto con la princesa... y encontró solo un reflejo de su propia debilidad.
Shaula no estaba cerca de ninguna corona en ese instante, y qué complacida estaba de ceder todo el poder por una vez.
—¿Me ayuda? —preguntó Isamar, una mano ocupada en levantar la falda, otra en la tierna piel tras la rodilla de Shaula.
—¿En qué podría? —balbuceó Shaula.
—Su pierna, alteza, súbala a mi hombro.
La sola mención pegó a Shaula exaltada contra la pared, su cabeza echada hacia atrás y su pierna cumpliendo la orden con ayuda de las manos de Isamar.
Ese tenía que ser el sueño más cruel que Shaula hubiera tenido jamás, solo por la inminente llegada de la lucidez junto a la mañana.
Estaba tan expuesta, su desnudez al alcance de la avara mirada de su doncella. Shaula quería bajar la vista solo para comprobar el rostro de Isamar, para acabar con el dolor de ese silencio y la anticipación a lo desconocido.
Por intentar adivinar las impresiones de Isamar habría dado su fortuna, pero era tan cobarde que solo se quedó ahí, respirando a tientas con el rostro en dirección al techo y los ojos fuertemente cerrados en una plegaria.
Llegó el primer roce como un latigazo a sus nervios, un dedo revoltoso que se deslizaba en descubrimiento por su entrepierna, su recorrido facilitado por la humedad que la delataba complacida.
—Podría beber de su cuerpo, alteza.
—Y yo que ya siento que me consumes.
—No, todavía no...
Esa noche Shaula fue besada más de una primera vez. Ese segundo primer beso, en la zona donde su cuerpo palpitaba en concupiscencia, llevó sus uñas a arañar la piedra del muro tras de sí, y a sus dedos a aferrarse hasta casi arrancar las cortinas.
Un beso en su boca compuso constelaciones en su piel; esa nueva manera de besar, con labios y lengua justo en su centro, hicieron explotar a cada una de ellas.
Isamar era la plebeya: sus manos las obreras, su cuerpo el desapercibido, pero era la única capaz de hacer temblar a la princesa de los escorpiones, y disfrutar del temblor tanto como para rogar por este.
La lengua de Isamar degustaba todo a su paso, presionando en puntos que abolieron el silencio de Shaula, y lo transformaron en gritos que morían a mitad de su garganta.
—No, detente... —imploró Shaula mirando al fin hacia abajo—. Mis piernas... no lo soporto.
—¿Qué cosa?
—Tantos... instrumentos. Es esta una sonata para la que mi corazón no ha sido preparado, Isamar, y tú una experta en cada pieza de ella.
—No juzgue a su corazón de débil, ni lo prive de una pieza que disfruta, al menos no antes de vivir su clímax.
—¿No era este? Porque su frenesí casi me ha ensordecido ya.
Isamar sonrió entonces, enternecida por su princesita que tanto alardeaba conocer, y tan poco se entendía a sí misma.
—Siga escuchando, alteza —aconsejó la doncella—. Lo sabrá cuando llegue.
Isamar volvió su rostro entre las piernas de Shaula, donde los besos continuaron húmedos y resbalosos. Lo que antes degustaba su lengua, ahora devoraba con las pausas correctas para permitir a la princesa una bocanada de calma.
Al principio la boca de Isa se había dedicado a recorrer cada rincón de la intimidad de Shaula, pero no entonces. En ese instante, se concentró en el punto débil e hinchado de necesidad que demandaba toda su atención.
En medio de la transición de presionar a chupar, Shaula no soportó estar en su propio cuerpo y pensó en huir, mas sus manos hicieron lo contrario, aferrando el cabello de Isamar de forma que casi parecía que la empujaba mas hacia su entrepierna.
Todo estalló entonces, porque esa acción superó a la doncella, quien profirió un sonido de placer gutural, y recompensó la confianza introduciendo sus dedos a la cavidad de la princesa. Fue bien recibida por la humedad, y acogida por su calidez; una vez dentro, empezó a manipular sus dedos para estimular por dentro lo que chupaba por fuera.
Volvieron los violines, y las notas In crescendo; estrellas, llamas, espinos y enjambres, de pronto todo parecía sincronizarse con esta última sonata. Una última explosión las deshizo a ambas, y en su último aliento de incoherencias, Shaula dijo:
—Juro por Ara que no voy a casarme jamás.
Y se dejó caer por la pared hasta quedar sentada en el piso.
Para entonces, Isamar estaba que no podía más con la risa.
—Ahora te causo gracia —se quejó Shaula.
—No usted, alteza, las locuras que promete cuando está a merced de mi boca.
—No es locura cuando estoy convencida de ello.
—¿No se casará?
—No si no encuentro a alguien que sea la mitad de... lo que eres tú.
Isamar sonrió tanto que su alegría llevo lagrimas a sus ojos, y para distraerse de ello tendió su mano a la princesa ayudándola a levantarse y conducirla hasta la cama.
En esa nueva e íntima comodidad, Shaula sintió la confianza suficiente para desprenderse de su ropa y quedarse solo con la seda de su vestido para meterse bajo las mantas con Isamar.
Tenía muchas preguntas, demasiados temas que deseaba abordar con la doncella a su lado, pero no en ese momento. Entonces, solo podía dedicar sus pensamientos al presente inmediato.
Se acostó de lado, su cuerpo a contraluz para mirar mejor el rostro de la doncella. Su cuello desnudo, y clavículas que incitaban sus labios: era todo en lo que Shaula se podía concentrar.
—No podemos dormirnos —murmuró Isamar.
Shaula se incorporó, apoyada en su codo para alcanzar con sus labios los de Isamar. Estaban incluso más deliciosos que en el primer beso.
—Lo sé —reconoció—. Pero quiero evitar el momento de irme todo lo posible.
Isamar miraba a los labios de su princesa mientras mordía los suyos.
—No puedo creer que me estés besando, Shaula Scorp.
—No puedo creer que toda una humanidad asuma que podría haber pasado mi vida sin hacerlo.
—Ojalá pudieras pasar toda esa vida besándome.
—Puedo seguir haciéndolo ahora —concluyó Shaula antes de volver a su boca.
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Nota:
Este capítulo no lo voy a superar nunca. Ellas dos se merecían un momento honesto y con la libertad suficiente para darse muchos besitos y no tan besitos XD.
¿Qué les ha parecido el capítulo? ¿Cuáles son sus impresiones de todo el baile y la noche que han pasado Isamar y Shaula juntas?
¿Qué creen que va a pasar ahora?
Les amo, muchas gracias por leer Monarca ♡
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