38: Pétalos y agua caliente

(Ilustración del "capítulo 24: primera vez de una princesa", pero la dejo aquí porque aplica como referencia al vestuario que tiene Isa en este capítulo, y ejemplifica perfecto la tensión entre ambas. ¿Les ha gustado?)

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Shaula

El agua hervía como brasas en cólera. Le aconsejaron esperar a que enfriase, y escogió imponerse. Harta del llanto, de la obediencia y el conformismo.

Los reyes eran escogidos según el altar del cielo dictaba el orden de su nacimiento. Ella nació primogénita, ¿no era ese suficiente signo de la voluntad de Ara?

Se desprendió de la bata, dejándola caer al suelo, e introdujo un pie en el agua soportando el calor que escocía en su piel.

Fue entrenada en todas las artes, masculinas y femeninas; aprendió a ser correcta antes que a ser niña, inteligente antes que bondadosa, monarca antes que mujer.

Toda aquella sabiduría sería desechada, delegando en el bastardo lo que ella estaba mucho más capacitada para desempeñar.

La dejaron soñar con castillos para luego suplantarlos por establos. Le permitieron saborear el poder, solo para enseñarle a extrañarlo.

Sus músculos protestaron por el calor del agua, su mandíbula encajó el golpe de su ardor, pero así se recostó en la bañera, el agua arropando su cuerpo hasta las lomas de sus senos, que, tan sensibles, eran los que más sufrían. Como consuelo, las margaritas y los girasoles acariciaban su pecho y clavícula, metiéndose entre sus piernas recogidas, rodeando sus rodillas visibles por fuera del agua.

Alguien entró al cuarto de baño, una doncella de piel cremosa y cabello alborotado. En espera de su propio baño, usaba solo una bata encima del corsé enterizo que llevaba por ropa interior, y en sus manos un perfume: la fragancia única hecha de cero para la princesa.

Un artefacto de Hydra, hecho por una familia de la que Shaula debía cuidarse, entregado por una mujer que guardaba un rencor profundo a la princesa. La idea de usarlo era absurda, hasta daba pie a pensar que podría estar envenenado.

Pero ahí estaba Isamar, con sus gruesos muslos desnudos y senos elevados por el corsé, llevando el arma afrodisíaca y mortal a la princesa que no podía odiarla más en ese momento.

—Pensé que necesitaría su perfume, alteza.

—Te he dicho que te marches, Merak. He sido honesta al declarar que hoy no te necesito. No eres una grata compañía.

En desobediencia, Isamar avanzó hacia la tina y se acuclilló junto a ella. Dejó el perfume a un lado de su cuerpo, y con sus dedos vagó por el calor que se desprendía de la superficie del agua.

—¿Cuánto lleva aquí, princesa?

—He perdido la noción del tiempo.

—Imposible. El agua casi hierve, si llevara mucho rato en ella, significaría que entró cuando esta estaba incluso más caliente. Su piel estaría escociendo justo ahora.

—Has probado tu sabiduría, Isamar. Ahora márchate.

—No quiero dejarla sola...

—¿Qué te hace creer que necesito compañía?

Isamar se levantó ante los ojos mordaces de la princesa. Dejó que esa mirada fuera la principal testigo de sus actos, cuando con lentitud y desafío, desprendió la bata de sus hombros y la dejó caer a sus helados pies.

La princesa de todo Áragog no protestó, no cuestionó. Tal vez no hallaba palabras para expresar su confusión, tal vez intentaba entender que el cuerpo frente a ella, tan deficientemente cubierto, pronto sería devorado por un varón al que no podía aprobar o rechazar.

El corsé solo cubría la estricta desnudez entre las piernas de Isa, por lo que sus muslos voluminosos y mucho de sus glúteos estaba al alcance de la avara mirada del escorpión en el cuarto de baño.

La doncella metió sus dedos al agua para comprobar su temperatura, y fue cuando Shaula despertó del letargo.

—¿Qué se supone que haces? Te he dicho que te marches.

—Lo haré, en cuanto me haya disculpado y usted aceptado mis disculpas.

—En ese caso estaremos aquí toda la noche.

—No seré yo quien se queje por ello.

—Basta. Déjame sola.

Pero la dama testaruda no retrocedió. Introdujo primero un pie en el agua, luego el otro, hasta haberse sentado junto a Shaula. Estiró sus piernas al fondo de la tina, abriéndose para dar espacio al cuerpo de su princesa.

La princesa escorpión dio un respingo al sentir el tacto en sus tobillos; Isamar los había tomado entre sus manos con suma delicadeza.

—Isa...

La doncella siguió, levantando los pies de la princesa, estirando sus piernas hasta posarlas, con cuidado de no derramar el agua, encima de las suyas.

—Esto definitivamente no es lo mismo que ayudar con mi baño, Isamar. No deberías estar aquí.

—Por el contrario, yo no veo el escándalo de compartir baño con una amiga antes de un baile. Ahorramos tiempo.

¿Por qué, entonces, el corazón de Shaula decidió alojarse en su garganta? Donde además latía tan fuerte que estaba a punto de vomitarlo.

—Acepto tus disculpas, ahora largo.

—No sabe por qué me estoy disculpando.

—No, pero...

—No es bueno que estemos peleadas antes del baile, no cuando hemos sobrevivido a... tanto, juntas. Compartimos una misma cama, y muchos secretos esa noche, ¿por qué no puede haber paz entre nosotras?

—No busco paz.

—No. Busca quien pueda combatir sus tormentas.

Isamar metió sus dedos en el agua, ya tibia por los dos cuerpos en ella. Se encontró con los pies de la princesa y deslizó sus dedos por ellos con la presión de un masaje.

—Yo soy su aliada —dijo Isamar, deslizando su mano hasta el tobillo sumergido y más allá, tentando la posibilidad de tocar más de sus piernas—. Sé que la altero, alteza, pero también sé que solo yo puedo aliviar la tensión que le provoco.

—¿Cómo? Tu presencia solo me pone peor.

Isamar sonrió, sus manos acariciando la húmeda pantorrilla de la mujer más hermosa e imponente de todo el plano terrenal.

—A veces no lo pretendo, alteza, otras sí. Busco alterarla en venganza de lo que provoca en mí.

—¿Qué...? —La voz de Shaula se entrecortó. Se removió en el agua para alejar las manos de su doncella, pues no sabía cómo contrarrestar ese efecto—. ¿Qué es lo que he hecho mal contigo? ¿Qué te provoco?

—Cuando no recuerda mi nombre, mi vanagloria y desagradable temperamento me nublan. Siento tantos impulsos nada sutiles... Quiero ser drástica, transgredir todo, solo por volver a escuchar de sus labios un mi mísero nombre.

—¿Buscas alterarme porque digo mal tu nombre? ¿En serio? —Shaula casi pudo reír a pesar del cargado ambiente—. He sido infantil, y cruel en ocasiones. Me disculpo por ello. Prometo en adelante llamarte por tu nombre.

—No, princesa, no se fuerce. Lo prefiero cuando brota de usted. Y sobre la envidia, lamento todos mis comentarios al respecto. Sé que usted no tiene nada que enviar a ninguna mujer. Fui engreída, e ilógica. Solo... dígame una cosa. ¿Es cierto lo que dijo? ¿Sí tiene pareja?

Shaula tragó con dificultad debido a los latidos en su garganta, pero se repuso a tiempo para contestar.

—Sí. De hecho, debería darme prisa. Prometió venir a buscarme.

Isamar asintió, sus pensamientos bien resguardados tras una expresión pétrea.

Con sumo cuidado, la doncella acomodó su cuerpo hasta quedar a gachas en el agua, posición que le permitió desplazarse entre las flores por encima del cuerpo de Shaula hasta quedar con una rodilla a cada lado de su regazo.

—Isa, yo no estoy... —Shaula negó con su cabeza, atribulada de repente, provocando una risa radiante en su doncella—. No llevo ropa interior. Yo sí estoy... desnuda.

—No me molesta.

Isamar se sentó sobre el regazo de Shaula sin tapujos, provocando un desborde de emociones en sus ojos. Se asió con una mano a la cintura de la princesa y la otra la dejó suelta sobre su vientre, prometiendo tanto como amenazaba, pero sin hacer nada.

En esa posición, la diferencia de altura era más clara; Isamar tenía que alzar el mentón para llegar a los ojos de Shaula, a pesar de ser ella quien parecía en dominio de la situación.

—Ahora que tiene pareja, hay algo que me siento en deber de decirle, princesa.

Shaula asintió, y por un instante, sus manos se movieron en el agua por una voluntad que no era la suya. Parecían buscar algo, y autómatas se posaron en las caderas de Isamar, con sus dedos rozando la parte de los glúteos que no cubría el corsé.

En medio del silencio y las miradas parecía haber mucho, palabras calladas, impulsos reprimidos. Shaula sintió que el poder que robaban los sirios a las estrellas estaba ahí, haciendo eco entre ellas, pidiendo ser liberado.

Un día alguien tomaría así a Isamar, con mucha más autoridad, con toda la ley dándole ese derecho. Shaula aborrecía la idea, Shaula no quería quitar sus manos de ahí jamás.

—¿Qué estabas por decir? —preguntó Shaula.

Al ver que a Isamar no le molestaban las manos donde las tenía, Shaula tomó el valor de bajarlas más, afianzando su agarre en toda esa piel cuyo volumen sus manos no llegaban a abarcar. Hizo tal presión, que arrastró a su dama hasta pegarla por completo a su cuerpo.

¿Qué había hecho? El temor y la incertidumbre flajelaron sus nervios, pero la reacción de Isa fue un latigazo todavía peor. Un jadeo, una respiración de pasional sorpresa, y una mano que rápido se pegó al pecho de la princesa, como para evitar chocar contra ella.

Shaula no podía arrepentirse de absolutamente nada, si el resultado era ese.

Soltó una de sus manos para llevarla al mentón de Isamar, y con un dedo lo elevó para recuperar esos ojos aceitunados.

—Sigo aguardando por lo que pretendías decir... —murmuró Shaula.

—Iba a decirle que...

Esos labios... Shaula era afortunada de poder mirarlos sin los tabúes de su cultura. No podía imaginarse una vida donde esa boca estuviera todavía más prohibida.

Isamar desplazó la mano en el pecho de la princesa y la llevó a su boca, la cual había estado mordiendo sin darse cuenta. Con sus dedos separó el labio de su dentadura, y lo acarició como para consolarlo.

Con un dedo en su boca, Isamar estaba creando volcanes entre las piernas de Shaula.

¿Qué era? ¿Qué clase de poder vibraba en los dedos de Isa que tenía a su piel pidiendo auxilio?

La doncella bajó la mano, la deslizó por su cuello y dejó pasear por la clavícula llena de pétalos. Se deslizó más abajo, donde los senos de la princesa asomaban apenas por encima del agua, rodeados del blanco y amarillo de las flores. Delineó las lomas de aquel pecho con su manicura que, aunque corta, estaba pintada de negro.

Y Shaula se lo permitió. La dejó admirar su cuerpo, y se armó de coraje para sobrevivir a ese tacto tortuoso. Se agotaba de la sutileza, quería que dejara de rozar, quería rogarle que tocara cuanto quisiera.

—Su busto fue hecho para portar diamantes —susurró Isamar y dejó el pecho para deslizar la mano más abajo por su torso—. Y su cintura para el oro así como su mentón para llevar coronas. Como su amiga, alteza, no puedo más que desear que encuentre alguien que lo sepa.

—No creo que alguien lo vea como tú —confesó Shaula—. Los que me pretenden buscan lo contrario a darme algo.

—Entonces no se case —aconsejó Isamar—. El corazón es lo único que, antes que entregarlo, es preferible esperar a que lo roben. No se case hasta que suceda.

—¿Y si lo tengo demasiado resguardado? ¿Si jamás llega quien pueda robarlo?

Isamar tragó grueso, y miró a los labios de la princesa antes de responder:

—Llegará.

—¿Y cómo sabré que ha pasado?

—El corazón es un órgano que da vida, princesa. Cuando no pueda respirar lejos de una persona en particular, sabrá que es la responsable de su robo.

El corazón de Shaula parecía querer opinar, pues sus latidos subieron el volumen hasta ser visibles en su garganta. Pero Shaula no entendía su idioma, era sorda a sus deseos, ciega a sus intensiones; mas no inmune, pues cada nuevo arrebato suyo la dejaba más mareada, más cerca de una cumbre que amenazaba con matarla en la caída.

—Y... —Shaula inspiró con fuerza, tan profundo que el movimiento de su pecho onduló el agua, atrayendo la atención de los ojos de Isamar a esa zona—. ¿Y tú, Isa?

Llevó su mano al rostro de Isamar, sus dedos apartando mechones mojados de su mejilla.

—¿El varón con el que bailarás hoy ha robado tu aliento? ¿Te ha cautivado al punto en que no puedas respirar lejos de él? ¿Es el definitivo ladrón... no queda en ti nada qué robar?

—Sí —dijo Isamar, aunque ninguna de las dos comprendió a qué parte exactamente respondía, y lo que encerraba esa afirmación—. No queda en mí nada que se pueda robar; ni corazón, ni aliento. Todo es suyo.

Shaula asintió, y volvió a guardar su mano en el agua.

—Espero seas feliz con él.

Isamar así mismo se retrajo, volviendo a su lado de la tina con las manos en su regazo y sus ojos fijos en estas.

—Si es que logro conseguir una propuesta —contestó.

—Isamar Merak consigue todo lo que se propone.

—No, alteza... no todo.

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Nota:

¡¡POR FAVOR, ME MUERO PORQUE YA LEAN LO QUE SIGUE!!

No puedo con la tensión entre estas mujeres. ¿Y ustedes?

¿Qué les ha parecido el capítulo?

Comenten mucho, dejen su amor u opiniones a lo largo de sus párrafos favoritos para apoyar la historia. Yo intentaré ser recíproca dándoles el mejor contenido en los capítulos futuros. Les amo, gracias por leer Monarca ♡☆

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