36: Un acuerdo para el baile
Deneb,
tierras nevadas
al norte del reino
Lesath Scorp no recibió a su hija luego de su desaparición ni con abrazos ni con lágrimas, fue tan diplomático como con cualquier noble y se condujo directamente a hablar con los curanderos y sir Volant.
Al confirmar la salud de Shaula, lo único que dijo el rey a esta fue que debía prepararse para el baile que se celebraría en honor a la menor de las princesas de Deneb.
Sir Aztor y sir Lencio volvieron al atardecer. En busca de la princesa se habían perdido en el bosque siendo incapaces de orientarse en su inmensidad inhóspita, solo lograron salir gracias a la cuadrilla de rescate de la familia Cygnus.
Ya en el castillo, los guardias de Shaula fueron retenidos e interrogados por horas, al igual que Isamar Merak, pues fueron los únicos testigos de lo ocurrido.
A Shaula no le hicieron ni una pregunta. Prefirió tomar el gesto como un cumplido, una muestra de la confianza ciega de su padre que ni se molestaba en pedirle que guardara en secreto lo vivido.
Por otro lado, le habría gustado al menos un simple «¿estás bien?», aunque fuera por cortesía.
—Pero tienes que entender, Shaula —se repitió la princesa al espejo de su habitación—. Tu padre es el rey, y este es un juego peligroso que ni siquiera tú llegas a dimensionar. No juzgues lo que hace, intenta pensar como lo haría un monarca. Los Sagitar de Hydra han llegado ya a Deneb, tu padre no puedo mostrarse débil ante los que te quieren muerta, ni demostrar lo valiosa que eres para su corazón.
Cuando sir Lencio volvió con Shaula, fue tan leal como siempre al informarle de inmediato que en otra ala del castillo Cygnus el consejo volvía a reunirse, esa vez con lords importantes de Hydra y Deneb.
Nuevamente Shaula, embajadora de Baham y princesa de todo Áragog, tenía prohibida la asistencia.
Se estaba cansando de esos grilletes que solo existían para mantener intacto el ego de unos cuantos lords, así que optó por tomar la única medida que veía a su alcance.
Le escribió a su abuelo.
Si algo sabía hacer Jalas'tar Nashira, era desautorizar con sutileza personas importantes; que por una vez lo hiciera a favor de su nieta —o por segunda, dado cómo la convirtió en embajadora pese a la voluntad de la reina— sonaba conveniente.
Aunque de sutil solo tenía la apariencia. Jalas'tar Nashira no llegaba jamás a amenazar, pero sus peticiones pueden tomarse por drásticas dada su posición como mercader de asquerosa riqueza y gobernante de las tierras más hostiles de Áragog.
Al volver la princesa de la guarida de los cuervos entrenados para la mensajería, mientras sus custodios la llevaban a su habitación, le sorprendió encontrarse con lord Cepheus Cygnus sentado en un pasillo encorvado, con los puños en la barbilla y los pies repiqueteando en el piso.
Lord Cepheus era nadie menos que el alto lord de Deneb, el encargado del norte, la mayor autoridad en aquel castillo luego de los Scorp. ¿Por qué no estaba con el consejo en su reunión?
—Mi lord —saludó Shaula con una ligera inclinación de su rostro al pasar junto a él.
Se disponía a seguir su camino, pero la voz del hombre la hizo detenerse y atender a la conversación.
—Princesa Scorp. ¿Le aburren las reuniones del consejo?
Con sus manos enlazadas sobre su falda, Shaula se dibujó una sonrisa con gracia, sutil para no resaltar los puntos en los que esta era tan débil como falsa. Una buena princesa es agradable y complaciente, era todo un arte de supervivencia aprender cuándo y con quiénes dar esa imagen.
—Mi presencia es la que provoca aburrimiento, mi lord, tengo poco qué aportar, así que es preferible esperar al resumen.
Lord Cepheus Cygnus sonrió para Shaula, y en esa sonrisa eran mucho más distinguibles los eslabones débiles.
—¿Sucede algo, mi lord? Le noto... preocupado. ¿No debería estar usted en la reunión?
—Al parecer yo tengo lo mismo para aportar que usted, princesa.
Shaula no pudo contener la forma en que la sorpresa ensanchaba sus ojos. Por suerte la preparadora estaba rumbo a Ara, porque sin duda habría reprochado esa falta de dominio en sus emociones.
—¿Le pidieron que se retirara? ¿En su propia corte?
Lord Cepheus hizo un gesto con su mano que pretendía quitarle importancia al asunto.
—No es tan grave como suena, solo fue mi esposa. Ella cree que mis emociones pueden quitarnos ventaja en el diálogo, así que ella se encarga de las cosas tan importantes como estas.
«Usted es el alto lord, debería saber encargarse de lo "importante"», quiso recordarle Shaula, pero no quería sonar descortés, entrometida.. o despectiva.
Viendo a lord Cepheus frente a ella, en tan lamentable postura y un todavía más reprochable estado, Shaula entendía por qué su padre escogió a los Cygnus como alianza para matrimonio del heredero. Hasta Sargas podía manipular a un tipo como ese.
—Si su esposa suele encargarse de estos asuntos, ¿por qué está tan preocupado, lord Cygnus? ¿No está ya acostumbrado a delegar en ella este tipo de responsabilidades?
—Oh, sí, por supuesto. Pero hoy no es como ayer o cualquier otro día. Esta reunión es diferente. ¿No le han contado todavía, princesa?
—Me he perdido en mis exploraciones, creía que esta reunión era rutinaria.
Lord Cepheus suspiró, y en lugar de soltar la carga, parecía todavía más encorvado por el peso de esta.
—Con eso de que los hombres no puedan contraer matrimonio con las vendidas, y de que toda mujer nacida fuera de la nobleza pase inmediatamente a ser vendida, es evidente que fuera de la nobleza crecen las demandas por esposas. Todos queremos mantener el sistema funcionando, cada alto lord quiere a su pueblo contento y por ello debe mostrarse como parte del sistema. Mi casa está en una posición de gran privilegio ya que, de aparecer mi hija mayor, será reina, así que se me exige un sacrificio así de alto y hoy... Hoy se discute la posibilidad de que mis hijas se casen con hombres sin títulos.
—Y pierdan los suyos en consecuencia —entendió Shaula.
—Así es. Lo que significa que sus hijas, mis nietas, nacerán fuera de la nobleza y tendrán que ser vendidas.
Shaula no tenía ni idea de cómo expresar sus condolencias sin transgredir sus propias leyes. El destino de una vendida era el peor posible, pero los engranajes funcionaban por sacrificios como aquel. Otros lords tenían el mismo fin; si Cepheus Cygnus realmente quisiera evitarlo, tal vez debería estar en esa sala peleando por sus hijas y no escondido bajo la falda de su mujer.
—Deseo para su familia lo que Ara asuma como el mejor destino, lord Cygnus.
—Es usted una muy noble princesa. Es bueno que no esté allá, presenciando cómo desmenuzan el futuro de dos niñas cuando la mayor apenas tiene siete. No es el lugar para alguien con su corazón.
«Ni con su coraje, claramente», agregó Shaula para sí misma.
~☆•♡•☆~
Previo al cumpleaños de la pequeña Gamma, aquella noche se convocó una fogata nocturna con algunos miembros importantes del castillo de Deneb. El motivo era instarlos a socializar alrededor del fuego, así que se esperaba un momento con poca presión política.
Shaula se descubrió emocionada al respecto, pese a siempre parecer desinteresada en eventos similares. Pero ser atacada por una bestia de mitología cambia la perspectiva de cualquiera sobre relajarse de vez en cuando.
Lady Altair terminó de vestir a Shaula con blanco y oro, sus ropajes de pieles y pelajes que la harían inmune a las dagas del sereno. Jabbah le ubicó la capa en su lugar y terminó el trabajo con la diadema de escorpiones a mitad de su frente.
Era demasiado imperial para una velada de plática, pero la princesa no hizo comentarios al respecto. En el fondo de su incomprendido espíritu, quería vestirse para impresionar, solo que no entendía el por qué.
Estaban todas en la habitación dispuesta para la princesa, salvo Isamar, quien recién llegaba y no había contribuido a la vestimenta de la princesa.
Shaula sonrió al verla entrar, y esperó tensa a cualquier tipo de comentario que pudiera hacer su dama. Pero en vano aguardó, porque Isamar apenas mostró noción de su entorno.
Shaula agradeció a Altair y Jabbah, les permitió marcharse para que ambas se alistaran y luego se acercó hacia la menor de las Merak.
—Te tengo noticias —le dijo Shaula con buen ánimo—. He hablado con lady Cygnus y podrá prescindir de tu participación en el tiro con arco. Dado el susto pasado, entendió perfectamente que no estés en condiciones y me aseguró que pondría a una de sus vendidas en tu lugar.
—Alteza, le agradezco mucho el gesto, sin embargo quisiera saber si esto es irrevocable o si existe la posibilidad de que se reconsidere.
—¿Perdona? ¿No te quejabas de tener que participar de este acto? No practicaste lo suficiente, temo que te lastimes si participas así... o peor, que lastimes a alguien más.
Shaula esperaba una broma, una impertinencia, un derroche de sarcasmo, pero lo que recibió en cambio fue la determinación de una dama en su petición a un alto mando.
—Practicaré toda la noche con algunos guardias. No necesito asistir a la fogata, me la saltaré si hace falta, alteza.
—¿No irás? —Aquellas palabras salieron vacías, pero de algún modo habían dolido. Shaula no se entendía en lo absoluto, se sentía hecha un desastre de estrellas que colisionan y se extinguen sin terminar de formar constelaciones.
—¿Es su orden que asista?
¿Shaula quería ordenar eso? No. No necesitaba a Isamar para una velada así, no la obligaría a asistirle. Sin embargo, no le habría disgustado que ella quisiera quedarse.
—¿Por qué insistes en participar del acto de cumpleaños, Merak? —indagó Shaula sin reprimir lo desorientada que se encontraba con la repentina decisión.
—Porque estamos en Deneb, en su castillo. Todos los miembros importantes del principado asistirán, así como los lords de Hydra y todo aquel que importa en la corte de Ara. Si hay un momento para mostrarme y rezar por una propuesta de matrimonio, es este. Debo exhibirme, no perder la oportunidad por darle mi puesto a una vendida.
Shaula parpadeó, encajó la respuesta y decidió digerirla luego, porque esa vez estuvo a muy poco de vomitarla.
—No hace falta que te pierdas la fogata, yo podría presentarte a algunas personas casaderas...
—Que estarán interesadas en usted.
Shaula rio, cínica a ese comentario.
—¿Crees que no estarán igual de interesados en mí al vernos juntas en el acto del tiro con arco? ¿Cómo resaltarás por encima de mi título? Serás igualmente opacada.
—Sí, salvo que la persona que tal vez me escoja entonces ya me habrá echado el ojo desde antes, solo alimentaré su interés. Al menos un baile debo conseguir. Para eso estoy aquí, ¿no?
—Confías mucho en tus inexistentes cualidades para cazar marido solo lanzando una flecha entre otras mujeres.
—Sí. He hecho que la princesa de Áragog recuerde mi nombre, digamos que después de eso es fácil tenerse fe.
—Mi atención la has conseguido con repulsión, no funcionará esa táctica para buscar marido.
—Ay, princesa, los romances más pasionales son los que nacen de dos personas que se repudian.
—Y si... —Shaula calló de sopetón—. ¿Cómo dijiste? ¿Pero qué clase de preparadora te ha enseñado esa insensatez?
—¿Puedo faltar hoy, entonces?
Shaula mordió su boca y reprimió su malhumor, más sus propias preferencias, en pro de ser una persona razonable.
—Sí, Merak. Eres libre de hacer lo que te plazca.
~°☆♡☆°~
El fuego crepitaba con un compás hipnótico, el aullido del frío era una contraparte tétrica. Shaula imaginó la escena, con las pisadas en la nieve y los roces de las telas, como notas en una partitura, que inconexas no demostraban compatibilidad, pero al sonar en acordes componían una armónica melodía.
Era un buen día. Estaba viva, Ara seguía brillando como el altar del cielo, su padre era rey y recibieron la noticia de que su hermano Antares había despertado al fin. Pero la melodía de su pecho no se amoldaba al tempo, no alcanzaba las notas altas y perdió el dominio para las bajas; era incompatible con aquella felicidad, viviendo en disonancia con una de las mejores sonatas de su vida.
A pesar de que a la familia real se le ofrecieron tronos para la fogata, solo el rey aceptó el suyo. Shaula prefirió igualarse al nivel de los Cygnus, que siendo anfitriones recibieron a todos sentándose en los troncos caídos.
Estaban reunidos los lords que viajaron desde Ara, dos de las damas de Shaula, algunas figuras importantes de Deneb y lady Indus Sagitar de Hydra junto con su marido y su guardia. Sus hijos no habían asistido a la fogata, Shaula incluso desconocía si asistirían al cumpleaños de la princesita de Deneb.
Shaula se sentó junto a una de las niñas Cygnus, la única de las princesas presentes. La otra, la futura cumpleañera, estaba correteando con los más pequeños y unos zorros domésticos.
—Luces triste —le dijo la niña cuyo porte exigía corona y sus cabellos rubios casi podían camuflarse con el pálido pelaje de sus vestimentas.
—Es que lo estoy —reconoció Shaula sin miedo a las críticas de tan pequeño ser humano.
—¿Y por qué?
—Eso es lo más triste, Freya —añadió el nombre estudiado con antelación—, que no lo sé.
—Entiendo. Eso quiere decir que no estás triste por hoy. Estás triste por ayer, y por el día antes de eso, y por un pasado que tu mente no recuerda pero tu corazón todavía sufre. A veces solo hace falta una pizca de tristeza en el hoy para sufrir por todo eso a la vez.
A Shaula le pareció que aquella princesita era la persona más sabia del universo, y apenas tenía edad para dejarla sentarse sin supervisión frente al fuego.
Sonrió cuando, como si confirmara sus sospechas, una mariposa azul, sobreviviente a toda la escarcha de Deneb, se posó sobre el cabello de Freya como un prendedor.
—Tu hogar es hermoso —le dijo Shaula—. No esperaba ver tanto en un lugar que parece solo hecho de hielo.
—El hielo es la mejor parte. Sin el lago congelado, no podría danzar.
Los ojos de Shaula brillaron más allá del fuego al recordar las historias que hablaban sobre aquellas danzarinas de hielo que se subían a zapatos con hojillas y creaban arte a partir de las expresiones de su cuerpo sobre el lago de Deneb. Quería presenciar aquella destreza tan característica de la cultura del norte.
—¿Danzas sobre hielo?
—Desde muy pequeña, pero preferiría seguir puliendo mis habilidades antes de hacer exhibiciones —añadió Freya en anticipación a cualquier comentario de Shaula—. Además, no has visto nada de Deneb todavía. No es solo hielo.
—Eso imagino. Aunque todos mis conocimientos son más bien teóricos.
—Entonces imagino que sabes que, según la historia de Deneb, este fue un reino independiente en un principio.
El rostro de Shaula se distorsionó; más que en arrogancia, fue por ternura, dando por hecho su superioridad en el tema y suponiendo que la pequeña estaba confundida.
—Imposible —discutió con tranquilidad para hacer entender su punto—. Áragog siempre ha sido... Áragog, princesita. Los primeros escorpiones tomaron todo lo que hay entre el mar abierto y lo transformaron en esta prosperidad de nación, dividiendo la tierra en principados dependientes de la monarquía de Ara. Deneb no pudo haber sido independiente jamás.
—Esa es la mitología áraga, princesa —convino Freya con todavía más diplomacia—. Comprendo si es lo que quiere creer, pues es lo que su cultura le ha inculcado.
¿En serio estaba discutiendo Historia y teología con una princesa de siete años?
—De acuerdo, pero no acepto que me dejes con mi creer solo porque es la mitología de mi tierra —repuso Shaula—. Como princesas tenemos un deber con el conocimiento, es como si se midiera nuestro derecho al título en base a la variedad y riqueza de nuestro conocimiento. Sería egoísta, e ignorante de mi parte, aceptar las leyendas de mi tierra como únicas.
Aunque, claro estaba, en Ara lo que la princesita Cygnus había llamado "mitología", era más un hecho histórico validado por los más grandes eruditos. Ese detalle prefería conservarlo para sí misma, darse el lujo de la duda y la oportunidad de aceptar otras versiones como posibles. Después de todo, ella no era del todo áraga, gran parte de su cultura era más bien bahamita.
—Creo que la versión que se cuenta en Ara es aceptada como cierta, pero solo en un principio. Se dice que Deneb fue liberada por un Cygnus una vez, uno que separó nuestras tierras del resto de Áragog, haciéndolas inhabitables para todo aquel demasiado frágil para enfrentarse al ardor del frío. Ese Cygnus, al que llamamos el primer cisne, congeló el lago, cubrió nuestros hogares con escarcha, secó nuestros árboles de todo fruto que la Capital pudiera codiciar, y nos dio la fuerza para cazar nuestro alimento.
—¿Y luego?
—Luego no volvió a nacer un Cygnus como ese. Los siguientes fueron demasiado débiles y conformistas para aceptar la independencia. Así que, eventualmente, volvimos a jurar lealtad a la corona de los escorpiones.
—Adoro los finales felices —bromeó Shaula, y Freya casi sucumbió al desacato de una sonrisa donde se notaran sus dientes torcidos.
Para entonces, el capitán de la guardia de Hydra, sir Volant, se acercó a la princesa menor para entregarle una cajita con un presente.
—No había tenido la oportunidad para saludarle, princesa Cygnus —dijo el caballero con la rigidez de su porte que hacía que mirara siempre desde arriba sin encorvarse.
Shaula se concedió un estudio exhaustivo al hombre, ya que en anteriores circunstancias había estado anestesiada y mucho más interesada en conversar con Isamar, y el recuerdo de aquella noche juntas opacaba el físico del capitán.
El hombre era alto, y radiante, como todo lo que se espera de Hydra. Ojos y cabello acordes al estándar de belleza, y una posición de envidiar en todo sentido.
—Linda noche para usted también, princesa Scorp —se despidió el caballero.
—¿Se va tan pronto, sir?
—Mi lady me ha eximido de mis responsabilidades por esta noche. Lo ha hecho con intención de que pueda disfrutar un poco de este viaje, pero lo que realmente necesito ahora es descansar. Pasamos muchas horas en vela en precaución por su estado, princesa.
—Lamento haberle impedido su descanso, sir. Le aseguro que me encontraba en perfecto estado, espero ahora pueda tener una noche más tranquila.
—No ha sido molestia alguna, por lo que no tiene nada que lamentar. Como caballero de este reino, estoy para servir a mi princesa antes que nada.
La sonrisa de Shaula ante las palabras del caballero, casi fue tan honesta como para brillar en sus ojos.
—Le agradezco su servicio, sir Volant, estoy en deuda con usted, y sepa que le haré saber a mi padre lo grato que ha sido su trato para conmigo y mi dama. Espero me honre en la celebración con un baile de agradecimiento.
—No creo asistir al cumpleaños, alteza, aunque espero lo disfrute mucho sin mí.
—¿No irá? —interrumpió la pequeña cisne con una curiosidad tan comedida como elegante.
—No como un bailarín, al menos. Serviré entre los escoltas, prestaré mi apoyo en seguridad al castillo si así lo solicitan, pero la parte de la... diversión, la veo complicada.
Shaula entornó sus ojos con ligereza suspicaz.
—¿Algún motivo especial para sus declaraciones, sir Volant?
—Mi posición, ya no solo como caballero sino como capitán de mi guardia en Hydra, es un puesto tan delicado como privilegiado. Me honra tanto como yo a el. No dejaría mi trabajo y mis votos por nada, pero si me pusiera a bailar con las jovencitas en la celebración, la mayoría esperaría de mí una promesa tal como que renunciaré a todo por darles mi apellido y la riqueza de mis beneficios como condecorado. No encuentro lo divertido en alimentar tales ilusiones.
Fue con esas palabras que la tristeza de Shaula se hubo esfumado cual copo de nieve que se derrite contra la piel. En medio de la fracción de un segundo, la princesa estaba tan sonriente que Freya Cygnus se preocupó por lo repentino de aquel ánimo.
—En ese caso, sir Volant, tengo la solución a su problema.
—Le escucho, alteza —dijo el caballero con franco interés.
—Usted quiere un baile sin ilusiones, y yo le debo una muestra de mi gratitud. Puede acompañarme al cumpleaños de la pequeña Cygnus como mi pareja. Mis bailes serán todos suyos, así me evitaría la falsa cortesía de bailar con otros que esperen un beneficio de mí, y usted no tiene que preocuparse de mis ilusiones, pues no solo no pretendo casarme pronto, sino que no puedo, ya que sigo siendo menor. ¿Le parece este un trato que lo beneficie?
El caballero no parecía alguien que supiera sonreír, pero sus facciones se suavizaron lo suficiente como para demostrar su agrado a la princesa escorpión.
—En ese caso, alteza, tenemos un acuerdo.
—Entonces imagino que nos veremos en el baile.
—Antes, princesa, pasaré a recogerla.
«Muchísimo mejor», fue el muy satisfactorio pensamiento de la princesa Scorp.
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Nota:
Bueno, bueno... Se prendió la que no se apaga. La tensión, gente. No imaginan lo que se viene. Y, spoiler, les tengo ilustración de un momento muy especial en el baile. Comenten mucho por aquí si están ansiosos por leerlo. Cuánto más comenten, más me emociono yo y antes tendrán capítulo ♡♡♡
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