34: Una sola cama

Salieron del bosque y los guardias ya no estaban ahí, solo el cadáver del otro sirio. Era comprensible que los hombres no estuvieran ahí parados, dadas las bajas temperaturas, pero deberían estar buscando a la princesa.

Dieron por hecho que los guardias habían entrado al bosque a buscarlas, pero en medio de la helada no les pareció buen plan regresar ahí solo por esa corazonada. Podían perderse, congelarse, o tropezar con quién sabe qué criatura.

Con los guardias desaparecidos y el carruaje destruido, Shaula e Isamar no tuvieron más opción que avanzar hacia la civilización más próxima.

Por suerte para ellas, un carruaje se detuvo cerca y un uniformado bajó a su encuentro.

—¿Se encuentran bien? —A medida que el hombre, cuyo porte hablaba más que su rango, se comunicaba con ellas, unas vendidas y curanderos bajaron de inmediato a auxiliar a la princesa y conducirlas al carruaje.

—¿Quién es usted? —preguntó Isamar, reacia a permitir que se encargaran de Shaula unos desconocidos.

El hombre mostró el símbolo de la guardia en su uniforme, y respondió con amabilidad y entendimiento a la preocupación de Isamar.

—Sir Volant, mi lady, teniente de la guardia de Hydra. Hemos llegado al castillo y se nos pidió acudir a escoltar a la princesa, ya que se ha hecho tarde y la familia Cygnus se preocupa por su seguridad. Por favor, permítanme encargarme de ustedes. Veo que la princesa está sangrando y es necesario que las atiendan profesionales con urgencia.

Isamar, cuya preocupación principal eran Shaula y sus heridas, accedió a subir al carruaje.

—Sir Volant —llamó una de las personas que verificaba el estado de Shaula—, no creo que sea prudente someter a la princesa a un viaje así. Sus heridas deben ser atendidas antes.

El hombre asintió una vez y luego miró a Isamar, quien a su vez no despegaba los ojos de la princesa mientras mordisqueaba sus uñas.

—Mi lady, debemos hacer una parada. Lo mejor será que pasen esta noche en nuestra posada, está cerca de aquí. Enviaremos un mensajero al castillo para que no se preocupen por ustedes, pero justo ahora lo primordial es el estado físico de la princesa.

Isamar asintió sin siquiera mirar al teniente. Estaba absorta por la imagen de Shaula y las terribles posibilidades que atormentaban su mente.

~°☆♡☆°~

Shaula despertó a mitad de la madrugada. Estaba en perfecto estado, solo sedada por la anestesia que se le administró para suturarla. Isamar estaba en una esquina de la habitación, aguardaba mordisqueando el esmalte negro de sus uñas y no se había movido en ningún momento.

Mientras la princesa recuperaba la consciencia, un momento muy cómico hizo a Isamar recuperar la capacidad de sonreír; Shaula, confundiendo a la enfermera con su dama, empezó a pelear y a ordenarle que no la toque.

Ni en sus alusiones la soportaba.

—Es usted una doncella irreprochable —dijo sir Volant apareciendo en la habitación con una bebida caliente y un bocadillo. Era un hombre enorme, de cabellos dorados como el sol de su región, y ojos tan helados como el suelo en Deneb—. Pero tal vez debería descansar, mi lady, volveremos al castillo antes del amanecer.

—¿Isa? —llamó la voz de una Shaula desorientada que apenas se sentaba.

Isamar no dudó en correr a su lado y sentarse a un lado en su cama, asegurándose de que las almohadas estuvieran bien organizadas dada la nueva postura de la princesa.

—¿Se encuentra bien, alteza?

—En... perfecto estado, solo desorientada. No recuerdo haber entrado a este lugar.

—Él es sir Volant, de la guardia de Hydra —dijo Isamar señalando al soldado que aguardaba firme en el mismo lugar—. Nos ha prestado su apoyo por petición del castillo. Volveremos al amanecer, no se preocupe.

—No me preocupo, no por eso. Solo... —Shaula carraspeó y miró al teniente en la alcoba—. Le agradezco grandemente por sus servicios, sir, tal vez me ha salvado la vida. Pero justo ahora lo que quisiera es descansar, dado que volveremos tan temprano al castillo.

—Le daremos privacidad, alteza, solo me aseguraba de su bienestar. En cuento a su agradecimiento, no es necesario del todo, si alguien le ha salvado la vida fue quien tuvo la idea de vendar sus heridas y aplicar hielo, de lo contrario se habría desangrado. Yo que usted, le daría un ascenso al responsable.

Shaula e Isamar compartieron una mirada en ese instante, y tan rápido como sucedió, fingieron que jamás había pasado tal cosa.

—En cuanto a usted, lady Isamar, me he asegurado de aclimatar un cuarto para que pase cómodamente la noche, si quiere descansar...

—Soy entera y absolutamente incapaz de irme a dormir con la princesa en este estado, sabiendo que podría necesitarme. Sé que tiene excelentes vendidas, sir Volant, pero le pido que no insista y me permita quedarme para asegurarme del bienestar de la princesa por mi cuenta.

Sir Volant solo asintió, como un soldado inferior que seguía una orden, a pesar de que su rango y medallas lo hacían tan imponente.

—Si necesitan algo, sepan que estaré en vela por la seguridad de todos aquí.

Dicho eso, el hombre de Hydra desapareció de la alcoba, y pronto lo hicieron también los curanderos, salvo una vendida que recién entraba a llevar agua a Shaula.

—Solo mírela, alteza... —murmuró Isamar en cuanto la vendida se hubo despedido.

—¿Qué tiene?

—Ella no es diferente.

Shaula condujo la desorientación de su mirada a Isamar, temiendo estar todavía sedada por la anestesia.

—¿A las demás vendidas? —cuestionó la princesa.

—A nosotras.

El musgo en los ojos de Isamar refulgía como gemas que contenían estrellas; ese brillo pedía algo, era una intensa súplica a la comprensión, pero Shaula sofocó cualquier posibilidad de diálogo, archivando la conversación en un rincón empolvado de su psique, y forzando el cambio de tema.

—Lo que dijo sir Volant... Isa, ¿tú hiciste el vendaje?

—Tuve que improvisar para evitar el sangrado.

—Sir Volant ha dicho que fue lo que me salvó la vida. ¿Cómo supiste qué hacer?

Isamar sonrió, y se tomó la pregunta como una aceptación a su presencia, así que se hizo espacio para subirse por completo a la cama y quedar sentada junto a Shaula.

—Mi mejor amiga era cirujana, alteza. Fue como mi nana, nos cuidaba cuando mamá estaba demasiado ocupada o simplemente no quería ejercer su maternidad. No es una cirujana certificada, por supuesto, pero es vendida de mi padre hace... ¿trece años, tal vez? Y se leyó todos los libros de medicina que tenía a la mano, además de formarse ejerciendo en el hospital de la costa por caridad. Aprendí mucho de ella. No solo por las veces que nos curó, sino por lo mucho que amaba hablar de lo que aprendía.

—¿Tu mejor amiga es una vendida?

—Y la suya es su doncella, alteza, no juzgue.

—Tú ni siquiera eres mi amiga.

Isamar arqueó una ceja.

—¿Quién ha dicho que hablaba de mí?

Shaula sintió que le daba fiebre a sus mejillas. ¿Debería llamar a los curanderos?

Isamar contuvo una sonrisa mordiendo su labio, pero le dio tregua a la situación diciendo:

—Estuvo increíble hoy, princesa.

Shaula exhaló, y de pronto se veía veinte años mayor, en su rostro la sombra de un agotamiento mental que superaba cualquier arruga. No parecía la implacable mujer que suponía ser ante la corte, se veía... perecedera.

Isamar atesoró esa imagen de humanidad en su memoria. Había conocido la perfección de Shaula, pero nunca le resultó tan admirable como entonces.

—Tuve suerte —repuso Shaula en un susurro. Y no era modestia, pues sus ojos desenfocados revivan su pasado con horror.

—No, alteza... —Isamar extendió su mano, pensando en tocar y acariciar el cabello de la princesa, pero desistió, creyéndose indigna—. La verdad es que hoy hizo lo imposible para personas como nosotras.

—¿Personas como nosotras?

—Mujeres. Se dice de nosotras que somos el sexo débil, que necesitamos de la protección constante de un hombre para sobrevivir, por algo nuestro objetivo de vida es casarnos, ¿no? Pero usted... nos salvó. Se salvó a sí misma. Ha demostrado que, tal vez, si se nos permitiera vivir con las mismas condiciones no seríamos inferiores a ellos.

Shaula sonrió, tan dolorida y magullada que hasta ese gesto lastimó su cuerpo.

La anestesia estaba pasando, y eso se sentía bien. Descubrió que hay dolores que saben mejor con una buena historia que lo explique.

Entonces cayó en cuenta de que estaba sin más vestimenta que las vendas que protegían el ungüento en cada herida. No llevaba cubrebocas, y así había recibido a sir Volant...

Descartó ese pensamiento. Estaba herida, y él era un caballero condecorado.

Y en cuanto a Isamar...

—Isamar, yo...

Mordió sus labios cuarteados por el frío. Estaba a punto de desobedecer todo una vida de advertencias por parte de su madre. Esperaba no arrepentirse luego.

—Me he entrenado para esto, ¿sabes? En realidad no para esto, sino... No sé para qué. Pero he estado entrenando.

—¿Se refiere a la gimnasia que le imparte Leo?

—No, es más que eso. Empecé muy pequeña con esgrima. Pronto tuve un instructor de duelo privado. Luego otro, un espadachín más al estilo de infantería áraga. Y con las dagas... aprendí el estilo bahamita con mercenarios. Así fui evolucionando en mis actividades hasta que tuve catorce, más o menos. Fue cuando mi madre creyó que ya era momento de empezar a trabajar mi condición física para que mi cuerpo tuviera la capacidad de resistir en situaciones como estas. ¿Lo del tiro con arco? Mi alarde fue estúpido, Isamar, lo siento mucho. La verdad es que me tomó meses llegar a un nivel decente con mi puntería.

»Lo que trato de decirte es que, lo que tú hiciste tiene mucho más mérito. Estabas a salvo, tenías una ventaja de tiempo y distancia sobre el sirio, pero volviste para ayudarme. Enfrentaste a un monstruo con poderes cósmicos, en las peores condiciones atmosféricas, solo con tu coraje y una piedra en las manos. Fuiste una heroína hoy. Yo solo improvisé con las armas que tenía a la mano. Armas a las que debí darle un mejor uso, pero no pude. Descubrí a las malas que nada te prepara para una situación así, y que no estoy ni cerca de ser la guerrera inmortal que me creí de niña derribando blancos inmóviles en Baham.

—Gracias, gracias de verdad por sus palabras, alteza. —Isamar puso su mano sobre la de Shaula, aunque solo fuera un segundo para infundirle la fuerza que parecía faltarle—. Pero se equivoca usted al juzgarse. Yo hoy vi a una guerrera; una jovencita con vestido, que todavía no cumple la mayoría de edad, enfrentarse a un sirio... ¡a un sirio! Y derribarlo con solo tres flechas. No sé cuántas estocadas requirió para los guardias vencer a la criatura, pero ellos eran cuatro, y uno no tuvo la suerte de quedar con vida.

—Imagino que lo último que esperaban en su vida era tener que enfrentarse a algo así.

—Los sirios son reales... —dijo Isamar tras resoplar, repitiendo esto como para convencerse a sí misma—. De ahora en adelante, le juro que leeré todo lo que esté a mi disposición para entender a esas criaturas, sus puntos débiles, los motivos por los que atacan, todo. Quiero ser más útil.

—Pero... —Fue entonces el turno de Shaula de poner su mano sobre la de Isamar, pero la retiró más rápido, pues la fiebre al parecer decidió pasarse al punto donde sus pieles se rozaron—. ¿Puedo pedirte que no se lo comentes a nadie? Los guardias dirán lo que vieron, pero estoy segura de que tanto mi padre como la familia Cygnus buscará mantener el incidente en secreto. Información de este tipo puede crear caos en la población...

—Le dije a sir Volant que nos atacaron lobos salvajes, no se preocupe. Entiendo la delicadeza del tema, es lo primero que nos enseñan una vez optamos para el puesto de damas: la discreción por sobre todas las cosas.

Shaula asintió satisfecha.

—Y sobre los sirios, no hay mucho que debas saber: atacan porque tienen hambre. Se alimentan de almas humanas. Son más como animales una vez convertidos, pues solo actúan por instinto.

—¿Y durante el día? ¿Son humanos?

—Por supuesto que no son... —Shaula calló—. En realidad no sé qué son esas criaturas por el día. Tengo la impresión de que deben tener esa forma todo el tiempo después de vender su alma a Canis, pero la verdad no lo sé. Tal vez pasan por un tipo de transformación diaria, tal vez solo cuando necesitan alimentarse, tal vez son así siempre, pero... Si son así todo el día, ¿dónde se ocultan para evitar ser vistos?

—Fascinantes criaturas.

—Cuando no intentan matarte.

—Incluso entonces. Si se pueden robar las estrellas, dan positivo para fascinación.

—Temo por tu salud mental, Merak.

—Y yo por su integridad física. Si no consigo que llegue mañana sin ojeras, me van a crucificar, así que duérmase.

—¿Y tú, qué? No pretendas quedarte toda la noche vigilándome o te haré sacar de aquí.

—¿Y qué más podría hacer? No saldré de la habitación, y solo hay una cama...

—Mientras haya espacio para mí, mis damas tendrán un lugar donde descansar. Duerme conmigo, no veo el inconveniente.

Isamar parpadeó unas veinticinco veces antes de empujar a su cerebro a dar la orden a su lengua para responder.

—Me preocupa la dosis de anestesia que le dieron, alteza, parece que todavía alusina.

Shaula puso los ojos en blanco y quitó las almohadas de su espalda.

—O duerme en el maldito piso, Isamar, también sirve.

—¡Pero no se altere! —contestó Isamar absorta por su risa mientras tomaba las almohadas para acomodarlas ella—. Y ahora que me dice que no puedo, justo se me antojó dormir aquí, así que, si ha cambiado de opinión, puede irse al piso usted.

La mirada de Shaula Scorp pasaba más que una corona, su indignación ante el chiste fue como dagas dirigidas a flagelar a su dama, pero el humor de Isamar seguía más intacto que nunca.

Isamar Merak terminó de acomodar las almohadas, y pese a las protestas de la princesa, la ayudó a acostarse correctamente con una mano en su pecho y otra en su espalda baja.

—Tal vez deberías pedirme algo para la fiebre —dijo Shaula, que de pronto parecía nerviosa y tensa.

—Pero, alteza, no está caliente. ¿Se siente mal?

—No, no... —Shaula sacudió su cabeza—. Olvida lo que dije.

—Está actuando extraño.

—¿Vas a decirme cómo se supone debe actuar una princesa?

Isamar puso los ojos en blanco y no siguió la discusión. Se levantó a apagar las velas, y luego volvió con cuidado junto a Shaula para entonces acostarse.

—Descanse, princesa.

—Ya me estaba durmiendo, parlanchina.

—Mentirosa.

—Van dos.

Isamar no quería saber qué estaba contando Shaula, pero mucho menos quería llegar a tres. Así que por si acaso, decidió que se dormiría...

Luego de dejar un beso en la mejilla de Shaula.

—Mis doncellas no suelen darme besos de buenas noches, Isamar —murmuró Shaula con sus ojos cerrados.

—¿Y sus amigas?

—Solo tú, al parecer.

—En ese caso...

Una de las manos de Isamar se deslizó por la mejilla desnuda de la princesa, y mientras el corazón de Shaula se olvidaba de latir, Isa se acercó con lentitud a la otra mejilla; muy cerca de la comisura de la boca más prohibida del reino, Isamar dejó una segunda caricia con sus labios.

—Buenas noches, princesa escorpión.

El corazón de Shaula recordó que debía latir, y decidió compensar su letargo acumulando todas las pulsaciones faltantes en esos segundos.

—Buenas noches, lady libros.

~~~

Nota:

Ya yo les hice una boda a estas mujeres en mi cabeza. ¿A ustedes qué les pareció el capítulo? Al principio iba a esperar a terminar el siguiente para actualizar ya que está bastante avanzado, pero no me resistí y quería que leyeran esta belleza inmediatamente.

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