30: Dos escorpiones son mejores que uno

La dulzura de las margaritas impregnaba el salón de baile cuando Shaula regresó.

Y entonces la vio.

Con su vestido que era rojo, pero estaba tan salpicado de encaje que podría ser negro. Con sus guantes, delicados y distinguidos, un par de términos que pocas veces aplicaban a la doncella de los libros.

Su moño, desaliñado en esencia, iba arruinado por más de un mechón que se rehusaba a ser sometido; sus ojos, normalmente tan oscuros que resulta difícil distinguir el verde, entonces resaltaban, con una claridad en contraste al profundo delineado que lucían. Y sus labios... Con el labial un poco corrido, Isamar usaba el dorso de su mano para limpiar el exceso mientras su mirar pretendía en vano ser esquiva con la princesa.

Ese color de labial era el tono justo con el que Shaula representaba cada uno de sus recuerdos más pasionales.

Isamar ya era lo suficientemente destacada en sociedad como para valerse de vendidas, prestadas por su marido, que le sostuvieran las bebidas, el chal y la rodearan en todo momento.

Shaula nunca se había imaginado deseando ser una vendida.

Quería ir tras ella. Quería hablarle, abrazarla, o sencillamente darle un saludo más íntimo.

Pero no tenía ese privilegio.

Había mucho que debía resolver antes.

En el instante en que sus ojos conectaron, Shaula intentó que sus ojos transmitieran cada palabra que cruzaba por su mente.

Nos merecemos esto, mi lady libros. Somos dos almas encadenadas, sin culpa, sin pecado. Lamento confirmar que hemos nacido en el momento equivocado de la historia, donde no es posible amarnos, donde no es correcto siquiera mirarte como de todos modos hago. Pero, a tu lado o en el otro extremo del mundo, cumpliré mi palabra. Hice un templo arder bajo mi ira. Pondré de rodillas la constelación que se interponga en tu felicidad, mi Isa. Te lo prometo.

~☆♡☆~

—¿Me permiten, caballeros? —preguntó con recato, evitando mirar a cada uno a la cara, pues el decoro y la feminidad tolerable en una princesa así lo exigía.

Su hermano volteó al reconocer su voz, con una bebida burbujeante entre las manos. Indicó a todos, entre risas condescendientes, que hicieran caso a lo que ya la princesa había sugerido.

—¿Puedo? —preguntó ella mirando la copa.

Él negó con la cabeza mientras la llevaba a sus labios. Sin embargo, mientras la veía, su mirada entornada se detenía en Shaula, como si dentro de sí considerara que la idea de su hermana bebiendo no tenía por qué ser tan escandalosa.

Por el bien de las apariencias, de todos modos declinó, cual hermano responsable.

—¿Tú cosmo te habla, Antares?

Él tosió, cubriéndose la boca con la manga del traje.

Shaula sabía que con esa pregunta ocasionaría que él quisiera sacarla de ese lugar, sin importar sus responsabilidades, solo para que pudieran tener esa conversación en un lugar seguro.

—Aquí no.

Ahí estaban, justo las palabras que ella quería escuchar.

Tuvo que contenerse para no demostrar con una sonrisa que había sido maquinadora más que inocente.

En cuanto estuvo por marcharse de la fiesta con su hermano, una leve sonrisa le dedicó a la distancia a Isamar, quien socializaba mimetizada en la sociedad. Aunque dudaba de que su intento hubiera llegado a iluminar sus ojos.

En los pasillos a las afueras del salón, Antares sí que le tendió una bebida a su hermana, pero solo para que acompañara al cristal que le tendía con la otra mano.

Shaula saboreaba la complicidad con agrado. Antares le tendía el cristal asumiendo que ella sabía el secreto, por obvias razones, y de todos modos le parecía liberador. Él sencillamente podía decidir no ser parte de la travesura.

Las noches de la capital no habían sido hechas para las mujeres. De eso se encargó la Iglesia. Pero ahí estaban, desafiando todo ética, saliendo juntos a los jardines e inmersándose en el laberinto del escorpión.

—No me habla —contestó Antares una vez estuvieron tan adentrados en el laberinto, que la única compañía que tenían eran los vigías omnipotentes del cielo—. Se comunica.

—¿En qué forma? ¿Tú le entiendes?

—Le entiendo, sí. Aunque tardé trece años en descifrar su lenguaje del todo

Shaula sintió, inevitablemente, una punzada de envidia. Si tardó trece años su hermano en entender la comunicación con su cosmo, implicaba que había pasado, como mínimo, la mayor parte de su vida con esa consciencia sobre el reino cósmico, tal vez incluso tuvo un guía en el proceso de entender su poder. ¿Qué sería capaz de hacer ella si se le hubiese criado en las mismas condiciones? ¿Qué tan vinculada estaría a su poder para entonces?

—Ya me es natural —siguió él—. Antes, podía interpretar algunas cosas y otras sencillamente sacarlas por contexto, pero ahora ya reconozco los matices entre cada una de sus vibraciones, sus pausas, sus pulsaciones... Son un alfabeto propio, único entre Bharani y yo.

—¿Bharani es su nombre, entonces? Creí que era Antares.

—Antares es la estrella, Bharani es el nombre de la identidad de su poder. Al menos, así se ha presentado ante mí. ¿La tuya es solo Shaula?

—Eso creo.

—Un poco extraño, ¿no te parece? Hablarle mientras le llamas por tu nombre.

—Ya es lo suficientemente raro hablarte a ti mismo, ¿no?

Antares frunció su ceño.

—¿Tú lo sientes como hablarte a ti mismo?

—Un poco —mintió—. Tampoco le entiendo muy bien.

—¿Por eso me has preguntado si me habla? ¿Porque no entiendes?

Shaula asintió.

«No estás siendo honesta», concluyó su cosmo en un tono de confusión más que de reproche.

Si no puedes interpretar lo que pretendo, es que has hecho un terrible trabajo como mi cosmo —respondió Shaula para sus adentros.

La realidad era que Shaula una vez dijo a su padre que se necesita de un escorpión para vencer a otro. Empezaba a pensar que dos escorpiones de hecho serían mejor arma que solo uno.

—Cuéntame en qué nivel del lazo vas —dijo Antares con sus ojos entornados hacia su hermana.

—¿Perdona?

—Entonces es cierto.

Eso la confundió a ella.

—¿Qué es cierto?

—Que mi padre no lo sabe, si no se ha sentado a instruirte al respecto —contestó él.

—Él no lo sabe, pero puedes explicarlo tú. Te escucho.

Él comenzó a caminar de un lado a otro del largo pasillo del laberinto, las manos metidas en sus bolsillos mientras pateaba la grama como distraído.

—Con los cosmos siempre hay un primer paso, o un segundo, si se toma como primero el punto el que una constelación te nombre al nacer y decida que eres digno de usar su poder como tuyo.

—De acuerdo —convino ella, dudando sobre si debía seguir su paso errático por el laberinto—. Coincidimos en que ese primer paso ya está listo en mi caso. ¿Qué sigue? ¿De qué lazo me hablas?

—El dichoso lazo sería el siguiente paso, de hecho. Aunque lo de «paso» hace que parezca un trayecto directo, y no siempre lo es. Hay ocasiones en las que, como en mi caso, pasas tu vida formando el lazo con tu estrella, hasta que esta simplemente te permite beberla. Pero en el caso de mi padre, según me contó, no fue así.

Antares se detuvo, recostándose de una de las paredes hechas de arbustos, mirando con suspicacia a su hermana.

—Él ignoraba su poder, hasta que estuvo en un punto de inflexión para su vida donde la opciones eran invocarlo o morir. Ahí acudió Lesath, su estrella, y lo salvó de la muerte misma.

—No... no tenía idea. Creí que la vida de nuestro padre había estado bastante alfombrada.

—Para los reyes incluso las alfombras tienen espinas.

—Pero tú quieres ser rey —dijo Shaula, sin ocultar que conocía con qué intenciones su hermano daba cada paso en su vida.

Él sonrió, su dentadura resaltando en la oscuridad.

—Resulta que las espinas son mis flores favoritas.

«Debes tener cuidado con él», advirtió su cosmo. «Entiendo que quieras usarlo, pero no debes olvidar que él es otro tú, solo que con mejores oportunidades».

—¿Y cuál es el siguiente paso? —insistió Shaula en la conversación—. En el lazo con tu estrella, me refiero.

—No hay un siguiente paso, no hay una lista por completar. Entre la unión de un humano y su estrella no hay nada establecido. Pero hay un patrón notable, y es que siempre hay algo más de lo que se consigue en el primer acercamiento entre ambos, aunque depende de la naturaleza de tu poder y de las necesidades, riesgos y enemigos a los que te enfrentes en tu vida.

—¿Si te digo que no entiendo, me explicarías más?

Él parecía encantado con la idea.

—Mi padre —siguió—, nuevamente como ejemplo de este proceso, me habló de que la primera vez que su cosmo acudió en su ayuda lo hizo dándole una fuerza sobrehumana y la habilidad para regenerarse, lo que impidió su muerte.

»Pero más adelante, en otro conflicto, logró usar el poder de forma más agresiva. Y sin siquiera saber que era posible, años más tarde se enfrentó a tal enemigo que todo su cuerpo se... Bueno, no me corresponde a mí decirlo, pero dejémoslo en que mi sueño más grande es llegar a la mitad de ese potencial.

—¿Tú no...?

—Ni siquiera cerca —reconoció con una humildad que resultaba extraña viniendo de él—. El lazo que me une a mi estrella es bastante fuerte, pero ni siquiera así mi cosmo me revela si hay algo más, si todavía no he explotado las capacidades posibles. Dice que, si es mi destino saberlo, lo sabré cuando llegue el momento.

—Pues yo soy la más inútil de las inútiles en ese aspecto. Solo puedo hacer una que otra tontería como lo que me viste hacer.

—¿Y quieres que te ayude?

—Sí, de hecho. Quiero tu ayuda, pero no es... en ese aspecto.

Antares se mordió los labios, parecía un gesto desesperado para doblegar una diabólica sonrisa.

«¿Qué vas a hacer?», indagó su cosmo.

Voy a jugar a la adulación, donde él es experto. Deséame suerte.

«Ojalá te mate».

Shaula se dejó caer en el suelo, su figura hundiéndose en la grama, dejando su silueta marcada. Sus ojos fueron al cielo, sus manos se cerraron sobre su estómago.

—¿Recuerdas cuando me dijiste que tuviera cuidado con lo que digo y hago, pues otros podrían malinterpretar mi naturaleza?

—¿Que si recuerdo? Según te expresas, ese ha pasado a ser un comentario rutinario.

—Tienes razón, y eso es porque no hay mucho qué malinterpretar sobre mi naturaleza...

—Shaula —advirtió su hermano, todavía recostado de la pared de arbusto.

—Antes de que me sueltes un sermón, escúchame, ¿sí? Estamos solos, después de todo.

—Estamos bajo las estrellas, no me parece un buen lugar para la herejía.

—No voy a decir que Ara no existe, Antares, solo te voy a pedir algo moralmente cuestionable.

—Sí, ¿y qué te hace creer que soy la persona idónea para que me pidas algo semejante?

Shaula reprimió una sonrisa, sus ojos buscando a su hermano mientras proyectaban admiración.

—He oído que eres el mejor duelista que las últimas generaciones de Scorp han visto nacer.

—¿Y eso qué? Los duelos no son masacres. Hay códigos, hay honor. Confundes términos si crees que ser buen duelista me hace poco ético.

—No estoy pensando que seas poco ético por los duelos, que eres poco ético, tu destreza con la espada solo hace que me parezcas... letal. Y esa letalidad es la que necesito de mi lado.

Su cosmo latió con incomodidad mientras, con lentitud, se iba adaptando a los pensamientos de Shaula, estudiándolos a toda velocidad para hallar una conclusión al respecto.

Él le sostuvo la mirada, tenso, sin un atisbo de su sonrisa y cinismo usual.

—¿Qué, Shaula, te hace estar tan segura de que sea poco ético?

Ella dejó unos segundos al silencio, para que sea él, y los pensamientos de Antares, quienes prepararan el terreno a su respuesta.

—Tú sabes qué.

«¿Desde cuándo lo sabes?», la interrogó su cosmo, quien ya había sacado sus propias conclusiones.

Desde la primera vez que me miró.

—¿Qué cabeza debo cortar? —preguntó él.

Ella bajó la mirada emocionada y mordió su labio para controlar su sonrisa.

Había funcionado.

Shaula apoyó las manos detrás como anclaje mientras se erguía. Mirando a su hermano, le dijo:

—No es tan drástico —aclaró—. Es una persona peligrosa y no creo que sea buena idea quitarle su cabeza.

—¿Quién? ¿Qué te ha hecho?

—Directamente nada, desgraciadamente. Así que no tenemos razones, pero... Le tengo miedo, hermano. Mucho. Me amenaza constantemente, y me dijo que si no me caso con su hermano...

—No te casarás con nadie. ¿Quieres que le dé un susto al hermano?

—No, el hermano es inofensivo. Quiero que él vaya a la cárcel.

—¿Quién es él, Shaula?

Shaula mordió su boca antes de responder.

—Lord Volant.

—Volant es la mano de los Sagitar... Mi padre ya tiene bastante problemas con ellos luego de rechazar a la princesa de Hydra en matrimonio...

—Lo sé, sé que lo que te pido es...

—Perfecto —siguió él—. Es una oportunidad perfecta para dar un escarmiento a los Sagitar por amenazar a su rey, sin atacarlos directamente para no ocasionar un conflicto tan grande.

Una aprensión negativa se esparció por la sangre de Shaula, una especie de preocupación que su cosmo se bebió con gusto. Le gustaban esos actos, disfrutaba de todo aquello que no implicara una carga moral o emocional.

—Pero... ¿No deberíamos pensarlo más? —insistió Shaula pese a que su cosmo estuviera complacido con la implacable idea de Antares—. Si lo metes preso en este momento, sin pruebas, no solo terminará por salir libre sino que la Iglesia podría tomar represalias.

—Por eso no lo voy a apresar yo, ni será encerrado sin pruebas. Quien lo prive de su libertad lo hará con más de un indicio de su culpabilidad, yo solo voy a señalar los hechos que saltarán a la vista.

—No será suficiente para una vida en prisión, no si al momento del juicio él los convence de su inocencia, y lo hará.

—En ese caso, me encargaré de retrasar el momento del juicio al menos un año. Eso sí puedo hacerlo sin ninguna consecuencia de por medio. Me parece que un año es más que suficiente para que recapacite sobre su idea de amenazar a la princesa, y para cuando salga su hermano ya estará casado, te lo aseguro. ¿Te complace eso?

No. Pero es un hermoso comienzo.

—Me parece perfecto.

—Entonces vámonos.

—¿A dónde?

—Al baile, Shaula. Volvamos, y una vez ahí debes hacer exactamente lo que voy a indicarte. Al pie de la letra, sin variaciones. ¿De acuerdo?

Shaula asintió, su emoción nuevamente floreciendo.

Un año. Un año de libertad para su Isa, mientras pensaba en cómo darle toda una vida.

~☆♡☆~

La parte de la noche que a Shaula más le disgustaba era esquivar a Isamar. Evitaba hablarle, esquivaba sus miradas. En tanto ella hacía ademán de acercarse, Shaula se deslizaba con naturalidad hacia otro lado. Socializaba con todos, sonreía tanto como le permitían sus nervios. Inventó excusas de naturaleza femenina para haberse perdido el baile grupal, y permitió el cortejo de algunos caballeros y comerciantes que definitivamente no tenían oportunidad con ella.

En especial, evitaba intercambiar miradas con el otro escorpión en la sala. No tenía idea de la escala de sus maquinaciones, ni de cómo podrían afectarla a ella. Tampoco tenía garantías de que fuera a funcionar lo que él pretendía. Así que se matenía al margen y a la expectativa.

Hasta que un extraño movimiento le dio un indicio de que «eso» estaba a nada de acontecer.

Antares tropezó, chocando por accidente con su hermana y en el proceso derramando la bebida sobre su vestido. Sin que nadie lo advirtiera, con una sutileza magistralmente disfrazada de atención y amabilidad, Antares, mientras ayudaba a limpiar las salpicaduras de la falda de su hermana, deslizó en su mano un frasco en miniatura.

El corazón de Shaula golpeteó alterado. Las implicaciones de esa acción iban bastante implícitas, pero si todavía quedaba algo de dudas sobre su significado,  estas quedaron disipadas en tanto lord Volant, tan atento como había estado toda la noche, saltó al rescate princesa.

—Tenga, princesa —dijo tendiéndole su propia copa—. Sé que su cóctel no contenía alcohol, pero este es un vino especial. Pruébelo por amor al arte detrás de su creación, y no lo vea como un acto impropio de una dama.

Solo para asegurarse de que entendía las intenciones de Antares, ella lanzó su mirada hacia él.

Y ahí estaba, el escorpión de cabello de plata, con su cáliz levantado en aprobación.

Shaula aceptó la copa de Volant con una mano, mientras con la otra apretaba discretamente el frasco diminuto.

Quiere incriminarlo...

Si ese pensamiento era cierto...

Para incriminar a Volant de envenenamiento se necesitaba un chivo expiatorio, un inocente que lamentablemente pagaría por el bien de la justicia.

¿Un fin, incluso siendo tan noble como la justicia contra un criminal como Volant, borraría todo el daño hecho en el trayecto para llegar a este?

Porque claramente Antares, aunque le cedía el frasco envenenado a Shaula, no pretendía que fuera ella quien bebiera del líquido adulterado.

Todo encajó en tanto una de las vendidas de Lesath Scorp, con la piel de ébano y el cabello más largo que Shaula hubiera visto jamás, llegó al círculo íntimo, repartiendo nuevas bebidas a quienes las habían solicitado con antelación.

—No te vayas tan pronto —le pidió con un aire fraternal que halagó a la mujer que solo estaba ahí haciendo su trabajo—. ¿Has probado el vino de la nueva cosecha de Hydra?

—No, su alteza. ¿Es bueno?

—Es el mejor. El mío se ha agotado de mi cáliz, por desgracia. Pero si no me equivoco... ¿No era eso lo que tomaba usted, lord Volant?

Volant miró al príncipe con esa expresión de hierro suya, desinteresada e impenetrable.

—Lo era, pero se me ha agotado. Esperemos a la siguiente tanda de mi copero personal...

—¿Por qué esperar, sir?

—Lord —corrigió el hombre sin atisbo de afinidad alguna. Una sola cosa lo mantenía en ese círculo social, y era evidentemente la presencia de la princesa.

Y mientras, su mujer era desatendida y descuidada.

La ira volvió a escalar en Shaula nada más pensarlo. Para ella, Isamar merecía idolatría. Aunque no de él.

—El título no altera el mensaje —contestó el príncipe, sus palabras filosas pero cohibidas tras sus dientes. Las emociones estaban ahí, represadas tras toneladas de códigos de moral y convencionalismos sociales—. Decía, ¿para qué aguardar? ¿No le cedió su copa a la princesa? Entiendo que es una ocasión especial, pero no me convence la idea de que mi hermanita beba tanto. ¿Por qué mejor no le concedes tu bebida a nuestra colega aquí presente, Shaula?

Shaula sintió que un calor adverso subía detrás de sus orejas, junto al asco que se acumulaba en su garganta. Quería a Volant tras las rejas, pero, ¿sería capaz de sacrificar una vendida inocente por ello?

«Es perverso», concluyó el cosmo de Shaula, la palabra fundiéndose como un escalofrío en su piel. El poder se notaba impresionado, pero no de manera negativa. Eran la clase de actos que le gustaban: pragmáticos, sin remordimiento ni consecuencia posible.

Pero a Shaula no.

—Shaula, ¿me has escuchado?

La princesa, quien prefería quedar como una altanera clasista qué cargar con la vida de otra vendida en su consciencia, miró con altivez a la mujer mientras a ojos de todos los presentes se terminaba de beber ella la copa.

Sí, esa copa en la que había vaciado el pequeño frasco con sus ojos como única distracción para los presentes.

«Al menos seré libre», dijo el cosmo en una pulsación de alivio, muy parecida a esa sensación de un músculo tenso al relajarse.

Shaula ya empezaba a sentir los temblores mientras su cuerpo se llenaba de sudor por el veneno.

Aguarda —pensó—, espera hasta que sangre y entonces puedes empezar a curarme.

«No puedo creer que estés contando conmigo... ¡Con lo débil que estoy no puedo revertir un daño así!».

Shaula empezó a toser, doblándose para empezar a escupir en el suelo mientras se las arreglaba para pedir agua.

El revuelo en el círculo se hizo inmediato. Y aunque se imaginaba que Antares habría estado preparado para dar la actuación de su vida, entonces no hizo falta. Realmente acababa de ver a Shaula beber veneno frente a sus ojos, y el shock de sentirse responsable ni siquiera le permitió moverse de su sitio. Era tal la magnitud de su desconcierto, que no había espacio para dejar pasar a la preocupación.

No habrá tal daño qué revertir —pensó con una sonrisa mientras su boca al fin se llenaba de sangre—. Estoy hecha de veneno, Ashuin, unas gotas no van a matarme.

Fue su último pensamiento antes de perder la consciencia.

~~~
Nota:

CUÉNTEME TODO LO QUE OPINAN

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