29: Ashiira

En un reino de escorpiones donde las estrellas confabulan, justo en aquella ciudad donde el sol brilla sin pigmento y protege sin calor, el palacio se despedía de sus monarcas y la prole se reunía por todas las calles aferrados a la oportunidad de desearles un buen viaje.

Al carruaje de la familia real, el rey ingresó acompañado de dos de sus vendidas. Sus favoritas.

Lesath Scorp era bueno y bondadoso con sus vendidas; al menos con aquellas a las que tenía cerca. Las decenas en su poder estaba desperdigado entre múltiples ocupaciones por todo el castillo.

Esas eran las privilegiadas, las que compartían su lecho. No las trataba como amantes, esas son mujeres de rango superior en cuanto a la escala nobiliaria. El trato que les daba era más similar al que se le concede a un adorno exclusivo, costoso y muy preciado; al que luces con más orgullo, mantienes intacto, lustras para que brille y no permites que nadie más toque.

Así era con esas vendidas. Una de ellas era alta, esbelta, ojos de oro y piel cual corteza de pino. La otra, con el color del otoño, zafiros en los ojos y rizos tan rubios como el sol de Hydra.

Fieles representantes de los estándares de belleza en la capital: ojos de color, y cuanto más oscura la piel o más intenso el bronceado, más crecía su valor de venta.

En la puerta del carruaje y en la parte frontal, acampaban caballeros de la guardia real.

Había al menos cuatro carruajes extras, llenos de soldados dispuestos para la protección de la familia Scorp y los nobles que los acompañaban.

La mano del rey y sus hijos también habían sido invitados a la celebración del norte.

La princesa fue escoltada al mismo carruaje que el rey, con dos de sus damas y sus guardias personales.

Detrás llegó lady Briane, quien llevaba una cesta de bocadillos para aportar a los suministros del viaje. Apenas subió al carruaje, entregó la cesta a la princesa con una sonrisa.

Shaula la miró al aceptarlo. Ya fuera una clase de prueba o una burla, sabía que no había ninguna buena intención en entregarle a la princesa una cesta con alimentos que tenía terminantemente prohibidos.

Entonces hizo acto de presencia la última de las damas. Lady Jabbah II Elioth Scorp. No vestía con la simpleza de costumbre, llevaba un vestido de alta costura y un repertorio de joyas por el que habría matado cualquier plebeyo. En una mano sostenía el abanico con el que se refrescaba, y la otra la extendió con gracia hacia la preparadora, quien la sostuvo para ayudarla a subirse al carruaje, y le hizo espacio para que se sentara a su lado.

Ni se integró con el resto de las damas, ni dio algún indicio de recordar que pertenecía a ellas.

Tal cual su actitud de esa tarde, ella parecía la princesa, y la preparadora su súbita más leal.

Shaula Scorp intentó que dicho simbolismo no le afectara, y volvió su rostro a la ventana que le permitía husmear el camino.

Lo que no podía ignorar, era cómo su estómago -luego de saltarse el desayuno y de un deficiente almuerzo- se retorcía, torturado por el aroma de aquellos dulces recién horneados que tenía prohibido comer.

~•♡•~

Al tercer día de camino, al fin consiguieron avanzar suficiente como para dejar atrás los primeros recodos de civilización.

Su padre le había impedido a Shaula cabalgar esos primeros tramos, quería mantenerla dentro del carruaje, con suficientes obstáculos entre ella y un intento de asesinato.

Lesath Scorp podía pecar de muchas cosas, salvo de descuidado.

Entonces ya podían bajar la intensidad de las precauciones. Faltarían varios días de campo abierto antes de alcanzar las primeras muestras de pueblos aislados y tribus independientes.

Así que Shaula tenía permitido montar a caballo.

Si no estuviera tan debilitada por la mala alimentación que había estado recibiendo.

-¿Segura, princesa? -preguntó Altair mientras sus manos comprobaban la temperatura de Shaula.

Isamar las miraba de reojo y, por algún motivo desconocido, no parecía nada complacida con la escena.

-No puedo montar, Altair. Ya les he dicho, mi ciclo menstrual ha venido con mucho ímpetu. Creo que... me falta energía.

Estaban sentadas cerca de un matorral de flores tomando aire precisamente para que la princesa se recuperara de su malestar.

Mientras, lady Jabbah cabalgaba elegantemente a lo lejos mientras los nobles, la mano del rey entre ellos, la adulaban.

-¿Está segura de que es su periodo? -insistió Altair. Tomó el mentón de la princesa por encima de la tela del cubrebocas, y manipuló su rostro mientras estudiaba la rojez de sus ojos.

Aunque se detuvo volteando, a la vez que la princesa lo hacía con sus ojos, en dirección a su hermana menor. Lady Isamar se había levantado y marchado a un paso fácil de detectar tras cada montón de hojas que trituraba bajo sus pies.

-¿La hemos ofendido de algún modo? -cuestionó la princesa en confusión, pues le parecía intuir algo de mal humor en la menor de las Merak.

-No lo sé, alteza -suspiró Altair-. Mi hermana es bastante... extraña. Todo le molesta.

-¿Cómo hace para sobrellevarlo? ¿Cómo lo hace su familia?

-No se sobrelleva a alguien del ímpetu de Isamar, alteza; se aprende a amar sus tormentas, o se les aplaca hasta que solo quedan sequías de ella.

-¿Quién querría aplacar algo así? -murmuró la princesa con un pesar tan genuino, que provocó una sonrisa en la dama frente a ella.

-Me complace escuchar eso de sus labios, pues hubo un tiempo en el que usted parecía su principal detractora.

El ceño de Shaula decayó, su semblante palideciendo incluso más.

Por algún motivo, aquellas palabras le atemorizaron. ¿Y si el cambio de su disgusto se tornaba tan evidente, que alguien como Altair podía llegar a concluir los pensamientos de la princesa, esos de los que se avergonzaba y arrepentía, los que la habían estimulado en su noche de tormentosa lectura?

-No crea que me he ablandado, Altair.

-Yo no creo nada, alteza. Yo solo observo.

Shaula tragó en seco.

Esperaba estar preocupándose en vano, mas, de pronto vivía con el tormentoso temor de que cada persona que veía a sus ojos, podía tener acceso a esas perversiones contra las que intentaba luchar.

-¿Qué se siente tener una hermana, Altair? -indagó Shaula para retomar el control de la plática.

-¿No tiene usted dos hermanos también, alteza?

-Uno encerrado y otro... -Shaula se dio cuenta de que había dicho demasiado. Si pudiera escoger a quién revelar su delicada situación familiar, Altair no sería su Merak a elegir-. Ausente. Ambos. En lo que a mí respecta, soy hija única.

-Supongo que ha de ser ese el deseo culposo de todos quienes nacimos con hermanos. Yo...

Altair tomó las manos se Shaula y las puso cerca, lo que acarreó que el ceño de la princesa se frunciera hasta que ambas cejas alcanzaron el adorno en medio de ellas.

Estuvo tentada a empujar a su doncella mayor, pero le permitió un voto de confianza a su explicación.

-Es literalmente como esto: tener dos manos -dijo Altair-. Ambas pueden estar separadas por tiempo indefinido sin reprocharlo, tienen tacto y fortalezas distintas, como... su izquierda no tendrá la destreza de su mano dominante, ¿no es así? Técnicamente individuos. Pero... -Entonces pellizcó levemente una de sus manos-. Cuando algo le pasa a una, lo sientes. Cuando algo duele, es un dolor mutuo, cuando hay un trabajo con el que una no puede, la otra ayuda, cuando una no se siente útil, la otra la releva. Voy a quejarme toda la vida de mis hermanas y ellas de mí, pero daría mi futuro por salvar el presente de cualquiera de ellas.

Un carraspeo imprevisto hizo a Shaula volverse y, por mera impresión, apresurarse a soltar sus manos del agarre de Altair.

-Tenga -dijo Isamar sin emoción en la voz. Al parecer, sí conocía del sigilo, pues ninguna la había oído volver.

Isamar tendía a la princesa un cáliz, el cual aceptó no sin cierto recelo.

-¿Debería preocuparme de un atentado a mi vida de su parte? -preguntó la princesa olisqueando el recipiente.

A la luz de ese sol, los enormes ojos de Shaula brillaban más que bajo el fuego de cualquier candelabro. Isamar advirtió eso, y se distrajo en ello hasta que la princesa tuvo que repetir su pregunta.

Sacudiendo su cabeza para volver a la conversación, Isamar Merak contestó:

-Es la misma bebida que nos pidió en la corte, princesa. Traje tanta como pude, pues advertí que no estaba bien, e intuí que necesitaría más.

-Isamar... -Shaula miró el preparado en el cáliz, y de ahí a su doncella de ojos aceitunados. Parecía no comprender un acto tan simple-. No tenías que hacerlo.

-Es mi deber como su dama.

-Tu deber es cumplir órdenes, y esta no es una que yo te haya dado.

De todos modos, Shaula sonreía, la claridad del día lo hacía evidente dada la transparencia del cubrebocas. Con una ligera inclinación de su rostro, Shaula terminó por agradecer a Isamar, y entonces se bebió el energizante, alentada ante la perspectiva de poder montar junto al atardecer.

Dichos planes tendrían que esperar, pues lady Briane se reunió con ellas, luciendo recelosa al respecto de lo que bebía Shaula.

-¿Podemos hablar, princesa?

Shaula, quien no se había percatado de la presencia de su preparadora, alzó el rostro y perdió cualquier resquicio de brillo en su mirar, sustituyéndolo con una aprensión que formó un nudo en su garganta.

-Lady Briane... ¿Es importante?

-¿Cuándo no lo ha sido una orden mía? -espetó la preparadora.

-Jamás, lady Briane, me refiero a... ¿no puede esperar?

-Me temo que no.

-En ese caso, puede hablar delante de mis damas, si es tan urgente.

-Shaula Scorp... -advirtió la preparadora hablando entre dientes.

-Ya ha escuchado a la princesa.

Lady Briane volteó como látigo hacia la dueña de aquel comentario impertinente, quien no podía ser otra más que Isamar Merak.

-Puede dar su comunicado delante de nosotras -instó Isamar.

-No estorbaremos -añadió Altair, que pese a lo poco usual de este acto, había decidido secundar a su hermana.

La preparadora no parecía contenta.

-No será así, porque lo que quiero expresarle a la princesa es un asunto político delicado. Ustedes no están autorizadas para escuchar nada al respecto.

-En ese caso, le pido por favor que aguarde -cortó Isamar caminando hacia Shaula y sentándose a su lado, su mano posándose protectora en la espalda de de la princesa pese a la perplejidad de esta-. Shaula Scorp se encuentra indispuesta y necesita descansar bajo nuestra supervisión; no puede seguirla, y no podemos abandonarla.

-¿Cómo dice?

-Creo que lo hemos dejado claro, lady Briane. O habla delante de nosotras, o aguarda hasta que la princesa esté lo suficientemente estable para acompañarla sin nuestra supervisión.

-Isamar... -murmuró Shaula, pero su doncella la ignoró, determinada.

-Hablaré con el rey...

-No, no lo hará. -Entonces Isamar se levantó-. Lo haré yo. Compartimos carruaje, después de todo. He de consultar qué asunto político es tan importante, como para no considerar la salud de su hija.

Altair contuvo el aliento de forma audible, Shaula se tensó al punto en que la saliva no pasaba por su garganta. Pero Isamar no flaqueó, firme en el modo que sus ojos se debatían en duelo contra la preparadora. Esa mirada se prolongó tanto como el ceño de lady Briane se fruncía más y más, para al final ceder al reto.

-Tiene razón, Merak. La salud de la princesa va primero. Luego hablaré con ella lo que nos concierne.

Cuando la preparadora de marchó e Isamar volteó a ver a su princesa, esta tenía los ojos tan abiertos como su propia boca.

«¿Qué has hecho?», parecía preguntarle sin palabras.

-Lo que tenía que hacer -respondió Isamar de forma audible.

~•♡•~

Un par de días después, la familia real y todos los carruajes del castillo se aproximaban a Ceto, una de las aldeas a las afueras de la ciudad, pero igual dependientes de Ara.

Había sido llamada así ya que la disposición de sus tierras, vistas desde la perspectiva de los cartógrafos, formaban la constelación de la ballena.

Estaban en una parada así que tenían permitido un nuevo paseo a caballo, por lo que la princesa se subió al suyo con ayuda de Isamar, y luego esta le extendió la mano, pidiendo acompañarla en su paseo.

Dado que Altair cabalgaba con las vendidas, y Jabbah junto a la mano del rey, Shaula no vio ningún motivo para oponerse a la compañía de su doncella.

Miró a Isamar desde arriba, a su mano cubierta por ese guante de red negra sin dedos, y extendió la suya, tan llena de accesorios que la misma Isamar había lustrado y colocado, uno por uno. Aunque era a su dama a quien ayudaba a subir, fue Shaula quien sintió el vértigo en ese contacto.

Para cuando Isamar estaba detrás de ella sobre el caballo, Shaula se sentía a punto de vomitar, y por desgracia había adquirido un miedo irracional a esa posibilidad.

Pensar en el vómito le aceleró la respiración, y al ser consciente de esto, empezó a intentar controlarla, pero solo comenzaba hiperventilarse.

Se detuvo apenas cuando la mano de Isamar en su hombro le provocó un sobresalto.

-¿Está bien, princesa?

-Sí -se apresuró a contestar Shaula-. Solo me he mareado un poco.

-Tal vez debería posponer el paseo.

-Eso no es algo que vaya a pasar, Isamar. Necesito esto.

La doncella arqueó su ceja.

-¿Qué? -demandó Shaula.

-Nada, solo... disfruto ser testigo de cómo ha perdido su miedo.

-¿Mi miedo a qué?

-A dejar de pretender que no me recuerda.

Shaula suspiró de forma despectiva, y evitó hacer cualquier declaración al respecto al arrear a su corcel hasta provocar un súbito galope.

Isamar fue despedida hacia atrás, y en un intento desesperado por no caer, se asió a las caderas de la princesa.

Shaula no detuvo el trote y mientras Isamar, que apenas se estabilizaba, iba deslizando sus manos por la cintura de la princesa, rodeándola hasta quedar abrazada a su cuerpo.

Contuvo el aliento.

El tacto de la doncella por su piel expuesta, era más atemorizante que el brío de una carrera como aquella en la que se embarcaban.

-Isamar -pronunció Shaula a modo de súplica.

-¿Qué, Shaula? ¿Qué estoy haciendo?

Su dama no solo acababa de tutearla sino que, en medio de aquella irreverencia, iba clavando más sus dedos en la tela de la falda de Shaula, accediendo a su vientre en una inocente caricia.

-Isa, por favor... -Shaula se atrevió a mirar hacia atrás descuidando el camino, y descubrió el rostro de su doncella tan cerca, que su corazón sufrió un súbito sobresalto.

-No insista sin estar segura de lo que realmente quiere -susurró Isamar, tan cerca al rostro de Shaula que su aliento rozaba la tela del cubrebocas, el mundo pasando como un celaje por la velocidad a la que iban-, porque cualquier cosa que me pida llamándome Isa, accederé sin poder resistirme.

«¿Qué nos pasa, corazón?», se preguntó Shaula mirando a los labios de Isamar. «¿Qué nos ha enfermado así?»

Regresó al camino, pues ya lo había descuidado suficiente, y aunque luchaba por no desfallecer en medio de el, no le pidió a Isamar que detuviera el modo en que la estaba abrazando.

~•♡•~

-¡Alteza! No se acerque más, podría ser peligroso...

Shaula había tomado una desviación al interior de un bosquecillo de paso, y en medio de este se detuvieron, alarmadas por una bestia extraña que obstruía el paso.

Extraña para Isamar, al menos.

En medio de un nido de rosas blancas y del rojo más pálido posible, descansaba una gigantesca serpiente igual de pálida. Su cuerpo medía al menos tres metros de largo, y su grosor igualaba el de una pantorrilla humana.

-No te alarmes, Isamar -dijo Shaula mientras se acercaba, sigilosa y con cuidado de no pisar ninguna rama u hoja seca, a la imponente serpiente-. He interactuado antes con estos animales. Solía tenerlos de mascotas.

-Princesa... no creo que haber interactuado con una serpiente antes la prepare para una bestia de ese tamaño... y sin domesticar. Deberíamos llamar a los guardias...

-¿Quién ha dicho que una ashiira se puede domesticar? -La princesa dijo aquellas palabras con una entonación de ofensa, mas empleó para ello un volumen tan bajo, que casi parecía un arrullo.

-Por el amor al despiadado Canis... Shaula, ¿qué sirios es una ashiira?

La princesa sonrió para sí misma, enternecida por la pronunciación de Isamar, que no podía desprenderse del acento de la costa. Con esa sutil curva en sus labios, extendió los dedos hacia la serpiente y aguardó hasta que esta la reconoció como digna -al inclinar su cabeza- para poder acariciarla.

-Una ashiira es la especie de serpientes que proviene de Baham -explicó Shaula en un murmullo.

Con Isamar cohibida e inmovilizada, Shaula comenzó a entretejer ramas, pétalos y tallos, hasta formar con paciencia una corona del tamaño justo para ser portada por la majestuosa bestia frente a ella.

En medio de su curiosidad por la escena que atestiguaba, Isamar hizo ademán de avanzar, pero Shaula se lo impidió extendiendo su mano hacia atrás.

-No te acerques. Dudo de tu cuidado al andar, y para ella es ofensivo y tormentoso el ruido de las pisadas.

Isamar frunció su ceño, pero no discutió. Shaula era la experta, después de todo.

La princesa terminó el tejido, una de las pocas ocasiones en las que agradecía esa habilidad que tan fervientemente le indujeron, y colocó la corona sobre la serpiente.

La bestia la aceptó, alzando su rostro como si estuviese hecha para ella, y asintió una última vez en relación a la princesa hasta volver a quedarse dormida en su hábitat.

Cuando regresaron del paseo por el bosque, Isamar trotó adelante sin siquiera esperar a la princesa.

-¡Isamar!

Pero la doncella le ignoraba apresurando el paso.

-¡Detente! ¿Has olvidado con quién estás tratando?

Isamar así lo hizo, girando hacia la princesa pero sin regresar.

-Pudo haber sido peligroso -la acusó, su voz temblando a la par de sus labios. Shaula jamás la había visto tan abiertamente enfurecida.

-No lo fue.

-¡Pero pudo serlo!

-¡No me grites, Isamar!

La doncella cortó la discusión en seco, pero no por ello se vio aplacado el calor de su temperamento. Era tal su agitación, que su pecho subía y bajaba, agresivo sobre su escote.

-Pudo haberle sucedido algo, conmigo como única testigo. Me habrían ahorcado.. en el mejor de los casos. No quiero ni repasar lo que podrían haberle hecho a mi familia si me creyeran sospechosa de...

-¿De qué estás hablando? Conjeturas con paranoia, Merak.

-¿Lo hago? -la doncella bufó-. No está ni enterada del peligro que corre cada persona que se involucra con usted.

-¿Peligro? -Shaula rio abiertamente, tan despectiva que rozaba la crueldad-. Yo diría más bien que se benefician con solo rondarme.

-Algunos, sí, excepto los desafortunados que inevitablemente tendrán que pagar por sus errores y decisiones en general. Una vez se lo dije, princesa, y hoy lo reitero: me asusta el poder que tiene.

Shaula asintió, su mandíbula tensándose.

-¿Te asusto?

-¿En serio lo pregunta? ¿La princesa que me hizo hacerle de bufón en mi primer día, y que ejecutó a su anterior dama por limpiar mal su joyería? Lo que me sorprende es que no se asuste de usted misma.

Aquella fue tanto un golpe como un escupitajo para Shaula. Sabía que había rumores sobre el motivo de la ejecución de su dama en Baham, pero no esperaba que el que había llegado a oídos de sus nuevas doncellas la hiciera ver tan antagónica y superficial.

-¿Y qué haces siempre tan cerca de mí, Isamar, si tanto pavor te provoco? Eres mi dama, sí, también las demás. ¿Qué haces paseando a caballo conmigo? ¿Qué haces fingiendo que quieres ganarte mi amistad?

Entonces lo despectivo fue la risa de la doncella.

-No entiendo qué le ha hecho pensar que quiero una amistad. De todos modos, es usted en parte como esa serpiente que hoy vimos. Una bestia a la que, como a usted le ha sucedido, irremediablemente me siento tentada a acercarme.

-Ahórrate tus tentaciones, Merak. Y ya que tienes tan asumida mi tiranía, no te costará nada volver andando con los demás. No te quiero cerca de mí en lo que resta de día.

Isamar Merak tomó la falda de su vestido y creó una teatral reverencia a su princesa antes de darle la espalda y reanudar su marcha.

~~~

Nota de una autora emocionada:

Yo sé que eso último se supone que es una pelea, pero, no sé ustedes, yo sentí una tensión ahí que... uff. ¿Cuándo se piensa besar esa gente? Ah, no, así no era xD

¿Qué les pareció el capítulo?

¿Qué les parece Shaula cerca de una serpiente?

¿Qué opinan de Altair Merak?

¿Y de Jabbah, la prima de Shaula, y su actitud en este capítulo?

¿Qué les han parecido las hermanas Merak enfrentando a la preparadora?

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