28: Un beso para sanar

La princesa de los escorpiones intentaba comer, mas le era imposible debido al asedio de una mente en nexo con sus pecados nocturnos. Lo que había hecho mediante su lectura, parecía augurar para Shaula un futuro de desgracias, un alma marchita, y un dios decepcionado.

Su tenedor jugaba con la fruta en su plato, mientras sus ojos luchaban por represar las lágrimas del remordimiento.

¿Qué era lo que había hecho? ¿Cómo se atrevió a disfrutarlo?

Cometió actos lascivos, un delito contra su cuerpo santificado por Ara, y no conforme con ello, lo hizo mientras se estimulaba con imágenes todavía más condenatorias.

Había irrespetado el recuerdo de Isamar, luego de lo que había hecho sin su autorización, no podía ni verla a la cara. Sentía que había pecado contra ella.

«Perdóname, Ara», imploró la princesa con un nudo en su garganta.

—Buenos días, princesa.

—Buenos días, lady Briane —saludó Shaula. Aunque no se levantó, inclinó su cabeza a la preparadora en señal de reverencia.

—¿Podría acompañarme, princesa?

—Ah... ¿Ahora? —Shaula miró de una en una las personas presentes, empezando por la preparadora y su compañía, quienes parecían ser vendidas a su servicio.

La princesa estaba desayunando junto a sus damas, le parecía insólito que no le permitieran terminar de comer como mínimo. ¿Qué podía ser tan urgente como para no poder esperar a que acabase con el contenido de su plato?

—Sí, princesa. Acompáñeme inmediatamente.

Esa ya no era una petición, mucho menos amable. Con toda claridad, a la preparadora no le gustó ser cuestionada.

Shaula acompañó a la mujer responsable de su formación hasta el vestidor de su alcoba.

La preparadora ni siquiera tuvo que mediar palabras con las vendidas, como si ya estuvieran instruidas con antelación. Así que simplemente hizo señas con su cabeza, ocasionando que tomaran a la princesa y empezaran a desnudarla.

El estómago de Shaula se retorció, tan atormentada por el miedo y los remordimientos que no se resistió mientras le arrancaban con brusquedad una tela tras otra de aquellas que entretejían sus ropajes.

La última noche solo se había tocado por fuera, sin embargo... ¿Las vendidas podrían comprobar lo que Isamar había hecho con sus dedos dentro de ella?

Mientras sus ojos ardían en bienvenida a las lágrimas, Shaula rogó a Ara. Le juró por su vida y la integridad de su fe, que si le permitía salir ilesa de aquella situación, jamás volvería a profanar su cuerpo con sus manos o las de nadie más. No repetiría lo que sucedió con Isamar. No pensaría en ello. No se atrevería ni a desearlo.

Estaba suplicando eso, con énfasis y toda su concentración, cuando una de las vendidas la hizo subir a una especie de balanza, y la otra comenzó a rodear distintas partes de su cuerpo con una cinta métrica.

Shaula tragó su bilis, abriendo espacio para que avanzaran sus palabras y así preguntar a la preparadora:

—¿Qué se supone que está pasando?

La mujer, como era de esperar, la mandó a callar.

No hubo otra palabra entre ese instante y aquel en que las vendidas entregaron una libreta con las medidas y el peso de la princesa en ella.

La preparadora la ojeó, miró a Shaula de refilón y asintió a las vendidas.

—Hemos confirmado lo que me temía.

Ambas vendidas tomaron a Shaula, cada una por un brazo, sometiéndola mientras la preparadora se plantaba delante y le tomaba los hombros.

—¿Qué sucede, lady Briane? ¿Podría, por favor, explicarme?

—Esto es en nombre de Ara... y el rey.

Entonces clavó con violencia su rodilla en la barriga de la princesa, y cuando esta se dobló de dolor, enganchó un puñetazo justo a la boca de su estómago.

Toda la bilis que antes había tragado, entonces expulsó a chorros junto a los restos de su desayuno.

Siendo empujada y cayendo de rodillas, con sus manos apenas disminuyendo el impacto, Shaula terminó de vomitar todo lo que tenía dentro de sí.

—Ayud...

Otra arcada retorció a la princesa, su estómago como víctima de un latigazo que lo obligaba a expulsar todo. Pero parecía ya vacío, así que el intento, aunque doloroso, fue en vano, y el rechazo de su cuerpo a seguir vomitando hizo que los dedos de Shaula se flexionaran como en un espasmo, resbalando así en los charcos del piso.

Las manos de la preparadora fueron al cabello de la princesa, asiéndola con autoridad. Shaula creyó que aquello era por auxiliarla para que no volviera su rostro al piso, hasta que la escuchó decir:

—¡Escupe todo, no te resistas!

—¡Ha sido todo! —gritó Shaula, tan adolorida y contrariada.

—Mentirosa ingrata...

Los dedos de lady Briane se abrieron paso por la boca de Shaula, clavándose profundo hasta alcanzar su garganta, donde se movieron sin interponer ni un ápice de gentileza, invocando más y más arcadas.

—Vas a vomitarlo todo, princesa. En nombre de Ara y el rey, lo harás inmediatamente.

Shaula no fue consciente del instante en el que empezó a llorar, solo sabía que ya no podía parar de hacerlo. Estaba inundada en llanto mientras los dedos de lady Briane en su garganta empujaban más, orquestando su cuerpo en convulsiones que repelían por completo aquel acto e imploraban a su estómago una oleada más.

Cuando al fin lo consiguió, al Shaula sucumbir a un nuevo arrebato de vómito, a lady Briane no le dio tiempo de sacar sus dedos antes de mancharse. Asqueada e impotente, la preparadora le propinó un golpe en el cráneo a la princesa, con su mano sucia, mientras esta todavía escupía los restos de líquido amarillento sobre las baldosas.

—Levántate —ordenó lady Briane, repugnada de la escena a sus pies.

—Agua... —pidió Shaula limpiando los desperdicios en su boca. Su garganta estaba herida, sus rodillas magulladas y sus dedos exhaustos por las veces que intentaron soportar el peso de su cuerpo, y cedieron.

—Dije: ponte de pie.

Pero Shaula no pensaba, no con esa resequedad y lo adolorido de su estómago.

Todo el recorrido que había trazado el vómito dentro de ella, lo sentía en llamas.

—Por favor, lady Briane, necesito agua...

La preparadora estalló. Estaba harta, no podía un segundo más con la condenada princesa que jamás atendía a sus órdenes. Era una mimada, atiborrada de privilegios desde la cuna. Lo único que se le exigía era obediencia, pero insistía en responder cuando sus superiores hablaban.

¿Cuándo aprendería a cerrar la boca? ¿Cuándo cedería ante la disciplina?

Lady Briane iba a enseñarla.

Tomó nuevamente a la princesa de su cabello, pero esta vez estampó su cara contra la piedra del suelo. Una vez, lo suficientemente fuerte para que despertara, y luego la deslizó por todo el vómito, asegurándose de aplicar tanta presión, que no pudiera levantarse, mucho menos con lo débil que había quedado.

—¿Tienes sed, princesita? Saca la lengua. Saca tu lengua, y chupa todo lo que has dejado aquí. ¿No es suficiente para ti? ¡¿Ah?! ¿Es que siempre necesitas más?

Al final se dejó llevar tanto por el sobresalto de sus palabras, que repitió el proceso de golpear la cara de la princesa contra el piso, lo que hizo que salpicara el vómito.

Y eso a lady Briane le dio asco; y el asco, ira. Tanta como para volver a golpear a Shaula contra el piso.

—¡¿No tenías sed?! ¡Bebe! Saca la lengua, por el amor a Ara... ¡¿No tenías sed?!

Una de las vendidas, que nunca hablaba y menos sin que se lo indicaran, puso una mano sobre el hombro de lady Briane, ganándose un puñetazo por mero reflejo.

La vendida se tocó el pómulo, donde había sido herida, pero no se inmutó en lo que había decidido hacer.

—Creo que ha sido suficiente, lady Briane —dijo la vendida.

La preparadora soltó entonces a la princesa, que sollozaba con la cara en el vómito. Era como si recién abriera los ojos ante su obra. En la frente de la princesa se estaba formando un cardenal, y en su mejilla asomaba sangre de un pequeño corte.

Lady Briane carraspeó, sacudió su falda, y sin más muestra de remordimiento que la perplejidad de sus ojos, se puso de pie.

—Tienes razón. Creo que ya ha vomitado suficiente.

—¿Qué... hice?

—¿Qué balbuceas, niña? —preguntó lady Briane a la princesa, que sollozaba como una patética bebé.

—¿Qué fue lo que hice?

—¿Ni siquiera te has dado cuenta? —cuestionó lady Briane en un tono tan arrogante y despectivo, que lo terminó con un escupitajo al suelo junto al rostro de Shaula—. Ustedes las princesas son tan... inútiles. Ni para darte cuenta de tus carencias sirves.

—¿La ayudamos a levantarse? —preguntó la otra vendida a lady Briane.

—¿Es que no tiene manos? Que lo haga por su cuenta.

Shaula, tomando el comentario como una amenaza y ultimátum, pidió a Ara fuerza para sus huesos, y luchó contra el temblor de sus extremidades para ponerse de pie.

Gentiles pese a todo, las vendidas acudieron a ayudar a Shaula a estabilizarse, conduciéndola a un sillón donde se podía sentar.

De inmediato, cada uno fue a buscar paños con agua para limpiar a la princesa y al suelo, respectivamente.

—Estás gorda, Shaula —sentenció la preparadora mientras una de las vendidas auxiliaba a la princesa con algo de beber.

Shaula escuchó, e ignoró en simultáneo. Sabía que no lo estaba. Había visto personas gordas en ocasiones varias, y lo que su reflejo demostraba no era siquiera cercano a eso.

—Y la gordura es fealdad. No puedo vender a una princesa fea en matrimonio.

—Todavía faltan... —Shaula tosió. Cada palabra que salía de su garganta, cada bocanada de aire que entraba, era como agregar llamas a sus pulmones—. Falta un año antes de que pueda casarme.

—Exactamente. Esos rollos que empiezan a formarse, en un año te darán la apariencia de un jabalí. Tú eres una princesa, y yo soy la responsable de tu formación. Si no eres perfecta, si no te entrego perfecta a tu marido... me harán cosas peores de las que yo te he hecho a ti. ¿Entiendes por qué te he hecho esto, Shaula?

«No. Y jamás voy a perdonarle», fue lo que Shaula pensó.

—Lo comprendo, lady Briane —contestó en cambio la princesa, doblegada ante el miedo a recibir un castigo peor.

—Tenías que vaciar tu estómago de todo desayuno —siguió la preparadora con su justificación—. Y para asegurarnos de que esto no haya sido en vano, no consumirás más alimentos durante el día.

Lady Briane volteó hacia las vendidas, sonriente.

«¿Cómo prevalece esa sonrisa, cuando acaba de hacerme llorar y vomitar hasta la última gota?».

—La cuidarán, ¿no es cierto? —preguntó la preparadora.

Las vendidas se apresuraron a asentir.

—Asegúrense de que nadie le proporcione ningún alimento a la princesa, e infórmenme si lo intentan. Me llevaré a las damas, para que no interrumpan el proceso. Yo misma vendré a suministrarle las porciones necesarias, cuando tenga permitido comer.

Pero Shaula no era una tonta. Podía discernir las verdaderas intenciones de la preparadora, el miedo más allá de su sonrisa de cinismo.

Sabía que se había excedido, dejando marcas que eran visible a primera vista. Quería aislarla, incluso de sus damas, mientras sanaba el cardenal y se disimulaba más el corte. Evitar evidencias que pudieran demostrar que lo que Shaula acababa de vivir no había sido un castigo, sino una vendetta personal.

Shaula tragó, una acción tan simple, y que ardía tanto. Se irguió, pese a sentir sus huesos protestar en cada movimiento. Y elevó su mentón, pues necesitaba algo de firmeza para el contacto con los ojos de lady Briane.

Que la viera. Que recordara a esa Shaula Scorp, a la que podía pisotear, y de la cual se aprovechaba tan abiertamente. Porque no sería una princesita toda la vida. Y si Shaula tenía un motivo para escalar en la escala de la jerarquía, era ese frente a ella: lady Briane.

~♤•♡•♤~

Las semanas habían pasado, y de las marcadas de su último castigo ya solo quedaba la sombra de una herida en el pómulo de la princesa.

Ni por asomo suficiente para justificar la mitad de las condenas que quería impartirle a la maldita preparadora.
Tendría paciencia, como una reina en un tablero, que sabe que debe esperar a ver todos los peones caer, para despejar su camino al jaque.

En las últimas semanas, no había comido más que la cantidad de un desayuno, dado a mitad del día, en plena soledad de aquel cuarto que había pasado a ser su celda.

Estaba débil, sus mejillas hundidas y sus piernas incapaces de llevar su peso sin temblar. Pero al menos los rollos en su barriga que la condenaron a la pasada tortura, habían sido alisados hasta desaparecer.

Shaula sabía que le esperaba un largo trayecto antes de llegar a Deneb, con los caballos más rápidos tal vez tardarían semanas en alcanzar las tierras teñidas del blanco de la nieve, por ello necesitaba energía.

Le pidió a sus damas, ahora que les habían permitido el acceso, que buscaran para ella bebidas hechas de frutos energizantes, con algún componente alquímico que potenciara su efecto.

Fue muy enfática en que debían ser discretas, lady Briane seguía monitoreando lo que se llevaba a la boca. Claro que no les explicó el motivo, no hizo más inventar una excusa sobre lo exhausta que la tenía su ciclo menstrual.

Se bebió todo rápidamente y entregó el cáliz a Jabbah para que se lo llevara de inmediato, oculto en la falda de su vestido. Mientras, Isamar maquillaba el pómulo lastimado con productos para emparejar el tono de su piel.

Mientras sus manos presionaban delicadamente la esponja en el rostro de la princesa, y sus ojos apagados de todo brillo parecían estudiar los de Shaula, Isamar dijo:

—¿Contra qué?

—¿Disculpa?

—¿Contra qué se ha golpeado?

Shaula carraspeó para hacer tiempo a que la excusa llegara a sus labios.

—Soy muy descuidada, he dejado la ventana abierta y me golpeé al levantarme de la cama.

—Descuidada. ¿Usted?

—Ujum.

Isamar dejó lo que hacía y se irguió, mirando a su princesa con abierta desconfianza, diseccionando cada uno de sus gestos, como buscando en ellos la verdad.

—Dijo que se había caído.

—¿Cómo dices?

—Temprano, le dijo a mi hermana que se había caído.

—Tu hermana miente.

—Yo la escuché, princesa.

—Valoro tu preocupación, para basta ya.

Shaula llevó su mano a la de su doncella, y la alejó tan rápido como la hubo rozado, pues aquel contacto formó un nudo en su maltrecha garganta.

—Estoy bien, Isa —murmuró.

—Isa —repitió Isamar.

La veía... extraño. Como anonadada.

Shaula simplemente sonrió, para contribuir a las apariencias de que estaba en perfecto estaba.

Pero fue esa sonrisa lo que delató el dolor de su alma; porque no brillaba como solía hacerlo la princesa escorpión, era una oda de amor a la tristeza.

Isamar no insistió en el tema. Siguió maquillando a la princesa y, aprovechando la cercanía de su rostro, depositó un beso fugaz en la zona herida del rostro.

Shaula miró a su doncella, temiendo que escuchara cómo de irreverente había vuelto a su corazón con solo un beso en la mejilla.

¿Había algo para decir? ¿Tenía algo que reclamarle a un beso conciliador en la mejilla, dado por una amiga que no quería verla triste?

—Darangelus sha'ha me —pronunció Isamar aquella última frase en bahamita que Shaula les hubo enseñado—. Mire lo que me ha hecho hacer, alteza.

Shaula miró a los labios de su Isa... Porque era suya, ¿no? Su doncella.

Se sentía bien pensarlo así, tan bien como se habían sentido esos labios contra su rostro, tan bien como verla alterarse al pensar que algo malo le había ocurrido, tan bien como el fuego que ardió con solo un roce de sus manos.

Y vio a su boca. En Baham, la habrían condenado por eso. Pero no en Ara, ahí, solo eran unos labios, sin importar lo gruesos... jugosos... y llamativos que fueran.

Shaula relamió su propio labial sin darse cuenta, mientras escudriñaba en los ojos de la doncella.

Descubrió que ese verde era el tono de un frasco de veneno; piadoso por fuera, pero que al someterte a su contenido acaba por carcomer de adentro hacia afuera, reclamando más que solo atención, exigiendo pleitesía.

—¿Necesita algo más, alteza?

Esa voz no era la de Isamar. De hecho, ambas se sobresaltaron nada más oírla.

Había sido Jabbah, la prima, dama y pupila de Shaula, que recién había vuelto a la habitación luego de terminar su recado.

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Nota de autor:

Un capítulo durísimo, lo admito. Shaula tiene tantas heridas, y siente tan fuertemente cada vez que otra se abre, que a veces su dolor me invade, y siento que no se levantará. Pero lo hace. No sé de dónde saca la fuerza, ella está hecha de un material mucho más fuerte que cualquiera. Demuestra, incluso a mí, que la sangre del escorpión en ella, y su herencia de las serpientes, no es en vano.

Siempre dicen que soy mala con mis personajes, pero sé los límites del arco de cada uno, sé dejarlos cuando dicen «basta». Shaula nunca lo hace. Acepta todo, porque sabe que es parte de su proceso, y porque está determinada a vivirlo.

Ahora, sobre lady Briane... Opiniones aquí.

Y sobre Isamar y el final del capítulo, opiniones por acá.

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