28: Tres escorpiones
(Nota de autora:
La pongo al comienzo para evitar que se la salten sin querer. He visto gente confundida con la aparición de Orión en el capítulo anterior y se preguntan qué pasó con él, pues hubo un gran salto en su historia. Les aclaro que Orión es un personaje importante para este universo y el espacio temporal se alineaba para contar esta parte de su historia, pero sepan que he tomado en consideración sus comentarios y me di cuenta de que a la mayoría no le gustaba tener esos capítulos en esta historia. Ya no habrá más capítulos de él aunque todavía tenía cosas que quería contar. Voy a simplificar Monarca y a centrarla solo en los eventos de la vida de Shaula relevantes para la trama principal. Es posible que tampoco suba más capítulos de Sargas dados estos cambios.
Perdonen el arroz con mango, no es que a la historia le faltara planificación, es que cada rama que ahora estoy cortando cobraba relevancia a futuro. Eventualmente, editaré la historia y quitaré esos capítulos. Capaz los deje como extras en otro lado.
Con estos cambios, Monarca pasa a ser una bilogía. Tenía planeados tres libros antes, pero con la historia centrada de esta forma la puedo terminar en dos libros. Así que, estamos en el último libro, amores. Disfruten el capítulo ♡)
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—Hoy es tu gran día, princesa escorpión —elevó a voz de júbilo el alto sacerdote de Ara—. Hoy todo el reino celebra que eres legalmente accesible, económicamente inalcanzable.
»¡Por Shaula Scorp!
—¡Por Shaula Scorp!
La princesa escorpión aguardaba tras las cortinas del palco en su honor. Un detalle grato, pues ocultaba su rostro de la multitud ávida en su espera, tan ansiosos por escudriñarla.
Su hermano Antares, y chambelán durante toda la noche, le ofreció su brazo.
Ella pensó que la pulcritud le haría reverencias al escorpión dorado. Su cabello de plata, tan largo como el suyo, estaba adornado por prendedores de Scorpius en cada sien; su traje era tan blanco como una luna nueva, lleno de apliques que hacían juego con el oro de sus ojos.
Por su sonrisa envenenada, Shaula sabía que él era el único que hallaba emoción por el circo de afuera. Era un hombre que había nacido para la atención, que sobrevivía a costa de alimentar su egocentrismo.
Faltaba muy poco para la entrada de los hermanos Scorp, cuando unas manos se posaron sobre sus hombros.
Al voltear, ambos reconocieron al rey de Áragog.
Lesath se mostraba firme, accesible solo en distancia física. Severo, sin exhumar molestia. Un gobernante en toda regla.
—Vayan quitando esas caras de ano —exhortó con voz de mando.
—La quitaré apenas cruce esa cortina, padre —prometió Shaula con su angelical obediencia.
—Y yo me temo que no tengo nada qué mejorar. Padre —contestó Antares.
Shaula reprimió su risa, correspondiendo lo que ella suponía que era un chiste.
Pero su hermano ni siquiera sonrió de vuelta.
—Quiero que esta noche lo den absolutamente todo por esta familia —demandó Lesath—. Estamos atravesando momentos delicados en los que necesitamos la colaboración de todos los hombres de la más alta cuna.
—¿Momentos delicados, padre?
—Terribles represalias se han prometido para nuestra casa. Espero que ustedes, par de demonios, se comporten como los más destacados príncipes de la historia el día de hoy.
—¿Por qué se han prometido tales represalias, y en qué puede contribuir nuestro comportamiento?
—Siempre es una gran contribución que un lord poderoso crea que eres accesible, ya sea para él negociar o para colgarse de tu influencia —expuso Antares—. Y en tu caso, Shaula, hoy tienes un poder superior al nuestro.
—Tu hermano tiene razón —aprobó Lesath, su voz profunda y sin mimos de por medio—. Hoy te conviertes en el objetivo de todo Áragog, Shaula Scorp. Por tu mano se cometerán toda clase de locuras, y debemos aprender a jugar con esa carta, y a prolongar su poder todo lo que nos sea posible.
—¿Quieres decir que no tengo que casarme de inmediato? —preguntó ella sin disimular su ilusión.
Lesath miró en direcciones opuestas antes de acercarse más a sus hijos, aferrando con más fuerza sus hombros.
—Nadie, escúchame bien, Shaula: nadie jamás debe pensar eso. Debes comportarte como si quisieras casarte mañana mismo, y tratar a cada uno de tus pretendientes como si tuvieran tantas posibilidades en tu corazón que no se te ocurriría considerar a nadie más. No debes ofender a nadie, ni mostrarte abiertamente interesada, pues nadie debe pensar de ti que eres una promiscua. Confío en que sepas jugar esta mano a la altura.
—Sí, padre —aceptó Shaula con una reverencia. En su interior, no podía estar más emocionada. Le habían dado cartas para jugar, y la libertad para hacerlo a su antojo por tiempo indefinido.
—Yo la ayudaré —se ofreció Antares.
—Confío en que serás un buen hermano.
—El mejor —contestó él con una sonrisa maligna en disonancia con sus palabras—. Pero, ¿a qué viene tanta preocupación, padre? ¿Quién se ha atrevido a amenazarte?
—Se trata de los Sagitar. Los altos lores de Hydra juraron no pasar por alto esta nueva afrenta de nuestra parte.
—¿Nueva afrenta? —corroboró Shaula.
Según recordaba, los altos lores de Hydra guardaban un gran resentimiento a su familia por escoger como futura reina a la —misteriosamente desaparecida— princesa Lyra Cygnus, incumpliendo así el acuerdo de casar a una Sagitar con el heredero de la Corona.
Sin embargo, no entendía el nuevo descontento de la familia. A menos que...
—Mi compromiso con la joven Indyana Sagitar —confirmó Lesath Scorp—, lo he extendido tanto como se pudo para mantenerlos contentos, pero el momento de cancelarlo llegó, y no les vino para nada en gracia la noticia.
—¿No...? —Shaula frunció su entrecejo—. ¿Nunca tuviste intenciones de casarte con la joven Sagitar?
—Ella podría ser tu hermana, Shaula. Por supuesto que no.
—Pero...
Shaula mordió su boca, recordando cómo habían explotado el uno contra el otro a raíz de que ella se enterara de ese compromiso. El día que él le clavó en el pecho, cual espada sin filo, la verdad sobre el compromiso de Isamar y Volant.
—El compromiso era necesario para callar al consejo, y para demostrarle a la Iglesia que todavía estoy dispuesto a ceder en ese aspecto. Pero, aunque eventualmente vuelva a casarme, no será con esa niña. Será alguien a la altura de tu madre, o no será.
Aunque Shaula seguía resentida con su madre, algo en las palabras de su padre fueron como un baño de sol sobre su jardín congelado.
«Será alguien a su altura, o no será».
Ella se apropiaría de esas palabras.
—Cuenta conmigo para lo que haga falta, padre —dijo. Estaba extasiada de ser tomada en cuenta para proteger a su familia, aunque fuera desde su posición tan desventajada, frustrante y de la que tanto renegaba a diario.
—Ahora, salgan ahí y lleven el apellido Scorp a donde debe estar.
Una parte muy en el fondo de ella, sintió una espina de remordimiento que fácilmente se arrancó.
Todavía existía un tercer hermano, pero ese vivía pudriéndose en las sombras.
Shaula, de la mano de Antares Scorp, se creía inmunizada para cualquier espectáculo que pudieran ver sus ojos. Ni siquiera se había detenido a prever lo que sería la decoración de su baile, tomándolo como una insignificancia.
Hasta que, al descender por la escalera curva, notó que uno de los pasamanos era robusto y ondulado, atípico y cubierto de escamas de mármol. Lo que alguna vez fue estándar, desapercibido, entonces se mostraba como la representación de una gran serpiente; y al pie de los escalones, el cráneo de la criatura se exhibía con las fauces abiertas y los dientes intimidando con sus pulgadas.
Pasó su mano mientras descendía, maravillada con el nivel de detalle. Y al llegar al último escalón, vio que en el suelo iba grabada, con mosaicos de oro, la figura de otra serpiente igual de robusta, de alas inmensas y filosas.
Llegada al centro del salón, mientras ella y su hermano daban el baile de apertura, de los palcos más altos arrojaron pétalos blancos, y otros de color amarillo.
No podía ser una coincidencia.
—Hermano...
—Antares, me llamo.
Shaula le sonrió.
—Antares. ¿Sabes quién se encargó de esta decoración?
—Un montón de gente, supongo. Pero si te refieres a quién la ha escogido, pues es un honor delegado al principal patrocinador.
—Quieres decir... ¿lord Volant?
Él asintió una vez.
Ella no podía concebir que nada de eso fuera elección de Volant. Sabía que no era así. Los brazaletes en sus manos, todos los pétalos y la poesía del mundo, gritaban que no era así. Había sido elección de Isamar. Pero, ¿cómo había logrado tal libertad para influir sobre la decoración?
Todavía tenía en su cabeza la imagen de Isamar luego de la cacería, cuando toda sucia y despeinada atendió sus inexistentes heridas físicas delante de todos.
Había temblado por el deseo de besarla entonces, como llevaba temblando toda la vida.
Mientras bailaba con Antares, notó que este sonreía a algunas damas con coquetería. Todas suspiraban por él, incluso aquellas que le doblaban la edad. Parecían formarse en fila para esperar un baile a su lado.
Shaula llevaba poco estudiando al escorpión, pero notaba que tenía una manera de actuar muy establecida para todo; cómo se aproxima a las damas, cómo muestra sus dientes como un tiburón cuando su sonrisa es más que cortés.
Antares descubrió la extraña forma en que lo miraba, así que la confrontó durante el baile:
—¿Algún pensamiento que desees compartir?
—Algunas dudas, más bien.
—Te escucho.
Shaula iba a responder justo cuando un hombre hizo ademán de acercarse, por lo que Antares la alejó dando giros improvisados por el salón.
Shaula acabó mareada y riendo por la maniobra.
—Eso fue muy descortés de tu parte.
—Y muy optimista de parte de él.
—¿Crees que no está a mi altura, o a la altura de los negocios de nuestro padre?
—Shaula, cada hombre en este baile quiere llevarte consigo esta noche —le murmuró en confidencia—. A cada uno de ellos mataría si lo intentara.
—Te tomas en serio el papel de hermano protector. ¿No crees que nuestro padre te mataría si sabotearas una buena oferta?
—Ni el veneno puede morir, ni mi padre derramaría la sangre de un escorpión.
—Eso pongo en duda. ¿Y si escogiera para ti una esposa que rechaces? Ahí me parece que no tendrá en cuenta tu sangre.
—No escogerá por mí —discutió él.
Una punzada de disgusto ardió en Shaula.
—¿Por qué? ¿Ya tienes a alguien en mente?
—Tantas, que equivalen a ninguna. —Sin dejar que ella opinara, asintió en su dirección—. ¿Qué tienes?
Ella decidió decirlo. Al fin y al cabo, él ya sabía el secreto más delicado.
—Envidio tu poder para escoger.
Antares la miró con los ojos entornados. Tenía su propia interpretación sobre esas palabras.
—Eres una Scorp, Shaula —le murmuró, empujándola para que diera un traspié en el siguiente giro—. No pides, impones.
Ella se recompuso.
—No soy el mismo tipo de escorpión que tú.
Él la miró a los ojos, y Shaula sintió que la entendía, y que podía ser vulnerable con él.
—Tienes el veneno para permitirte ser incorrecta, Shaula Scorp.
—Pero si dijiste que...
—¿Me permite, mi príncipe?
Esa pregunta...
Ambos detuvieron su baile, aunque no había terminado toda la pieza.
El escalofrío que recorrió a Shaula con esa voz escaló de tal forma que, al llegar a su garganta, provocó el reflejo del vómito.
Lord Volant estaba con su mano sobre el hermano de Shaula.
Antares, con solo el uso de dos de sus uñas, apartó la mano del hombre. Sacudió su hombro sin dejar de sonreír, como si un zancudo lo hubiera rozado.
—Usted perdió la cacería, lord Volant. ¿Lo olvida?
—Creí que era más que obvio que usted no participaba, príncipe Antares.
—¿Por qué me descalificaría, Volant? ¿Un principito de diecisiete años es demasiado para una parranda de soldados veteranos?
—Porque es usted hermano de la princesa, obviamente.
—Por tal motivo soy el más interesado en cuidar que no se acerque ningún indigno a ella.
—¿Me ha llamado indigno?
Antares se dio la vuelta para encararlo.
—No, usted se dio por aludido. Lo que sí hice fue llamarlo perdedor, y a las pruebas me remito: apostamos, y yo gané. No haga un escándalo de esto.
Lord Volant le dio la espalda a Antares y fue directamente a mirar a la princesa.
—Princesa Shaula, creo que debe interceder en este asunto. A usted más que nadie le conviene concederme este baile.
Antares ya no tenía sonrisa alguna en su rostro.
—¿Está amenazando a mi hermana?
—Que ella lo tome como quiera, pero no querrá dejar pasar esta oportunidad.
—Hermano. —Ella puso la mano sobre el hombro del príncipe—. Deja este conflicto en mis manos, que innecesario es. No hay por qué ser hostil con un servidor de Ara.
—Ya escuchó —dijo Volant—. Ahora largo de la pista, aguijón sin filo.
—Se confunde usted, lord Volant —intervino ella con la dulzura de quien se dirige a una persona de lento entendimiento—. Voy a concenderle una plática y un paseo por el salón, pero no un baile, así que no tenemos nada que hacer en esta pista. Espero no se ofenda, mi lord, usted entenderá que no quiero dar al resto la impresión de ser injusta. Una apuesta se hizo en mi nombre, y yo debo respetar sus resultados.
Antares hizo una reverencia hacia su hermana, decidiendo que estaba en buenas manos: las suyas propias.
Él se alejó, y Shaula empezó a caminar para que Volant la siguiera.
—No me ha gustado nada la manera en que me humilló delante de su hermano, princesa.
—¿Quiere decir que sí disfrutó de las veces en que le he humillado antes?
Shaula contuvo el impulso de sonreír en tanto sintió que lord Volant se detenía detrás de ella. Debía estar luchando consigo mismo para no provocar un escándalo por su ego herido.
Hizo como si ni siquiera lo hubiera notado, avanzando sin esperarle hacia el rincón donde se reunían para el cortejo algunos invitados. Le atrajo en especial que en la chimenea, tallada en piedra negra, había otra serpiente, esta vez con las grandes alas sobresaliendo del diseño.
«La mujer que tiene tu corazón es estravagante y terrible para disimular», se quejó su cosmo a modo de cizaña. No le agradaba Isamar, no le agradaba nadie en absoluto que despertara en Shaula sentimientos humanos.
—¿Dónde está su esposa, lord Volant? —preguntó Shaula al sentir la presencia del hombre a su espalda.
—Señoritas, caballeros, les pido me den unos minutos de privacidad con la princesa —pidió Volant a las parejas de alrededor.
Estas obedecieron en contra de sus propios deseos de cotillear.
—Princesa Shaula, no soy un hombre que se vaya por las ramas de ningún asunto. No me apodaron el carnicero por perdonar las cabezas de mis enemigos, si entiende a lo que me refiero.
—No le entiendo, soy lenta para la lengua que comparten los imbéciles.
Lord Volant rio, consternando a la princesa con su inmunidad. Algo debía tenerlo así de tranquilo pese a los insultos.
—¿Sabes por qué estoy aquí?
—¿Además de porque es incapaz de superarme?
Lord Volant dio un paso al frente, decidido y amenazante.
—Haré que esa boquita con la que hoy me insultas mañana lama las suelas de mis zapatos, maldita arpía.
—Espero su paciencia dure al menos mil años.
El hombre, transpirando de ira, avanzó.
—Te casarás con mi hermano —ordenó con sus dientes apretados entre sí con tanta fuerza que hacía temblar su cuello.
—¿Quiere que se lo proponga esta misma noche, o le concedo la iniciativa?
—Te casarás, maldita zorra, si no quieres que tu novia siga sufriendo.
Entonces no quedó ápice de sarcasmo disponible en la princesa.
La vista de la princesa se desvió hacia el ojo de sir Volant. Recordaba perfectamente que, durante el juicio este usaba un parche. Ya no lo llevaba, pero el párpado tenía una cicatriz, y no lograba abrirse por completo al nivel del otro. Algo lo había lastimado de por vida.
—¿Un regalo de mi novia? —inquirió ella, llevando los dedos a la cicatriz.
—Si me tocas te arranco la mano.
—Quiero ver que lo intente.
Así, a sabiendas de que el hombre no intentaría nada en pleno baile, ella le acarició el ojo. A ojos del resto, parecía que Shaula encomendaba la sanidad del hombre ante Ara.
—Adoro tu mirada de que deseas mi muerte —dijo él.
—Yo no lo quiero muerto.
Ella paró de tocarlo, y con su expresión dejaba claro el destino que sí le deseaba al hombre.
—¿No te asusta competir conmigo a estas alturas? —indagó él.
—Me sorprende que quiera persuadirme para claudicar. Hombres como usted jamás considerarán que exista una mujer a la altura de su intelecto.
—Porque no la hay, sino, ¿por qué yo gané?
—Si ganó, ¿por qué parece que sigue batallando?
—Porque siempre puedo ganar más.
—Puede, mi lord. Puede ganar cuanto quiera contra quiénes quiera, pero el hecho de que siga aquí, con movidas desesperadas que pretende disfrazar de astucia, es un claro indicio de que morirá con la frustración de que a mí jamás podrá tenerme.
—No quiero tenerte, quiero hacerte pedazos. Y como estoy bastante ocupado haciendo eso con Isamar, tendré que delegar esa tarea a mi hermano.
Ella le sonrió, una sacerdotisa en toda su apariencia. Nadie adivinaría la tormenta de fuego que la incineraba desde dentro.
—Vaya preparando el divorcio.
—Primero tendrás que matarme. —Lord Volant terminó de dar el paso que los separaba—. Escucha esto, princesa, porque lo diré y luego me iré para que disfrutes tu festejo de mierda. Siempre supe que había algo mal en ti desde el instante en que me rechazaste, que seas una desviada inmoral es hasta lógico. Sin importar lo que te hicieron en ese internado, sé que no estás curada, sé que sigues teniendo perversas fantasías con mi esposa. Así que debes saber que, incluso si el mundo conspirara a tu favor y la devolviera a tu lado, ella ya nunca será tuya. Porque está usada, y mucho. Cada día que mi lívido sube... —Él deslizó su dedo desde la clavícula de Shaula a la cara interna de su cuello—. Yo la encierro para mí, princesa, y la uso hasta que no sale una gota más de mi delicioso néctar. Y esos días, la obligo a que grite tu nombre pidiendo auxilio. Mientras más llora... Uff, princesa mía, sus lágrimas me erectan como mástil. Y quiero que sepas que no desperdicio ni una sola gota de mí, todo cae dentro de ella. Y si una gota se derrama...
Volant se aferró al mentón de la princesa, tomándola por debajo del cubrebocas. Ahí, se manchó con las lágrimas hirvientes que descendían. Tenía entre sus manos a la personificación de la impotencia.
—No seguiré, porque espero algún día darte una demostración física. Pero debes saber que mujer con la que fantaseas está destruida por mí, de adentro hasta mucho más adentro. Y es muy ingenua, tierna en ocasiones. Cree que no noto las plantas que consume para evitar el infalible efecto de mi néctar en su matriz. Pero, ¿sabes una cosa? Algún día podría «enterarme». Algún día podría decidir que quiero que me dé ese hijo que tanto me merezco. Y qué tan pronto llegue ese día dependerá de qué tanto tardes en comprometerte con mi hermano.
Cuando soltó a la princesa, ni siquiera se quedó a mirar su reacción. Sencillamente le dio la espalda y se fue.
«No quiero lo que estás sintiendo», se quejó su cosmo temblando dentro de ella, horrorizado por sus emociones.
—Tendrás que soportarlo —dijo ella limpiando su cara.
«Si no te hubieras enamorado, no tendrías que sufrir así. Esto es horrible. Haz que pare».
—No. Quiero sentirlo.
«Creí que eres racional».
—No cuando se trata de ella.
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