20: Semana tres
Todo verdugo peligra cuando inyecta veneno en las venas equivocadas, y el objetivo sobrevive.
En tres semanas, Shaula ya no era Shaula.
Nacida como escorpión, criada entre serpientes, y destruida por veneno.
Aquellas criaturas que una vez había sentido como familia, la rodeaban en una bañera de agua efervescente. Se enroscaban en sus extremidades, escogiendo la parte blanda de su cuerpo donde preferían clavar sus colmillos, y vaciaban toda la ponzoña en sus venas.
Las primeras dos veces, Shaula quiso resistir los gritos. Los apresó en su garganta con la fuerza de su voluntad, para acabar vomitándolos de todos modos. La manera en que los colmillos se abrían paso por su piel era tal como recibir un par de puñaladas simultaneas, sorpresivas, pero resistibles si se respiraba con el suficiente control; sin embargo, lo que el veneno le hacía al recorrerla por dentro....
Mantenerse cuerdo durante el proceso era solo posible con más dolor: lo sencillo era rendirse.
La sustancia la dañaba desde dentro, y por mucho que se resistiera, al final acababa llorando por alucinaciones que ni siquiera podía recordar cuando todo acababa.
Así que, en la tercera sesión, dejó de intentar resistir los gritos y se entregó a padecer.
—Falta poco, princesa —le decía una de las preparadoras acariciando su cabello raso. Con el tiempo, algunas de ellas empezaron a formar conexiones empáticas al llanto de la princesa. Pero ya era demasiado tarde, ninguna podía intervenir, solo dejarla vivir su proceso.
La desnudez de Shaula ya no era un tabú, no en aquel confinamiento.
Los únicos capacitados para ayudarla a salir de la bañera de serpientes eran hombres, guardias ataviados hasta el cuello en sus armaduras, temerosos de una sola de las mordidas con las que castigaban semanalmente a la princesa.
La ayudaron a ponerse de pie mientras un curandero le tendía los frascos con los distintos antídotos para cada especie de mordida. Detendría la muerte, pero no la ayudaría con los efectos secundarios.
Algunas preparadoras secaban la humedad de su cuerpo con toallas estériles, mientras otras atendían las mordidas con antibióticos e inyecciones para la coagulación, lo que impedía el desangramiento por las heridas más graves.
Como Shaula lo veía, le estaban negando la ansiada muerte.
Miró atrás, sus ojos vacíos de emoción, con sus lágrimas siempre presentes. Quería observar a los guardias mientras estos desenvainaban sus espadas y decapitaban a las serpientes para que no pudieran dañar a nadie más.
Solo a Shaula.
Ella era la única afortunada.
Al final, la bañera pasaba a verse como un menjunje de sangre, tripas, veneno y las incansables lágrimas de Shaula Scorp.
Nuevas preparadoras, con sus miradas insondables, empezaron a pinchar la piel de Shaula en diferentes puntos. Una de ellas, tomaba notas en un mapa del cuerpo de Shaula, una especie de esquema en donde se señalaban los puntos nerviosos todavía funcionales.
En tres semanas había perdido lo que se sentía como la mitad de la sensibilidad, pero según el mapa no era así; apenas un tercio de su piel era inmune al tacto y al dolor, por lo que las sesiones con veneno durarían un buen tiempo más.
Shaula quería fingir que ya no sentía nada para que así dieran por finalizada la terapia con veneno, pero por mucho que se esforzaba en ello, las terminaciones nerviosas —aquellas que todavía resistían— siempre provocaban alguna reacción una vez la aguja las pinchaba.
Lady Briane acudió esa tarde a supervisar el progreso.
—¿Qué le decimos hoy a nuestra monarca? —preguntó la mujer. Su tono de voz hacía evidente que disfrutaba de algún chiste muy privado.
—Esto lo hacemos por tu bien —respondieron en un coro gélido las demás preparadoras.
—En nombre de Ara y el rey —finalizó lady Briane—. Purificarás tu carne y tu alma, princesa, aunque tenga que morir yo en el proceso.
—Así sea —saltó a responder Shaula con una pasión que parecía muerta junto a su cuerpo cadavérico.
Lady Briane la miró sin disfrazar todo su odio, apenas por un segundo, para luego dominarse con una sonrisa teatral.
—Hoy tienes visita.
Visita... El corazón de Shaula se saltó un latido. Todavía podía emocionarse, aunque fuera por cosas tan nimias.
Tal vez, Ara la estaba haciendo vivir ese proceso precisamente por eso, para que, una vez despojada de la venda del privilegio, pudiera hallar belleza en lo insignificante.
—Sin embargo... —Lady Briane desnudó una hojilla con sus manos como si fuera una especie de obsequio—. No queremos contaminar a nadie con tu inmundicia, ¿o sí? Así que yo me encargaré de alistarte.
—¿Para qué la hojilla, lady Briane? —indagó una de las preparadoras—. El cabello de la princesa es totalmente nuevo, renacido, no reconoce pecado alguno.
—Tal vez el que tiene en la cabeza, pero estuve meditando y Ara me ha revelado un detalle que se nos pasó por alto... Jamás depuramos sus cejas, ¿o sí?
Shaula asintió, dedicando una sonrisa moribunda a cada una de las mujeres alrededor. Desnuda, adolorida, y con el estómago totalmente vacío luego de vomitar hasta su propia sangre, avanzó un débil paso, y luego otro, hasta quedar frente a frente con su preparadora personal. Le entregó su rostro sin oponerse, y cerró sus ojos para relajar su expresión. Si a esas alturas, lady Briane o quien sea creían que podían lastimarla quitándole algo de vello, entonces Shaula disfrutaría de verlos equivocarse.
—Adelante, su santidad —le dijo, aceptando el nuevo golpe de lady Briane con la otra mejilla preparada.
Jalas'tar Nashira miró a su nieta sin que su rostro pudiera desvelar ni uno solo de sus pensamientos.
Shaula había sufrido una metamorfosis insólita para tres semanas donde sus ojos brillosos ondeaban como una bandera de auxilio. Solo huesos la sostenían, con una fina capa de piel marchita. Un girasol disecado.
Pero Jalas'tar supo esconder sus pensamientos al respecto, si es que tenía alguno.
—Te traje esto —le dijo a su nieta, entregándole una bolsa de tela con una cinta dorada—. Ropa fina y limpia, periódicos para que puedas ponerte al día de lo ocurrido estas semanas, y dulces, por si se te antoja alguno.
Shaula tomó la bolsa sin detenerse a abrirla. Los codos sobre la mesa, se inclinó hacia su abuelo.
—Dime que ya estás trabajando para sacarme de aquí —susurró, mirando con paranoia hacia los lados—. Estoy lista para escucharte. Explica el plan, dime lo que tengo que hacer.
—Shaula, querida. No te adelantes ni te desesperes.
—No lo haré, pero... Dime algo. Necesito un adelanto para resistir a esto.
Jalas'tar suspiró, como si descargará un gran peso sobre sus hombros antes de arremeter contra el resto de la conversación.
—Hay un asunto que nos urge, Shaula. Debemos hablarlo.
Ella frunció su ceño, preguntándose qué asunto podría urgir más que su escape de aquella prisión.
—Estoy aquí porque necesito que escribas y firmes una carta para tu padre.
El corazón de Shaula retumbó en un atisbo de resurrección, agradeciendo a Ara por la oportunidad presente. La esperanza resurgía.
—No estoy segura de que mi padre deba inmiscuirse en este enredo, pero si crees que pedir su ayuda es lo mejor, con gusto escribo las cartas que sean necesarias.
—Shaula, no vamos a pedir ayuda a tu padre, harás exactamente lo contrario.
Eso no tenía coherencia. El veneno comenzaba a atrofiar la capacidad retentiva de la mente de la princesa, o eso empezó a creer ella, porque se sentía aletargada, incapaz de hacer un análisis sencillo.
—No entiendo qué es lo contrario a pedir ayuda, ni por qué escogería esa opción.
—Lesath está en una situación muy tensa como rey. Una disputa con la Iglesia para que le sea revelado tu paradero. Quiere venir a verte, y en tanto lo logre, y vea en el estado en que te encuentras, podría desatarse una guerra que no solo no queremos, sino que no necesitamos.
Ella intentó tragar la saliva que se había acumulado en su garganta, ahogándola. Se sentía de vuelta en la bañera con veneno.
—Debes escribirle a tu padre, decirle que te encuentras tomando unas clases teológicas muy enriquecedoras, también hablarle de las amigas que has hecho aquí, y como sientes que eres una nueva criatura en tan poco tiempo. Debes convencerlo de que no solo te encuentras bien, sino que no deseas verlo para no estropear tu proceso. Y, sobre todo, debes decir que deseas quedarte hasta quedar absuelta ante Ara de todo atisbo de pecado.
—No —jadeó desesperada en tanto entendió lo que oía—. Abuelo, las cosas no son aquí. En este lugar...
—No me lo digas —le cortó Jalas'tar alzando la mano hacia ella—. Si lo sé, nunca podrás perdonarme que no te ayude. Haznos el favor de no decirlo.
—Pero estás viéndolo con tus propios ojos...
No solo los ojos de Shaula se inundaron de todos los sentimientos que llevaba reprimidos, sino que sus palabras salieron embriagadas del luto mas fúnebre.
Estaba experimentando la muerte de su única esperanza y aliado.
—Debes centrarte, Shaula. Mente clara y firme hasta el final. Te sonará despiadado, pero es el único sonido posible para palabras de guerra. Para nuestros fines, necesitas sobrevivir a esto sin ocasionar una guerra. Eres una reina en potencia, Shaula. No puedes seguir esperando el trato de una princesa. Que tu corazón suelte la opción e pedir auxilio.
Ella negó, fríamente, mientras un incendio derretía su alma y la derramaba por sus ojos.
—No quiero más artimañas y planes que pasan por encima de mí. Quiero salir de aquí, y quiero un abrazo. Ya no puedo más. Simplemente, renuncio. Ayúdame, no me obligues a atravesar estos meses...
—Esto no lo decidí yo, Shaula. Fuiste tú, que arruinaste todo, al enamórate de una mujer. Ahora arréglalo. —Jalas'tar deslizó por la mesa la tinta, la pluma y el papel con el que Shaula sellaría su destino—. Toma la pluma, pequeña. Yo te diré lo que haz de escribir.
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Nota: Se viene posible maratón, así que espero que estén con ganas de más y preparados para comentar ♡,
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