16: Familia Merak

El aire ardía en la casa Merak. Era como si todo el rocío de la atmósfera se hubiera vuelto en cenizas.

Sofocantes eran hasta los pensamientos menos forzosos, aunque ese efecto parecía afectar a una sola persona.

Lady Isamar no podía ni sostener su copa. Las manos le temblaban sin motivo alguno, como su nuca picaba por un sudor que no tenía explicación.

Algo pesaba en el aire, como la sensación de estar cenando instantes previos al mismísimo fin del mundo.

Sentía que todos en la mesa podían notar la inestabilidad de su mano, así que desistió, dejando la copa con una sonrisa. Sus palmas, disimuladas bajo la mesa, se deslizaron sobre su falda para secarse.

El hombre con quien se había casado estaba especialmente silencioso. No era alguien de malgastar muchas palabras, sin embargo, cuando a sus largos silencios los acompañaban sonrisas tan incendiarias...

Isamar miró a los ventanales, en vano. Las vidrieras estaban teñidas de color y a duras penas dejaban colar algo de luz a la estancia.

No había escapatoria.

Era su primera cena familiar en el ciclo. Había estado demasiado ajetreada con su capacitación. En los últimos meses, había servido como voluntaria en hospitales benéficos de la Iglesia de Hydra para ganar experiencia.

Y su marido, como de costumbre, tenía demasiadas cosas que hacer como la mano de los Sagitar. Gracias a Ara.

Recibirlos nuevamente era una hazaña que los Merak querían celebrar. No todas las familias contaban con la visita de hombres tan importantes, por lo que además invitaron a la cena a lord Andry, alto lord de Antlia.

Habían vestido la mesa con tantos aperitivos como para saciarse y vomitar, y cada cubierto había sido lustrado por las vendidas hasta que fuese posible usarlos de espejo.

Lord Tauro y lady Lysandr Merak estaban sumergidos en una conversación que les cautivaba sin dudas, donde participaban el alto lord y también lord Oiris —el colega de lord Volant que había acabado casándose con la menor de las Merak, además de asumir la paternidad de su bebé—. Solo el resto de mujeres parecían no tener ni idea de lo que hablaban.

La vendida de lord Oiris también estaba a la mesa. Solo le permitían participar de la cena, aunque en silencio, porque llevaba en brazos a la bebé.

La menor de las hermanas, Megrez, reposaba cómodamente el rostro en el hombro de Altair, mientras esta le acariciaba el cabello. Pero Altair no miraba a Megrez, sino más allá, al otro lado de la mesa.

Sus ojos entornados ni siquiera parpadeaban estudiando a Isamar con la preocupación apenas matificada. Parecía leer a la perfección cada señal oculta en la postura de su hermana.

Luego de la boda, Altair había pasado una eternidad convenciéndose a ella, y a todas las hermanas, de que eran felices y afortunadas, y de que a partir de entonces serían prósperas. En el fondo, había esperado que con la distancia de Shaula, Isamar acabaría abrazando sus privilegios, su hogar, su marido y los salvoconductos que este simbolizaba. Y se quedó ahí, una mirada a la vez, cada cual menos disimulada que la anterior, cada una más suplicante, esperando ese atisbo de plenitud que jamás aparecería, siendo la principal espectadora, y tal vez la única, de cómo el brillo que una vez ardió en el musgo de los ojos de Isamar se sofocaba hasta dar paso a la obsidiana más sombría posible.

—Lady Aldebarán.

Isamar escarbaba en toda su ensalada, buscando la hortaliza que le pareciera menos repugnante en ese momento. Parecía concentrada en su tarea, tanto que no reaccionó a su entorno hasta que su madre le dio un ligero codazo en el costado.

Entonces alzó la vista. Lord Andry, gobernante de Antlia en nombre de la corona, la estaba viendo con una gran y amable sonrisa.

Recién caía en cuenta: ella era lady Aldebarán. Seguía sin acostumbrarse —y luchaba activamente por jamás hacerlo— al apellido de su marido.

Se dibujó una sonrisa sobre la inquietud de su rostro, y respondió:

—¿Sí, mi lord?

—Parecen un matrimonio muy feliz usted y lord Aldebarán.

—¿Qué nos delató? —contestó ella pretendiendo disfrazar el sarcasmo de una broma, aunque en su voz no había nada que la ayudase al engaño.

—El hecho de que él no haya parado de sonreír en toda la noche nos dice mucho, ¿o no? —preguntó lord Andry a los padres de Isamar. No parecía haberse enterado del doble sentido en las palabras antes dichas.

Todos secundaron su impresión, y lord Volant agregó más leña a su sonrisa tras una nueva copa de vino.

Isamar tragó en seco con disimulo. Sentía en sus huesos, como el aviso de un mal clima, la tormenta que se avesinaba tras aquella sonrisa.

—Pero es solo Volant —intervino el padre de Isamar, que ya había tenido esa conversación y conocía cada detalle—. Lord Volant, nada más.

El aludido no dio muestras de sentirse ofendido antes, pero sí que se mostraba agradecido de la corrección por parte de lord Merak.

—Yo tenía entendido que su familia era...

Dejó el resto al aire, mostrando confusión en su rostro, a lo que la madre de Isamar, amablemente, le auxilió diciendo:

—Lo es, no se equivoca usted con su familia. Y de hecho está bien decir que mi hija es lady Aldebarán. Pero lord Volant prefiere usar su nombre al principio, ya que fue este el que le dio su reputación como caballero.

Lo que no decía su madre pero Isamar fielmente pensaba, era que lord Volant no usaba el apellido para evitar que lo confundieran, o compararan, con su hermano, sir Legoztah Aldebarán.

—Perfecto, perfecto. Solo lord Volant, entonces. Lo que me pregunto es... Como decía, parecen un matrimonio muy feliz, así que no me explico, ¿por qué en el tiempo que tienen de casados todavía no tienen un bebé? O dos. —Lord Andry volteó a mirar a Isamar—. Se ve usted bastante joven, y sana.

Era una suerte que Isamar se hubiera visto repetidamente enfrentada a esa clase de escrutinio en toda la sociedad, de lo contrario, tal vez se habría atragantado con su propio oxígeno.

Estaba preparada para esa pregunta, y mucho más para no usar como respuesta los motivos reales: las plantas, los brebajes e infusiones con los que fortalecía su vientre contra las intrusiones recurrentes.

A esas alturas...

Miró a lord Volant, que también la miraba y, por primera vez en toda la noche, ya sin sonreír.

Sí. Él empezaba a sospecharlo.

—Por desgracia, mi lord, Ara todavía no nos bendice con un evento semejante.

—Pero intentan diligentemente, ¿no es así? —se entrometió su madre, con una mirada que era más una súplica.

—Cada noche rezo a Ara por su bendición, madre, así es —dramatizó Isamar—. Al parecer, no es el tiempo que tiene planeado para nosotros. De todos modos, no veo por qué habrían de preocuparse, herederos no van a faltarles.

—Con solo hijas y nietas, lo pongo en duda —contestó el padre—. En especial, cuando la mayor de esas hijas ni siquiera se apura en casarse...

La atención de todos pasó a Altair, y se volvió tan densa e incómoda que la hermana menor, Megrez, acabó por apartarse de su hombro y encogerse en su asiento.

—Tu tiempo fértil se agota —culminó el padre, no conforme con la tensión que ya había auspiciado.

—Descuide, lord Merak.

Esa voz... Isamar se había acostumbrado a ella, era la voz de su esposo, después de todo; pero había momentos muy específicos, y entonaciones bastante intencionadas, donde esa voz invocaba terribles escalofríos en Isamar.

Esa vez, ocurrió así.

—No solo le aseguro —enfatizó mirando al padre de las Merak— que tendré hijos con mi amada Isamar... —Al decir esas palabras, llevó su mano al mentón de su esposa, y lo alzó para poder besar su frente—. Hijos, con los que Ara bendecirá su descendencia y la mía. Tantos como Ara nos permita, y en especial varones. Créame, que este es un pacto que firmo de boca y corazón para con su familia, como una vez prometí otras cosas que fielmente cumplí.

Lord Merak y su esposa intercambiaron miradas de aliento, emoción y esperanza. Idolatraban a lord Volant luego de haberlos salvado de la desgracia, la pobreza y la sepultura social. Creían más en su palabra que en la de Ara, y atesoraban grandemente lo que entonces le prometía. Tanto, que ninguna notó cómo la bilis escalaba a la garganta de la hija del medio.

—Y además de eso —siguió lord Volant, posando su mano sobre la de su esposa—, sí que tenemos motivos para celebrar hoy. Ara no nos bendice con un hijo todavía, pero nos bendice con regalos más gloriosos incluso, al menos por el momento.

Isamar volteó cual látigo hacia lord Volant.

—¿Qué...? —Su voz sonaba temblorosa, incluso peor de lo que se sentía su cuerpo—. ¿Qué motivo tenemos para celebrar que no me ha dicho, mi lord esposo?

—Me llevaría todo el crédito de guardar en secreto la sorpresa, pero la verdad es que me he enterado hace un momento por un cuervo entrenado.

—¡Cuéntenos! —dijo lord Andry—. Aquí nunca se desprecia el valor de una nueva noticia bien contada.

—Un chisme —espetó Isamar, que ya empezaba a impacientarse.

Sus ojos, en un acto fugaz, se clavaron en el tenedor. No lo tocó, pero saber que estaba a su alcance empezaba a tentarle.

—¿Qué celebramos hoy, lord Volant? —preguntó la madre.

—Una escapada que más que trabajo nos resultará romántica. Su hija y yo hemos sido invitados, convocados, más bien, con urgencia a la frontera con Baham.

El nombre de la tierra de Shaula fue como si lord Volant levantara ese tenedor que antes estuvo tentando a Isamar, y se lo clavara en el pecho.

—¿Por qué motivo?

—Asuntos privados, relacionados con mi autoridad como protegido de los altos lores de Hydra. Sin ofenderle, lord Andry, le aseguro que le revelaría cada detalle si este fuera un asunto relevante al consejo real, pero se me advirtió que este caso ha sido tomado directamente por la Iglesia. Y no quiero ser yo, de ninguna forma, quien se entrometa en donde solo la autoridad de Ara puede interceder. Espero comprenda.

—Comprendo, comprendo... Sin embargo, me deja usted confundido. A todos, sin lugar a dudas, por los rostros a mi alrededor. Usted decía que había algo que celebrar, pero sigo sin ver lo romántico en todo este asunto político o, como usted asegura, religioso.

—No, religioso no... es un asunto de fe. —Lord Volant suspiró, como si saboreara la palabra. Miró a su esposa, y le guiñó un ojo antes de regresar su atención a lord Andry—. Aunque no puedo revelar nada del caso, puedo decirles que estoy a punto de presenciar el acto de justicia divina más hermoso realizado sobre nuestra tierra. Y tiene que ver con una, digamos... ¿puta? Aunque a las putas les tengo algo de respeto, porque al menos ellas tienen un precio.

Él pretendía seguir hablando. Tal vez, habría hablado durante toda la noche soltando detalles cada vez más reveladores sobre el asunto. Pero no pudo mantener el interés en su propio discurso cuando el puño de Isamar Merak tomó impulso y se lanzó, con toda la fuerza de su peso, contra ese ojo que hacía un instante había guiñado para ella.

La primera reacción fue un jadeo colectivo en la mesa.

Luego, Isamar reaccionó horrorizada mirando sus nudillos ensangrentados, sin saber si esa sangre provenía de ella, o del rostro que acababa de golpear.

Ella seguía mirando su puño, presa del pánico y sin procesar lo que había hecho, cuando la enorme mano de lord Volant se aferró a su cabeza. Apenas le dio tiempo a inhalar, crispada por el horror, cuando el hombre estampó su rostro a la mesa, chocando la parte superior de la bandeja de plata.

Isamar no se movía. Lord Volant no podía dejar de temblar, así como tampoco abrir su ojo. Solo entonces, con esa imagen de cuadro de terror, se hizo el silencio en la mesa.

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Nota:

Con esto vamos a empezar un maratón intenso de capítulos, así que para saber que están por aquí atentos y listos para disfrutar el maratón, subiré el siguiente capítulo cuando este llegue a 500 comentarios. ¿Les parece? Me encantaría leer sus reacciones, impresiones, teorías y qué piensan de cada personaje en esta escena.

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