13: Madre de serpientes
Shaula se hallaba en el patio de la fortaleza, rodeada por las altas murallas de piedra con grabados que narraban la historia de la dinastía Nashira. Las vendidas de su abuelo se agolpaban a su alrededor con ansias de aprender mientras el sol de la tarde las bañaba con su brillo dorado.
Dos veces a la semana impartía tutorías gratuitas y voluntarias para promover la educación de todas aquellas mujeres a las que el sistema les había negado incluso la lectura.
También intentaba encargarse, por su cuenta, de las labores domésticas más sencillas, como la limpieza o la cocina, para darle tiempo libre a sus aprendices e incentivarlas a enseñar a las vendidas de otros dueños.
Ocasionalmente, supervisaba las clases impartidas por las vendidas más avanzadas para asegurarse de que la cadena de conocimiento estaba formada por buenos eslabones.
Pero ella no solo enseñaba. Otros dos días de su semana iban destinados a aprender de las mujeres de su tierra. Eran unas arquitectos magistrales, las más fuertes, las más creativas. Shaula tenía mucho conocimiento para cocechar de aquellas mujeres tan resilientes que habían levantado toda su tierra hasta volverla próspera.
Cada semana usaba un día para entrenar las artes marciales, gimnasia y el manejo de armas al estilo bahamita. Su tiempo en Ara amplió sus habilidades físicas en otros estilos, pero también afectó la flexibilidad que una vez tuvo, así que volver a ese nivel le costó muchos de los dieciocho meses que llevaba castigada en su imperio.
El primer día de cada fin de semana lo usaba para cantar en eventos benéficos, para apoyar alguna protesta pacífica del pueblo a la que quisiera dar voz, o para asistir a algún evento social que la ayudara a posicionarse a ella y al apellido Nashira. Ese era el día favorito de su abuelo, el único reglamentario.
Jalas'tar insistía en que Shaula debía demostrar en Baham por qué merecía ser la embajadora en Ara, de lo contrario, él no pelearía por ella contra Lesath Scorp.
Y con respecto a Lesath, Shaula no quería ni escuchar menciones a su nombre. No respondía sus cartas, no aceptaba sus visitas. Todo el reino sabía que el rey se paseaba con la joven Indyana Sagitar, cortejándola públicamente, cocinando su beneficioso compromiso y solidificando la alianza con los altos lores de Hydra.
Era el motivo por el que el rey había dejado correr el primer año de Shaula en temporada sin presentarla en sociedad ni imponerle un compromiso, confiando en que el tiempo de despeje en Baham haría que sus rencores sanasen.
Y el último día del fin de semana, el que otros llamaban «día libre», era el día para la princesa sangrar. Su día para derramar cada gota de su ser en sus composiciones. El día en el que podía ser débil, el momento cumbre de su tristeza, el instante para desmaquillar sus heridas y dejarlas respirar.
El único día que se quitaba los brazaletes, porque era el día donde volvía a ser Shaula, el fragmento colgante del mito que había formado alrededor de ella. E incluso en esos momentos, quedaba la huella de la serpiente alada en sus brazos, marcada por el sol en su piel.
Shaula escribía sus cartas correspondientes para sir Aztor y sir Lencio, quienes defendían la causa de la princesa en la capital. Lo que, en palabras más directas, implicaba asegurarse aliados e informantes dentro de la corte, ya sea consiguiendo las "amantes" correctas, protegiendo a las personas indicadas, o prestándose para las causas que Jalas'tar les aconsejaba, para que se ganaran el favor de personas importantes. Asimismo, mensualmente enviaban un informe detallado a la princesa de la información recopilada, y los nombres de las nuevas personas que en adelante le debían un favor o más.
Shaula los extrañaba, casi tanto como extrañaba a sus doncellas. En consecuencia a esos sentimientos, a su negativa a reemplazar a ninguno, no tenía doncellas en Baham como tampoco permitía la vigilancia de ningún guardia.
Y no es como si la necesitara, pues tenía a Dibu, Shipo y Niara.
Sus tres serpientes adultas, o, lo que es su traducción al bahamita: sus ashiira.
Al principio, su padre y su abuelo insistieron en imponerle guardias por su seguridad, y Shaula fingió aceptarlos. Pero luego, los hombres que le asignaron terminaron huyendo de sus bestias amigas.
Todavía estaba en el piano cuando las vendidas le avisaron que se rogaba su asistencia inmediata en el mercado más próximo y Shaula se trasladó hasta allá.
—Abran paso a Shaula Scorp Nashira, hija del aguijón de Ara, descendiente de los primeros escorpiones, princesa de Áragog y portadora de la voluntad del rey en Baham.
Su entrada fue vigorizante, una carga de poder a sus fibras marchitas. Cada bahamita en el mercado hizo paso a su figura, cada hombre mantuvo la mirada en respeto y cada mujer en admiración. Los negocios pausaron sus ofertas y los compradores su demanda. Apenas tenían la autonomía de ofrecer frutos y flores a su princesa, pero ni pensaban en interrumpir su paso.
En Ara la habían tratado como la larva que se escurre dentro de una enfermedad. No quedó un zapato que no la usara como alfombra. Nadie la reconocía como a una Scorp, y lo más decente que recibía era lástima a su condición de mujer. Pero en Baham, era una Nashira. Y no cualquiera. Con la muerte de su madre, y el beneplácito tan insondable que había impuesto su abuelo sobre ella, Shaula era la mujer más importante en esa tierra. Y no solo por sus apellidos, ni siquiera porque era la princesa; Shaula había hecho lo que no le permitieron en Ara: ganarse la buena voluntad de las personas a las que se supone gobierna.
La palabra de Lesath era ley en todo Áragog, y aceptaban a Shaula como su voluntad en Baham.
—Alteza Scorp —dijo una mujer hincándose ante Shaula. Por su largo cabello eterno, la calidad de las telas que entretesía su cuerpo y las joyas debajo del velo, era una noble muy bien posicionado, lo que a su vez significaba que era esposa, o viuda.
Detrás de la mujer había todo un espectáculo. Una mujer, vestida con harapos inferiores, lloraba magullada y sostenida por otras dos damas.
—¿Le ha sucedido algo a esa mujer? —interrogó Shaula.
—Es mi vendida, alteza... —La mujer negó rápidamente y se corrigió—. La vendida de mi marido, mejor dicho. Pero mi esposo está justo ahora en Antlia por negocios.
Antlia. La mención del principado costero del que provenían dos de sus ex damas hizo a Shaula tragar visiblemente.
—¿Y qué le ha sucedido a su vendida, lady...?
—Lady Spica, su alteza.
—¿Nombre o apellido?
—Apellido. Lady Meer Spica, para servirle.
Shaula asintió y justo en ese instante un par de hombres, nobles con muchas opiniones qué imponer, pretendieron emboscar a la princesa para adelantarse al relato de lady Spica. Sin embargo, las tres serpientes de Shaula se irguieron, dos siseando con sus lenguas viperinas en dirección a los hombres, y Dibu alzándose casi hasta alcanzar el tamaño de la princesa, sus dientes apenas asomados sin emitir ningún sonido.
No había sido tan sencillo poder imponer sus decisiones sobre las de los hombres los días que no estaba su abuelo para secundarla, pues los más egocéntricos veían solo a una niñita desprotegida, sin tutor o guardia. Por suerte, Dibu, Shipo y Niara le abrían el camino maravillosamente.
—Continúe su relato, lady Spica.
—Alteza, mi vendida ha sido abusada brutalmente esta misma tarde. Si mi marido estuviera conmigo ahora seguramente haría pagar al responsable, pero como no está, este se ha marchado impune. Si aguardo hasta que regrese, me temo que habré perdido las pruebas que hoy son claras...
La mujer señaló a la vendida, y Shaula se acercó a examinarla. Se limitó solo a mirar, temerosa de lo que pudieran detonar sus manos, pues no había un trozo de su piel que no estuviera moreteado.
—Por la santísima Ara —murmuró Shaula—. ¿Quién te ha hecho esto?
La vendida no dijo ni una palabra, pero la esposa de su dueño habló por ella.
—El responsable se fue muy tranquilo, alteza, y temo que pueda intentar dejarme como una mentirosa en cuanto llegue mi marido, así que le ruego que imparta justicia esta misma tarde.
Shaula suponía que no solo tenía que ver con eso. No era poco habitual que las esposas acabaran haciéndose amigas de las vendidas de sus maridos, por muy insólito que parezca. Tal vez, lady Spica no quería dejar la venganza del crimen cometido a su amiga en manos de su esposo, porque tal vez para él la vendida no tenía tanta importancia.
—Para impartir justicia se requiere de un juicio —dijo uno de los hombres que había intentado emboscar a Shaula, alzando su voz sobre el resto. La princesa lo reconoció como el consejero bélico del alto lord Dhanus Rāśi.
—Yo soy el juicio, lord Eris, pues mi voz es la ley.
—Su voz es un eco de la ley del rey, alteza. Y perdóneme que se lo diga, pero no la veo capacitada para dar un veredicto sobre este tema en ausencia de Dhanus Rāśi. Debemos someter este asunto a la voluntad de la iglesia.
Shaula sonrió tranquila, sus manos cruzándose dentro del chal que cubría sus brazos.
—Hay una delegación que no puede saltarse, mi lord. El alto lord ha reposado su voluntad en Jalas'tar Nashira mientras su viaje se prolonga, y yo soy la regente de los Nashira, nombrada por el mismo Jalas'tar. No olvide eso.
—Y no olvide usted...
—Una serpiente no rinde cuentas a insectos. He escuchado cuanto debía oír. Ya es suficiente. —Sin darle tiempo a responder, Shaula le dio la espalda—. Lady Spica, su vendida le pertenece a su marido. Si cualquier otro ser humano se ha atrevido a tocarla sin la autorización de este, en ese caso, debe ser penado por ello. Le pido revele el nombre del responsable de este crimen.
—Ha sido sir Crus, alteza —dijo la mujer, y su voz se notaba temblorosa por la emoción. No esperaba llegar tan lejos. Le habían aconsejado acudir a la benevolencia de la princesa, pero su esperanza había estado manchada de incredulidad en todo momento.
Con la mera mención de sir Crus, lord Eris se abalanzó sobre la princesa y en reflejo sus serpientes hicieron amago de morder.
—Alteza, princesa Scorp... —Jadeó lord Eris guardando distancia de las serpientes—. Le ruego, por favor, que no se precipite. Solo escúcheme.
La princesa asintió, y sus serpientes se enroscaron en sus piernas permitiendo el acceso a su lado.
Se apartaron un poco de la muchedumbre para discutir, y entonces lord Eris le dijo:
—No podemos prescindir de sir Crus, alteza. Castigue a los guardias que debían vigilar la mercancía, castigue a la esposa por no estar pendiente de la vendida, pero no puede apresar a sir Crus.
—¿Me está diciendo que no puedo castigar al responsable pero sí a aquellos que no han hecho más que denunciar el crimen?
El hombre exhaló con trabajo.
—Le aseguro que su abuelo agradecerá mi consejo, y que lo tome. Sir Crus es un guerrero invaluable, condecorado con la orden de Andrómeda. Ha servido al reino como ninguno y protege la frontera como nadie. Además, perderlo a él sería el equivalente a molestar a un montón de hombres que le son leales. No. Puede. Apresarlo. Le pido, por favor, que no sea impulsiva.
Shaula sopesó un momento las palabras de lord Eris, y luego las agradeció dándole permiso para retirarse.
—Pero, alteza, ¿no escuchó...?
—¿Qué parte no entendió, lord Eris, de que una serpiente no rinde cuentas a insectos? Gracias por su consejo, ahora: retírese.
Acto seguido, Shaula ordenó de inmediato la presencia del tal sir Crus.
En cuenta lo tuvo en frente, le dijo:
—Sir Crus, se le acusa de haber agredido brutalmente a esta mujer...
—Vendida —corrigió él.
—Vendida con dueño, según se me informó.
—Pero...
Shaula alzó la mano para callarle, todavía con la sombra de los brazaletes alrededor de sus brazos.
—Ya no necesito sus peros —dijo—. Usted ya ha confesado al corregirme. Se lo agradezco, me ha simplificado el trabajo.
—¿Y qué me depara? —preguntó el caballero con altanería. Ni una muesca de preocupación arrugaba su rostro.
—Dado que se me ha puesto al tanto de su valor bélico para el reino, no voy a imponer ningún castigo que le impida cumplir con sus responsabilidades. ¿Está de acuerdo con esto?
—¿Habla en nombre del rey?
—Hablo en nombre de Shaula Scorp Nashira —dictó ella con su voz envenenada por el acento de Baham.
—Como diga —aceptó el hombre.
Seguía tan tranquilo y altanero como en un principio, así que es posible que no esperara más que una reprimenda.
Perfecto, en serio que a Shaula no le pudo haber parecido más perfecto. Que sirviera de precedente para su voluntad.
—Irsa melek'ashiira.
Las palabras fueron dichas en bahamita, y las serpientes saltaron. Niara era delgada, pero letal con su veneno, así que esta se enrolló en el cuello del hombre, sus mandíbulas bien abiertas para clavar los colmillos a la primera señal de resistencia. Shipo era tan gruesa como una pierna, y por consiguiente la más lenta en escalar. Así que se abrazó a las piernas del caballero, apenas inmovilizándolo; si aplica un mínimo más de fuerza, empezaría a fracturar sus huesos. Y Dibu, se lanzó a los brazos, amarrando las muñecas muy juntas.
En un parpadeo, el acusado estaba preso ante el poder de Shaula.
—He aquí mi veredicto —dijo Shaula—, mío, no de ningún rey, lord, o príncipe. Si alguien quiere discutirlo, es cordialmente invitado a presentar sus quejas a la Corona luego de mi sentencia.
Miró en derredor a la multitud, pero nadie daba indicios de querer discutir ni una de sus palabras. De hecho, parecían más preocupados por las serpientes alrededor del caballero, y se preguntaban si podría respirar.
—Sir Crus. Ha servido fielmente al reino como caballero, y lo tendré en consideración. Pero es también un infractor de las leyes que debería honrar. Y no puede ser ambas cosas. Así que yo le ayudaré a decidirse entre ser un caballero, y ser un violador.
»Así que hoy, en nombre de Ara, yo le condeno a la castración por el crimen cometido contra la vendida de los Spica. No pretendo yo tocarle, por supuesto, pero el hombre que se presente voluntario para arrancarle la pieza problemática de su cuerpo, en este instante que se halla usted inmovilizado, será bien remunerado por parte de los Nashira.
Shaula no había terminado la sentencia cuando medio mercado ya empezaba a alzar sus manos para presentarse voluntarios.
Nota:
Este capítulo lo tuve que dividir porque era eterno, así que tengo dos más. Por favor díganme qué les parece cada detallito. ¿Les gusta Shaula en Baham?
Lo que se viene es DEMASIADO fuerte. No se lo van a poder creer. Comenten mucho si quieren más
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