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La inmortalidad era el mejor regalo que podría tener alguien que perdia su vida con cada suspiro, más cuando tenía tantas cosas por hacer y alguien a quien amar, la enfermera Cecilia se había enamorado de un enfermo terminal como lo era Claude Duboius y pese a saber su destino, su muerto corazón se aferraba al hombre con locura.
Cuando la hora le llego creyó poder ser lo suficientemente fuerte para admirar su cadáver sin sufrir, Claude no era su compañero solo su tua cantante, destinado a morir mientras bebía hasta la última gota de su sangre pero el líquido rojo perdia su atención con los ojos celestes cielo de Claude perdiendo vida.
Cecilia no soporto el dolor de perderlo y aun si sabía que lo estaba condenando a un infierno, sería un infierno a su lado.
Cuido de él en toda la transición, sintiendo su dolor como el propio, ayudándolo a aceptar y a adaptarse a su nueva e inmortal vida.
Estaba gozosa de alegría ¿qué importaba si Claude no era su compañero cuando se amaban tanto?
A la mierda el destino, Claude era a quien había elegido.
Pero el francés se sentía extraño, algo tiraba de él cada vez que besaba a Cecilia, aun si la amaba, aun si la deseaba, todo se sentía incorrecto.
Claude comenzó a indagar más sobre el vampirismo, necesitaba saber porque su corazón y su mente rechazaban a la persona que decía amar. Eso ponía de los nervios a Cecilia, le había enseñado a sobrevivir, lo que el sol y el fuego les hacia, de los reyes que los gobernaban, de los dones que poseían pero jamás menciono algo sobre los compañeros y las tuad cantantes.
Fue solo el inicio de enfrentamientos que duraban meses y años, Claude le suplicaba de rodillas una respuesta que Cecilia se negaba a dar por miedo a ser abandonada.
Solo hubo resignación y consuelo con la bandera blanca de Claude, la ignorancia era mejor para ambos, era la paz eterna que tendrían.
Y hubiera seguido así si todas las respuestas a las preguntas del vampiro no hubieran llegado con forma de persona. Tomando el camino del nómada, conocieron a la pareja de vampiros vegetarianos Carlisle y Esme Cullen junto a su rebelde hijo postizo, Edward Cullen.
Carlisle estuvo dichoso de derrochar todo su conocimiento sobre Claude, cosas de doctores bromeaban con el resto.
Claude sabía que sólo obtendría la verdad del rubio asi que en cuanto Cecilia despareció de su radar, se mostró genuinamente angustiado cuestionando que estaba mal con él y la respuesta fue clara, ante la mirada compasiva de la pareja; nada, no había nada malo con él pero sí con Cecilia.
La furia burbujeaba dentro de él, más intensa por su condición y en cuanto el lector de mentes volvió con la griega, pidió a la familia Cullen que se marcharan, había un asunto privado que resolver.
Gritos y cosas rotas por todos lados, si pudieran llorar ambos lo habrían hecho.
Con todo el pesar y enojo que habitaba en su corazón, el francés manifestó su don por primera vez.
Antes de enfermar, era un pediatra bastante acertivo, manipulando a los padres de los niños y a los niños mismos descubría ambientes tóxicos y violentos en que los menores vivían.
Era lo que llamarían un detector de mentiras viviente así como un manipulador nato.
Su don se adecuo a su talento humano.
Modifico la voluntad y los deseos de Cecilia logrando que lo abandonará por su propia voluntad.
Pese al dolor sentimental, el alivio y el respiro de libertad fue mayor.
Después de 200 años viviendo en pos de Cecilia, Claude Duboius por primera vez viviría su vida inmortal como quisiera.
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