Capítulo 2

A mis espaldas se podía ver el camino húmedo que había dejado mientras iba al rancho, lugar donde voy a la habitación donde estaban nuestras cosas, para ser más claros, donde teníamos la ropa limpia.

De las mochilas saco una toalla con la cual seco mi cuerpo, después saco ropa seca y me cambio, poniéndome mis chancletas, después de eso voy con mis padres para avisarles que ya había terminado de bañarme y que iba a ir a caminar por ahí.

Mi madre me dijo que fuese con cuidado y que tuviese cuidado con las bicharangas, que es una forma que tenía para referirse a las culebras, dichas de esta manera para evitar llamarlas así, puesto a que, supuestamente, decir su nombre dentro de la casa era malo.

Me encontraba saliendo por la puerta delantera del rancho, tropezando a los pocos segundos; no me caí, pero sí me llené las chancletas de arena, motivo por el que me detengo un momento a sacudirme antes de seguir caminando; camino por la orilla del río, viendo a los peces nadar de un lado a otro y las hojas podridas que solían agruparse en el fondo.

Ya no había nada que explorar en las cercanías, por lo que voy más lejos, cruzando el río y siguiendo el camino por el cual habíamos llegado ya que era bastante amplio; me pasé viendo el suelo sin encontrar gran cosa, hasta llegar a una palma de yagua, en la base tenía sus semillas que eran como pequeños cocos, solo que más duros.

No tardo mucho en comenzar a recogerlos y en buscar dos piedras con las cuales aplastarlos y romperlos; rompo el primero, su centro blanco y duro era como el coco y con un sabor similar, aunque no salió entero, tuve que comerlo de a pedazos, la segunda yagua que rompo sí sale más completa.

No sabría decir cuanto tiempo había pasado comiendo yaguas, pero por el sol y el calor que estaba haciendo tal vez eran las tres de la tarde, por eso recojo algunas yaguas y las guardo en mis bolsillos para llevarlas al rancho y comerlas después.

¿Alguna vez han sentido que los observaban?, pues yo no, aunque por el cómo me sentía de camino de regreso al rancho podría asegurar que me estaban vigilando, aunque en aquel momento en el que miré hacia todas direcciones no encontré nada, ni una persona o animal.

Empezaba a sentir algo de miedo por la soledad y el silencio, siendo interrumpidos por el aleteo de algún animal que me tomó por sorpresa y me asustó, miro hacia todas partes en e cielo, viendo vagamente como un samuro se alejaba, tal vez haya sido eso lo que me estaba vigilando, sin embargo me pareció que era el mismo que vi en el río.

Darle más vueltas salgo corriendo para llegar rápido al rancho, ya estaba asustado y no me la daría de valiente; en poco tiempo llego de nuevo al río, cruzando lo sin importar que me mojara los pies y una vez llego al otro lado, dejo de correr.

Con el corazón acelerado, jadeo fuertemente antes de sentarme en el suelo sobre una piedra cercana para recuperar el aliento.

Pasaron los minutos y ya me había recuperado, motivo por el que regreso con mis padres, yendo hacia la troja caminando por fuera del rancho, encontrando que mi mamá ya había empezado a hacer el café, por eso pregunté la hora y mi padre me respondió que eran las tres y cuarto de la tarde, él vio la hora en su reloj digital.

Mi madre nos sirve a mi padre y a mí una taza con café puro y un trozo de pan, yo me tomo el café con calma, soplando para enfriarlo por estar caliente.

Las horas pasaron, nuevamente estaba bañándome, esta vez en compañía de mis padres, mi papá me llevaba cargado en su espalda hasta las zonas profundas del río, donde yo no podía ir ya que no podía siquiera tocar el fondo.

Mi papá me lleva al otro lado, ha una orilla donde habían piedras grandes y la zona más profunda del río, allí le pregunté si podía lanzarme de bomba, pero rápidamente mi papá dijo que estaba bien profundo, aunque encontró una solución que a mi madre no le gustó mucho.

Él me agarro y con sus brazos me arrojó como si fuese una piedra, de esa forma pude "lanzarme" de bomba, cayendo en la zona poco profunda en la que sí podía estar.

Mamá nos regañó a los dos por haber hecho eso, aunque fue divertido para mí, aunque me cayó algo de agua en el oído, pero ya me había pasado antes, así que sabía qué hacer; me encorvo hacia adelante, como si fuese a recoger algo de suelo e inclino la cabeza hacia un lado, apuntando el oído con agua hacia abajo, eso y con algunos golpes suaves hizo que la gota saliera sin problemas.

Seguimos bañándonos hasta que se hicieron las cinco, hora a la que nos tuvimos que salir ya que allí la oscuridad era mayor que en el pueblo, donde a las cinco aún era muy claro, pero en el rancho las cinco de la tarde parecían las siete de la noche.

Vestidos con ropa seca y limpia fuimos a la troja, lugar donde mi padre comenzó a encender los mechurrios, estos eran lámparas de gasoil caceras, hechas con una botella o frasco de vidrio cuya tapa metálica se le hacía un agujero por donde pasar una mecha, siendo esta tela enrollada

Él enciende 2 mechurrios en la troja y dos dentro del rancho antes de regresar con nosotras, mientras tanto mi mamá avivaba las llamas del fogón para comenzar a recalentar la sopa del medio día, pasados unos minutos la sopa ya estaba lo bastante caliente, por lo que ella comenzó a servirla en los tazones antes de llamarme a mí y a mi padre.

Se hacen las seis y con eso la llegada de la fría oscuridad de la noche, el viento soplaba con un aire bastante frío, moviendo las hojas de los árboles, las luciérnagas volaban de un lado a otro mientras comíamos y algunos insectos sobrevolaban las llamas de los mechurrios.

Los tres comíamos con mucha tranquilidad y al cabo de unos minutos terminamos de comer, mi mamá recogió los tazones y le encomendó a mi papá que fuese a la orilla del río para lavarlos, a lo que el accedió, pidiéndome a mí que lo acompañara con un mechurrio para que le alumbrara mientras lavaba.

En la orilla de del río, mi padre comienza a lavar los tazones con arena y agua, mientras que yo me entretenía con la llama del mechirrio, al terminar, los dos regresamos a la troja, donde permanecemos un rato hablando acerca de la torta que iban a hacer mañana por mi cumpleaños, puesto a que sería una torta a fogón.

Se hacen las siete, hora a la que ya nos estábamos preparando para irnos a dormir, ya que ese no era lugar para poder durar hasta muy tarde en la noche, como hacíamos en el pueblo, en nuestra casa, aunque no me molestaba, tampoco había mucho qué hacer, no había internet ni luz ni electricidad y el teléfono de mis padres estaban reservando la batería para tomar fotos y videos.

A las siete y cuarto ya estábamos listos para ir a dormir, mis padres dormirían en la habitación de al lado, mientras que yo estaría solo, pero con una linterna en mano ya que fui a buscarla por si escuchaba algo.

No sé qué hora era para cuando me desperté así nomás, sin motivo, yo tenía esa costumbre de despertarme a cualquier hora de la noche.

me pongo a escuchar los grillos cantar y alguno que otro insecto rastrero mover las hojas del suelo aparte la fuerte brisa nocturna, yo estaba cerca de volver a cerrar los ojos y de retomar el sueño, sin embargo escucho el rugido de un animal que me deja temblando del terror y me quita el sueño de un solo golpe, aquel aullido era fuerte, como si el animal que lo provocó estuviese cerca, al lado del rancho; rápidamente enciendo mi linterna y empiezo a alumbrar hacia el techo ya que de esa forma se iluminaba toda la habitación, eso sí, con una luz más tenue.

El aullido se detuvo por unos segundos antes de volver a escucharse, era igual al que habíamos escuchado horas atrás, pero en ese momento era aún más aterrador porque lo podía escuchar con mucha claridad y cercanía.

Me escondí debajo de la cobija con la que me arropaba sin apagar la linterna y con la almohada me cubría la cabeza para intentar no escuchar los aullidos, aunque de igual forma los podía escuchar a través de esta.

Sea lo que sea el animal que hacía ese aullido, lo hizo otras seis veces más antes de finalmente quedarse callado, sin embargo y para ese punto yo ya estaba, como diría mi padre, cagado del miedo, no pude dormir luego de eso, al menos no en esa próxima hora.

Los minutos pasaban y por el terror parecían una eternidad, aunque el tiempo me daba igual, no sabía que hora era, lo que sí sabía era que el sueño ya me estaba haciendo cabecear, por tal motivo cierro los ojos y me duermo.

Apenas tenía unos pocos minutos de haber cerrado los ojos, así que tenía el sueño muy ligero, lo suficiente como para escuchar que a lo lejos, unos chillidos de animal, como si estuviesen peleando entre sí y uno dominara al otro, nuevamente enciendo mi linterna apuntando hacia el techo mientras escuchaba como aquellos animales se mataban afuera del rancho.

Unos segundos después, se escucha aquel estruendo junto con las hoja de la copa de un árbol moverse violentamente, dicho estruendo fue suficiente para que yo saliera de la cama corriendo a ir con mis padres, pero antes de llegar a su habitación estos salen ya que se habían despertado.

Nos vemos a la cara por unos segundos, notando que los tres estábamos igual de desconcertado y confundidos, pero luego de un momento todos salimos del rancho, mi padre con un machete en mano estando adelante.

No vimos rastro de los animales que estaban luchando, parece que se habían ido, lo que sí vimos fue un árbol que se había caído, lo realmente extraño fue que estaba verde, vivo y con un tronco muy grueso, era un samán joven y bastante alto, no había motivo para que se cayera solo; mi papá fue a ver la base del samán, yo voy con él para alumbrar, viendo que faltó poco para que el árbol haya sido sacado de raíz, como si lo hubiesen chocado.

¿Qué animal tendría la fuerza para poder lograr tal hazaña?, tal vez un elefante o un rinoceronte grande, pero era Venezuela y era cuando poco imposible encontrar a tales animales en esos montes.

Mi mamá no quiso darle más vueltas y nos pidió regresar al rancho, cosa que no discutimos, regresamos y entramos, sin embargo luego de yo cruzar la puerta, sentí un gran alivio por ya no estar afuera, ya que apenas salir, comencé a sentir que me observaban y de cerca.

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