Capítulo 7.

La mire molesto, ¿Estaba hablando enserio? Podía creerla capaz de muchas cosas, más no de esta.

No sé porque me sorprende.

Bill: ¡Se supone que así es como funciona! –Exclamé–.

Pacifica: ¡Ay! –Se acomodó el cabello–. No soy idiota, Bill. –Apoyó su mano en mi pecho–. Sé cómo funciona el matrimonio.

Bill: ¡¿Entonces?! ¡Pacifica! Nuestro bebé nacerá dentro de poco.

Pacifica: Tengo 24 años, creo saber que el embarazo dura 9 meses. –Chasqueó los dedos, frente a mi rostro–. ¡Hola! Apenas tengo 2 meses.

Bill: ¡Piensa en cuánto tiempo tardaremos en planear la boda! El tiempo pasa rápido.

Pacifica: ¡Vamos! Chasquea esos dedos, ¡Haz que el tiempo se detenga!

Bill: Pacifica. –Suspiré frustrado–. Mira. –Le mostré aquel anillo, de nuevo–. Te estoy pidiendo matrimonio.

Un anillo de compromiso, lleno de piedras, algo que pensé que le gustaría.

Pacifica: Bill. –Me miro sería–. Se lo que es.

Bill: ¿Entoces? ¿Por qué no quieres casarte conmigo? ¿Es por lo que dirán tus padres? ¡Puedo fingir ser millonario! ¡Soy un demonio, puedo hacerlo!

Pacifica: No es eso. –Me dio la espalda–.

Bill: ¿Qué es?

Ella comenzó a acariciar su vientre. Note que esta nerviosa, incomoda.

Bill: Pacifica.

Suspiró.

Pacifica: Quiero que este niño lleve mi apellido... –Me miro–. ¡Quiero que sea reconocido como un Noroeste!

Acaricie el puente de mi nariz, ya comenzaba a hartarme.

Bill: Si nos casamos, llevarás el apellido Cipher.

Pacifica: ¡No renunciaré a mi prestigioso apellido, Bill!

Bill: ¡Necesitas hacerlo! Quiero que seamos felices...

Dos personas, que le hacían la vida imposible a otras, se enamoraron, sin saber, que su vida juntos... También podría ser imposible.

Pacifica: No dejaré de ser una Noroeste...

La tomé del mentón y la obligué a verme.

Bill: Pacifica, nunca dejarás de serlo. –Le sonreí–. Siempre serás aquella Noroeste de la que me enamoré.

Me devolvió la sonrisa.

Pacifica: Sólo le tienes que pedir mi mano a mis padres.

Reí.

Bill: Aceptaron que fuera tu novio, creo que me dejarán ser tu esposo. –Me acerqué a su oído–. Pacifica Cipher.

[...]

Mordí mi labio y jugué con mis dedos.

Bill: A-Así es Sr. Preston. –Dije–. Su hija y yo, ya llevamos mucho tiempo saliendo juntos. –Mire a la rubia–.

«¿Cuánto? ¿4 años?».

Me miro algo molesta, sabía que no le gustaba que me metiera en sus pensamientos. Suspiró y asintió.

Bill: Exactamente 4 años, queremos dar el siguiente paso. –Tomé la mano de la rubia–. Quiero casarme con su hija.

Sus padres intercambiaron miradas.

Después de algunos minutos, llenos de tensión –Lo que provoca que casi me desmaye–, se volvieron a vernos.

Preston: Muchacho, haz demostrado ser alguien realmente educado.

Priscilla: Al nivel de nuestra familia.

No pude evitar sonreír.

Preston: Claro que puedes casarte con Pacifica.

—7 meses después—.

Nuestra boda fue hace 3 meses y fue hermosa.

Mis suegros insistieron en que nos casáramos por la iglesia y Pacifica también se mostraba emocionada por la idea.

¿Saben lo incómodo que fue para mi, casarme en ese lugar?

Pero bueno, todo por ver feliz a mi esposa.

Sentí como mordía mi mano con más fuerza. No me dolía, podía soportarlo.

Gritó.

Pacifica: ¡Maldita sea, papá! ¡¿No puedes ir más rápido?!

Preston: Lo siento, Pacifica. No puedo.

Volvió a gritar.

Los Noroeste, ya saben que no soy humano, sino demonio.

Bill: ¡Aguanta, linda!

Me jaló el cabello.

Pacifica: ¡Escúchame bien, Bill Cipher! –Se quejó y señaló su vientre–. ¡Tengo a un niño en camino y las contracciones cada vez son más fuertes! Si no haces magia, para que estemos en el hospital... –Tomó aire–. ¡Olvida todo lo bueno que pasamos juntos!

Asentí repetidas veces.

Bill: ¡Los vemos allá! –Chasquee los dedos–.

De un segundo a otro, estábamos fuera de aquel hospital.

La tomé en brazos y crucé aquellas puertas. Una enfermera nos reconoció y trajo una silla de ruedas.

Los seguí hasta la sala de parto.

[...]

Casi fueron 8 horas de parto. La enfermera se acercó con aquel bebé. Me sonrió.

Enfermera: Felicidades. –Me lo entregó. Lo tomé con mucho cuidado–. Es un varón.

Se retiró.

Sentí como su manita se aferraba a mi dedo índice. Reí, tratando de contener algunas lágrimas.

Bill: Míralo, Pacifica.

Ella elevó su cabeza y sonrió. Besó la frente del pequeño.

Pacifica: Es tan hermoso...

Bill: ¿Cómo lo llamaremos?

Pacifica: Daryl...

Reí.

Bill: Hola, pequeño Daryl...

& de un segundo a otro, Pacifica se desmayó, atrayendo la atención del doctor presente.

Bill: ¡¿Pacifica?! ¡Pacifica!

Una enfermera se acercó corriendo.

Enfermera: Me temo que tendrá que esperar afuera. –Me quito al bebé–. Lo mantendremos informado.

Me obligaron a salir.

[...]

Cubrí mi rostro, mientras mordía mi labio.

¿Qué paso?

Los Noroeste se me acercaron. Preston me dio un vaso de agua.

Preston: Tranquilo...

Bill: Espero que esté bien... Por mi, por Daryl...

El doctor salió. No tuvo que preguntar quienes eran los parientes. Se nos acercó, seguido de aquella enfermera, la cual, tenía a Daryl en brazos.

Me levanté.

Bill: ¿Cómo esta ella?

Negó.

Doctor: El parto se complicó, como usted pudo haber visto. –Asentí–. Lo sentimos...

Se dio media vuelta y avanzó algunos pasos. La enfermera me entregó a mi hijo y siguió al médico.

Mire a los Noroeste, lloraban.

Fruncí el ceño y detuve al doctor.

Bill: ¡¿A que se refiere?!

Doctor: Lo siento, joven Cipher. –Retrocedió–. Su esposa no sosportó, falleció.

Lo mire sorprendido, antes de que las lágrimas comenzarán a salir de mis ojos.

Bill: ¡Eso es mentira! ¡Usted esta mintiendo! ¡Deje de hacerlo!

Doctor: Lo siento... –Se retiró–.

Bill: ¡No! ¡Su deber era salvarla! ¡MALDITO SEA! –Grité–.

Priscilla: Bill. –Puso una mano sobre mi hombro–. Daryl aún te tiene a ti, cuídalo. –Se le salieron algunas lágrimas–.

Admire a mi hijo, el cual, se había acurrucado en mi pecho.

Bill: Lo cuidare más que nada en este mundo...

✨✨✨✨✨.

Desperté, al sentir como me movían frenéticamente. Mire a mi lado, encontrándome con el castaño.

D. Gleeful: Bill.

Fruncí el ceño.

Bill: ¿Qué quieres?

D. Gleeful: Traje a Daryl...

Bill: ¿Ya esta aquí?

D. Gleeful: Algo así. Esta jugando con Lawliet.

Bostecé y asentí.

Bill: De ser así... –Lo mire–. Saca a _____ de los calabozos.

Obedeció y se retiró.

Los sueños, sirven para escapar de la realidad. Pueden ser buenos o malos, pero siempre te muestran algo. Algunas veces aprendes de ellos.

Otros sueños, sólo te destruyen.

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