Capítulo 3 - Pasado
—Tierra a Marcy, ¿hola? ¿Hay alguien ahí? No querríamos que se quedara atrapada en la luna ¿verdad?
—¿Eh? —Espabilo, concientizando su alrededor.
Marcy pudo ver al Rey Andrias sentado delante suyo, con los brazos apoyados en una gran mesa que los separaba. Allí, un conjunto de piezas negras y blancas se revolvían en un pequeño espacio a cuadros, pretendiendo ser un tablero.
—Te toca mover y aún no pareces hacer algo. Podría asumir que ya te has rendido ante mi gran estrategia, pero te daré el beneficio de la duda —presumió el Rey, señalándose a sí mismo.
Ella volvió su concentración al gigante en frente de ella, riendo por lo bajo, formando una momentánea sonrisa para después mirar con desinterés el ajedrez.
Su mente no estaba al cien porciento en el juego, por más que lo intentase priorizar. Provocando que —medianamente insegura— moviera su última torre a la derecha.
—¿Estás realmente segura de tu movimiento? —pregunto su Rey.
—Si... Estoy segura —respondió, arrastrando sus palabras.
—Pues lo lamento por ti, pero... —calló un segundo, para posicionar su reina en el mismo lugar que ella había movido la pieza— tu torre es mía ahora.
—Oh... —entrecerró los ojos, analizando su situación actual— Esa era mi última esperanza para ganar. Eres muy bueno en esto Andrias.
—Bueno, después de tanto tiempo jugando, algo se tiene que aprender ¿no? —rio, sacando la torre del tablero.
—Supongo —cortó, con una voz pesada.
La poca emoción en la voz de la chica hizo que el Rey dejase de reír, centrándose en la pensativa Marcy, que dibujaba círculos con su pulgar en la mesa.
—Oye, Marcy.
—¿Sí? —pregunto, sin reacción alguna.
—Haz estado algo... —se detuvo a pensar en sus palabras, rascando distraídamente su barbilla— "diferente" hoy —dijo, recalcando las comillas con sus dedos—. ¿Te sucede algo?
—Mmm... no estoy muy segura —respondió, apoyando su cabeza en su mano—. Creo que solo tuve un mal día...
—Oye.
Ella volvió su atención al Rey. Ojos bondadosos, sonrisa pacífica y su palma abierta la hizo sentir grata. Seguido de la profunda y tranquilizante voz que tenía, solía recordarles a esos reyes que veía en las películas, viejos pero sabios, y Andrias tenía ambas.
—¿Qué te parece si me hablas de eso mientras caminamos un poco?, siento que me haré uno con está cosa si no estiro un poco las piernas —dijo el Rey, señalando el sillón en que estaba sentado, provocando una pequeña risa en la humana.
Ambos se pararon de sus asientos, decidiéndose por dar un paseo por los inmensos pasillos del castillo.
—Entonces... ¿Qué es lo que te sucede al final?
—No estoy muy segura la verdad, solamente me siento... ¿diferente? —dijo, levantando los hombros.
—¿Podrías ser un poco más específica? —pregunto el Rey, igualmente confundido.
—Es que... no sé. Desde que llegué a Amphibia mucho a cambiado, creo que incluso yo —manifestó, enredando la punta de su capa con sus dedos—. Y realmente me gusta este mundo y todo, pero no sé, desde que llegué aquí a veces suelo llegar a sentirme... vacía —chasqueó los dedos al lograr encontrar la palabra que buscaba—. Como si me faltara algo.
—Creo saber por dónde va esto.
—¿En serio?
—Si, verás. Cuando alguien suele, por ejemplo, alejarse de su hogar, tiende con el tiempo a recordar lo que disfrutaba de allí: la gente, comida, paisajes, etcétera. Y tomando en cuenta tu accidentada llegada a este mundo, es común que con tantas diferencias te sientas un poco abrumada.
—Pero yo no me siento así. Amo todo lo que veo aquí —contradijo la menor.
—Wow, de eso no me quedan dudas. Encontrarte la otra vez con la cabeza metida en la boca de uno de nuestros comerciantes me lo demostró.
Con las mejillas teñidas rosa de vergüenza, la chica se rasco la nuca mirando el piso.
—Lo siento por eso, vi esa rana y no pude evitar pensar que podría compararla con las que tenemos en el mundo humano —susurró—. Estaba eufórica.
—No tienes que disculparte. De cualquier manera, a nadie le agradaba ese sujeto —con gracia respondió—. Pero eso no es a lo que me refería.
Con una mirada curiosa, Marcy se fijo en el Rey, que empujaba con una de sus manos la gran puerta que se encontrara en su camino, llegando a un largo pasillo llenos de pinturas pegadas en las paredes. Un agradable tono azulado acompañaba toda esa parte, siendo el piso la única contradicción a está, con su rojo oscuro.
—Con el tiempo, uno se va dando cuenta de lo que pierde.
El Rey y la humana se detuvieron frente a una de las muchas obras, está retrataba a Andrias, que abrazaba a unos niños en medio de un campo con flores y un arcoíris detrás. Una pintura tal vez muy detallada para lo que quería mostrar, o al menos eso pensó Marcy.
—Cuándo uno deja un lugar, normalmente es para algo mejor. Pero por más que duela siempre terminamos dejando a algo... o alguien atrás —término, con seriedad en su tono de voz.
Marcy, pensó un momento en lo que le había dicho. Hasta que una pregunta de su mente surgió.
—Andrias... ¿alguna vez tuviste que abandonar a alguien?
Un medianamente abrumador silencio aplazo el anteriormente cálido ambiente, la casi inexpresiva cara del tritón y su falta de respuesta lo hicieron así, pero Marcy solo ignoraba esa nauseabunda —y rara— sensación que empezaba a producirse en su estómago.
—Si... pasó una vez, aunque fuese de manera involuntaria —finalmente respondió, con peso en sus palabras—. Supongo que ya debes de saber de memoria la historia de nuestro reino, conociéndote no me sorprendería.
Asintió a eso, había leído hasta más no poder cada libro que encontrará en la biblioteca del castillo, así que estaba perfectamente informada.
—Nosotros, empezamos desde lo más bajo, constituyendo lo que después serían los cimientos de todo lo que puedes ver —habló, con una casi imperceptible nostalgia—. Yo los lidere, prometiendo lo que todos querían, un lugar en que la paz reinara. Y en un principio todo fue perfecto, pasamos toda una década trabajando y planeando, cada día de esos, era especial para mí. Llegue a pensar alguna vez, que, aunque no llegará a ver la finalización de todo lo que habíamos armado, no me importaría, porque ya estaba más que feliz con cada una de las interacciones que hice.
—Vaya, entonces debieron ser buenos tiempos.
—Fueron de los mejores —sonrió a su memoria—. Allí mismo, conocí a los que serían mis mejores amigos, una rana, un tritón y un sapo. Tres amigos que me topé en una de mis caminatas nocturnas, y cuándo les conté lo que quería hacer, no dudaron en ayudarme a cumplir mi promesa. Todo fue felicidad, de maneras casi desconocidas para mi descubrí que viviría más tiempo del esperado, acabamos el trabajo y solo podía pensar en el brillante futuro que se nos avecinaba... todo hasta que... me traicionaron... cuándo estaba más cerca que nunca de obtener esa paz que tanto ansiaba.
Un minuto de silencio le tomó a Andrias recordar el desastre, provocando que apretara su puño en enojó. La humana, preocupada solo pudo seguir escuchando.
—Robaron la caja de la calamidad, la llave que por tanto estuve esperando y... al final... no tuve más opción que enviar a su captura cuándo me ofrecieron unirme a ellos... por el bien de mi pueblo. Ese mismo día, fue la conocida, caída de Newtopia.
La caída de Newtopia, uno de los períodos más marcadores y peor recordados en toda Amphibia. El día que la hambruna se apodero del gran reino, y la plaga de las llamadas "ratas" apareció.
—Cada día, podía oír a un tritón gritar que era el fin del mundo... pero yo... ya había pasado mi propio fin del mundo. Así que hice lo posible por ayudar, trabajé duro hasta que la plaga cesó y después la hambruna se olvidó. Pudimos prosperar, pues, el pasado, y lo que deje atrás, fue por el bien de todos... Por... un mundo mejor...
Sin previo aviso, el silencio pareció volver a dominar ese pasillo. Marcy, no sabía como reaccionar al monologo del Rey, mientras Andrias parecía seguir medianamente absorto en sus pensamientos.
—Yo... siento que haya terminado así... no debería haber preguntado —arrepentido, bajo la cabeza mientras sujetaba su capa.
—No te preocupes niña —suspiro—. No puedo enfrascarme en mi pasado, tengo que fijarme en mi presente, para así preparar el futuro... De todas formas, cuándo hacemos ese tipo de cosas, no es solamente por el bien nuestro, ¿verdad? —su amable sonrisa, volvió con las últimas palabras—. Aunque, a diferencia de mí, tú quieres volver a como era todo antes, quieres volver a tu mundo.
—S-si... —con un pesar en el pecho, respondió soltando una risa nerviosa— Cierto
—Bueno, ya es algo tarde. Deberías prepararte para dormir, porque estoy seguro que mañana querrás seguir con tus recorridos —volviendo a caminar, se dirigió a la puerta al final del pasaje—. Nos vemos Marcy.
—Nos vemos...
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Ella, le había contado a Andrias lo que pasó. Como junto a sus otras dos amigas encontró la caja y sin querer, eso los llevo a otro mundo. Pero, en todas las mentiras, siempre hay un agujero sin llenar, para ella fue la parte en que ella sabía lo que podía hacer la caja, y por alguna razón, se sentía culpable por hacer eso.
Con su pijama puesto, abrió la cama del cuarto que le habían dado para alojarse el tiempo necesario. Se acostó, tratando de pensar que podría consultar con la almohada, hasta que una ya conocida voz interrumpió su concentración.
—¿Y como te fue hoy Marbles? —dijo una voz femenina, abrazando a la otra chica.
—Oh, Anne —dijo repentinamente feliz— No te imaginas todo lo que pasé.
Todo de un momento a otro era tranquilo, ya no alguna maleza en sus ideas, ya no existía nadie más. Solo eran ella y Anne.
—Hace no mucho volví de mi recorrido nocturno —volteó, intentando volver a ver a Anne—. Y resulta que-
No tardó en darse cuenta, que no había nadie a su lado. Estaba sola, y eso le dolió, como una estaca en su pecho... y con eso, la noche volvió a aparecer. La luz desapareció, y cediendo a sus acciones, el pavor de la oscuridad la domino.
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La oscuridad en el cielo, en un dulce oscuro azul, se preparaba para recibir la preciosidad de la noche. Las constelaciones guiaban a los perdidos en su fría soledad, las estrellas los caminos oscuros iluminaba y la luna, a los necesitados acompañaba.
—"La noche en un mar de luces a ti te ilumina, en una resplandeciente ola de sentimientos que tengo, tú eres mi vida, y a veces pienso que no te merezco. Antes admiraba a la luna con esperanzas de encontrar a alguien que se comparara a su belleza querida mía, alguna vez te compare con la luna, pero fue una estupidez ponerte competencia. ¡Amor mío!, ojalá pudiéramos vivir amándonos el resto de nuestros días, porque a nadie más, le dedicaría está poesía" ... Ese fue tu poema favorito, aunque también el último.
Pero de entre todas las sombras que se levantan a la ausencia de la luz, ninguna era más oscura que la que a esclavo de sus convicciones vivía. Correcto o no, ya no iba a seguir esperando, después de todo, apenas comenzamos el primer acto.
—Decías que era cursi, pero amabas que lo fuera. Decías que por más prohibido que fuese nuestro cariño nunca dejarías de amarme, aunque tuviésemos que ocultarlo. Me enamore alguna vez de tu manera de hablar, como te comportabas, como te expresabas, tus convicciones, me deje caer hasta por tus errores. Y por más raro que parezca, está noche tiene algo que me recuerda a ti, la misma razón por la que creo que está es la mejor noche que he vivido, porque es imperfecta.
Con un último intento de inhalar el aire, el hombre miro una flor que yacía en su mano, tratando de sentir una melancolía ya inexistente para él.
Después de un segundo, miro al cielo. Todo estaba listo para el espectáculo.
—Espero que me hayas perdonado por lo que hice, yo aún no lo hago.
Existen muchos árboles, pero para gente que ya ha vivido todo hay pocos con los que pueda identificarse, eso provoca, que comiencen a comprender el fuego.
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—¡jefe, jefe! —grito un apresurado tritón, corriendo en la parte alta de los muros de Newtopia.
—¿Qué sucede chico? —pregunto un guardia, vestido con los mismos atuendos de guardia que los demás tritones en la zona.
—¡Al oeste!, ¡tenemos problemas!
Sin perder tiempo, se dirigió con un telescopio a la dirección dicha, topándose con las vivas llamas consumiendo una pequeña parte del bosque.
—Oh demonios. ¡EQUIPO B, DIRIGASE AL OESTE DE LOS MUROS CON TODO EL AGUA QUE PUEDAN!
Siguiendo las órdenes, una cantidad considerable de hombres se dirigió con baldes de agua al origen de ese nuevo problema.
Cuando llegaron, se llevaron la sorpresa de encontrarse con una imagen impactante. Delante de la destrucción del fuego, un hombre a traje, con una bolsa negra en la cabeza, la veía sin inmutarse lo más mínimo, los más locos dirían que lo estaba admirando. No, no admiraba la destrucción, pero la imagen de aquel que es iluminado por el claro rojo de la flor del desastre, hace que uno no evite juzgar. Aunque es curioso, nadie lo juzgaba, solo se sorprendieron al suponer quien era.
—Que obra más dramática la de está noche, pero no se preocupen —volteó a ver a los guardias—. Si les gusta lo que ven, debo informarles que es solo el principio.
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En un aura angelical, un tritón, tocaba en un sonido orquestal el órgano, que acompañaba los pasos del Rey que se sentaba en su gran trono.
El color azul claro, la música, el sentimiento. Todo eso, lo hacía un digno momento para alguien tan grande como él... hasta que.
—Mi Rey —se arrodillo uno de los guardias—. Tengo información de alta importancia que entregarle.
El gigante, asintió, dando paso a que siguiera hablando.
—Capturaron a un criminal está misma noche. Exactamente hacer catorce minutos... Eso no debería tener nada de raro, pero... —trago saliva en seco, sudando un poco dentro de la armadura— pero...
—Continua sin miedos. Sé directo si es que es difícil para ti decirlo —hablo, con esa voz grave que resonaba en todo el palacio.
—Lo capturaron...
—¿A quién?
—A... al último traidor de la corona —finalmente dijo—. Al tritón llamado Feren.
La, hace poco gran sonrisa del Rey, cambió. Por un momento, todo había ido bien, todo era bueno, todo era perfecto... hasta que él, volvió...
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—El último pastor, del diablo.
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Apenas pude leer esto una vez, la escuela me mantiene ocupado. Disculpas si hay errores en mi manera de escribir debido a ese descuido.
Sigo sin saber usar el punto-coma.
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