Epílogo

Antes de decir nada, pedir perdón. Perdón por haber estado así tanto tiempo, sin haber podido escribir el Epílogo. Pero querid@s lectores, aquí estoy para ofreceros mi último capítulo.

Quiero dar gracias a mucha gente, sobre todo a la inspiración que hizo posible este libro y los demás que representan a 'mis obras'.

No os hago esperar más. Un beso muy grande y hasta pronto.

Bee~

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NARRA HENRY

Habían pasado meses desde aquel día. Aún sueño con la sangre que vi por todo el suelo, y con aquel grito que la pequeña Seira recalcó por toda la sala.

Los rayos de Sol al fin habían salido de su escondite y yo... yo estaba sentado en una silla al lado de una camilla, esperando que Mia despertara de aquel coma del cual ningún médico me quiso dar detalles. Sabía que habia posibilidades de que ella no despertara, pero tenía en cuenta todos aquellos recuerdos que vivimos juntos. Yo era feliz a su lado, no me hacía a la idea de que Mia se fuera.

"Venga, ¿otra vez pensando eso? Si sigues así terminarás muriendote tú" -Aquella voz de mi mente, ella siempre conseguía hacerme sentir mejor.

La observé detenidamente mientras que poco a poco los rayos de luz que traspasaban el gran ventanal iban haciendo que el rostro de Mia se encontrara más vivo. Ella estaba quieta, con los brazos estirados en cada extremo de la cama. Yo me encontraba entrelazando una de sus manos con la mayor delicadeza que pudiera brindarle, con una de las mías.

No había dormido en meses desde que se llevaron a Mia al hospital. Siempre estuve acompañandola ya que su hermana pequeña había entrado en un centro de menores.

Hoy Mia cumplía los 18, y era el último día de plazo para que ella despertara. Hoy vendría Seira con una cuidadora que le asignaron a primeros de mes, para pasar tal vez, los últimos momentos con su hermana mayor. El futuro de Seira sería el estar sola si Mia no saliera del coma, y yo no estaba dispuesto a eso. Cuando cumpliera los dieciocho la acogería como a una hermana, y se vendría a vivir conmigo. Ya lo tenía decidido.

De pronto la puerta sonó, y cuando se abrió pude ver como el Dr. Williams se hacía presente en mi campo de visión.

-Buenos días Henry. -Dijo.

-Hola... -La presencia de aquel médico siempre me incomodó.

Se acercó a nosotros, y empezó a observar la vía que Mia tenía colocada en la mano, para que así se pudiera nutrir. También miró y revisó la máquina de oxígeno que permitía que Mia pudiera respirar artificialmente. Todos los días repetía la misma rutina, ¿no se cansaba?

-Henry, ¿sabes que hoy es el último día, verdad? -No me miraba, estaba apuntando cosas en su libreta, como siempre hacía. Yo sin embargo no podía quitarle los ojos de encima. Con solo haberme dicho aquello, ya le odiaba.

-Sí, lo sé. -Dije frío.

Él asintió sin decir nada, sin mirarme siquiera.

-Volveré cuando hayan transcurrido las horas del plazo.

Y sin decir más, salió por la puerta dejándome solo de nuevo con Mia.

[. . .]

Las horas seguían pasando, y yo me sentía nervioso. Seira había llegado hace unos minutos y estaba jugando con la mano de su hermana. La pequeña estaba hablando con ella como si estuviera despierta, de cómo le había ido la escuela ese día.

-Hoy mi amiga Alex se ha subido al columpio y después ha saltado. Creía que se caería, ¡pero no lo hizo! -Y empezó a reirse.

Yo también empecé a reirme con ella, pero ella paró y empezo a mirar seria a Mia.

-Feliz cumpleaños, hermanita.

Aquellas palabras me conmovieron, hicieron que mi labio inferior empezara a temblar y tuviera que cruzarme de brazos para mantener la compostura. Ella sin embargo se tiró a los brazos de su hermana y empezó a llorar en su pecho. Yo no dije nada, no la detuve. Sabía que ella estaba sufriendo, sabía que Seira se cansó de ser fuerte hace tiempo. Aun así ella seguía teniendo esperanzas de volver a ver a su hermana con los ojos abiertos.

-Hey Seira, ¿por qué no vas a comprarte un refresco? -Le ofrecí el dinero, y ella sonrió de nuevo como si no hubiera pasado nada.

Seira salió de la habitación cuando el Dr. Williams entraba.

Y fue ahí cuando agradecí que Seira se hubiera marchado. Me acerqué a Mia y la cogí de la mano, rogando que despertara en esos instantes.

-Ha llegado el momento, lo siento Henry. -Sabía que lo sentía, el sería quien me quitaría al amor de mi vida.

No quise verlo, no quise estar allí en aquellos momentos.

-Lo siento Mia... -Yo ya estaba roto. Lágrimas salían de mis ojos como si nada, y me levanté de la silla aún sosteniendo su mano.

La miré por última vez, y empecé a caminar hacia la puerta sin mirar atrás.

-Henry... n-no te vayas.

Aquella voz...

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Y fue ahí cuando sentí sus latidos, cuando su pulso empezó a funcionar por su cuenta. Subí la cabeza y miré a la puerta, y sonreí inconscientemente hacia aquel milagro.

La miré a los ojos y en ella había vida después de tanta muerte incomprendida.

Solamente pedía una última vez pero me regalaron algo mejor, una eternidad con la persona que me enseñó a valorar los momentos del presente como si se fueran acabar hoy y ahora.

Henry & Mia

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