Tanta maravilla

Lorenza...


Esa misma noche en la que "íbamos a celebrar", nuestra pequeña travesura, mi conductor favorito no pudo llevarme como siempre, papá lo necesitaba, cosa extraña, entonces me mando con uno de los gorilas más jóvenes

Llegamos a nuestra discoteca favorita llamada Momentos, había que celebrar la caída de los chicos, nunca me arrepentiré de ser la jodida piedra en el zapato de Anthony Spada.

Y que por primera vez ya no seriamos tomadas como niñas, K e Iris terminarían prácticas de esta manera serían independientes, graduándose del colegio/Universidad más grande de Latinoamérica.

Ellas me llevaban como tres años y me dejarían sola. Quería olvidarme por unas horas de mis obligaciones de ser estudiante del colegio/Universidad San Ignacio y ser aprendiz de un narcotraficante, de mi padre más que todo... además tenía que sacarme de la cabeza los pectorales de Anthony, porque si no, no sabría que hacer la próxima vez que lo viera, sin olvidar que era un aliado, aunque no tenía muy claro cuál sería su papel en mi vida.

La verdad después de eso, la relación con mis padres era de toma y dame. Nico a los pocos días se enteró de lo que iba a hacer. Dándome una cátedra que, si creía que era correcto seguir ese "Maravilloso legado", pero alguien debía mantener vivo el negocio, además yo guardaba la esperanza de que esto iba a cambiar, sin embargo, no estaba segura de nada... y no tenia ni idea de como lo iba hacer

Ahora estaba con mis amigas, con las personas que realmente deseaba que siempre estuvieran bien.

— ¡Chicas! — grité con una copa de Tequila, estábamos en una mesa, escuchando electrónica —, les quiero agradecer por estos años de locura, de estar ahí para mí.

—Bueno, no te pongas mal — Nady y Moni, me sonreían— además hay que celebrar que nos aceptaron en la universidad de Yale.

"¿Me llevan?" pensé mirando a K, ella bajo la cabeza y yo de inmediato fingí gritando, tenía que saber que siempre iban a estar bien, sobre todas las cosas.

— ¡SALUD! —Chocamos las copas —, esto si hay que celebrarlo me siento muy orgullosa de ustedes.

Iris, mi amada y hermosa otra mitad pregunto algo que no debió preguntar.

—Zaren, ¿Qué vas a estudiar? — K, abrió los ojos e iba a devolver el trago y yo apreté los labios.

—No lo sé — bajé mi cara hacia el piso, no les iba a contar a mis amigas todavía que me convertiría en una persona dañina para la sociedad —, mande solicitudes, para estudiar Administración de Empresas o Ciencias Políticas.

Mentí descaradamente, pero era por el bien de ellas.

—Sé que lo vas a lograr — Raquel me hablo dándome ánimos — Además vosotras estáis aun estudiando, no deberías están caris baja mi Zaren.

Yo asentí, no debía mentir, pero si el asunto era así de peligroso no me imagino que pudiera pasar con ellas... pero ya sé lo que pueden hacer todas, amarrarme de la cama para no dejarme salir.

La noche era amena, la situación era de amor y afinidad total, me encontraba hablando de con Raquel y Andrea. Les estaba preguntado donde habían dejado la ropa de Spada, para ir por ella un día de estos.

Cuando de la nada aparecieron Christopher y Kě xìn. Acercándose a mí. Los eran diferentes, muy diferentes, aunque demasiado inteligentes, aquello me molestaba, pues de alguna manera no podía hacerlos cambiar de posición, bueno hasta ahora.

—Mira a quien tenemos aquí —Fells agrego con suspicacia mirando a K y Nadia se quedaba en los ojos del asiático —, ¿no nos vas a presentar a estar lindas Ángeles? — fruncí el ceño y suspiré.

—Chicas, ellos son... —, Xin me sonrió con satisfacción, como si no tuviera nada que perder —, los nuevos socios de mi padre—. Estiré mi brazo para señalarlos —Señores, ellas son más que mis amigas, mis hermanas de toda la vida—dije con una mirada de advertencia

De inmediato a K, se le cambiaron las facciones de un alegre y coqueto rostro a fulminarlos con la mirada cosa que no le importo a Christopher, para sentarse a su lado, en cambio, mi Nadia Moon estaba maravillada con el chico Kě.

—Lorenza —, Andrea salió de la mesa y se dirigió hacia mí que estaba en la otra punta— iré a llamar a casa, para que no se asusten, por si llego un poco más tarde de lo que permiten —. Cerré los ojos y la perdí de vista.

—Bueno — solo alcance a decir, ya que me atragantaron la garganta con tequila.

Los minutos y los tragos pasaron, Nadia y Mónica junto a Raquel tenían toque de queda, debían de estar en casa antes de la 1 de la mañana y eran las 11:30 pm. En todo ese rato Andrea no llegaba, entonces comencé a preocuparme. Ella también debía estar en su casa temprano. Ya que su madre creía que se la pasaba estudiando o en el peor de los casos rezando el rosario.

Entonces le comenté a Iris, yo era la más sobria de las que estábamos en la discoteca y me había tomado tres tequilas en toda la noche. Mi futuro no me dejaba estar tranquila, pensar en matar y dañar a las personas no era lo que más me gustaba. No entiendo, cómo papá y mamá eran capaz de a aparentar ser unas buenas personas haciendo esas cosas.

— ¡Iris! —, grite para llamar su atención en medio la música y la algarabía de Christopher con K, ya que Go estaba de camino a casa con Nadia.

— ¿Qué? —Respondió

Me pare de la silla, para acercarme a ella al encontrarme con mi puertorriqueña bella frente a frente le sonríe con cierta preocupación.

—Voy a ir a buscar Andrea —, ella miraba el reloj de su mano derecha preguntándome.

—¿Te acompaño? — lo negué el estruendo, la música era demasiado alto.

—Además, voy a fumar— me quede con K la cual estaba de charla con el inglés — mejor quédate con Karin, si algo pasa me mandas a llamar con un mesero, es mejor.

—Perfecto.

Salí de mi esquina y conté con la buena fortuna de que el baño estaba vacío, tenía que ir y descansar, para buscar a la loca de Andrea que no aparecía.

"Esta niña me va a escuchar", pensé mientras que organizaba mis pantalones de jeans color azul oscuro y saltaba fuera del cubículo.

Me acerqué a uno de los meseros que nos atendieron y le pregunte por ella, el joven solo sonrió y me dio una servilleta en donde y vi un mensaje que decía, era un mensaje de hace pocas horas, era de Andrea avisándome que su mamá la esperaba, que la disculpara con las chicas.

Zaren, mamá, vino por mí, no te preocupes, quizás me castiguen... pero lo pase genial.

Al ya estar más tranquila me lavé la cara después de fumar con una loca, dispersando esos pensamientos en los cuales mi amiga era la víctima, pensar en Spada y que las clases de química que tenía en el colegio si servían al momento de saber de qué se componían las drogas que debía vender, además de la segura guerra que tendría con la gente legal.

—Tú puedes Lorenza — me dije colocando el cabello detrás de las orejas, con la mentira bien puesta.

Me marché del baño y caminé entre la gente, el sitio estaba hasta los calzones de personas en todos lados, creo que ese día le iría bien al dueño, que era amigo de mi padre..., ya se podrán imaginar cómo me trataban en el bar Momentos.

Creo que esa discoteca expendía droga, a mayores de edad y como estaba protegido por los Salerno, la policía no hacía mucho, igual tal parece que las otras familias, también vendían aquí.

Me acerqué a la barra a pedir algo más fuerte para el resto de la noche, cuando un hombre el cual no reconocía se me acerco con intensiones nada agradables...

— ¡Hey preciosa! —, cuadrado al frente mío, yo solo lo mate con la mirada y dije tratando de ser lo más respetuosa posible.

—Me das un permiso — traté de salir, pero el tipo no me iba a dejar tan fácil, agarrándome de la cintura..., no sé dónde diablos quedaron las clases de boxeo y defensa personal. Porque me defendí tratando de quitármelo por mí misma, pero no sirvió de nada — suéltame es que acaso no sabes ¿quién soy yo? —, le di un puño, pero al tipo le causo gracia y estrujando sus manos por mi blusa, yo tenía pánico.

—Mira bebe... — su lengua pegajosa pasaba por mi cuello, cuando vi la luz le regale un dulce golpe en la entrepierna, se quedó inmóvil por unos segundos en los cuales retomo fuerza, el bastardo me quería hacer daño si no hacía nada. Y yo sabía que le podían hacer al dueño del bar y no quería eso, me caía bastante bien. Pero este perro no me iba a soltar tan fácil —Bebé, porque no te portas bien y te quedas quieta. — jalando mi cabello para que lo mirara mejor, para que tuviera más miedo.

—No me voy a quedar quieta, maldito, imbécil — grité, para llamar la atención de mis cuidadores, pero no a los dichosos guardaespaldas que mi padre me dejo, no se dieron ni por enterados que era lo pasaba. Entonces creí que un cabezazo serviría, pero no el tipo estaba drogado. Sus ojos lo delataban.

Encontrándome a mí misma como una víctima del sistema, de un sistema que estaba segura, lo defendería a él y no a mí, por el simple hecho de ser mujer. Se encontraba drogado y por crudo que pueda oírse, el tipo aquel pagaba mis zapatos nuevos.

El cabrón ya me iba a besar cuando vi a alguien sacarlo de mi espacio personal diciendo.

— ¡Hola! —era mi enemigo a muerte en el colegio, salvándome de un horrible desagravio, volviendo a mi agresor una masa para pan. Después de unos minutos debieron sacárselo de encima, ya que podía matarlo.

Me quedé mirando asustada, pero agradecida quería desaparecer, era por eso que me decidí, por irme a mi casa, mientras observaba como el pecho de Anthony se calmaba. Y sus puños que antes estaban apretados se aflojaban con mi mirar.

Sin decir nada me escabulle caminando con pasos ligeros, aunque mi corazón estaba pesado, como si no quisiera estar más con vida es que me sentía sucia, como si yo tuviera la culpa de algo, que si no es por él... me hubiera pasado.

—¡Lorenza! — era Spada quien al ver mis ojos como ríos guardo silencio, nunca me había visto llorar, ni por las tetra, que me hacía el colegio y que por una extraña razón me llamo por mi nombre de pila.

—¿Qué quieres? —, me alce para contra atacar — si quieres que te agradezca—, me acerque segura de mí, más bien aparente estar excelente—, pues muchas gracias.

—¿Estás bien? — ya no tenía odio en su mirada. De verdad estaba asustado y extrañamente era por mí. Eso que contaba como forma de locura.

—Si estoy bien, gracias—, repetí las gracias volteando para buscar a uno de mis empleados cuando él me amarro de la cintura.

—No podría vivir sabiendo que algo malo te paso — su respiración se quedó pegada en mi oído haciendo que las piernas de esta señorita temblaran —, prefiero vivir en guerra contigo, que sin ti.

—¡Anthony!— sus ojos espiaron mis gestos al girarme para que lo viera mejor.

—No digas nada —, mi corazón palpitaba abrumado, es que era increíble la presión que se estrujaba contra mí y el cosquilleo de mis labios era fatal, definitivamente quería morir en la boca de Anthony.

—Suéltame por favor — girando en mi cara, le susurré como nunca lo había hecho.

Me soltó con suavidad dejando un espacio prudencial entre mi cuerpo y el suyo, estaba llena de adrenalina y eso se notaba.

—Te amo —, Spada me confesó y yo solo parpadeé como mil veces en un segundo — y ya no aguanto

—No te creo — le respondí haciendo mala cara—, es una broma ¿Verdad?

Hable tratando de no ser ilusa..., pero él me apretó dando un confort que no conocía.

—Si es una broma — su sonrisa mostraba desesperación y confianza por lo que iba a decir—, me hubiera importado mierda que ese hijo de puta te manoseara o te hiciera suya— estaba tan cerca que se sentía esa electricidad, esa química que me habían mencionado mis amigas mayores y hermanas; que yo creía no sentir hasta ese momento, porque pensé que Marcus sería el primer novio y el último que estuviera conmigo de alguna forma. Pero no. Llega Anthony Spada Faciloni, a comprobarme que me falta mucho.

"Cuando un chico te toque la cara o te mire como si fueras lo más hermoso de la vida, ese día. Te habrás enamorado" — ese recuerdo llego de parte de mi Manda.

Yo y mi impulso loco hicieron que lo estrechara hacia mí de nuevo, moría de miedo ya que algo me decía que esto me iba a traer problemas con papá y la Organización que heredaría... Pero a pesar de saber que él estaba prohibido para mí, se me hacía lindo la forma de protegerme.

Bueno, pero pensándolo bien, si pudiese ser más que su aliada... Creo que haríamos cosas maravillosas en la organización.

— ¿Asi, que... que me amas? — pregunte con una pureza increíble, sorprendida por ese cambio tan repentino.

—Te amo más de lo que debería. Lorenza—fruncí el ceño sin saber cómo responder a esa insinuación.

Para que negarlo, él también me traía loca, aunque nunca se lo dijera.

—¿Desde cuándo? — pregunte y para cambiar la atmosfera —¡yo gane!

***

Muchos años mas tarde, Daniel Hoyos , Derek Borges y Alana Marco, escucharían esta historia...

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