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¡Bang, Bang!

Dos balas penetran el corazón y cabezal de un hombre haciéndolo tirar para atrás la cabeza. Sin vida sentado y atado a una silla de muñecas e tobillos. Todos dentro un túnel oxidado con olor a pozo muro. El hombre que ha cometido tal asesinato a sangre fría esta parado frente la silla manejando una revólver calibre con una sola mano. Luce despreocupado y acostumbrado a este oficio. Descorazonados ojos posan sobre el cadáver obsoleto.

Viste un traje completo rojo junto a mocasines puntiagudos de cabecilla decorada en joyas oro. Cabello lacio alzando dos montañas que caen lisas sobre sus gruesas cejas, una nariz cuervo refinada y mucho más ovalada junto a unos labios carnosos rosados. Apetecibles sin o con lápiz labial claro rosado justo como el que usa ahora.

Baile indio cometía el humo de su pistola aún caliente.

Dos hombres vestidos en negro rodean sus laterales, formando a todos los habitantes en el túnel (incluso al muerto) como un triángulo bien coordinado. Esos hombres llevan gafas de sol para proteger sus identidades aunque en la noche no sea necesario.

Gulf Papalapri.

Un mafioso descorozonado, cruel, maleante, que...

«¡Me da vergüenza gemir! » Chilla en su mente como un niño pequeño mientras que expresivamente presiona sus ojitos a cerrar y arruga los cachetitos estirando sus labios a sellarse. Hace un pequeño temblor de pies y bracitos a los laterales de su pechito. Ambas cosas solo duran un segundo (pensamiento y berrinche) pero tras hacerlas lentamente acompaña sus caderas con sus manos e mira a todos actuando genial. Asintiendo la cabeza como el más lento de los siseos e entrecierra esos ojos para dar un semblante ‘tenebroso’. Patético, ¿no?

—Señor, ¿Qué hacemos con el cuerpo?

—El cuerpo — Revisa el cadáver ladeando su cabecita pensativo. —llevenlo al museo en el que trabajaba. Ponganlo dentro de un vidrio y en dónde estaban mis cuadros originales de cinco mil billones escriban su crimen. Que todos se enteren de lo que hizo de esa manera.

Sonríe ladino Papalapri. Con una maldad emergente del corazón.

—De acuerdo, señor.

Los primeros hombres de las dos filas caminan hacia el muerto. Lo desatan y de las extremidades lo cargan llevándolo como a cualquier saco hacia una van negra.

Los dos restantes de la fila derecha caminan hacia la van para deslizar abierta su puerta y estos puedan entrar.

Mientras a su izquierda se asoman los tres guardias restantes sobrantes.

—Lo llevamos a su casa ¿señor? — Pregunta el primero que quedó en fila tras el anterior.

—Por supuesto, Ohm. — Papalapri sonrie enternecido con ese guardaespaldas mientras este le devuelve la sonrisa amable.

Lo lideran entre los tres fuera el túnel hasta un Lamborghini negro. Como todo un rey le abren la puerta y él ingresa sin problemas algunos. Deslizándose por los aires hasta desplomarse en los acolchinados asientos. Como conductor entra ese guapo Ohm Terra.

Entran dos más; uno ocupando el asiento pasajero mientras otro al lado del jefe billonario.

Comienzan su recorrido. —Qué buena noche la de hoy. — Silba orgulloso Gulf, habiendo aclarado su territorio en las calles y mirando mezquino a través la oscura ventana.





















































































Mañana Siguiente
Sur de Bangkok

—Señor.— Llama un secretario bien vestido en tuxedo entrando a la oficina de paredes vidrio con vista a la ciudad, cargando una tableta. Guapo él de quijada tensada, hombros anchos como montañas y labios delgados.

A pasos más adelante se encuentra ese señor que acaba de llamar. Un hombre maduro de mejillas engullidas, resguardadas por un manto belludo estilo candado, nariz perfilada y ojos redondos oscuros. Un hombre de origen italiano con el cabello bien peinado para atrás.

Unos hombros e brazos casi ilícitos. Su anchura e buen físico es imposible de creer. La forma en que sus pectorales son más grandes e anchos que su cintura es un molde fantasía. Esa camisa de botones blanca apenas resiste abrirse por si sola, su pantalón seda negro y mocasines son todos costosos con una elegancia divina.

—Dime, Bas. — Comenta posando sus anteojos en el escritorio para prestarle atención.

—Lo ha vuelto a hacer.— Bas camina a él y con respeto le da la tableta. El hombre toma esa tableta mirando la primera plana digital. —Le robaron unos cuadros que costaban billones ¡y los recuperó! Escribió en grafiti como su ladrón le había robado en las paredes donde solían colgar estos.

Michele sigue deslizando la primera plana. Bajando párrafo por párrafo sin leerlos hasta detenerse en una caótica fotografía del cadáver disparado acostado dentro de cuatro vidrios reposando contra uno como algún tipo de exhibición macabra.

—Lo exhibió cruelmente. Su familia e hijos están devastados. — Comenta Bas sin pena alguna solo resoplando como «Pues.»

—Ese tal Gulf probando que las calles no deberían meterse con él ¿huh?

—Así es, señor.

Michele deposita la tableta encima del escritorio tomando un vistazo de su computador. —Parte de su gran fama es porque nadie jamás lo ha hecho gemir.

Bas permanece pensativo mirando los laterales del suelo por unos minutos. Pensando algo. Duramente escaneando el pensamiento hasta tragar duro. —Significaría eso ¿Que nadie lo ha hecho tener un orgasmo, señor?

—Quizás. O tal vez incluso durante el orgasmo se queda callado.

—Dios. ¿Cómo puede?

—¿Has tenido un orgasmo, Bas?

El secretario gira repentinamente hacia él chillando un, «¿Eeeeh?» parpadeando tal cual cachorrito confundido. Su jefe voltea a verlo mordiendose una sonrisa ante la divertida reacción.

—Yo, um,— Bas reagrupa sus manitas contra su propio regazo cabizbajando la avergonzada mirada. —no señor. No he tenido la oportunidad.

—Entonces te diré algo: no todos los orgasmos son ciertos. Algunos pueden fingirlos. Lo que nos lleva a pensar que tal vez Gulf solo no ha tenido un hombre que realmente lo satisfaga.

Michele voltea como si nada al computador sin eliminar la mezquina sonrisa que se carga. Es una muy traviesa. Sabrá Dios las cosas que anda maquinandose en mente como para tener una sonrisa así. Su mano mueve el ratón en diferentes lados y sus dedos presionan un repetitivo «click».

—Oh~.— Comprende cual robot Bas, asintiendo lentamente aún mirando alguna parte irrelevante de la oficina. —Entiendo.

—Por otro lado debemos tomar control sobre una situación.

—Dígame, señor.

—Braulius Castillo, — Presenta el galán señor haciéndose para atrás en su silla en orden de revelar la imagen en el computador. Un hombre guapo en sus treintas con cabello muy pegado al cráneo, cejas gruesas sin expresión, ojos pequeños americanos y una nariz delgada. Al igual que Michele tiene una barba candado junto a un cuello ancho.

—Señor — Bas agranda los ojos. —¿ese no es su hermano?

—Era. — Arduamente dice Michele. Doliendole tener que dar esta noticia a la vez que aceptar su realidad. —Pero él ha matado a padre justo la noche de ayer.

—Señor, cuánto lo siento--

—Tranquilo. Sin disculpas.

Bas calla volviendo a mirarlo en silencio.

—Ha huido en yate a una isla -no sé cuál- con el dinero de herencia. No puedo permitir que ese bastardo la tenga. No tras lo que le hizo a nuestro querido padre. — Aprieta un puño sobre el escritorio mirando la longitud de este.

—¿Qué hará entonces, señor?

—Mi hermano estuvo con montones de prostitutas. Pero vi por las cámaras del último club que visitó: a Gulf acostarse con él.

—¡¿Palapri?!

—Mjm.— Reúne ambas manos bajo su mentón apoyando tal ahí y mirando tierno al secretario.

—Ósea que vamos a...

—Sí.

—Entonces usted...

—Sí.— Asiente en cada “sí” despacio sin eliminar la sonrisa.

—¿Para descubrir a dónde fue su hermano?

—Eso. Y para ver si le doy una buena satisfacción a Palapri por una buena vez.

—¿Qué pasa si él no sabe a cuál isla fue su hermano, señor?

—Entonces habré hecho gemir de una vez al hombre que no puede gemir por nadie.

Voltea hacia el ordenador orgulloso.

«Planes muy malvados, jefe. Me da más miedo usted que todos los enemigos que hemos tenido.» Llora Bas mentalmente mientras permanece inexpresivo.



























En la tarde

Gulf está visitando una tienda de vinilos. Mirando estos pila en pila. Vistiendo una chaqueta cuero negra encima de una camisa café, mahones y botas. Los flecos de su cabello atados para atrás en una dona.

Saca un vinilo de Twenty One Pilots. —¡Al fin! — Sonríe al sostenerlo frente su propio pecho a pares de centímetros. Esperaba que estuviera disponible desde el día uno que visito esta tienda. Ahora por fin está, ¡lo tiene entre manos!

—Gulf Papalapri. — Llama una voz gruesa.

El mencionado voltea hacia las puertas disminuyendo un poco la sonrisa por el sol que entra junto con esa figura altísima e robusta. Una figura de gruesos brazos e hombros.

Ahora tal viste una chaqueta cuero marrón sobre la camisa abotonada y mahones junto a unas botas negras.

Tal hombre atrae la viste de un cajero gordito de anteojos quién queda cautivado con esa preciosura.

—Depende quién pregunta. — Menciona Gulf alzando el mentón aún mostrando su dentadura.

—El hermano de Braulius. ¿Te suena?

Instantáneamente aquella sonrisa desaparece. —¿Qué quieres de mí?

—Ven conmigo pacíficamente entonces no te haré daño. Si eliges a la fuerza..., bueno. — Michele chasquea lengua dándose a entender mientras asiente con la cabeza ladeada y un rostro expresando Auch.

—¡No iré contigo!

Michele lanza una patada frontal haciendo que el pandillero en jefe erróneamente levante el vinilo como escudo, a centímetros del pecho, la patada rompe en dos tal. Gulf sostiene ambas partes desgarradas para mirarlas apenado.

—¡Maldición! Llevaba años esperándolo. — Se queja mirando apenado al visitante agresivo. Este le brinca una ceja en su seductora sonrisa labial.

—Hay otro vinilo de ese. — Comenta el cajero. Ayudando a Gulf.

—Oh.— Tal moreno revisa y coge otro vinilo nuevo. Sonríe otra vez. —¡Guardamelo! ¿Sí?

Lo lanza al cajero quién arquea para atras la espalda pero suertudamente atrapa en brazos el disco. Mirándolo con la respiración agitada. —Eso estuvo cerca. — Bufó.

Los dos pandilleros se miran. Gulf formando puños frente a su pecho y separando un pie más al frente del otro.

—Típico de un asiático. Eso es genial. ¿Comenzamos?

—Intenta venir a por mí.

—Hah.

Cuando el otro camina para enfrente, Gulf brinca un paso para atrás y tira una patada que golpea a Michele en el pecho retrocediendolo.

El italiano gruñe pero vuelve a caminar hacia enfrente. Lanza un puño que el moreno esquiva poniéndose de cuclillas y al momento de levantarse, la da un puño desde debajo la quijada para arriba.

Volando al italiano solo un poco del suelo hasta que caiga completamente sobre su espalda.

Orgulloso tira para abajo los bordes de su chaqueta. Sonriendo como gatito victorioso. Le brinca los hombros como, «Era obvio que no tenias oportunidad conmigo. » y se dirige al contador.

—¿Cuántos son?

—Sesenta dólares.

—Bien. Dame un momento. — Rebusca en los bolsillos traseros y saca su billetera. La abre tirando con los dedos del billete incrustado en un bolsillo billetal.

De repente Michele aparece detrás de él abrazandolo de la cintura y empujandolo para atrás. Gulf clava como más puede los zapatos en el suelo. Inflando sus cachetes gruñoncito mientras mira al cajero.

—No. Me. Tardo. — Expresa sin aire por los jalones.

Tal cajero asiente lento rezando en su mente que por favor acaben pronto.

Michele logra jalarlo e levitarlo del suelo mientras aquel gatito se retuerce y lo tira sobre su hombro a la raqueta de vinilos.

Tal raqueta se rompe con el peso del pandillero. Todos los vinilos saliéndose de fila en cámara lenta. Volando por los vientos en separado teniendo un terrible destino cuando fueran al suelo. Junto con Gulf quién incluso cayendo puede verse como mueve sus manos buscando algo de qué agarrarse.

La cámara lenta termina con todos los vinilos rompiéndose y él sobre los pedazos con uno o dos rasguños en sus mejillas.

Tose fuerte. Queriendo tomar bocanadas de aire por el golpe a su espina dorsal.

—Ngh.— Gruñe sin poder moverse bien, pero súper enfurecido.

Michele ríe acercandose. —Ven en paz. Será mucho más fácil. — Le ofrece una mano con el cuerpo algo doblado en su dirección.

Hay un breve silencio por un momento. Papalapri lo mira con mucha intensidad.
















Lo patea en las bolas haciendo al italiano cubrirse estas con ambas manos mientras retrocede poniendo los ojos en blanco. Cara de garañon mirando al bronceado que se levanta a pesar del dolor que bate su cuerpo.

Saca un walkie-talkie del bolsillo trasero para llevárselo a la boca sin quitarle la mirada al italiano.

—¡Ohm! Solicito tu ayuda en la tienda de vinilos. — Habla rápido Gulf. Dedos ensangrentados por los cortes.

No hay respuesta.

—Ohm.— Vuelve a llamar. No perdiendo de vista al italiano. —¡¿Ohm?! — Ahora se ve forzado a mirar el walkie-talkie preguntándose si funciona.

Unas risas interrumpen la escena. Risas de parte del italiano. Parece un payaso burlón.

—De qué putas te ríes, ¿Ah? ¿Qué te parece tan divertido?

—¿Crees que soy tan ingenuo como para no encargarme de tu guardaespaldas primero?

Ceño fruncido forma el moreno. Entonces este camina rápido a la ventana transparente atrás de ellos. Mira ahí, su piel difuminandose con el bello atardecer naranja. Esta ventana da vista al estacionamiento así que puede ver a Ohm todo golpeado y amenazado del cuello por Bas, sujetando una navaja curva contra su tráquea y sonriendo malvado cerca de su oído. También malherido. Al parecer pelearon justo como estos dos jefes del bajo-mundo.

Gulf observa callado. Tieso como una estatua. Siendo un dios por un momento pues balanza de su vida sostiene.

—Lo menos que quiero es herirte, Gulf. Así que por favor ven conmigo en paz. He oído que eres frío así que tal vez no te importe lo siguiente pero: solo así tu guardaespaldas vivirá.

Por más que Gulf no se de la vuelta, traga fuerte ante esas palabras. Manteniéndose indiferente con la escena de abajo. Su guardaespaldas niega repetidas veces al borde de las lágrimas. Pidiéndole que no haga lo que sea que le digan solo para salvar su vida. Que se salve él. Que se salve su jefe.

Los ojos del “frío”, “desalmado” jefe pandillero se han cristalizado desde el segundo que se la ha pasado mirando. Juzgando sus propias decisiones, pensando nuevas soluciones. Parece un emperador con heridas de batalla.

—¿Qué dices? — Sigue escuchando la voz ajena a sus espaldas. Nada lo hace voltear. Ni siquiera el vinilo que sostiene el cajero tras la caja.

Tras pensarlo durante minutos voltea lentamente a verlo. Mirándolo sincero y honesto. Los rumores eran miles pero Michele puede jurar que esa no es la mirada de alguien desalmado. Todo lo contrario.

—Bien. Iré contigo. — Dice Gulf calmado.

—Eso estaría muy bien. — Suspira Michele sonriendo humilde.

Papalapri echa a correr pasando de él.

—¡MIERDA, JODER! — Grita el italiano harto de estar peleando. Se va corriendo tras mirar mal la ventana que da con el estacionamiento y sale de la tienda.

—Entonces ¡vuelvan pronto! — Despide el cajero doblandose sobre el contador para ver la salida y gritando fuerte para que lo hayan escuchado. Una vez la tienda esta vacía de nuevo, regresa a pararse derecho, mirando la nada. Silencio reinante siendo su mejor amigo. —Eso creo... — Dice apenado.


























































































































Michele corre por un pasillo blanco hasta detenerse cerca de unos baños. Doblandose y sujetando sus propias rodillas. Exhala exhausto consecutivamente.

No ve como un brazo se asoma desde los baños masculinos y lo agarran del antebrazo. Jalandolo al baño.

—¡Woah! — Pega un grito sorprendido antes de dar tres pasitos en puntillas como bailarina y ser jalado adentro.

Cuando la puerta se cierra, Gulf lo restringe contra el lavamanos. Ambos bien de cerca. Michele teniendo que mirar abajo para verlo mientras que el chico respirando cerca de su tórax. Mutuamente mirándose a los ojos.

—Por más que me gustaría ir contigo no puedo. Tu hermano me amenazó.— Sus palabras sacan del trance analítico a Michele.

—¿Cuál fue la amenaza?

—Si me veía en alguna cámara hablando contigo o junto a ti, me mataría.

—Pero--

—Este centro comercial tiene cámaras.

—Tienes un punto, pero si me ayudas podríamos secuestrarlo antes de que siquiera pueda ponerte una mano encima. Si vienes conmigo recibirás protección.

—... A--Además, ¿por qué necesitarme?

—Sé que tuviste sexo con él. Quiero que me digas si te dijo algo de a dónde iba antes de desaparecer.

—¿Antes de desaparecer? ¿Desapareció?

Michele suspira poniendo los ojos en blanco y alzando el mentón. —Se te da pésimo mentir. — Bufa.

—Quiero salvar mi pellejo, ¿entiendes? — Sonríe el astuto gatito súper travieso. Michele contesta la sonrisa aunque sarcástico.

—Lo entiendo.

—¿Lo haces?

—Mjm. Es por eso que necesitaré que me disculpes.

—¿Mm?

Le pega un cabezazo que torna todo su mundo en negro.













*N/A: Estos dos 😂🔥. Creo que el próximo será la parte finalcita y tendremos la parte HOT. ¿Qué les ha parecido? 🥺💕*

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