Día 6 - Hurt/Comfort [TenthMaster]
El sonido de los tambores inundaba la cabeza de aquel hombre. No supo en qué momento se dejó caer de rodillas al suelo frente a su acompañante debido a que estaba más ocupado en cubrir sus orejas como si de esa manera el dolor se detendría. Era un sonido constante, eran cuatro toquidos, todos mortales en su cabeza.
—…Dijiste que pararía… —.
Reclamó el ahora rubio a lo bajo haciendo que el castaño, que era llamado “Doctor”, dejara los controles de la TARDIS y se acercara para poder mirar al ajeno, aunque el nombrado “Amo” no se percató de eso ya que tenía sus ojos apretados y trataba de concentrarse en desvanecer aquellos ruidos.
—Están allí, quieren algo de mí, es como un palpitar, es horrible, yo… —.
Las palabras del Amo no pudieron continuar debido al dolor que experimentaba ahora. Era como si todos sus pensamientos, sus historias, incluso, sus acciones eran colocadas en una trituradora que, en cada toquido, era encendida. Era experimentar un choque de recuerdos, de emociones, una corriente de electricidad que…
—Déjame ayudar… —.
Pidió el castaño haciendo que una carcajada del otro señor del tiempo estuviera. Era difícil para éste creer que aquel que se hacía nombrar como “Doctor” lo fuera a ayudar porque ya anteriormente lo había intentado y no hubo resultado alguno.
—No. —. Dijo de forma seria el rubio tratándose de reincorporar al menos en sus palabras ya que seguía sin poder levantarse. Abrió un poco sus ojos y fue cuando pudo observar que el ajeno lentamente tomaba sus mejillas. Sus ojos azules se cruzaron con aquellos marrones que demostraban total preocupación. —No podrás mantenerme aquí mucho tiempo, van a encontrarme…
Pero el castaño prefirió ignorar sus palabras y así acercar su rostro al ajeno. Por un momento creyó que el ajeno colocaría resistencia a ese acto, sin embargo, pudo sentir como hasta su cuerpo se iba relajando poco a poco. El Amo no pudo evitar sentirse, primeramente, encantado en tener la atención total de aquel que decía ser su némesis; segundo, pareciera que de verdad con cada segundo que compartían aquel lento beso, el ruido en su cabeza desaparecía. Al alejarse, los dos abrieron lentamente sus ojos y se miraron en silencio por unos segundos que se sintieron muy largos para el que usaba gabardina.
—¿Estás mejor?
Pero el rubio se levantó del suelo para alejarse lo más posible de aquel hombre que lo había dejado sin palabras y, por el momento, sin ruidos molestos en su cabeza. Era una lástima que él no iba a decir un “Gracias”, mucho menos, hablar del beso que compartieron. Por su parte, el Doctor no pudo evitar sonreír y enfocar su mirada en la consola de la TARDIS como si fuera lo más interesante en su vida y no la manera en que aún sus labios cosquilleaban debido a ese beso.
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