Día 11 - Nobody Lives [Nygmobblepot]

El sonido de unos tacones hizo a Oswald lentamente girarse para así estar frente a Bárbara. El lugar estaba escaso de luz, pero no era necesario ser un genio para saber que ella portaba un arma y que justo ahora le apuntaba.

—Dijiste que sacarías a mi hija y a mí de aquí, pero no fue así...—.

—No me culpes a mí, tú eres la que le dijo a esa estúpida del submarino. Seguimos aquí por tu maldita culpa y tu hija murió por TU CULPA.

—¡CÁLLATE! ¡Por una vez en tu miserable vida deja de justificarte! Ustedes iban a dejarme de todos modos, y para tu información: mi hija no está muerta...—.

Pero lo estaba. Oswald lo sabía y es por eso que había sido citado en ese lugar. Bárbara había presenciado la manera que le arrebataban la vida a una pequeña que tenía escasas horas de nacer. Él no estuvo allí, pero fue el mismo Gordon quien se lo dijo un poco antes de morir acribillado por su antiguo amigo que tenía ahora control de la ciudad y órdenes de “limpiar la ciudad a toda costa”. La mujer que ahora estaba frente a Cobblepot era una que había perdido todo unas escasas horas antes y él no estaría ahí si el mensaje no hubiera sido una carta de poker con sangre seca con una dirección en ella. Bárbara tenía a Edward como rehén para asegurar el encuentro en ese lugar donde él...

—Acabemos con esto. Quiero ver a Edward Nygma con vida. —.

La rubia soltó una risa y negó con la cabeza.

—Primero quiero que dejes en el suelo toda arma que traigas y más vale que lo hagas porque por cada una que no entregues, será un disparo en Nygma.

El pelinegro apretó su mandíbula, sin embargo, decidió hacer caso a las órdenes dadas. Un par de cuchillos estuvieron en el suelo al igual que un par de pistolas. Bárbara seguía apuntándolo con un arma que hizo a Oswald quedarse estático unos segundos: era el revólver de Ed.

—¡Ya escuchaste, Nygma! ¡El Pingüino quiere verte!

Ante esos gritos, la misma risa de la mujer y el escuchar de unas cadenas hizo que Cobblepot sintiera un escalofrío correr por su espina dorsal. Esta vez Edward y Bárbara no estaba en un mismo lado, no era una trampa, era de verdad una amenaza sólo de la rubia. La vida de Ed de verdad estaba en juego y...

Edward, a paso lento, se hacía visible. Las cadenas estaban alrededor de su cuerpo con la intención de que no fuera a algún lado, como si éstas fueran una alarma para Kean si es que Ed lograba quitarlas. Sus muñecas estaban esposadas, su ropa tenía rastros de sangre que Cobblepot no sabía si eran de la guerra en la que estuvieron horas antes o de los muy probables métodos de tortura que Bárbara usó con él. La boca de Nygma estaba tapada con una mordaza que ahora Oswald se preguntaba de dónde demonios había sacado todo eso la mujer. Fue en un instante dónde su mirada se encontró con los ojos ajenos que parecían no reflejar alguna emoción. Era típico de Nygma, sin embargo, Oswald lo conocía tan bien que apostaba que estaba adolorido por la tortura producida por Kean, pero no asustado ante esa escena de desesperación de la rubia.

—Sé lo que quieres, Bárbara. —. La voz de Oswald resonaba con seguridad en ese lugar abandonado. Dio un par de pasos al frente con la intención de que la rubia pudiera mirarlo. —Quieres matarme y te concederé la dicha de eso, pero quiero que dejes ir a Nygma.

—¿En serio sigues creyendo que todos aquí seguimos tus órdenes? Tú no pones las reglas, honey, tú no eres nadie y tú...—. Bárbara miró al hombre que estaba a su lado que parecía estar un tanto aturdido o tal vez prefería estar en silencio pensando una forma de salir de eso los dos con vida. —...Deberías ser más cuidadoso cuando miras a Oswald. ¿Desde cuándo están teniendo una aventura? —.

Los dos hombres no hicieron muestra de su sorpresa al ser descubiertos. Edward y Oswald habían creado una tregua mientras vivían juntos en el ayuntamiento. Al inicio se toleraban por el propósito de escapar de la ciudad, pero eso no duró por mucho tiempo. Poco después encontraron fascinante el despertar y poder tener un amigo con el cual compartir la mesa, la biblioteca, el taller y muchas conversaciones que, aunque a veces los ponía en conflicto, agradecían el poder sentirse comprendidos. Si bien la amistad pasó a más, mucho más. Comenzaron a compartir cama, a buscar sentir el tacto ajeno y, por obviedad, surgieron confesiones que los hizo sellar éstas con un suave beso a la luz de una chimenea. Habían comenzado una relación que decidieron sería un secreto y que, si se fugaban de Gotham, probablemente podían hacer pública. Oswald amaba esa ciudad, pero pareciera que con Edward había comprendido lo que era un hogar. Se irían y tendrían una vida plena con todo lo robado. Pero fue su culpa el que se quedaran varados allí, el que tuvieran que presenciar la orden de que una bomba nuclear estaría en Gotham en poco tiempo, el que Nygma estuviera ahora siendo un rehén.

La risa de la rubia hizo que Oswald saliera de sus pensamientos y se recompusiera.

—Si no quieren contarme, está bien, pero, al menos no lo niegan. Es decir, sólo un imbécil enamorado construiría un submarino desde cero para otro imbécil que... —. Bárbara aguantó el reír de nuevo. —... Perdería un ojo por protegerlo de una granada. ¡¿Qué más estás dispuesto hacer por la vida de Nygma, Oswald?!, ¿Hasta cuándo te darás cuenta que tú eres la enfermedad que lo persigue? Porque es tu culpa lo que ahora es él, tal vez él ya lo olvidó, pero yo no. Yo recuerdo como mataste a su novia, yo recuerdo cada una de las cosas que hiciste a todos, a Butch, a Tabs, a mí y sí tú no puedes recordarlo, con gusto, yo lo haré por ti...—.

Fue en un momento donde Oswald pudo observar el como Bárbara sacaba de su abrigo un cuchillo, probablemente también perteneciente a Nygma, para en un momento acercarse a Edward que liberó sus manos de esas esposas para detenerla. La hoja filosa estaba cerca del rostro del pecho de Nygma mientras Bárbara trataba de hacer presión para lograr su cometido.

Oswald presenciaba una pesadilla. Comprendía ahora porque estaba siendo citado en ese lugar: era el mismo donde asesinó a Tabitha, dónde rompió un poco el corazón de Kean, dónde ahora él no era quien tenía el arma para resultar ganador. Oswald tomó una de sus pistolas del suelo, sin embargo, la rubia se dio cuenta de tal acción que actuó rápido en dar un balazo en su brazo haciendo que un grito ahora saliera de sus labios. Ese acto hizo que Nygma se distrajera de defenderse y miró a Oswald en el suelo. La rubia al jalar su cabello fue la que lo hizo mirar de nuevo a esos grandes ojos azules llenos de ira y venganza que...

—No es personal, Ed. —.

Así, un corte en el costado de su cuello estuvo. La sangre comenzaba a brotar de la herida haciendo que el que portaba un traje que alguna vez fue verde poco a poco cayera al suelo. Podía escuchar como el diminutivo de su nombre era pronunciado por Oswald en un grito como en ese momento de la granada.

“Ed”

El ruido de las cadenas al caer al suelo era claro para los otros dos, pero para Nygma se escuchaba lejano, era como si su mente ahora sólo buscara la necesidad de escuchar la voz de Oswald, de aferrarse a...

“De una forma retorcida, Edward Nygma, le das sentido a mi vida”

...A la vida. Ed se desangraba y la risa de Bárbara inundaba el lugar. Oswald dejó de agarrar su brazo herido que hacía que su camisa y traje absorbieran la sangre que salía de éste. Corrió la distancia que lo separaba de Ed y así presionó la larga herida del hombre de lentes.

“Nos iremos. No quiero que esta ciudad sepa del Acertijo nuevamente. Quiero que tú y yo, Oswald, podamos regocijarnos de lo que logremos. No tengo cariño por esta ciudad, nunca lo tuve. El cariño que he descubierto te pertenece, incluso, me atrevo a decirte que...”

—Oswald...—.

Pronunció el castaño con dificultad para que el pelinegro ahora lo mirara. Oswald no podía ocultar el como en sus manos estaba un leve temblor, uno que parecía probablemente extenderse a todo su cuerpo debido a las diferentes emociones que estaba presentando. Estaba en medio de un colapso debido a la desesperación de que el guante sin dedos, y sus dedos, se llenaran de sangre, estaba presenciando el como la respiración de Ed cada vez era más lenta y escasa. Estaba presenciando su muerte.

—No hables —. Lo regañó Cobblepot mientras sentía como sus ojos se iban cristalizando. —Sólo concéntrate en respirar, ¿De acuerdo? Sólo...

“No me dejes”

—Siempre... Admiré el romance de... Romeo y Julieta...—. Una débil carcajada salió de Nygma para al final, dedicarle una sonrisa mostrando sus dientes a Oswald. Era como si quisiera que ésa fuera la última imagen de él que el ajeno recordara y que sabía que amaba. Era tratar de calmarlo incluso sabiendo que esa vez no podrían burlar a la muerte, era aligerar la culpa que ahora Oswald sentía.

El pelinegro tomó aire y dejó de apretar esa herida para tocar el cabello de Edward, después acarició su mejilla y fue cuando el más alto subió la suya para colocarla sobre la del ajeno. Así fue como lentamente Ed sintió sus párpados pesados abriéndose paso a cerrarlos mientras su respiración se volvía nula.

—Ed...—.

Llamó Cobblepot al ajeno como si obtuviera una respuesta, pero sabía que no sería así. Había una leve sonrisa en los labios de Ed que no pudo evitar acariciar con sus temblorosos dedos. Ed había muerto por su cul... No. Ed había muerto por culpa de...

La risa de Bárbara de nuevo estaba presente. Pareciera que había estado riendo desde que hirió a Edward hasta ese instante en que Oswald giraba para poder mirarla.

—Deberías ya entender que no es bueno encariñarse con las personas, mucho menos si tienes que rendirle cuentas a personas que te o...—. Oswald, con su zurda, disparó un par de veces en los tobillos de la rubia haciéndola caer al suelo. Las armas que pertenecían a Edward estaban ahora en el suelo, cerca de él mientras Bárbara estaba un poco más retirada ahora riendo en el suelo.

—¿Ahora comprendes lo que se siente que te arrebaten a quién más amas?

Oswald alzó de nuevo su brazo para apuntar ahora a la cabeza de la rubia, sin embargo, se dio cuenta de algo. Bárbara lo alentaba a disparar, a desquitar su furia arrebatándole la vida porque...

“Cuando sabes lo que un hombre ama, sabes que lo matará”

Recordó sus propios palabras y dándose cuenta que Bárbara deseaba morir para dejar de sentir el dolor de la pérdida, deseaba que Oswald convirtiera el dolor emocional en uno físico, que él le diera la paz matándola. Es por eso que había dejado a su alcance las armas necesarias para eso.

Una risa comenzó a surgir de Oswald, era una risa sonora y burlona, incluso, extrañamente verdadera. Esto confundió a la rubia debido a que no entendía la gracia del asunto. —Me alegra que tu hija esté muerta. Así se ahorró la vergüenza de tenerte como madre.

Oswald sabía como acabar a Bárbara y no era con un simple disparo. Deseaba hacer más, deseaba hacerla experimentar una catarsis, deseaba que ella suplicara estar muerta, así que aclaró su garganta para seguirla mirando a lo lejos.

—Eres una maldita trastornada que creyó que tendría una segunda oportunidad para demostrar que es buena, pero no importa cuántas oportunidades te den, siempre serás esto: una perra llorona resentida que destruye todo lo ama. Gordon nunca te quiso, siempre te tuvo lástima...—. Oswald tomó el revólver perteneciente a Edward y se aseguró de que tuviera balas: quedaba sólo una, la cargó. —Y esa lástima creció y creció mientras más te crecía la barriga. Siempre serás la miedosa Bárbara Kean que conocí en su bonito departamento que papi le regaló, siempre serás una carga así que: ¡Felicidades! Todos los que te tuvieron lástima están oficialmente ¡Muertos! ¡Ya no están! Y tú... —.

El arma de Ed fue levantada haciendo que Bárbara saliera del trance de las palabras que Cobblepot había mencionado. Estaba inmóvil y lista para recibir aquella bala. Había lágrimas en sus mejillas y pareciera que incluso lo escuchado causaba más estragos en ella que el perder la movilidad de sus piernas.

—Y tú no vas a morir para dejar de pensar en eso. —.

Oswald dejó de apuntar a la rubia para así apuntar a su propio pecho y jalar el gatillo. Fue un sonido sordo, uno que se perdió rápidamente el pelinegro. Juraría haber escuchado gritos de enojo por parte de Bárbara como si rogara de que ella debió morir primero, también juraría haber mirado una vez más a ese Ed sin vida mientras su propio cuerpo caía al suelo cerca de él. Había sido un tiro acertado a su corazón, uno que lo hizo perder mucha sangre y ni siquiera tener la oportunidad de pestañear una vez más. Para el instante en que la bomba nuclear tocó la superficie de Gotham, Oswald Cobblepot tampoco ya respiraba.

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