Día 5: Flauta

¡Hola, en este día viene uno de los prompts que más me gustaron pero que fue un desafío de escribir jeje 😅!

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#MitakeWeek2024
🍁 Prompt: Mitología griega
🍂 Palabras: 2, 275

🍁 Resumen:
Mikey y Takemichi son, probablemente, las reencarnaciones de Orfeo y Eurídice que se equivocaron de tiempo.

Ambos se aman, se amaron y permanecerán juntos después de la muerte también.

Porque, en un mundo lleno de muerte, también existe un cielo de amor y esperanza.

⚠️ Advertencias ⚠️
AU- de guerra, mención de mitos de mitología griega, muerte de personajes, Angst con un final feliz, mención del tema de reencarnación, Angst y Drama.

⚠️ 🍁 IMPORTANTE:
El fic está narrado desde el POV de Mikey, y es un AU de guerra. La interpretación del mito de Orfeo y Eurídice es subjetiva, dicho mito se describe al fina de la lectura.

El mundo, si pudiera definirlo, es la sede de la violencia, y los humanos, son los creadores de la misma.

Soportar la ideología de «matar para sobrevivir» nunca había sido tan clara como ahora... que se resguarda dentro de una trinchera improvisada en plena detonación de explosivos.

Manjiro Sano, sobreviviente de uno de los bombardeos en las ciudades fronterizas al conflicto bélico, se vió orillado a portar prendas militares, aplicar su experiencia de entrenamiento y habilidad física en combate, para su supuesta supervivencia. Eso le dijeron, y ahora está forzado a combatir por un pro de alguien que no conoce.

Media hora más tarde, sale de la trinchera y se limpia las cenizas que caen como lluvia en su rostro. Ubica el encendido de bengalas amarillas de los pocos sobrevivientes que quedan en la periferia, entonces, alza la suya y se escabulle entre la maleza para una reubicación en el cuartel montado en secreto.

Lo único que espera, por ahora, es ver el tierno rostro de su pareja, aunque el suyo esté más manchado en muerte.

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El vapor del agua caliente es un lujo que pocas veces puede degustar, y aun así, no es más anhelante que el paño que se pasea por su piel desnuda del pecho. Sus músculos se relajan y descansa el instinto de alerta, está con él, eso es suficiente.

Baja su mirada y pasea la vista sobre la mano que limpia su piel, comienza a seguirla al llegar a los hombros, luego ve como rodea el cuello y termina en el rostro cabizbajo frente suyo; sonríe, aclara su garganta para llamarlo.

—Takemitchy —sus manos descansan sobre la base de madera —, mírame.

El mencionado aleja primero el paño mojado, le importa poco tirarlo al suelo, y alza su cabeza con lentitud, una velocidad que le permite a Manjiro mirar la cristalización en sus ojos llorosos, sus labios secos apretados y las gazas que cubren sus mejillas.

—Cada día se reduce más el territorio enemigo —informa Manjiro con seriedad —, solo un poco y-

—Tócala.

Los ojos de Manjiro se abren con sorpresa, las palabras se esfuman de su boca y lo mira preocupado. El cuerpo de Takemichi —delgado, débil y con signos de heridas —tiembla mientras lo mira, sus irises azules están más apagadas, se abraza a sí mismo mientras espera.

—Pero-

—Tócala. —Sorbe su nariz y muerde sus labios —Por favor, Mikey...

No puede decirle que no, es la verdad.

La cantidad de atentados que han vivido —y sobrevivido —ha sido la racha más grande, 5 en solo una semana es inhumano, surrealista, bastante distópico. Sus heridas son la prueba física de ello, pero el daño emocional y cordura se limitan al sonido de sus voces, compañía en abrazos y a...

Mikey lleva su mano a la parte trasera de su pantalón, de ahí, saca el pequeño instrumento de viento —roto y sucio —y coloca sus dedos en los orificios y lo lleva a sus labios para comenzar a soplar.

Irrealmente, de una flautilla partida a la mitad, sale la más bella y armoniosa melodía que nadie imaginaría. Sus dedos se alzan y aplastan conforme juguetea con el compás de sus respiraciones al soplar, el viento emite una canción curiosa que los tranquiliza a ambos, siempre un tono aliviador y lleno de paz inexistente desde hace tiempo.

Tanto Manjiro como Takemichi, necesitan del sonido de la flautilla para saber que siguen existiendo, que son ellos mismos, los que se conocieron en aquel campo de flores antes de todo el desastre de guerra.

Takemichi se acerca a él y lo abraza, sus brazos cruzan y aprietan parte de su espalda y vientre mientras esconde su rostro sobre la abertura de su cuello y hombros. Mikey no se detiene, sigue tocando y se permite reposar su cabeza sobre la de su amante.

Está cansado, le duele el cuerpo, pero siempre podrá respirar lo suficiente para tocar la flauta con la que hechizó a Takemichi y los llevó a conocerse... en ese bello desastre de violencia y muerte.

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Lo curioso está en que —en pleno campo de batalla —Mikey saca de su bolsillo la flauta partida por la mitad y la entona al soplar.

La melodía que reproduce, ahora, es tétrica e intimidante, un sonido de muerte próxima a sus enemigos.

Es una clase de anuncio de que se preparen, porque está cansado y solo quiere terminar con todo, pronto, y sin importarle el modo inhumano en que lo haga.

Los enemigos sienten miedo, Takemichi siente alivio; pero para él, solo es la prueba auditiva de que sigue existiendo, que sigue vivo y no es un sueño.

Mínimo, hasta que su peor pesadilla sucediera... y ocurrió.

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Una noche de otoño, Mikey lanzó la bengala amarilla entre los montones de hojas del bosque pelándose con lentitud. Le importó poco el inicio de un incendio a sus espaldas cuando encontró la base destruida, sola, y sin señales de él.

La adrenalina lo obligó a encender todos sus sentidos, obtener cualquier pista. Manjiro sabía que estaba en el foco de sus enemigos, que su forma cruel de asesinarlos y destruir sus bases les generaba problemas de retirada y bajas que le beneficiaban en victorias. En la guerra todo se valía, y ahora se lo estaban demostrando.

No tienta su corazón, no cuando la furia y el odio se apoderan de sus manos ágiles en el disparo de blancos perfectos de armas y en el poder de sus músculos que revientan huesos y destruyen cuerpos. No le importa, solo quiere atraparlos, destruirlos para poderlo alcanzar a él, al único que le importa en esta vida.

Su mano derecha retira la flautilla oculta en el reverso de su pantalón, la izquierda apunta en la cabeza al guardia y lo tumba con perfección, abriéndose el paso en la guarida entre escombros de antiguos edificios erguidos.

Sus dedos tapan los agujeros del instrumento, sus piernas sueltan un par de patadas que noquea de muerte a sus adversarios.

Sus pulmones liberan el soplo que emite la melodía, los cobardes retroceden con miedo y probablemente Takemichi lo reconocerá.

—¿¡Dónde está?! —reclama con fuerza, las paredes truenan y solo un hombre lo mira de frente.

—Manjiro Sano, hagamos un trato.

Los ojos negros lo fulminan, lo calcinan vivo y el hombre traga con pesadez tratando de no ser intimidado. A sus espaldas, sus compañeros —y sobrevivientes —permanecen retenidos, amenazados con armas. Mikey lee el ambiente, no logra evitar las intenciones despiadadas del hombre que hace una señal con su mano alzada.

—¡¡No!! —grita, y es tarde, las armas disparan y los cuerpos caen en segundos.

Mikey gruñe y quiere matarlo, el hombre y sus subordinados ríen con victoria. Parte del trato está hecho sin haberlo concordado siquiera.

—Llévalo contigo, pero tienes prohibido verlo hasta que el sol lo cubra completamente, entonces, serán libres.

El hombre le tiene miedo, Mikey lo sabe, y aunque su sadismo es exageradamente palpable, presiente que es verídico el trato.

La muerte de sus camaradas por la libertad de su pareja, en un mundo de guerra, lo considera injustamente necesario.

Le da la espalda al hombre y pronto siente la mano fría —pequeña y débil —de Takemichi. Acaricia sus dedos y roza su palma, comprueba que sea él y lo es, lo reconoce bien. Su presencia tiembla detrás de él, Mikey puede discernirlo por el temblor de sus dedos, su respiración comprimida y los hipidos en brincos ocultos.

Comienzan a caminar, de forma recta y con la adrenalina en frenesí. Mikey continúa acariciando sus manos mientras permanecen entrelazados, jamás se le había hecho tan larga la salida de un escondite en ruinas.

—Mikey-kun.

—Está bien, Takemitchy, solo debemos caminar y veremos el campo de flores ¿sí?

Los jadeos de su pareja lo ponen nervioso, no puede girarse a verlo, ni siquiera sabe si lo han herido. El punto de luz aparece y solo debe ser paciente, lo cargará y curará con lo que sepa, escaparán de la violencia y todo estará bien; es un sueño anhelante en medio de la oscuridad de la guerra.

—Mikey-kun...

Lo ignora, porque están cerca, el arco de luz aparece y acelera los pasos mientras arrastra a su pareja con él del brazo, incluso si lo lastima ya están cerca, muy cerca.

—Mikey-kun...

Manjiro a salido de las ruinas, da zancadas largas que exponen su cuerpo a la luz solar y jalonea el cuerpo detrás de sí, es seguro. Lo han conseguido, son libres.

—Takemitchy~

—Qué lástima, Sano Manjiro, muy cerca.

Los ojos negros se dilatan, la silueta del hombre apunta de forma victoriosa el arma sobre la sien de su pareja. Pega la boquilla entre los cabellos negros del ojiazul, quien tiene sus ojos cristalizados mientras lo mira.

Mikey observa al fin su cuerpo —de por sí débil —magullado, con signos de tortura, su sangre, fresca e impregnada entre sus ropas y piel. Sus labios partidos con sangre se retuercen en una mueca de intento de sonrisa adolorida, sus pestañas parpadean reprimiendo el dolor y sus ojos azules —tan secos como el lago en sequía —opacos lo miran con devoción, agradecimiento y amor.

—¡¡No, espera, por favor!!

Sus ojos son testigos de la oculta y débil cuerda que sostiene y jalonea del talón de Takemichi, reteniendo dicha parte de su cuerpo en la oscuridad de las ruinas.

El sol no lo cubrió por completo, todo fue una trampa.

—Mikey-kun —solloza, pero sonríe mientras habla —, gracias por todo. Te amo hoy y siempre.

Su sonrisa no se pierde, ni las lágrimas se secan, cuando su cuerpo cae sobre la frialdad del suelo ante el detonador sonido del gatillo.

Las risas de los enemigos le aturden menos que las últimas palabras de su amor marchitándose.

Manjiro cae de rodillas, la flauta cae y rueda sobre el suelo escondiéndose entre las hojas amarillas y anaranjadas.

Impresionante que, ante tan bello paisaje, haya ocurrido un desolador desenlace.

Un final cruelmente esperado.

~~~~~~~~

Un alma ha desaparecido, la otra ha muerto. En un mundo lleno de injusticia, la tristeza y venganza van de la mano.

La melodía de la flauta resuena como un llamado fúnebre e hiriente, de muerte y tristeza por igual.

Es una entonación que te eriza la piel de terror y te orilla a llorar sin remedio.

Los dedos magullados saltan y tapan los orificios del instrumento mientras camina por el sendero de tono rojizo y huesos rotos, el fuego lo abraza por detrás como una escena irreal. Mikey llora, sus lágrimas se mezclan con la sangre enemiga al caer sobre la alfombra de hojas de un bosque que será incinerado en minutos.

La imagen de Takemichi lo lastima, le es imposible no recordarlo con su sonrisa y sus vagos intentos de protegerlo.

Su cabello negro revoloteaba con las brisas de primavera y su piel brillaba en el perlado sudor en verano. Sus ojos azules se marchitaron completamente en otoño... y en invierno su presencia será invisible, ni siquiera él llegará.

La sensación de victoria es nula, a vencido al enemigo por completo, pero perdió la libertad con los disparos que comienzan a arrebatarle la vitalidad de su cuerpo.

Su juicio comienza a nublarse, su final también se acerca.

Incluso inmóvil, sus dedos no dejan de tamborilear la flauta, sus últimos alientos soplan el aire para emitir una señal auditiva de llanto en canción. No es de terror ni de alivio, es de auxilio, de una despedida indiscutible.

La luz del fuego se apaga en la oscuridad de sus párpados que se cierran con lentitud.

El instrumento cae de su boca y los dedos lo sueltan.

Es una lástima que la libertad sea fantasiosa e inalcanzable.

El mundo es un infierno, la gente lo aviva, y almas como ellos solo reencarnaron en otro mundo sin vivir felices.

~~~~~~~~

«Mikey-kun»

Una nubosidad aun cubre sus ojos, quiere tallarse los ojos pero está inmóvil, observando las siluetas de una mujer y un hombre que se hablan, se miran con fervor mientras él toca una lira y ella tararea entre aplausos. Ambos permanecen sentados sobre un campo de flores siendo rodeados por una melodía que reconoce.

«Mikey-kun»

Cuando puede parpadear lo hace, y la imagen se esfuma mientras aparece otra donde una flauta partida a la mitad descansa sobre la unión de manos de dos almas heridas en una guerra, dos chicos de cabello negro rodeados sus cuerpos de flores, como un santuario a su eterno descanso y donde iniciaron su romance.

«Mikey-kun»

Parpadea de nuevo y despabila, el aroma a flores lo recibe y mira su alrededor con asombro. Se encuentra recostado sobre el campo de flores de aquella pradera donde tuvieron su primer encuentro.

—Mikey-kun.

Gira su vista lo suficiente para enfocar la silueta de Takemichi, sano y libre de heridas, con ese cabello negro que baila con el viento y la sonrisa radiante que es opacada solo por el brillo que recuerda en sus ojos azules.

—Te estaba esperando —emite, y estira su mano hacia él, Manjiro cristaliza sus ojos —¿Vamos?

No duda, agarra con firmeza su mano y se levanta para abrazarlo. Olfatea su aroma, toca su cuerpo y cerciora que este completo, se atreve a saborear sus labios y recordar las mariposas que vuelan cuando lo hacen.

—No volveré a soltarte jamás, lo prometo, en la luz y oscuridad.

Takemichi sonríe, asiente y comienzan a caminar sobre el pasto, sin rumbo, solo acompañados por una melodía proveniente del cielo perfectamente entonada.

Una canción suave y angelical de un romance reunido después de la muerte.

En un mundo desperanzador lleno de muerte, existe un cielo melódico lleno de vida y libertad.

Las reencarnaciones de Orfeo y Eurídice se equivocaron de tiempo, pero se amaron y permanecieron juntos después de la muerte también.

Quizás, la próxima vez, tengan más suerte de vivir su amor sin contemplar a la muerte tan temprano y premeditadamente.

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⚠️🍁 Fic basado en el mito de Orfeo y Eurídice:

Orfeo era un joven muy apuesto y muy conocido también porque con su lira era capaz de tocar las melodías más maravillosas que los humanos hubiesen escuchado. Fue así como Eurídice se enamoró de él y poco después decidieron casarse. Lamentablemente, Eurídice murió poco después por culpa de la picadura de una serpiente.

Orfeo entró en una profunda pena, hasta que decidió bajar hasta el mismísimo inframundo para así salvar a su amada. Y así fue, bajó hasta el inframundo e intentó llevásela, pero Hades no se lo permitía. Así que Orfeo se puso a cantar para Hades, este se compadeció de él y le permitió llevásela con una condición: No podía mirar a su amada hasta que estuviera totalmente bañada por la luz del sol.

Así lo hicieron, y cuando salieron al exterior, Orfeo se giró para verla, pero no se percató que un pie se había quedado en las sombras así que Eurídice desapareció en la oscuridad del inframundo y esta vez para siempre. Orfeo triste pereció en batalla a las pocas semanas, pero al morir e irse al inframundo, consiguió por fin estar al lado de su amada, para toda la vida.

Necesitábamos un poco de Angst en esta week jaja, perdón 😅💔.

El mito lo escuché desde hace tiempo y nunca supe con que pareja podría encajar, definitivamente al MaiTake le quedó perfecto, pero el desenlance es agridulce (?) 🥺💔. Además, imaginarlos en un AU de guerra fue otro desafío que me impuse pero que, siento, encajaba mejor, díganme que opinaron.

En fin, espero que, pese al drama, les haya gustado ✨, porque a mi me ayudó mucho a salir del bloqueo.

¡Muchas gracias por leer, nos vemos mañana!

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