Día 1: Sitio seguro
¡Hola a todos, a pasado mucho tiempo desde que no publicaba por acá 🥺!
Hoy regreso con mi participación en la
MitakeWeek 2024
Esta es mi 2da vez participando, así que espero poder cumplir cada uno de los prompts adecuadamente y satisfacerlos con mi aportación en la Week de este año.
¡Muchísimas gracias de antemano y espero que disfruten la lectura!
Por cierto, llevo muchos meses sin escribir algo 🥺, así que téngame paciencia si cometí algún error, jeje.
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#Mitakeweek2024
🍁 Prompt: Bonten Arc
🍂 Palabras: 2,577
🍁 Resumen:
«Un demonio no puede amar, pero si proteger su infierno, y él era su infierno seguro»
Sano Manjiro, ese es su nombre cuanda vaga por la ciudad con arma en mano. Cuando llega el viernes, pudre su alma en violencia y visita su «sitio seguro»
El tiempo se acaba, pero Manjiro ha preparado con antelación su sitio de descanso cuando se marche, y también, ha ideado el plan con el que arrastrá su infierno, a su sombra, a su «sitio seguro».
⚠️ Advertencias ⚠️
Tokyo Revengers Manga Spoilers Future Timeline: Bonten, Canon Divergence - Bonten Arc, Angst and Drama, Angst and Romance, Angst and Feels, Dark Mikey | Sano Manjirou, Gun Violence, References to Drugs, Alternate Universe - Canon Divergence, Near Death Experiences, Implied/Referenced Character Death, POV Mikey | Sano Manjirou, Threats of Violence, Blood and Violence.
Un caso más, otra noche sangrienta, la misma rutina de cada viernes.
Las calles lucen menos vivas en la madrugada, nulo pase de transeúntes y un frío calante del inicio de otoño.
Sus pasos son lentos, aunque pisa con firmeza las banquetas, no emite un solo ruido. Su presencia luce —inciertamente —fantasmal, como alguien que se camufla en la noche y sobresale apenas por el revoloteo de los cabellos blancos de su cabeza a una hora impropia como las 3:30 de la mañana.
A pasos lentos, pero seguros, arrastra el cuerpo a los confines de los alrededores que oculta la ciudad, aquellas calles secretas de incierto derecho de existencia y fines desconocidos de actividad laboral. Allí, donde las persianas cerradas ocultan el contenido de los locales, fija la vista sobre la antepenúltima de ellas, que posee —a diferencia de las demás —agujeros ligeramente taponados y manchas rojizas, no basta explicarlo.
Manjiro Sano —porque, ahora, ese es su nombre —detiene sus pasos y fija la vista desde lejos en dicha cortina plateada, más sucia que sus pies semi descalzos. No suele hacerlo, solo los viernes de "rutina" se permite contaminar su aliento con tabaco y una mezcla de hierbas de origen desconocido, relajan sus sentidos en cada exhalación prolongada y es una satisfacción insana, pero necesaria.
Suelta el aliento con pesadez, mira la bruma del residuo del tabaco y sonríe para sí mismo, asimilando la espiral de humo como el residuo del fuego de aquella casona que acaba de detonar en fuego y muerte, y miedo.
—«¡Este no era el trato, Manjiro!»—repelieron ensangrentados sus antiguos socios, o peones mas bien. Él solo levantó los hombros con indiferencia cuando apretó el gatillo 6 veces seguidas, sin pestañear.
Y el silencio lo envolvió en ese momento, y en su presente actual que lo recuerda, antes de todo incendiarse y borrar las pruebas de existencia de sus enemigos, y las de él, por si acaso.
Manjiro, ese era su seudónimo real, y el actual. No está seguro de en que momento aquel "apodo" —su verdadero nombre —desapareció de la boca de conocidos para llamarlo, o con miedo o con respeto, por ese "nombre".
La gente se dirige a él como Manjiro Sano cuando porta esa mirada fría e indiferente, cuando sus manos pasean la pistola negra y juguetea con el gatillo, cuando hace contratos falsos con socios que fungirán como peones y, sobre todo, cuando los viernes desaparece en modo de cacería y no regresa... ahí, es Manjiro Sano.
—«Discúlpeme señor, pero... ¿A dónde se resguarda cada viernes?»
Era esa la interrogante que solían lanzarle todo el tiempo cuando el día se acercaba.
Manjiro los amenazaba con la mirada cubierta por sus flequillos rebeldes cubriendo su rostro, torcía la boca y apretaba el agarre de la pistola que obligaba a su "aliado" a retroceder en defensa.
—«No es de tu incumbencia.» —Respondía con frialdad, el otro asentía y se retiraba enseguida.
Después de 3 meses, la gente ha dejado de cuestionarlo y solo esperan su regreso al día siguiente.
Y ahí se encuentra, un viernes de madrugada en un callejón cuestionable mientras avanza en dirección a la cortina agujerada y se escabulle por la abertura secreta de un costado.
Conoce perfectamente la distribución en el lugar que no necesita de luces, cuenta sus pasos y alza las manos en el momento en que percibe su «sitio de descanso». Lo acaricia con las manos, repasa con sus dedos la textura que ya bien conoce y suspira con un alivio singular; lanza sus sandalias en la oscuridad y se permite sentir la frialdad en sus pies descalzos y magullados, primero uno y luego el otro, hasta que se encuentra dentro.
Lentamente se inclina, se sienta y termina por acostarse boca arriba, sin dejar de acariciar su alrededor. Una vez acostado, entre la oscuridad y su sitio favorito, emite la clase de graznido que funge como una señal singular.
No necesita levantarse para mirar a la lejanía el pequeño foco de luz encendido que ahora ilumina levemente el camino hacia él, y de ahí, la sombra —que también ya reconoce —emerge en pasos suaves y silenciosos a su encuentro.
No reacciona cuando la tiene enfrente, ni cuando la ve inclinarse hacia él y siente el roce en su piel y ropas ensangrentadas. Parpadea y después alza los brazos para atraparla, debe asegurarse de que no es una alucinación de su cabeza adormilada en las drogas.
La sombra no rechista, pero emite el sonido ligero de sorpresa tras ser atrapada del cuello y generarle cierta asfixia.
Manjiro sonríe y aprieta de nuevo, escucha el quejido, y entonces la suelta y la mira con ansias, esperando.
La sombra retoma su postura y se acerca de nuevo, esta vez, en una inclinación directo al rostro del peliblanco. Manjiro reconoce lo tangible en la oscuridad y la atrapa de nuevo con una ferocidad que lo carcome; sabe que las drogas están haciendo lo suyo, que su boca apesta a tabaco y tiene el aspecto de un asesino; pero la sombra jamás le reclamaría por algo tan insignificante como eso, él cree.
El tenue aliento natural de la sombra se sofoca cuando Manjiro lo encapsula en un beso con su aroma de tabaco y lo fuerza a resistir el aire dentro de la boca que muerde sin piedad; juguetea, luego muerde, luego se adentra y luego la limpia con su saliva en un maldito juego sucio de intento de ser pasional.
Las respiraciones erráticas de ambos lo demuestran, y le agrada, bastante.
—Llámame. —Pide, solicita con exasperación, su voz ronca y oscura provoca que suene más como una amenaza.
Aun recostado, nota como la sombra se arrastra entre la oscuridad y despoja con lentitud y cuidado sus ropas, como aleja su arma y Manjiro no la detiene, toca su cabello como una caricia que lo conforta. La sombra se esfuma un momento antes de regresar y, ahora, Manjiro siente un escalofrío en su pecho tras sentir la humedad del paño mojado que intenta limpiar y secar la sangre de su piel.
La sombra lo restriega con cuidado, es cautelosa y sabe como y donde hacerlo, Manjiro se deja. Las ropas permanecen sucias pero dobladas, con el arma encima de ellas. El paño es arrastrado por sus brazos y se estaciona en su cuello, donde la sombra lo rodea con sutileza, aunque Manjiro esperaba que usara una mayor fiereza.
—¡Llámame! —repite, esta vez más desesperado y con un tono alto en su voz gutural y rasposa.
La sombra lo ignora, continúa paseando el paño mojado sobre sus mejillas, perfilando su nariz y obligándolo a cerrar los ojos cuando limpia sus párpados y hasta las pestañas.
Una actitud innecesariamente satisfactoria; así hasta que llega a sus labios, donde los separa y contornea, y lo hace dejando a un lado el paño, Manjiro sonríe.
—Mikey... —se oye en susurro, cerca de su oído —Mikey-kun... —y el choque de alientos lo está alterando.
Sí, ese es su verdadero nombre, no un "apodo".
Y cuando lo escucha, siente que regresa a esos ayeres donde su cabello rubio bailaba con el viento al conducir su motocicleta en las grandes avenidas de Tokyo, mordiendo un taiyaki mientras las mangas de su gabardina negra uniformada volaban también en su espalda. Es un buen recuerdo, si lo piensa bien.
La sombra ha desaparecido, y con ello, una luz aparece y completa el sitio; aunque es efímera, la luz anaranjada los protege de la oscuridad exterior pero, finalmente, les permitirá verse los rostros.
Mikey se sienta en su sitio y posa la vista en su precioso «sitio seguro», un féretro de bonito acabado de obsidiana brillante, siendo su interior un acolchonado de telas romboides color blanco.
Es cálido, cómodo y perfecto para su descanso cuando su anunciante muerte lo llame pronto, muy pronto.
Y alza la vista, descubriendo como la sombra ya tiene un aspecto humano, y está despojándose ligeramente de las ropas negras que lo camuflaban. Los guantes largos negros caen al suelo junto a todo el arsenal de prendas de cuerpo completo, el suéter de cuello largo apretado también es lanzado y se puede ver que lo único negro que permanece en su "sombra" es eso, su sombra contra la luz anaranjada y el cabello negro revoltoso en su cabeza.
Se acerca, con sigilo, poniéndose frente a Mikey para que pueda admirarlo como una estatua, su favorita.
El chico porta ropas blanquecinas que se pegan a su piel, son estiradas y reveladoras de piel en ciertas zonas, como sus caderas y hombros, parte del esternón y de su espalda baja.
—Eres perfecto, — le dice, y sonríe, mientras aletea la mano para que se acerque, él lo hace —Takemichi.
La sombra, ahora con nombre, se inclina mientras se adentra al ataúd con él, se sienta sobre su regazo y lo observa.
Lo hipnótico que pueden ser los ojos azules del pelinegro son más efectivos y tentadores que cualquier droga, Mikey ha soñado con arrebatárselos y llevarlos consigo el resto de días que no puede verlos... pero se limita.
Un parpadeo y Mikey siente que Takemichi ya lo ha atrapado en su hechizo, está seguro de que el chico es una clase de brujo y debería matarlo; pero le agrada, es el único que puede debilitarlo a ese grado de sumisión.
—Mikey-kun, hoy... llegaste más tarde —le dice, un susurro de preocupación en sus ojos cristalinos.
—Sí, pero... —lleva sus manos y acaricia las mejillas del chico que, ante su tacto, cierra los ojos y parece ronronear sin realmente hacerlo —me quedaré un día más.
El pelinegro asiente en respuesta, abre sus ojos para mirarlo mientras recuesta sus mejillas en sus palmas y espera. Manjiro, a veces —o casi siempre —no puede lidiar con la pureza que el chico emana al existir, ahí, con él, en toda esa oscuridad y suciedad sangrienta.
A veces —siempre —no sabe como deshacerse de él, o de sí mismo.
—Maté a 6, y quemé toda la casa —emite sin filtro, sin sentido, y sin una expresión como tal.
Lo escucha suspirar, está acostumbrado, pero Takemichi se reincorpora y lleva sus manos hacia las mejillas del peliblanco, lo obliga a mirarlo fijamente y eso le desespera, pero igual lo hace, cae rendido ante los irises azules que lo regañan en silencio, pero no lo emite y en su lugar pregunta algo más.
—¿Cuánto más? —cuestiona en respuesta, contrario y diferente a lo que esperaba.
Manjiro sabe a lo que se refiere, y solo es cuestión de tiempo para que el reloj detenga su marcha y él finalmente pueda dormir tranquilo, en silencio, en su sitio favorito.
Lo que más le pesa es tener que dejar al dueño de esas gemas preciosas solo... en la oscuridad, en ese local de dudosa actividad.
—Pronto. —El silencio los abraza —La policía cada día está más cerca de atraparme.
Mikey nota la incomodidad en Takemichi, se retuerce con duda. No lo mira, tiene la mirada agachada y sus manos forman puños que golpean el colchón del ataúd; no hay violencia en él, solo... resignación a la realidad.
—Soy un demonio, un asesino, es lo que debe ocurrir en este ciclo de reglas social, creo. —Suelta inconforme.
—Lo sé. —No se ha movido en lo absoluto, Mikey sonríe.
Manjiro lo mira, el molesto cuello de esa prenda ha desaparecido, y con ello, la piel descubierta del cuello a las clavículas de sus hombros es llamativa, pulcra y nítida.
Mikey debe de protegerlo de posibles ojos que se atrevan a mirarlo, desear saborear una piel que es únicamente suya, de su propiedad, que ha marcado cientos de veces.
Sano no resiste los impulsos y atrapa por sorpresa las caderas del pelinegro que jadea en sorpresa, lo mira y eso le impide detenerse. Pasea sus manos traviesamente por su espalda y rasguña las partes descubiertas de ropa, el chico gime sin filtro y, aunque hace un puchero y el vago intento de detenerlo con su tacto de manos, Mikey lleva las manos a su cuello y usa una fuerza monstruosa para derribarlo en el colchón y colocarse ahora encima suyo.
—Los demonios no pueden amar, Takemichi —emite, y sus dedos aprietan el cuello ajeno con más fuerza, el pelinegro respinga pero no lucha, solo lo mira, ambos se están mirando con intensidad.
Y segundos después, Mikey lo suelta, mirando las marcas rojizas en la piel de su cuello mientras el ojiazul busca retomar el aliento sin alterarse.
La mirada de Manjiro se suaviza, necesita tanto de él, de Takemichi, y se cuestiona si ahí, en ese momento, el ataúd es más un "sitio seguro" que los sentimientos que afloran cuando mira a Takemichi debajo suyo.
—Todo demonio tiene su infierno, su territorio, y lo más importante para él es protegerlo.
Se inclina, aplasta con sus huesos el cuerpo débil del ojiazul y saborea la piel de los hombros, paseando la lengua y luego rascando con sus dientes, dejando un camino que sangra y limpia con su saliva, Takemichi solo suspira.
—Eres mi infierno, mi sitio seguro, y debo asegurarlo y protegerlo...
Mikey estaba a nada de lanzarse contra su boca, su piel, rasgar las ropas blancas y luego comprar unas nuevas, pero Takemichi lo detiene, apenas toma el impulso de colocar sus manos sobre su pecho, sonríe y sus ojos cristalinos brillan aun más, dejando atontando a Mikey.
—Cuando... llegué el momento... —emite, su voz es una melodía que rebosa entre el cansancio y cariño que se esfuma con su mirada comprensiva —déjame descansar contigo, no quiero quedarme solo, Mikey-kun.
¿Plegaria o petición? ¿Duda o súplica? Cualquiera que fuera la intención, la sonrisa de Mikey se ensancha y asiente, porque, incluso sin pedírselo, Mikey ya había planeado hacerlo, no era tan ingenuo para dejarlo en este mundo.
—Me esperarás solo unos minutos, lo prometo.
Ambos sonríen y la distancia se acorta en un fuego inmoral y pecador que les gusta a ambos. Un alivio exacerbado en la locura y en lo insano de un amor fuera de reglas.
Se desean, pueden verlo en el espejo de los ojos azules y negros, un contraste abismal de pensamientos y acciones que los han llevado a relacionarse ahí, y ahora.
El ataúd solo es un material tangible que los resguardara de la contaminación putrefacta del mundo cuando se vayan, salvándose de la violencia y huyendo de una libertad de buena vida para ambos, y les parece bien.
Así que, cuando Mikey se vea acorralado realmente, huirá como pueda y regresará al local del taller oxidado. Le pedirá a Takemichi que se recueste en el féretro, hará que beba las sustancias que le arrebaten el dolor y luego llevará sus manos a su cuello para arrebatarle su último aliento mientras se miran, lo besará, y no se detendrá hasta que sus zafiros extingan su color y luz.
Y luego, él beberá la cantidad mortífera de raciones de droga que ha guardado y las tragará sin chistar, recostándose también junto al pelinegro mientras lo abraza y besa por última vez, antes de dormir para siempre.
Suena como una buena táctica, más objetiva que todos los planes que ha llevado acabo como asesino serial.
Pero, por ahora, morderá, marcará y disfrutará del cuerpo de quien considera su «sitio seguro» por voluntad, porque se aman, independientemente del mundo abismal que cada uno decidió vivir.
Y eso, eso esta bien. Porque es el infierno de Mikey, del demonio Manjiro Sano, y solo lo está defendiendo, protegiendo.
¿Verdad?
¡Ufff y creo que iniciamos fuerte jeje!
Disculpen la oscuridad de la trama, pero Bonten Mikey me propicia a escribir este tipo de dinámicas, porque me da miedo jaja, perdón 😅.
¡Admito que escribí más de lo que pensaba y me siento feliz 🥹, porque ellos siempre me hacen rebasar mis límites o bloqueos!
Espero que sea de su agrado el escrito. ¡Nos vemos mañana! 🍂
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