Capítulo 52
¡Maldita sea!
El corazón de Damien se paralizó de horror y expectación.
Ariana iba a intentar algo, lo veía en su mirada. ¡¿Pero qué?!
El miedo le encogió los testículos.
De inmediato negó imperceptiblemente con la cabeza prohibiéndole rotundamente que en ese momento jugara a hacerse la heroína.
Pero Ariana lo ignoró, y sonriendo decidió poner en marcha su plan. Intentó no pensar en el cadáver de Michael Murray junto a ellos, también intentó no pensar en que muy posiblemente ella y Damien terminarían igual de muertos si algo salía mal.
De inmediato se enderezó realzando sus pechos, y echando la larga melena castaña hacia atrás con un solo movimiento.
Enseguida transformó su cara mostrando una expresión de coqueteo mezclado con puro encanto femenino.
El Emir al verla se acercó a ella hipnotizado.
–Eres tan hermosa, pequeña Ariana...–
Damien tironeó sus cadenas, y estuvo a punto de replicar lleno de furia, pero con un discreto gesto de mano, Ariana le advirtió que no lo hiciera.
–¿Eso crees?– le preguntó ella con voz dulce y atrayente.
Todavía perdido en su belleza, el Emir asintió.
–Eres una reina, amor mío. Todavía me cuesta creer que seas real. Pero lo eres, y estás a punto de ser mía, no importa si para lograrlo tengo que matar a ese imbécil que tienes por marido– señaló a Damien con desdén.
Ariana sintió un escalofrío que subió desde su espina dorsal, y por un instante le congeló todos los sentidos, sin embargo consiguió disfrazar su reacción con la más coqueta de sus sonrisas.
–Quiero negociar contigo– le dijo de pronto.
El hecho de que no le tuviera más miedo, y que se atreviera a hacerle una propuesta, despertó aún más el interés del Emir.
–¿Quieres negociar?–
Ariana asintió.
–Eso he dicho–
El Emir la sopesó por unos instantes en que permaneció callado. Luego caminó alrededor de ella sin dejar de analizarla.
–¿Te atreverías a hacer negocios con el gran Emir de Vardak?–
Desde donde Damien se encontraba encadenado, negó con la cabeza con desespero.
–¡¿Ariana, qué estás haciendo?!– le gritó consternado. –¡Maldito, aléjate de ella!–
Ambos lo ignoraron.
–Es lo que más quiero en este instante, querido Emir–
El hombre asintió.
–Bien, te escucho. Veamos si tu propuesta es capaz de engancharme, dulzura–
–Quiero que lo dejes vivir–
Frunciendo el ceño, el Emir dio un respingo.
–¿Qué dices?–
Ariana fue clara y precisa.
–Quiero que le perdones la vida a Damien. Si lo haces, me iré contigo de buena gana–
–¡Ariana, no! ¡Mierda, no! ¡¿Qué locura estás diciendo?! ¡Aléjate de esa basura!–
En parte la bailarina agradeció que su esposo se negara a seguir el plan, pues de ese modo todo parecía más realista.
Continuó sin mirarlo, su atención permaneció fija en los ojos claros del Emir que evaluaba lo recién propuesto.
–Seré la más sumisa de tu harén– continuó. –Te complaceré en todo, y me encargaré de cumplir todas y cada una de tus fantasías sexuales...– mientras lo decía, la mirada opaca del hombre parecía desnudarla. Ella evitó a toda costa estremecerse y continuar con su papel de seductora. –Pero si lo matas, me rebelaré hasta el último día, te haré la vida imposible, y jamás sabrás lo que será tenerme sin que me fuerces a hacerlo... ¿Qué dices, Emir? ¿Hay trato? ¿Te comenté ya que se me da muy bien la danza árabe? Ese podría ser tu primer regalo– sonrió con sensualidad, y consiguió que el Emir se embargara de más y más anhelo. Que la deseara más y se volviera loco imaginándola.
Sin embargo al instante sacudió la cabeza intentando no ser tan estúpido y pensar racionalmente.
Comenzó a negar repetidamente para sí mismo en un intento de salir del hechizo. No consiguió salir de él del todo.
–No puedo creerte– respondió, y hacerlo le sonaba a pura agonía. –No puedo creerte porque sé perfectamente que amas a este bastardo–
Ariana frunció el ceño y negó de inmediato.
–Yo ya no lo amo– declaró, y ni siquiera vaciló al hacerlo.
Damien cerró los ojos y bajó la cabeza, completamente en desacuerdo con lo que ella estaba haciendo, pero resignado a cooperar.
–¿Ah no?– inquirió el Emir bastante interesado.
Ariana bufó con irritación.
–¡Por supuesto que no!– exclamó molesta. –Me fue infiel con mi propia prima, y por eso ahora lo odio–
–¿Entonces por qué quieres que lo deje vivo? Si yo fuera tú le arrancaría la polla por ser un traidor, y luego lo arrojaría a los leones. ¿Quieres que lo haga por ti, primor? Nada me daría más gusto–
Intentando no inmutarse, Ariana negó.
–Quiero que viva– repitió.
El Emir comenzó a encontrar su actitud sospechosa, y la miró con ojos entornados.
–¿Por qué?–
Ariana se encogió de hombros.
–Porque es el padre de mi hija. No quiero que ella se quede huérfana. Si me voy contigo, y Damien muere, ¿quién la cuidará?–
–¿Te irías conmigo sin importarte dejar a tu hija?–
La sonrisa de Ariana apareció.
–Claro que sí, porque a mí sólo me interesa el dinero, y tú tienes más que los Keegan–
–Te bañaré de oro, amor mío. Las más preciosas joyas serán sólo tuyas, tendrás todos los lujos que puedas imaginarte–
–Ya nos vamos entendiendo, Emir... A cambio de esos lujos, seré completamente tuya–
Con la boca abierta, Damien miró a su mujer.
¡Qué buena actriz que era! ¡Y estaba loca, además!
El Emir le creyó hasta la última palabra, y también sonrió gustoso.
–Entonces demuéstralo. Demuéstrame que es verdad que deseas ser mía–
Ariana sonrió aún más porque aquello era justo lo que pretendía.
–¿Quieres que comience en este momento? Porque estoy dispuesta a hacerlo... De hecho me encantaría, y si es frente a Damien, mejor. Así le quedará bien en claro a quién pertenezco ahora–
–¡Ariana, no, maldición! ¡No!– el soldado gritó desesperado pero sin poder hacer nada.
El Emir parecía encantado.
–Te deseo aquí y ahora, hermosa Ariana. Quiero follarte ya mismo– enseguida la tomó de las caderas bruscamente.
Ariana se alejó un poco, y se reusó al contacto. Por ese momento.
Los ojos confundidos del Emir la miraron exigiendo una explicación.
–Antes de que lo hagamos quiero pedirte dos cosas...–
–Te escucho– asintió el Emir.
–Quiero que esos dos salgan de aquí. No estoy dispuesta a ser su espectáculo porno–
El Emir negó.
–Imposible. Son mi seguridad–
Ariana arqueó la ceja.
–Has dicho que quieres que sea tuya, ¿o no? ¿Quieres que esos gorilas me vean mientras me haces el amor? ¿Quieres que después fantaseen conmigo, y tengan el material perfecto para masturbarse?–
La ira abarcó al Emir de lleno.
–¡Mierda, no!– exclamó enfurecido. –¡Largo!– les dijo, y después lo repitió en pastún por si no había quedado claro.
Enseguida los dos mercenarios salieron de la habitación.
–Gracias–
–No agradezcas, lindura. Ahora sólo dime que es lo segundo que deseas–
–Quiero que me desates las manos. Quiero tocarte–
El Emir de inmediato accedió, y pronto fue en busca de la llave que les daría su libertad.
Abrió la puerta, y luego de compartir unas palabras con sus hombres, volvió.
Al segundo Ariana se encontraba ya libre de las esposas.
Con ojos bien atentos, ella observó el lugar en el que su captor guardó el preciado objeto. El bolsillo trasero de sus pantalones.
Damien también lo miró.
Ariana intentó hacer desaparecer el dolor de sus muñecas haciéndolas girar, pero no mencionó nada al respecto con la intención de guardar aquella oportunidad para después. Le sonrió al Emir, y pronto se acomodó sobre la planicie del escritorio, lanzándole una clara invitación a que se acercara a ella cuanto antes.
El Emir así lo hizo. Avanzó hacia Ariana, y colocó ambas manos alrededor de sus caderas.
Antes de besarla o de siquiera decir algo, se deleitó mirándola completa.
–Eres un sueño hecho realidad, dulzura– le dijo con su acento oriental más remarcado.
Ariana se abstuvo de responder al cumplido, y se dedicó a seguir coqueteándole.
–¿Qué esperas, Emir? Hazme tuya...– lo tomó de las solapas de su saco, y pronto lo acercó a ella atrapándolo en un abrazo que sus piernas intensificaron.
El Emir comenzó a depositar cientos de besos en su cabello para después bajar a su cuello.
Ariana aprovechó la posición para pasar sus manos por toda su espalda en un intento de disimular el momento en el que se adentrara en los bolsillos.
Tenía mucho miedo de que el Emir fuese a darse cuenta, entonces hizo todo por volverlo más loco. Resistió el estremecimiento de asco y también las náuseas junto con el horror de estar siendo tocada por otro hombre que no era Damien. Jadeó en su oído, y acarició la nuca masculina para luego volver a bajar.
–¡Me vuelves loco, pequeña Ariana! ¡Loco!– exclamó él, y la sujetó con mucha más fuerza al grado de casi lastimarla.
Pero Ariana estaba más que decidida a vencer. En un segundo un par de dedos se encontraban ya dentro del bolsillo. Al siguiente ya tenía la llave en su poder.
Sonrió con triunfo pero únicamente porque el Emir no miraba.
Sin embargo en determinado momento lo sintió tensarse y detenerse. Ariana se quedó congelada, y aterrada de la posibilidad de haber sido descubierta. Abrió los ojos de par en par, y esperó la reacción temiéndose lo peor.
El Emir la miró fijamente entornando los ojos, como analizándola desde lo más profundo.
Pero no hizo ademán de querer matarla, sino que sonrió.
–Tan bella... y toda mía– enseguida volvió a besar su cuello, y tras de él, Ariana y Damien se miraron fijamente.
Él permaneció en silencio, muriéndose por dentro, pero sabiendo a la perfección que no tenían otra opción.
Ariana alzó la llave para que la mirara, y Damien asintió en acuerdo.
Al instante ella tomó al Emir de los hombros y lo hizo alejarse de ella.
–No puedo seguir– le dijo con extrema seriedad.
El ceño fruncido del Emir apareció de inmediato.
–¿Cómo que no puedes seguir?– estuvo a punto de enfadarse realmente, hasta que la respuesta de Ariana lo hizo relajarse y suavizar sus facciones.
–Me duelen mucho las muñecas. ¿Tienes algo para hacer desaparecer el dolor?– enseguida le mostró.
El Emir vio con atención las frágiles y delgadas muñecas enrojecidas, y pronto maldijo.
–Tu pobre piel...– la acarició. –Lo lamento mucho, hermosa Ariana. Ahora mismo lo solucionaré– avanzó hacia la puerta, la abrió y se encontró con sus dos hombres para pedirles que trajeran de inmediato uno de los botiquines con los que siempre cargaban.
Mientras hacía aquello, Ariana bajó del escritorio y se inclinó para colocar la pequeña llave en el suelo. Utilizó entonces su mano para hacerla deslizar hasta llegar a Damien.
El soldado la observó y cuando ambos vieron que el Emir regresaba, Ariana se enderezó volviendo a adoptar su expresión de dolor. Damien cubrió la llave con su pierna para evitar que el malvado sujeto fuese a verla.
–Sólo espera un poco más, y estarás bien, te lo prometo– tomó sus manos, y las besó ambas en el dorso.
Lo único que Ariana deseó en ese instante fue quitar sus manos, eliminar la sensación de aquel sucio beso, y empujar al hombre lejos de ella, pero en lugar de aquello sonrió con encanto.
Luego de aquello uno de los guardias tocó a la puerta.
El Emir pronunció un par de palabras en pastún, seguramente diciéndole que podía entrar. Y al instante el hombre entró. Llevaba con él una especie de ungüento y un par de vendas blancas.
Tomándolo todo, y sin darle las gracias, el Emir le ordenó que se marchara. Pronto puso manos a la obra, y utilizando delicadeza en extremó, comenzó a sanar las heridas de Ariana.
Ella observó detenidamente cómo Damien intentaba quitarse las esposas con la llave que momentos antes le había hecho llegar. Rezó internamente para que pudiese lograrlo, y lo más importante, que no fuesen descubiertos. Para eso debía mantener a aquel detestable hombre lo más distraído posible.
–Me encanta que tengas tu lado tierno– le dijo ella de pronto atrayendo su atención.
La horrible sonrisa del Emir apareció.
–Eres la primera a la que se lo muestro– confesó sin tapujos.
Si esperaba que Ariana se sintiera especial por ello, no lo logró porque ella sólo deseaba que dejara de tocarla, pero aun así consiguió fingir lo contrario.
Unos cuantos minutos transcurrieron cuando el Emir terminó su labor.
–Es todo un honor haber sido curada por usted, mi señor–
Los ojos claros del musulmán brillaron.
–Sigue llamándome de ese modo, Ariana– le pidió con voz dura y tono autoritario. –Yo soy tu señor ahora, soy tu amo...– se giró hacia Damien y lo miró con burla. –¿Oíste eso, soldadito? Tu mujer ya no es tuya, sino mía, y la devoraré en este instante frente a ti–
Los ojos negros de Damien destellaron con la promesa violenta atravesando en ellos.
–Hijo de puta...– siseó con furia, pero la voz apenas y fue perceptible.
–Ariana sabrá ahora lo que será follar de verdad, con un hombre de verdad–
Enseguida las manos de la joven bailarina tomaron su rostro y lo hicieron que volviera a mirarla a ella.
–No le prestes más atención... Quiero que sólo pienses en mí, en nosotros– la voz suave de Ariana lo hechizó una vez más.
El Emir llenó de besos su rostro, y luego bajó de nuevo a su cuello.
Con el corazón en la garganta, Ariana miró a Damien, advirtiendo la niebla que ofuscaba sus sentidos.
Se comunicaron en silencio, él informándole que se encontraba ya libre de las cadenas, ella pidiéndole que estuviera preparado para cualquier cosa. Le vio tensar y alzar la barbilla como si la hubiera entendido, y como si estuviese haciendo un esfuerzo sobrehumano en no lanzarse contra el hombre que se estaba cometiendo el peor de los pecados, atreviéndose a tocarla en susnarices.
Desesperado, y sin tener la menor idea de lo que ocurría entre esos dos, el Emir se separó un poco de la chica, y con sus manos comenzó a desanudar sus ropas para conseguir desnudarse.
Ariana asintió en dirección a Damien, y él entendió el mensaje.
Ahora... tenía que ser ahora.
Al segundo que transcurrió, el Emir cayó inconsciente al suelo.
Damien se había puesto en pie, y se había acercado para golpearlo en la cabeza tan fuerte que ahora el sujeto permanecía sin reaccionar.
Con furia en la sangre, el soldado lo miró.
–Te dije que no tocaras a mi esposa, cabrón– murmuró con furia seca. Luego se inclinó hacia su cuerpo inerte para adueñarse de su arma.
–Tenemos que irnos de aquí, pero todavía quedan esos dos de afuera– le dijo Ariana consternada.
Damien asintió. Tenía un plan, pero antes pegó su oreja a la puerta para escuchar cualquier movimiento.
Ariana utilizó aquellos segundos para inclinarse sobre el cadáver de Michael, aguantándose el asco y el miedo. Tomó el arma que él había llevado, y no se la dio a Damien, sino que la guardó en la pretina de sus jeans. Tal vez la necesitarían.
–Cierra los ojos, y prepárate para salir– le dijo el soldado llamando su atención.
Ariana frunció el ceño.
–¿Pero por qué tengo que cerrar los ojos?–
No había tiempo de explicarle, y además tampoco deseaba hacerlo.
–Sólo haz lo que te digo. Yo te protegeré–
Juntos contaron hasta tres, y entonces abrieron la puerta.
Los dos hombres se giraron para mirar lo que ocurría, pero antes de que pudiesen reaccionar, Damien les disparó a ambos imposibilitándolos ante la posibilidad de atacarlos, y ocupándose de que Ariana no fuese testigo de cómo los acribillaba.
Los dos balazos hicieron eco en todo el lugar, y prontamente corrieron escaleras abajo consiguiendo salir de la cabaña.
Sin detenerse ni siquiera para respirar, Damien condujo a Ariana por el bosquecillo dónde él había llegado con la intención de volver a la finca de los Lynch y pedir ayuda desde ahí.
Corrieron lo que pareció eternidades, sin embargo al instante el soldado se detuvo recordando algo importantísimo. Algo primordial.
Ariana estaba embarazada.
¡Joder!
–Ven aquí– prontamente la hizo entrar a un hueco que se formaba entre el follaje de los árboles, proporcionándoles el escondite perfecto aunque fuese sólo por unos minutos.
Cuando estuvieron bien protegidos, Damien la estrechó entre sus brazos, y comenzó a tocarla con sus manos con el único propósito de averiguar si se encontraba herida, o algo peor.
–Por favor dime cómo te sientes. Dime si estás bien– la voz sonó en suplica.
Ariana le sonrió.
–Estoy bien– le aseguró.
Pero Damien no pareció muy convencido. Estaba aterrado ante la posibilidad de que algo malo le hubiese podido ocurrir.
–Estás embarazada– le dijo consternado. –Las embarazadas no pueden correr, y tú acabas de correr más de siete kilómetros. Maldita sea, no quiero que te pase nada, ni a ti ni a mi hijo–
Las palabras preocupadas del soldado hicieron que Ariana se enterneciera incluso ahí en medio de aquella guerra.
Subió sus manos a las ásperas mejillas, y las acarició con suavidad.
–El bebé y yo estamos bien– pronto se tocó el vientre que comenzaba a mostrar un pequeño indicio de su embarazo. La imagen dejó a Damien sin aliento por instantes. –Este niño está portándose a la altura–
Con el pecho desbocado, Damien se acercó de nuevo a ella. La mirada oscura fue de su vientre a su rostro. Todavía no conseguía tranquilizarse.
–También tú te has portado a la altura– le dijo con orgullo. Aunque detestaba que el Emir le hubiese puesto las manos encima, sabía que aquello había sido un acto de valentía. –Ve con los Lynch–
–¿Y tú?–
–Yo debo quedarme. Esos malditos aún tienen a mi abuelo, y debo ir a rescatarlo–
Ariana asintió.
–Voy contigo–
–¡¿Qué?! ¡No!– respondió él renuente.
–Sí– insistió Ariana. –No quiero dejarte solo, y además esos desgraciados no me dan ningún miedo–
–Ya lo sé– contestó Damien. –Sé que no les tienes miedo, sé que eres muy valiente, y maldita sea, Ariana, me aterra tu valor. Te quiero sana y salva, así que te vas con los Lynch–
La joven bailarina negó.
–Dejé a Stella en nuestra casa–
La mirada de Damien se agrandó con impacto y consternación. Tremendamente preocupado se llevó ambas manos al rostro y lo estrujo.
–¡¿Qué dices?!–
–Tuve que dejarla, pero está bien protegida. ¿Recuerdas el cuarto secreto de la cocina que me mostraste hace algún tiempo?–
Sí, Damien lo recordaba.
Ahora con mayor razón debía volver. Ya no sólo se trataba de su abuelo, sino también de su pequeña princesa. Debía ir por ambos y traerlos con bien.
–De acuerdo– asintió más calmado. –Yo te la traeré de vuelta. Ahora ve a la finca de Austin Lynch–
–Damien, no...–
Al ver que Ariana continuaba negando, Damien colocó una de sus grandes manos sobre el vientre que momentos antes ella se había acariciado.
–Hay un bebé tuyo y mío dentro de ti– le dijo en un susurro, y los ojos marrones de ella brillaron con un montón de lágrimas por derramar. –Te necesita a ti para sobrevivir, y necesita que te mantengas segura. Ariana, yo iré por Stella. Haz lo que te digo– le rogó.
Él tenía razón, y Ariana fue bien consciente de ello. El hijo de ambos dependía de su propia seguridad. Incapaz de seguir negándose, y con el corazón latiendo hasta casi salírsele del pecho, la castaña asintió.
–Iré con los Lynch, y traeré ayuda–
De nuevo Damien negó.
–Sólo ve con los Lynch, y ponte a salvo–
–Pe...pero, Damien, no puedo dejar que luches tú sólo contra esos hombres–
El moreno pasó sus manos por la delicadeza de los brazos de su esposa intentando transmitirle confianza.
–Estaré bien. Chris sabe de todo lo que está sucediendo, así que seguro viene en camino junto con toda nuestra Brigada. No te preocupes por eso, sólo ve y resguárdate–
El alma de Ariana dolía por tener que alejarse de él, pero aun así asintió. Se acercó a él y le ofreció los labios en un beso.
Tomándola de la cintura, Damien la besó.
Se besaron como si no hubiese un mañana. Sin aliento y con el corazón latiendo al mismo tiempo.
–Júrame que vas a cuidarte y que no te harán nada–
Damien emitió una sonrisa. Ella siempre preocupándose por él. Era tan tierna,
Con delicadeza tomó un trozo de su precioso cabello acaramelado, y lo colocó tras su oreja adornada con ese sinfín de pequeños aretitos de oro que ella siempre llevaba.
–Te juré que siempre iba a volver contigo, y hasta ahora lo he cumplido, ¿o no?–
Ariana asintió, pero aun así necesitaba oírselo decir de nuevo.
–Júralo otra vez–
Él asintió.
–Te lo juro, nena, pero aún más te juro que te protegeré, a ti y a nuestros hijos, así que ahora vete–
La castaña cerró los ojos, y negó para sí, y antes de que se arrepintiera, corrió alejándose de ahí.
Damien la vio marcharse con un nudo en la garganta, y sin más se dispuso a dar media vuelta y volver.
Sin embargo cuando se giró, se encontró con algo no esperado.
El Emir estaba ahí, los había seguido, y uno de sus hombres lo apuntaba con un arma.
Damien intentó recuperarse de la impresión, y se quedó muy quieto.
Observó al gorila, y se dio cuenta de que lo único que llevaba en la pierna era un rozón de bala.
Al parecer había apuntado mal, y en ese momento se lamentó profundamente el haber errado. Pero aún más lamentó no haber matado al maldito Emir cuando tuvo oportunidad.
El soldado alzó la cabeza y lo miró fijamente sin inmutarse.
–Te crees muy listo, querido Damien– la escandalosa carcajada del Emir se escuchó al instante. –De acuerdo, te doy el crédito por esa pequeña hazaña. Muy inteligente de tu parte ofrecerme a tu mujer para que me distrajera y tú pudieses escapar–
–¡Yo no te la ofrecí, cabrón hijo de puta!– lleno de furia, Damien estuvo a punto de ir por él para despedazarlo, pero el arma que continuaba apuntándolo se lo impidió. –¡Yo no te la ofrecí! ¡Es mía y tú no debiste tocarla!–
Como restándole importancia al hecho, el Emir se hundió de hombros.
–Da igual, porque de cualquier manera las cosas no salieron como querías. Yo vencí. Yo siempre venzo, y justo ahora terminaré con todo esto. Eres hombre muerto, Damien– entonces le hizo una señal con la cabeza a su hombre.
El gorila se acercó dispuesto a disparar en cuanto se le ordenara.
Sin embargo lo siguiente que sucedió lo evitó por completo.
Ariana apareció, no se había marchado, sino que había regresado, valiente y decidida, dispuesta a defender a su hombre contra todo y contra todos.
Sin vacilar ella disparó, y la bala dio justo en el blanco.
Perforó el pecho del sujeto, y cayó muerto al instante.
Sin inmutarse ni temer, Ariana se mostró ante el Emir y ante Damien.
Jamás se habría sentido orgullosa de matar a alguien, pero en esos instantes había sido eso o la muerte de Damien. Desde luego no había sido difícil elegir.
Pero al instante el Emir reaccionó. Tomó el arma del recién difunto, y prontamente apuntó hacia Damien. Un segundo después disparó ante la mirada horrorizada de Ariana.
La castaña gritó inundada en lágrimas y desesperación, y en un instante corrió hacia Damien herido.
–¡Damien, no!– sollozó aterrada al ver la sangre que brotaba de su brazo. –¡Nooooo!– tomó su cabeza entre las manos, y le rogó que no fuese a morirse.
Sin embargo en ese momento el Emir llegó hasta ella, y la arrastró con él.
–Vendrás conmigo– le aseguró.
Pero Ariana comenzó a remolinearse desesperada por volver con Damien.
–¡Suéltame!– exclamó ella enfurecida. –¡Suéltame, maldito! ¡Damien!–
–¡A...Ariana!– gimió Damien mientras apretaba su propia herida en un intento de detener la sangre que le escurría.
El Emir no planeaba soltarla, sino que planeaba llevársela con él, y así lo haría.
–Eres una gatita muy traviesa, Ariana, y te haré pagar por ser una sucia traidora–
–¡Te odio! ¡No me toques, asquerosa basura!–
Consiguió llevarla hasta el camino que daba hacia el bosque. Ahí Ariana intentó deshacerse de su agarre, lo empujó, pataleó, sin embargo la furia del Emir aumentaba sus fuerzas.
Forcejeó con ella, y finalmente la llevó devuelta a la cabaña.
–¡Debería matarte, perra! ¡Debería hacerlo!– el Emir la mantuvo sometida mientras le hablaba al oído. –Pero no lo haré... Me gustas tanto que estoy dispuesto a perdonarte la vida–
Ariana intentó patearlo pero él evitó la patada colocándose justo a un costado de ella, pero sin soltarla.
–¡Déjame ir! ¡Nunca seré tuya, ¿lo oyes?! ¡Nunca! ¡Prefiero morirme!–
El Emir soltó una carcajada.
–Oh, lo harás. ¡Serás mía esta misma noche! La Armada viene por mí, y debo huir, pero no lo haré sin antes probarte– entonces entró con ella al interior.
Ariana aterrorizada y el Emir demasiado excitado, ninguno de los dos percibió el olor a quemado que flotaba en el ambiente.
El Emir la mantuvo entre sus brazos y comenzó a besarla esta vez a la fuerza.
Ariana removió la cabeza de un lado a otro intentando evitar el contacto porque el asco era más fuerte que ella.
Sin embargo en el pleno momento en que él intentaba desnudarla, el Emir alzó la cabeza y miró al fondo de la cabaña.
Con gran sorpresa y preocupación, se dio cuenta al instante de lo que ocurría.
El lugar estaba incendiándose. Las llamas se acercaban a ellos cada vez más calentando la atmosfera y acechándolos.
–¡Maldita sea!– exclamó el Emir enfurecido y sin saber qué hacer.
Ariana intentó huir, sin embargo prontamente él la tomó de los cabellos deteniéndola al instante.
–¡Estás loco! ¡Suéltame!–
De nuevo forcejearon esta vez luchando por ver quién sobreviviría.
El fuego incrementó en un parpadear, y de pronto se vieron rodeados por el mismo infierno.
Ariana miró consternada hacia todas partes, dándose cuenta de no había escapatoria. Las llamas estaban a punto de consumirlos, y ella sólo pensaba en la manera de salvarse.
El techo comenzó a venirse abajo, y pedazos de concreto cayeron desmoronándose a su alrededor.
Asustada, la joven se agachó en un intento desesperado de protegerse.
El humo comenzó a oscurecerlo todo, y a nublar cada uno de sus sentidos.
El Emir planeó entonces su huida. Saldría por una de las ventanas de la sala, en donde el fuego todavía no avanzaba. La visualizó, y estuvo a punto de correr, pero en ese momento de nuevo el techo se despedazó. Una tabla cayó como en cámara lenta, y aplastó al Emir derrumbándolo al segundo. Él intentó quitársela de encima, pero la acción fue inútil debido al elevado peso.
Ariana intentó correr para poder salir por el mismo punto, pero el Emir la tomó del tobillo y la hizo caer.
La cabeza de la joven rebotó en el suelo de madera provocando que perdiera el conocimiento.
La sonrisa del Emir apareció a pesar de las circunstancias.
Le alegró saber que si aquel era su fin, al menos no moriría solo. La bella Arianita lo acompañaría.
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El brazo de Damien se sentía como si pesara una tonelada, pero no le importó sino que continuó corriendo.
La adrenalina lo recorría por completo, el miedo y la desesperación también.
No le había importado en lo más mínimo haber sido herido por un disparo, sino que intentó recuperar fuerza desde lo imposible.
La herida había comenzado a hacerlo delirar, sin embargo prontamente se había controlado, y había recordado lo importante... Ese cabrón tenía a Ariana de nuevo, y él debía rescatarla.
Se había colocado entonces un torniquete improvisado con la camisa que llevaba puesta, rompiéndola a jirones y amarrándola con gran fuerza alrededor de su bícep que todavía llevaba la bala dentro.
La camisa blanca de resaque se encontraba casi empapada en sangre, y el olor a oxidado amenazaba con marearlo, pero Damien estaba bien entrenado para poder lidiar con ello.
Dejar su herida de lado, era primordial si quería rescatar a Ariana.
Sabía que habían tomado el camino de vuelta a la cabaña, así que no dudó por un instante hacia dónde debía dirigirse.
El corazón le dio un vuelco cuando respiró en el aire ese olor tan característico del fuego.
Temiéndose lo peor, aceleró el ritmo, y cuando llegó hasta el lugar se encontró con un incrementado incendio que necesitaba sólo de unos cuantos minutos más para consumir la cabaña completa, y dejarlo todo reducido a cenizas.
Ariana estaba ahí.
¡Joder!
Lo sabía, se lo decía su corazón, y lo hacía con una fuerza inaudita que lo dejó perplejo en un primer instante. Palpitaba en su pecho desesperado, y le gritaba que fuera por ella... por ella y por el hijo de ambos.
Damien no sintió ni una sola duda al respecto. Le creía. Le creía a su corazón porque latía al mismo tiempo que el suyo.
Al segundo se encontraba ya dispuesto a entrar sin importarle nada que no fuera encontrarla.
Corrió decidido, pero antes de que pudiese entrar por la puerta ya derrumbada, alguien se lo impidió.
Shawn había corrido a detenerlo en el momento en que vio la locura que había estado a punto de cometer, colocándose al frente y bloqueándole el paso con su propio cuerpo.
–¡¿Está usted loco?!– le recriminó consternado.
Completamente enloquecido, Damien intentó esquivarlo con un único cometido.
–¡Hazte a un lado, Mendes!– le exigió enfebrecido. –¡Necesito entrar! ¡Tengo que entrar!– exclamó repetidas veces con la misma desesperación.
–¡¿Pero que acaso no ve que la vieja cabaña está en llamas?! ¡Morirá quemado si entra ahí!–
Con lágrimas en los ojos, Damien negó.
–¡No me importa morir! ¡Tengo que ir por Ariana, Shawn!– sollozó, y con extrema violencia tomó al joven vaquero de las solapas de su chaqueta y lo apretujó. –¡Ella está adentro, maldición! ¡Está adentro y morirá si yo no la rescato!–
Shawn asintió comprendiéndolo todo ahora.
No pensaba detenerlo. Iba a entrar con él.
–Vayamos por ella, yo lo ayudaré–
Los ojos de Damien destellaron con el más sincero agradecimiento, y sin más se ocuparon de cubrir sus ojos y sus bocas con los brazos antes de entrar al infierno que se presentaba.
Ambos comenzaron a toser desde el primer momento en que estuvieron dentro, pero enseguida se ocuparon de buscar a Ariana por en medios de las llamas que parecían ponerse más grandes por instantes.
–¡No la encuentro!– gritó Damien desesperado.
–¡No pierda la calma!– le pidió Shawn entre su propio ataque de tos. –¡La encontraremos!–
Sin embargo en ese instante sucedió algo que ninguno de los dos esperaba.
Sollozos y lamentos de un hombre en agonía comenzaron a escucharse, y entonces apareció ahí mismo Josh Hutcherson.
Shawn que no lo conocía, frunció el ceño en cuanto lo vio, pero el más sorprendido fue Damien.
–¡¿Qué demonios haces tú aquí?!–
Pero Josh no parecía encontrarse en sus cabales. Lloraba con gran desespero, su rostro desfigurado por el dolor.
–¡Está muerto!– gritó con desesperación y su llanto incrementó. –¡Está muerto!–
–¡¿Quién?!– Damien exigió saber. –¡Mierda, dímelo!–
–¡Michael!– respondió Josh, y su voz se quebró. –¡Yo lo amaba! ¡Lo amaba, y por eso hice todo lo que hice! ¡Todo lo que él me pidió! ¡Pero él nunca me amó a mí! ¡Prefirió siempre a las mujeres! ¡Prefirió siempre a Ariana!–
Damien se quedó paralizado por unos cuantos instantes, sin embargo no tenía tiempo para aquel embrollo.
Se olvidó enseguida de Josh y su sorprendente confesión, y volvió a la búsqueda de su amada.
A los pocos instantes la encontró.
Damien ignoró por completo lo que parecía ser el cadáver del Emir de Vardak, y su mirada se centró únicamente en su joven y delicada esposa que yacía inconsciente siendo rodeada por las amenazas del fuego.
El terror lo sacudió por un par de segundos, pero el soldado se dijo que debía sacarla de ahí de inmediato. Era eso lo más importante.
Corrió hacia ella, y prontamente la tomó en brazos. Su peso tan ligero, los ojos cerrados, las lágrimas secas en sus mejillas, el bebé que llevaba dentro.
Damien cerró los ojos muriéndose de amor por ella, y la apretó contra su pecho de manera protectora, rogándole al cielo que no hubiese respirado grandes cantidades de humo.
–Vas a estar bien, preciosa... Te lo prometo, vas a estar bien, y nuestro hijo también– sin más se puso en pie. –¡La he encontrado!– le informó a Shawn que se encontraba del otro lado de la sala.
El vaquero respiró con gran alivió en cuanto vio que la llevaba cargada, y prontamente corrió hacia ellos ocupándose de quitarse la chaqueta y llevar consigo lo que acababa de encontrar. Un extintor de agua.
–He encontrado esto, pero no quise malgastarlo en este fuego que sólo un milagro podrá apagar. Mojaré mi chaqueta y así podremos sacarla–
Damien asintió en acuerdo.
Shawn roció su chaqueta con el contenido del extintor hasta dejarla completamente humedecida. Pronto se la colocó a Ariana encima para protegerla de las llamas.
Al segundo Damien salió corriendo con ella en brazos, y la furia salvaje corroyendo dentro de él.
–Gracias al cielo– murmuró Shawn, y estuvo a punto de seguirlo cuando se detuvo y miró a Josh que no hacía nada por salir de ahí. –¡Debemos salir de aquí!–
El soldado que parecía todavía dentro de su crisis emocional, negó con renuencia.
–¡No! ¡Yo no quiero salir! ¡Yo quiero morirme porque sin Michael yo ya no puedo seguir viviendo!–
Shawn tuvo lástima por el pobre y desdichado chico, pero no tenían tiempo para esas cosas.
Necesitaba salir, y sacarlo a él también, así que eso mismo fue lo que hizo.
Lo tomó del brazo y a empujones lo consiguió.
Cuando estuvieron los cuatro afuera, la Brigada completa realizaba justo su llegada dentro de las camionetas militares.
Desesperado, y con Ariana en los brazos, Damien corrió hacia ellos.
–¡Necesito ir a un hospital!– gritó inundado en lágrimas. –¡Llévenme a un hospital!– rogó con el alma.
De inmediato Chris que conducía el primer vehículo salió para ayudarlo a subir, y no perder más tiempo.
Crowe y el Teniente que ya se encontraba a salvo, se acercaron de inmediato.
–¡¿Qué ha pasado?!– cuestionó el abuelo lleno de angustia.
Damien negó.
–No tengo tiempo de explicar. Necesito llegar al hospital y que salven a mi esposa– su voz lastimosa se rompía por segundos.
–¡¿Dónde está AMR Weked?!– preguntó Crowe.
–Muerto, al igual que Murray– respondió Damien lleno de odio, justo cuando terminó de subir y acomodarse bien con ella dentro de la camioneta.
Chris encendió el motor, pero antes Damien llamó a Shawn que se acercó de inmediato.
–Aquí estoy, señor Keegan. Lo ayudaré en lo que usted me pida–
Damien estaba pendiente en agradecerle por lo que había hecho, pero en ese instante había cosas primordiales.
–Stella está resguardada en una habitación secreta que hay en la alacena de mi cocina. Ve por ella–
–Stella está en manos de la gente de la Armada, y está bien. Rambo nos llevó hacia ella, y así pudimos localizarla–
El alivio que Damien sintió fue un pequeño bálsamo en medio de todo aquello.
Su perro era maravilloso. Ya lo compensaría después.
–Gracias– sin más, le dio señal a Chris que arrancara.
Todavía con lágrimas en los ojos, Damien miró a su amada. Su fragilidad traslúcida le conmovió hasta destrozar su alma. Le rogó que no lo dejara, que no se fuera, porque su corazón dejaría de latir si la perdía.
Entonces ahí dentro de la camioneta de camino a la salida de la hacienda, intentando llegar al hospital más cercano, Damien hizo lo que sólo había hecho una vez en su vida, en una situación similar a aquella... Comenzó a rezar.
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De pie, dándoles la espalda a todos en aquella sala de hospital, recargando su brazo encima de la pared, y con los ojos cerrados, el soldado se encontraba paralizado, aterrado...
Tuvo que contenerse para no golpear el muro con su puño, prefiriendo morir a tener que soportar la horripilante perspectiva de que su esposa se encontrara en terapia intensiva, debatiéndose entre la vida y la muerte.
Damien Keegan siempre había sido fuerte, pero no en esa ocasión. En esa ocasión, el miedo estaba provocándole una parálisis difícil de vencer. Nada de lo que hubiera podido vivir antes podría compararse con aquello.
Estaba desesperado. Quería gritar, pero sus pulmones ni siquiera contaban ya con las fuerzas para hacerlo. Se sentía más débil que nunca.
Llevaba la camisa blanca manchada con su propia sangre ahora seca, y el brazo escayolado reposando sobre un cabestrillo anudado a su cuello. Momentos antes le habían extraído la bala, pero se había negado a permitir que le inyectaran calmantes y lo internaran en una de las habitaciones.
Tenía que saber que Ariana y su hijo estaban bien, tenía que estar al pendiente pasara lo que pasara.
Lo peor era que nadie había salido a decirles nada. No sabía nada de su esposa ni del bebé que llevaba en sus entrañas.
Debía esperar, y maldita fuera, pero la paciencia no era su mejor virtud.
Damien cerró los ojos en un intento desesperado de controlarse, y entonces al abrirlos se encontró con todos a su alrededor.
El abuelo con el rostro marchito. Jake con la mirada apagada y perdida. Meryl rezaba en voz baja. Dove triste y desolada siendo consolada por Spencer, Chris y Gal bastante consternados, los padres de Dove, e incluso Tristan , Bob y Adam, todos preocupados por Ariana, todos rogándole al cielo que ella y el pequeño estuviesen bien.
De pronto el soldado desvió la mirada incapaz de soportar mirar más.
Él era fuerte. Había creído que podía con todo, que era invencible. Nada lo había hecho caer antes, ni el recuerdo de una infancia horrorosa, ni las más peligrosas guerras en el medio oriente, ni el terrorista más desalmado de todo el mundo. Nada de eso lo había vencido, pero aquello... Aquella horrible tortura de tener la vida de Ariana y del bebé pendiendo de un hilo, era demasiado. Era más de lo que podía soportar.
Estaba derrotado, sin fuerzas, sin razones...
No podía ni siquiera mantenerse en pie. No podría seguir adelante si ella moría.
Apenas y podía creerse que estuviese ocurriendo por segunda ocasión.
De nuevo su Ariana embarazada en la cama de un hospital, luchando por su vida y por la del pequeño que habían procreado juntos.
>Por favor, cielo santo< volvió a rogar por centésima vez aquella noche. >No me los quites... No me quites a mi amor<
En ese momento Chris, su mejor amigo, se acercó hasta él colocando una de sus manos en su hombro, demostrándole todo su apoyo.
Exhaló, y luego decidió contarle sobre la llamada que acababa de recibir.
–Crowe ha llamado– le informó. –El fuego de la cabaña ha sido controlado, y han dado fe y legalización sobre la muerte del Emir de Vardak, y de Michael Murray ante la Interpol. Hutcherson pagará en prisión por complicidad–
Damien negó.
–Justo ahora eso es lo que menos me importa– no tenía cabeza para pensar en eso, sin embargo le alegraba profundamente saber que ese par de cabrones estarían al fin pagando todas sus fechorías en el infierno.
–Ánimo, Damien. Todo estará bien. Recuerda que Ariana es una mujer muy fuerte. Saldrá de esta como la guerrera que es–
Pensar en ella, en su fuerza y en su corazón valiente ocasionó que el pecho de Damien se embargara de más amor del que había sentido hasta entonces por esa pequeña, castaña y hermosa mujer.
Chris tenía razón.
Ariana no se dejaría vencer. Volvería para estar con él y con Stella, y para traer al mundo a ese otro pequeñito de su carne y de su sangre.
Damien consiguió emitir una sonrisa.
–Es verdad. Ariana podrá con esto– dijo convencido.
En ese momento un recién llegado se acercó hasta él.
Era Shawn, y prontamente Chris se alejó para dejarlos hablar.
–Mendes...– comenzó diciendo Damien. –Yo no sé cómo pagarte por lo que hiciste–
El joven vaquero negó de inmediato.
–No tiene nada que agradecerme. De verdad lo digo, señor–
–Claro que sí, y te estaré agradecido toda mi vida– le aseguró. –Cualquier cosa que llegues a necesitar, por favor no dudes en pedírmelo–
–Le repito, no se preocupe por eso. Usted me da un empleo digno, techo, alimento, eso me basta–
Damien negó.
–Eso te lo doy porque tú te lo has ganado con tu trabajo–
Shawn sonrió tenuemente.
–De todos modos no hace falta que me dé nada más. Yo... he venido a ver cómo está Ariana, y a traerle esto–
A Damien le sorprendió un poco ver que llevaba una camisa limpia para él. Ni siquiera había pensado en que le hacía falta una en esos instantes. La tomó de inmediato.
–Gracias– comenzó a ponérsela.
–Meryl llamó y le pidió a una de las empleadas que tomaran una de su habitación. Yo me ofrecí a traerla–
–De nuevo gracias, Shawn, y en cuanto Ariana... todavía no sabemos nada– respondió con verdadero pesar.
–La librará, estoy seguro–
Escuchar aquello de nueva cuenta ocasionó que las esperanzas del soldado incrementaran.
–También yo– sonrió levemente. –¿Viste a Stella?– preguntó enseguida.
Shawn asintió.
–Se ha quedado con Tim y mi madrina. Lo que hizo Rambo fue increíble. Una vez que llegaron sus compañeros soldados, y pusieron orden con esos criminales, encontramos a Rambo encerrado en el sótano de la casa grande. Apenas quedó libre y corrió hasta su casa. Nos llevó justo a donde Stella se encontraba, y así pudimos sacarla de ahí–
De nuevo la sonrisa de Damien apareció.
–Es todo un héroe– murmuró con orgullo.
Shawn asintió en acuerdo.
–También usted lo es–
Damien se sorprendió oírlo decir eso. Con anterioridad él y Shawn habían sido rivales. Silenciosos, pero a final de cuenta rivales.
–Shawn...–
Pero el vaquero negó. Sabía bien el porqué del ceño fruncido que veía ahora en el rostro del patrón.
Él había estado enamorado de Ariana, y el sentimiento había sido demasiado evidente, pero ahora se daba cuenta por fin de que aquella hermosa joven no había sido su amor, y tampoco lo sería nunca.
–Es la verdad, señor Keegan. Yo lo admiro, admiro su valor y su determinación por proteger siempre a la mujer que ama–
Por las ironías de la vida, Damien emitió otra ligera sonrisa.
–Me dijiste que no la merecía– le recordó, pero sin absolutas ganas de discutir.
Sí, Shawn lo recordaba, pero ahora admitía por fin que aquel soldado era un tipo muy especial, y Ariana encajaba a la perfección con él, porque ella también era bastante especial.
–Creo que no hay hombre en el mundo que pueda merecerse más a Ariana que usted–
–¿Ya no la amas?– Damien se vio obligado a preguntar.
Shawn negó y sonrió.
–Siempre le tendré mucho cariño porque es una chica estupenda, pero le aseguro, señor, que todo queda en eso. Ella siempre será mi amiga–
Damien se dijo que aunque el chico le confesara amor eterno hacia Ariana, difícilmente él habría podido enfadarse después de todo lo que había sucedido.
–Pues ahora tienes un amigo más– dijo Damien refiriéndose a él mismo. Alzó la mano esperando que su ofrecimiento fuese aceptado.
Con una gran sonrisa, Shawn la aceptó, y así los dos caballeros sellaron el inicio de una buena amistad.
Antes de que pudiesen decirse algo más, una voz los interrumpió.
Era el detective Downey.
–Señor Keegan– lo llamó. –Lamento mucho la situación por la que está pasando su esposa, pero le tengo actualizaciones, y bueno... No podía esperar–
Damien lo miró expectante.
–¿De verdad? ¿Qué ha encontrado?– cuestionó de inmediato.
La sonrisa satisfecha del detective apareció.
–La encontré. He encontrado a la señora Grande– anunció contento.
Por un par de segundos Damien no fue capaz de creerlo, pero entonces ella apareció y lo convenció de que era cierto.
La abuela de Ariana estaba ahí.
¡Cielo santo! ¡La abuela!
Una noticia estupenda en medio de todo aquello.
Ariana se pondría contentísima en cuánto lo supiera, en cuanto despertara y la viera con sus propios ojos.
Una anciana de baja estatura, dulce y agradable, cabellos platinados y ojos marrones idénticos a los de Ariana, a los de Stella...
Parecía muy sana, pero en su rostro lucía demasiado desconcierto y preocupación.
–¡Mi niña!– exclamó muy angustiada llamando la atención de todos ahí en la sala de espera. –¿Dónde está mi Ariana? ¿Cómo está?– Damien fue lo primero que sus ojos miraron así que de inmediato fue hacia él. –Dígame que mi nieta está bien. Se lo ruego– suplicó.
Todavía, impresionado de verla, Damien fue incapaz de hablar inmediatamente.
–¿Damien, qué ocurre?– cuestionó George de inmediato al acercarse.
–Es la abuela de Ariana– respondió el joven soldado.
George se mostró sorprendido.
Entonces el detective intervino.
–Señora Marjorie, este es Damien Keegan, el esposo de su nieta–
Al verlo de nuevo, esta vez detenidamente, las facciones de la anciana mujer se suavizaron, y su angustia obtuvo un poco de calma.
–¿U...usted es el marido de mi niña?–
El joven soldado asintió.
–Llámeme Damien–
La mujer no se lo dudó ni un instante, y enseguida corrió a abrazarlo. Damien la recibió y respondió al abrazo con sinceridad.
–Tienes que decirme dónde tienen a Ariana, y cómo está–
Con toda paciencia, Damien asintió.
–Venga conmigo– pronto le ofreció su mano, y la condujo hacia otra parte, alejados de todos los demás. Ya habría tiempo para las presentaciones.
La llevó de inmediato a la cafetería del hospital, y ahí le arrimó la silla como todo un caballero.
Marjorie tomó asiento de inmediato, y lo miró con emoción sin poder evitarlo.
–Así que tú eres el chico que le robó el corazón a mi pequeña Ariana–
Damien esbozó una sonrisa mientras se sentaba frente a ella.
–Su pequeña Ariana me lo robó a mí– confesó. –Lo tiene por completo–
Conmovida, la anciana no dejó de mirarlo.
Habían bastado esas palabras que saber a fondo lo mucho que ese muchacho de tan impresionante altura y pura musculatura, amaba a su nieta, y eso le llenó el pecho de alegría.
–Me ha dicho el detective que amas muchísimo a Ariana–
–Con toda mi alma y con todas mis fuerzas– asintió él, hablando con el corazón en la mano, tras el pecho.
–Lo veo, y lo sé. Sé que fuiste en mi busca solamente para hacerla un poquito más feliz–
–Yo daría mi vida entera por ver esa preciosa sonrisa que ella tiene, y que me enamora todos los días–
Ella sonrió maravillada.
–También sé que tienen una hija llamada Stella– le dijo la mujer llena de amor y emoción. –Mi bisnieta, y muero por conocerla–
–En realidad son dos bisnietos los que usted tendrá– contestó Damien, y sus ojos oscuros se llenaron de lágrimas. –Ariana está embarazada, y cielo santo... El doctor no ha salido a decirnos cómo está ella ni cómo está mi hijo...–
La expresión de Marjorie se suavizó todavía más.
–Todo el camino hacia aquí vine muy angustiada de saber que Ariana se encontraba ingresada y que su vida corría peligro, pero ahora que te he conocido, y que sé que lleva a una criatura en el vientre además de la que ya tienen, puedo asegurarte que ella luchará por salvarse y regresar a tu lado–
Las palabras de la abuela lo reconfortaron.
–Gracias, señora Marjorie–
Ella negó.
–Estoy muy contenta de que estés con mi nieta, y de que seas el padre de sus hijos, así que tú puedes llamarme Nonna– le sonrió con cariño. Ese privilegio no lo tenía cualquiera.
Damien respondió a su sonrisa.
Iban a llevarse muy bien.
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Luego de la plática entre la anciana y el soldado, ambos decidieron regresar a la sala de espera para estar al pendiente del momento en que el doctor saliera a darles razón de Ariana.
Gracias al cielo él apareció al instante.
Damien corrió de inmediato para interceptarlo, y Nonna fue tras él, al igual que todo el resto de la familia y amigos, todos ansiosos por saber el estado de Ariana y su embarazo.
–¡¿Cómo está Ariana, doctor?! ¡Por favor dígame cómo está mi mujer! ¡¿Cómo está mi hijo?! ¡Se lo ruego!–
El doctor sonrió ante aquel hombre enamorado y desesperado. Prontamente se hizo hacia atrás mostrando sus manos en señal de paciencia.
–Tranquilo, señor Keegan. Por favor no se altere–
–Lo lamento, doctor, pero ya me siento demasiado alterado. Por favor quíteme esta angustia, y dígame que están bien. Ambos–
–Ella está bien, y el pequeño también. Ninguno de los dos corre peligro alguno. Pueden quedarse tranquilos, y sobre todo usted, señor Keegan– respondió el doctor todavía mostrando su sonrisa.
El alivio de Damien lo dejó temblando por unos instantes.
Estaba bien. Gracias al cielo, Ariana estaba bien, viva, a salvo, y el bebé también. Nada más importaba.
Casi cayó al suelo, pero consiguió sostenerse, y lo que hizo fue abrazar a Nonna compartiendo todo el amor que ambos sentían por aquella pequeña castaña.
–¿Puede explicarnos si el humo que Ariana respiró le traerá alguna consecuencia a ella o al niño?– de inmediato preguntó el Teniente todavía preocupado de que algo malo los sorprendiera.
Damien miró consternado al doctor pensando en aquella posibilidad, pero de inmediato él negó.
–Despreocúpense por todo. El estado de inconsciencia de Ariana se debió principalmente al golpe que recibió en su cabeza. Realmente no respiró mucho humo. Sucedió un milagro, pues fue como si sus pulmones se hubiesen cerrado impidiendo que llegaran hasta su bebé, así que el embarazo marcha con normalidad, y continuará su curso de la misma manera. De todos modos para su tranquilidad y la nuestra, realizaremos un ultrasonido en unos instantes más–
–Quiero verla– intervino Damien de nuevo desesperado. –Necesito verla y comprobar con mis propios ojos que está bien. Por favor, doctor, me pondré de rodillas si hace falta–
–No, no hace falta, señor Keegan. Por favor venga conmigo. Su esposa no ha dejado de preguntar por usted–
Contento, Damien hizo ademán de seguir al doctor, pero antes se detuvo junto a Marjorie.
–Te prometo que la verás. Sólo déjame ser yo quien le dé la noticia–
La abuela asintió con todo gusto.
–Claro que sí, muchacho. Seré paciente– le guiñó el ojo.
Damien sonrió encantado con esa mujer, y pronto se giró para correr y poder ver pronto a su mujer.
Luego de recorrer el largo pasillo de habitaciones, el soldado por fin la tuvo frente a sus ojos, y sintió de poco en poco cómo el corazón se le calentaba de anhelo.
La boca se le secó, y quedó paralizado por unos segundos.
Desde la cama de hospital, Ariana le sonreía. Un poco pálida y cansada, pero sonriendo y tan hermosa como siempre, y aún más. Con su cabello acaramelado esparcido a su alrededor, los ojos marrones destellantes, el par de hoyuelos en su divina sonrisa.
Damien no resistió más el deseo de tenerla cerca, y prontamente corrió hacia ella. La tomó entre sus brazos, y murmuró infinidad de veces lo agradecido que estaba de que estuviera bien, y lo mucho que la amaba.
–Te amo tanto, Ari, tanto– susurró contra su cabello, y luego besó su frente tiernamente. –¿Cómo estás? ¿Te duele algo? ¿Cómo te sientes?–
Ariana le sonrió.
–Todavía estoy un poco mareada, pero ahora que estás aquí, me siento más segura. Tú siempre me haces sentir protegida–
Damien la miró con sus ojos oscuros llenos de amor, pero antes de que pudiese decir algo, un par de enfermeras llegaron a la habitación. Llevaban con ellas todo el equipo necesario para empezar la ecografía.
–¿Lista para ver a su bebé?– preguntó una de ellas bastante sonriente.
Ariana fijó miradas con Damien por unos instantes, y emocionada asintió de inmediato.
Prontamente las enfermeras acercaron el gigantesco monitor de rueditas, y comenzaron a conectar los aparatos médicos.
A los pocos segundos entró el médico.
–¿Te sientes mejor, Ariana?–
La castaña asintió.
–Mejor, doctor– respondió.
–Supongo que están ansiosos de ver cómo está su hijo–
–Mucho–
–Pues no perdamos más tiempo– el doctor tomó asiento en uno de los bancos que le habían acercado. Le pidió a Ariana que se recostara y se relajara, y mientras tanto las enfermeras se ocuparon de prepararla descubriéndole el abdomen para así aplicar el gel sobre la piel.
Ariana lo sintió frío y viscoso, y dio un pequeño respingo. Damien se mantuvo a su lado en todo momento, tomándola de la mano, y demostrándole todo su amor y todo su apoyo.
El doctor comenzó entonces a deslizar el transductor sobre el pequeño vientre en el que sobresalía ya una diminuta y redonda protuberancia.
La computadora tradujo al instante las ondas que transmitía, y prontamente las imágenes quedaron reflejadas en el monitor.
–Eso es. Aquí lo tenemos– exclamó el doctor. –Como sabrán, las áreas claras es el cuerpecito, y las zonas oscuras el líquido amniótico–
–¿Có...cómo está?– preguntó la voz temblorosa de Ariana.
–Está perfecto, ¿pueden verlo?–
Sí, lo veían. Era todavía diminuto, y se movía de un lado a otro como un travieso pececito, demostrando desde ese momento que iba a ser todo un pingo.
–Está midiendo 2.5 centímetros, y no se sorprendan si en los siguientes días duplica su tamaño. Quédense tranquilos porque no parece haber ninguna anomalía física ni nada parecido. Su desarrollo va de manera normal, y la cantidad de líquido amniótico es la adecuada –
Ariana que ya lo había visto en anteriores veces se mostró completamente aliviada de que su niño estuviera bien, sano, a salvo, y de que no hubiese sufrido ningún daño.
Pero Damien, que experimentaba la primera vez viendo a su pequeño tras ese monitor, comenzó a sentir cómo se le calentaba el pecho, y cómo se enamoraba por tercera vez en toda su vida.
Los ojos se le llenaron de ese brillo especial, el mismo que Ariana llevaba.
Lo siguiente que sucedió fue que el doctor conectó las bocinas para que pudiesen escuchar el sonido de los latidos del diminuto corazoncito.
Hermosos golpeteos constantes. Él más precioso y perfecto sonido que Damien y Ariana hubiesen podido escuchar jamás.
Entonces las lágrimas se desbordaron de los ojos oscuros.
Damien no recordaba haber llorado antes por simple y pura felicidad, pero en esos momentos lo estaba haciendo porque su corazón rebozaba de amor en grandes cantidades.
Prontamente negó para sí, y comenzó a limpiarlas.
–Yo... yo... Por favor disculpen, me siento muy... muy sensible– murmuró de inmediato.
El doctor le sonrió.
–Un hombre nunca debe pedir disculpas por amar a su familia– contestó, luego se puso en pie, y les entregó lo que parecía ser una fotografía del ultrasonido. –Voy a dejarlos solos para que puedan hablar– de inmediato se retiró, y también las demás enfermeras.
La bailarina y el soldado se quedaron solos en las cuatro paredes de aquella habitación de hospital.
–¿Damien, estás bien?– le preguntó ella al momento en que tomaba el rostro masculino con sus dos manos, y lo acariciaba con ternura. Luego lo abrazó fuertemente.
–Continúa así– susurró Damien. –Continúa así aferrada a mí, y estaré bien por siempre– pronto se inclinó y la besó con ardor en los labios. Luego la miró fijamente sin soltarla. –Apenas y puedo creer esto... Llevas dentro a otro pedacito mío... De nuevo voy a conocer el amor más grande que puede existir... ¡Cielo santo!– tomó la pequeña polaroid con la mano que no se encontraba enyesada. –Llevaré esto conmigo cada día–
Los ojos de Ariana se cristalizaron al instante, y lo miró amándolo más a cada segundo que pasaba.
–Eres y serás toda la vida el mejor padre que pueda existir–
Damien la tomó entonces de las manos, su rostro reflejó de pronto un poco de tristeza.
–No fui el mejor padre cuando estabas embarazada de Stella, pero te juró que la quería, Ariana... Siempre la quise, y no había noche que no pensara en ella, aún sin saber si sería niña o niño, si se parecería a ti o a mí, si tendría tus ojos... Pero fue aquella vez en que la vi en el monitor cuando todavía la llevabas en el vientre que supe que iba a cambiarme la vida por completo, y así fue. Te amo a ti, amo a Stella, y amo a este bebé, los amo a los tres más que a nada en el mundo, y me arrepiento de muchas cosas del pasado, pero te juro que nada volverá a ser igual. Esta vez no seré ningún cobarde–
La preciosa sonrisa de Ariana apareció. De nuevo sus manos lo acariciaron.
–Lo sé... Te creo– respondió.
–¿Me crees que no te engañé con Victoria?–
Ariana asintió.
–Te creo a ti– repitió.
–Jamás te habría engañado, ni en ese entonces, ni ahora. Sé que muchas veces te hice creer que no me importabas, y que bien sería capaz de buscar en otra mujer lo que no tomaba de ti, pero en el fondo todo era una farsa, una manera de... de ahuyentarte y que así fuese más fácil mantenerte alejada. No pude reconocer desde antes todo este amor que sentía por ti, pero ahora quiero gritarlo a los cuatro vientos. Te amo, te amo muchísimo. Mi mundo está lleno de vida porque estás conmigo, pero moriría sin ti–
–Perdóname– le pidió ella. –Perdóname por no haberte creído antes.
Damien la interrumpió.
–Yo no tengo nada que perdonarte. Estoy tan agradecido con el destino por haberte cruzado en mi camino, agradecido de que me ames a pesar de todos mis defectos, y a pesar de que probablemente no me lo merezca.–
Pero Ariana negó.
–No quiero que vuelvas a repetir eso nunca, porque no hay persona en este planea que se merezca más amor que tú. Y yo te lo daré. Te juró que te haré feliz, Damien–
–Eres tan buena, mi amor. Tan bondadosa, tan dulce. Perdóname por no haberte cuidado bien–
–Siempre has cuidado de mí, Damien– señaló ella.
Él negó con pena.
–Has sido atacada cuatro veces–
–Y cuatro veces has ido a mi rescate– le recordó.
Damien tomó un mechó de cabello largo y castaño, y lo colocó tras su oreja.
–Te juró que no habrá una quinta... Todas esas personas malas han muerto–
Ariana se estremeció de recordarlo.
–Tuve muchísimo miedo– confesó.
–Fuiste muy valiente, y estoy orgulloso de ti–
De nuevo ella sonrió, y luego se hundió de hombros.
–Antes de ti no era así. Antes de ti era una niñita asustadiza, pero tú me hiciste ser fuerte–
Damien negó.
–Ya lo eras, siempre lo fuiste, solo que no te habías dado cuenta–
Entonces Ariana recordó algo, y su rostro se tornó emocionado.
–¿Te conté ya lo que hice con un sartén? ¡No me lo vas a creer!–
El soldado soltó una larga y divertida carcajada cuando escuchó sobre la gran hazaña de su esposa.
–Esa es mi chica– sonrió, y le plantó otro beso.
–Estoy muy contenta de que todo eso haya acabado, y de que todos estemos bien. Ahora sí podremos ser muy felices–
–Y así es como quiero verte siempre... Feliz–
–Ya lo soy– contestó ella. –Lo tengo todo. Te tengo a ti, y tengo a nuestros hijos. Con eso lo tengo todo–
–Te equivocas– respondió Damien. –No lo tienes todo. Hay algo que todavía falta en tu vida–
Ariana frunció el ceño.
–¿De qué hablas?– le preguntó.
–Hablo de que tengo una sorpresa para ti– él se puso en pie, y avanzó hacia la puerta.
Cuando la abrió, Ariana se llevó una gigantesca y maravillosa sorpresa.
Nonna estaba ahí de pie, sonreía y la miraba emocionada.
Estupefacta, la chica no reaccionó de primera cuenta. Abrió la boca conmocionada, y por un instante le costó creerlo.
–¿No...Nonna?– tuvo que preguntar en voz alta para asegurarse de que aquel no era sólo un sueño.
La anciana entró de inmediato a la habitación, y con rapidez llegó hasta ella para poder abrazarla.
Damien las miró a ambas, contento y satisfecho.
–Cielo santo, Ariana, no sabes cómo te extrañé, mi niña. Las ganas que tenía de volver a verte...–
Ariana no pudo contener la emoción, y el llanto surgió. Por fin estaba abrazando a su Nonna, a quien tanto había extrañado, por quien tantas veces había llorado.
–¿Nonna, en verdad eres tú?–
–Más viva y más cuerda que nunca, mi cielo– Marjorie no lo resistió más, y de nuevo se inclinó para abrazarla con gran fuerza.
A pesar de todo, Ariana todavía se encontraba conmocionada por lo que ocurría.
–No puedo creerlo... Estás aquí–
Su abuela la tomó de las manos.
–Estoy aquí– asintió amorosamente.
–¿Pe...pero cómo?– cuestionó Ariana intentando comprender. –¿Cuándo?–
Nonna señaló entonces al chico que se encontraba tras ella.
–Todo fue gracias a ese grandote moreno tan guapo que tienes por esposo. Él fue quien me buscó por cielo, mar y tierra, y nunca se dio por vencido hasta que consiguió que me encontraran–
Los ojos castaños de Ariana bañados en lágrimas miraron en dirección a Damien, y en ellos reflejó todo el amor y agradecimiento que sentía por él. Su hombre. Tan bueno, tan tierno, tan complaciente. Siempre dispuesto a dar todo por ella. Después lo recompensaría, se dijo contenta.
–Nonna, cuéntame dónde te tuvieron todo este tiempo. ¿Cómo sobreviviste? ¿Qué fue lo que te hicieron?– las preguntas tornaron su voz cada vez más angustiosa.
–Estuve en un hospital psiquiátrico–
–¿Qué?– Ariana negó sin poderlo creer.
–Penélope decidió que sería más conveniente dejarme ahí, en vez de un asilo. Supongo que sería más difícil encontrarme. Pero no te preocupes, no la pasé tan mal. Lo único que me angustiaba era el hecho de haberte dejado sola con esas personas...–
–Nonna, yo sé que Penélope es tu hija, pero... Es una maldita perra–
Marjorie negó.
–Tranquila. No es hija mía. La adoptamos, y ese fue el motivo por el que siempre odió a tu madre que sí era nuestra. Ni Frank ni yo hicimos nunca distinción entre ambas, la quise mucho, y siempre querré al recuerdo de la niña tierna que fue alguna vez, pero ahora sólo me da pena–
–Olvídate entonces ya de ella– respondió Ariana, un tanto contenta del hecho de no compartir sangre ni genes con aquella mujer tan despiadada.
–Todavía no puedo hacerlo, no hasta saber si te hicieron algo. Yo sabía lo cruel que era ella, y la envidia tan insana que Victoria sentía por ti. Además Charlie siempre te miró como si... ¡Por el cielo bendito! Ariana, dime que ese degenerado no te hizo daño–
Ariana tranquilizó a su abuela de inmediato.
–Tranquila, Nonna. No pasó lo que temes. Lo intentó, no lo niego, pero no lo logró–
–Maldito...– susurró Marjorie furiosa.
–No gastes odio en ese sujeto. No vale la pena– le pidió su nieta. –Y además en el fondo me hizo un favor, porque quizá sin sus acosos y sin el miedo que me provocó, yo nunca hubiese conocido a Damien– miró hacia su marido con ojos enamorados.
Damien la miró de igual forma.
–¿Ah sí?– la abuela arqueó los ojos curiosa. –¿Y cómo se conocieron? Esa historia no me la contaste, Damien–
El soldado comenzó a tartamudear nervioso.
–Eh... bueno... yo...–
–Es una larga historia, Nonna– intervino Ariana en su rescate.
Nonna estuvo a punto de replicar, pero en ese momento el celular de Damien comenzó a sonar.
–¿Sí?– atendió. Luego arqueó las cejas. –Genial. Voy en un segundo– colgó. –Ahora vuelvo– les dijo y luego salió de ahí.
Marjorie sonrió en dirección a él.
–Ese esposo tuyo es maravilloso–
La castaña asintió pensando en la gran fortuna que tenía de haberlo conocido.
–Lo sé, Nonna... Créeme que lo sé–
La sonrisa de su abuela se hizo más evidente.
–Tienes mucha suerte, Ariana. Ser amada por un hombre así es un gran privilegio en esta vida–
Ariana lo sabía, y era por eso que atesoraba el amor de aquel soldado como lo más preciado en el mundo.
No se dijeron nada más, y a los pocos segundos Damien volvió. Llevaba a su hija cargada con un brazo.
La expresión de Marjorie cambió drásticamente demostrando la máxima emoción en ella.
–¿Es... es...– ni siquiera fue capaz de terminar su pregunta.
Contenta Ariana asintió.
–Ella es Stella, Nonna–
–¡Cielo santo! ¡Qué preciosa que es!– sin resistirlo más corrió hacia Damien, y la cargó abrazándola inmediatamente, maravillándose de ella y de su existencia, llorando emocionada, y llena de emotividad.
Aquella niñita tan increíblemente hermosa era su bisnieta. La hija de Ariana.
Parecía imposible de creer pero ahí estaba.
Una princesita de carne y hueso.
Con ojos llorosos pero felices, la abuela miró a su nieta mientras la sujetaba contra su pecho sin ningún deseo de soltarla.
Más lágrimas aparecieron, y el sentimiento de amor se multiplicó por mil.
–Eres madre, Ariana– dijo como para terminar de creérselo ella misma. Ariana era demasiado joven pero la edad ya noimportaba en ese instante, sino la circunstancia. Lo feliz que la veía. –Le doy gracias al cielo y a la vida por permitirme vivir este momento. Verte realizada con tu familia formada. Gracias– miró hacia el techo, y luego volvió a abrazar a la pequeña.
Esa niña le había robado el corazón al instante. La alzó ante sí, y ambas mujercitas se miraron fijamente.
Stella le sonrió, señal evidente de que le había agradado, y entonces un lazo inquebrantable se formó entre las dos.
–Es toda una Keegan– admitió de inmediato. –Es idéntica a ti, Damien. Pero esos ojos que tiene... Ojazos. Son italianos sin duda. Pertenecen a la familia Grande– exclamó orgullosa.
Mientras abuela y bisnieta terminaba de conocerse y de hacerse buenas amigas, Ariana llamó a Damien para que fuera junto a ella.
Alzó su rostro para poder mirarlo.
–Gracias– le dijo con verdadera sinceridad.
Damien sonrió.
–Ahora vivo para esto– respondió él. –Hacerte feliz es mi misión en esta vida. Estoy seguro de eso–
El soldado jamás había hablado más en serio y con más convicción en toda su vida.
Lo que había dicho era la más pura certeza, y no le costó ni siquiera un poco el admitirlo.
Así eran las cosas ahora, y sencillamente él no podía, ni quería hacer nada contra eso.
¿Quién iba a decirle que aquel sueño con la bailarina sin rostro en realidad estaba mostrándole a la que sería el amor de su vida? ¿Quién iba a decirle que ese viejo mito resultaría siendo verdad?
¡Qué razón había tenido su abuelo George!
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CAN'T BELIEVE que salieran 30 páginas de esto!!! Pero valieron la pena porque este ha sido el capítulo final...
PERO!!! antes de escribir el FIN no vayan a perderse el epílogo que estoy preparando para ustedes, junto a unas sorpresitas más.
Voten y comenten mucho en este cap, pls. Quiero saber qué les pareció todo, la muerte del Emir y de Michael, la aparición de Nonna, y el hecho de que Damien y Ariana ya podrán ser felices al fin.
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