Capítulo 5

Dove se encontraba demasiado tensa y alterada. Se pasaba las manos por todo el rostro intentando mantener la calma.

Todavía le parecía increíble de creer. No lograba asimilarlo.

–¡Por todos los cielos, Ariana!– le gritó a su amiga de manera exasperada. Luego soltó el aire recordándose que estaban en la escuela, y que no podía perder los estribos, tampoco ponerse a gritar. Bajó la voz, pero no su enojo. –¡Te entregué un montón de condones! ¿O vas a negármelo?– todo aquello lo dijo en un susurro, sin embargo para la desconsolada castaña causó tal impacto como si se lo hubiera soltado desde un megáfono.

Ella todavía lloraba. No podía negárselo ni pedirle que dejara de reprenderla, porque Dove tenía razón. Aquella noche le había metido en el bolso unos cuantos de esos cuadritos metálicos que albergaban anticonceptivos, pero Ariana ni siquiera los había recordado, a decir verdad tampoco se había detenido a pensar en ellos y en todo el riesgo que corría con su ausencia.

¡Santo cielo, era una estúpida!

–Lo sé, ya lo sé. No ha pasado ni un segundo en que yo misma no deje de recriminarme por haber sido tan tonta y tan descuidada–

–Yo no le llamaría descuido– argumentó Dove todavía enfadada. –Yo le llamaría estupidez. ¿Te das cuenta, Ari, de lo que va a suceder?–

Ariana se estremeció con pánico. Se daba cuenta, claro que lo hacía, y eso la aterraba profundamente.

De un momento a otro Dove pareció tranquilizarse, aunque desde luego el impacto no disminuyó ni un poco. Seguía en shock.

–Wow...– exclamó todavía dentro del trance, aunque empezándolo a aceptar y procesar. –Vas a tener un bebé... Llevas dentro a un bebé– dijo demasiado conmocionada. –Jamás imaginé que tu noche con Damien Keegan fuese a resultar en... en esto–

Más lágrimas pugnaron por salir de los ojos marrones de Ariana, pero enseguida las limpió.

Tampoco ella podía creérselo. Todavía le costaba creer cómo su vida estaba a punto de cambiar para siempre, y todo a causa de una sola maldita noche.

–Hoy...– dijo de pronto pero un suspiro de nervios la interrumpió. –Los Keegan irán a casa a hablar con mis tíos durante la cena, y tengo muchísimo miedo de lo que pueda suceder–

–Dijiste que el soldado no se lo tomó muy bien–

Ariana volvió a estremecerse al recordar aquel momento en que habían vuelto a estar frente a frente.

–Estaba furioso, creí que se pondría a golpear las paredes... Por eso tengo miedo de que... estos sujetos vayan y me exijan que aborte– no fue capaz entonces de detener sus lágrimas. Estas fluyeron como dos ríos. –No podré hacerlo, Dove...– sollozó aterrada.

La rubia enseguida rodeó a su mejor amiga con los brazos.

–Tranquila, no llores– intentó calmarla. La llenaba de angustia verla de aquel modo, y en esos momentos tenía que consolarla. –Supongo que es normal que haya enfurecido, tal vez lo tomó por sorpresa, pero si dices que su abuelo fue amable contigo, dudo mucho que se atrevan a tanto. Además los dos son hombres muy respetables, no pueden pedirte eso porque sólo tú tienes derecho a tomar una decisión como tal–

Sin embargo Ariana ya no sabía ni qué pensar, qué hacer. Se sentía desconsolada, e irremediablemente perdida.

Lo único que anhelaba en ese instante era poder resistir a la noche de tortura que le esperaba en casa de sus tíos junto a Damien Keegan.

•••••

La furia brotaba a borbotones por toda la sangre de Damien, y recorría sus venas con demasiada rapidez.

Damien ni siquiera podía soportar la sola idea. Lo hacía querer gritar con rabia mientras que una debilidad desconocida se levantaba en su interior.

Ariana embarazada...

¡Joder!

Damien ni siquiera podía soportar la sola idea de aquello. Lo hacía casi desear gritar para sí con rabia mientras que una debilidad desconocida se levantaba en su interior.

Todavía no podía creerse lo imbécil que había sido, lo increíblemente estúpido.

¡Maldición!

Salió de su casa, y llegó hasta su camioneta. Por unos segundos apoyó sobre el cofre sus enormes brazos tensos remarcados por exaltadas venas, e intentó por todos los medios poder calmarse aunque fuera un poco. No lo logró.

Inhaló y exhaló. La enormidad de su pecho subió y bajó de manera devastadora.

Entonces algo brilló en su cerebro. Sus ojos oscuros se encontraron desorientados por un par de segundos. Y de pronto sin cuestionárselo más, entró a su camioneta para dar marcha. Necesitaba hablar con ella.

Miró su reloj, y entonces su sentido común le dio dos informaciones relevantes. Debido a su edad ella tenía que estar estudiando aún la preparatoria, y por otra parte, si vivía en Palm Beach, entonces lo más seguro era que asistiera a la única escuela de esa zona, Roosevelt.

Sí, tenía que verla en ese instante, y no podía esperar a que la noche se llegara.

•••••

El timbre de salida en la preparatoria Roosevelt se escuchó al punto de la una de la tarde, y entonces todos los alumnos comenzaron a desalojar la institución de manera apresurada y sin siquiera un poco de control.

Todos a su alrededor charlaban acerca del baile y la graduación que estaba cada vez más cerca, pero no Ariana y Dove. Ellas se encontraban charlando de otra cosa bastante diferente, y desde luego nada divertida.

–Por favor, mantente tranquila. Ya verás que todo saldrá bien– le sonrió la rubia.

Ariana asintió y le devolvió la sonrisa pero únicamente para despreocuparla. Ella no estaba muy segura de que las cosas esa noche fuesen a tener un buen desenlace.

Juntas continuaron caminando hasta el patio frente a la escuela, sin embargo en ese momento Ariana perdió por completo la escasa calma que había conseguido obtener.

¡Oh, cielo santo! Sintió que bien podría caer desmayada en ese preciso momento.

Damien Keegan estaba ahí en su escuela, y caminaba hacia ella.

>¡No, por favor!< rogó, pero por seguro el ruego llegó muy tarde.

Él ya se encontraba a escasos metros. Gigantesco y musculoso, con expresión oscura y severa, sus ojos negros brillaban de cólera mientras caminaba a zancadas.

Cuando logró acercarse por completo, Damien se dio cuenta de que ella estaba a punto de dar media vuelta y marcharse, así que estiró una mano, y le sujetó el brazo con bastante fuerza.

Al sentir el toque sobre su piel, Ariana se quedó muy pálida, y también muy quieta.

Sin poder hacer ya nada, fijó sus ojos en aquellos oscuros que se clavaban en los suyos como una cruel daga.

Se estremeció entonces sin poder evitarlo.

Erguido en toda su imponente altura, Damien apretó los dientes, y la observó mirándola hacia abajo debido a lo bajita que ella era.

Ariana estaba asustada, pudo verlo. Y entonces sintió sus vanos intentos de librarse de él.

Desde luego eso era algo que nunca lograría hacer si él no lo quería así. Las diferencias de fuerzas eran extremadamente ridículas para siquiera ser comparadas. Sin embargo la soltó.

Ella no intentó huir esta vez, sino que le sostuvo la mirada con esos ojos que ahora no sólo le recordaron a Damien el whisky, sino también el caramelo... Delicioso caramelo fundido. O tal vez miel.

Con expresión inescrutable él continuó analizándola tal y como si tuviese todo el derecho de hacerlo.

Deseaba muchísimo comprobar si en verdad era tan hermosa como la recordaba, o si tan solo su mente había estado jugándole una sucia partida durante esas últimas semanas.

Conforme fue acercándose, se dio cuenta de que sus recuerdos ni siquiera le hacían justicia.

Era incluso más bonita... ¡Infiernos! Era preciosa así sin todo ese maquillaje encima. Su cutis era perfecto, su nariz respingona y delicada, los pómulos sonrosados naturalmente, los labios gruesos, ojos increíblemente atrayentes para su propio bien... ¡Maldición!

Por otra parte, ese maldito asunto seguía rondándole y acosando sus pensamientos.

La chica era muy menuda, demasiado pequeña como para llevar a un niño. ¿Cómo podría ser aquello posible?

¡Mierda!

La cabeza comenzó a darle vueltas al recordar entonces todo lo sucedido entre ellos dos la noche del bar, pero de pronto aquella dulce y melodiosa voz lo devolvió a su presente de manera instantánea.

–¿Q...qué haces aquí?– le preguntó, y temblaba. Seguía asustada.

A Damien le dio un pinchazo en el pecho al verla de aquel modo, pero enseguida se olvidó de la sensación. Se dijo que así era mejor. Que le tuviera miedo.

–No vengo a saludarte, eso está claro– comenzó.

Ariana se puso todavía más tensa, y a su lado su amiga rubia abrió la boca con ofensa. Damien ignoró las expresiones de ambas.

–He venido a una sola cosa... Dime si el niño es mío, o si después de mí dejaste que alguien más se te metiera entre las piernas–

La castaña palideció, y supo que no sería capaz de responder a aquella pregunta a pesar de que no mentía ni escondía nada al respecto.

Una Dove enfurecida caminó un paso hacia el frente, y encaró al hombre sin importarle que fuera un tipo tan enorme.

–Ariana está de cuatro semanas, así que haz tus propias cuentas si es que eres tan listo, grandísimo pedazo de...–

–¡Dove!–

Ariana comenzó a sentirse demasiado sofocada. No podía creerse que Damien estuviese ahí en su escuela, que le hubiera hecho aquella pregunta, y que Dove le hubiese respondido de tal manera. ¡Por el cielo santo!

Aquel férreo mareo la envolvió de manera devastadora, las náuseas la embargaron de lleno, la mente se le fue nublando más y más, y entonces hizo lo único que podía hacer, dadas las circunstancias... Se desmayó.

Aquello tomó a Damien por completa sorpresa, sin embargo tenía rápidos reflejos, y por fortuna para antes de que Dove se diese cuenta de lo que le había ocurrido a su amiga, él ya había logrado sujetarla rodeándola con las manos en su estrecha cintura, y después cargándola.

–¡Cielo santo, Ariana!– Dove se mostró bastante mortificada.

Damien enseguida se encargó de buscar la banca más cercana, y cuando la encontró la llevó de inmediato hacia ahí, intentando a toda costa no fijarse en lo exquisita que era la sensación de sostenerla entre sus brazos, ni en lo demasiado poco que la chica pesaba. Aunque ya la había sentido de ese modo, cuatro semanas antes, y sin embargo no de la misma manera...

¡Mierda! Tenía que dejar de pensar en eso.

De inmediato alumnos que se habían dado cuenta de lo ocurrido comenzaron a rodearlos, pero Damien logró deshacerse de algunos.

–¡No bloqueen el aire! ¡Largo de aquí!–

Desde luego la amiga rubia se quedó ahí, y después se le unieron otras dos chicas que parecían igual de asustadas que ella con el desmayo de Ariana.

–¡Ariana!–

–¡¿Qué le ha pasado a Ariana?– exclamaron consternadas.

–¿Ves lo que has hecho?– lo acusó Dove. –¡Todo fue culpa tuya!–

Damien no se lo discutió.

–Tranquilízate, y tranquiliza a tus amigas. Voy a hacer que Ariana regrese a la consciencia– él sabía bastante de primeros auxilios, lo suficiente como para hacer las labores de médico en casi todas las unidades. Sin embargo se sintió de pronto demasiado nervioso. Sabía todo lo que había que saber sobre heridas de arma blanca, disparos y quemaduras de tercer grado. Pero de embarazadas inconscientes no sabía ni una maldita cosa.

¡Que lo jodieran!

–¿Ariana y tú son amigos o algo?– preguntó una de las amigas.

–¿La conoces?– ambas sabían perfectamente quién era él. Todo el mundo lo conocía ahí en Palm Beach y en todo Florida.

Damien soltó un suspiro irónico. Aquella resultaba ser una pregunta genial considerando que la había dejado embarazada.

–Sí, la conozco– murmuró secamente.

Las dos chicas miraron con ojos bien abiertos a Dove, esperando que ella les explicara. La rubia negó.

–Ahora no– les respondió demasiado tensa. –¡Haz algo!– le exigió a Damien.

Él de inmediato se sentó junto a ella, y comenzó a revisarla tomándole el pulso de una de sus muñecas, y después del cuello. Tocó sus mejillas esperando averiguar la temperatura de su calor corporal, y entonces sin poder evitarlo volvió a quedar fascinado con aquella piel tan suave y tersa. Las pestañas eran larguísimas. ¿Serían naturales? Él nunca había visto unas más largas que esas, a menos que fuesen artificiales. Sí, tenían que ser reales. Toda su belleza era real, y eso era un hecho.

Ariana parecía tan indefensa, y estaba tan pálida, que Damien comenzó a sentir de nuevo aquella molesta sensación en el pecho.

Carraspeó nervioso.

–La presión sanguínea está bien, y el pulso parece firme. Despertará en cualquier instante–

Y en efecto así sucedió.

Poco a poco Ariana fue despertando, pero cuando recordó lo que había sucedido, y se encontró con el culpable a su lado, de inmediato se puso en pie.

Había estado a punto de caer debido a la velocidad con la que se movió, pero para su buena suerte Dove se encontraba muy cerca sujetándola.

El soldado la miró fijamente analizando cada una de sus facciones.

–Ne...necesito ir al baño– susurró ella llena de tensión.

La rubia asintió, y de inmediato dieron marcha. Las otras dos chicas también las siguieron.

Ahí todavía sentado en la banca, mientras observaba cómo Ariana se marchaba, Damien volvió a sentirse miserable.

–Mierda...– siseó.

•••••

Ariana fue conducida de inmediato a los baños que se encontraban a un costado de las canchas de tenis.

Ahí la joven embarazada se dedicó a vomitar sin más.

Afuera de los cubículos, la esperaban sus amigas.

–¿Qué demonios fue eso?– cuestionaron las chicas todavía sin comprender nada de lo ocurrido.

Dove exhaló, y emitió un gesto de preocupación, pero no respondió a la pregunta.

–¿Estás mejor, Ari?– le preguntó a través de la puertecilla.

Segundos después Ariana salió mientras limpiaba los contornos de sus labios con un trozo de papel higiénico.

A manera de respuesta simplemente negó.

–¿Sales con el soldado Keegan o que es lo que está ocurriendo?–

–¿Por qué te desmayaste?–

Ella cerró los ojos, y negó.

–¿Les importa si les cuento después? Justo ahora no me siento ni un poco bien–

Sus dos amigas decidieron no seguir presionándola.

–De acuerdo, Ari. ¿Pero quieres que hagamos algo por ti?–

–Podemos llevarte a un hospital–

Ariana les sonrió tenuemente, aunque no logró mantener la sonrisa por demasiado tiempo.

–Les agradezco, pero no hace falta. Las llamaré más tarde–

Bella y Selena mostraron expresiones solemnes, pero asintieron.

–Bien, mejórate–

–Te queremos–

Ambas se despidieron de ellas, y luego se marcharon.

Entonces y sólo entonces la castaña se derrumbó, y comenzó a llorar sin freno.

–¿Por qué vino?– cuestionó en medio de su llanto.

–¿No fue obvio? El muy desgraciado vino a preguntarte si el hijo es suyo... ¡Cabrón!–

–Me odia. Seguro piensa que le he arruinado la vida– la angustia la llenó irremediablemente.

–Es un bravucón–

Ariana no podía negar aquello, de manera que permaneció en silencio.

–Y le encantas– añadió su amiga cambiando su tono enojado a divertido.

–¿Qué? ¡No es cierto!– replicó Ariana sin poderse creer que Dove hubiese dicho eso.

–Es verdad, y lo sabes. La prueba está en que ahora esperas a su bebé–

–Si tuvimos sexo fue porque estábamos borrachos, pero nada más–

–Tal vez esa noche el alcohol los ayudó bastante, pero hoy lo vi bastante sobrio, y a juzgar por la manera en la que te miraba...– Dove alzó las cejas.

Ariana sufrió de un vuelco en el pecho.

–Deja de decir tantas tonterías, y céntrate en lo importante. Él me detesta, y ni siquiera se molesta en ocultarlo...–

–Pues tendrán que encontrar la manera de llevarse bien. Un hijo es un hijo, y ustedes van a compartir uno de por vida a uno–

Ante aquellas palabras Ariana volvió a ponerse más blanca que nada, porque era verdad.

Damien Keegan iba a estar presente en su vida de una manera u otra por el resto de sus días.

–¿Crees que te obliguen a casarte con él?–

La pregunta de Dove la tomó por sorpresa. Ella de inmediato negó sintiéndose tremendamente aliviada de ese hecho.

–¿Acaso lo olvidas? Llevo dentro al heredero Keegan– dijo Ariana con demasiada ironía y tristeza mientras abarcaba su vientre plano con ambas manos. –Este bebé vale millones, así que tía Penélope y tío Charlie no permitirán que ponga un solo pie fuera de casa–

Sin embargo viéndolo de aquella manera no podía decidir cuál de las dos opciones sería peor, quedarse ahí con sus tíos, o verse obligada a casarse con Damien. Ambas parecían toda una tortura, y en ambas terminarían sufriendo ella y su pequeño hijo.

•••••

Damien entró a la casa de su abuelo dando un fuerte portazo.

Meryl, la empleada doméstica que se encontraba limpiando los jarrones del recibidor, no se sorprendió en absoluto cuando lo vio llegar con su evidente mal humor, pues estaba al tanto de todo lo que sucedía con respecto a él y a la bonita y delicada jovencita de la noche pasada.

–Llama a mi abuelo– le pidió con voz fría.

–¿Sabes, jovencito? Creo que no te haría nada mal aprender a pedir las cosas por favor– lo acusó la mujer con el ceño fruncido y expresión de reprimenda.

Damien exhaló.

Esa mujer casi lo había criado. Tenía todo el derecho a hablarle de aquel modo. Sólo a ella se lo permitía.

–De acuerdo, joder, ¿podrías llamar a mi abuelo, por favor?–

Ella le sonrió.

–Eso estuvo mejor, aun así un día de estos debería lavar esa boca tuya con jabón para que dejes de decir tantas palabrotas– negó y se quejó pero enseguida fue en busca del patriarca Keegan.

Damien intentó quitarse toda la tensión de encima pero sin lograrlo. Caminó hasta la sala de estar, y lo primero que hizo fue acercarse a la barra de bebidas para servirse un trago fuerte. Algo que lo ayudara a no pensar en Ariana, y en lo estupenda que había sido la noche en que habían procreado a aquel indeseado hijo.

¡Maldición!

Darse cuenta de que todavía pensaba en ello lo hizo enfurecer aún más.

Estaba a punto de beberse el vaso de tequila cuando el Teniente entró, y lo llamó con voz autoritaria.

–Deja eso. Te necesito sobrio para esta noche. Ya bastante hiciste estando ebrio–

Damien exhaló con furia. Se vio tentado a desobedecerlo, armarle pelea, y hacer lo que le viniera en gana, pero decidió que no valía la pena el esfuerzo, sobre todo cuando sus pensamientos y energías se encontraban en otro maldito lado.

Prontamente dejó el vaso en la mesilla, y se alejó de ahí.

El Teniente pudo observar en él bastantes cosas. Seguía tenso y lleno de furia. Su lenguaje corporal anunciaba que estaba a punto de explotar.

–Me ha dicho Meryl que quieres hablar conmigo–

Su nieto no asintió ni tampoco negó, simplemente comenzó a hablar.

–Es hijo mío– dijo sin más. –Ella era virgen, yo fui el primero en tomarla, y seguramente también el último– aquel hecho volvió a golpearlo de una manera en que no le gustó. –Estaba muy borracho, y... cachondo– admitió. –Una combinación estúpida, lo sé. Fui un imbécil y un irresponsable, y asumo toda la culpa... No pretendo desentenderme de... de ese niño, así que haré cualquier cosa que tú creas conveniente, abuelo– Damien alzó la barbilla, y echó su mirada al frente como todo soldado esperando recibir indicaciones de sus superiores.

George procesó cada palabra dicha por él, y después asintió satisfecho de verlo comportarse como el hombre que era.

–Bien– consintió de inmediato. –Entonces ya está más que decidido... Se casarán. No permitirás que tu hijo nazca fuera del matrimonio. Le darás tu apellido cuando nazca, y honrarás a Ariana convirtiéndola en tu esposa–

Con la mandíbula endurecida, Damien asintió, y ni siquiera se inmutó.

–De acuerdo–

Mostrándose orgulloso, George asintió en acuerdo No hubiera esperado menos de su muchacho. Aún así había mucho más en lo que indagar.

–¿Eso es todo lo que vas a decir?–

Damien clavó sus ojos negros en una versión idéntica pero más envejecida que los suyos.

–Me casaré con la chica... y la traeré aquí. Pero sólo hasta que el niño nazca. Le daré mi apellido, y después... pediré el divorcio. Ella podrá regresar a casa de sus tíos o a donde le dé la gana junto con el bebé. Yo le pasaré una pensión generosa, y lo mantendré hasta que sea un adulto, pero sólo eso. No esperes más de mí, abuelo–

El Teniente asintió sopesando las palabras.

–Me parece bien. No le veo el sentido a que Ariana y tú permanezcan casados por mucho más tiempo del necesario, siendo que no tienen ninguna relación. Siempre y cuando mi bisnieto sea legítimo, y tú te encargues de que no les falte nada a él y a su madre por los próximos años, yo me doy por satisfecho–

Damien asintió, y dado que no encontró nada más que decir, enseguida argumentó que tenía demasiadas cosas qué hacer, y debía marcharse.

George permaneció de pie apoyándose en su bastón.

Era cierto lo que había dicho. Dada la educación que había tenido, consideraba que el matrimonio era altamente necesario al menos hasta que el pequeño naciera y fuese registrado. Estaba más que de acuerdo en que después su nieto y Ariana se divorciaran, y cada uno volviera a sus respectivas vidas. Sin embargo y sin siquiera esperarlo, tuvo de repente una corazonada que lo sorprendió en gran manera.

Tal vez aquello podría significar algo nuevo para esos dos jóvenes tan distintos el uno del otro. Pero sólo tal vez...

–¿Abuelo?– la voz que lo hizo salir de sus pensamientos pertenecía a Jake.

–Sí, dime–

–¿Por qué Damien está tan furioso? Es decir, nunca ha tenido buen genio, pero creo que ahora está saliéndose de sus límites. Se fue de aquí hecho una bala. ¿Tiene que ver con las personas que vinieron anoche?–

El Teniente exhaló con cansancio. Luego asintió.

–Esta noche iremos a verlos–

–¿Por qué? ¿Quiénes son?–

–Damien irá a pedir la mano de esa chica–

Jake casi se atragantó a pesar de que no se encontraba bebiendo nada.

–¿Bromeas?– rió divertido.

¿Damien casándose? ¡Era de locos!

–No, no bromeo–

El adolescente comenzó a reír.

–Supongo que mi primo le hizo un hijo o algo así. De otro modo no lo imagino convirtiéndose en el marido de nadie–

–Pues sí, supones bien–

Jake apenas y pudo creérselo. Eso lo explicaba todo.

–¿Puedo ir?– no quería perderse algo así por nada del mundo.

El abuelo negó de inmediato haciéndolo decepcionarse. Se perdería la diversión.

–Tú te quedarás aquí, porque probablemente... las cosas no se pongan agradables–

Recordó los modales de los Sheen, y casi pudo estar seguro de ello.

•••••

En el cuartel las cosas no marcharon mejor para Damien de ninguna manera. Había llegado estacionando su camioneta de manera bastante acelerada y sin cuidado alguno, después Chris que lo había visto llegar lo había detenido para preguntarle si se encontraba bien. A él le habría encantado poder mentirle, sin embargo la necesidad de desahogarse estaba corroyendo por todo su pecho.

Cerró los ojos y negó.

–Cálmate, Keegan– Chris era su mejor amigo, o lo más parecido a eso, así que sintió la suficiente confianza para contarle lo que ocurría. –¿Qué es lo que te tiene así? ¿Algo grave? ¿Tu abuelo?–

En un gesto exasperado, él negó.

–Es... es una chica– admitió, y la voz le salió más débil de lo que le hubiese gustado.

Chris se quedó de piedra. ¿Una chica? ¿Damien en líos de faldas? No lo creía.

–¿Hablas en serio? ¿Una chica? ¿Te has enamorado?–

El moreno frunció ambas cejas.

–¡No, joder! No estoy enamorado, y tampoco pienso estarlo–

Chris se hundió de hombros.

–Tal vez deberías de saber que uno no decide esas cosas– dijo con simpleza.

–Pues no se trata de eso– argumentó aún más enfurecido.

–De acuerdo, de acuerdo. ¿Entonces qué ocurrió? ¿Quién es esa chica de la que hablas y qué demonios te hizo para que estés así de furioso con todos?–

–Va a tener un hijo... Un hijo mío–

Chris casi se fue de espaldas.

–¡¿Qué?! Tienes que estar bromeando– sencillamente no podía creerlo. Conocía a su amigo. Sabía del especial cuidado que tenía con cada mujer a la que se llevaba a la cama. Sabía cuánto odiaba la sola idea de atarse a alguien, de tener hijos, y todo ese tipo de responsabilidades.

Damien endureció muchísimo más sus facciones.

–¿Te parece que estoy bromeando?– siseó apretando los puños.

Chris se llevó la sorpresa de su vida al darse cuenta de que hablaba en serio.

–¡Joder!– exclamó. –¿Y quién es ella?–

–No la conoces–

–Caramba, pues estoy demasiado impresionado. Dame un segundo para asimilarlo... Vas a ser padre–

La mandíbula de Damien se tensó hasta convertirse en un sólido cuadrado. Una vena palpitó furiosamente contra la columna de su cuello.

No respondió nada, y su silencio reflejó toda la amargura que sentía ante ese hecho.

A Chris ni siquiera se le ocurrió felicitarlo por su próxima paternidad como hubiese sido lo normal, porque lo cierto era que su amigo no tenía nada de normal, y no obtendría de él precisamente un agradecimiento, sino un puñetazo bien acertado.

–N...no sé qué decir– y era cierto. Estaba enmudecido. –¿Tienes alguna relación con la chica o fue... sólo cosa de una noche?–

–Una noche– respondió lleno de tensión. –La conocí en el bar la noche de mi cumpleaños. Follamos y... eso fue todo–

–¿Y estás seguro de que el bebé es tuyo?–

Damien se abstuvo de mencionar el hecho de que Ariana había sido virgen, y que él había sido tan imbécil de no recordar ponerse un condenado preservativo.

–Es mío– respondió secamente.

Chris no se atrevió a contradecirlo.

–¿Y qué harás al respecto? Supongo que te harás cargo–

–Hoy mismo iré a... ah maldita sea, iré a pedir su mano–

La noticia de que encima se casaría fue doble sorpresa para Chris, pero de nuevo se abstuvo de hacer comentario alguno. Simplemente alzó las cejas todavía impresionado, y luego soltó el aire.

–Eso es...–

–Una mierda– completó Damien. –Una grandísima mierda. Odio esto, Chris. Lo odio tanto... No quiero casarme con ella, ni con ninguna otra, y no quiero un hijo, joder. ¡No lo quiero! La chica es... es sólo una adolescente. ¡Fui un imbécil! ¿Puedes creer lo imbécil que fui? ¡Tiene diecisiete años, puta madre!– después de soltar todo aquello Damien cayó sentado en la silla del vestíbulo de la brigada. Separó las rodillas, colocó sus codos en ellas, y llevó sus manos hasta su cara para poder cubrírsela.

Chris de nuevo fue golpeado por el impacto. Abrió la boca para decir algo, pero enseguida la cerró. Sin embargo en ese instante sucedió algo que lo empeoró todo.

Sus compañeros habían aparecido, y al parecer habían alcanzado a escuchar lo suficiente. Parecían sorprendidos, pero también emocionados. Desde luego algo que Damien no tomaría del todo bien.

–¡¿Qué has dicho, Keegan?!– exclamó Spencer sin podérselo creer. –¡¿Vas a ser papá?!–

–¡Wow! ¡Felicidades, Damien!–

–¡Felicidades, viejo! ¡Qué gran noticia!–

La mayoría de ellos parecían contentos, a excepción de Michael que analizaba lo sucedido con ojos entornados y calculadores, y Josh, que como siempre se mantenía en silencio y apartado.

–¿Quién es la afortunada y legendaria chica que pronto te convertirá en un papi? ¿Por qué no nos la has presentado? Somos tus amigos y ni siquiera sabíamos que tenías novia–

–¡Tienes que invitarnos a tu boda, y al bautizo, por supuesto!–

Damien los miró a todos con demasiada furia en la mirada. Cerró los ojos intentando controlar toda esa ira, apretó los puños, se dijo mil veces que debía mantener la calma, pero no lo logró.

–¡¿Quieren callarse, idiotas?!– les gritó.

Todos se quedaron en silencio al verlo reaccionar de aquella manera, y aún más cuando vieron que por ahí mismo aparecía el Comandante Crowe, que fruncía el ceño con curiosidad al verlos.

Damien cerró los ojos irritado con todo lo que se había desatado.

–¿Qué sucede aquí?– cuestionó, pero nadie respondió, sin embargo no perdió la paciencia en ningún momento. –Boldman, un paso al frente– dijo de inmediato en tono autoritario.

Enseguida Spencer obedeció mirando siempre al frente y con todo su cuerpo erguido.

–A sus órdenes, mi Comandante– exclamó con disciplina y respeto.

El Comandante asintió. Lo había escogido a él precisamente porque sabía que de todos sus soldados era el más lengua floja y también el más indiscreto.

–¿Qué ha sucedido?–

–Felicitábamos a Keegan, señor– contestó de inmediato en el mismo tono mecánico.

–¿Y por qué lo felicitaban?–

–Porque su novia está embarazada, señor–

Aquello sorprendió en gran manera al Comandante, sin embargo dado su posición, no permitió reflejar tal emoción en su rostro. Se mantuvo frío y autoritario.

–Retirada– ordenó, y de inmediato todos obedecieron, sin embargo antes de que desaparecieran, hizo que el mencionado se detuviera. –Keegan, tú no–

Con un suspiro, Damien detuvo su caminar, y se quedó ahí anclado frente a su superior, con piernas separadas, la cabeza en alto, y ambas manos cruzadas tras su espalda.

La mandíbula le tembló, y la vena de su cuello volvió a palpitar. Esperó a que Crowe hablara.

–¿Es cierto lo que ha dicho Boldman?– preguntó cuando estuvieron solos.

–Afirmativo, Comandante– respondió Damien.

Rusell Crowe volvió a controlar su sorpresa. Apreciaba mucho a Damien, no sólo por ser el nieto del mejor Teniente que hubiese tenido nunca, sino también porque el chico se había ganado su aprecio gracias a su excelente dedicación y empeño.

–Supongo que harás lo que es debido–

–Sí– contestó el soldado automáticamente.

–Bien, pues lo felicito, soldado, no sólo por la llegada de ese próximo hijo, sino también por demostrar su honor. George debe estar orgulloso, y también muy contento por su primer bisnieto. ¡Enhorabuena!– el Comandante no le sonrió, simplemente le dio una palmada en el hombro, gesto suficiente para dos militares.

Damien se mantuvo imperturbable, y así continuó aun después de que Crowe se marchó.

•••••

Aquella noche los Keegan fueron pulcramente puntuales, y llegaron a casa de los Sheen al punto de las ocho de la noche, tal y como habían sido citados.

La encargada de abrirles fue Victoria, quien los recibió con excesiva cortesía, y un brillo morboso en sus ojos. La joven miró especialmente a Damien, desde luego. Le sonrió de manera coqueta, y ni siquiera se preocupó en ser discreta. Sin embargo él apenas y la miró. Se encontraba demasiado tenso como para reparar en la perrita en celo que con toda seguridad debía ser la prima de Ariana.

–Sean bienvenidos a nuestro hogar, Teniente– saludó Penélope intentando sonar lo más acogedora posible, aunque sin lograrlo.

–Por favor tomen asiento, y bébanse una cerveza conmigo mientras la cena está lista– les dijo Charlie con el mismo tono amistoso y falso que el de su mujer.

–La cena no tardará más de diez minutos. Me he esmerado mucho esta noche para recibirlos con la mejor comida–

Damien comenzó a perder la paciencia con esas tres personas, y se preguntó entonces dónde demonios estaría Ariana, sin siquiera imaginarse que era ella quien se estaba encargando de la cena, ahí en la cocina de esa casa, aguantándose el montón de náuseas que la atacaban debido al olor de la comida.

–Eh...– Damien escuchó que su abuelo carraspeaba. –En realidad no pensamos quedarnos mucho tiempo–

El joven soldado se sintió entonces bastante aliviado. Le habría resultado imposible soportar a aquellas personas durante toda la cena.

–¿Podemos saber por qué o debido a qué?– indagó Charlie de inmediato.

–Queremos ser rápidos y no ocasionarles más molestias. Tan solo hemos venido a informarles de la decisión que hemos tomado– el Teniente observó las expresiones que pusieron los Sheen, y deseó que aquello no fuese a ser tan difícil como ya suponía. –¿Pueden llamar a Ariana?–

Charlie permaneció con el semblante serio, y el ceño fruncido, pero enseguida hizo lo que el viejo le pedía.

–Victoria, trae aquí a tu prima–

La chica asintió de mala gana, pero pronto hizo lo que se su padre había ordenado.

Ariana apareció unos instantes antes de que se quitara el mandil de cocina, y lograra controlar el montón de náuseas.

Le dio un vuelco cuando se fijó en la enorme figura que formaba Damien ahí en la pequeña sala de sus tíos. Había estado toda esa tarde sintiéndose demasiado ansiosa y muy nerviosa por la sola idea de volver a ver al padre de su hijo después de la visita en su escuela. Tenerlo frente a frente fue mucho peor a como había pensado. Palideció, pero de inmediato logró recuperarse. Desvió la mirada para no tener que mirarlo, y ni siquiera lo saludó.

Él por su parte, la analizó con lentitud, dándose cuenta de que incluso con el cabello recogido en una cola de caballo era una preciosidad. Se detuvo enseguida en su expresión.

Notó que era cerrada, no fría, sólo... indiferente. Y triste.

–Buenas noches, Teniente– saludó cortésmente.

George le sonrió con verdadera simpatía.

–Buenas noches, Ariana. ¿Cómo te has sentido hoy?–

Inevitablemente los ojos castaños conectaron con los oscuros del soldado. Esa mirada oscura le dijo que él también recordaba en ese instante el desmayo que había sufrido al mediodía en Roosevelt.

–Bien, gracias por preguntar– desde luego no pensaba contar nada acerca del pequeño incidente en su escuela, y claro estaba en que Damien tampoco hablaría.

–Me alegra oír eso–

–De acuerdo, ¿va a decirnos de una vez que es eso de la decisión que han tomado?– intervino Charlie demasiado impaciente.

Penélope parecía igual, mientras que Victoria miraba todo con demasiada curiosidad, cuando no estaba mirando a Damien con lujuria, cabía añadir.

–Eh sí. ¿Podemos tomar asiento?–

De inmediato todos se sentaron. El tío Charlie fue el primero en hacerlo, pero el Teniente esperó caballerosamente a que las mujeres se sentaran, en especial Ariana.

Damien permaneció de pie.

–Por favor comience a hablar– le pidió Penélope.

–Mi nieto y yo estamos aquí como les prometimos. Les aseguramos que íbamos a responder por Ariana y por el niño que espera, y así será. De nuestra cuenta correrá que lo tengan todo. ¿No es así, hijo?–

Damien se mantuvo rodeado de una coraza de frialdad. Asintió.

Ariana no se atrevió a volver a mirarlo, sino que permaneció con sus ojos fijos en el Teniente.

–Esta noche estamos aquí para demostrarles que no mentíamos. Para nosotros la sangre es lo más importante, y un Keegan siempre tendrá derecho a todo lo que poseemos–

Los ojos ávidos y ambiciosos de Penélope y Charlie comenzaron a centellar de alegría.

–Eso es estupendo. Nunca dudamos de ustedes– dijo Charlie contento. Sin embargo esa sonrisa idiota le fue borrada enseguida con lo siguiente que mencionaron.

–Nos interesa muchísimo que se le dé a ese niño el lugar que le corresponde, y también todo el respeto que merece como hijo de Damien, y bisnieto mío. Por eso exigimos que sea legítimo–

–¿Qué quiere decir con eso de que sea legítimo?– cuestionó Penélope de inmediato.

Para Charlie fue muy claro.

–No– contestó de inmediato, y se mostró bastante enfadado.

El Teniente lo miró de manera paciente ignorando su negativa.

–Hemos venido esta noche a pedir la mano de Ariana. Ella y Damien deben casarse–

¡Cielo santo! ¡Aquello no podía ser verdad!

La joven embarazada se sintió demasiado enferma al escuchar lo que los Keegan pretendían.

Los miró a ambos horrorizada, y deseó estar en cualquier lugar, menos ahí con ellos.

Palideció aún más. Se sintió demasiado débil. Quería vomitar, y debido a eso no fue capaz de decir algo.

Pero sus tíos desde luego tenían mucho qué decir.

–No, no estamos de acuerdo con eso– dijo Charlie de inmediato.

–Mi sobrina ni siquiera es mayor de edad. ¡Es ilegal que contraiga matrimonio!– no mencionó el hecho de que en pocos días estaría cumpliendo dieciocho años. No le convenía sacarlo a relucir en esos instantes.

El Teniente era listo, y desde luego que ya había pensado en su menoría de edad.

–Lo sabemos, pero no habrá problema con eso, si ustedes como tutores legales de Ariana dan su firma para que Damien pase a ser su esposo, y quien responda por ella de aquí en adelante–

¡Santo cielo! El Teniente no podía estar hablando en serio. Ariana quería gritar de desesperación, pero sabía que si lo hacía el vómito que subía por su garganta saldría disparado.

>¡No, no, no, no!< gritó su interior. No podía casarse con Damien Keegan. ¡No quería casarse con él! ¡¿Se había vuelto loco?!

Damien la miró, y le irritó bastante darse cuenta de que su corazón percibía la expresión de pánico en el pequeño y delicado rostro de la joven. Se reprendió, y se dijo de inmediato que sus sentimientos no deberían importarle ni un carajo. Iban a contraer matrimonio le gustara o no.

–Pues no, eso no nos convence. Es demasiado joven para casarse– replicó Charlie más enfadado que antes.

–Pero si ellos ni siquiera eran novios. ¿Cómo pretende que formen un matrimonio?–

–Lo harán por el bebé– respondió el Teniente de inmediato. –Además no lo hemos venido a consultar. La decisión fue tomada ya y como hemos dicho, el bebé será un Keegan en todo el sentido de la palabra, y para ello requerimos que nazca dentro del matrimonio–

Damien exhaló irritado, y deseó que esa noche terminara de una maldita vez.

Ariana los miró demasiado consternada. La angustia quedó reflejada en cada una de sus facciones. Los ojitos comenzaron a cristalizársele con miedo.

– Si es todo lo que van a decir, será mejor que se marchen. Mi sobrina y su hijo permanecerán en esta casa– dijo Penélope de inmediato. Comenzaba a perder la compostura. –Aquí cuidaremos de ellos. En cuanto a ustedes nos encargaremos de meter una demanda para que paguen una pensión justa, y el niño tenga derecho a todo lo que merece–

Damien perdió entonces la paciencia, y se plantó frente a Penélope y Charlie. Utilizó todas sus fuerzas para no comenzar a insultarlos a ambos.

–Será mejor que dé su consentimiento, señora– escupió las palabras. –Le aseguro que yo deseo esto tan poco como ustedes– evitó mirar a Ariana a toda costa. –Este circo será sólo hasta que ese hijo nazca. Después nos divorciaremos y ella podrá volver aquí junto con el niño. Me comprometo a darle entonces esa pensión que tanto alegan– cuando terminó de decir eso, sus ojos negros se clavaron en una jovencita bastante pálida, y la escrutaron a su vez, sin pestañear, severamente, implacable.

Entonces Ariana no lo resistió más. Tapó su boca, y salió corriendo directo al baño.

Todos clavaron su vista en ella al verla desaparecer.

–Querida, vamos a la cocina un momento– le dijo Charlie de inmediato a su esposa.

Penélope asintió dudosa.

–Discúlpenos solamente un par de minutos– les pidió a ambos hombres.

El Teniente se los concedió, desde luego. Damien contuvo la furia, llevó ambas manos a la cabeza, intentando mantener la maldita cordura mientras se preguntaba si Ariana estaría bien. Sabía que había corrido a vomitar, se lo había visto en la cara.

Victoria no desperdició segundo alguno, se dedicó a sonreírles y ser amable en todo sentido, pensando en que tal vez podría convencer al guapo soldado de que ella podía ser una mejor esposa que la boba de Ariana.

•••••

Cuando llegaron a la cocina, Charlie estalló.

–Se creen demasiado listos ese par de imbéciles, pero no se los vamos a permitir. ¡Los demandaremos tal y como amenazaste!–

Penélope negó de inmediato.

–No, no. Charlie tranquilízate. ¿No te das cuenta? Debemos tenerlos de nuestro lado, y hacer lo que ellos piden–

Su matido la miró como si se hubiese vuelto loca.

–Si hacemos eso perderemos nuestra pequeña fortuna– replicó negándose a la sola idea.

–No, no perderíamos. Saldríamos ganando de cualquier forma. Sólo quieren que Ariana esté casada hasta que el mocoso nazca. ¿Entiendes? Después ella volvería a esta casa, y seguiremos siendo sus tutores hasta que cumpla los veintiuno. Nos quedarían tres perfectos años para quitarle a los Keegan todo cuanto podamos, y al decir a los Keegan me refiero también a ese bebé. Se lo quitaremos todo– dijo emocionada.

A Charlie no le desagradó la idea.

–Tal vez tengas razón. Después de todo meter la demanda implicaría gastar de nuestros bolsillos e invertir tiempo–

–Exacto, Charlie. Veo que ya comprendes–

Sí, Charlie comenzaba a comprender, y aunque no le entusiasmaba la idea de entregar a su bonita sobrina en las manos de ese soldadito de mierda, le agradaba mucho más la idea de ser rico.

–Bien, digámosle al viejo y a su nieto idiota que aceptamos lo que él pide–

Enseguida salieron de la cocina, y volvieron a la sala.

Cuando les informaron que estaban de acuerdo con todo lo que ellos pidieron, las tres personas ahí mostraron diferentes reacciones.

Victoria enfureció, y enseguida subió corriendo a su habitación. El Teniente amplió su sonrisa con satisfacción. Y Damien...

Él se quedó paralizado. Tragó saliva, y todo su ser entró en el máximo estado de tensión.

«Su esposa»

Ariana iba a convertirse en su esposa, y el peso de ese hecho cayó sobre sus hombros dándose cuenta apenas de lo que significaría.

•••••

Después de vomitar, Ariana salió del baño con el rostro lleno de lágrimas.

Antes de entrar a la sala se detuvo detrás de la pared. Se sentía incapaz de regresar y volver a enfrentarse a los Keegan, y a lo que exigían de ella.

Sin embargo ahí donde se encontraba alcanzó a escuchar a su tía informándoles que lo habían pensado bien, que lo más importante ahí era el bebé, y que si lo mejor para él era que sus padres se casaran, entonces así sería.

Más y más llanto silencioso apareció.

Se recargó por completo en la pared incapaz de seguir sosteniéndose, y entonces lloró muchísimo de pena y de dolor.

–Me alegra que estén de acuerdo– escuchó al Teniente hablar. –Como comprenderán la boda deberá celebrarse lo antes posible. No deseo que nadie comience a hablar de Ariana si es que se llegara a saber la noticia de su embarazo antes de que sea una mujer casada. El siguiente fin de semana sería perfecto–

La castaña cerró los ojos, deseando de nuevo que todo fuese una pesadilla, que aquello no estuviese pasando.

En medio de su llanto, tocó su vientre con sus dos manos, y lo apretó contra sí.

Sufrió entonces, sufrió muchísimo.

Sufría por ella, pero sufría aún más por su bebé, ese pobre bebé concebido por descuido, y al que seguro no le esperaría una vida muy feliz.

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