Capítulo 48
Se había dicho que podía lograrlo. Se había dicho que iba a lograrlo.
Iba a olvidarse de Damien y también iba a dejar atrás cualquier sentimiento que la uniera a él.
Iba a seguir con su vida.
Sin embargo había ocasiones en que todas aquellas fuerzas se le iban, y Ariana sentía que no podía más.
El pasar de los días no había conseguido sanar nada.
El dolor por todo lo ocurrido todavía la mantenía destrozada, y recoger todos sus pedazos rotos estaba resultando más difícil de lo que había creído.
Esa mañana se encontraba sola en casa de los Cameron. Dove y sus padres habían salido de paseo, y se habían llevado a Stella. Ariana había rechazado la invitación a ir con ellos. Había despertado sintiéndose un poco enferma.
Aquello era el colmo, se dijo entonces.
Además de tener que cargar con toda su depresión, también tendría que cargar con una enfermedad.
Exhaló, e intentó hacer memoria para recordar qué demonios había comido en los últimos días que la había puesta tan mal. Era extraño, porque apenas y había estado comiendo. Esa mañana, por ejemplo, ni siquiera había ingerido bocado.
Vomitaba a todas horas, y el cansancio parecía no querer marcharse a pesar de que Ariana se pasaba los días enteros durmiendo.
No había vuelto a sentirse bien desde la noche en que salió de la Hacienda Keegan.
Los ojos se le inundaron de lágrimas cuando recordó su antigua vida. Cuando recordó lo feliz que había sido hasta antes de que todo aquello sucediera.
Estuvo a punto de llorar y dejarse hundir por la tristeza una vez más, cuando de pronto escuchó que alguien tocaba a la puerta.
Ariana limpió enseguida sus lágrimas, intentando disimular, y pronto bajó para ver de quién se trataba.
Dudaba que fuera alguien de la familia, pues todos llevaban siempre sus propias llaves. Pensó entonces en la posibilidad de que fuese Damien, y el corazón se le aceleró de manera que le causó un profundo dolor en el pecho.
No había aceptado verlo desde aquella vez en que le dijo que su matrimonio había acabado, y sin duda tampoco quería verlo en esos instantes.
Toda su tensión bajó en grandes niveles cuando echó un breve vistazo por la ventanilla y se dio cuenta de que quien tocaba era Lucas, el hermano mayor de Dove, y no Damien.
Exhaló de alivio, y enseguida abrió la puerta.
El rubio sonrió cuando la miró.
Ariana respondió a su sonrisa.
–Hola– le dijo él.
–Hola– respondió ella un tanto apenada.
–Lamento haberte molestado. Sucede que olvidé mis llaves. ¿Estabas dormida?–
–No, no. Nada de eso. No me has molestado. Descuida–
El chico agrandó su sonrisa y por momentos se quedó un tanto fascinado mirándola fijamente.
Resultó para él bastante atrayente el hecho de estar hablando, probablemente por primera vez, con ella a solas. Siempre la había saludado cuando la veía, le preguntaba por la escuela, por el ballet, pero siempre con Dove presente. Nunca ellos dos solos, y sin duda jamás tan cerca el uno del otro.
Para su mala suerte, Ariana notó de repente la cercanía que mantenían debido a lo reducido que era el recibidor, y de inmediato se giró para pasar a la sala.
Como autómata Lucas la siguió, respirando el fragante aroma que ella desprendía a su paso.
El rubio no pudo creerse que además de lo guapa que era, Ariana oliera tan bien.
–¿No hay nadie en casa?– preguntó al tiempo que quitaba su chaqueta y la dejaba en uno de los sofás.
Ariana negó.
–Tus padres y Dove llevaron a Stella al centro de la ciudad para que viera el desfile de primavera–
–Oh, genial. Seguro le encantará–
–Sí, Stella estará fascinada– asintió Ariana. Enseguida los dos se quedaron en silencio que poco a poco fue tornándose incómodo. –Bueno, iré al cuarto de lavandería. Debo empezar a ocuparme de mis cosas–
Prontamente Lucas se hizo hacia un lado para que ella pudiera pasar, sin embargo en ese momento algo sucedió.
Ariana sufrió de un mareo tan terrible que la hizo tambalearse. Estuvo a punto de caer sin poder hacer nada para detener su caída, cuando los brazos de Lucas lo impidieron.
Preocupado, la sujetó con fuerza y la pegó a su pecho, enseguida la condujo al sofá más cercano ayudándola de inmediato a tomar asiento.
–¿Qué fue eso? ¿Te sientes bien?–
Ariana tardó en responder. Le costó muchísimo poder recuperarse, pero poco a poco fue lográndolo.
La sensación la hizo sentirse tan enferma que de pronto sintió cómo un escalofrío la recorría por dentro.
¿Qué demonios le pasaba?
Ariana pareció por segundos un poco sorprendida. Al parecer el malestar la había hecho olvidarse de que estaba con él. De inmediato recordó todo. Había estado a punto de ir al cuarto de lavandería justo antes de sentir que todo a su alrededor se distorsionaba.
–Yo... yo lamento si te preocupé. Ya me siento mejor, fue sólo...– negó con la cabeza para sí misma, intentando acomodar sus ideas porque todavía no se sentía capaz de responder coherentemente.
Lucas se sentó junto a ella de inmediato.
–¿Estás segura? Porque te ves muy pálida. Estás preocupándome. Será mejor que vayamos a un médico, yo mismo te llevaré– Lucas se puso en pie, sin embargo enseguida Ariana negó, y tuvo que volver a sentarse.
–No hace falta, de verdad. Me mareé un poco, pero la sensación ya se ha ido–
El rubio decidió no insistir, pero aun así continuó preocupado.
–Deberías dejar ya esa huelga de hambre antes de que termines enfermándote–
Ariana exhaló.
–Sí, sí, lo sé, y lo haré. Lo último que deseo es enfermarme. Tengo que estar bien por Stella–
–Sí, pero también tienes que estar bien por ti– respondió Lucas.
Ariana bajó la mirada, y algo en su rostro pareció cambiar
Lucas no lo pensó, sino que actuó. No resistió a aquella expresión triste y desolada, y de inmediato tomó el delicado mentón con su mano, y lo alzó.
–No merece la pena–
Un tanto sorprendida, la castaña lo miró fijamente.
El rubio también la miraba con fijeza.
–Hablo del hecho de dejarte derrumbar hasta incluso llegar a enfermarte... Ningún hombre que sea capaz de apagar la luz de esa carita que tienes, se merece si quiera que derrames una sola lágrima... Eres bellísima, y tienes un corazón tan puro...–
Aún en medio de toda su tristeza, Ariana miró al hermano de su mejor amiga con sorpresa.
–¿Por qué me estás diciendo todo esto?– le preguntó.
Los ojos azules de Lucas brillaron tan divinamente, que Ariana no pudo creerse lo hermosos que eran. ¿Por qué nunca antes les había prestado atención?
De pronto más que esperar la respuesta a su pregunta, Ariana se quedó hipnotizada. Habían sido tantos días pensando únicamente en su desdicha que de pronto le pareció fascinante el hecho de ser capaz de fijar su atención en algo más.
–Bueno...– Lucas comenzó a ponerse verdaderamente nervioso. –Ariana, yo...–
Ariana pareció despertar de su trance, pero no despegó la mirada de la suya.
–¿Tú qué, Lucas?– le preguntó, y en ese instante el hipnotizado fue él.
No habría querido decírselo al menos no en ese instante y tampoco bajo esas circunstancias, pero le fue imposible mentirle. La verdad salió de sus labios.
–Porque estoy enamorado de ti desde hace años... Ariana, me tienes loco– confesó, y tal confesión dejó a la castaña pasmada.
–¿Qué?– la sorpresa la llenó.
Lucas cerró los ojos, y se llevó ambas manos al rostro en un gesto de arrepentimiento.
–Demonios, no debí habértelo dicho. Se lo prometí a Dove, ahora seguro querrá matarme–
Ariana continuó más sorprendida, y lo miró sin comprender.
Lucas se vio obligado a explicarle.
–Ella te quiere mucho, y cuando descubrió... lo que siento por ti, me prohibió que te lo dijera principalmente porque todavía te encuentras mal, y además sigues estando casada. Así que por favor finjamos que esto nunca pasó, ¿de acuerdo?– enseguida se puso en pie y se alejó de ella rápidamente. –Hagamos de cuenta que yo no he dicho nada–
Pero el caso era que lo había hecho, y Ariana no iba a ser capaz de fingir lo contrario.
Todavía le costaba creerlo. Habían sido años de amistad con Dove, años en los que ella había creído que Lucas sólo la miraba como la amiguita flacucha y sin gracia de su hermana.
Se daba cuenta de que estaba equivocada.
Lucas parecía terriblemente preocupado, y después de la sorpresa inicial, eso le pareció a Ariana muy gracioso y tierno.
–Agradezco que hayas sido sincero conmigo– le dijo primeramente.
Lucas exhaló resignado a que había sido un lengua suelta y no podía dar marcha atrás.
–Nunca me animé a decírtelo porque pensé que me veías como a un idiota, y luego, bueno, te casaste, tuviste a Stella... Y después pasó todo esto. Por eso planeaba seguir manteniéndolo en secreto, aunque ya lo he arruinado. Por favor no vayas a creer que con esto quiero aprovecharme de tu situación– le suplicó.
Ariana sonrió muy a su pesar, y negó levemente.
–No creo eso, Lucas– le dijo para tranquilizarlo.
–¿Seguirás tratándome igual después de saber esto?– preguntó él.
La castaña asintió.
–Por supuesto que sí, tú y tu familia me han ayudado muchísimo en este proceso... Antes eras sólo el hermano de mi mejor amiga, pero ahora también eres mi amigo–
Lucas se quedó entonces en silencio, y de pronto un loco impulso lo dominó. No pudo evitarlo. Fue más fuerte que él.
–¿Y... existe... existe alguna posibilidad de que...– los nervios volvieron a golpearlo de lleno. –Quiero decir, no ahora, claro, pero tal vez en un futuro lejano o cercano...–
–¿La posibilidad de qué, Lucas?–
–De que dejes de verme como a un amigo–
La pregunta fue un verdadero shock para Ariana, que sin pretenderlo se quedó congelada.
Lucas estaba preguntándole si existía la posibilidad de que algún día ella pudiera verlo como a un hombre. Pero la pregunta en esos instantes era... ¿Podría? ¿Se atrevería?
Jamás imaginó que podría ser capaz de tener algo con otro que no fuera Damien.
¡Oh, cielo santo!
Y pensar en él la dejó desarmada. En la tosca hermosura de su rostro, en el oscuro brillo de sus ojos negros, en la perfecta curva de su sonrisa...
La respuesta bien podía ser un no.
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Había sido tan infeliz...
Damien había vivido en un infierno. Un infierno que había empezado no el día en que nació, sino el día en que fue concebido.
Había nacido producto de una violación, habían forzado a la mujer que lo había traído al mundo, y desde ahí toda su desgracia había comenzado.
Cuando había sido sólo un niño, Damien no había conocido el amor ni la ternura, solamente la violencia, el odio, el asco, el desprecio...
Había vivido maldito, y eso no había cambiado ni siquiera cuando su abuelo lo encontró y lo llevó con él.
Para entonces Damien ya había estado demasiado dañado, destinado a vivir en la más vil y cruel desdicha.
Hasta Ariana...
Preciosa, dulce y tierna Ariana.
Ariana que de pronto había aparecido como un brillo de luz, iluminando toda su existencia, precisamente cuando él estaba siendo consumido por la oscuridad. Enseñándole paz y ternura, mostrándole el amor que antes no había conocido.
Desde el primer instante en que la vio todo había cambiado. Todo.
Su risa le había robado el corazón, y su mirada inocente y endulzante lo habían atrapado antes siquiera de que la hubiera tocado.
Jamás le había sucedido algo así con ninguna mujer. Jamás. Pero con ella...
Damien se había sentido desarmado, desorientado, más débil que nunca en cuanto la tuvo enfrente. Se había encontrado a sí mismo en las profundidades de esos ojitos marrones, y eso lo había mantenido aterrorizado, eso y el hecho de saber que estaba esperando un hijo suyo.
¡Maldita sea!
Había sido un maldito cobarde. Había tenido tanto miedo a ser feliz, y por culpa de ese maldito miedo había terminado lastimando a la mujer que amaba.
Él había soportado muchísimo, muchísimas cosas a lo largo de su vida, todas crueles y desalmadas... Pero aquello... Ver la carita de su amada destrozada, saber que la había herido y que ahora ella lo odiaba, era más de lo que podía soportar.
Sus fuerzas no alcanzaban para resistirlo.
Mirar esos ojitos llenos de lágrimas, decepcionados de él, y detestándolo más que a nada en el mundo, había sido la cosa más difícil que Damien había vivido en toda su vida.
Deseaba poder recuperarla, había tenido muchísimas esperanzas, pero ahora ya no las tenía.
Ariana nunca le creería. Estaba demasiado herida.
Habían pasado ya demasiados días, y ella no había aceptado siquiera verlo, y eso estaba volviéndolo loco. Sentía como si le hubieran arrancado el corazón del pecho.
Estar lejos de Ariana y de Stella lo tenía ahora alucinando.
Las veía en todas partes, escuchaba sus risas, pero todo era producto de su imaginación. Ellas se habían marchado.
Por eso Damien había decidido volver a la base, para dejar de atormentarse, para intentar pensar más claro, y poder actuar de manera más racional.
Era cierto. Las esperanzas se le iban, pero aun así él no iba a dejar de insistir.
Con esa convicción, Damien bajó de su camioneta luego de estacionarla, y se dirigió a la entrada.
Cuando entró al vestíbulo y se encontró con sus compañeros de Brigada, todos lo miraron con pena, pero la gran mayoría se acercó a él, no para darle palabras de ánimo, sino simplemente para mostrarle un poco de apoyo moral y emocional.
Damien no mencionó nada al respecto, pero les agradeció en silencio. Se pasó de largo a su casillero para sacar su equipo de entrenamiento, sin embargo en ese momento uno de los soldados lo llamó.
–¡Keegan! Te buscan en la sala. Es una mujer, pero no quiso decirme su nombre–
Los ojos negros de Damien brillaron con esperanza y algo más.
El corazón le dio un vuelco.
–Ariana...– susurró lleno de ilusión.
Damien se olvidó de todo. Soltó lo que llevaba en las manos, dejándolo caer al suelo, y entonces salió corriendo de ahí.
Sin embargo al llegar a la sala, la sorpresa que se llevó al no encontrar a Ariana, fue bastante desagradable.
Era Victoria.
–¡¿Qué mierda haces aquí?!– le gritó enfurecido.
El odio y el desprecio parecieron destellar dentro de su atormentada mirada oscura, y entonces preso de la desesperación avanzó hasta ella con la necesidad de cometer un acto violento precisamente con la culpable de todo ese caos.
Victoria se hizo hacia atrás, temerosa, y de pronto, para su fortuna y la de todos, Chris apareció y se colocó justo en medio de ambos para evitar que Damien cometiera una locura.
–¿Qué quieres hacer?– espetó Victoria triunfante. –¿Golpearme? ¡Hazlo! ¡Eso te hará quedar peor!–
Damien trató por todos los medios de zafarse de Chris.
–¡Tranquilízate, Damien!– le decía su amigo, preocupado.
La furia dominaba a Damien. Ver a Victoria lo hacía sentirse enfurecido. Lo hacía sentir aún más el sufrimiento que estaba sintiendo al no tener a su esposa con él, lo hacía recordar el dolor y las lágrimas en el precioso rostro marchitado de su Ariana.
Sin embargo dejó de forcejear, y Chris confió en él.
–Te dije que lo ibas a pagar caro, Damien Keegan. Te dije que nadie se burlaba de mí–
Damien la observó con la respiración a punto de destrozarle los pulmones. La adrenalina recorriendo todas sus venas.
–Eres una perra, Victoria– le dijo con verdadero asco.
Victoria lo tomó como un cumplido, y sonrió.
–Sí, lo soy. Pero tú no volverás a ser feliz después de lo que le dije a tu mujercita... ¿O debería decir ex mujercita?– su sonrisa se agrandó llena de malicia.
Con rabia, Damien se acercó a ella, y la sacudió.
–¡¿Qué mierda le dijiste?! ¡¿Cuándo la viste, maldita sea?!–
Chris de inmediato los separó, sujetando a su amigo.
–Eso tendrás que preguntárselo tú, eso si es que ella aún quiere verte, cosa que yo dudo mucho. ¿Lo ves? Debiste haberme escogido a mí– Victoria echó su cabello para atrás, y puso la cara más angelical que conocía. –Nos vemos después, amorcito– Apretó los labios haciendo una mueca, y le lanzó un beso por los aires para después intentar marcharse, pero entonces Damien fue capaz de soltarse de Chris. Consiguió llegar hasta ella tomándola bruscamente del brazo.
Su mirada destelló con violencia.
Victoria y Chris creyeron por un solo segundo, que Damien había perdido el control, y que la golpearía.
Aquello no pasó, sin embargo no la soltó.
Un tanto temerosa, Victoria alzó la mirada para mirar al enorme hombre que la sujetaba con gran fuerza y determinación.
Entonces él habló.
–Aquella noche en el Sunly...– comenzó con voz fría. –No subí porque te deseara, Victoria. Subí porque fui un imbécil, y cometí un error, error del que me arrepentiré toda mi vida. Pero jamás... escúchalo bien, jamás hubiese podido hacerte el amor, porque únicamente la amo a ella, y únicamente la deseo a ella–
–¡Suéltame!– Victoria lo miró enfurecida, e intentó zafarse de su agarre. No lo logró.
Damien continuó.
–No le llegas ni a los talones. Nunca podrás comparártele, ¿sabes por qué? Porque eres mierda, Victoria, eres mierda comparada con la maravillosa y hermosa mujer que es Ariana... Ahora lárgate de aquí, y no vuelvas a acercarte a ninguno de nosotros, o sino juro que te destruiré– era una promesa. El desprecio que Damien sentía por aquella zorra era bastante fuerte, y no iba a tolerarle ni una más.
Finalmente la soltó.
Victoria no mencionó nada. La mandíbula le tembló de rabia, pero fue incapaz de hablar. No le quedaba ya ni un poco de dignidad, pero aun así dio media vuelta para marcharse de manera indignada.
Damien exhaló tenso, y miró a la odiosa mujer que caminaba hasta desaparecer de su vista.
–Cálmate, Damien. No caigas en su juego. Sólo vino a provocarte. Debes concentrarte en recuperar a tu mujer, y hacer que te crea– habló Chris aún preocupado.
Ya más tranquilo, Damien asintió. Seguía mirando hacia donde Victoria se había marchado pero después desvió su mirada a su amigo.
Asintió el moreno.
–Voy a recuperarla. No me voy a rendir jamás hasta que me escuche y hasta que crea en mi palabra–
Esa era la promesa de un Keegan.
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Aquel día tampoco había tenido suerte.
Otro maldito día sin verla...
Después de cumplir con su entrenamiento diario en la Base Militar, Damien fue directo a casa de Dove, esperanzado porque aquel fuese a ser el día en que Ariana al fin aceptara verlo.
Triste y desdichado porque no había sido así, condujo hasta la hacienda.
El camino le resultó largo, monótono y aburrido. A veces le costaba recordar cómo eran aquellas veces en las que conducía a toda velocidad, ansioso e impaciente por llegar a casa y ver a su mujer.
Ahora eso ya no tenía sentido.
Al llegar se aparcó y prontamente bajó del vehículo. Con pasos lentos y desganados caminó hasta su casa, sin querer estar ahí realmente.
Lo peor del día eran esas horas, en las que se quedaba solo, y a su mente lo asaltaban imágenes de su pequeña y preciosa Ariana, y de lo felices que habían sido, y entonces toda la tristeza lo embargaba hasta dejarlo sumido en un pozo profundo de amargura.
Exhaló, y alguien lo abordó y detuvo su camino.
–Buenas tardes, señor Keegan–
Aquel era el sujeto que había contratado en cuanto se enteró de que la abuela de Ariana seguía viva.
–Buenas tardes, detective. ¿Hay alguna novedad?–
–Sí, tengo importantes noticias, y a eso he venido–
El semblante de Damien cambió por completo. La sorpresa y la emoción lo llenaron de golpe.
–Eso es estupendo. Por favor venga conmigo. Hablemos en mi casa– prontamente le mostró el camino.
Sin embargo el investigador negó.
–A decir verdad, lo que vengo a decirle es rápido, y además tengo un poco de prisa, debo seguir haciendo mis averiguaciones–
Damien comprendió, y se cruzó de brazos colocándose en una postura en que le prestaba toda su atención.
–De acuerdo, lo escuchó–
El investigador alzó enseguida la carpeta que llevaba consigo, y la abrió. De ella sacó una fotografía que entregó a Damien de inmediato.
Los ojos negros del soldado miraron aquella foto, y el pecho le palpitó de emoción.
En ella aparecía Ariana, probablemente un año o dos antes de que se conocieran, tan hermosa como la primera vez que la vio, y a su lado aparecía MarjorieGrande. Las dos se miraban felices, y el amor que las unía resaltaba dándole vida a la imagen.
La sonrisa apareció.
Ariana iba a ponerse muy contenta en cuanto se enterara. ¡Demonios! Con eso tal vez conseguiría que aceptara volver a verlo.
–¡La encontró!– saltó de alegría. –¡La encontró!–
Lamentablemente el investigador negó.
–No ha sido así, señor Keegan–
Damien no comprendió.
–¿Entonces de dónde sacó esta fotografía?–
–Encontramos el hospital psiquiátrico en el que estuvo internada hasta finales del año pasado–
–¿Hospital psiquiátrico? ¿Que no estaba en un asilo?–
–No. Todo este tiempo estuvo en ese sanatorio de dudosa reputación. Sin embargo se la han llevado de ahí. No dejaron rastro–
Damien exhaló con frustración. Luego volvió a fijar su mirada en el detective.
–Bueno, pero usted ha dicho que estuvo ahí hasta finales del año pasado, eso significa que hasta hace muy poco tiempo todavía se encontraba en ese lugar, tres o cuatro meses a lo mucho–
El investigador asintió.
–Así es, y debido a eso, estamos más cerca que en un principio de encontrarla–
Damien asintió.
–Espero que así sea, detective. Estoy pagándole mucho dinero para que me traiga a la abuela de mi esposa, y quiero pronto el resultado–
–Por supuesto, señor Keegan. Tendrá noticias de mí muy pronto. Le aseguró que en menos de lo que espera, su mujer tendrá de vuelta a su abuela–
Damien y él se despidieron con un cordial apretón de manos, y enseguida el investigador se marchó.
Luego de entrar a su casa, el joven soldado se sorprendió un poco al encontrar a Jake en el sofá de su sala.
Su primo se encontraba con el televisor encendido, sin embargo parecía no estar prestándole atención al contenido. Parecía tan triste y desanimado como lo estaba él mismo.
–¿Jake? ¿Qué haces aquí?– le preguntó al cerrar la puerta tras él.
Jake apagó el televisor con el control remoto.
–Estaba aburrido. Me aburro mucho desde que Ariana y Stella no están–
Damien soltó un largo suspiro, y prontamente tomó asiento a su lado.
–Te entiendo... Yo también las extraño mucho–
Jake miró a su primo con pena.
–Sé que tú la estás pasando peor, y lo lamento, Damien– le dijo sinceramente. –Sé que en serio amas a Ari, y que nunca la engañarías ni con la fea de Victoria ni con ninguna otra–
Damien pareció un poco sorprendido de lo que el chico dijo, y no pudo evitar cuestionarle sobre eso.
–¿Tú me crees?– le preguntó. –¿De verdad me crees, Jake? ¿Crees que amo a Ariana y que no le fui infiel?–
Jake ni siquiera lo dudó.
–¡Pero claro, hombre!–
Escuchar a su primo decir eso lo hizo sentirse bien por primera vez en mucho tiempo.
–La amo con toda mi alma, Jake. Con todo lo que soy. Esa mujer es mi vida–
–Lo sé. Nunca dudaría de ti, Damien, y menos aun cuando yo mismo fui testigo de esa cara de tonto enamorado que tenías cada vez que estabas con ella–
La risa de Damien se escuchó de pronto. Era inevitable no reír con las ocurrencias de ese mocoso.
Pero luego de la risa, exhaló.
–Gracias, Jake– el agradecimiento venía desde el fondo de su corazón. –Gracias por creer en mí a pesar de que yo no lo hice contigo en aquel asunto de los Parker–
El adolescente se hundió de hombros restándole importancia.
–Eso no importa ya. Recuerda que me contaste el secreto para vencer a Subzero en Mortal Kombat, y con eso ya estamos a mano–
De nuevo Damien rió.
Estuvo a punto de decir algo, cuando una voz lo interrumpió.
–Jake, ve afuera. Necesito hablar a solas con Damien– era el Teniente con expresión seria.
Jake obedeció la orden y prontamente salió de la casa.
Damien exhaló irritado, y se puso en pie para enfrentar a su abuelo.
Durante todos aquellos días había tenido que soportar sus miradas de censura y que no le dirigiera la palabra, pero en ese instante iba a escucharlo. Ya no estaba dispuesto a permitir que lo acusara de ser un maldito y asqueroso infiel.
–Qué bueno que estás aquí, abuelo, porque tengo unas cuantas cosas que hablar contigo–
El Teniente negó.
–Déjalas para después–
Eso sí que no.
–Lo lamento, pero tienes que escucharme ahora mismo–
George exhaló, y entonces habló.
–Escuché lo que hablabas con Jake–
Damien se sorprendió, pero finalmente no respondió. Volvió a tomar asiento en el sofá.
Su abuelo por lo contrario permaneció de pie.
–¿Y qué? ¿Vas a volver a llamarme mentiroso?–
El Teniente negó.
–No, Damien. Voy a hacer lo que debí haber hecho en un principio... Voy a pedirte que me cuentes qué fue lo que verdaderamente pasó en esa habitación de motel con Victoria Sheen, y después voy a pedirte una disculpa–
–Yo no engañe a Ariana, abuelo– repitió Damien probablemente por centésima vez. –No lo hice–
–¿Qué sucedió?– preguntó la voz grave del Teniente.
–Fui a ese motel para acostarme con ella– aceptó, y al hacerlo alzó la cabeza mientras el anciano tensaba la mandíbula. – Fui un imbécil, abuelo, y un cobarde. Quise... quise probarme a mí mismo que no sentía nada por Ariana, que ella no era nadie en mi vida, y quise hacerlo follando con Victoria. Acepté su propuesta y me encontré con ella enuna de las habitaciones del Sunly. Pero me emborraché, y... y me quedé dormido, te lo juro. No pasó nada entre nosotros– le dijo mirándolo fijamente, rogándole que esta vez le creyera. –Cuando desperté me di cuenta de que era un grandísimo error, y de que nunca hubiese podido hacerlo, así que me largué de ahí–
El Teniente sopesó cada una de las palabras de su nieto, y permaneció en un largo silencio.
–Esa mujerzuela se aprovechó de la situación. Seguro tomó esas fotografías cuando te quedaste dormido–
Damien no se pudo creer lo que su abuelo le estaba diciendo.
–¿Entonces me crees?– tuvo que preguntar.
George asintió. ¡Maldición! Debió haberle creído desde el principio. Nunca debió de haber dudado.
Damien amaba a Ariana, él lo sabía, siempre lo había sabido.
Ningún hombre en el planeta tierra podría ser capaz nunca de amar a esa chica de cabellos castaños y ojos marrones, tanto como la amaba su nieto.
Pronto tomó asiento junto a él, y con una mano lo tomó de la nuca en un gesto meramente paternal.
–Te creo, Damien. Te creo, te pido que me perdones, y te ordeno que vayas a casa de Dove, y traigas de vuelta a tu mujer–
La alegría que el joven soldado sintió por el hecho de tener de nuevo la confianza de su abuelo, quedó enseguida en segundo plano. La tristeza volvió a invadirlo.
–No quiere verme, no quiere escucharme... Parece una misión imposible, abuelo– la desdicha lo llenó.
El Teniente negó.
–Yo no crié a un fracasado. Yo crié a un guerrero– su voz sonaba colmada de orgullo. –Además no te lo pregunté– le sonrió. –Te lo ordené. Lucha por ella, y tráela de vuelta aquí–
La sonrisa de Damien fue gigantesca.
–¡Eso haré, abuelo!– exclamó emocionado, y entonces salió corriendo de ahí dispuesto a recuperar a la mujer de su vida sí o sí.
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Lucas entró sigilosamente y cerró la puerta con todo cuidado.
Aquella era su casa, aparentemente no tendría que haber motivos para que él entrara de aquella manera, sin embargo en esa ocasión sí que los había.
El ramo de rosas blancas que llevaba en la mano era razón suficiente. Dove no podía verlo por nada del mundo.
Escuchó ruidos en la cocina, y supo que ahí debía estar su hermanita, seguramente con Stella. Sus padres acababan de marcharse a Miami por asuntos familiares, así que el todo el camino estaría despejado.
Sin más, Lucas corrió escaleras arriba, y prontamente avanzó hasta la habitación de huéspedes.
No entró sin antes tocar.
Segundos después, Ariana abrió la puerta y lo encontró en el marco.
Había estado llorando, se dio cuenta él con pesar, y eso lo hizo sentirse frustrado.
Habían pasado ya bastantes días, y la chica seguía sufriendo por el mismo imbécil.
–¿Lucas?– ella se sorprendió un poco de verlo ahí.
–¿Puedo pasar?–
–Claro– enseguida se hizo a un lado para que él entrara.
–Son para ti, Ariana– de inmediato se las entregó.
Todavía sorprendida, Ariana tomó el ramo, y lo miró con admiración.
–Cielo santo, Lucas. Son... son hermosas. Pero...–
Él negó y la interrumpió.
–No lo tomes a mal, por favor. Y no pienses que quiero presionarte con lo de... bueno, lo que te confesé hace un par de días, solamente lo hice porque... porque sé que en estos días nadie se ha ocupado de decirte lo hermosa y especial que eres– Lucas era sincero. No había mala intención en sus palabras ni en sus acciones. La miró con ternura.
Ariana todavía permanecía conmocionada. Sin embargo después de la conmoción pasó a sentirse bastante conmovida.
–Yo...– balbuceó. –Yo... Lucas yo no sé qué decir– admitió.
El rubio negó.
–No tienes que decir nada–
–Confieso que todavía me parece difícil de creer–
Lucas frunció el ceño.
–¿Qué cosa?–
Ariana se hundió de hombros.
–Bueno... que yo te guste–
–¿Increíble por qué si eres... maravillosa? Cualquier hombre se sentiría atraído por ti–
–Siempre te miré como el hermano mayor de Dove. El guapo, el popular, el deportista, ya sabes, el universitario. Pensaba que apenas y notabas mi existencia. Ni siquiera me mirabas–
Lucas no pudo evitar reír.
–Qué equivocada estabas...– respondió. –Te miraba, Ariana. Te miraba muchísimo. Todo de ti me tenía fascinado, pero nunca me atreví a nada. Me parecía que todavía eras muy joven, sin embargo cuando comenzaba a darme ánimos para hablarte, sucedió... bueno, todo esto de lo que ya hablamos–
–Lucas yo no sabía nada, lo lamento de verdad–
Lucas negó.
–No tienes por qué lamentarlo. Como ya has dicho, no tenías ni idea, y yo lo decidí de ese modo, así que estamos bien– le sonrió. Sin embargo después de aquello le siguió un silencio que a los pocos segundos fue tornándose un tanto incómodo para los dos. Lucas comprendió que de nuevo había abierto la boca de más, y ya era hora de marcharse. –Será mejor que me vaya, y te deje descansar. Espero que te hayan gustado las rosas–
Ariana miró el ramo y después miró al rubio. Le sonrió sinceramente provocando que los hoyuelos de sus mejillas se remarcaran de manera adorable.
El corazón de Lucas quedó desbocado, y sus ojos hechizados, deleitándose en la perfección de sus grandes ojos marrones, aun cuando estaban bañados en lágrimas, aun cuando reflejaban un dolor agonizante. En todo momento ella quitaba el aliento.
–Demonios, eres tan hermosa...– sin embargo cuando se dio cuenta de que lo había dicho en voz alta, abrió los ojos horrorizado. –¡Joder, lo lamento!–
La sonrisa de Ariana se transformó de nuevo en sorpresa. Lo miró con el ceño fruncido.
–Por favor no digas eso ahora– Ariana sabía que se había pasado los últimos días llorando y sin preocuparse ni un poco de su aspecto físico. –No puedo parecerte hermosa. Estoy horrorosa, así que no mientas–
Lucas no pretendía quedarse ahí más tiempo, sin embargo se sintió obligado a responderle.
–No miento, Ariana. Estás tan hermosa que te juro, en estos momentos mis ojos duelen al mirarte... No necesitas maquillaje. ¿Sabes por qué? Porque posees la verdadera belleza. Esa en la que te ves despampanante cuando te arreglas, pero también esa en la que te ves preciosa al natural– no pudo evitarlo, y el rubio acarició su mejilla.
Ariana sintió un vuelco en el pecho.
Eso mismo le había dicho Damien... ¡Maldición! ¿Por qué no podía olvidarlo? ¿Por qué siempre volvía a su mente y la atormentaba?
Deseaba con toda su alma poder olvidarlo, poder deshacerse de ese dolor.
Ariana necesitaba consuelo. Lo necesitaba tanto. Necesitaba que lo ayudaran a sanar sus heridas. Necesitaba sentirse querida por alguien, deseada.
En ese momento no le importó que Lucas no era el hombre al que amaba. Sólo le importó que él estaba ahí, y que creía que era hermosa.
Lo miró fijamente, y sin más lo besó.
Sorprendido los primeros segundos, el rubio no supo qué demonios debía hacer, sin embargo después la tomó en sus brazos y le devolvió el beso con ansias.
No pudo contenerse más. La besó con todo su ardor.
Ariana se encontraba en shock por lo que estaba ocurriendo. Lucas estaba besándola, y ella estaba permitiéndoselo.
No era Damien, pero resultaba agradable besarlo. Se quedó quieta, y dejó que él continuara.
El beso fue suave y tierno. Cuando terminó, Lucas siguió mirándola, y no retiró las manos de su cuello.
Ella no le había ofrecido la boca por completo, pero de igual manera sus labios habían sido deliciosos, sensuales... Quería más, pero no podía presionarla, mucho menos aprovecharse de la vulnerable situación en la que se encontraba.
–Será mejor que me vaya– le dijo Lucas justo antes de depositar un beso en su frente.
Aún sorprendida, Ariana le asintió sin decir nada, y lo miró en silencio hasta que desapareció por la puerta.
Cuando finalmente se quedó sola, miles de cuestiones la asaltaron.
Ella había querido que el rubio la besara, había querido saber qué se sentía ser besada por otro hombre que no fuera su marido. Había querido serle infiel a Damien, así como él lo había sido, sin embargo Ariana no sentía nada más que un vacío por dentro y una fea sensación.
¿Pero por qué? ¿Por qué si Lucas era tan lindo, atento y caballeroso?
Exhausta mentalmente, Ariana agitó su cabeza y decidió que no pensaría más en eso. Después de todo, no tenía experiencia en ese campo.
¿Qué sabía ella de los hombres?
¡Nada!
Tenía 17 años cuando se involucró con Damien. Él había sido su primer y único amante. Había sido el único hombre al que había deseado.
Pensaba en eso con angustia cuando de pronto su celular comenzó a sonar con una llamada entrante, irrumpiendo sus pensamientos.
Ariana frunció el ceño cuando miró que la lada era de Nueva York. De inmediato respondió.
–¿Aló?–
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Dove terminó de preparar la cena de esa noche, y el resultado le agradó.
Dejó el cucharón sobre la barra de su cocina, y prontamente volvió con Stella que había estado dentro del corral jugando con bastantísimos juguetes.
La bebé se alegró enormemente en cuanto vio a su tía favorita, y enseguida alzó sus manitas, desesperada por ser cargada.
La rubia le sonrió y la tomó en brazos llenándola de tiernos besitos.
Durante todos aquellos días, Dove había sido quien había estado cuidando de ella, cosa que no le importaba ya que además de que haría lo que fuera por su mejor amiga, quería demasiado a aquella bebé.
Sin embargo Dove no pudo seguir sonriendo por mucho más tiempo durante su jugueteo con su sobrina, y eso fue debido a la preocupación que sentía por Ariana, y lo mal que estaba.
Lo peor del caso era que con el pasar de los días la veía peor. Su amiga se había dejado hundir de manera terrible por la tristeza y el dolor.
Sin embargo había algo más que preocupaba a Dove. Y eso eran los síntomas y malestares que ella había estado presentando en los últimos días.
Ariana había perdido por completo el apetito, apenas y había comido desde el día en que llegó a su casa. Solía pasarse las mañanas enteras vomitando en el baño, y el resto del día dormida.
Aquello ya no era normal, e iba más allá de la depresión.
Dove tenía fuertes sospechas, pero esa misma noche iban a despejarlas todas.
Dejó la cena lista para que el estofado se enfriará un poco, acomodó a Stella en su cadera de manera más práctica, enseguida tomó la bolsa de plástico que contenía aquel artefacto tan importante que había ido a comprar esa misma tarde a la farmacia, finalmente se dirigió a la habitación de Ariana.
Se llevó una enorme sorpresa cuando la encontró de pie, casi saltando de alegría.
Ariana parecía muy contenta y emocionada, tal y como no la había visto en muchos, muchísimos días.
El cambio tan drástico en su estado de ánimo dejó a Dove un tanto confundida. Esa mañana la había visto todavía desolada, destrozada, y ahora verla así era extraño. Bueno, pero extraño.
La castaña todavía llevaba las secuelas de su llanto en el rostro, lágrimas secas aparecían dejando su rastro, llevaba ojeras y parecía pálida y demacrada, sin embargo una enorme sonrisa adornaba sus facciones.
–¿Qué ha pasado?– le preguntó Dove de inmediato.
Ariana sonrió aún más y se acercó a ella emocionada.
–Acabo de recibir una llamada– le respondió todavía sin creerlo. –¡Me quieren en Julliard, Dove! ¡¿Puedes creerlo?! ¡Me quieren con ellos!–
La expresión de Dove demostró la emoción que la llenó al enterarse de aquello.
–¿Hablas en serio?–
–¡Sí! ¡Sí!– asintió llena de ilusiones. –¡Vieron mi presentación en Montreal, y ahora me han ofrecido una beca completa! ¿Te das cuenta, Dove? ¡Mi sueño está a punto de hacerse realidad!– de pronto miró a su hijita, y la acarició con ternura. –Esta es mi oportunidad para un nuevo comienzo... Stella y yo iremos a Nueva York, y las dos seremos muy felices–
Dove no podía sentirse más feliz por su amiga en esos instantes.
¡Cielo santo! Ella más que nadie sabía cuánto había deseado Ariana estudiar en aquella escuela, y después convertirse en bailarina profesional. Dove había sido la primera en creer en ella y en todo lo que iba a lograr gracias a su talento.
Estaba orgullosa de ella, sin embargo en esos instantes la felicidad tuvo que ser aplazada debido a la preocupación que todavía sentía.
Pero ahora... ¿Cómo iba a decírselo?
Exhaló. Tenía que hacerlo y ya. Debían sacarse aquellas dudas.
–Ari, no sabes lo feliz que estoy por ti. Yo te lo dije, te dije que lo lograrías, y este es sólo el comienzo, te queda un largo camino y sé que triunfarás en todo lo que te propongas. Julliard acaba de adquirir una estrella que brilla con luz propia. Sin embargo antes de festejar todo esto, debes hacer algo muy importante–
Ariana la miró sin comprender.
¿De qué hablaba su amiga de pronto?
–¿A qué te refieres?– la cuestionó.
Dove exhaló. Dejó a Stella sobre la cama, y prontamente le entregó la bolsa de plástico a su amiga.
Todavía con el ceño fruncido, Ariana la tomó.
Cuando vio el contenido se quedó en shock, y algo destellante lo bloqueó la mente por segundos.
Sus dedos soltaron la prueba de embarazo que momentos antes había sostenido, y este cayó al suelo provocando un sonido seco al caer.
–¿Q...qué es esto, Dove?– la voz apenas y salió. El impacto todavía la perturbaba.
Enseguida Dove se inclinó para tomarlo, y volvérselo a entregar.
–Sabes bien qué es lo que es, y también sabes para qué sirve–
Ariana negó.
–No–
–¿No hay posibilidades de que estés embarazada una vez más?– le preguntó la rubia seriamente.
La pregunta dejó a Ariana paralizada, y el pulso cardiaco le dio un vuelco. La garganta se le cerró. Tuvo pánico.
No. ¡Por supuesto que no!
–No hay ninguna posibilidad de que yo esté embarazada– argumentó Ariana demasiado exaltada.
–¿Estás segura?– insistió su amiga. –Me dijiste que habías dejado de tomar la píldora–
El recuerdo de aquello atravesó toda su mente como un relámpago. Era cierto, había dejado de tomarlas por un tiempo a petición de su doctora, pues habían comenzado a causar efectos secundarios en su cuerpo.
–S...sí– admitió mientras se ponía cada vez más histérica. –Sí, pero Damien tomó precauciones, es decir, él... él...– de pronto Ariana se detuvo a pensar en los últimos acontecimientos de su vida. En poco más de dos meses estaría cumpliendo 20 años, pero se había embarazado a los 17. Era joven y fértil... Muy joven y muy fértil, maldición.
Además no era tonta. Los mareos, el cansancio y el asco hacia casi todo tipo de comida... Le estaban sucediendo los mismos malestares que sintió con Stella.
No había duda. Tenía que estar embarazada, tenía que estarlo, santo cielo.
Ariana sintió vértigo de nuevo, y la cabeza comenzó a darle vueltas.
Dove de inmediato corrió a su auxilio, y la sentó en la orilla de la cama.
–Tranquila, tranquilízate... Esto es lo que haremos, te harás esa prueba de embarazo, y así saldremos de esta duda–
Temblando, Ariana logró asentirle con la cabeza. Miró la cajita temerosa, incluso hasta de tocarla, pero finalmente la tomó y entró al baño, sin embargo a los pocos segundos volvió a salir.
–No sé cómo se usa–
Dove que acababa de tomar asiento en la cama para esperar a su amiga, y estar cerca de Stella, tuvo que volver a ponerse en pie. Se acercó a ella.
–Ahí vienen las instrucciones– le señaló el reverso, y pronto la condujo adentro de nuevo. Volvió a sentarse sobre la cama, y se dispuso a esperar el tiempo estipulado.
A los pocos instantes Ariana salió. Sin decir una palabra, dejó la barrita sobre la cama. Tenían que esperar al menos un par de minutos para saber el resultado.
–¿Hace cuánto que no te viene la regla?– le preguntó Dove mientras esperaban.
Ariana se hundió de hombros, e hizo un esfuerzo sobrehumano intentando recordar aun cuando su cabeza estaba hecha un caos.
–N...no lo sé, un par de meses a lo mucho. Lo asocié a la tensión que estaba sintiendo en estas últimas semanas– se sentía aterrada. Si estaba embarazada, aquel hecho complicaría aún más las cosas. Rogó al cielo para que fuera una falsa alarma, pero ella sabía que no sería así, algo en el fondo de su alma se lo confirmaba.
Dove notó que el tiempo ya había transcurrido, y prontamente se acercó a la barrita. No miró, sino que dejó que fuese primero su amiga quien lo hiciera. Se la entregó.
Con manos temblorosas, Ariana la tomó, y cuando la pantallita anunció el resultado, ella ya lo conocía.
«Positivo»
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Me dan gracia los comentarios que dejaron en el capítulo pasado, todxs quieren que le pase algo a Damien para que Ariana sufra y vuelva con él... Y es gracioso porque en un principio deseaban que fuese él quien sufriera por ella, ¿recuerdan?
JAJA
En fin, como ya vieron, sucedió algo que volverá a unirlos de una u otra manera, pero aún así quedan muchas sorpresas más, y misterios sin resolver. ¡No se pierdan el siguiente!
*ÚLTIMOS CAPÍTULOS*
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