Capítulo 45

Campeona.

Ariana era campeona mundial.

Y Damien no podía pensar en otra cosa al observarla. Ahí, sentado en la cerca, en el medio de la helada noche que les ofrecía Montreal, mientras ella patinaba sobre el hielo como una experta en patinaje.

>Wow< pensó maravillado.

Sus dotes y su habilidad para realizar cualquier movimiento eran impresionantes.

¡Qué talentosa que era!

Una hora antes había estado sobre la tarima del Montreal Olimpic Stadium recibiendo la brillante medalla de oro y el imponente trofeo. Hacía solo una hora había demostrado que era mejor que cualquier otra que pudiese poner un pie sobre un escenario.

Ariana había sido la absoluta e indiscutible ganadora. Su presentación había sido a los ojos de los jueces y de cualquier persona que respirara ahí en el estadio olímpico, la mejor no sólo de la noche, sino una de las mejores de la década, artísticamente hablando.

Caracterizada como una preciosa muñequita de porcelana, dentro de una versión a escala de un piano con cajita musical, Ariana había realizado una versión auténtica y nunca antes vista del clásico Cascanueces.

Había realizado pasos y movimientos imposibles, no sólo de imitar, sino también de pronunciar. Caminando de puntitas, realizando giros suaves y despacio, para luego saltar impresionantemente y empezar un ritmo más marcado y acelerado. Alzando brazos y piernas como si estuviese hecha de goma. Girando, y girando, y girando y girando como si fuera inmune a cualquier cosa, como si fuera irreal.

Mágica.

Habían sido años de experiencia, los que aquella joven bailarina había demostrado poseer.

¡Mierda! Había empezado a practicar esa arte cuando no tenía siquiera los tres años, y ahora... Ahora había representado a su país internacionalmente y había ganado.

Y sin embargo, ella estaba ahí, patinando y disfrutando de la noche, como si fuera una niña pequeña, sin preocuparse de nada más, sin tomarle si quiera importancia al hecho de haber sido coronada la mejor bailarina del mundo.

–¡Esto es muy divertido, Damien!– rió con encanto. –¿Por qué no vienes conmigo?–

El rudo soldado soltó una risilla.

–No sé hacerlo–

–¡Oh, vamos! ¡Es sencillo! ¡Ven!–

De nuevo él negó.

–Soy demasiado pesado, seguro romperé la pista si pongo un pie ahí. Además te juro que prefiero mil veces observar cómo lo haces– su voz se fue tornando más ronca, más apasionada.

La escuchó reír, y después se escuchó a sí mismo soltar un suspiro.

Decir que estaba orgulloso de ella, le parecía demasiado poco.

Verla haciendo lo que más amaba en el mundo, y demostrando lo maravillosamente buena que era en ello, le llenaba el alma a Damien de una manera inexplicable.

Jamás había amado tanto a nadie en toda su vida.

Y qué bonita era, maldición.

¿Cómo era posible que un ser humano tan hermoso como ella pueda ser real?

De pronto, en ese instante Ariana lo sorprendió bastante al acercarse a él para abrazarlo.

Con una sonrisa gigantesca, Damien la tomó entre sus brazos, y la alzó haciendo que ella pudiese colgarse de él, enredando sus piernas a su alrededor.

–¿Sabes qué?– le preguntó la castaña en tono juguetón.

–¿Qué cosa?– cuestionó Damien bastante curioso.

–Te amo– fue la respuesta de ella.

El soldado arqueó una ceja, divertido.

–¿En serio?–

Mirándolo dulcemente, Ariana asintió.

–Mucho–

–¿Pues sabes qué, nena? Yo te amo mucho más–

Ariana negó.

–No, yo te amo mucho, mucho, mucho más–

Damien soltó una sonrisa.

Si ella supiera... Si supiera que desde el primer instante le había desgarrado el pecho alcanzando así su corazón.

Enseguida caminó con ella en los brazos, y la sentó encima de la cerca que rodeaba la circular y solitaria pista de hielo.

La miró fijamente.

–Creo que no tienes siquiera una idea de lo mucho que te amo, Ariana. Daría mi vida por ti en este instante–

La joven bailarina sonrió cálidamente, y de pronto lo rodeó con sus brazos, acercando su rostro al suyo.

–Sí lo sé– susurró, y luego depositó un suave beso en sus labios.

Cuando dejaron de besarse sus miradas volvieron a encontrarse.

El enorme cuerpo de Damien vibró por las intensas emociones que le provocaba el estar así tan cerca de su amada.

Después de haber usado un vestuario pequeño y entallado, y haber estado tan maquillada para la competencia, ahora se encontraba tan naturalmente ella, que le quitaba el aliento en más de una manera.

Llevaba el cabello recogido en una cola de caballo, y una graciosa bandita rodeaba su cabeza proporcionándole la suficiente calefacción para sus oídos. Su rostro estaba lavado y sin una pizca de maquillaje, y aun así lucía tan perfecta. Sus pestañas eran larguísimas, y sus pómulos tan sonrosados junto al delicioso rosita que presentaban sus labios.

–Eres preciosa, muñeca– susurró con adoración, y entonces una de sus manos acarició los delicados contornos de su rostro.

La mano estaba tan tibia que resultó ser una deliciosa caricia para Ariana. A diferencia de él, ella llevaba guantes de felpa en sus manos, y aun así se sentía helada debido a las bajas temperaturas.

–Estás muy calientito, acércate más– le pidió mientras se abrazaba a su pecho.

De inmediato Damien se acercó, prontamente abrió su chaqueta para poder abrazarla con ella.

Ariana era tan menuda que cabía perfectamente en ese confortante espacio de calor que su marido le ofrecía.

–¿Se ha ido el frío?– le preguntó él.

Ariana cerró sus ojos con una sonrisa, sintiéndose en paz y protegida, aspirando su reconfortante aroma viril.

–Gracias–

Damien soltó una sonrisa, y la sujetó con más fuerza.

–Es un placer, muñeca–

Así permanecieron abrazados, pegaditos el uno del otro, en silencio ahí sin nadie que los molestara, hasta que de pronto ella habló.

–Me encanta Canadá... Es un país hermoso, ¿no te parece?–

A Damien le parecía muchísimo más hermosa ella y la vista que le ofrecía.

–Claro que sí, pero la verdad es que prefiero volver cuanto antes porque extraño mucho a Stella–

–Lo sé, también la extraño. No me gusta separarme de ella–

–Mañana tomaremos el vuelo de regreso a Florida, y volveremos a estar los tres juntos–

Ariana ya anhelaba aquel momento. Su pequeña era lo más importante.

–Tal vez en un futuro cercano podamos traerla para que conozca este lugar–

La idea le encantó a Ariana, quien de inmediato mostró su emoción.

–¡Sí!– ella casi saltó de alegría.

–Oh, y por cierto, hay algo que ocurrió en este país esta misma tarde, y de lo cual que no he recibido ninguna explicación, jovencita– la expresión de Damien cambió por completo adoptando un tono más serio. –¿Por qué no me habías dicho que sabes francés?–

La pregunta la hizo alzar la cabeza y reír.

–Bueno... tú nunca preguntaste– Ariana se encogió de hombros tan adorablemente que Damien no pudo hacer otra cosa más que anhelar comérsela a besos en ese instante.

–Eres una pequeña muy traviesa– fingió tono enojado, y Ariana lo miró con sus gigantescos ojos fingiendo total inocencia.

En el momento en que había subido a la tarima para recoger su trofeo y su medalla como la gran ganadora de la noche, Ariana había tenido que agradecer y dar algunas palabras en nombre de su persona, de su país y de la academia de ballet que representaba. ¿Cuál había sido la sorpresa de Damien? ¡Que su esposa había dado ese discurso de agradecimiento en un francés bastante fluido!

Cielo santo.

Qué razón había tenido Diana Freeman cuando la llamó cajita de monerías.

–La verdad es que lo aprendí desde muy chica. A mamá siempre le gustó que me relacionara en todo lo que tuviera que ver con ballet, y bueno, dado que Francia es el país donde se inventó este tipo de baile, ella no dudó ni un segundo en meterme a clases. Aprendí bastante bien–

–¡Wow!– Damien parecía bastante impresionado. –¿Hay algo más que deba saber de ti?– bromeó. –¿Naciste en Júpiter? ¿Perteneces a una secta? ¿Fuiste criada por chimpancés?–

Ariana rió divertida.

–No, tonto– negó.

–¿Entonces ahora sí lo sé todo de ti?– preguntó él bastante interesado.

Ariana asintió un poco dudosa.

–Oh, bueno hay algo más, pero no cambia en nada el hecho de que lo sepas. No es importante–

–Por supuesto que es importante, Ariana. Todo lo que tenga que ver contigo es importante para mí, ¿entiendes? De hecho, es lo más importante del mundo–

Ariana sonrió, pero fue una sonrisa un poco más apagada.

Al mirarla Damien notó el cambio tan notorio en su expresión, y como una patada en las bolas, de pronto se dio cuenta de que aquella no era la primera vez que la veía así.

Habían existido ocasiones en las que de pronto la notaba como ausente, casi triste, pero entonces volvía a ser la misma chica alegre de siempre, y aquella tristeza quedaba en el olvido.

Sin embargo en esos instantes Damien supo que había algo detrás de todo aquello. Algo importante, y él tenía que saberlo.

Con su mano volvió a tomarla del mentón, y la hizo mirarlo a la cara.

El momento era bastante serio ahora.

–Dímelo, Ariana. Dime qué es lo que te está preocupando tanto–

Ella estuvo a punto de replicar, pero él la interrumpió.

–No melo niegues por favor. Sé que hay algo bien en el fondo que no te deja ser feliz por completo, y eso no puedo tolerarlo. Cuéntamelo, y te juro que yo lo solucionaré–

Ariana suspiró.

–Yo... tengo ascendencia italiana– respondió sin más.

Damien frunció el ceño sin comprender.

–¿Y qué tiene eso de malo?– tuvo que preguntar. –No sé si sepas pero los Keegan tenemos ascendencia española. Estamos ya en el siglo veintiuno, no tiene nada de malo el hecho de no ser completamente americanos. Al contrario, debes sentirte orgullosa de esas raíces italianas. Son parte de ti, de lo que te hace perfecta– tomó su cara entre sus manos, y depositó en sus labios otro suave beso.

Ariana suspiró.

–No se trata de eso. Es sólo que cada vez que pienso en eso, no puedo evitar pensar en mi abuela... Nonna–

Entonces Damien empezó a comprenderlo todo.

–La extrañas mucho– dijo abrazándola un poco más para así darle aunque fuera un poco de consuelo.

–Muchísimo– respondió. –No sabes lo que hubiera dado con tal de verla una última vez–

Damien se quedó en silencio mirando a su esposa, mirando las lágrimas que de pronto aparecieron haciendo brillar sus pupilas.

–¿Cómo murió?–

Ariana se hundió de hombros, y miró hacia la nada.

–En realidad... no lo sé–

Aquello confundió a Damien aún más.

–¿Cómo que no sabes? ¿Eras demasiado pequeña para poder recordarlo?–

–No, no– negó prontamente. –Yo sólo no lo sé–

–¿Pero cómo no vas a saberlo? ¿Cuándo fue su muerte?–

Ariana se quedó de nuevo en silencio. Lo miró como con vergüenza o algo parecido.

–Tampoco lo sé–

–Vaya, pues vas a tener que explicarme qué sucedió porque ya no entiendo nada. ¿Cuándo fue la última vez que viste a tu abuela, y por qué no sabes cómo ni cuándo murió?–

Ariana soltó un suspiro.

–La última vez que la vi...– lo recordó todo de pronto. La escena pasó rápidamente por su mente como una película a toda velocidad. Ella y Nonna habían estado en la cocina preparando galletas, riendo y pasándola bastante bien. Se amaban. Sin embargo esa misma tarde tía Penélope había interrumpido su momento entrando como un puma veloz. Detrás de ella habían aparecido aquellos hombres con uniforme de enfermeros, pero miradas de asesinos. Dos de ellos habían sujetado con fuerza y violencia a Nonna mientras le suministraban una inyección que la había hecho caer inconsciente. Ariana había gritado que la soltaran, pero entonces otros dos la habían sujetado a ella para evitar que hiciera cualquier cosa que les impidiera llevarse a la pobre y débil anciana. Ariana había llorado observando como aquella macabra ambulancia alejaba de ella a su adorada Nonna, la única persona en la familia que de verdad la quería, mientras tía Penélope reía y le decía que dejara de ser tan patética.

–Hace un par de años– respondió ante aquellos recuerdos. –Vivíamos todos juntos en casa de tía Penélope y tío Charlie–

La mención de aquellas personas hizo que Damien tuviera un mal presentimiento dentro de ese asunto.

Ariana continuó hablando.

–De pronto un día ellos decidieron que sólo era un estorbo, la internaron en un asilo. Nonna no quería irse, no quería dejarme, pero la drogaron y se la llevaron a la fuerza. Desde entonces no he sabido nada de ella–

–¿Tus tíos no permitieron que la visitaras?–

Ariana negó.

–Ni siquiera quisieron decirme dónde estaba. La despreciaban, así como me despreciaban a mí, así que esa fue su manera de castigarnos–

La sangre hirvió de pronto dentro de las venas de Damien. Si ya había odiado a los Sheen con todas sus fuerzas, aquello fue motivo suficiente para que ese odio se multiplicara.

Jodidos hijos de perra, algún día se las pagarían todas juntas.

Intentó mantenerse sereno.

–¿Por qué no me lo habías contado antes?–

–Porque ya no tiene importancia, Damien. Seguro Nonna ya ha muerto, y yo no tengo ninguna maldita posibilidad de volverla a ver. Sólo puedo resignarme e intentar olvidarlo–

Pero Damien no iba a hacerlo.

–¿Y cómo estás tan segura de que en verdad murió?–

–Porque en muchas ocasiones, cuando le rogué a mi tía que me dejara ir a verla, me dijo que planeaba pagarle a uno de los enfermeros para que... para que la durmieran para siempre. No dudo ni tantito que lo haya cumplido. Era su madre, pero eso nunca le importó–

Damien de nuevo se mantuvo en silencio, su mente maquinando muchísimas cosas. Se abstuvo de decir algo por el momento.

–¿Cuál era su nombre?– preguntó.

Ariana sonrió esta vez con un poco de ánimo.

–Marjorie Grande. Italiana hasta los huesos– luego sorbió las lágrimas que amenazaban con ser derramadas, y enseguida las limpió. –Pero eso es parte de mi pasado, Damien, mi presente está aquí, contigo. Esa vida ya no existe más, sólo nosotros, lo feliz que me haces desde que estoy a tu lado, con nuestra familia–

A Damien le alegró mucho comprobar una vez más lo fuerte que ella era. Le llenó el alma verla sonriendo de nuevo. Sin embargo mentalmente se dijo que iba a investigar muy, muy a fondo sobre aquel asunto. Si volver a ver a su Nonna le brindaría a Ariana una felicidad completa, entonces él investigaría si existía alguna mínima posibilidad, y si así era, movería cielo, mar y tierra por conseguirlo.

Lo que fuera con tal de ver esa preciosa sonrisa enmarcando los bonitos hoyuelos que tanto le fascinaban.

–Damien...– la voz suave y femenina lo llamó, haciéndolo salir de sus pensamientos.

Él la miró.

Ariana de pronto había cambiado de semblante. La notaba más relajada, más laxa entre sus brazos, sonriente, pero no con esas dulces sonrisas, sino con una más determinada, más apasionada.

–Volvamos a la cabaña... Necesito entrar en calor y sólo tú puedes lograrlo–

¡Joder!

Damien no supo si fue la manera en que lo dijo, o incluso la manera en la que lo miró a los ojos, pero la calentura se apoderó de él tan rápido que no le fue posible ni siquiera asimilarlo.

La tomó entre sus brazos, y cargada la llevó hasta la cabaña que habían rentado, y que se encontraba a sólo unos cuantos pasos de ahí.

Se besaron durante el camino, y cuando Damien cerró la puerta tras de sí la pegó a la pared más próxima para continuar besándola con todo su ardor, arrinconándola y aprisionándola con su cuerpo de una forma que demostraba quién era el macho y quién era la hembra.

La ayudó a quitarse la felpuda chamarra que la cubría, y él también se deshizo de la suya.

Los guantes y la bandita salieron volando un instante después, lo mismo que los patines de metal.

Los labios de Damien se movieron bajo el cuello femenino, Ariana cerró los ojos, y arqueó la cabeza para permitirle mejor acceso, mientras hundía sus dedos en la espesura de sus cabellos negros.

Desesperado, Damien dirigió su boca hacia sus pechos donde cubrió con la lengua los respingones pezones, humedeciendo la tela de su suéter.

Subió de nuevo a su boca, y se apoderó de sus labios arrastrándolos consigo en apasionados besos ardientes.

Cuando dejaron de besarse fue solamente porque necesitaban respirar.

Se miraron fijamente.

A Ariana le dio entonces un vuelco en el pecho.

Los ojos de Damien eran preciosos, misteriosos y enigmáticos. Eran tan oscuros que siempre ella solía relacionarlos con la noche. Brillaban en su rostro, sorprendentes como dos diamantes negros.

Fue ella quien lo besó esta vez, quien se apoderó de su boca y la reclamó como suya.

Un gruñido de Damien se escuchó por toda la caliente habitación, ahogándolos a los dos.

Ariana se perdió en la sensación y en su sabor. No fue siquiera consciente del momento en que fue llevada hasta la cama.

Damien la sentó justo en la orilla.

Ahí frente a ella, erguido en su metro noventa, el joven soldado se deshizo de su gruesa chaqueta y enseguida la camiseta.

Su torso moreno y cubierto de vello oscuro apareció. Ariana dirigió ambas manos hacia la viril extensión para poder acariciarlo haciéndolo soltar gemidos extasiados.

Sintiéndose desesperada y lujuriosa, Ariana lo vio suspirar y lo sintió estremecerse.

–¡Joder, Ariana!– Damien maldijo entre dientes, y de inmediato forcejeó con el cinturón de su pantalón.

Cuando consiguió desabrocharlo, de inmediato se inclinó hacia su esposa para poder desnudarla.

Prenda por prenda lo fue consiguiendo.

El suéter, los pantalones de licra, las graciosas y bonitas calcetas con adornos de corazoncitos.

Ariana quedó exquisitamente cubierta por las dos pequeñas piezas que conformaban su lencería.

–Qué hermosa eres, muñeca... ¿Cómo mierda puede ser esto posible?– Damien no lo soportó más, y de inmediato se abalanzó contra ella, teniendo cuidado de no aplastarla. La besó y la besó hasta que sus labios se quemaron junto con los de ella.

–Te amo, Damien– susurró la castaña en un susurro apasionado.

Él continuó reverenciando aquel femenino cuerpo con su boca, hasta que en un movimiento desesperado la tomó entre sus brazos y la giró para hacer que su espalda quedara pegada a su pecho. Enseguida bajó su cuello y le comió la preciosa curva que presentaba su cuello.

–No puedo explicarte lo que me haces sentir...– soltó el aliento entre besos, y su voz salió más ronca, más masculina, desbordada de deseo. –Me has enseñado cosas que antes ignoraba, Ariana, contigo he vuelto a nacer– de nuevo la besó.

Ariana cerró sus ojos, y se perdió. Su espalda ardió en contraste del pecho fuerte y velludo de su marido.

Damien llevó sus dos enormes palmas a sus pechos cubriéndolos en toda su totalidad.

–Te amo con todo mi ser, con todo lo que soy, soy todo tuyo, preciosa–

Luego se dirigió a los tirantes, y sin vacilar los quitó del camino. Sus manos abarcaron las dos delicadas redondeces, y sus dedos esparcieron caricias moldeándolos con sus palmas.

Ariana no reprimió los gemidos, estos se escucharon por toda la habitación ocasionando que Damien se olvidara de cualquier cosa que no fuera ella.

Su hermosa y diminuta esposa de cabello castaño y fascinantes curvas.

Su hermosa y diminuta esposa de cabello castaño y fascinantes curvas que lo hacía olvidarse del mundo.

Sólo existía Ariana, su sabor y las sensaciones.

Sin más, le quitó el pequeño trozo de encaje, y enseguida se encargó de bajar sus pantalones arrastrando consigo los bóxers que albergaban la dureza de su deseo por ella.

Tomó el pene gordo e increíblemente tieso, casi gimió desesperado por entrar de una maldita vez en aquella deliciosa y estrecha humedad que lo esperaba con el mismo anhelo.

Un gruñido feroz se atascó en la garganta de Damien cuando comenzó a penetrarla. La sujetó con fuerza rodeándola con un brazo bajo sus senos.

Ariana gritó, pero enseguida sus gritos fueron silenciados por los besos del soldado.

Con su mano él tomó el mentón de su esposa haciéndola girarse para poder besarla de manera más ahondada.

La besaba del mismo modo en que le hacía el amor, con pasión e intensidad sexual.

Enseguida bajó a su cuello, la embistió con mayor fuerza, tomándola con duras y poderosas estocadas, cada penetración tocando terminales nerviosas muy sensitivas, tan calientes y brutalmente ágiles.

–Mierda... amo cómo me aprietas... eres tan estrecha...–

–Oh, Damien...–

Los gemidos de Ariana lo volvieron tan loco que Damien deseó aullar como un lobo.

Los dedos que se encontraban anclados en sus caderas se movieron entonces por todo su vientre hasta llegar al lugar deseado.

Sabiendo que era el dueño de toda aquella perfección hecha mujer, comenzó a acariciarla entre las piernas, justo donde se encontraba recibiendo sus envites.

Su pulgar encontró el clítoris, y comenzó a acariciarla mientras sus propias caderas se movían más duro, más rápido, haciéndola suya una y otra vez.

Otro grito desigual de Ariana rompió la noche.

La doble sensación de sus dedos bien dentro de ella, y el pene que la poseía, le enviaron un disturbio de sensaciones directamente a su vientre mientras la creciente explosión detonaba dentro de ella produciéndole un orgasmo demoledor justo segundos antes de que la eyaculación de su hombre la inundara por completo.

Ariana luchó por recuperar la respiración, y detrás de ella escuchó a Damien hacer lo mismo, aunque sin lograrlo.

El corazón del soldado latía violentamente al igual que el suyo.

Damien la abrazó contra sí, y pegó su nariz a su cabello para olfatear el hermosísimo aroma a fresas que ella siempre desprendía.

–Nunca te dejaré ir, ¿lo oyes, nena? Eres mía, te amo tanto que este amor no me cabe aquí adentro–

La chica sonrió complacida, su frente sudorosa, los cabellos pegados a su piel, siempre tan bonita.

–Nunca querré dejarte, Damien. Jamás– era una promesa.

Entonces lo notó duro y poderoso en su interior una vez más.

Damien la deseaba de nuevo, y cielo santo ella también lo deseaba a él, y se lo dijo con el beso que le dio.

Contento, su esposo la hizo recostarse, y la cubrió con su gigantesco cuerpo para volver a hacerle el amor una vez más y hasta que apareciera el amanecer.

Ariana gimió cuando lo sintió moverse dentro de ella.

Damien la tomó entre sus brazos al tiempo que le hacía el amor embargado de amor y de deseo.

La joven bailarina lo amó, gimió y se perdió por completo en él, cruzó sus piernas tras la masculina espalda, y lo aferró a ella, con sus manos acarició su pecho, su cuello, su rostro, su cabello... Ese hombre era perfecto. Pero se había equivocado en algo. Ella lo amaba mucho, mucho más.

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Cuando Penélope Sheen vio a su visitante tras abrir la puerta, abrió los ojos con gran sorpresa, y en una fracción de segundo intentó cerrar para no tener que enfrentarlo.

Sin embargo Damien fue mucho más rápido, y de inmediato colocó la mano para evitar que se la cerraran en las narices.

–¡Alto!– le gritó con voz autoritaria, y de inmediato entró a la vivienda, aunque estar en ese lugar era lo último que él deseaba porque lo asqueaba.

Sintiéndose atrapada, la odiosa mujer dio un paso hacia atrás pero lo miró con recelo.

–¿Qué demonios es lo que quiere aquí? ¡No lo quiero en mi casa! ¡Largo!–

Damien casi soltó una risa amarga.

–Oh, señora, créame que lo que más deseo es largarme de aquí cuanto antes, pero no me iré sin antes obtener lo que deseo–

Penélope se cruzó de brazos, y su expresión cambió con humor.

–No veo qué demonios pueda interesarle, ya tiene todo lo que quería, ¿no? Se quedó con mi sobrina, y mi esposo al que usted odia, se encuentra ahora cumpliendo condena–

Era una mujer lista, se fijó Damien. Era cierto, tenía a Ariana, y Charlie Sheen se encontraba perfectamente lejos de ella, pero aun así él deseaba algo más.

–Tal vez debería irse enterando de que la felicidad de mi esposa es lo más importante para mí, y soy capaz de hacer cualquier maldita cosa por verla feliz–

Penélope rodó los ojos con irritación.

–Sí, pues excelente, qué bien que esté mimando tanto a esa traidora malagradecida, pero eso es algo que no me importa más que pura mierda, así que márchese o llamaré a la policía–

Damien ignoró su amenaza.

–¿Sabe una cosa? Ariana no es feliz en estos momentos, y usted tiene la culpa–

La mujer lo miró con indignación.

–¿Cómo se atreve a acusarme de eso si tengo más de un año que no veo a esa niña? Su infelicidad sólo puede ser culpa suya, así que no me venga con esas– recriminó molesta.

–Es culpa suya, señora Sheen y ese es un gran problema, así que en este momento vamos a solucionarlo. Dígame de una maldita vez dónde tiene a la abuela de Ariana–

Penélope comprendió entonces de qué iba todo. Arqueó las cejas con gran diversión.

–¿Así que Arianita te contó de su adorada Nonna?– le preguntó burlona.

Damien intentó no perder la paciencia.

–Dígame dónde la tiene– exigió.

–¿Y si no lo hago qué?– la actitud de Penélope cambió por completo. Se daba cuenta de que las cartas del juego cambiaban de pronto.

–Si no lo hace no sabe de lo que soy capaz– advirtió.

–¿Y qué hará? ¿Me golpeará?– rió.

Damien exhaló intentando controlar la furia.

Era una perra. Sabía bien cómo manejar las cosas a su favor.

–¿Cuánto quiere? Dígame cuánto vale para usted esta información, y sin ningún problema se lo daré. Sólo diga una cifra, estoy dispuesto a pagar lo que sea–

La sonrisa de arpía se hizo entonces gigantesca.

Aquella mujer era una ambiciosa de lo más vil, y aquello hizo que un gigantesco rayo de esperanza brillara dentro de Damien.

Necesitaba saber el paradero de la abuela a como diera lugar.

–Se cree muy poderoso, ¿cierto? Es un maldito junior que nació en cuna de oro, y por eso se cree que todo lo puede lograr y que puede comprar a la gente a su antojo–

De nuevo Damien estuvo a punto de estallar, odiaba tener que lidiar con aquella bruja.

–¡Ay, por favor, señora! Dejemos de lado aquellas estúpidas ridiculeces. Usted y yo sabemos que es una mujer bastante codiciosa. Le encanta el dinero, así que hable de una buena vez. Le firmaré un cheque–

La risa de Penélope se escuchó en toda la sala. Era una risa detestable.

–Creo que me conoce bastante bien, jovencito– dijo en tono orgulloso. –Pero también debería saber que además de ambiciosa también soy una maldita perra siempre hambrienta de venganza–

Damien frunció el ceño.

–¿De qué carajo habla?– la cuestionó exasperado.

–Hablo, imbécil, de que no te diré dónde está mi madre, y tampoco si vive o si ya ha muerto, ni aunque me dieras todo el dinero del mundo. ¿Sabes por qué? Porque quiero que Ariana sufra, así como yo estoy sufriendo porque Charlie no está aquí conmigo. Por favor mándale saludos de mi parte a mi sobrina, y dile que esta será mi venganza–

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En la base militar Damien no podía concentrarse. Se encontraban en una junta dónde Crowe les informaba detalladamente acerca del estado actual sobre diversos países islámicos, entre ellos Irak, sin embargo aún así su mente se encontraba en otra parte.

Necesitaba saber a como diera lugar dónde demonios estaba la señora Grande. No importaba lo que costara.

¿Pero cómo infiernos iba a lograrlo?

Penélope Sheen estaba decidida a no decírselo, y disfrutaba manteniendo oculta esa información.

Damien no tenía ni una maldita oportunidad de conseguir que ella hablara.

Eso lo hizo suspirar con irritación.

Odiaba la idea de no ser capaz de brindarle aquel regalo a su esposa, odiaba la idea de que ella continuara dividiendo sus días intentando ser feliz con él y con Stella, pero sin lograrlo porque siempre le haría falta aquella parte de su vida... Su Nonna.

–Joder...– sisearon sus labios en un susurro, y cerró los ojos sintiéndose inútil y desesperado.

–¿Qué dice Keegan? ¿Tiene alguna opinión para compartir con nosotros?– le preguntó el Comandante Crowe que se encontraba enfrente de la sala exponiéndoles su material en diapositivas.

Todos sus compañeros se giraron para mirarlo.

Damien despertó entonces de su trance, e intentó recuperarse de él.

–Eh... yo... yo... No, Comandante– negó sin más, y enseguida tomó su botella de agua, y le dio un pequeño sorbo para intentar disimular.

Crowe asintió.

–Bien, siendo así, la junta queda concluida–

Los soldados se pusieron en pie, y esperaron obedientemente la orden de retirada.

Damien se dijo mentalmente que luego de aquello debía preguntar discretamente de qué había ido la información que Crowe les expuso, pues no había puesto atención ni un maldito segundo.

–Pueden retirarse– escuchó la voz de Crowe.

En orden todos fueron saliendo  de la sala.

Damien caminaba tranquilamente cuando de pronto Spencer se le arrojó encima.

–¡Damien!– exclamó muy contento ocasionando que su amigo riera al verlo, pues había ocasiones en las que parecía un niño pequeño.

–¿Qué pasa, Boldman?–

–Estuviste muy distraído en toda la junta. ¿Me vas a negar que estabas pensando en Ariana?– bromeó pero tenía razón.

Damien se hundió de hombros con una sonrisa.

–Bueno, lo admito, sí– respondió despreocupado. Ya no le importaba que las demás personas se enteraran de lo mucho que amaba a su esposa.

Spencer rió.

–Awww nuestro Keegan está muy enamorado. ¡¿Escuchan eso todos?!– empezó a vociferar.

–Hombre, ¿pero tú de qué te burlas si estás igual con Dove?– el que rió esta vez fue Damien.

Spencer asintió orgulloso.

–Esa rubia me trae loco– admitió.

Damien golpeó su hombro amistosamente.

–Hemos perdido la batalla, mi hermano– le dijo, y Spencer asintió sin más.

–Espero algún día ser como tú, Damien, eres mi héroe, ¿sabes, viejo?–

Damien dio un respingo.

–¿Lo dices por mi próximo asenso a Almirante?– preguntó.

–Bueno, sí en parte por eso también, pero la principal razón por la que te admiro tanto es por el hombre que ahora eres, y la gran familia que tienes. Un soldado puede poseer muchas cosas, pero todo será pasajero, en cambio tener una familia es tener el mejor de los tesoros, porque la familia, Damien, es para siempre–

Damien se quedó bastante sorprendido al escuchar a su amigo hablar de aquella manera. Spencer solía decir gran cantidad de estupideces, pero aquello último que había dicho era completamente cierto. Poético y cierto, rió.

–Tienes toda la razón, la familia es para siempre y es lo más preciado que un hombre puede poseer. Afortunado aquel que la tenga–

–Tú eres afortunado, Damien– sonrió el chico.

–Lo soy, Spencer, mucho– respondió sonriente cuando pensó en sus dos preciosas chicas que lo esperaban en casa.

–Tienes una esposa maravillosa que te ama, y juntos tienen a una hermosa hija. A eso yo le llamo triunfar en la vida. ¿Han pensado Ariana y tú en la posibilidad de tener otro bebé?–

Damien que había abierto su botella para beber otro sorbo, escupió de pronto el líquido por todas partes ante aquella mención.

¡¿Otro bebé?!

¿Pero qué mierda decía Spencer?

De inmediato negó.

–Estás loco–

–¿Pero a ti no te gustaría?– insistió Spencer.

Damien nunca lo había pensado, admitió. Y entonces en ese momento se permitió hacerlo.

Más hijos... Hermanitos para Stella, niños corriendo por toda la hacienda, niños hechos por él y Ariana.

La idea le desbocó el corazón e hizo que le latiera con gran fuerza.

Desde luego que le encantaría. Sería un sueño hecho realidad.

Sin embargo debía ser realista.

Amaba a Stella con todas sus fuerzas, y más allá de ellas, y sabía que Ariana la amaba de igual manera. Ninguno de los dos se arrepentía de haberla tenido, y jamás podrían llamarla error o descuido, sino más bien una hermosa coincidencia. Pero aquello no restaba en nada el hecho de que Ariana había sido casi una niña cuando la tuvo, demasiado joven para siquiera pensar en convertirse en madre, y aún lo era. No podía olvidar ese hecho.

Se aclaró la garganta.

–No niego que sería fantástico, claro que me gustaría, pero no podemos pensar en eso ahora. Ariana es demasiado joven, tenemos a Stella, y además hay muchos planes para ella y nuestro futuro–

Spencer se hundió de hombros como resignado.

–Yo sólo digo estás demasiado enamorado de tu mujer, y un hombre enamorado... bueno, tú sabes... no me extrañaría que Ariana volviera a quedar embarazada de nuevo–

Damien palideció.

>Otro bebé...< pensó de nuevo.

No.

Ariana no podría ir a la escuela de artes si volvía a dejarla embarazada.

Definitivamente no.

–Olvídalo, Spencer– rió. –Si tanto deseas que haya un nuevo bebé, entonces deberías ir presionando a Chris y a Gal para que ellos comiencen a tener los suyos–

–¿Crees que no lo he hecho ya?–

Damien soltó una carcajada.

–¿Te han dicho que estás loco?–

Boldman asintió.

–Tú me lo has dicho un par de veces en los últimos minutos. Dove me lo dice al menos diez veces al día, también el Coronel, mi madre, mi hermana...–

De nuevo los dos rieron.

–¿Listo para la guardia de esta noche?– le preguntó Spencer luego de unos segundos.

–¿Tú qué crees? Estoy que salto de alegría– exclamó con total sarcasmo.

–Tranquilo, tigre. Será sólo una noche. Mañana podrás volver con tu adorada esposa. Además me tendrás a mí. Podemos hacer una pijamada de mejores amigos. Espero que Chris no vaya a ponerse celoso–

Spencer era increíble.

Damien no pudo hacer otra cosa más que reír.

Se dio cuenta entonces de que antes la personalidad de Boldman lo irritaba bastante, ahora en cambio lo disfrutaba.

Era genial tener amigos así.

Sin embargo el momento de diversión fue interrumpido cuando Michael Murray apareció.

El sujeto no mencionó nada, tan sólo los miró con desprecio y enseguida los ignoró. Fue directo a uno de los sofás de la sala, y tomó su maleta. Después se marchó de ahí.

–Por favor no me digas que Murray tendrá guardia con nosotros– rogó Damien.

Spencer negó de inmediato.

–Gracias al cielo, no–

Damien exhaló con alivio.

–Genial–

–Su odio hacia ti es demasiado evidente. No puede disimularlo ni siquiera cuando vamos a guerra. Todavía tengo bien presente el momento en que te disparó–

–Eso fue un accidente, Spencer–

–Claro, y el ratón de los dientes es real. Por supuesto que no, Damien. Todos nos dimos cuenta de que no fue así. Ya acéptalo, tienes un enemigo en tu propia Brigada. Deberías tener más cuidado–

Damien sopesó las palabras de su amigo.

Él y Murray pertenecían al mismo equipo, a pesar de sus diferencias, o del hecho de que no se cayeran muy bien, siempre habían trabajado hombro con hombro.

Parecía imposible de creer que él fuera capaz de llevar su odio al grado de intentar eliminarlo.

Damien pensaba en ello cuando Spencer volvió a hablar.

–He estado platicándolo con Chris, y... bueno, los dos hemos notado cosas, comentarios que él ha hecho cuando tú no estás, la manera en que la mira cuando por casualidad la encontramos en la hacienda durante aquellas visitas que le hacemos al Teniente–

–¿De qué hablas? ¿Cuando mira a quién? ¿A quéte refieres?– Damien no estaba entendiendo ni siquiera un poco.

Spencer soltó un gran suspiro. No había querido ser él quien se lo dijera, hubiera preferido que fuese Chris, pero maldición, se estaba tardando demasiado, y ambos temían que Michael fuese a hacer algo con respecto a todo eso.

–Me refiero a Ariana. Chris y yo creemos que Michael desea a tu esposa, y por eso te atacó en Centroamérica–

–¿Qué?–

Entonces como una llama fugaz, Damien recordó algo... algo desconcertante.

<–Hay algo que sí te envidio, Keegan... Ese bomboncito con el que te has casado... Es realmente, bonita, Damien, y tú eres un bastardo demasiado inteligente. No todos tenemos la suerte de conseguirnos a una chica tan joven e inocente, perfectamente moldeable para un hombre duro como tú–>

Las facciones de Damien se desfiguraron y el estómago se le revolvió.

–Supongo que pensarás que es una ridiculez– continuó Spencer ajeno a los recuerdos de Damien. –Dirás que resulta muy natural que algún hombre encuentre atractiva a Ariana ya que es muy linda, pero esto va más allá, Damien. Tanto Chris como yo sospechamos que hay algo turbio y podrido dentro de Michael. No sabemos hasta dónde pueda llegar su maldad, pero de verdad ten mucho cuidado, y permanece siempre alerta. Cuida a tu esposa y cuídate tú mismo. Más valdrá prevenir que... lamentar–

Damien se quedó estupefacto.

Aquella sobrecarga de información lo hizo permanecer un tanto mareado por unos instantes.

Muchos otros recuerdos acudieron a su mente. Recuerdos que había estado ignorado, pero que siempre habían estado ahí.

Recordaba con perfección la primera vez que Murray conoció a Ariana. Cómo la miró, cómo pronunció su nombre, y la manera irónica en que sonrió cuando fijó miradas con él...

>Cabrón< pensó con furia, pero aun así consiguió mantenerse calmado.

–Gracias por advertirme sobre esto, Spencer. No podemos saber si Murray sería capaz de matarme sólo por el... interés que tiene hacia mi mujer, pero a partir de ahora permaneceré más alerta–

Spencer exhaló.

–Genial. Ariana casada contigo siempre estará bien protegida–

–Eso ni lo dudes, amigo. Vivo para eso, te lo juro. Creo que es mi misión en esta vida–

–Ay no, ya vas a empezar con tus cursilerías– se quejó Spencer aunque bromeaba.

Damien rió de igual modo, y entre los dos comenzaron a golpearse a manera de juego.

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Ariana se encontraba guardando todas sus cosas en la maleta para poder marcharse a casa.

Acababa de terminar su clase de aquella tarde, y eso la tenía un poco pensativa.

Las niñas eran fantásticas, demostraban cada día que pasaba lo profesionales que eran. Habían ganado el segundo lugar en la competencia mundial, y a tan solo unos días de aquello, le habían pedido especialmente que las entrenara para poder ganar el primer lugar en unos años más cuando la siguiente competencia se realizara.

Ariana las quería mucho, y admiraba la pasión y la determinación que tenían al exigirse ser mejores que antes.

Sin duda iban a llegar lejos. Eso la hizo sonreír.

Continuó guardando sus cosas cuando escuchó el más hermoso de los sonidos.

La risita preciosa de Stella que se escuchó por todo el camerino.

Dove se encontraba con ella en el sofá. Tía y sobrina parecían estarse divirtiendo bastante.

–¿Quién es la niña más hermosa de todo el mundo y el universo? ¡Tú lo eres, Stella! ¡Tú lo eres!– a Dove no le importaba hacer el tonto cuando de su sobrinita se trataba. La adoraba, y Stella la adoraba de igual manera. Iban a ser grandes amigas.

La bebé reía entusiasmada. Dove hacía caras, gestos, y la llenaba de tiernos besitos.

–¿Puedes imaginar cuando Stella sea campeona mundial en alguna competencia de ballet así como tú?– le preguntó emocionada.

El corazón de Ariana latió lleno de amor.

–Lo he imaginado muchas veces– admitió. –Pero aún falta mucho para eso, Dove, además aunque yo desee que Stella se dedique al ballet, si ella decide que quiere ser contadora, escritora, cantante, maestra, lo que sea, apoyaré todos sus sueños y todas sus aspiraciones–

Dove sonrió con ternura.

–Eres la mejor mamá que Stella pudo haber tenido, ¿sabes?–

Ariana miró fijamente a su pequeña, y de nuevo sintió todo su ser rebozando de amor por ella.

–Espero que ella crea lo mismo cuando crezca–

–Oh, lo hará– aseguró Dove. –Estará orgullosísima de ti, y de ser tu hija. Y además querrá seguir tus pasos. Nada de contadora o maestra, Stella querrá ser bailarina de ballet. Tú no has visto la carita que pone cuando te ve mientras das tus clases, pero yo sí, así que apuesto mi cutis perfecto a que será de ese modo– le guiñó un ojo.

Ariana negó divertida. Terminó de cerrar su maleta, y suspiró.

–Ya es hora de irnos, aunque la verdad no quiero llegar a casa. Damien tendrá guardia en la base, y odio dormir sola– dijo con un poco de tristeza.

–Lo sé, yo no podré ver hoy a Spencer porque él también tiene esa cosa de guardia–

–¿Por qué no te quedas esta noche conmigo y Stella? Podemos invitar a Jake y hacer que persiga al lechón por toda la hacienda–

Dove rió imaginando divertida la escena.

–Sería genial. Además él y yo tenemos una competencia pendiente para ver quién come más Cheetos Flaming Hot, pero no puedo– se lamentó. –Me comprometí con mamá a acompañarla a una cena con sus amigas y sus hijas. Créeme que prefiero estar contigo, con Stella y con Jake pero se lo prometí cuando supe que no pasaría mi viernes con Spencer–

Ariana sonrió de lado.

–No te preocupes, Dove. Yo entiendo. Invitaré a Jake a ver una película o jugar Monopoly

–Owww. Haré falta ahí–

Ariana rió, tomó la maleta, su bolso y el juego de llaves.

–Claro que sí, pero ahora ayúdame con la pañalera–

Dove sujetó bien a Stella, y con la otra mano tomó la pañalera.

Enseguida las tres salieron del camerino.

–La Academia parece demasiado tétrica cuando está vacía– dijo la rubia mientras caminaban por los pasillos rumbo a la salida. –¿Te das cuenta de que eres la absoluta dueña y señora de este lugar por lo que resta del mes?–

Ariana rodó los ojos justo cuando llegaron a la salida y empezó a lidiar con la cerradura.

–Dove, el hecho de que miss Margot haya salido a Los Ángeles por unos cuantos días, y me haya dejado encargada de abrir y cerrar la academia no me convierte en la dueña–

Enseguida se encaminaron al auto. Ariana abrió la puerta trasera y se inclinó para meter todo lo que llevaba.

–Sabes a lo que me refiero. Con esas llaves tienes todo el poder. Puedes organizar una fiesta increíble aquí adentro. ¿Lo imaginas?–

Ariana no se pudo creer el nivel de locura de Dove. Frunció el ceño todavía dentro del auto, pero enseguida intentó enderezarse para tomar a Stella y acomodarla en su sillita.

–Dove, deja de decir...– sin embargo no fue capaz de terminar lo que iba a decir. Un espantoso mareo le oscureció todo su alrededor por un par de segundos. Se tambaleó.

–¿Ariana? ¿Ariana, estás bien?– Dove intentó sujetarla haciendo malabares entre ella y Stella. –¡Cielo santo, Ariana, estás asustándome!–

Ariana luchó por aire, luchó por permanecer de pie. Se sujetó con fuerza del brazo de su amiga.

Consiguió reponerse, aunque el proceso fue un tanto lento.

–Yo... yo... s...sí. Estoy bien– al instante pareció recuperada. –Ya estoy bien–

–¿Estás segura? Joder, Ariana, me asustaste y a Stella también, ve la carita que tiene–

Ariana hizo un puchero, y enseguida cargó a su bebé. La abrazó contra su pecho y enseguida se inclinó para meterla en el auto y dejarla bien segura en su sillita.

Se enderezó con todo cuidado, temerosa de que volviera a ocurrirle lo mismo de unos instantes antes.

Por fortuna no fue así.

–Lamento haberte asustado. Creo que me mareé un poco, pero ya paso, ¿ves?– se extendió de brazos y dio un giro. –Como nueva–

Sin embargo Dove la miró atentamente. Su sentido del humor se había esfumado, y parecía ahora más que preocupada.

La castaña se confundió un poco por la actitud de su amiga.

–Ariana...– le dijo Dove con voz seria. –¿Y si... y si estás embarazada?–

La expresión de Ariana cambió por completo.

Palideció y un nudo gigantesco apareció en su garganta.

–¿E...embarazada?– la palabra fue difícil de pronunciar.

–¿Si no por qué te has mareado? ¿No comiste algo antes de venir aquí? ¿Te faltan vitaminas?–

Ariana no respondió aquellas preguntas. Casi gimió de angustia mientras luchó por calcular sus ciclos menstruales. Miró a Stella. La niña jugueteaba con las cintas que la protegían, como el angelito que era. Enseguida intentó tranquilizarse.

No estaba embarazada. Tomaba la píldora religiosamente. No había ninguna posibilidad.

–Imposible, Dove– respondió más segura.

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Damien y Spencer llevaron sus cosas a las habitaciones para poder pasar ahí la noche.

Spencer dejó su mochila, y enseguida se arrojó a la cama cayendo acostado, y colocando ambas manos tras su nuca.

–He traído mi PlayStation, lo tengo en el auto. Deberíamos llamar a Chris para que nos haga compañía y que se armen las retas–

–Claro, no es mala idea– secundó Damien.

–Y pídele que traiga pizzas y unas cuantas cervezas–

–Jaja. Ni lo sueñes. Yo ya no bebo, y tú estás de servicio, así que no–

Spencer suspiró decepcionado.

–Bien, entonces refrescos o jugo de arándano–

Damien sacó su celular y comenzó a marcarle a su amigo.

–¿Chris? ¿Ya te has ido o sigues en la base?–

Desde la otra línea su amigo respondió.

–No, estoy en los vestidores con los demás chicos ¿Por qué? ¿Qué pasa?–

–Spencer y yo nos quedaremos de guardia esta noche. Quédate con nosotros, podemos jugar FIFA toda la noche y comer chatarra hasta hartarnos. ¿Qué dices?–

–Digo que suena bien, ya que Gal se ha ido a visitar a su hermana, pero que no va a poder ser porque no les toca la guardia ni a ti ni a Boldman–

Damien frunció el ceño.

–¿Qué dices?– cuestionó.

–¿Aceptó?– preguntó Spencer, pero Damien lo apartó.

–Te digo la verdad. Estoy con Haynes y Hutcherson. Les toca a ellos–

–¿Estás seguro?– preguntó Damien. –Pregúntales–

–De acuerdo, espera–

Damien escuchó cuchicheó en la línea, y esperó impaciente.

Luego de unos segundos Chris volvió.

–Confirmadísimo. Les toca a ellos– respondió. –¿Por qué creíste que era turno de ustedes? ¿Lo verificaste en el calendario?–

–Pues... no– admitió Damien.

–¿Entonces?–

–Spencer me lo dijo–

Chris rió.

–Bueno, ahí está la explicación. ¿Dónde están? ¿Siguen en la sala?–

–No, estamos en los dormitorios–

–Voy para allá, quiero ver cómo le pateas el trasero–

Enseguida colgaron.

–¿Qué dijo Chris? ¿Sí tendremos pijamada?– preguntó Spencer emocionado.

–Hoy no nos toca guardia– le dijo Damien irritado. –Boldman, eres un bobo, ¿sabes?–

Spencer suspiró.

–Sí, eso también me lo han dicho– se resignó con gracia.

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Las rosetas de maíz estuvieron listas en menos de cinco minutos.

Jake apagó la estufa, y enseguida retiró el sartén para empezar a esparcirlas en el enorme tazón que dejó unos momentos sobre la mesa junto al control remoto del televisor. Abrió el frigorífico y sacó un té helado para Ariana, y una lata de Coca Cola para él. Consiguió acomodar todas aquellas cosas entre sus manos, y se encaminó hacia la sala intentando no derramar nada.

Justo Ariana venía bajando de las escaleras.

–Stella se ha quedado profundamente dormida– dijo maternalmente mientras se sentaba en el sofá justo en medio de Jake y Rambo que permanecía cómodamente dormido.

–Ahora sí podemos ver esa película–

–Pero esta noche me toca escogerla a mí. La última vez vimos Mamma Mia, así que hoy necesitamos un poco de Fast & Furious

Ariana soltó una carcajada.

–De acuerdo, te toca, pero a la próxima veremos Tangled, ¿de acuerdo?–

Asintió.

–Trato hecho– enseguida buscó la película en Netflix, y comenzó a reproducirla.

Sin embargo en ese momento el celular de Jake comenzó a vibrar.

Ambos bajaron la cabeza para ver de quién se trataba.

"Papá" Decía la pantalla, pero el chico decidió ignorar la llamada y continuar con la  película.

Ariana que conocía lo delicado de aquel tema quiso animarlo a que respondiera.

–Contesta– le dijo. –Le pondré pausa a la película–

Un tanto enojado, Jake negó.

–No quiero hablar con ninguno de ellos–

–¿No crees que ya ha pasado demasiado tiempo? Tal vez se merezcan que les respondas al menos una sola de sus llamadas–

Esta vez Jake se cruzó de brazos y volvió a negar. El celular dejó de vibrar.

–Mark y Blake te aman–

–Si me amaran no me abandonarían como lo han hecho toda mi vida. Aman más a sus malditos trabajos en la ciudad–

–Bueno, la última vez que estuvieron aquí quisieron llevarte con ellos– señaló Ariana.

–Eso no cambia nada. Me habrían llevado para dejarme solo en casa, todos los días mientras ambos trabajan y trabajan para ganar dinero. Suena divertido, ¿eh?–

La castaña exhaló.

–Yo creo que están arrepentidos de eso y quieren remediarlo. Jake, nadie nace sabiendo ser buenos padres. Nadie es perfecto, todos cometemos errores alguna vez–

–Tú eres una mamá perfecta para Stella. Ella es afortunada de tenerte–

–La amo, es cierto, y haría cualquier cosa por ella, pero estoy lejos de ser perfecta. Tus padres te aman de igual forma, y aunque lo niegues, sabes que es cierto. Deberías darles otra oportunidad–

Jake clavó su mirada en el suelo. Luego de unos segundos la levantó.

–Lo pensaré, ¿vale?–

–Pero no te tardes mucho. Deben estar pasándola muy mal–

El adolescente exhaló.

–Bien, mañana mismo los llamaré yo. Les diré que los amo, pero que quiero quedarme a vivir aquí con el abuelo y ustedes. ¿Contenta?–

Ariana sonrió.

–Buen chico–

Sin más que decir, volvieron a fijar su atención en la película.

Luego de varios minutos, un celular volvió a sonar. Pero esa vez fue el de Ariana.

Se trataba de una alerta de mensaje, y el destinatario era Damien.

Prontamente lo abrió para poder leerlo...

Ven al río. La noche está hermosa pero no tanto como lo eres tú. Aquí estoy esperándote, muñeca. No tuve guardia, y estoy muriéndome por estar contigo. No tardes.

Las mejillas de Ariana se tiñeron de rubor, y todo su ser se embargó de anheló y expectación.

Intentó disimular su emoción, guardó su celular, y entonces se puso en pie.

–¿A dónde vas?– le preguntó Jake con el ceño fruncido.

–Debo salir un momento, pero por favor quédate aquí y cuida de Stella por si despierta–

Jake no tenía problema en hacer eso, sin embargo se encontraba bastante confundido.

–¿Pero a dónde irás? Ya es tarde, no creo que deberías...– sin embargo de inmediato fue interrumpido.

–Tranquilo, sólo voy al río. Pero no te preocupes– se apresuró a añadir. –Damien está ahí esperándome–

–¿Pero que Damien no tenía guardia en la Base Militar esta noche?–

–Al parecer no– Ariana se hundió de hombros. –Supongo que le dieron la guardia a alguien más– esa parecía una explicación muy creíble. No pensó más en ello, sino en llegar al río cuanto antes.

Sin embargo Jake parecía bastante dudoso.

–No sé, Ariana– dijo en tono preocupado. –Me parece muy extraño que Damien te pida algo así. Está muy oscuro allá afuera, y el camino al río será peligroso. No creo que deberías ir sola–

Ariana exhaló y pensó en que era muy tierno que Jake se preocupara por ella, pero exageraba. Claramente no sabía que el río era el lugar especial de ella y Damien, y esa era la razón por la que estaba pidiéndole que fuese a encontrarse con él ahí.

–Tranquilo, Jake. Me sé el camino a la perfección. Podría cruzarlo con los ojos cerrados–

Sin embargo no era el camino a lo que Jake le temía. Si no al hecho de que él bien sabía que Damien jamás le pediría algo así a Ariana. Nunca la expondría de aquella manera aunque estuviesen dentro de la hacienda.

De pronto tuvo un mal presentimiento, pero no tuvo oportunidad de decir nada. Ariana salió de la casa en menos de un segundo, y cerró la puerta tras de sí.

En el mismo instante en que el portazo se escuchó, Rambo se levantó poniendo bien alerta sus dos orejas. Miró con fijeza hacia la puerta que acababa de cerrarse, y entonces se puso en pie y corrió hasta la entrada ladrando sin parar.

Jake lo miró confundido justo antes de reaccionar.

–¡No, Rambo!– le pidió. –Despertarás a Stella, guarda silencio– Jake lo tomó del lomo e intentó alejarlo de la puerta para hacerlo volver a la sala.

En ese momento la puerta se abrió. Era Damien que venía acompañado de Chris y Spencer.

Miró la escena sin comprender qué demonios era lo que estaba ocurriendo.

Jake no soltó a Rambo de inmediato, sino hasta que se recuperó del trance que le provocó la sorpresa.

–¿Damien, qué haces aquí?–

El animalito se abalanzó de inmediato contra Damien intentando desesperadamente llamar su atención.

Damien intentó lidiar con él para tranquilizarlo.

–Nos equivocamos de día, así que no tendremos guardia hoy. ¿Qué tiene Rambo y por qué está tan alterado? ¿Dónde está Ariana?–

–Era justo lo que iba a preguntarte. Tú deberías saberlo. Le has mandado un mensaje a su celular y le has pedido que se encuentre contigo a las orillas del río de la hacienda­–

No.

Damien no había enviado ningún mensaje.

Sus facciones fueron desfigurándose de poco a poco.

¿Qué mierda era aquello?         

–¿De qué estás hablando, Jake? ¿Dónde está Ariana?– las preguntas sonaron esta vez llenas de tensión.

Chris y Spencer se miraron sin comprender lo que ocurría.

Jake comenzó a exasperarse.

–¡Ya te lo he dicho, maldición! ¡Se ha ido al río! ¡Tú se lo pediste!–

Damien negó. No era verdad. Él jamás le pediría algo así a aquellas horas de la noche. ¡Qué locura!

De inmediato buscó su celular para verificar lo del dichoso mensaje. Sin embargo el alma de Damien cayó a sus pies cuando se dio cuenta de que no lo llevaba consigo.

–N...no traigo mi celular. Lo he perdido– dijo con voz angustiosa.

Entonces los cuatro se miraron.

Damien, Jake, Spencer y Chris.

Era obvio que alguien había enviado aquel mensaje. Y si no había sido él...

Con un nudo en el estómago, Damien miró a Rambo, y el estado en el que se encontraba, y entonces lo comprendió.

Ariana estaba en peligro.

Un horror ardiente le quemó el estómago.

¡Joder!

Damien abrió la puerta, y entonces corrió tan rápido como nunca antes lo había hecho.

Tenía que llegar, tenía que salvarla.

¡Maldición!

No había tiempo siquiera de maldecir.

El joven soldado corrió y corrió hasta perderse entre la maleza del bosque.

Chris y Spencer lo siguieron, en medio de la noche.

Rambo hizo lo mismo.

Desde la entrada de la casa, Jake los observó desaparecer.

No podía irse y dejar a Stella sola, sin embargo desde ahí repitió todas las plegarias que pudo recordar, rogando porque trajeran de vuelta a Ariana, sana y salva.

Consiguió tranquilizarse por un instante. Sabía que así sería.

Su primo mataría por Ariana. Nada le ocurriría a ella, si él estaba cerca, eso era un hecho.

Sin embargo de cualquier modo tomó su celular y comenzó a llamar a las caballerizas.

Tal vez Damien necesitaría refuerzos.

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–¿Damien?– Ariana llegó a la orilla del río sin ninguna dificultad, aunque teniendo buen cuidado de dónde pisaba pues estaba todo oscuro, y apenas y lograba ver.

La noche era fresca y parecía misteriosa. El viento soplaba con suavidad y conseguía mover de poco en poco las hojas de los árboles. Se acercaba la primavera, y podían apreciarse ya las hermosísimas flores que estaban a punto de ver la luz.

Ariana ya podía imaginarlas. Una cuantas semanas más, y el lugar iba a verse precioso.

Con una enorme sonrisa buscó a su amado por todo el alrededor, con la mirada pero no lo localizó de inmediato.

Le pareció extraño en un principio el no verlo, sin embargo enseguida una idea cruzó por su mente.

Damien debía estar cruzando el puente de piedras.

El río llevaba corriente, pero Ariana había cruzado tantas veces aquel camino que no sentía miedo alguno. Respeto sí, pero no miedo.

Dando pasos cautelosos, se dedicó a pisar piedra por piedra para poder llegar a la siguiente orilla.

–¿Damien?–

Intentó mirar bien, pues debido a la oscuridad de la noche era casi imposible hacerlo.

Se confundió un poco cuando no vio a Damien por ninguna parte.

Estuvo a punto de ponerse a pensar en qué parte del río se había referido él al enviar el mensaje, cuando de repente lo vio.

Unos cuantos metros hacia el fondo, y ahí estaba.

Su figura alta y poderosa fue entonces perfectamente visible.

Ariana sonrió llena de amor y emoción.

Entonces corrió hacia él.

–¡Damien!– lo llamó.

Sin embargo cuando se giró, y pudo ver el rostro de aquella sombra, se dio cuenta de que no era Damien.

Cuando vio a Michael Murray ahí de pie frente a ella, un montón de alarmas se activaron en su interior. El pánico la invadió. Una voz imperceptible le gritó que huyera de ahí lo más pronto posible. Que algo terrible estaba a punto de suceder. Pudo sentirlo.

Sin embargo por más que intentó moverse, todo su ser se quedó paralizado.

La inmensa sorpresa no le permitió reaccionar al instante.

–Hola, Ariana– sonrió el sujeto de manera tranquila. –Hace una agradable noche, ¿no te parece?–

A Ariana no la engañó aquel falso tono amistoso.

–¿Qué estás haciendo aquí?–

Con total despreocupación, Murray se hundió de hombros.

–La hacienda tiene un excelente sistema de seguridad, todo gracias al incidente con esos árabes tan maleducados que te importunaron hace algunos meses, pero tanto yo como los demás chicos de la Brigada tenemos total libertad de entrar y salir de aquí a nuestro antojo–

Sus palabras dejaron a Ariana bastante consternada, todavía sin entender muy bien por qué.

La mala corazonada fue más fuerte en esos instantes, y también su desprecio por aquel hombre.

Un helado escalofrío la recorrió de la cabeza a los pies, y sin poder controlarlo, comenzó a temblar. Se dio cuenta entonces de que estaba asustada. Cielo santo, quería gritar, aunque aún no había razón aparente para hacerlo.

–¿Dó...dónde está Damien?– consiguió preguntar. –¡No te acerques!– le gritó histérica cuando lo vio hacer ademán de acercarse a ella. Por fortuna él se detuvo. –Si te acercas, Damien te matará, te lo juro–

Fue la sonrisa de ese hombre lo que la hizo palidecer.

Sonrisa llena de maldad. Sonrisa despiadada. Su expresión visible en el rostro de fue diabólica. Diabólica y cruel. Sus ojos color grises despidieron un destello de pecaminosa excitación.

Oh, y Michael estaba disfrutándolo.

Ver las perfectas y delicadas facciones de Ariana Keegan, embargadas de temor, haciéndolo sentirse tan excitado que los recuerdos de cuánto la había deseado desde el momento en que la conoció, pasaron por toda su cabeza rápidamente.

–Tu maridito estrella no vendrá, lindura. Esta noche le toca guardia. ¿Acaso no te lo dijo?–

A pesar de todo, Ariana aún se negaba a creer lo que estaba sucediendo. Lo que pronto ocurriría.

–Pe...pero él envió un mensaje a mi celular, él dijo que estaría aquí. ¡¿Qué le hiciste, maldito?! ¡¿Qué le hiciste a Damien?! ¡¿Dónde está?!– estaba desesperada, demasiado angustiada para siquiera poder ser capaz de pensar con claridad.

La sonrisa de Michael se hizo aún más grande, y Ariana se sintió entonces tan mareada que estuvo a punto de tambalearse.

–Tranquila, Ariana. Damien está sano y salvo en la Base Militar, y ahí permanecerá toda la noche jugando videojuegos con los idiotas de sus amigos. Fui yo quien te mandó ese mensaje. ¿Reconoces esto, primor?– le mostró entonces el celular de Damien.

Michael lo había robado aquella misma tarde.

Ella había caído en la trampa. Estaban ahí, solos, en plena oscuridad a las orillas del río, demasiado alejados de casa. Él era grande y fuerte, ella pequeña... ¡Maldición! Demasiado pequeña.

Michael sólo tendría que abrir sus pantalones para poder violarla a su antojo.

La idea provocó una reacción tan violenta dentro de Ariana que el grito fue desgarrador.

–¡No!– entonces intentó huir de ahí. Corrió, corrió todo lo que pudo, pero Michael fue detrás de ella.

–¡Ven aquí!– la furiosa voz de él la llamó, y finalmente la alcanzó.

Ariana ya había comenzado a llorar cuando fue alcanzada.

Michael la tomó apretándola por los brazos, y la pegó a su cuerpo bruscamente.

La violencia y el terror hicieron que la pobre chica desesperada se atragantara con sus propias lágrimas.

–¡No!– volvió a gritar. –¡No! ¡Suéltame!–

Trató de empujarlo pero no le fue posible. La diferencia de tamaños era desoladora.

Michael tiró de ella, y pretendió besarla, sin embargo Ariana se remolineó de un lado a otro forcejeando por poder librarse.

–¡Quédate quieta!– le ordenó él intentando aprisionarla.

–¡Suéltame! ¡Suéltame, maldita sea!–

Con una mano áspera y grande consiguió sujetarla pegándola por completo a su cuerpo, y con la otra grande cubrió con rudeza su boca evitando así que continuara gritando.

Detrás de ella, Ariana sintió la dura y amenazante evidencia que la hizo sentir escalofriantes náuseas.

Michael sonrió por el pequeño triunfo, aunque sin duda el mayor estaba aún por venir.

Bajó su cabeza y comenzó a olfatear el delicado y femenino aroma de sus cabellos.

–Qué bien hueles, maldición... Hueles a las malditas fresas. Ahora sé con mayor exactitud por qué Keegan está loco por ti– entonces bajó su boca para poder besar su cuello y hombros.

El asco la recorrió, y supo que no iba a soportarlo.

Tras la mano que la cubría, Ariana sollozaba desgarradoramente y suplicaba por piedad en gritos que quedaban atrapados en la palma que la mantenía silenciada.

Michael usaba la fuerza excesiva de sus brazos a su favor para mantenerla inmovilizada, y ella no podía hacer nada, nada más que llorar.

La sonrisa de Murray se hizo más inmensa, gigantesca. Casi no podía creerse que al fin estuviese sucediendo, que al fin obtendría lo que tanto y tanto había deseado.

Por fin Ariana Keegan iba a ser suya, y nada ni nadie iba a poder impedirlo.

Todavía recordaba la primera vez cuando la conoció. Lo mucho que la deseó desde el primer instante. Pequeño cuerpo lleno de curvas y carita angelical.

La excitación era tanta que ya casi podía saborearlo.

Pero lo mejor de todo sería cuando Damien se enterara de lo sucedido, y aquello sin duda era lo que más haría feliz a Michael.

El acto de violación era simple, se follaba unas cuantas veces a su presa, y después debía matarla. Sin embargo él no iba a hacer eso, por supuesto que no. Iba a dejarla viva, porque quería que ella misma se lo contara todo a Damien.

Se sintió entonces más emocionado, más excitado.

¿Qué iba a sentir Keegan cuando se enterara de que él, Michael Murray la había pasado en grande metido entre las piernas de su linda e inocente esposa?

Iba a querer morirse lo sabía, pero antes querría matarlo, y desde luego Crowe también. Pero él no iba a darles oportunidad de hacerlo.

Por la mañana saldría su avión rumbo a las Islas Caimán, donde empezaría una nueva vida con una nueva identidad. Había ganado muchísimo dinero, millones a cambio de importantes favores, y ahora sólo le quedaba disfrutarlo.

De pronto una idea le cruzó por la mente. Se vio tentado a llevársela. Llevarse a Ariana para mantenerla como su esclava sexual. Sin embargo por más que la idea lo tentara, de inmediato se deshizo de ella.

La pequeña gatita tenía que quedarse ahí para que Damien viviera con el dolor de tener una esposa violada.

–¿Recuerdas aquella vez en la entrada de la hacienda?– murmuró Michael contra su cabello, acariciándole suavemente la cadera con el pulgar.

Al escucharlo Ariana dejó de forcejear, y se quedó muy quieta como intentando comprender lo que él decía.

–Aquella vez no conseguí lo que quería, pero esta vez sí que lo haré y nadie podrá impedirlo–

Había sido él...

El descubrimiento la dejó lívida, y causó una conmoción tan grande en Ariana que por unos segundos no consiguió reaccionar.

¡Cielo santo! ¡Había sido Michael su atacante de aquella noche!

El odio que Ariana sentía por él se incrementó de tal manera que ella no supo cómo lidiar con ello.

Una fuerza hasta entonces desconocida la invadió recorriendo ferozmente cada vena en su interior.

No lo dejaría. No dejaría que ese maldito hombre utilizara y ensuciara su cuerpo.

Esta vez no iba a actuar como una niñita indefensa a la espera de que lo peor sucediera simplemente por resignación. No iba a convertirse en una víctima más de esos hombres que abusaban de su tamaño y fuerza para poder sentirse poderosos. Hombres como Charlie Sheen, como Michael Murray.

No iban a aterrorizarla más.

Esta vez iba a luchar.

No sería mujer de ningún otro que fuera Damien, ni por voluntad propia ni por la fuerza.

Lo amaba, amaba a Damien, y no podía permitir que su amor se manchara de aquella manera por culpa de aquel desgraciado.

Entonces Ariana se convirtió en una fiera, y se debatió con uñas y dientes.

Gritó, forcejeó, pero Michael no parecía tener intención de rendirse fácilmente, sin embargo quedó sorprendido por la fuerza con la que Ariana luchó ahora.

La sorpresa del rubio le dio a la chica un par de segundos de ventaja, y entonces con sus uñas consiguió arañarlo.

–¡Ahhh!– lo escuchó gritar, sin embargo Michael no la soltó. –¡Maldita perra, te arrepentirás por esto! ¡Pagarás cuando tengas mi polla en lo más profundo de tu garganta!– su propia amenaza hizo que él se echara a reír. Imaginó la escena, y la idea le fascinó. –¿Puedes sentirla?– se restregó contra ella haciéndola sentir un asco gigantesco. –Apuesto a que eres buena haciéndole mamadas a Damien, y esta noche lo comprobaré de primera mano... ¡Mierda! Muero por ver esa carita de niña buena con tu boquita tragándose mi polla completa–

–¡Antes prefiero morirme, ¿escuchas, imbécil?!– le gritó Ariana y volvió a removerse. –¡No te dejaré ni siquiera que me toques! ¡Eres repugnante y te odio! ¡Suéltame!–

Otra carcajada malvada se volvió a escuchar.

–Tienes carácter, ¡eh!– sonrió divertido. –Así mejor. Síguete moviendo, lindura, resístete todo lo que quieras y lucha contra mí, porque te juro que así será más placentero– entonces llevó su mano a la bragueta, y comenzó a manipular el botón y el zíper que la abriría.

Estaba a nada de suceder, pero sus palabras hicieron que Ariana volviese a llenarse de más ira, de más odio.

No supo siquiera cómo lo hizo, pero como si su cuerpo hubiese reaccionado por sí solo, alzó una de sus piernas, y le propinó una buena patada que lo hizo soltarla.

Ariana sabía que no tenía segundos que perder. Actuó rápido, como si en realidad supiera lo que estaba haciendo. Se giró y le soltó un puñetazo en la nariz, y enseguida un buen rodillazo en sus partes masculinas.

Michael gimió de dolor, y se encorvó como si no pudiese soportarlo.

Ella de nuevo hizo ademán de correr, pero aún en medio de sus dolencias, Michael la sujetó del cabello evitando su huida.

–¡No se te ocurra pensar que huirás de mí!– le gritó.

Ariana se giró para volver a enfrentarlo, sin embargo en ese instante algo fantástico sucedió.

Ladridos, escuchó ladridos y al segundo Rambo se encontraba ahí.

Michael abrió los ojos con sorpresa cuando vio al peludo, y de inmediato se apartó.

Rambo inteligentemente se colocó entre él y su ama, enseñando los dientes y gruñendo tan fieramente como si de pronto se hubiese convertido en un perro asesino.

Ariana tardó un instante en darse cuenta de que Rambo había llegado ahí para salvarla. Reaccionó rápidamente del trance, y sin más echó a correr justo en el momento en que Michael también intentaba hacerlo, pero era detenido por la poderosa mordida de Rambo.

–¡Suéltame, maldito pulgoso! ¡Suéltame!– gritó el soldado enfurecido.

Ariana continuó corriendo todo lo que pudo, sin embargo cuando intentó cruzar el río, chocó contra un cuerpo masculino.

El horror por lo recién vivido la sacudió sin que pudiese hacer nada por evitarlo,  gritó llena de pánico, y la situación empeoró cuando sintió unas manos que la rodeaban.

Todo el cuerpo de Ariana volvió a encender las alertas porque todavía no había conseguido salir de aquella terrible pesadilla.

–¡No! ¡No! ¡Suéltame! ¡No me toques!– se removió de un lado a otro, peleó como gata salvaje.

–¡Ariana!– la voz la llamó. –¡Ariana, joder, tranquilízate!– le exigió con mayor determinación. –¡Soy yo!– la tomó de ambos brazos, y la obligó a que lo mirara a la cara.

Los ojos castaños llenos de lágrimas lo miraron fijamente, y entonces lo reconoció.

Damien se quedó de piedra cuando la vio en aquel estado. Una sensación caliente y voraz le abarcó todo el pecho.

Entonces alzó la mirada y se dio cuenta de lo que sucedía.

Rambo y Murray en plena pelea.

La mirada de Damien fue entonces de Ariana a aquel sujeto.

Su esposa asustada, llorando, víctima de un ataque de histeria del que no podía salir.

Supo de inmediato quién era el culpable y lo que había hecho.

Vibró de furia, la violencia corroyó por sus entrañas de manera impecable, un sonido gutural que debía ser una blasfemia, se formó en la garganta de Damien y un enigma asesino brilló en las profundidades oscuras de sus ojos, entonces corrió hacia él mientras en su cerebro se almacenó una sola orden... Matar al hijo de puta que se había atrevido a hacerle daño a su esposa.

Cuando Michael lo vio, el más potente terror invadió sus facciones. Intentó correr para huir y no sufrir de la furia de Damien Keegan.

¡Pero maldita fuera su suerte! No lo logró. Había atacado a su esposa, había intentado abusar de ella tomándola a la fuerza, Ariana, lo que Damien más amaba en el mundo, así que Michael era ahora hombre muerto.

Había firmado su sentencia de muerte desde el mismo instante en que decidió poner los ojos en ella, y ahora no podía hacer nada por escapar. Una vez había conseguido huir, pero esta vez no tendría tanta suerte.

Damien Keegan iba a matarlo.

–¡¿Cómo mierda te atreviste?!– le gritó al tiempo que lo atrapó. Michael lo miró fijamente. Los ojos negros de Damien se estrecharon llenos de furia, y brillaron con una rabia llena de locura. –¡Maldita sea, te mataré!– le soltó entonces el primer puñetazo.

En ese instante Chris, Spencer, Meryl y Shawn aparecieron junto a Ariana.

–¿Pero qué ha ocurrido?– preguntó el ama de llaves angustiada.

Shawn, Chris y Spencer esperaron la respuesta.

Ariana no respondió, sino que continuó llorando. Meryl enseguida la abrazó.

La furia de Damien bombeó a través de su organismo. Como una rápida ráfaga que pasó por su mente, imaginó las mil formas que podría utilizar para tortúralo.

Destriparía a aquel bastardo con sus propias manos, ansiaba ver su sangre correr.

Otro puño golpeó de nuevo el rostro ya ensangrentado de Michael haciendo que cayera al pasto

Damien lo levantó, y con el mismo movimiento lo empujó de nuevo hacia el árbol más próximo.

Hueso y cartílago crujieron cuando la nariz de Murray chocó contra el tronco. Más y más sangrar continuó brotando y sus aullidos de dolor fueron en aumento.

–¡Pi...piedad!– le rogó esta vez el soldado que durante tanto tiempo lo había odiado y planeado la manera de destruirlo.

Pero Damien no pensaba tenerle ni un gramo de compasión.

–¡Te atreviste a tocar a mi mujer, así que pagarás por eso, Murray! ¡Pagarás con tu vida, cabrón!–

Entonces Chris y Spencer se acercaron. En un principio habían pretendido detener a su amigo, sin embargo cuando escucharon aquello lo que hicieron fue tomar a Murray y alzarlo de los brazos, ofreciéndoselo a Damien para que pudiese matarlo de una sola vez.

Oh, y Damien lo haría. Estaba fuera de control, y lo sabía. La cara de su hasta entonces compañero de Brigada, se había convirtiendo en papilla sangrante debido al castigo de sus nudillos. Sin embargo todavía ahí le quedó un mínimo retazo de cordura.

–¡Mendes!– llamó enseguida al vaquero.

Shawn que se encontraba a unos pasos observándolo todo con expresión lívida, se acercó.

–Dígame, señor Keegan. Estoy a sus órdenes–

–Llévate a Ariana de aquí. Cuiden de ella, tú y Meryl. No dejen que sea testigo de esto– la voz de Damien fue tan helada como un invierno.

Shawn tragó saliva, y asintió. Corrió junto a Meryl para decirle algo al oído, y entonces ambos intentaron llevarse a Ariana de ahí, aunque ella en un principio se resistió.

–¡No! ¡Damien, detente!– sin embargo sus fuerzas eran muy pocas en esos instantes. –¡Damien!– gritó entre lágrimas, pero a pesar de su resistencia, finalmente fue llevada de ahí.

Damien regresó su mirada al hijo de puta que tenía enfrente arrodillado ante él mientras Spencer y Chris lo sujetaban.

Puñetazo, tras puñetazo, Michael agonizó de dolor, y casi desfalleció sin poder hacer nada por detener su tortura, mientras los ladrido de Rambo taladraban con dureza en sus oídos.

El rostro de Damien no mostraba ya emoción alguna cuando alzó su fuerte brazo para seguir golpeándolo.

Sin embargo antes de que lo soltara, una voz lo llamó.

–No lo hagas, Damien– era George que había llegado hasta ahí con Tim. –Ya ha sido suficiente–

Damien negó.

–Nunca será suficiente. Esta escoria... este maldito hijo de perra ha atacado a Ariana. Abuelo, tengo que matarlo–

George suspiró.

–Ya me he enterado, y he mandado llamar a Rusell. Deja que sea él quien se encargue de darle su castigo. Sé inteligente, Damien. Quien te necesita ahora es tu mujer. Ve con ella. Yo me encargaré de este pedazo de mierda mientras llegan los de la Brigada–

Cuando su abuelo mencionó a Ariana, Damien supo que tenía razón. Debía ir con ella. Ella era lo más importante en todo el mundo.

Su corazón dolió cuando recordó cómo la había encontrado.

Su enorme cuerpo vibró entonces de una furia animal que le gritó de nuevo que asesinara a sangre fría al culpable de las lágrimas que había visto en la preciosa carita de su esposa, sin embargo la controló. Estuvo a punto de marcharse, pero antes se detuvo un instante más con Murray.

Lo tomó de los cabellos, y tiró de ellos hasta levantar su cabeza, provocándole más dolor.

–Te voy a hundir, desgraciado– era una promesa. –Te juro que desearás no haber nacido, y no haber mirado a mi mujer ni una sola vez– lo soltó lleno de asco, y sin más se marchó de ahí.

Segundos después de que Damien se marchara, el Teniente cerró los ojos, y contuvo una maldición. Casi no podía creerse que aquello hubiese vuelto a suceder. Ariana siendo atacada de nuevo, en las narices de todos.

Aquello era el colmo.

–¿Teniente, qué quiere que hagamos con él?– lo llamó la voz de Chris que todavía sujetaba a Michael con la ayuda de Spencer.

–Tim ha traído las cuerdas para amarrarlo mientras llegan Crowe y los demás chicos. Pero antes, déjenme hacer una cosa...– George se acercó hasta quedar frente a frente con Murray. Lo miró hacia abajo, y todo su ser se embargó de desprecio.

Era cierto lo que Damien había dicho, lo hundirían, él se encargaría de ello. Iba a pudrirse en la cárcel porque había intentado cometer el peor de los delitos... Había intentado hacerle daño a Ariana, y cualquiera en ese planeta tenía que saber que esa jovencita era lo más importante para los Keegan. Nadie le tocaba un pelo sin pagarlo, esa era la regla.

El Teniente también fue dominado de pronto por el deseo de matarlo, pero se contuvo. Sin embargo no resistió quedarse de manos cruzadas, y sin más le soltó un puñetazo más.

Lo último que se escuchó fue un quejido de Michael Murray ahí en el medio de la noche.

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–¡Ariana!– Damien gritó el nombre de su esposa en cuanto la localizó.

Meryl y Shawn la habían llevado a una de las banquillas junto a la casa grande. Le habían traído un vaso de agua helada, y un par de aspirinas para que esa noche pudiese dormir.

Ellos le hacían compañía e intentaban consolarla aunque fuera un poco, sin embargo en cuanto vieron a Damien decidieron alejarse y dejarlos solos.

Con un asentimiento de cabeza les agradeció por estar ahí, y entonces se acercó a ella tomando asiento a su lado.

Ariana todavía lloraba y todavía temblaba.

A Damien se le desgarró el pecho y el alma, y fue peor cuando miró de más cerca su carita marchita.

Gruesas lágrimas se deslizaban por las delicadas mejillas mientras ella misma intentaba detener su llanto pero sin lograrlo.

Otra oleada de impotente furia le atravesó, como si sus entrañas estuvieran ardiendo y la furia avivara las llamas. Sin embargo consiguió mantener el control.

Ariana lo necesitaba en esos momentos. Debía ser siempre el hombre que ella necesitaba que fuera, no la bestia que habría matado a Murray sin dudárselo un solo instante.

–¿Qué te hizo ese hijo de puta?– preguntó, y su propia voz le tembló. –¿Qué tanto te tocó?– tenía que saberlo maldición, y tenía que estar preparado para lo peor. –Ariana, por favor dime si ese infeliz alcanzó a violarte–

Negando con la cabeza, Ariana respondió.

El alma de Damien gritó en su interior de alivio. Mentalmente le dio las gracias al cielo, y supo que de alguna u otra manera iba a tener que hacer muchas obras buenas en compensación por aquello. No le importo. Era capaz de hacer cualquier cosa siempre que Ariana estuviese bien y a salvo.

–Pero quería hacerlo–

Esta vez Ariana asintió, y nuevas lágrimas resurgieron.

A Damien le dolió el pecho, y en otras circunstancias le hubiese parecido increíble la conexión tan fuerte que tenía con esa hermosísima jovencita de cabellos acaramelados, tan fuerte que podía sentir su dolor y sus miedos.

–Él... él robó tu celular... él fingió ser tú, y...–

>Cabrón desgraciado< pensó Damien con furia. Apretó los puños que tanto lo habían golpeado, pero de nuevo mantuvo la calma.

–Lo sé, lo sé, nena. Sé lo que él hizo... Todo mundo me lo advirtió, y yo no quise verlo. Tuvo que pasar esto para que yo me diera cuenta. ¡Maldición, ven aquí! Necesito abrazarte, déjame abrazarte, preciosa, para poder convencerme de que estás bien–

Ariana se acurrucó contra su pecho, y Damien la rodeó con sus grandes y fuertes brazos, sintiéndola bien cerquita de su corazón, hechizado por la fragancia que era tan ella.

Y la castaña se dejó abrazar. En ningún otro lado conseguía mantenerse tan segura como en esos brazos. Qué reconfortante que era tenerlo a él, sentir que era amada.

–Hay... hay algo que debo decirte– enseguida se separó para mirarlo. –Michael... él... esta no es la primera vez que intentó atacarme–

Damien frunció el ceño.

–¿Cómo?–

–Él...me lo dijo todo– respondió. –Me dijo que había sido él quien me atacó aquella... vez en la entrada de la hacienda–

Damien recordó todo lo que le había dicho Spencer esa misma tarde con respecto a Michael, y la ira y el odio resurgieron. Entonces se puso en pie dispuesto a ir por ese malnacido para terminar de matarlo.

Pero Ariana pronto lo tomó del brazo y se lo impidió.

–Por favor– le rogó. –Por favor no regreses con él... Yo no quiero que te ensucies las manos, no vale la pena–

–Ariana, defender tu honor siempre valdrá la pena. Siempre voy a pelear por ti, ¿lo oyes?–

Sí, Ariana lo escuchaba, pero aun así no iba a dejar que se fuera.

–Quédate conmigo– le rogó. –Por favor, Damien, no me dejes– prontamente se abrazó de su cuerpo.

Damien la cubrió abrazándola también. Bajó su cabeza para depositar un beso en su cabeza.

–Perdóname, Ariana, perdóname por haber dejado que esto sucediera de nuevo... Debí haberte cuidado más, debí ser más precavido, debí... ¡Joder! Estoy tan enfadado conmigo mismo–

Ariana negó.

–Nada de esto ha sido tu culpa, ni tampoco las veces anteriores. No tienes la culpa de que exista esa gente mala que decide hacernos daño. Tú siempre has cuidado de mí–

–Pero no lo he hecho bien, sino esto no hubiese sucedido ni una vez, ni tres veces. Te prometí que siempre estarías segura, Ariana, no he podido cumplirlo–

Negando, ella se aferró de nuevo a él.

–Deja de decir eso, ya– le exigió. –Sé que mientras estés cerca siempre vas a cuidarme porque me amas–

Cuando Ariana dijo aquellas palabras, los ojos de Damien se suavizaron.

–Siempre le susurró contra su aliento. –Siempre, Ariana. Mientras yo esté vivo y hasta que de mi cuerpo salga el último soplo de vida, siempre haré hasta lo imposible porque estés bien... Este soldado te ama– con sus manos acarició su rostro, y se dedicó a limpiar las lágrimas, fascinado al ver cómo estas quedaban atrapadas hasta formar piquitos en la punta de sus larguísimas pestañas. –Y este soldado siempre va a protegerte– entonces con delicadeza la acercó, y comenzó a besarla.

Dulce beso, que de pronto consiguió borrar la terrible experiencia pasada.

El amor era mágico, Ariana lo sabía muy bien.

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Cap largo (larguísimo) en recompensa x la espera... Y porque probablemente tarde una o dos semanas más en publicar el siguiente.

Pero no vayan a perdérselo. La historia dará un giro inesperado y habrá otro importante descubrimiento.

Pd: voten y comenten mucho para darme animos porque me siento muy mal 😭

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