Capítulo 31
Jake había huido.
¡Condenado chico! ¿Qué demonios intentaba demostrar?
Damien iba a darle una buena tunda cuando lo encontraran. Esa preocupación que estaba causándoles a todos iba a merecer un buen castigo. Aquello era lo más inmaduro y estúpido que había hecho ese pequeño idiota.
Habían pasado ya unas cuantas horas desde que se dieran cuenta de que Jake no estaba por ninguna parte, y en el transcurso de ese tiempo la hacienda se había estado llenando de todo tipo de personas intentando ayudar, empezando con toda la Brigada Alfa de la Base Militar que al enterarse de lo lo que sucedía, de inmediato habían retrasado su vuelo a Norcorea. Se habían congregado también una gran multitud de vecinos, entre ellos Joey y sus tres hijos, e incluso los Parker. También se encontraba ahí el Comisario Langey y todo su séquito de policías. Contando desde luego a todos los trabajadores de la Hacienda Keegan. Todos dispuestos a ayudar a encontrarlo.
Cuando a lo lejos vio a su abuelo George manteniendo una postura firme, sin perder la calma, Damien supo que estaba en modo soldado. Era un hombre de admirarse, verdaderamente fuerte y valiente, pero aun así sabía que en su interior debía estar muerto de la preocupación.
Resopló, y justo en ese momento Ariana se acercó. A diferencia de él y el abuelo, su joven esposa nunca escondía sus emociones. Su preciosa carita siempre era como un libro abierto. Y en esos momentos había mucha angustia en ella.
De nuevo maldijo al insensato de su primo.
–No te angusties tanto, Ariana. Lo vamos a encontrar– prometió. –Esta es sólo una de sus niñerías. No puede llevarlo tan lejos–
Pero la castaña no parecía muy convencida de ello.
–No lo sé... Tal vez le sucedió algo– dijo verdaderamente consternada.
Damien sintió un pinchazo en su interior porque él mismo ya había pensado en esa posibilidad, sin embargo de inmediato lo descartó. Ponerse a pensar en tragedias no iba a ayudar en nada. Negó.
–Ha huido porque no supo cómo ser un verdadero hombre– dijo en tono enojado.
Ariana exhaló.
–Pero es inocente–
Él la miró con expresión confundida.
–¿Inocente? Huyó, y eso fue aceptar su culpabilidad–
–Jake dijo que no había sido su culpa– insistió Ariana. –Damien, puede que sea un niño algo rebelde, pero no es un mentiroso–
El soldado había deseado mucho creerle a su primo, pero resultaba imposible.
–Hay evidencias de que es culpable–
Sí, Ariana ya estaba enterada del asunto de las huellas, pero aun así confiaba en el chico.
–Lo sé, pero... si Jake dice que no fue él, es porque no fue él–
Muy a su pesar a Damien le conmovió la fe que Ariana parecía tener en aquel revoltoso. Era obvio que lo quería mucho, ¿pero cómo no iba a hacerlo si ella era tan buena y dulce?
Exhaló.
–Pues como hayan sido las cosas, tendrá que aclararlas cuando lo encontremos–
Ella deseó con toda su alma que así fuera, que lo encontraran pronto, sano y salvo.
En ese momento una voz llamó a Damien.
–¡Keegan!– era el Comandante Crowe que se había estado encargando de la organización de equipos por zonas. –Estamos todos listos para iniciar la partida de búsqueda–
Damien asintió. Él, su comandante y el Teniente serían la cabecilla.
Estaba por ir a reunirse con ellos, cuando la voz de su esposa lo hizo paralizarse.
–Iré por un suéter, y enseguida los alcanzo– anunció.
Negó rotundamente.
–Ni de coña– exclamó. –Tú te quedas–
–Pero quiero ayudar–
–Me serás de más ayuda quedándote en casa resguardada. Además, ¿que no ves? No irán mujeres, sólo hombres–
Ariana frunció el ceño, indignada.
–Eso ha sido muy machista– le dijo enojada.
–¿Machista?– él volvió a negar. –No, nena. Quizá querrás decir "egoísta", porque no estoy dispuesto a dejar que nada malo le suceda a mi esposa mientras buscamos a Jake en el medio de la noche–
–Damien...– exhaló ella.
–Ariana– la interrumpió. –Te juro que si vas con nosotros, no podré concentrarme por el maldito miedo a que te pase algo–
–Pero es que no va a sucederme nada. No tendrás que preocuparte por mí–
Damien sonrió con desgana.
–Eso es como pedirme que no respire... Por favor, ayúdame con eso– casi suplicó.
La castaña comprendió, más o menos, y al final aceptó.
–Bien– murmuró.
Su marido estaba por decirle algo cuando los dos vieron a los recién llegados.
Sus vecinos los Lynch, incluyendo al mayor de sus hijos, llegaban a la hacienda en compañía de uno de los oficiales. El chico Ross parecía haber estado llorando.
Frunciendo su ceño, Damien vio que su abuelo, el Comandante y el Comisario se acercaban hasta ellos, entonces de inmediato corrió para acercarse.
–¿Qué sucede?–
–Hay noticias– informó el policía, y luego señaló al adolescente que estaba pálido y muy asustado.
Ross cerró los ojos, y tembló.
Fue su propio padre quien lo sacudió del hombro con brusquedad.
–¡Habla!– le ordenó.
Por su parte la señora Lynch parpadeó para contener el llanto.
Damien y todos los demás le prestaron toda su atención al chico para que hablara.
–Y...yo...yo– tartamudeó. Parecía estar aterrado, y aquello sólo hacía que Damien y el Teniente sintieran mucha más desesperación. –Yo sé dónde está Jake– anunció.
Fue el joven soldado quien tuvo una mala corazonada, y el que se acercó dos pasos al chico, y lo tomó de ambos brazos.
–¿Dónde está?– su voz sonó helada. Sus facciones estaban deformadas por la angustia, por la incertidumbre
Ross tragó saliva, y más lágrimas salieron de sus ojos.
–Él...él... Jake y yo estábamos en el río, en la parte que da hacia mi casa... Empezamos a discutir acerca de lo que sucedió en casa de los Parker, me llamó cobarde, y luego me retó a entrar al agua, a la zona más honda, ahí donde mamá nos ha prohibido cruzar. Yo me negué pero él sí lo hizo... No pensé que fuese a ser capaz– sollozó. –Lo hizo, y no volvió a salir. Estuve gritándole por mucho tiempo, pero no salió...–
Entonces ahí fue cuando el alma de Damien se fue a sus pies, ante el horror de lo que estaba escuchando.
Cerró sus ojos con fuerza, y bajó la cabeza con dolor.
–Jake se ahogó– escuchó la voz quebrada de Ross, y él mismo se quebró también.
Soltó al adolescente, y se apartó de él dando media vuelta para intentar soportar aquel terrible golpe.
Jake estaba muerto... Su primo de doce años.
¡Joder!
No podía ser cierto.
¡Mierda!
Él no podía creerlo. No quería creerlo, ni aceptarlo.
Y lo peor fue lo siguiente que escuchó de boca del propio Ross Lynch.
–Jake no cometió el delito en casa de los Parker... Fuimos mis amigos y yo. Le tendimos una trampa para molestarlo–
–Soy inocente–
La voz de Jake intentando defenderse lo atacó despiadadamente por toda su mente.
Había dicho la verdad. Su primo tenía palabra y honor. Era todo un Keegan, pero no había creído en él.
Lágrimas se agolparon en los ojos negros de Damien, y tuvo que llevarse ambas manos a la cara para ahogar el grito que se atragantó en su garganta.
Se giró y miró a su abuelo como nunca antes lo había visto... Estaba deshecho, destrozado, desconsolado.
No se atrevía a acercarse. No todavía.
Pero entonces quien se encontró de pronto a su lado fue Ariana, que miró con angustia las lágrimas de su duro rostro.
–¿Q...qué sucedió?– preguntó. Ella aún no lo sabía, pero pudo ver las expresiones decididamente amargas de todos ahí.
El corazón de Damien se encogió dolorosamente, pero sabía que tenía que ser fuerte.
–Los chicos traerán nuestros equipo de buceo– le dijo con la voz en un hilo.
Ariana no comprendió.
–¿Por qué?–
El dolor que Damien sentía en el pecho se expandió cuando consiguió salir del shock, y pudo comprender la terrible magnitud de lo que había sucedido.
–Para sacar el cuerpo de Jake de la laguna que se forma en el rancho de los Lynch–
–¡¿Qué?!–
Damien cerró los ojos.
–Por favor no vayas a ponerte mal– le pidió, pero él mismo no era capaz de tranquilizarse. –Creemos que Jake ha muerto–
Ariana negó, y sus ojos castaños se cristalizaron con llanto.
–¡No!–
–Nena...–
–¡No, Damien! ¡Jake no puede estar muerto!– exclamó con mucho dolor en su corazón. –¿Cómo pueden estar tan seguros que en verdad está ahí? ¡Búsquenlo en otra parte!–
El moreno deseaba que así fuera, pero no podía ser de otra manera.
–Ross es testigo presencial– informó. –Él lo vio lanzarse al agua... Pero no lo vio salir... Ya había anochecido, estaba oscuro, seguro no se veía nada, es probable que se haya lanzado en mal sitio, y se golpeara la cabeza con una roca, o que le diera una hipotermia. En esa zona el agua es muy helada, y aún más por la noche–
La carita de ese niño travieso pero encantador golpeó en la mente de Ariana, y todo dentro de ella se rompió.
Deseó abrazar a su marido porque veía cómo él sufría, y porque ella misma también lo hacía, sin embargo enseguida apareció Chris, que le entregó el equipo de sumersión. Su expresión, como la de los demás soldados, era agria.
–Deberíamos empezar a meternos ya al agua– le dijo con tensión. –Han analizado la zona, y son ochenta metros los que bajaremos. Tardaremos un buen rato en hacerlo–
Ariana no pudo soportarlo ni un segundo más, entonces corrió hacia su esposo, y lo tomó de la mano haciendo que se girara a mirarlo.
–Damien...–
Hubo un destello en la mirada oscura, una emoción que llegaba a él cada vez que ella lo tocaba. Pero aquella sensación se petrificó al instante junto con todos sus sentimientos. La sola idea de que debía sumergirse en el agua helada para, probablemente, sacar el cuerpo sin vida de su primo, lo tenía sin alma.
–Ten cuidado– le susurró esa preciosa castaña.
Esta vez los ojos de Damien no revelaron nada; nada, salvo el hecho de que, bajo la aparente frialdad que de pronto había adoptado, seguía sufriendo.
–Vete a casa, Ariana– su voz era áspera.
Ella negó. Si encontraban ahí a Jake, él iba a necesitarla, y ella a él.
–Esperaré a que salgas–
La expresión del soldado no cambió. Por un momento ni siquiera se movió. Pero luego, en un solo movimiento, la estrechó entre sus brazos, se inclinó para alcanzarla, y la besó con fuerza en la boca. Ariana se aferró a él y le devolvió la pasión con la misma vehemencia. Lo deseaba, lo necesitaba... y era fundamental que él lo supiera.
Momentos después Damien se apartó, respirando trabajosamente. No dijo nada sobre aquel beso increíble.
–Ve a casa, y dale un abrazo a Stella–
Más lágrimas rodaron por las mejillas de Ariana, y su corazón volvió a quebrarse. No pudo insistir más en quedarse.
Asintió.
–Ten cuidado– repitió.
Mientras la miraba desde su altura, los ojos de Damien adquirieron de pronto una expresión sombría.
–Es demasiado tarde– le dijo con amargura. –No tuve cuidado con Jake, y ahora es demasiado tarde–
Ariana intentó decirle algo, cuando él dio media vuelta y se alejó.
Intentó detener su llanto, y entonces vio al Teniente que era abrazado y consolado por Meryl, que había dejado a Stella al cuidado de una de las empleadas.
Cuando se acercó, y el abuelo la miró, no hizo falta que ninguno de los dos dijera nada.
George pasó a los brazos de Ariana, y ahí sollozó como niño pequeño a pesar de que él era casi tres veces más grande que ella.
–¿Qué les voy a decir a Mark y a Blake?– cuestionó en medio de lamentos. –¿Cómo van a superar la muerte de su hijo? No pude cuidarlo, Ari. Fracasé–
–No, no. No diga eso. Todo va a estar bien, abuelo. No pierda la fe... Yo aún tengo la esperanza de que Jake vuelva vivo–
El Teniente la miró con sus ojos humedecidos y su expresión de lamento.
–El cielo te escuche... Pero hará falta un milagro– la soltó, y pronto se encaminó con los demás.
Como Teniente de la Armada, él debía estar ahí.
•••••
Damien, Spencer, Tristan, Adam, Bob, e inclusive el Comandante Crowe fueron los encargados de bajar a las profundidades, mientras las demás personas, policías y el Teniente, esperaban a las orillas.
Con técnica en línea recta, usando cuerdas marcadas para calcular la distancia, y deteniéndose durante intervalos regulares para que sus cuerpos se acostumbraran a la presión creciente del agua, fueron bajando de poco en poco.
El tiempo que pasaban parados, esperando, se hacía eterno, aún más para Damien, pero era necesario. Si pasaban demasiado deprisa desde la superficie a una profundidad por encima de los treinta metros, y luego volvían a ascender, podían sufrir un colapso.
Años atrás habían visto a un tipo que no se creía lo peligroso que era aquello. El muy idiota había sufrido daños cerebrales, a causa de las burbujas de nitrógeno que se habían formado en su organismo. Y no había vuelto a caminar.
A pesar de que los soldados eran famosos por romper las normas, aquélla era una norma que nunca rompían. Ni siquiera cuando tenían mucha prisa.
A esa profundidad, tenían que respirar usando bombonas especiales de gases mezclados para impedir la narcosis del nitrógeno, también conocida como éxtasis de las profundidades. Por si eso fuera poco, había un tiempo límite para permanecer a aquella profundidad. Y el número y la duración de las paradas de descompresión que tendrían que hacer en el camino de regreso complicaban más aún las cosas.
Con el equipo de buceo puesto, no podían hablar. Y a aquella profundidad hacía mucho frío y estaba muy, muy oscuro. Damien no veía a sus compañeros ni al Comandante a su lado. Sólo sentía sus presencias.
Tragó saliva.
Había todavía un mínimo rayito de esperanza dentro de él que confiaba en que no encontraran nada, sin embargo deseaba tener una respuesta a todo pronto. Así se acabarían la espera y las dudas. Encontrar el cuerpo sería mucho mejor que no encontrarlo jamás, y no saber nunca con certeza qué le había ocurrido.
Aunque se había estado haciendo a la idea, no dejaba de doler, y era incluso peor a medida que avanzaban los minutos, más doloroso que antes.
Encendió la linterna y apuntó con ella directamente hacia abajo, consciente de que la luz no llegaría, a través del agua lodosa, al lugar donde el sonar había señalado un objeto del tamaño aproximado y la densidad de un cuerpo humano.
El corazón de Damien golpeó dolorosamente en su pecho.
>Perdóname, Jake. Debí haber creído en ti...< pensó desde lo más profundo de su alma.
Resistió las lágrimas, y apagó la linterna. Cerró los ojos. Sabía que podía hacer cualquier cosa, si era necesario. Pero ver el haz de luz, reflejarse en la cara pálida e hinchada de Jake iba a ser lo más duro que había hecho nunca.
•••••
Era cierto, Ariana todavía tenía la esperanza de tener a Jake de regreso, pero ahí, en la habitación de su pequeña bebé, mientras la mecía con suavidad para que se quedara dormida, de pronto le llegó a su pecho un mal presentimiento, y por fin fue capaz de ver las cosas como realmente eran... Jake tenía que estar muerto. Se había ahogado. Había saltado al agua, y no había salido.
El Teniente tenía razón. Necesitaban un milagro.
–No, cielo santo, no permitas que Jake haya muerto de ese modo– rezó con voz en un hilo y no pudo seguir refrenando las lágrimas. De nuevo se soltó a llorar. Una tras otra rodaron por su rostro.
Intentó tranquilizarse, y cuando se dio cuenta de que Stella estaba ya dormidita, la recostó con cuidado en su cuna.
La contempló por unos cuantos instantes cuando escuchó el portazo de la puerta de entrada.
Gracias al cielo no había sonado lo suficientemente fuerte para despertar a su hija.
Exhaló y de inmediato bajó corriendo.
Al llegar a la sala, tal y como esperó, lo primero con lo que se encontró fue con Damien...
Él se había desplomado en el sillón, y mantenía su cara cubierta con las manos. Debía haberse quitado ya el traje de buzo porque llevaba la misma ropa de esa tarde, pero tenía el cabello húmedo.
Ariana deseó con toda su alma poder acariciarlo y consolarlo.
Dio unos cuantos pasos hacia él en silencio. Después lo llamó.
–¿Lo...lo han... lo han encontrado?– cuestionó, y tragó saliva, rogando con todo su ser que no fuese a darle tan devastadora noticia.
Damien levantó la cabeza, y Ariana pudo observar una rígida tensión en sus facciones y un dolor infinito en sus ojos.
Se tensó, y esperó temiéndose lo peor, sin embargo lo vio negar, y sólo entonces pudo respirar con más calma.
–Sólo había un montón de basura– respondió con amargura.
Habían buscado por toda la floración de rocas, por toda aquella zona, lo mejor que pudieron, teniendo en cuenta la limitación del tiempo.
Ella sonrió entonces muy ilusionada, casi saltó de alegría.
–¿Significa eso que Jake no se ahogó?– preguntó esperanzada, y se acercó más a él.
Pero Damien no parecía feliz, ni mucho menos.
Volvió a negar.
–La zona en la que buscamos no es más que una parte de la cantera. No hemos podido seguir avanzando debido a lo noche que es, pero por la madrugada haremos otra inmersión–
Lo horrible del asunto era que un retraso de cuatro o cinco horas no iba a cambiar nada si su primo en verdad estaba ahí abajo.
–Damien, tienes que mantener la esperanza. Aunque todo apunte que Jake se ahogó, puede haber otras posibilidades. Por favor ya no te atormentes pensando en que él ha muerto. Mejor sube a tu habitación para que descanses aunque sea un poco–
Pero el soldado negó.
–La culpa no me va a dejar dormir– susurró.
–Todos nos sentimos culpables, por no haberlo cuidado, pero...–
–No, no, Ariana tú no entiendes– casi sollozó.
–¿Lo dices porque no creíste en su inocencia?–
Damien resopló.
–Por eso y por algo más– su voz era tan helada y seca como su mirada.
Ariana no comprendió.
–Pensé... pensé que era conveniente que aprendiera un poco de disciplina... Por eso me lo había estado llevando a correr para que se entrenara. Él dijo eso de que quería ser soldado como el abuelo y como yo, y bueno... Una de esas mañanas le dije que los soldados tenían que acostumbrarse al agua fría. Le hablé de la semana infernal, de cómo hay que entrar al agua congelada y aguantar... Él quería intentarlo. Quería intentar nadar en la parte profunda, así que le dejé hacerlo. Sólo saltamos y volvimos a salir. Se me ocurrió dejar que probara lo que era el frío de verdad– se detuvo y respiró hondo antes de continuar. La miró fijamente. –Ése fue mi error, Ariana, no lo dejé quedarse en el agua. Lo saqué enseguida. No dejé que le dieran calambres, o que comprobara lo duro que es nadar cuando tienes todos los músculos del cuerpo agarrotados por el frío. Creo que le di falsas esperanzas para que volviera a intentarlo–
Ariana comprendió entonces por qué le dolía a él muchísimo más que a todos. Comprendió la agonía en su cara, la desesperación y la impotencia.
De nuevo las lágrimas se amontonaron en sus pupilas, y estás se desbordaron.
Intentó limpiarlas, y enseguida negó.
–No es tu culpa– ella sentía deseos de tocarlo, de estrecharlo entre sus brazos, pero su marido parecía distante, tan inanimado y quieto, tan amargo, duro e inalcanzable.
–Sí que lo es– su voz era amarga, llena de angustia por la pérdida.
–No, Damien. Nada de esto es culpa tuya. Tú lo querías, te preocupabas por él... Era tu hermano–
El soldado negó. Pareció de pronto más viejo y cansado, y había dolor en cada una de las líneas de su cara. Ese dolor fue tan fuerte, y Ariana estaba tan conectada a él, que todo, absolutamente todo se traspasó a ella. Entonces no se lo pensó más, ni lo dudó. Se acercó, y se arrodilló enfrente suyo, y dado que sus palabras parecían no alcanzarlo, le rodeó el cuello con sus brazos.
Damien pareció sorprendido por un instante, pero sólo uno. Al segundo siguiente ya estaba estrechándola entre sus brazos con tal fuerza que el abrazo se volvió casi doloroso.
Ariana sintió su pecho vibrando. El calor y la fuerza de su enorme cuerpo la atraían hacia él como un imán, y recordó lo maravilloso que había sido estar aquella tarde entre sus brazos justo en el mismo momento cuando Jake saltaba al agua en la otra parte del río...
Sintiendo mucho dolor por ello, se aferró a Damien como si estuviera temiendo ser arrebatada de su lado.
Atormentado, él hizo lo mismo. Cerrando sus ojos, y aferrándose a la delgada cintura de su esposa, dejó que un par de lágrimas fluyeran libres.
Las suaves y delicadas manos de Ariana le acariciaron la cara y el cabello, intentando desesperadamente darle consuelo y amor.
Y aquel rudo y hosco militar lo recibió, recibió toda la ternura que esa mujer le daba.
La culpa no lo dejaba en paz, pero ella conseguía que todo fuera más soportable.
Su preciosa hada mágica que lo hechizaba... Su Ariana.
–Voy a quedarme aquí contigo... Siempre voy a estar a tu lado– le dijo con voz dulce.
Damien la escuchó, y atesoró cada una de aquellas palabras en su corazón. Siguió entonces sus instintos, la tomó de la cintura con sus manos, levantándola del suelo, y colocándosela a horcajadas. La abrazó por la espalda hasta pegarla completamente a su torso, y entonces comenzó a besarla, dejando que ella probara el sabor de sus lágrimas, y probando él las suyas.
La besó con pasión y violencia porque en esos momentos lo necesitaba de aquel modo.
Ariana lo recibió, y le dio por partes iguales. Le devolvió el beso con todo su amor estallando en sus labios. Le proporcionó el consuelo que Damien estaba pidiéndole a gritos, estaba necesitándola, y ella ahí estaba para él.
Se besaron hasta que ninguno supo dónde terminaba uno y dónde comenzaba el otro. Se besaron hasta que no sólo sus alientos se mesclaron, sino también sus lágrimas.
Estaban juntos, y así iban a estarlo siempre, aunque en ese momento ninguno de los dos se atrevió a imaginarlo.
•••••
Damien intentó no hacer ruido cuando despertó, sólo porque no quería que Ariana despertara.
Eran las cuatro de la mañana, y él debía estar en la cantera cuanto antes reuniéndose con el Comandante y la Brigada.
Terminó de colocarse los botines, y luego pensó en la posibilidad de tomarla en brazos para subirla a su habitación y que pudiera así dormir más cómoda en su cama, pero no se atrevió a hacerlo porque temía despertarla. Además parecía muy cómoda ahí en el sofá. Era tan pequeña que le quedaba enorme.
Habían pasado esa noche, o al menos las horas pasadas, ahí, juntos en ese sofá, dormidos, ella abrazada de su pecho, y él rodeándola con sus brazos protectoramente.
Se había sentido tan malditamente bien que al despertar casi había olvidado que una terrible tragedia había sucedido.
Pero la vida era una mierda, y de inmediato se lo recordó.
Se preparó entonces para marcharse, pero antes se detuvo a mirar a su esposa. Quería llevar su hermosísima imagen en la mente y en el corazón para poder ser fuerte y soportar lo que le esperaba, porque de alguna u otra manera Ariana siempre conseguía hacerlo sentirse mejor, le daba esperanza, y lo hacía pensar en que por más horrible que fuese el mundo, todavía valía la pena vivir en él sólo porque ella también vivía ahí.
Qué bonita era cuando dormía. Pensó, y el pecho se le hizo garras. Qué bonita era a todas horas, a cada instante.
Exhaló, y estuvo a punto de girarse para marcharse, sin embargo en ese instante su celular comenzó a sonar. Con pesar se dio cuenta de que aquel mínimo sonido había conseguido despertar a su esposa.
La joven se alzó apoyándose en sus manos, y abrió los ojos poco a poco. Luego lo miró.
Con un suspiró, él atendió la llamada al ver que era su Comandante.
–Voy para allá– informó, pero entonces fue interrumpido. –¡¿Qué?!–
A medida que la llamada continuaba y Ariana terminaba de despertar, se dio cuenta de cómo el rostro de su marido iba cambiando de la tristeza a la sorpresa, y después a la consternación. Entonces ella misma se encontró frunciendo el ceño, esperando a que colgara para que pudiera decirle qué ocurría.
Cuando Damien colgó, no hubo necesidad de preguntarle porque enseguida él habló.
–Han detenido a un chico con las señas particulares de Jake en una comisaría lejos de Palm Beach–
Los ojos de Ariana se abrieron de par en par, y no pudo evitar sonreír abiertamente, con ilusión y nueva esperanza.
–¡Cielo santo! ¡Tiene que ser él!– exclamó contenta, y entonces lo abrazó porque al igual que en la medianoche, resultó ser lo más natural en esos instantes. –¡Damien, tiene que ser Jake! ¡Yo lo sabía! ¡Yo sabía que no estaba muerto!– sonreía, estaba tan feliz, y se veía tan preciosa que indudablemente contagiaba al soldado con toda su alegría y entusiasmo.
Damien no deseaba ilusionarse todavía. Era realista y todavía existía la posibilidad de que su primo en verdad se encontrara en el fondo del río, sin embargo fue imposible no sentir un atisbo de alegría. La fe de Ariana era contagiosa.
Rogó internamente para que en efecto se tratara de Jake.
–Sube por la niña, y vamos–
Ariana asintió.
–De acuerdo, ¿pero a dónde iremos?–
–Tú y Stella a la casa grande, yo a Parkland–
•••••
A final de cuentas Ariana resultó ser la mujer más terca del mundo, y consiguió que Damien la dejara acompañarlo.
Aunque había accedido a regañadientes, en el fondo estaba contento de que así hubiese sido.
Había participado en muchísimas misiones difíciles desde que se había graduado de la escuela militar, pero aquélla era la primera vez que tenía una mano a la que agarrarse cuando llegaba el momento de la verdad. Y se alegraba de ello, se alegraba de que aquella divina hada mágica estuviera allí, aunque no fuese a admitirlo en voz alta.
Ella iba en el asiento copiloto de su camioneta, y había dejado a Meryl al cuidado de Stella.
Damien la admiraba por ser tan fuerte y tan valiente. Esas dos cualidades se las había estado demostrando a lo largo del tiempo que llevaban casados. Era una mujer única y especial, y qué razón habían tenido todos... Su abuelo, Meryl, el Comandante Crowe, Chris, Gal... ¡Joder! Incluso hasta Jake se lo había dicho.
>Jake< volvió a pensar en su primo. Se dijo mentalmente que en esos instantes lo importante era saber si él seguía vivo. Ya después se ocuparía de aclarar todo con su esposa.
¡Y mierda! Cómo ansiaba ese momento. Lo anhelaba muchísimo.
Se había pasado los últimos meses muriéndose de deseo por Ariana, y lo ocurrido en el río el día anterior lo tenía famélico y desesperado por más.
–¿Ya han avisado a tus tíos?– su pregunta lo hizo despertar del trance.
–Disculpa, ¿qué?–
–Los padres de Jake... ¿Ya están enterados de todo?–
Damien negó.
–Le dije al abuelo que no los llamara hasta que estuviéramos completamente seguros de lo que había ocurrdo con Jake. No tiene caso preocuparlos ahora, si de cualquier manera se encuentran a muchas horas de distancia. Cuando todo este embrollo se aclare... Yo mismo los llamaré–
Exhaló.
Miró los señalamientos de la carretera que le anunciaban que habían llegado, y después miró su reloj. En efecto habían transcurrido cuatro horas de viaje. Activó el GPS y pronto buscó la ubicación de la comisaría de esa ciudad.
Luego de unos minutos consiguió llegar hasta ahí.
–Hazme un favor– le pidió él antes bajarse de la camioneta. Se giró para mirarla. –Si en efecto es Jake... no vayas a dejar que lo mate–
Ariana sonrió y asintió. Era tan alto que incluso sentados ella tenía que alzar la cabeza para verlo a la cara.
–De acuerdo, todo va a estar bien– colocó entonces una de sus manos sobre la de él, y fue un gesto hermoso para Damien, quien bajó la mirada para ver. Los delicados dedos de ella sólo le llegaban a los nudillos. Era tan frágil y delicada... Entonces hizo lo que había estado deseando hacer durante todo el viaje, le tomó la mano, y la apretó con calidez.
Los dos se sonrieron tenuemente, luego él salió, y la ayudó a ella a salir.
Con un respiro hondo, Damien empujó la puerta de aquel lugar, y entraron juntos.
El aroma químico y dulzón del ambientador no enmascaraba por completo el olor a humo de tabaco. Las paredes sombrías eran de un feo tono beige y las baldosas del suelo estaban agrietadas y picadas en algunos sitios.
Habían muchas personas transitando por ahí esa mañana, y los oficiales de policía parecían demasiado adormilados o mucho más interesados en sus rosquillas y termos de café, que en atenderlos.
Cuando llegaron a recepción, Damien le mostró la identificación de militar que poseía.
El oficial a cargo, un hombre gordo y calvo, examinó la fotografía y el rostro de Damien con indiferencia.
–Vengo en busca de mi primo, y le han informado a mi comandante de la posibilidad de que aquí se encuentre– le dijo en tono serio, pero entonces notó que el sujeto parecía ahora más interesado en otra cosa, comiéndose con la mirada a Ariana que evitaba por todos los medios hacer contacto visual con él.
El soldado intentó no enfurecer pero sólo quedó en intención porque verdaderamente enfureció. Sujetó con una mano la de Ariana, y con la otra tomó violentamente la corbata del sujeto arrancándolo de su asiento, acercándolo a él, e hiriéndolo en el acto.
–¿Ya terminaste de babear por mi mujer? ¿Ya puedes mostrarme el maldito camino?– su voz sonó peligrosa.
Era un delito muy grave faltarle al respeto a un policía, pero Damien era un soldado, y uno muy celoso de lo que le pertenecía.
El oficial que estaba ahora blanco como la grana, asintió con expresión asustada.
–Po...po...por supuesto, se...señor. Y...yo no... yo no estaba mirando a su esposa. Yo... yo sería incapaz–
–Dime dónde tienen al chico– desde luego él ignoró sus palabras. Exigió con voz dura, y continuó sujetando con firmeza la mano de la castaña. No pensaba volver a soltarla, y aún menos en lugares donde hubiera personas del género masculino.
Con dedos temblorosos, el oficial señaló la puerta.
Damien lo miró una última vez con ojos todavía furiosos, y luego arrastró a Ariana con él.
Juntos caminaron por un largo pasillo donde parecían estar las oficinas de los policías.
Al fondo, había una con puertas de vidrio transparente. Y Jake Keegan estaba sentado en una silla ahí dentro.
El alivio rugió entonces en los oídos de Damien. El mundo entero, y la oficina junto con él, parecían girar sobre su eje.
La alegría fue seguida por una gélida sacudida de ira.
¿Cómo podía haberles hecho Jake aquello? ¡El muy idiota! ¡Les había dado un susto de muerte! ¡Mierda, habían creído que se había ahogado!
–Damien– su esposa lo llamó para recordarle lo que él mismo le había pedido.
Se volvió y miró los ojos de Ariana. Estaban llenos de lágrimas, pero sonreía. Ella nunca había perdido la esperanza.
–Creo que Jake ya recibió suficiente castigo– le dijo como si le hubiese leído el pensamiento, o como si todo lo que él sentía estuviera escrito en su cara.
De pronto, la ira de Damien se disipó. Su primo estaba vivo. Sí, había cometido un montón de errores, ¿pero quién era él para hablar? Él también había cometido los suyos, que eran realmente inmensos.
Exhaló.
–Tranquila. Estoy bien. No retorceré el cuello de Jake si es lo que te estás temiendo. Tienes razón– muy a su pesar también sonrió.
Necesitaba mantener una importante charla a solas con su primo, y no podía esperar a que llegaran a Mission Bay. Pero por otra parte pedirle a Ariana que esperara ahí en el pasillo, donde cualquier otro imbécil podría llegar a importunarla, no fue opción para él.
Continuó caminando, hasta abrir la puerta.
El chico hasta entonces ignoraba todo lo que había ocasionado con su huida, el retraso del viaje a Corea del Norte de la Brigada, Ross Lynch llorando arrepentido y admitiendo su culpa, todos los vecinos reunidos con el afán de encontrarlo a pesar de que muchos de ellos habían sido víctimas de sus travesuras, el corazón roto de Meryl que lo adoraba, el de Ariana también, y ni qué hablar del abuelo George.
Cuando Jake levantó el rostro y vio a Damien la sorpresa lo llenó, y después el temor.
¡Joder!
El soldado mantuvo la calma.
–Andando– fue lo único que le dijo, y esperó a que se pusiera en pie y saliera.
Cuando Jake vio a Ariana lo primero que hizo fue correr a abrazarla. La castaña lo recibió sintiéndose inmensamente feliz de volver a ver su carita de pingo lleno de adorables pecas. Ya casi era más alto que ella, pero aun así siempre iba a considerarlo un adorable niño.
–No vayas a dejar que Damien me asesine, por favor, Ari– le rogó. Y hasta entonces ni Ariana ni Damien se dieron cuenta de lo mucho que habían extrañado su voz.
Ella sonrió.
–Tranquilo, Jake. Nadie va a hacerte nada, te lo prometo– le acarició el cabello.
El chico exhaló sin saber todavía si debía creer eso o no, luego bajó la mirada.
Damien firmó todo lo que había que firmar, y enseguida salieron los tres del lugar. Pero antes de iniciar el camino de vuelta a la hacienda, le pidió a Ariana que los esperara en la camioneta.
Jake miró a su primo con expectación.
–¿Ahora sí vas a matarme? ¿Por eso le has pedido a Ari que nos espere allá? ¿Para que no intervenga ni pueda hacer nada cuando quieras arrancarme la cabeza?– le preguntó a la defensiva.
El soldado negó.
–No, Jake. Lo único que quiero es... pedirte perdón–
Las pobladas y oscuras cejas del niño se fruncieron con sorpresa y desconfianza.
–¿Pedirme perdón?– repitió incrédulo.
Damien asintió.
–Por no haber creído en ti–
–Yo no mentí– replicó Jake.
–Ahora lo sé. Ahora sé que eres inocente, y lamento mucho haber tenido que darme cuenta cuando pensábamos que estabas muerto–
Jake jugueteó en el suelo con su pie, luego pateó una piedrita.
–Sí, bueno, y yo lamento eso– dijo sin más. –Tenía mucho miedo de que me mandaran a la correccional de menores–
–Ya lo sé amigo, y te prometo que nadie va a llevarte a esa correccional. Pero tal vez tengas que pedirles perdón a muchas personas en casa debido al gran susto que les ocasionaste–
Jake se mantuvo en silencio avergonzado por ello.
–Mientras tanto...– habló Damien de nuevo. –¿Tú y yo estamos bien?– alzó la mano para obtener los cinco.
Jake sonrió y asintió. Luego chocó su mano con la suya en señal de ello. Pero luego sus facciones volvieron a tornarse preocupadas.
–¿Han llamado a mis padres?– cuestionó con angustia. –Si no me mandan a la correccional, seguro esta vez ellos cumplirán su amenaza y me enviarán a Suiza– sus ojos oscuros como los de él parecían aterrados por ello.
Damien negó.
–Le pedí al abuelo que se esperara y no lo hiciera. Pero tal vez después del regaño que te dé, querrá hacerlo–advirtió.
–¡No!– exclamó entonces Jake completamente desesperado. –¡Damien, por favor! ¡Convence al abuelo para que no lo haga! ¡Te prometo que nunca volveré a portarme mal, te lo juro!–
Damien creía en su primo, y él tampoco quería que lo enviaran a Suiza. Sabía que aquella travesura había ido muchísimo más lejos que las demás, y el tío Mark y la tía Blake se merecían estar al tanto de lo ocurrido.
–Hablaremos después de eso. Ahora debemos volver a la hacienda. El abuelo está muy preocupado por ti. Él te quiere mucho, y creo que evitará a toda costa que tus padres te alejen de su lado–
Jake pareció aliviado y casi contento.
–Yo también lo quiero a él. Antes odiaba la idea de vivir en la hacienda, pero ahora no quiero irme nunca de ahí, además también quiero mucho a Rambo, a Ariana, a Stella y a Meryl, e incluso a ti, un poquito, y nunca quiero alejarme de ustedes–
Damien sonrió.
–Yo también te quiero, Jake– despeinó su cabello juguetonamente. –Ahora entra a la camioneta que nos espera un viaje largo de regreso–
El chico asintió, y pronto entró a las puertas traseras del vehículo.
El moreno también entró, y enseguida dio marcha adentrándose en la carretera.
Media hora fue suficiente para que Jake se quedara profundamente dormido.
Sonriendo Ariana le echó un vistazo desde su lugar.
–Creo que venía agotado– comentó.
Damien lo miró por el espejo retrovisor. Su primo ya hasta había empezado a roncar.
–Planear su huida, y fingir su muerte debió haber sido un trabajo muy exhaustivo–
Después de aquellos momentos tan angustiosos Ariana ya era capaz de reír. Lo miró con ternura. Desde el día en que lo había conocido había adivinado que tras su apariencia rebelde y cínica, había un niño de muy buen corazón.
–Es un buen chico. Sólo necesitaba un poco de atención y de cariño– dijo suavemente. –Por fortuna en la hacienda encontró a personas que se lo dieron–
A su pesar, Damien sonrió. Él pensaba lo mismo.
–¿Sirvió la charla que mantuvieron? ¿Han hecho las paces?–
–Algo así– respondió. –De hecho sí. De ahora en adelante nos llevaremos mejor. Si va a estar viviendo con nosotros más tiempo, tal y como ha dicho que desea, entonces voy a ser un buen primo mayor. Quiero ser un buen ejemplo para él–
–Yo pienso que ya lo eres– le dijo Ariana con tanta dulzura, que Damien quitó por unos segundos la vista del frente para mirarla.
Negó.
–No estoy ni cerca, pero me esforzaré en serlo– volvió a mirarla, y esta vez su mirada se suavizó mucho más. –Además tengo otro motivo muy poderoso... Stella–
Ante la mención de su hija, la castaña sintió hermosísimas sensaciones dentro de su pecho.
Damien orilló entonces la camioneta, y se detuvo únicamente porque necesitaba decírselo en esos instantes y no después.
Se giró, y la miró fijamente. Necesitaba ser sincero con ella antes que nada.
–Ariana... Yo sé que les fallé... Fui un imbécil, y un cobarde. Tuve muchísimo miedo de convertirme en padre, y ese miedo aumentó aún más cuando la vi por primera vez... Pero quiero que sepas que no la odié. Jamás podría odiarla porque es mía y la quiero más de lo que te puedes imaginar. Por eso deseo reparar mi error–
Tal vez Damien nunca había sido más sincero en toda su vida, y Ariana estaba escuchándolo atentamente, mientras con un pinchazo en el pecho ella recordaba cuando eso era lo que había creído... Que él detestaba a la niña. Ahora se daba cuenta de que no había sido así.
–Sé que no me la merezco, pero te juro que cada día que pase voy a esforzarme y a luchar para poder ser digno de ella...–
Para Ariana todo aquello fue suficiente. Casi no podía creerse que Damien no pudiese ver el maravilloso hombre que él era. Valiente, leal, protector, honesto...
Enseguida negó, y lo tomó de las manos haciéndolo callar.
–Damien... Siempre te la has merecido–
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