Capítulo 3
Ariana se apresuró a terminar de copiar todo lo que estaba escrito en el pizarrón. Eran las fórmulas que tendría que estudiar para el examen final de cálculo.
El timbre para el descanso ya se había escuchado resonar, y los alumnos comenzaban a salir del aula de manera apresurada, pero no la castaña. Ella necesitaba terminar de copiar esas condenadas fórmulas.
–¡Vamos, Ari!– le gritó Dove exasperada.
Con expresión presurosa Ariana le respondió que terminaría pronto. Tomó sus cosas, se puso en pie del pupitre e hizo todo aquello mientras seguía escribiendo.
–Ya– sonrió cuando terminó finalmente.
Las dos comenzaron a caminar por el largo pasillo.
–Ari, te estresas demasiado con estos condenados exámenes. De cualquier manera todos los profesores te exentarán por tus buenas notas–
Ariana exhaló. Había estado esa última semana completamente estresada por los exámenes finales, no importaba que no fuera a continuar con sus estudios universitarios, de cualquier modo deseaba terminar la preparatoria y hacerlo con una excelente calificación.
–Mientras tú te rompes la cabeza con esos libros y cuadernos, Bella, Selena y yo nos preocupamos por el vestido que usaremos en el baile. No puedo creer que aún no tengas pareja–
–Nadie me ha invitado– respondió ella hundiéndose de hombros.
Dove la miró con ojos entornados.
–¿Esperas que te crea eso? Eres una de las niñas más lindas de toda la escuela. Los chicos babean por ti–
Ariana negó, aunque era cierto. Durante toda esa semana había estado recibiendo muchísimas invitaciones, pero ella las había rechazado todas. A decir verdad ni siquiera tenía ánimos de asistir al baile.
–Bueno...– comenzó a decir y se hundió de hombros. Nunca había sido buena mintiendo u ocultando cosas. –Un par de chicos me lo han pedido–
La rubia sonrió y esperó ansiosa a que le contara todo lo sucedido.
–¿Y? ¿Qué les dijiste?–
–Intenté ser lo más amable posible, pero les dije que no–
Dove rodó los ojos.
–¿Piensas ir sola?–
–De hecho no pienso ir–
–¡¿Qué?!– su amiga no se lo pudo creer.
Ariana suspiró.
–Se acerca el recital de verano en la academia, y estaré muy ocupada. No tendré tiempo de nada–
–Deberías darle oportunidad a algún pretendiente, si sigues así te quedarás solterona para toda la vida–
–Dove...–
–¿Sabes? En parte puedo entenderte. Después de haber estado con un verdadero hombre como el soldado Keegan, todos estos bobos deben parecerte demasiado infantiles–
En el momento en que mencionó aquel nombre, Ariana se puso pálida. Exaltó los ojos, y de inmediato hizo callar a su amiga.
–Dove, cállate. Alguien puede escucharte– exclamó consternada. Miró a su alrededor para asegurarse de que las personas se encontraran metidos en sus propios asuntos.
–Tranquila, Ari–
Ella intentó tranquilizarse, pero fue muy tarde para el vuelco de su corazón.
No quería pensar en ese hombre, no quería que su mente evocara nada de él. Ni su rostro, ni su voz, ni su fuerza, ni su pasión. ¡Nada!
Solo con pensar en él se le cortaba el aliento.
¡Santo cielo!
Había estado evitando el recordar para no atraer a su mente nada de lo que había sucedido aquella noche, pero siempre parecía imposible. Por más que Ariana lo intentara Damien Keegan regresaba a su mente para hacerla revivir todas aquellas emociones una y otra vez.
Luchaba contra ello, pero indiscutiblemente todo había quedado grabado en su piel...
No podía cerrar los ojos al recuerdo; veía a cada instante al soldado en su mente, moreno, poderoso, sus duras facciones, sus impresionantes ojos negros que le habían atravesado y escrutado el alma. Le parecía que aún percibía su sutil aroma masculino, aún sentía sus manos tocándola, su boca inundándola con sus besos, su enorme cuerpo cubriendo el suyo.
¡Oh, no!
Recordaba también el momento en que su mirada llameó ante el reconocimiento junto con una aterrorizada incredulidad al descubrir que ella había sido virgen hasta antes de que él se encargara de lo contrario.
Nadie la había conocido jamás así, nadie la había tocado de aquel modo.
Los escasos e inocentes besos serios y aburridos que había recibido hasta entonces habían sido de todo menos agradables. Pero cuando Damien Keegan la había besado...
–¿Cuándo vas a dignarte a contarme cómo fue el sexo con ese grandulón?– cuestionó Dove todavía esperanzada.
Ariana estaba conmocionada. Su cuerpo se puso tan tenso que se le cortó la respiración. El rubor cubrió enseguida sus mejillas.
–Deja de hablar de ese modo, y ya te dije cientos de veces que nunca diré nada–
Dove lo ignoró como cada vez.
–¿Te dolió? Ya lo creo que te dolió, eres un cuarto de lo que es él. ¿Qué te dijo para convencerte de irte con él? ¿Cuánto duró?–
Ariana estaba tremendamente avergonzada de todo lo que estaba diciendo su amiga y no parecía dispuesta a decir nada.
La rubia rodó los ojos, y exhaló con frustración.
–Eres demasiado mojigata, Ari. Estamos en pleno 2014, las relaciones sexuales ya no son tabú–
Aquello era cierto, vivían en una época en la que el sexo era uno de los principales temas entre los jóvenes, sin embargo no para Ariana.
–A decir verdad, Dove... No recuerdo mucho. Estaba borracha, ¿lo olvidas?– a ella no le gustaba mentir, pero en ese instante lo estaba haciendo. Lo recordaba, desde luego que lo recordaba, y posiblemente nunca lo olvidaría. Cada detalle, la sensación, la pasión, el placer... Pero no podía compartirlo con Dove aunque fuese su mejor amiga desde años atrás. La intimidad de aquella noche seguiría siendo eso, íntima.
–Estoy segura de que mientes. Ese hombre no es de los que se olvidan, pero de acuerdo, si así lo quieres...– alzó las manos en señal de paz. –No voy a presionarte–
Ariana suspiró aliviada de que su amiga ya no fuese a insistir en el tema. Estaba por decir algo, cualquier cosa para cambiar el rumbo de la conversación cuando de pronto aparecieron Bella y Selena, parecían apuradas.
–¡Dove!–
–¡Dove!– la llamaban.
–¿Qué pasa?– les preguntó la rubia.
–El profesor Hopkins quiere hablar contigo. Dice que te copiaste el trabajo final de internet–
Dove abrió la boca enfadada.
–¿Cómo se atreve?– exclamó graciosamente enojada. –Ahora mismo iré a dejarle unas cuantas cosas en claro a ese...–
–Dove, contrólate. No necesitas adoptar esa pose agresiva– gracias al cielo tenía a Ariana que siempre conseguía calmar sus locos impulsos.
–¡Pero me está difamando!– la chica parecía verdaderamente ofendida.
Ariana rió.
–Toma aire– le dijo. La rubia obedeció. –Bien, iremos con él, y le aclararemos que tú hiciste ese proyecto sin necesidad de consultar el internet–
Dove negó.
–Tú adelántate a la cafetería, y aparta una mesa porque muero de hambre. No tardaré mucho con el señor Hopkins–
Ariana no estuvo muy segura de dejar ir sola a su amiga.
–¿Prometes que no discutirás con él?–
Dove rodó los ojos y alzó su mano derecha.
–Lo prometo...– exhaló. –Ari, siempre le quitas la diversión a todo– se quejó y mientras lo hacía se encaminó directo a ver al profesor.
Bella y Selena decidieron acompañar a Ariana hasta los comedores. Las tres chicas charlaban animadamente sobre una banda musical que les agradaba cuando de pronto al llegar al área de comidas, un fuerte olor increíblemente insoportable atacó sin piedad las fosas nasales de la castaña.
Sintiéndose incómoda comenzó a arrugar la nariz, y su expresión se transformó en una mueca de asco.
–¿Q...qué es ese olor?– cuestionó mientras se llevaba una mano al rostro logrando así cubrir su nariz, aunque la acción fue en vano.
Bella y Selena la miraron sin comprender.
–¿De qué hablas, Ariana?–
–¿A qué olor te estás refiriendo?–
Ninguna de las dos chicas pudo percibirlo, y la castaña no se pudo creer que fueran incapaces de oler algo tan fuerte, detestable e insoportable.
–¡Ese olor!– exclamó completamente asqueada. Llevó su otra mano a su estómago cuando sintió que las náuseas la abarcaban por completo, y entonces no pudo resistirlo más.
En menos de un segundo Ariana ya no se encontraba más en la cafetería de la escuela, sino que había salido corriendo lo más rápido posible de ahí.
Corrió por todo el pasillo hasta que consiguió llegar al baño más cercano. No le hubiese importado si era el de hombres o el de mujeres pero para su fortuna se trataba del de mujeres.
Apenas entró, abrió una de las puertillas de los inodoros, se inclinó, y medio segundo más tarde todo el vómito fue expulsado.
Ariana tembló y se estremeció, tosió y escupió todos los residuos. Tardó más de un par de minutos en lograr recuperarse, pero no salió enseguida del cubículo. Cerró los ojos, y se recargó en la puertilla intentando que todo su ser volviese a la normalidad.
Esperó unos cuantos segundos mientras sentía que su estómago volvía a asentarse, y entonces decidió salir, sin embargo se llevó una sorpresa muy grande cuando se encontró en los lavabos a miss Peeples, la maestra de Español.
¡Demonios!
Ariana que iba recuperando su color de tez, palideció una vez más.
–¿Ariana, te encuentras bien?– cuestionó preocupada.
–Yo... yo... Sí– respondió aunque no era verdad. Las náuseas regresaban.
–¿Estás segura? Yo no lo creo. Mira esa cara que traes, estás más blanca que la grana–
–Estoy bien, sólo tuve un ligero malestar, pero ahora me encuentro mejor– aseguró Ariana.
Miss Peeples la miró con profunda seriedad por unos instantes, y la joven no comprendió por qué.
–¿Vomitaste?–
Ariana asintió.
–Supongo que el desayuno debió caerme mal esta mañana, además ese olor en la cafetería...–
La maestra continuó en silencio haciendo que su alumna comenzara a sentirse nerviosa y expectante.
–Estás en tercer grado, ¿no es así, Ariana? Estás próxima a graduarte–
–Sí, miss–
Nia Peeples echó un rápido vistazo en los cubículos para asegurarse de que estuvieran vacíos y después cerró la puerta.
–¿Desde cuándo te sientes así?–
–¿Así cómo?–
–Con náuseas y mareos–
Ariana dudó unos cuantos segundos.
–Sólo ha ocurrido hace unos momentos– respondió todavía sin comprender de qué iba todo el rollo de la maestra.
–Escucha, no quiero que pienses que estoy entrometiéndome en tu vida, pero eres mi alumna y... – después de pensárselo un poco, finalmente decidió soltarlo. –¿Ariana, estás embarazada?–
La pregunta tomó completamente desprevenida a la joven, y su efecto fue devastador. El estómago le dio un enorme vuelco, y sintió de pronto como si hubiese recibido un golpe en el estómago que la dejado noqueada por unos instantes.
–¿E...embarazada?– la voz se le quebró.
–¿Has mantenido relaciones sexuales últimamente? Puedes confiar en mí. Lo único que deseo es ayudarte–
Imágenes comenzaron a rondar por la cabeza de Ariana torturándola con estupor. Imágenes de Damien Keegan y ella en el baño de aquel establecimiento. Sus cuerpos unidos, y retozando sin parar, los sonidos de esa unión, la sensación, el fuego, la pasión...
¡Oh, por todos los cielos!
Ariana estuvo a punto de gemir angustiada en voz alta. Negó de inmediato un tanto exaltada por dichos recuerdos y se alejó un paso de la maestra.
–No– respondió con más ímpetu del necesario. El corazón le latía tan frenéticamente que tuvo miedo de que fuese a salírsele del pecho.
–¿Tienes novio?–
–No, no tengo novio, y tampoco... tampoco he hecho eso con nadie–
–No pretendo ofenderte– aseguró de inmediato Miss Peeples. –Tan solo pasa que millones de jovencitas pasan por esto a diario, y en la mayoría de los casos no cuentan con nadie que las ayude o las oriente. Yo no quiero que eso le suceda a ninguna chica de Roosevelt–
Ariana se estremeció con pánico pero enseguida logró recuperarse. Negó rotundamente.
–Pues le agradezco, pero como ya le dije, yo no estoy embarazada. Si es todo lo que quería decirme, entonces debo marcharme. Se aproximan los exámenes, y yo... yo tengo que estudiar–
Miss Peeples asintió con un suspiro.
–De acuerdo, Ariana. Lamento mucho haberte importunado–
La castaña exhaló en un gesto negando para despreocuparla. Después salió de ahí.
Mientras caminaba se encargó de ahuyentar cualquier pensamiento que pudiese llevarla de vuelta a todo lo sucedido un mes atrás entre aquel soldado y ella, aunque no lo logró del todo. Imposible olvidarlo, y ahora... mucho menos.
–¡Ariana!– las voces de sus tres amigas que se aproximaban a toda velocidad, la llamaron.
–Ariana, ¿estás bien?– Dove fue la primera en preguntar.
–¿Qué sucedió? ¿Por qué saliste corriendo así de la cafetería?–
–¿Quieres que te llevemos a enfermería?–
Ariana alzó las manos intentando parar sus cuestionamientos. Negó rápidamente.
–Estoy bien– respondió, pero la tensión de su voz la desmentía.
–Yo no creo que estés bien. Luces bastante enferma– argumentó Dove que la conocía a la perfección.
De nuevo Ariana negó.
–Ya les dije que estoy bien, yo... yo sólo necesito un poco de aire. Y por favor no vayan a seguirme. Quiero estar sola–
Entonces Ariana se alejó de ahí a toda prisa, dejando a sus tres amigas bastante consternadas.
•••••
En la Base Militar de Boca Ratón se entrenaba duro y con coraje. Se entrenaba como si fuesen bestias, porque así necesitaban que fuese su mentalidad, así los requerían a la hora de salir a batalla.
Los ejercicios físicos constaban de cuatro partes: inteligencia, agilidad, fuerza y rapidez.
No podía decirse que la Fuerza Armada de los Estados Unidos no los tuviese.
La tropa de Florida los tenía, desde luego.
Todos eran hombres preparados para cualquier guerra, pero nunca se consideraban de ese modo, siempre se preparaban para ir por más.
Y así lo hacía Damien. Él siempre buscaba más, se exigía más.
Aquel era un entrenamiento intensivo. El Comandante y los Subcomandantes se encontraban reforzando a sus soldados ahí en el inmenso campo de la base a contra reloj, mientras gritaban con voz potente órdenes precisas.
Cada soldado ponía todo su empeño, todo su esfuerzo, cada gota de sus fuerzas, y también toda su concentración, sin embargo no Damien.
El soldado Keegan entrenaba con dureza, con toda su fuerza animal, pero era su mente lo que le fallaba. Su concentración estaba en otra parte, en otro tiempo, y así lo había estado desde aquella noche.
No podía hacer nada por evitarlo. Los esfuerzos resultaban siempre en vano. Esa pequeña hada volvía una y otra vez a su cabeza atormentándolo con los recuerdos. Tal y como en ese instante. Dichos recuerdos se abrían paso en su exhausto cerebro. Daba igual lo cansado que estuviera ahora o lo ebrio que había estado entonces, toda esa noche aparecía clara y nítida en su mente.
Llevaba cuatro interminables semanas reviviendo aquel momento con esa preciosísima chica que había gemido en sus brazos. Llevaba cuatro interminables semanas intentando dormir con una erección que no podía doblegar, soñando con ella, despertándose sudado y malditamente excitado, también airado consigo mismo.
Había ocasiones en las que Damien se preguntaba si esa noche en ese bar había sido sólo un sueño, pero enseguida él mismo se respondía. Había sido real. Cada detalle, cada sensación placentera, lo que ella sintió, lo que él sintió... La perfección en la que había encajado su frágil y delicado cuerpo con el suyo enorme y fuerte, los deliciosos gemidos femeninos que se había bebido a besos, el sabor de su piel tan suave... ¡Mierda! Jamás había tocado una piel más suave, nunca había probado unos labios más dulces, nunca había follado con una mujer más perfecta que esa hada, más hermosa...
«Ariana»
Ese era el nombre de esa pequeña belleza de ojos color whisky.
Ella había sido virgen, y eso tampoco podía olvidarlo.
¡Joder!
¿Por qué cada vez que la recordaba, y que recordaba la expresión en su rostro cuando la desvirgó, Damien se quedaba sin aliento?
¡Maldita fuera!
Había sido una completa sorpresa para él, y había logrado dejarlo paralizado por unos cuantos instantes.
–Yo... yo nunca...– había susurrado contra su pecho, haciéndolo pensar que nunca había mantenido relaciones sexuales con un desconocido en un baño, no precisamente que carecía de todo tipo de experiencia. Había visto en ella la inocencia, pero no había querido reconocerla. El deseo lo había cegado.
Nunca antes había tocado a ninguna chica virgen, ni siquiera había besado a una. Después de todo no era tan desgraciado como presumía serlo. Siempre se involucraba con las experimentadas, las que buscaran lo mismo que él, sexo sin complicaciones, sin sentimentalismos.
Las chicas intactas estaban prohibidas, así de simple, pero Ariana... ¡Oh, joder! Ariana había sido fantástica. Ella lo había quemado vivo, y ahora en esos instantes, a un mes de todo aquello, el soldado se dijo que no se arrepentía, no lamentaba el haberse adueñado de su virginidad.
Mientras terminaba de realizar sus ejercicios de resistencia, un pensamiento loco le abarcó toda su cabeza. Un pensamiento que lo desorientó por unos instantes...
Se preguntó si aquella hada mágica lo recordaría con el mismo ardor y deseo con los que él la recordaba a ella.
Enseguida se recriminó. Debía olvidarla de una maldita vez, también debía dejar de comportarse como un romántico imbécil. Nunca volvería a verla de cualquier modo.
•••••
Faltaba toda una hora completa para que las clases en Margot Fontaine terminaran, y Ariana se sentía como si faltaran mil años más.
El recital de verano se acercaba, así que en las últimas semanas los ensayos habían sido demasiado intensos.
El montón de alumnitas se preparaban con disciplina y constancia para la gran puesta en escena que las tenía mucho más que emocionadas.
Ariana y las demás instructoras se encargaban de evaluar que cada paso que ellas dieran estuviera coordinado y bien cimentado. En el ballet siempre debía buscarse la perfección, eso decía la señorita Margot.
Mientras la música sonaba, las niñas bailaban en el centro del salón, y las instructoras observaban, Ariana permanecía perdida en su propia angustia.
Había estado todo ese largo día llena de tensión y pánico, agobiada por cada pensamiento que atacaba su cabeza, todos con la sola idea de estar posiblemente embarazada.
Sentía que le faltaba el aire cada vez que lo pensaba. Sentía la consternación correr por todo su ser haciéndola estremecerse del miedo y la desesperación.
No podía estar embarazada. ¡Por el cielo santo, no!
Se había pasado cada segundo rogando porque no fuera verdad.
Ariana se lo negaba rotundamente, y seguiría negándoselo. No podía ser posible.
Ella no podría enfrentarse a un embarazo. No podría tener un bebé...
Instintivamente, y sin ser consciente de lo que hacía, se llevó una mano a su vientre, y apoyó la palma abierta sobre él.
Casi sollozó de nuevo al pensar en lo que implicaría el hecho de que su duda fuese cierta.
En definitiva no podría hacerse cargo de un hijo. Volvió a rezar mentalmente, y le rogó al cielo que por lo más sagrado, no le permitiera traer a un inocente niño a ese desgraciado mundo en el que ni siquiera ella misma era feliz.
Tenía diecisiete años, vivía de arrimada con la única familia que le quedaba y que encima la detestaban, no tenía un solo centavo, y además... además no contaría con el apoyo del padre, desde luego.
Un vuelco doloroso asestó el corazón de la angustiada chica al pensar de nuevo en Damien Keegan.
Cerró los ojos con desespero, y sacudió la cabeza para librarse de cualquier pensamiento que la llevara a ese hombre, a la noche de pasión que compartieron, y al posible hecho de estar esperando un hijo suyo.
Era imposible, se dijo. No podía ser verdad, intentó convencerse.
Las náuseas, el mareo, el cansancio, y la ausencia de su regla, todo tenía que deberse al estrés al que estaba sometida debido a sus exámenes finales y al recital de ballet. Sí, por supuesto que todo tenía que tratarse de eso. No podía haber otra explicación.
Lo mejor sería que hablara con la señorita Margot para informarle que no se sentía bien, y pedirle permiso para marcharse a casa. Allá podría descansar, por fortuna el tío Charlie llevaba ya un par de semanas trabajando en Miami, y no tendría que soportarlo. Descansaría hasta recuperarse de ese mal día, y así por la mañana estaría mucho mejor.
Claro eso haría. Su jefa era muy comprensiva, seguro la entendería.
Intentó caminar hasta llegar a donde ella se encontraba, sin embargo mientras lo hacía comenzó a sentir la cabeza pesada, y un terrible mareo que la envolvía por completo.
Se tambaleó a cada paso que dio, y de pronto la oscuridad se cernió sobre ella.
Ahí en el suelo de madera de la escuela de ballet, Ariana cayó desmayada ante los ojos de sus alumnas, sus compañeras y la señorita Margot, quienes de inmediato corrieron alarmadas a auxiliarla.
Al parecer la joven bailarina se había equivocado e iba a necesitar algo más que solamente descansar.
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Muchas gracias por sus comentarios. Les gustó este cap? Se vienen cosas intensas!
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