Capítulo 1
*Esta historia fue terminada el 14 de febrero de 2019, pero si estás leyendo esto en el tiempo actual te agradeceré que dejes tu voto y comentario*
Medio Oriente. Turquía.
Arriesgando su vida...
Eso era lo que hacía Damien Keegan. Día tras día, noche tras noche. Llevaba haciéndolo cinco años, y seguiría haciéndolo hasta que sus fuerzas no se lo permitieran más. O hasta que lo mataran.
No le tenía miedo a la muerte, y jamás lo haría. Además... para él no existía motivo alguno que lo hiciera apreciar la vida, sino todo lo contrario. Suficiente había vivido ya a su muy joven edad.
Sin embargo había algo para lo que era más que bueno, algo que lo hacía ser consciente de que estaba vivo.
Se trataba de aquello precisamente, eso que tenía a su alrededor...
Ahí en medio de aquel caos, camuflado por el tejado, con su uniforme de combate, y la metralleta en los brazos.
Ser un soldado.
En el desierto, en la jungla o en el ártico. Siempre sin temor a caer víctima.
Eran ya altas horas de la noche, pero así lo habían premeditado. La Fuerza Armada trabajaba mejor protegidos por la oscuridad.
Habían llegado al país esa misma tarde. Después de una extenuante misión en la Selva Negra en Alemania, su Comandante los había mandado de inmediato hacia aquel lugar. Un salto en paracaídas desde gran altura, encima del desierto, a las afueras de la ciudad. La habían atravesado, moviéndose en silencio, casi invisibles hasta llegar sigilosamente al edificio que buscaban.
Un montón de terroristas de Oriente Medio habían invadido las oficinas de la Embajada Americana, y los tenían secuestrados. No querían recompensa, ni tampoco ningún tipo de acuerdo. Los terroristas no negociaban con Estados Unidos, pero Estados Unidos tampoco negociaba con ellos. Lo único que querían era matar, ver correr la sangre de inocentes, y así lo harían.
Se trataban de un montón de fanáticos religiosos con un loco e intenso odio por todo lo americano, y un historial de tortura y abusos muy extenso, que planeaban llevar a cabo una especie de ritual al punto de la medianoche.
Y eso sería pronto. Se había llegado la hora de actuar.
Damien activó los infrarrojos de sus prismáticos, y volvió a echar un rápido vistazo al edificio. Eran demasiados esos malditos hijos de puta. Setenta aproximadamente contra ocho.
Podían salir victoriosos, confiaba en ello, pero también era extremadamente probable que fallaran y murieran. Aquello no lo inmutó aún así. Continuó observándolo todo con detenimiento, con sus ojos negros demasiado penetrantes y ágiles, esos ojos que hechizaban a cualquier mujer que tuviera la mala fortuna de mirarlos, y que intimidaban a cualquier sujeto que se le pusiera enfrente.
La calma que sentía era porque no tenía nada que perder... Absolutamente nada.
Era el líder en esos instantes. El Comandante Crowe lo había ordenado de ese modo la última vez que hablaron por radio. Debían obedecer sus órdenes, y así lo hicieron los otros cuatro soldados que lo acompañaban, cuando él hizo la seña de preparación.
Pine se colocó enseguida en posición para protegerle la espalda. Hutcherson y Wilds asintieron en acuerdo, y también se prepararon para seguirlo. Sin embargo hubo alguien que antes de acatar la orden, se quedó en silencio mirando a Damien con ojos entornados, y un brillo peligroso en la mirada... Murray, quien había enfurecido al enterarse de que alguien más que no era él, quedaría a cargo del grupo en aquella misión. A los pocos instantes cambió su expresión a neutral, y emprendió el camino detrás de sus compañeros.
Habían estudiado el mapa de la zona durante la reunión previa, así que sabían exactamente a dónde se dirigían. No dudaban ni por un instante que los rehenes estarían encerrados en alguna de las oficinas del último piso.
Los ocho se miraron a los ojos. Eran todavía jóvenes en eso, pero tenían ya algo experiencia. Habían sobrevivido a batallas, y habían visto cantidad de atrocidades a manos de cabrones desalmados como esos.
El Comandante confiaba en ellos, y también su país. Por eso estaban dispuestos a mandar a esos asesinos al infierno, o morir en el intento.
Damien dio la orden final.
Dos soldados se quedaron en lo alto del techo para fungir como francotiradores, y los otros seis se encaminaron al ataque frontal, que desde luego él encabezaba.
Entraron al edificio sin siquiera esconderse, y un segundo después todo se volvió un caos. Las ventanas se rompieron en mil pedazos, las explosiones del fuego enemigo ocasionaron humo por todas partes, y los gritos de horror comenzaron...
Cuarenta minutos con treinta y ocho segundos más tarde, Damien Keegan, Chris Pine, Josh Hutcherson, Tristan Wilds, Bob Lockwood y Michael Murray salían en compañía de los quince americanos que habían tenido por rehenes aquellos fanáticos musulmanes que ahora descansaban sobre sus charcos de sangre.
Spencer Boldman y Adam Hicks los esperaban ansiosos.
De pronto, el radio de Damien reprodujo el sonido de la voz de su Comandante.
–Aquí soldado Keegan– exclamó su voz grave y masculina.
–Felicitaciones muchachos. No dudé de ustedes ni por un instante. A nuestros hermanos americanos, quiero decirles que ahora están a salvo, y mañana a esta hora estarán en suelo amigo. Keegan, cuando lleguen a la base quiero hablar contigo–
Todos sabían lo que aquello significaba. Significaba que Damien había hecho su trabajo, que lo había hecho bien, y que tanto el Comandante Crowe como el Coronel Freeman le harían entrega de una medalla más.
Murray rodó los ojos con fastidio. Evidentemente le molestaba que todo el reconocimiento fuera siempre para su compañero. Sin embargo los demás no pensaban como él.
–¡Felicidades, Damien!–
–Nadie se merece esa medalla más que tú, mi amigo–
–Bien hecho, gladiador–
–Ya quiero llegar a casa para que te den esa medalla, y poder descansar como el cielo manda–
Sin embargo medallitas y descanso no significaban nada para Damien. Él sólo se prepararía para la siguiente batalla.
•••••
Boca Ratón, Palm Beach, Florida.
Las clases en Roosevelt High School terminaron en punto de las dos de la tarde, y después del timbre final del día, los alumnos comenzaron a salir de sus aulas y de la escuela como si los persiguiera el demonio.
La última clase había sido Historia, la favorita de Ariana, así que ella había sido la última en salir del salón, pues se había detenido a aclarar una duda con su profesora.
–Vamos, Ari, ya es tarde– comentó Selena, una de sus amigas.
–Lo lamento, chicas. Es que en verdad me gustó la clase de hoy–
–No entiendo cómo puede parecerte interesante esa estúpida guerra que ocurrió hace cientos de años. Yo estaba muriéndome de sueño– secundó Kay.
–Yo pienso que sería interesante leer sobre ella... Si no existiera Facebook, Spotify o Netflix, por ejemplo– bromeó Dove.
Todas comenzaron a reír, y Ariana no se sintió ofendida en absoluto. Las cuatro eran buenas amigas. La rubia, la morena, la pelirroja, y la castaña, sin embargo quienes tenían un mayor lazo de amistad que venía desde años atrás eran Ariana y Dove.
–Bueno, nosotras nos despedimos, tenemos aún pendiente ese trabajo de Química, y la maestra ya nos ha advertido que si no lo presentamos no podremos graduarnos– dijo Kay en tono preocupado.
–Y claro que tenemos que graduarnos. La Universidad de Texas nos espera– secundó Selena guiñándole un ojo a su amiga. Las dos habían sido aceptadas ya en dicha universidad, y estaban muy emocionadas por ello.
Enseguida se despidieron de ellas con un beso en la mejilla, y pronto se marcharon.
–¡Al fin es viernes! Me muero porque lleguen las vacaciones. Los maestros no están teniendo piedad de nosotros ni siquiera porque vamos a graduarnos– comentó Dove irritada una vez que comenzaron a caminar hacia la salida. –Estoy a punto de mandarlo todo al infierno–
–No digas eso. Yo sé que puedes. Además tu esfuerzo valdrá la pena porque entrarás a la Universidad de Florida– sonrió Ariana cálidamente.
Inmediatamente la expresión de Dove cambió por completo. Miró a su amiga con tristeza.
–Ojalá pudieras venir conmigo– dijo. –U ojalá pudieras entrar a cualquier otra universidad. Maldición, Ari. ¡Esto es muy injusto! Tus tíos son unos egoístas de mier...–
Ariana de inmediato negó evitando que ella soltara una palabrota ahí en la escuela.
–Dove, tranquila–
–Sabes que es cierto– el enojo en el rostro de Dove era evidente.
Y tenía su razón de ser. Aunque hacía ya mucho tiempo que Ariana lo había aceptado y se había resignado.
Nunca reprochaba. En su corta vida había aprendido a no reprochar ni cuestionarle al cielo por qué tenían que sucederle ciertas cosas, an ella que nunca le había hecho daño a nadie.
Sus padres habían muerto cuando tenía diez años en un accidente aéreo, y desde entonces, al quedar huérfana, había quedado en manos de su tía Penélope, una mujer que podía llegar a ser bastante cruel, aunque no tanto como lo era su esposo Charlie.
Juntos se habían encargado de que Ariana no disfrutara de su niñez ni siquiera un poco, y ahora se estaban encargando de arruinarle su juventud y su futuro, pues le habían dejado bien en claro que cuando terminara la preparatoria no le permitirían continuar con sus estudios.
Ariana suspiró.
–No pierdas energías enfadándote, Dove. De cualquier manera sabes que la única escuela con la que sueño es la NY Ballet Academy, demasiado lejos de mí– suspiró.
–Esa academia puso los ojos en ti. Fuiste campeona nacional. Te querían a ti, querían darte no una sino dos becas, ¿lo recuerdas?– de nuevo su amiga enfureció mientras recordaba esa competencia del año anterior. –Pero esos malditos egoístas con los que vives no te dejaron ir a Nueva York. ¡Como los odio! ¡Esa era la oportunidad de tu vida!–
Lamentarse no era bueno. Ariana lo había aprendido.
Volvió a negar.
–Ya, Dove, olvídalo. Estaré bien, te lo prometo– le sonrió, porque así era ella, siempre sonreía. A pesar de todo lo ocurrido en su vida, la alegría no había desaparecido de su rostro ni de su alma.
Muy a su pesar Dove tuvo que sonreír.
–Eres demasiado dulce a veces. Tienes que adquirir más dureza, Ari– la asió de los hombros. –No quiero que esos tíos tuyos, y esa arpía que tienes como prima sigan aprovechándose de tu bondad–
La castaña rió.
–Lo intentaré–
–Oye, estaba pensando...– Dove enseguida cambió de tema. –Esta reabrirán por remodelación el lugar en el que trabaja el amigo de mi hermano, tal vez sea buena idea que vayamos, ya sabes para que te animes, y desestresarnos un poco. Oí que habrá barra libre para las mujeres– aplaudió emocionada.
–Dove, ni siquiera tenemos la mayoría de edad, y ni soñando nos dejarían entrar–
La rubia rodó los ojos.
–Ya lo sé, y no pretendo ir a embriagarme, pero nunca he ido a un sitio así, y me muero de curiosidad. Lo de las edades es lo de menos, te lo aseguro– sin embargo Dove se quitó el entusiasmo cuando vio que Ariana no estaba dispuesta a ceder. –Bien– dijo resignada. –Pero al menos hagamos algo esta noche. Es viernes, mis papás se quedarán a trabajar hasta tarde, y mi hermano no está en la ciudad, así que puedo usar su auto. Vayamos al cine o por ahí a pasear–
–En serio quisiera, pero mejor invita a Selena o a Kay. Sabes que yo tengo trabajo, y después debo salir corriendo a casa para preparar la cena–
En cuestión de segundos el enojo volvió a la rubia.
–Algún día esos desgraciados tendrán su castigo– dijo refiriéndose a los tíos abusivos.
–No les deseo ningún mal. Son mi familia, y sean como sean... en el fondo los quiero– al menos a la tía Penélope y a su prima Victoria. Sentía la necesidad de quererlas porque eran la única familia que le quedaba.
–¿Lo ves? Eres demasiado buena, Ari. No quiero que nadie te lastime. ¿Ha seguido molestándote ese infeliz de tu tío?–
Ariana no pudo evitarlo, y se estremeció.
Durante los últimos meses el tío Charlie había estado acosándola de una manera en la que ningún hombre debía acosar a su sobrina, y ella lo detestaba por ello. Sin embargo nunca nada había llegado lejos, y todo se limitaba a miradas morbosas, comentarios desagradables, aunque cada vez más subidos de tono.
–A veces–
–Deberías acusarlo–
–¿Quién me creería? Mi tía no, desde luego–
–Pero la policía sí–
Ariana negó. Dove estaba yéndose demasiado a los extremos.
–No hace falta. Creo que sólo me molesta cuando está aburrido, pero confío en que pronto me deje en paz– sin embargo cada vez que pensaba en él, el asco y el miedo invadían todo su ser. Aún así no quería preocupar a su amiga. Se esforzaba en pensar que nada malo le pasaría, en que su tío no sería capaz...
–Bien, pero de cualquier forma, no bajes la guardia. Quizá sea buena idea que tomes algún curso de defensa personal este verano, yo podría tomarlo contigo–
Dove era demasiado lista y siempre tenía algo que decir. Ariana la quería muchísimo.
–No estaría mal– consintió con una sonrisa. –Debo irme–
–También yo–
Las dos chicas se despidieron amistosamente, y prontamente cada una de ellas tomó el camino hacía su casa.
Ariana tardó menos de cinco minutos en llegar hasta la suya. Vivía cerca de la preparatoria, lo que era demasiado conveniente para ella.
Cuando entró, se encontró con su prima y con su tía que discutían en la sala insultándose de formas nada agradables entre madre e hija.
Ariana cerró la puerta con excesivo silencio esperando pasar desapercibida, sin embargo no tuvo tanta suerte.
–Llegas tarde– la acusó Penélope con enfado.
–Yo...yo... Lo lamento. Me quedé unos pocos minutos para aclarar algunas dudas con mi maestra–
Penélope soltó una carcajada larga.
–No sé para qué diablos te esfuerzas tanto en acabar esa estúpida escuela si de cualquier manera lo que te espera es un trabajo de cajera en Walmart o friendo hamburguesas en un McDonald's–
Victoria, que era su prima mayor por un par de años, la miró con burla.
–Destinada a ser una fracasada, mi querida Arianita– sonrió mostrándole una falsa sonrisa. –En cambio yo voy a triunfar–
Ella era alumna de la Universidad de Florida, o eso era lo que les hacía creer a sus padres, pues hacía ya casi un año que la habían expulsado por reprobar todas sus materias. Ariana lo sabía, sin embargo por más cruel que fuera su prima con ella, jamás la delataría.
–Ahora mismo tengo que salir, pero cuando regrese quiero que tengas la cena lista. Victoria y Charlie han adquirido malos hábitos alimenticios por culpa de que siempre demoras en hacer todo. Por fortuna ya pronto tendrás más tiempo para ocuparte de la casa–
Ariana permaneció con la mirada en el suelo, soportando toda palabra y todo desprecio de parte de la hermana de su difunta madre, sin siquiera abrir la boca para replicar. Nunca se atrevería a responderle a su tía. A pesar de todo la respetaba. O le temía.
La miró, intentando buscar similitudes de ella con su mamá, pero no encontró ninguna. Anne había sido una mujer noble y amorosa... ¡Cómo la extrañaba!
Penélope sonrió al ver que una vez más Ariana no estaba dispuesta a defenderse, y tomó su bolso para encaminarse a la puerta, sin embargo se detuvo al escuchar que ella la llamaba.
–Tía...–
Pronto se giró para mirarla, con molestia.
–¿Ahora qué quieres?–
–Eh... Yo...– comenzó a tartamudear. Sabía que probablemente su tía le respondería de mala gana, pero aun así necesitaba preguntar. –Quiero saber de Nonna. Hace mucho que no llamas al asilo–
–¿Estás cuestionando lo que hago o dejo de hacer?– la miró furiosa.
Ariana se encogió.
–No, no– aseguró de prisa. –Sólo quiero saber cómo está. No la he visto en muchísimo tiempo– quería decir que hace años que ella no le permitía verla, pero no se atrevía a decir algo así.
–Lo último que supe de ella fue que le pegó una neumonía muy fuerte– respondió su tía burlonamente. –Con un poco de suerte, probablemente esa vieja esté ya muerta–
Ariana contuvo el deseo de llorar, y el dolor en su corazón.
–Por favor dime que no es cierto, tía... Te lo ruego... Dime que Nonna está viva, llévame a verla– las lágrimas salieron desde aquel color miel en el que nadaban. Estaba suplicándole desde el fondo de su alma.
Pero Penélope ni siquiera sintió piedad. Soltó una carcajada.
–Olvídalo, mocosa. Y ya no insistas en el tema, en si está viva o está muerta, porque no quiero que me hagas perder la paciencia. Estás quitándome el tiempo– volvió a encaminarse a la puerta.
De nuevo Ariana deseó ir tras ella y arrodillarse a sus pies suplicándole, pero bien sabía que el esfuerzo no valdría de nada.
¿Cómo se atrevía su tía a hacerle aquella crueldad a su propia madre? ¡¿Es que no tenía corazón?! ¿Sentimientos?
Sacó de la alacena los ingredientes necesarios para preparar lasaña, y enseguida encendió la estufa para empezar a cocer las pastas.
Intentó no pensar en su Nonna, tampoco en la crueldad de su familia, sino en la tranquilidad al encontrarse ahí sola. Un pequeño momento de paz.
Comenzaba a relajarse cuando escuchó el portazo en la puerta principal de la casa.
De inmediato se puso alerta, pues supuso quién debía ser el recién llegado.
Antes de que pudiera al menos prepararse para recibirlo, y poder demostrar aunque fuera un poco de firmeza, él hizo su aparición en la cocina.
La sonrisa en el rostro del hombre al encontrarla sola fue casi automática.
Ariana se olvidó de la comida, y con sus manos apretó con fuerza el cucharón que sostenía. De pronto empezó a temblar, y no pudo hacer nada por detener dichos temblores. El miedo que sentía por su tío la dejaba paralizada.
–Qué hermosa vista me presentas esta tarde, Arianita– Charlie dio un paso más hacia el frente, y simultáneamente la castaña dio otro hacía atrás.
Él río por lo bajo. Le divertían demasiado esas reacciones, además lo excitaban. Le encantaba ver el temor en esa preciosa carita de contornos delicados. Lo hacía sentirse fuerte y poderoso. La tenía en sus manos, y pronto sería suya, eso lo juraba.
De pronto se llevó una mano a la entrepierna, y ella se sobresaltó deseando no comprender, deseando que su joven mente no comprendiera algo tan enfermizo, que las intenciones de su tío no le resultaran tan horriblemente claras.
Charlie no quitó su mano, sino que se dedicó a mirarla de arriba abajo, lentamente, contemplando la figura esbelta de su bonita sobrina, cubierta con aquel precioso vestido, esos ligeros, delgados y llenos de flores, así como los que siempre se ponía. Vestiditos que olían a inocencia pura.
–¿Por qué estás tan asustada, primor? No vas a decirme que el tío Charlie te atemoriza, ¿o sí?– él se acercó aún más, haciéndola toparse con la pared.
Entonces la dejó ahí atrapada, y ella deseó gritar con todas sus fuerzas.
>¡Cielo santo, aléjalo de mí! ¡No permitas que me toque!<
–No... no te acerques– la voz le flaqueó, y eso lo hizo sonreír aún más.
Aquella sonrisa era tan repulsiva que Ariana supo en ese instante que comenzaría a tener pesadillas con ella.
–Deja que me acerque, zorrita. Te prometo que te gustará, oh te encantará– aseguró.
A cada palabra que él pronunciaba, aumentaban todos los temores de la adolescente. Lo odiaba demasiado. El asco que sentía hacia él era tan intenso que la dejaba sin fuerzas.
No podía creerse que su tía estuviera casada con un hombre tan asqueroso como ese.
–Vi...Victoria está arriba– dijo esperanzada de que la mención de su hija en casa lo hiciera recapacitar, pero el rostro masculino ni siquiera realizó gesto alguno.
–Y estoy seguro de que ahí permanecerá. Le encanta encerrarse en su habitación, con la música a todo volumen, ¿cierto?–
¡Oh, por el santo cielo! ¡Eso no estaba ocurriendo!
Él estaba acercándose más. Iba a tocarla, iba a abusar de ella, y Ariana no podía hacer ni una maldita cosa para detenerle.
Odiaba ser tan menuda, lo odiaba demasiado porque en esos instantes deseaba tanto tener la fuerza suficiente para defenderse de ese abusivo. Sin embargo desear algo no significaba nada.
El tío Charlie no era un hombre grande, pero a comparación de ella sí que lo era.
Las lágrimas asomaron los ojos castaños. Comenzaron a rodar por todo lo largo de sus mejillas. Estaba muy asustada, sabía lo que él le haría, y sabía también que ella no podría soportarlo. Iba a morir de repugnancia.
Tal vez sus ruegos fueron escuchados, tal vez el cielo se apiadó de ella. Ariana no supo qué sucedió pero el caso fue que cuando su tío se acercó lo suficiente para tocarla, no lo hizo.
–No pienso hacerlo hoy, Arianita. Pero lo haré– prometió. –Pronto–
Ella lo miró fijamente, y supo que no mentía. La amenaza era latente, y en los ojos despiadados vio que no mentía, que lo ansiaba, y lo obtendría.
El corazón se le salió casi del pecho, y el miedo volvió a multiplicarse.
–Por favor...– suplicó en medio de su llanto.
Pero Charlie no tendría clemencia.
–Mientras más lloras, y más te muestras asustada, me vas poniendo más y más cachondo–
Ariana cerró los ojos, y desvió la cara para no tener que verlo.
–Quiero que me dejes en paz–
Él realizó la parodia de una exclamación de ternura.
–Eso no va a suceder, Arianita, no hasta que te tenga, cariño... ¡Maldición! ¿Sabes qué es lo que más me pone? Lo tiernita que estás, lo inocente y dulce que eres... Y aún más el hecho de que seas virgen. Yo seré el primero en tomarte, y lo haré antes de que cumplas la mayoría de edad, porque eso es más excitante. Es algo así como una fantasía que tengo, ¿sabes? Entrar a tu habitación justo en el medio de la noche para quedarme con tu virginidad de niña... No sabes lo caliente que me pone pensar en ello, así que prepárate. Cumples los dieciocho muy pronto, ¿cierto?–
Ariana no respondió. Todavía se encontraba dentro del aturdimiento que habían provocado todas esas enfermas declaraciones.
Se agarró con fuerza del respaldo de la estufa, porque sabía que si la soltaba se caería. Las rodillas no le respondían más.
Lo último que vio antes de sentir que se derrumbaba fue la sonrisa desalmada de aquel desgraciado, justo cuando salía de la cocina tranquilamente mientras canturreaba una canción.
•••••
Damien bajó de la avioneta alrededor de las diez de la mañana junto con sus demás compañeros y junto con el Comandante Crowe.
Habían llegado directo a Washington donde el presidente Obama había ofrecido un servicio en su honor. Ahí se habían despedido de las personas que habían rescatado, y habían vuelto a su avión haciendo una escala en Texas para después volar hacia Florida, donde fueron recibidos con aplausos y felicitaciones por haber salido triunfantes en aquel rescate en Turquía.
Mientras bajaban del avión, Damien observó que ahí se encontraba Gal la esposa de Chris Pine, quien de todos sus compañeros soldados, era el que podía llamarse su amigo. Los vio abrazarse y besarse con amor infinito, y no supo por qué, pero la imagen le dejó un vacío muy denso en el estómago, como si de pronto fuera demasiado consciente de su propia soledad.
Arrugó la cara y realizó una mueca de asco. Se recriminó a sí mismo por estar pensando en esa sarta de sentimentalismos y demás mierda. De inmediato lo alejó de sus pensamientos.
El Coronel Freeman ya los esperaba con la bandera de los Estados Unidos alzada, y una ceremonia por comenzar, en donde les fueron entregadas medallas de reconocimiento a todos los soldados, y una insignia especial para Damien por haber demostrado su liderazgo.
La ceremonia no duró mucho, y después de aquello todos juntos degustarían de un banquete en los comedores de la Base Militar, sin embargo Damien disculpándose les dijo que prefería irse a casa a descansar.
–Vamos, viejo, no puedes irte– le dijo Chris que se alejó un poco del abrazo de su amada esposa para ir tras su amigo. –Esta comida es en tu honor, además te han comprado un pastel por ser tu cumpleaños–
Aquello era cierto. Era 12 de mayo, y Damien estaba cumpliendo veintitrés años justo aquel día.
–Quédate al menos hasta que te cantemos Happy Birthday, Keegan– le dijo Tristan.
Damien negó.
–No me agradan los festejos, y lo saben– respondió con voz helada. Su expresión no cambió, pero el simple tono bastó para que sus compañeros no insistieran más con el asunto del pastel. –Además necesito descansar un poco. ¿Es que ustedes no están cansados? Traemos el horario al revés–
Todos rieron y negaron.
–Ya habrá tiempo para dormir después. Esta noche nos espera una gran juerga– comentó Spencer emocionado. –Tienes que venir con nosotros a celebrar. Nos emborracharemos hasta el amanecer porque nos lo merecemos, oh y por ser tu cumpleaños también–
–Es una suerte que haya caído en día de descanso– añadió otro de ellos.
Damien no respondió al instante.
–Lo pensaré– fue su respuesta en un murmuro, pero bien sabía en el fondo que no iría esa noche a ninguna parte. Estaba por marcharse cuando una voz más habló.
–Dejen en paz al muchacho– intervino Michael con una sonrisilla burlona. –Él prefiere quedarse a jugar ajedrez con su abuelo como todo un buen chico–
Ambos intercambiaron miradas. Resultaba evidente la antipatía que sentía aquel rubio por él, sobre todo cuando soltaba comentarios como ese, sin embargo el moreno jamás respondía. Los dos eran soldados, los dos habían sido entrenados desde adolescentes, ambos eran altos y de constitución fuerte, y aún así Damien sabía que podía vencerlo, sin embargo pensaba que no merecía la pena el esfuerzo de crear una disputa con su compañero.
Rodó los ojos con indiferencia, y enseguida se marchó sin mirar atrás.
Michael por su parte tomó camino hacia la base.
–A veces Damien es muy raro– opinó Spencer que de todos ahí en el cuartel, era el más alegre. –Nunca disfruta la vida. Es joven, rico, y bueno, no es tan guapo como yo, pero tiene lo suyo, y de cualquier manera cuando no estamos de servicio prefiere estar encerrado en su hacienda–
Chris volvió con su mujer, y la abrazó por la cintura.
–Debemos darle su espacio– contestó con simpleza.
–Creo que lo que a Damien le falta es encontrar el amor– dijo Gal sorprendiéndolos a todos. –Cuando encuentre a la mujer de su vida verán cómo toda esa coraza de hielo se irá rompiendo–
Todos soltaron un montón de carcajadas.
–Sí, yo no creo que eso suceda– le dijo Spencer.
–Tampoco yo. No imagino a Damien enamorado. Eso ni en mil años– secundó Adam bastante seguro.
Chris sólo se hundió de hombros, y miró a su guapa esposa.
–Pues él se lo pierde– sonrió encantado con la vida que él llevaba, pues era el hombre más enamorado.
•••••
Damien condujo su Ranger negra desde la Base Militar hasta Mission Bay, el pequeño condado que se encontraba a poco más de quince minutos de Palm Beach.
En Mission Bay se encontraba su casa, le gustaba vivir ahí, y no resultaba problema para él tener que conducir algunos kilómetros más cuando tenía que ir a la ciudad.
Cuando llegó a la Hacienda Keegan, estacionó la camioneta, y enseguida bajó de ella junto con sus maletas.
Estaría de descanso hasta cualquier nuevo llamado, y aunque no le interesaba mucho el asunto de descansar, en el fondo sí que tenía ganas de ver a su abuelo, aunque nunca fuera a admitirlo en voz alta. También había alguien más a quien había echado muchísimo de menos...
Se preguntó dónde demonios estaría, y por qué no había ido a recibirlo. Sin embargo antes de que terminara de hacerse esos cuestionamientos, el gigantesco y peludo Golden Retriever corrió hasta él dando increíbles saltos de alegría.
Muy a su pesar Damien sonrió.
–Hey, amigo– soltó las maletas, y enseguida se inclinó para acariciarle las orejas juguetonamente. –Cálmate, viejo. No me fui por tantos días. Hablo en serio, tranquilízate– a pesar de las órdenes de Damien, la mascota no hizo caso alguno. Era el perro más travieso y desobediente del mundo. Tenía ya cuatro años, y a pesar de sus esfuerzos, en todo ese tiempo no había logrado adiestrarlo, sin embargo lo quería, y el sentimiento era reciproco.
Su nombre era Rambo, como el personaje de sus películas favoritas.
Un día, cuando Damien era más joven, y conducía en carretera de camino a la hacienda después de un entrenamiento duro en la base había encontrado a un cachorro herido a mitad de la calle. Al parecer lo habían atropellado. Se había bajado entonces de su vehículo sólo para revisar si estaba vivo, y al comprobar que así era, de inmediato lo había llevado de vuelta a la ciudad a la veterinaria más cercana. Luego de una cirugía exitosa, el perro se había recuperado. Damien lo había tenido en su casa diciéndose que sólo sería hasta que se curara, sin embargo una vez curado, le fue imposible echarlo.
La gente solía extrañarse de que un soldado como él tuviera de mascota a un perro de esa raza tan alegre y juguetona, y Damien tampoco se lo explicaba, pero no se lo cuestionaba. Además Rambo sabía ladrar y atacar cuando hacía falta. Cuidaba muy bien de la hacienda cuando no estaba.
Damien enseguida se puso en pie, pues aunque le diera gusto ver a su peludo amigo, no solía ser un hombre demasiado afectuoso.
–Ve a jugar, Rambo– le dijo, y después se enderezó para tomar sus maletas, y continuar su camino.
–Buenos días, joven. Me da gusto que haya vuelto con bien– le dijo Tim, quien era el capataz. Un viejo hombre afroamericano, bastante honrado y trabajador. Llevaba años trabajando para la familia.
–Buenos días, Tim. Gracias. ¿Está mi abuelo adentro?– preguntó.
–Así es. Después del almuerzo vino el señor Mark–
–¿Mi tío estuvo aquí?–
A Damien le sorprendía aquello pues su tío solía vivir en Nueva York con su esposa e hijo, y sólo iba a la hacienda en rarísimas ocasiones.
–Ya se ha marchado. Creo que sólo vino a dejar a su muchacho. Al parecer se quedará un tiempo aquí–
Damien asintió. Jake odiaba la vida de campo. Seguro lo habían llevado como castigo por alguna de sus fechorías. No le extrañaba. Sólo esperaba que no fuese a ser un problema para su abuelo.
Exhaló y le agradeció por informarle. Luego sin decir mucho más, emprendió su camino hacia la casa grande. Aquella enorme mansión rustica que según sabía, había pertenecido a su familia desde generaciones atrás.
Cuando estaba por llegar a la puerta, vio a su primo de doce años, que salía.
–Me dijeron que estarás aquí por una temporada. Me imagino que la razón es porque no sabes comportarte como hombre–
El chico que ya estaba molesto por tener que estar en la hacienda, enfureció más al escuchar el comentario de su primo mayor.
–Eso no es asunto tuyo– replicó.
Damien se hundió de hombros con indiferencia.
–Tienes razón, pero te advierto que no podrás seguir teniendo esa actitud aquí. El abuelo ya no tiene edad para estar lidiando con pequeños revoltosos como tú, así que más vale que te comportes–
Jake era un adolescente bien parecido. Tenía muchos rasgos de la familia de su madre, pero tenía los ojos oscuros de los Keegan, y pintaba para ser igual de alto.
Miró a Damien todavía lleno de furia, pero fue inteligente, y no reprochó más.
–Feliz cumpleaños, por cierto– murmuró con enojo contenido, y después retomó su camino alejándose de él.
Damien lo miró hasta que lo vio desaparecer por entre los árboles del bosque. Esperaba que no fuera tan idiota como para perderse, pues apenas y conocía el área. Las pocas veces que había estado ahí se la había pasado encerrado jugando con su mierda de videojuegos.
Enseguida negó y entró a la casa dejando las maletas en el suelo.
Fue solo al mirar a su alrededor cuando se dio cuenta de lo poco que deseaba volver. Siempre había necesitado la acción y la adrenalina en su vida para no sentir aquel vacío.
Alguien le había dicho alguna vez que el hogar de una persona estaba donde se encontraba su corazón, pero había llegado a la conclusión de que él carecía de eso, de manera que no se sentía que tuviese realmente un hogar.
No se inmutó, y tampoco siguió pensando en aquello tan insignificante.
Estaba por ir en busca de su abuelo, cuando escuchó su voz.
Sosteniéndose en su bastón, pero tan alto e imponente como siempre, el Teniente ya retirado, George Keegan se plantó frente a su nieto.
Ambos hombres se miraron, y el anciano esbozó una sonrisa satisfecha al verlo, tan parecido a él, la misma mirada, la misma expresión en el rostro. Damien todavía vestía su uniforme camuflado verde, y verlo de aquella manera lo llenaba de orgullo.
En sus años de servicio había sido un excelente Teniente, y le había brindado mucho honor al país. Había sido conocido por ser reglamentario, perfeccionista, también áspero de trato, exigente y frío, pero también honorable, justo, generoso, que sobre todas las cosas amaba a su familia. La familia lo era todo para él.
Deseaba abrazar a su nieto, pero sabía que el abrazo no sería bien recibido por él, así que se limitó a sonreírle.
–Me da gusto ver que vuelves sano y salvo, con una victoria, una medalla y un reconocimiento especial en tus manos. ¿Qué mejor regalo de cumpleaños? Felicidades, hijo. Deseo que el cielo te conceda más años de vida–
–Gracias– fue la respuesta seca del joven.
George lo conocía perfectamente, así que evitó de nuevo entrar en sentimentalismos.
–¿Esas maletas significan que has decidido regresar a esta casa?– le preguntó al verlas en el suelo.
–No. Sólo pasé a saludarte. Sabes que me gusta el lugar en el que vivo ahora–
George suspiró. Hacía ya un par de meses que le había obsequiado la vieja casa que se encontraba ahí mismo dentro de la hacienda.
Había sido una pequeña y sencilla casita que se había construido para los empleados temporales, pero dado que nunca fue utilizada por nadie, y siempre se había encontrado inhabitada, Damien se la había pedido a su abuelo para tener su propio espacio donde vivir.
George no había estado de acuerdo en que su nieto viviera fuera de la gran casa, pero había accedido porque siempre respetaba sus decisiones.
–Todavía no está en condiciones para que la habites–
–Pero lo estará. Me dedicaré a acondicionarla en el tiempo que esté de descanso–
–De acuerdo. Pero sabes que puedes volver aquí cuando quieras–
–Lo sé, abuelo, y gracias– no regresaría. A Damien le gustaba su soledad. Quizás aquella casa no tenía lujos, ni comodidades como los había tenido ahí, pero eso era lo de menos. No los necesitaba.
–¿Viste a Jake?–
–Sí, iba muy enfadado. No le agradó la idea de pasar aquí sus próximos días–
–Probablemente meses. Mark habló de inscribirlo el próximo ciclo escolar en la escuela de Palm Beach–
–Esperemos que ese niño aprenda a comportarse. Ya va siendo hora de que madure–
–Lo mismo opino– exhaló el abuelo preocupado por su nieto más joven, pero luego recordó algo con respecto al mayor. –Llevo días deseando hablar contigo sobre algo muy importante–
Damien frunció el ceño para escucharlo.
–¿Qué cosa?–
–¿Has vuelto a soñar con la bailarina de ballet?–
Al escuchar el cuestionamiento de su abuelo, el soldado soltó el aire, y suspiró irritado.
¿Por qué ese viejo seguía tan terco con el tema?
–No, no he vuelto a soñar nada relacionado a eso, así que olvídalo de una buena vez–
George negó.
–Mi abuelo soñó con una repostera, y mi abuela preparaba las mejores magdalenas, mi padre soñó con una costurera, y mamá bordó vestidos hasta el día en que murió–
–Abuelo, eso es estúpido, y lo sabes–
–No, Damien, deja de ser tan ciego. Esta es un hechizo español que no todos los hombres tienen el privilegio de experimentar, pero los de esta familia hemos sido bendecidos con ella. Incluso tu tío Mark soñó con una mujer tras un escritorio, y ya ves... Blake es una importante ejecutiva del New York Times. Y estoy seguro de que cuando llegue el turno de Jake, él también soñará con su futura mujer–
Damien exhaló. Él nunca creería en esa creencia tan absurda. Era cierto, los Keegan eran originarios de España, pero de eso hacía ya muchas, muchísimas generaciones, así que dudaba que en sus venas todavía quedara alguna gota de sangre española. Después de tantos años era demasiado poco probable.
–Sigue negándotelo, hijo, pero más tarde que temprano esa bailarina aparecerá en tu vida, y no podrás hacer nada por huir de ella. Nosotros no pudimos hacerlo. Caímos rendidos de amor ante ellas. Así funciona esto de las almas gemelas–
Un estremecimiento atravesó su cuerpo. Damien se acarició la barbilla e intentó razonar. Los sueños y las almas gemelas se asociaban al concepto de la espiritualidad. Era todo tan extraño. No es que nunca hubiera oído hablar de ello a lo largo de su vida, sino que, sencillamente no se lo creía. Ahora se arrepentía de haberle contado acerca de su sueño a ese viejo tan terco.
En realidad no había sido nada. Tan sólo una menuda mujer de cabello largo en mechas suaves que le caía hasta la cintura. Llevaba aquel traje entallado de licra, faldita de tul, y daba impresionantes giros sostenida por las puntas de los dedos de sus pies, en el medio de un salón lleno de espejos. Sin embargo no había logrado verle la cara, y aquello era señal suficiente para que él se convenciera de que esa chica no existía, y tampoco la maldición familiar.
–¿Sabes qué, abuelo? Estoy muy cansado. Necesito tomar un baño y dormir un poco. Tú puedes quedarte aquí pensando en toda esa sarta de tonterías– el joven tomó sus maletas, y se dispuso a marcharse.
–Meryl ha preparado tu comida favorita por ser tu cumpleaños, y también ha horneado un pastel. ¿Por qué no te das una vuelta a la hora de comer?–
Damien se lo pensó durante unos instantes. Quería rechazar la invitación. Odiaba el hecho de que su cumpleaños cayera precisamente en su período de descanso. Otras veces había corrido con suerte, y le había tocado estar por ahí combatiendo en alguna selva en África o Sudamérica. Sin embargo en esa ocasión tratándose de su abuelo, no pudo negarse.
–¿Prometes no sacar el tema de la bailarina?–
–Estoy seguro de que pronto sabrás que no estoy equivocado, pero mientras tanto puedo abstenerme de hablar sobre ello, así que acepto con tal de que vengas–
Damien casi quiso reír. Casi, pero no lo hizo. Él nunca reía.
–Bien, nos vemos aquí más tarde– sin más, salió de la casa, y se fue directo a la suya.
•••••
En punto de las ocho de la noche Ariana salió de la escuela de ballet después de impartir su clase para niñas pequeñas.
Había sido una enorme fortuna que la directora de ahí la hubiese aceptado como instructora, pues era su único escape del mundo real.
Llevaba practicando esa hermosa disciplina casi desde que usaba pañales porque su madre también lo había hecho de pequeña. Cuando sus padres habían muerto y ella había tenido que trasladarse a casa de los únicos familiares que le quedaban, se había visto obligada a dejar de practicarlo, sin embargo, no se había olvidado de él, y gracias a que a sus tíos les había agradado la idea de que su sobrina aportara más dinero, le habían permitido que trabajara.
Si era sincera, podía decir que habría trabajado gratis, pues amaba el ballet con toda su alma.
Aunque teóricamente era eso lo que hacía pues Charlie y Penelope se quedaban con todo su sueldo argumentado que ellos le daban comida y techo.
El detalle del dinero no le importaba a la joven soñadora. Mientras le permitieran seguir bailando.
Aquella noche, sin embargo, Ariana no había disfrutado mientras impartía su clase, sino todo lo contrario. Su mente había estado demasiado perturbada, y no había podido concentrarse ni siquiera un poco. Todo era debido a la amenaza de su tío Charlie.
Si hubiesen sido sólo palabras, no habría estado tan asustada, pero sabía que él iba a cumplir lo que le había dicho, lo había visto en sus ojos. Deseaba gritar de desesperación.
El día que ese detestable hombre la tocara, ella moriría de asco y de vergüenza. No podría soportarlo, definitivamente no. Y lo peor era que no podía hacer nada contra él. ¿Qué posibilidades tenía si no era más que una pobre adolescente sola y desprotegida en el mundo?
Miró hacia la avenida oscura y deshabitada que cada noche después de salir, tenía que atravesar para ir a casa, y se estremeció porque no quería volver. Si en ese momento le hubiesen concedido un deseo sería uno solo: No pisar la vivienda Sheen nunca más.
Extrañaba demasiado a sus padres, pero aún más a su abuela. Ella no habría permitido que le hicieran todo lo que le hacían.
No pudo evitarlo, y las lágrimas comenzaron a desbordarse sin freno.
Exhaló intentando recuperar aire y fuerzas, y en ese instante escuchó que la llamaban.
–¡Ari!–
Era Dove que estacionaba el auto de su hermano frente a la acera.
Ariana intentó limpiar su llanto, pero su amiga ya la había visto llorando, y para cuando llegó con ella, ya no había manera de ocultárselo.
–¿Qué te hicieron esta vez?– ni siquiera tenía que preguntar porque bien sabía quiénes eran los culpables de las lágrimas de su amiga.
Ariana soltó el aire, y cerró los ojos.
–Dove, tengo mucho miedo– susurró temblorosa.
–¿Te hizo algo el degenerado de Charlie Sheen? ¡Ari, santo cielo! ¡¿Te violó?!–
En medio de su llanto, la castaña negó.
–No, no– se estremeció de repugnancia. –No todavía, pero lo hará, Dove. Lo prometió–
–¡Está enfermo! Te llevaré en este instante a la delegación, y lo denunciaremos. Debemos ponerle un alto antes de que cumpla su amenaza– la tomó de la mano, e intentó conducirla, pero ella se soltó.
–No, Dove, no puedo hacer eso–
–Claro que puedes. La ley estará de tu lado–
Ariana negó.
–Sé que tío Charlie cambiaría las cosas a su conveniencia– estaba segura de ello, casi podía imaginarlo. –Dirá que yo me le insinúo o cosas así, y nadie me creerá. Además tía Penélope y Victoria me odiarían más de lo que ya me odian–
Dove exhaló.
–No importa lo que esas perras opinen, pero tienes razón con lo demás... ¡Maldición! Odio que seamos tan jóvenes y no podamos defendernos. Ari, aún así no podemos quedarnos de brazos cruzados esperando a que ese enfermo entre a tu habitación y... ya sabes, te lo haga a la fuerza–
–Dijo que lo haría antes de que cumpliera los dieciocho. Está loco, lo único que quiere es... es mi virginidad–
Después de aquella última declaración tanto ella como Dove llegaron a una sola conclusión.
–Ari, tienes que dejar de ser virgen cuanto antes–
Ariana no se mostró sorprendida ni escandalizada porque ella misma había estado dándole vueltas al asunto, aunque sin atreverse a tomar la decisión.
Tragó saliva, y miró fijamente a su mejor amiga.
Esta vez Dove no bromeaba como era su costumbre.
–Será esta noche. Ahora o nunca. No podemos arriesgarnos a que ese pervertido decida atacarte mañana mismo o incluso hoy. Iremos al bar, y ahí te conseguiremos a un chico–
–Pero...– la castaña estaba desesperada, sin embargo sabía perfectamente que aquello era una locura. ¡Por todos los cielos!
–Sube al auto. Iremos a mi casa antes–
Ariana ni siquiera le cuestionó nada más, y subió al auto como ella se lo pidió.
Dove condujo como una demente, y en menos de un par de minutos ya estaban en casa de los Cameron.
Subieron a la habitación de la rubia, y mientras Ariana permanecía enmudecida sentada al borde de la cama, su amiga se dedicaba a buscar algunas cosas de entre sus cajones.
–Tienes vestidos muy lindos, pero están muy inocentones. Este es el indicado– le entregó un pequeño trozo de tela. Se trataba de un ajustadísimo vestido plateado de licra lleno de lentejuelas.
Ariana lo miró como si jamás hubiese visto uno así.
–Dove, yo...–
Ella ignoró su protesta.
–Te llevaré a tu casa, te lo pondrás, y también esos stilettos negros que tienes en tu armario y que nunca usas. Te maquillarás más a fondo que de costumbre, y soltarás ese bonito cabello largo, pero antes... ocúpate de esto– le entregó un pequeño frasco de crema.
Ariana lo miró sin comprender.
–¿Q...qué es esto?–
–Es crema depilatoria, Ari. No te irritará ni te causará dolor, tan solo debes esparcirla y después enjuagarla, y ella se encargará de todo. Después te enseñaré a que lo hagas con cera, pero ahorita por las prisas es mejor la crema. Andando, que no tenemos mucho tiempo. Cuando estés lista pondrás el pestillo en la puerta de tu habitación, y te saldrás por la ventana, así como lo hace tu prima Victoria, no puede ser tan difícil, y tú tienes mejor condición física que ella. Yo estaré esperándote en la esquina de tu cuadra–
Sin embargo Ariana estaba muerta de miedo. La idea era descabellada. Jamás, nunca antes ella y Dove habían sido tan impulsivas como en ese instante, y entonces se arrepintió.
–No, no lo haré. Estoy aterrada, y esto es una locura, además no podré salirme de mi habitación, ¿qué tal que tía Penélope lo descubre?–
La rubia rodó los ojos.
–No lo descubrirá porque duerme como tronco. La estúpida de Victoria lo hace todos los fines de semana y nunca la han descubierto–
–Sí, pero... ¿Cómo haremos para entrar?–
–Por eso no te preocupes, que lo tendré solucionado en unos cuantos minutos– sacó su celular, y mandó rápidamente un mensaje de texto.
–Dove...–
–¿Qué prefieres? ¿Que el asqueroso de tu tío Charlie te ponga sus sucias manos encima o hacerlo esta noche de manera consentida con un chico que tú misma puedas elegir?–
Ariana dejó caer los hombros completamente afligida, y las ganas de llorar casi la paralizaron.
–No sé si estoy preparada para el sexo–
–Lo estás. Sólo debes relajarte. Eso hice yo, y te aseguro que lo disfruté muchísimo–
Pero Ariana no se tomaba el tema de la sexualidad tan a la ligera como lo hacía su amiga. No, ella no quería compartir su cuerpo con un desconocido, ¡cielo santo! Ni siquiera quería hacerlo con alguien a quien conociera. Todavía no había conocido al hombre con el que desearía hacerlo, y estaba segura de que tampoco lo conocería pronto.
–Dove, yo quiero que mi primera vez sea por amor–
–Si te quedas esperando al príncipe de tus sueños probablemente tu tío se le adelante–
Ariana se estremeció. ¡Por el cielo santo! ¿Qué pesadilla era aquella? ¿Por qué?
Exhaló y limpió sus lágrimas.
–De acuerdo lo haré–
•••••
Ariana se miró al espejo y casi no pudo creerse lo que veía.
Dove le había pedido especial cuidado a la hora de maquillarse, pues debía lucir mucho mayor a su verdadera edad, y vaya que lo había conseguido. Además el vestido y los tacones altos... ¡Caramba! Ella era una chica bastante menuda, y delgada, pero el vestido se adhería tanto a su cuerpo que mágicamente las curvas habían aparecido. Tenía pechos pequeños, y una cintura diminuta, pero su trasero era redondeado y las piernas esbeltas estaban exquisitamente torneadas debido a la infinidad de horas que había pasado bailando.
Sin embargo por más fabulosa que se mirara, no dejaba de ser un costal de temblores. Estaba demasiado nerviosa como para seguir adelante con esa locura a pesar de que todo parecía estar a su favor.
Había llegado a toda prisa para hacer la cena lo más rápido posible, y poder subir a su habitación a arreglarse, pero se había encontrado con que la tía Penélope se sentía terriblemente enferma y subiría a dormir después de tomarse un montón de medicamentos, Victoria no tenía hambre, y el tío Charlie había salido a emborracharse y jugar póker con sus amigotes.
Sí, todo había estado de su lado, pero todavía estaba luchando con el deseo de llamar a su amiga, y decirle que se cancelaban los planes, sin embargo no lo hizo.
Sentía una extraña sensación en el estómago que no podía decidir si era estrés, ansia, miedo, o incluso los tres juntos.
¿En verdad sería capaz de hacer lo que pretendía? Se preguntó mientras seguía mirándose al espejo, paralizada, y mientras se acostumbraba a la sensación de la frescura sobre la parte más íntima de su feminidad, y al rose de la tela de sus bragas. ¿En verdad sería capaz de entregarse a un hombre desconocido simplemente porque lo prefería a comparación de la detestable idea de que su tío llegara a abusarla sexualmente en algún día cercano?
Al imaginarse a Charlie tocándola, se estremeció de asco porque no soportaba el solo pensamiento.
Se consoló diciéndose que al menos esa noche nadie la forzaría, y ella podría elegir al chico.
A los pocos segundos su celular sonó alertándola de la llegada de un mensaje.
Ya estoy aquí ✓ ✓
Desde luego era de Dove.
Ariana tomó su bolso, y enseguida salió de la habitación. No iba a salirse por la ventana. Aprovecharía que ni su tío ni su tía estarían por ahí para verla salir por la puerta. Sin embargo una vez que bajó, se encontró con su prima.
Al parecer Victoria también iba de salida, porque iba muy arreglada, con una diminuta minifalda que únicamente le cubría los glúteos, y unos tacones incluso más altos que los de Ariana.
Victoria reconoció lo bien que lucía su primita esa noche, y la envidia la embargó.
–¿A dónde crees que vas vestida de ese modo, pequeña mosquita muerta?– le preguntó mientras la miraba de arriba abajo con veneno en la mirada.
Ariana tartamudeó. ¿Qué demonios iba a decirle? No había esperado encontrarse con ella.
–¡Habla, idiota! ¿A dónde vas? Ah, ya sé. Al fin has decidido dejar atrás tu vida de ñoña aburrida. Pues escogiste mal momento, niña, porque ahora mismo puedo subir y contárselo todo a mamá– sonrió con crueldad.
Ariana se quedó muy quieta, y su expresión no reflejó ninguna emoción.
–No quiero pelear contigo, Victoria– en realidad no entendía por qué su prima la veía siempre como una rival. Y era cierto que no deseaba hacer la brecha entre ellas aún más ancha, pero esa noche tenía que salir a como diera lugar. –Tú has salido a hurtadillas por tu ventana montones de veces, y yo jamás te he delatado–
Victoria la miró con ojos entornados, y se quedó en silencio, mirándola como si estuviese evaluando cada una de sus palabras. Entonces le dirigió una última mirada llena de odio, y se marchó sin decir nada.
Ariana lamentaba haberle dicho aquello, pero no le quedaba opción. Respiró aliviada, y pronto hizo lo mismo que ella, salir de casa.
Caminó lo más rápido que los tacones se lo permitieron, y enseguida llegó directo a la esquina donde Dove estaba aparcada en el auto de su hermano. Abrió la puerta, y entró de inmediato.
Su amiga encendió la lámpara del coche para poder evaluar su aspecto.
–¡Maldición, Ari! ¡Te ves tan caliente como el infierno!–
–¿De verdad lo crees?–
–¡¿Lo dudas?! ¿Te viste en un espejo antes de salir? De por sí ya eres lindísima, y así maquillada... Quitarás el aliento, te lo aseguro–
La castaña exhaló.
Nunca había sido consciente de la belleza de la que era poseedora, y el hecho de que no lo supiera la hacía aún más hermosa a los ojos de cualquier chico a su alrededor. No se daba cuenta, pero muchísimos compañeros de su escuela morían por una sola sonrisa suya. Era bajita, no medía más de un metro con cincuenta y tres centímetros, y también era muy delgada, pero tenía un rostro precioso, exquisito y delicado, con facciones muy femeninas. Tenía enormes ojos marrones que asemejaban el color de la miel. Estaban enmarcados por larguísimas pestañas oscuras, y por otra parte sus labios eran bastante bonitos y bien delineados, sin contar con el cabello que era un gran atributo a su físico. Largo, sedoso, y castaño que le caía largo por su espalda. Sí, en definitiva era una preciosidad, pero ella no lo notaba.
En menos de diez minutos, Dove se encontró estacionando el auto frente a un establecimiento muy conocido ahí en Palm Beach. Era un bar al que solían frecuentar los jóvenes de la ciudad, en donde bebían, bailaban y jugaban billar hasta altas horas del amanecer.
Ariana miró impresionada los anuncios coloridos, y la enorme fila que había para acceder.
–¿Cómo lograremos entrar?–
–Te dije que eso ya lo tenía resuelto. Freddie me ayudará– Freddie era un universitario que estaba bastante interesado en Dove. Era amigo de los dueños, así que no habría problema.
–Bien, puedo hacerlo– susurró Ariana, pero hablaba para sí misma.
–Toma, esto tiene un papel demasiado importante esta noche. Debes ir bien preparada– Dove sacó de su bolso una tira larga de preservativos, y pronto tomó la de Ariana para guardarla ahí.
Al mirar, ella se quedó impresionada, y comenzó a ponerse incluso más nerviosa. Claro que conocía los condones, y sabía a la perfección qué función tenían entre la relación sexual de un hombre y una mujer, pero nunca había imaginado que en verdad iba a necesitar alguno, al menos no en ese momento de su vida. Palideció.
–Tengo miedo, Dove. No estoy segura de poder hacerlo–
La rubia negó.
–Claro que podrás. Ya verás que no es tan malo. Después de lo primero, todo irá genial y te gustará– le guiñó el ojo.
Pronto ambas se bajaron del vehículo y caminaron directo a la entrada.
Dove ni siquiera se molestó en llegar a la fila.
–Debe formarse– les dijo el enorme cadenero bruscamente.
Ariana se estremeció con temor, y se escondió detrás de su amiga que ni siquiera se inmutó.
Dove colocó ambas manos en sus caderas, y lo miró con enfado.
–Nosotras somos invitadas especiales– le restregó en la cara.
Al hombre no le importaba que fueran dos bellas jovencitas.
–¿Ah sí? ¿De quién?–
–Déjalas entrar, Big Show. Son invitadas mías– Freddie Highmore el amigo de Dove, ya estaba esperándolas.
El grandote accedió de buena gana. Pronto retiró la cadena, y ante las protestas de las demás personas, las chicas lograron entrar.
Ariana estaba demasiado nerviosa, y los nervios habían provocado una sensación desagradable en su interior. Cuando entraron la música y el humo la golpearon en el rostro, y entonces deseó estar en cualquier parte menos ahí.
Vio cómo su amiga se despedía de Freddie prometiéndole que lo vería más tarde, y después la vio regresar con ella.
–Empieza la operación, Ari– la tomó del brazo, y la condujo por todo el lugar.
Ariana se dio cuenta de que a lo lejos Victoria también se encontraba ahí con algunos amigos, y aquello la puso aún más incómoda. Por fortuna su prima no la vio, pues estaba más ocupada riendo y bebiendo como loca.
Mientras intentaban encontrar una mesa vacía, la castaña notó que de pronto habían llamado la atención de bastantes hombres a su paso, y eso la asustó muchísimo. Estaba siendo demasiado consciente de esas miradas masculinas, especialmente clavadas en su trasero. No le gustó, en definitiva no le gustó, y no se acostaría con ninguno de ellos, eso lo juró. No iba a meterse en la cama con un tipo igual de asqueroso que su tío Charlie. Primero muerta.
Gracias al cielo no tardaron mucho en encontrar una mesa disponible. Pronto tomaron asiento.
–Escúchame ahora. Mira bien a todos los chicos que hay a tu alrededor, porque tienes que escoger a uno esta noche–
Ariana miró, pero lo único que deseó fue llorar.
•••••
Damien dejó su camioneta aparcada en las afueras del sitio, y miró mientras dejaba salir el aire.
Apenas y podía creerse que sus compañeros de brigada hubiesen logrado convencerlo de salir esa noche. Normalmente cuando bebía prefería hacerlo en la tranquilidad de su casa. Ahí en los escaloncillos del pórtico, sentado en la oscuridad junto a Rambo, sin embargo después de haber estado en Oriente Medio y llevado a cabo el rescate de los rehenes de la embajada, necesitaba un poco de distracción. Esperaba que un buen trago, la música y los golpes de las bolas del billar se la proporcionaran.
No tardó mucho en entrar, y cuando lo hizo de inmediato localizó a sus compañeros. Estaban todos ahí, a excepción de Chris, que como todo buen hombre casado, había preferido quedarse con su esposa.
–¡Hey! ¡Pero miren quién llegó por fin!– exclamó Spencer contento de verlo llegar.
–Te estábamos esperando, hermano. No podíamos empezar las rondas sin ti– secundó Adam, el pelirrojo del grupo.
–Llegas tarde– escuchó que decía Michael, pero Damien ignoró su comentario. Josh, quien era su amigo, golpeó su mano con discreción, y con una mirada le pidió que esa noche no empezará con sus grillas.
Michael rodó los ojos.
–Sólo beberé un par de cervezas y me largaré– les dijo Damien como advertencia.
–Pues entonces vayamos empezando– intervino Bob, y pronto llamó al mesero para que trajera el alcohol.
–¿Es en serio que te marcharás temprano?– preguntó Spencer esperando que dijera que sólo había estado bromeando.
–No me gusta mucho salir a lugares como este–
Su colega se hundió de hombros.
–Bueno, tal vez esta noche puedas encontrar aquí un buen regalito de cumpleaños. Algo que haga que te quedes–
Damien se abstuvo de responder, y tomó la cerveza que en ese instante el mesero le había puesto por delante, para darle un buen trago.
Eso no iba a suceder. Él no lo creía así.
________________________________________
Cap largo por ser el primero!
Espero que les haya gustado, este es sólo el inicio, y vienen cosas muuuucho mejores
Coméntenme qué les pareció, si les gustó, y si no también, toda crítica es más que bien recibida.
Subiré el 2do en cuanto vea respuesta de ustedes. Espérenlo, porque Ariana y Damien se conocerán, y empezará lo intenso
Gracias!
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