Tres
¿Te convertirás en hokage?
De la mano de Orochimaru, Shinato se encontraba yendo a la academia shinobi en su primer día, llevaba la mochila a la espalda, y su ropa se encontraba más formal que nunca. Ciertamente estaba algo ansiosa, moría por llegar y saber cómo era, al menos el patio, pero al mismo tiempo quería volver a casa y esconderse en su habitación. Tenía miedo.
—Entonces, aquí estamos. —Al escuchar las palabras de su sensei, prestó atención a su alrededor y pudo darse cuenta que ya estaban en la puerta de la academia. Un paso más y...
—Orochimaru-sensei... —la pequeña le llamó tirando un poco de la mano que sostenía, y este sorprendido de adivinar sus sentimientos, se puso en cuclillas frente a ella—. Tengo miedo —confesó por fin.
—Y eso está bien —respondió enseguida el mayor en consuelo—. Pero, una vez entres ahí, el miedo se irá, es algo que debes conocer, vivir... estoy seguro que te convertirás en una gran kunoichi —prometió tocando su cabello con cariño y después la animó a entrar en las instalaciones.
—Gracias, Orochimaru-sensei —tras decir aquello un poco más confiada, soltó su mano y entró por voluntad propia dentro de la academia.
El pálido hombre la observó mezclarse entre los demás niños y pensó en ella como si realmente fuera su hija. <<Crecen tan rápido... >>, pensó de manera nostálgica y divertida a la vez. No quería aceptarlo, Tsunade le advirtió del sentimiento, y justo se presentaba, pero no había nada que se pudiera hacer, que ella se presentara en la academia era una norma que Hiruzen había impuesto para que la extranjera aprendiera a relacionarse con alguien que no fueran sus allegados sannin.
Con ello encima, también pensaba en si realmente la pequeña Shinato llegaría a hacer amigos. Esto, debido a que en los tres años que estuvo viviendo con él se había mostrado muy apática, era como un pequeño robot sin sentimientos que daba todo en el entrenamiento. Además, sus respuestas eran cortas la mayoría de las veces y nunca seguía una conversación. Orochimaru pensaba que era por la tragedia que había sucedido en su clan, igual, pensó que se le pasaría con el tiempo, pero Shinato aún seguía de esa manera. Esperaba que pudiera hacer muchos amigos y estos le ayudarán a olvidar su pasado, y que por fin pudiera sentirse como en casa en Konoha.
Volviendo con la pequeña, no tomó atención de mucho a su alrededor cuando iba caminando hacia lo que sería su salón de clases. Sentía las miradas de los demás niños sobre ella, porque era extraño encontrarla cuando nunca antes lo habían hecho, pero se tranquilizó y siguió caminando decidida.
Una vez llegó al aula, notó que este se encontraba casi solo de no ser por dos niñas que se encontraban en este. Cuando Shinato las observó desde su lugar, sintió un poco de emoción.
<< ¿Podría conseguir una amiga...? >> pensó. Aunque, así como admiraba la manera en que las pequeñas se hablaban y reían entre ellas, también sentía un poco de envidia porque nunca antes ella lo había experimentado.
De esta manera, los minutos comenzaron a transcurrir, y pronto el salón se fue llenando con más niños que al parecer estaban felices por su primer día en la academia. En ese momento, una chiquilla de cabellos carmesí arribó acompañada del sensei. La pequeña parecía asustada por estar ahí, por lo que Shinato le tomó atención al sentir curiosidad.
—¡Buenos días! —el profesor habló para todos haciendo callar a los niños—. Tenemos a una nueva alumna en la aldea, ella viene del País del Remolino, ¿quieres presentarte? —este le preguntó a la de cabellos rojos.
Al parecer ella no quería hacerlo, pero de pronto:
—¡Mi nombre es Uzumaki Kushina y yo voy a ser la primera mujer Hokage!
Al decir aquello, la pequeña se puso roja como un tomate, parecía que se había emocionado, y por si fuera poco, más vergüenza llegó a la de cabellos rojos cuando los niños comenzaron a decirle que eran puras tonterías las que hablaba. Entonces, la vergüenza también la embriagó.
—¿Cómo puede andar así con su cabello? Es tan rojo y feo. —Se escuchó un murmullo lleno de burla después.
—Mi sueño también es convertirme en Hokage. —Alto y claro, también se escuchó en medio de los murmullos.
Shinato, enseguida los miró a ambos con mucha curiosidad. Ese chico de cabellos amarillos y la chica de los rojos tenían el mismo sueño y eso a la extranjera le llamaba mucho la atención. << ¿Quieren ser Hokages? Eso sería ser tan sorprendente como el Sandaime... >>, pensó confundida. Le tenía un gran respeto a Hiruzen y creía que él era demasiado sorprendente, para ella quizá no había nadie que le hiciera frente, y al mismo tiempo, pensaba que ella jamás podría tener un sueño así de increíble.
—Bueno... ¡Comencemos! —El que sería su profesor estaba a punto de comenzar la clase y ella aún seguía distraída pensando en aquellos dos. Le parecía extraordinario que niños como ellos tuvieran aquel sueño.
—Entonces seria todo por hoy, vayan a sus casas con cuidado —se despidió el encargado, y en el momento en que dijo aquello, los niños comenzaron a salir como si se tratara de shinobis profesionales, en un momento, el salón había quedado vacío, a excepción de tres pequeños que se lo tomaron con calma.
Minato acomodó su mochila donde debía ir, es decir, detrás de su espalda y comenzó a caminar hacia la salida. Kushina lo hizo de igual manera y Shinato estaba por alcanzarlos. Cuando menos lo notaron, los tres se encontraron en la puerta.
Era un momento muy incómodo, pues se mantuvieron viéndose fijamente para saber quién saldría primero.
La pequeña Shinato nunca había sido de tener un rostro de mil amigos, así que los veía como siempre lo hacía, de manera indiferente aun que sabía que ellos eran los chicos de los sueños iguales. Kushina, ante el acto se podía apreciar a veintinueve cuadras que estaba molesta por el día que había tenido; no intentó cambiar su cara, al contrario, quería que se dieran cuenta que estaba molesta. Y, por último, el pequeño rubio, Minato, no sabía que rostro poner, él solo las observaba de manera apenada. No entendía porque aquellas dos tenían aquel semblante frente a él.
Kushina entonces tomó la iniciativa, y molesta, decidió que avanzaría ella primero.
—Adelante —señaló como un caballero el de cabellos amarillos a la pequeña Shinato, y esta sin decirle nada, avanzó detrás de Kushina.
Una vez fuera de la academia los perdió de vista y se dedicó a esperar a su tutor, quien le había dicho que no fuera a casa sola, sino que lo esperara en lo seguro.
Pronto había olvidado el encuentro con aquellos dos, puesto que no lo encontró muy importante. A decir verdad, los otros pequeños se preguntaban por qué Shinato no mostró ningún tipo de gesto que la hiciera parecer humana, porque la verdad era que no lo parecía, la clase entera se dio cuenta de aquello gracias a su peculiar aspecto, y gracias a ello era el objetivo de muchas miradas extrañadas de su presencia.
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