Dos

Orochimaru-sensei 

La noche de la tragedia en el clan de los Hanyo había terminado cuando el sol se asomó por el horizonte en aquella madrugada, y ahora la pequeña Shinato se encontraba fuera de peligro en Konohagakure no sato, la aldea de donde provenía el joven hombre que le salvó la vida.

—Pero, Orochimaru, no podemos solo quedárnosla —interrumpió el Sandaime Hokage cuando le explicaba el menor, trataba de entender por qué el clan de la pequeña se había extinguido en una sola noche.

—Sarutobi-sensei, no la dejaría a su suerte en su país, de cualquier manera, esta pequeña es la princesa del clan de los Hanyo, no sabemos cuáles son sus habilidades, ¿perdería la oportunidad de tener más fuerza militar? —Orochimaru terminó de decir sonriendo de lado. Tramaba algo.

Hiruzen lo pensó una y otra vez. No tenía permitido dejar a la pequeña a su suerte en el País del Hierro, su país natal, tal como su discípulo advertía, sin embargo, tampoco podía aceptarla en Konoha si representaba una amenaza para la paz de los habitantes. Porque Hiruzen lo recordaba, la fuerza de un Hanyo no se puede comparar con la de alguien más de otro clan. Recordaba como casi moría al enfrentarse cuando era joven al hijo del llamado rey de los Hanyo. El príncipe le había dejado heridas graves y memorias que jamás iba a poder borrar de su cabeza.
Entonces al observarla solo de reojo, comprendió, ella era claramente perteneciente al clan, era algo diferente a ellos en aspecto, ya que esta, en lugar de tener su característico cabello blanco, la mitad de sus hebras eran de un color azul turquesa bastante llamativo. Parecía un auténtico mitad y mitad.

—¿Entonces? Espero su respuesta, después de todo usted tiene la última palabra en cuanto a su destino —Orochimaru insistió, señalando y dejando una parte de peso sobre su persona al tener en cuenta el desgraciado y trágico final que tuvo el hogar de la pequeña.

—Se quedará... —contestó luego de pensar demasiado, no era capaz de dejarla a su suerte—. Pero será con una condición. Orochimaru, tú serás su maestro, la entrenarás y guiarás para que sea fuerte y una persona de bien, entiendes, no necesitamos más problemas, que suficiente tenemos —aceptó, cerrando sus ojos tras decir aquello, intentando no arrepentirse de su elección. 

Después de todo, Shinato aún era una pequeña e inocente infanta, por ello no conocía casi nada de su clan. La maldad que existía en este aún no se le había adoctrinado como a todos sus habitantes, que por mala suerte ya no existían en aquel mundo shinobi.

—Como guste, Sarutobi-sensei, yo me encargaré —contestó, sin quitar aquella sospecha sonrisa que no decía nada bueno de sus intenciones.

Tras aquella conversación, el Sandaime abandonó el cuarto de hospital donde Shinato se encontraba descansando, y Orochimaru se quedó con ella esperando a que despertara. Así, tras unas dos horas aguardando paciente, la pequeña confundida despertó sobre el lecho incómodo de sábanas blancas.

—¿¡Dónde estoy!? —cuestionó de manera histérica quitándose las sábanas que la cubrían casi de inmediato. El miedo que sentía era abismal.

—En el hospital de Konoha —Orochimaru respondió con normalidad, y la pequeña dirigió su vista hacia él. De inmediato lo reconoció, era el hombre que la había salvado.

—¿Qué hago aquí? —le preguntó un poco más tranquila, de alguna manera se sentía protegida con él en la habitación.

—Después de que te traje a la aldea, te desmayaste, así que tuve que traerte al hospital por si corrías peligro. Ahora estás bien, solo te intoxicaste un poco con el humo de las llamas —explicó, siendo cuidadoso.

Al recordar aquellas escenas de su hogar en caos, bajó su cabeza y observó sus manos, luego comenzó a jugar con ellas evitando a toda costa llorar. No lo haría, no lloraría, se dijo, pero en ese momento, la imagen de su madre abarcó su pensamiento y no tuvo las fuerzas para seguir aguantando. Las lágrimas descendieron por sí solas.

—Puedes estar tranquila —consoló el joven hombre colocando una mano en su hombro y ella le prestó atención—. Desde ahora te cuidaré como si fueras mi propia hija, no dejaré que nadie te haga daño, te haré fuerte y una persona de bien. Puedes confiar en mí.

Shinato estaba hecha un mar de puro llanto. Escuchar las palabras de aquel hombre le daban confianza y ganas de seguir viviendo a pesar de que su clan se había extinguido.

—¡Sí! —le respondió moviendo su cabeza de arriba hacia abajo—. ¡Le prometo que daré lo mejor de mi para hacerme fuerte y una persona de bien! —Se sorbió los mocos y limpió las lágrimas de sus mejillas con sus puños cerrados.

Si quería ser fuerte, no habría porqué llorar jamás. No habría porqué lamentarse más.

—Así se habla —concluyó el shinobi, un poco aliviado de que fuese así de fácil.

Dos años después:

La pequeña Shinato, ahora a sus ocho años de edad, estaba por integrarse a la academia shinobi de Konoha. Era muy joven para ser integrada con niños más avanzados, aunque solamente le llevarán dos años, pero lo había demostrado, Shinato podía convertirse en genin en un abrir y cerrar de ojos, puesto que tenía la certificación de los Densetsu no Sannin de Konoha al criarse en su compañía. Todos los habitantes de la aldea los conocían, los nombres de Tsunade, Jiraiya y Orochimaru, eran populares y muy mencionados por todos lugares.

—¿Estas nerviosa? —Orochimaru le preguntaba aquella mañana durante el desayuno—. No lo estés, será como un juego para ti —presumió, mirándola con la sonrisa que le caracterizaba, es decir, de lado.

Pero la pequeña Shinato no sabía que contestar. Estaba nerviosa de ir a la academia shinobi, no por que fuera más pequeña y por ende menos avanzada que los demás, sino porque desde que había llegado a Konoha a sus seis, jamás había interactuado con ningún otro niño, solamente con los Sannin. Orochimaru le dejaba muy claro que antes de jugar estaba el entrenamiento y con eso en mente jamás se dedicó a tener un amigo o compañero, y ya que antes solían llamarla princesa, no le dejaban tener amigos tampoco. Aquellos tres eran lo único para ella y el Sandaime que pocas veces la había visitado para ver sus mejoras.

La academia shinobi sería algo totalmente nuevo para ella. Era algo abrumador.

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