Doce
Tsunade Senju
—¿Qué está pasando aquí?
Aquella fue su forma de saludar, y la voz era ya muy reconocida por los dos muchachos que la encontraron enseguida en el umbral de la puerta. Una rubia y joven mujer que en su tiempo estuvo acompañando a los dos por igual en sus infancias. Llevaba una sonrisa enorme, consecuencia de encontrarlos bajo el mismo techo.
—Tsunade-sensei —Shinato dijo su nombre por lo bajo. Por alguna razón le avergonzaba que la viera de aquella manera después de algún tiempo.
—Tsunade-sama, llega en buen momento, Shinato está ardiendo en fiebre, por favor, haga algo —Minato le avisó rápidamente, en conveniencia de lo que estaba sucediendo.
Cierto fue, que su presencia hacia todo más fácil.
—¿Cómo puede ser posible? —expresó confusa, acercándose hacia la de cabellos azules y poniendo una mano en su frente una vez la alcanzó—. Es muy raro, nunca antes habías enfermado, pero, Minato, sal un poco de la habitación, la revisaré ―mandó al final, sin poder ignorar la situación.
—Como ordene. ― El rubio, no esperó más y salió.
Tsunade tampoco esperó, enseguida le mandó a sentarse sobre el colchón, así Shinato le dio la espalda sin poner peros que pudiesen hacerle merecedora de algún golpe en la cabeza.
—Puedo darme cuenta que te afectó mucho lo de Orochimaru —confesó cuando comenzó a revisarla. No podía verle el rostro por la posición, aun así, sabía que su discípula tenía la mirada triste.
—¿Sabe que ahora es un shinobi desertor? —Shinato le preguntó.
—Sí, los rumores corren por todos lados —compartió mientras recordaba algunos momentos con su compañero Sannin, los cuales, no se volverían a repetir jamás, por ello la nostalgia le invadió, sin embargo, no estaba impresionada del resultado. Sabía que de una u otra manera, el nombre del hombre pálido llegaría a sus oídos fuera donde fuera.
Se quedaron en silencio por un momento al no saber que más decir, mientras Tsunade le hacía el chequeo, y después comenzó a darle tratamiento mediante un jutsu médico que conocía a la perfección.
—Menos mal que no es un embarazo —agradeció indirectamente, luego se pasó una mano por la frente aliviada.
—¡¿Eh!? —exclamó la de los colores impares rápidamente al comentario de Tsunade—. ¿¡Por qué habría de ser un embarazo, Tsunade-sensei!?
—Bueno, es que cuando vi aquí a Minato-kun... —Solo eso escuchó para ponerse roja como tomate—. Además, se veía muy preocupado, y uno saca conclusiones...
—¡No, no, no, no! —la interrumpió la más joven—. No es nada de lo que piensa, Minato solo estaba de pasada —explicó incluso con ademanes antes de que se imaginara algo peor.
No obstante, a decir verdad, no sabía por qué el rubio se encontraba en su casa, si ella no le había invitado. ¡Un enigma!
—Por un momento pensé que ya habían comenzado algo —le dijo y el rojo en sus mejillas parecía color natural, ya que no se iba con nada.
—¿Minato y yo? Jamás lo seriamos. —Su voz se apagó—. Además, él tiene el deber de restaurar el clan Uzumaki con Kushina-san.
Los recordó cuando eran pequeños...
Tsunade la observó agachar la mirada, imaginó que hablar de ello le deprimía involuntariamente, así que para sacarla de su trance, le dio un buen golpe en la espalda para que alzara la cabeza.
—Hacia casi un año que no estaba en Konoha, supongo que ahora las cosas son diferentes. —Shinato no sabía a qué venía aquel comentario—. A decir verdad, la última vez que te vi no decías más de dos palabras.
—Las personas tienen que cambiar en algún momento —sentenció, suspirando por pensar en cómo la veían antes sus más allegados.
La mayor se pensó muy bien sus palabras, pues tal vez era cierto que las personas cambiaban con el tiempo, pero no en muchos casos. Le causaba conflicto pensar en cómo le había afectado el abandono de Orochimaru, es decir, ella siempre estuvo bajo su cuidado, era como su padre, y ahora, él no estaba. Temía que pudiera repercutir de manera errónea en su persona, porque no sería algo nuevo.
—De ahora en adelante, me haré cargo de ti. Estaré a tu lado —prometió como nunca antes. Tan maternal.
Aquello le recordó a Shinato el momento en que Orochimaru la encontró entre todo el desastre y quiso ponerse a llorar, pero no lo hizo, porque creyó que no era necesario nunca más.
—Gracias, Tsunade-sensei...
—Y, ¿cómo está? —Minato sorprendió a la rubia justo cuando iba cerrando la puerta de la habitación de Shinato.
—No te mentiré, Minato, se encuentra en mal estado, esta desnutrida y además muy deprimida por ciertos eventos. Por ahora la puse a dormir para que su fiebre bajara —informó caminado para entrar de nuevo a la sala de la casa.
La extranjera vivía en la casa que era de Orochimaru: un lugar amplio con una sala, una cocina, dos recamaras, tres baños, estos se encontraban dos en las recamaras y el otro cerca de la sala para invitados. Era una casa típica japonesa con un pequeño lago en la parte de atrás, ya que las recamaras se encontraban separadas de la casa, así que cuando se salía se apreciaba el exterior con la bonita vista al pequeño lago.
Tsunade se acomodó en uno de los sofás y comenzó a pensar en sus siguientes movimientos. Minato por su parte, se encontraba muy preocupado por su compañera de trabajo.
—Puedes estar tranquilo —Tsunade aseguró con los ojos cerrados—. No es nada que no se pueda curar con atención suficiente.
Aun así, el rubio no podía quedarse tranquilo. Él quería ayudarla, quería que supiera que tenía todo su apoyo, y que si no había estado con ella antes era porque estaba realmente ocupado con los asuntos de Konoha. Por ello, le daba las gracias a Hiruzen por haberle dado la misión de hacerse cargo de ella.
Justo en ese momento, recordó como la había besado en la oficina del Hokage.
—Entonces... —La mayor lo asustó cuando se levantó de un brinco del sofá—. Tendré que hacer mucha comida para cuando despierte... ¿Te quedas a comer, muchacho? ―le preguntó.
—Gracias y puede pedirme lo que sea, Tsunade-sama, también ayudaré. —Le sonrió.
<< Ese olor... >>, pensó más dormida que despierta la enferma.
Se despertó por completo sin sentir el malestar con el que se había levantado por la mañana. Se puso de pie y siguió arrastrando los pies descalzos aquel olor tan reconocido por ella. Al llegar a la cocina, pudo encontrar a Tsunade y a Minato conversando en la mesa.
—Hasta que despiertas —Tsunade le habló aliviada de verla mejor que antes.
—Ya está lista la cena —Minato completó sonriendo.
Sin decirles nada los acompañó en la mesa y Tsunade comenzó a servir los platos. Aun no entendía lo que pasaba si hace apenas un día se encontraba comiendo sola en su habitación. Pero nada negaba que sentía una extraña sensación de paz.
—Gracias —dijo cuando le acercó el plato, y tras decir los tres juntos "provecho", comenzaron a comer.
En medio de la comida Shinato no se soportó la emoción que le causaba la escena y sonrió llevándose un poco de comida a la boca. Se sentía feliz de tenerlos acompañándola y también por volver a comer la comida de Tsunade.
—Bueno, yo tengo que irme —avisó el rubio una vez terminaron de comer―. Gracias por la comida y Shinato... —se dirigió a ella con confianza—. Te dejo en buenas manos.
—Gracias, Minato-san —agradeció avergonzada, pues justo como el muchacho hace un momento, recordó como la había besado hacia dos semanas.
—Nos vemos, tengan una bonita noche. —Y tras decirle un "igualmente", abandonó la casa.
—Es un buen muchacho —Tsunade comentó haciendo que las mejillas de la de orbe azul volvieran a estar rojas de nuevo—. Sabes a lo que me refiero, ¿verdad?
—Tsunade-sensei, pero, ¿¡qué dice!? —Shinato le contestó sobre protegiéndose y la rubia comenzó a reír en alto.
—Aun eres joven, pequeña.
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