Dieciséis
Misión para dos (4)
Shinato no lograba recordar nada de lo que había pasado la noche anterior, y por ello se encontraba un poco asustada, ya que su ropa llena de sangre le decía que no era nada bueno ni por asomo.
Como Minato, fue a tomarse un pequeño descanso en las aguas termales de aquel lugar. Afortunadamente se encontraba sola en aquella parte. Sentía el agua relajante que de verdad lo estaba disfrutando por una vez en la vida sin pensar en tanto.
En ese momento, entraron al lugar dos mujeres que se traían una platica muy interesante, pues ni siquiera se dieron cuenta de su presencia.
—¿Escuchaste lo que se anda diciendo? — Shinato alcanzó a escuchar, ya que no hablaban tan despacio como pensaban—. En el templo olvidado, a las afueras de la aldea se encontraron a tres shinobis de Kirigakure no Sato, estaban muertos, habían sido cortados de forma horrible. —Hicieron una mueca de espanto.
Al escuchar aquello, no pudo quitar la atención de su platica, aunque fuese grosero de su parte.
—Que terror, ¿quién lo habrá hecho? —la otra mujer contestó con preocupación.
Mientras que la joven se quedó pensando. ¿Minato lo habrá hecho? Se preguntó. Imposible... Se contestó a sí misma. Al menos no hubiera sido tan obvio y por lo menos hubiera escondido los cuerpos para no causar un alboroto. Tendría que preguntarle acerca de anoche cuanto antes.
Se puso de pie y tomó su toalla para secarse, después se puso la típica yukata que debía llevar en el lugar. Despues, fue directamente a la habitación donde se estaban quedando y encontró a un Minato acomodando el almuerzo en una mesita.
— Te estaba esperando —le dijo sin verla—. ¿Tienes hambre?
Era obvio que la peliazul la tenía, puesto que no había comido nada desde ayer. Aprovecharía para preguntarle acerca de la noche pasada mientras comían por igual, ya que no tenía el valor para hacerlo de frente.
—Provecho —dijeron los dos al unísono y comenzaron a comer.
La comida de aquel lugar era especial, perfectamente balanceado para recuperar fuerzas y sin olvidar el bueno sabor, por lo que casi al acabar ella le preguntó:
— ¿Tú asesinaste a los hombres de ayer?
Al escuchar la pregunta, el rubio se quedó estático por ciertos segundos. ¿Qué le iba a contestar? No podía decirle que cuando estaba a punto de morir un monstruo los había matado a todos. No le creería. Además, antes de decirle que ella era el monstruo quería hablarlo con el Sandaime.
—¿No lo recuerdas? —este le respondió con una pregunta y la chica solo negó con la cabeza —. Tuvimos suerte, casi nos matan a los dos.
Shinato no había quedado muy contenta con su respuesta, al final no dijo si había sido él, pero decidió dejarlo así.
Cuando terminaron de comer cada quien fue a hacer lo suyo. Minato seguía leyendo su libro mientras Shinato revisaba algunas cosas en su mochila de viaje. Menos mal que llevaba ropa de repuesto, ya que la otra había quedado inservible.
—¿Minato? —le llamó cuando ya no tenía nada que hacer.
—¿Sí? —le contestó sin quitarle la vista a su libro.
—¿Cuándo volveremos a Konoha? —cuestionó un tanto avergonzada.
— Cuando tu fiebre haya bajado —le sorprendió a sobre manera con su respuesta.
—Pero yo no... —se interrumpió sola cuando puso una mano en su frente. Se dio cuenta que sí la tenia.
No insistiria, después de lo de ayer se había dicho que cosa que dijera él rubio era cosa que ella acataría. No quería terminar como la última vez.
Resignada, se tiró en el suelo y cerró los ojos, trataría de descansar un poco más. Luego de unos minutos, escuchó como el rubio se levantaba de su lugar, al abrir los ojos lo vió salir de la habitación.
—No puedo dormir así... —se dijo a sí misma en la habitación vacía. No con él aquí. Esta vez lo pensó.
Se cubrió el rostro con sus manos y pensó en lo bonito que se veía en esa yukata y descalzo. Al instante borró esos pensamientos, ya que que no podía pensar en él de aquella manera. Se suponía que eran rivales, ya por mucho compañeros de misión. ¿Es qué acaso a Shinato le gustaba Minato?
¿Él me gusta? Se preguntó a sí misma confundida. No podía ser, estaba mal preguntarse aquello, ya que Minato y Kushina eran pareja. O al menos eso pensaba ella.
Se escuchó la puerta de nuevo y el rubio volvió a entrar en la habitación.
—¿Te sientes mal? —le preguntó al verla con las manos en la cara. Esta al instante se sentó en su lugar y negó con la cabeza.
Lo vio acercarse a ella y hacer lo mismo que la otra noche. Tocó su frente, pero estaba demasiado cerca y eso ponía de nervios a la peliazul.
—Ya casi se te va la fiebre —le dijo aliviado, y ella pudo ver sus bonitos ojos pestañear a una distancia muy corta.
Provocó que la joven se alejara como si su toque fuese fuego. ¿Pero qué estaba pensando la peliazul a verlo tan atentamente?
—¿Entonces ya nos podemos ir? —le preguntó para quitar la tensión del momento y de sus propios hombros.
—No, realmente no quiero acampar en el bosque de regreso, así que nos quedaremos está noche y mañana por la mañana partiremos —le contestó, al menos dándole una respuesta concreta.
Esta, resignada solo volteó la cara y suspiró, iba a ser una noche larga para ella tal como la pasada. No podía conciliar el sueño si el rubio se encontraba presente.
—¿Quieres que hagamos algo en nuestro tiempo libre? —Al instante en el que escuchó esa pregunta su rostro se tornó rojo, por lo que tuvo que esconderlo.
Tsunade-sensei, me las pagara después de esto. Pensó en todas la veces que le había dicho que Minato era un buen muchacho. Que ella pensara de aquella manera era su culpa.
En el momento en que descubrió su rostro pudo ver al rubio entonces si muy cerca de ella, pues el brusco movimiento de cabeza y ojos apretados le generaron una inmediata duda que no pudo alimentar.
—¿Qué pasa? Te has puesto roja en un instante, puedo llevarte con un médico si lo prefieres —Ofreció, pero ella negó al instante sin poder retroceder a causa de la sorpresa.
—No, estoy bien —aseguró increíblemente nerviosa.
Minato podía llegar a ser muy distraído la mayoría del tiempo, jamás se le cruzó que aquel sonrojo no era a causa de la fiebre, ni mucho menos que la señora del lunar en la frente tenía que ver con aquello.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top