Cuatro

Namikaze Minato

En casa una vez más, Shinato se encontraba en la mesa a la hora de la comida. Orochimaru estaba frente a ella, observando sus lentos movimientos al llevarse el alimento a la boca, entonces pensó que era un buen momento para cuestionar sobre su día y experiencia nueva.

—Bien, ¿cómo te fue en tu primer día de clases? —preguntó, sintiendo nervios por su contestación. Esperaba una respuesta que fuese buena para ella, sin embargo, también estaba preparado para escuchar que no había sido su mejor día desde que llegó a Konoha, por evidentes razones.

—Bien. —A diferencia de lo que esperaba, la pequeña simplemente contestó y el mayor torció un poco el gesto.

Suspiró resignado enseguida. Tal vez por la mañana la pequeña se había abierto un poco con él cuando le confesó que tenía miedo de lo que fuese a suceder lejos de casa, pero no significaba que su relación iba a cambiar.

<< Tal vez yo tengo la culpa de todo... >>, se pensó con tristeza y la vio de reojo mientras seguía ocupada con su tenedor.

La relación Shinato-Orochimaru no era muy buena, a decir verdad. La razón por la cual él pensaba que tenía la culpa era por como la había tratado desde un inicio. Era cierto que no era una buena persona y que solo quería ser su tutor por el gran antecedente de poder con que contaba la pequeña; básicamente, Orochimaru solo quería hacer experimentos con su persona sin importarle que estuviese mal solo pensarlo. Lo cual muy triste. Al principio, le dio un entrenamiento como si fuera una persona mayor, también le dio las bases para que su pensamiento fuera el de un mayor. En consecuencia, un año le había tomado a la pequeña adaptarse al concepto perfecto que tenía el shinobi sobre un Hanyo, porque para él era conveniente si ella lo comprendía sin necesidad de convivir con los extinguidos personajes; fue así que sucedió, Shinato ya no se comportaba como un civil normal, incluso dejó de comportarse como un ser humano convencional.
Los dos años siguientes, Orochimaru pudo darse cuenta de que por alguna extraña razón se había encariñado con ella al convivir abiertamente, tal vez fuese el hecho de que era fácil de manipular y eso le agradó, por ello abandonó por completo la idea de querer hacer experimentos y comenzó a comportarse de una manera más paternal, aunque apenas tenía dieciocho años, junto con esto, también comenzó a tratarla como la niña que era, sin embargo, ya era muy tarde.

—¿Trataste de hacer amigos? —Intentó seguir con la conversación.

—No —contestó. Ahí seguía presente aquella manera de expresarse que era tan característica de ella—. Orochimaru-sensei es tan malo para la cocina —añadió natural después, observando fijamente el alimento del que se quejaba.

Él solo cerró los ojos y se resignó a la también tan característica sinceridad que poseía. Era una mala persona, pero ello no quería decir que su actitud a veces quebraba sus pocos buenos sentimiento, al menos, los que tenía hacia ella.

—Tsunade está en una misión, así que por ahora, comerás lo que yo haga —le respondió agotado y la pequeña solo asintió en respuesta. 

Al final, continuaron comiendo en silencio, eso hastaque terminaron, después, lavaron los platos que usaron en equipo: él lavaba,ella se secaba... eran como un padre y una hija, por cierto, una hija muysilenciosa.

Una semana después:

La pequeña se encontraba sentada en una banca de la academia esperando a que llegaran por ella, sus piernitas no alcanzaban el suelo y su largo cabello se volaba con la suave brisa, sin embargo, no movía un solo musculo ante la advertencia sobre volver sola a casa o a hablarle a algún curioso extraño.

<< Conozco el camino de regreso a casa, ¿por qué Jiraiya-sensei tiene que venir por mí...? >>.

Se encontraba un poco molesta, cabía destacar. Hacía tres días que Orochimaru había partido a una misión importante y este le había dejado de encargo a Jiraiya que se hiciera cargo de Shinato hasta que volviera o Tsunade lo hiciera. Y conociendo al mayor de los tres sannin, había llegado tarde las dos veces anteriores y con esta ya iban tres.

—¿Te dejaron olvidada? —la pregunta de alguien a su lado la sorprendió. Reconoció esa voz casi al instante, era el pequeño Minato que la veía con una tenue sonrisa esperando una respuesta, y no era que le causara sorpresa por miedo, sino que el sentimiento aparecía porque nunca antes alguien le había dirigido la palabra.

—Sí —contestó de manera rápida y el pequeño rio sin saber que la pequeña no quería sostener una conversación en ese momento.

—¿Te molesta si te hago compañía?

La de hebras azules de verdad estaba muy sorprendida de que él estuviera hablándole. Pensó que seguro el profesor le había obligado por cortesía, puesto que ya lo había hecho antes, pero ningún otro candidato se atrevió.

<< ¿Por qué quiere hacerme compañía? ¿Es que no tiene nada que hacer?... >>, pensó disgustada.

—Puedes hacer lo que quieras. —El comentario le pareció muy grosero al pequeño, pero aun así se quedó. Tenía el interés de saber por qué su compañera era mitad y mitad, aunque no preguntó enseguida.

Se sentó a su lado, sus piernas por poco alcanzaron el suelo a diferencia de ella, y se quedó en silencio por un rato, comenzaba a pensar que había sido una mala idea ya que la de cabellos azules ni siquiera lo miraba de reojo.

—No eres de Konoha, ¿cierto? —preguntó por fin, dejando que su curiosidad de infante lo guiara.

—No —ella contestó sin más que agregar.

Minato, incomodo, mejor decidió cambiar el tema. No lo expresó como tal, y tal vez siempre se comportaba de esa manera indiferente, no obstante, algo le dijo que desistiera de la idea.

—¿Nunca has ido al parque que está aquí cerca? —inquirió emocionado al encontrar un tema más rápido de lo que creyó que podía hacer.

—¿Hay un parque cerca?

Ahora el sorprendido era Minato, pues ella por fin había dicho más de dos palabras en su respuesta. El motivo, era porque en clase había escuchado a algunos de sus compañeros mencionar que el parque era un buen lugar para jugar, en especial para los niños de su edad.

—Sí —él le contestó al instante—. La mayoría de los niños que vienen a la academia van a jugar después de clases, deberías ir algún día, es divertido. —Con lo dicho, parecieron haberles brillado los orbes a ese par de pura emoción.

Antes bien, Shinato jamás iría a jugar, no tenía amigos y era incapaz de hacerlos, además Orochimaru seguro le diría que no, porque su persona no era igual a esos niños que se divertían, y que en lugar de pensar en ello, era mejor invertir el tiempo mejorando sus habilidades de kunoichi.

—Suena divertido —respondió después con un aura de decepción, porque tampoco entendía exactamente el concepto de "diversión", pero suponía que el tiempo con Tsunade y Jiraiya a veces era "divertido", por ejemplo, cuando no estaba tratando de asesinarlos como entrenamiento.

Minato solo rio y rascó su cabeza. << Puede llegar a ser divertida si se lo propone... >>, luego pensó de manera divertida, pues le hacian gracia las reacciones que poseía por el momento.

—Podemos ir justo ahora —añadió, estando dispuesto a llevarla si ella lo deseaba.

—No lo creo —le respondió al instante—. Orochimaru-sensei está en una misión y no puedo ir a menos que él me de permiso.

El de cabellos amarillos no supo que responder. Le parecía que Shinato era una buena niña y obedecía todo lo que su tutor le decía. Eso estaba bien, pero en ese caso era triste, porque significaba que no podía ir al parque.

—¡Llegué! —Jiraiya apareció frente a ellos, muy agitado por correr hasta ese lugar.

El muchacho de cabellos blancos se sentía muy mal, pues de nuevo había olvidado recoger a la pequeña Shinato de la academia, y al mismo tiempo se sentía asustado, ya que si Orochimaru se llegara a enterar del hecho lo mataría sin pensarlo dos segundos.

—¿Jiraiya-sama? —el pequeño Minato mencionó sin darse cuenta. Le brillaron los ojos en el instante en que lo miró. Jiraiya, uno de los Densetsu no Sannin estaba frente a él, y como todo niño admirador, su comportamiento fue predecible al encontrarlo.

—¡Hola, pequeño! —lo saludó poniendo una mano sobre sus rubios cabellos y los revolvió con cierta ternura.

—Llegas tarde —acusó la pequeña observándolo mal. A Jiraiya lo ponía nervioso su mirada, era como Tsunade lo veía cuando se enojaba, y no era una coincidencia por su ya sabida interacción.

—Una disculpa. —Se rascó la cabeza nervioso—. Bueno, tenemos que irnos, seguro que mueres de hambre, y por eso te llevaré al Ichiraku Ramen como recompensa—dijo y le sonrió—. ¿Quieres venir, muchacho? Yo invito hoy y tal vez tú mañana.

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