Catorce
Misión para dos (2)
Cuando el sol estaba a punto de ponerse, los dos muchachos salieron de la casita, recogieron todo y siguieron su camino hacia la Tierra del Té, su objetivo en ese viaje.
—¿Estás segura? —el rubio preguntó una vez más, dando una fugaz mirada hacia atrás y denotando preocupación cuando sus orbes le observaron.
—Sí, estaré bien —Shinato contestó, repetitiva y sin prestarle mucha atención. Su mirada estaba descuidada sobre cualquier cosa que no fuese el hombre rubio.
Aún con la insistencia del muchacho, la señorita había conseguido salirse con la suya, incluso luego de la advertencia que le dio ayer. Era cierto que aún se sentía mal, sin embargo, por ningún motivo volvería a la aldea sin haber completado la misión que se les había encomendado, después de todo, era su trabajo.
Casi al atardecer, llegaron a su destino, una pequeña aldea con pocas personas situada en la Tierra del Té, y casi al instante de verse rodeados de personas, Shinato habló:
—Comencemos entonces, no hay tiempo para perder —le comentó al rubio sin esperar otro segundo, quien al instante la observó por las razones ya existentes
—¿No piensas descansar? —le preguntó por su estado.
—No hay tiempo —volvió a repetirle y sin más, se dirigieron hacia donde se les había indicado en las instrucciones que les dio el Hokage.
Aunque Minato no estaba del todo contento por su testarudez, aceptó que mientras más rápido hiciesen su trabajo, ella tendría más tiempo para descansar una vez que se fuera cuenta de que debía hacerlo.
—¡Henge no Justu! —Estos dijeron al mismo tiempo y se convirtieron al instante en civiles para no causar un alboroto al momento de investigar.
—Iras a la zona sur y yo a la norte, investiga todo lo que puedas, pero no hagas una tontería —advirtió el muchacho cuando le mostraba el mapa de la aldea.
—Lo mismo digo —devolvió la joven, pues estaba un poco cansada de que el rubio la subestimara por el tropiezo que le hizo dar su salud, aún cuando era buena en su trabajo.
Tras decir aquello, se separaron y pusieron en marcha su misión.
Shinato, tal como Minato le había indicado, se encontraba investigando en la zona sur de la aldea. Ya habían pasado unas cuantas horas y el sol pronto se iría a dormir, por lo que pensó que tal vez sería mejor que ella también lo hiciera, puesto que no conseguía sentirse bien con nada desde ayer. La fiebre se le había subido a tope.
Por fin le haría un poco de caso a Minato y se iría a descansar al lugar donde se estaban quedando, solamente por ese día, ya no lo haría hasta que no completara la misión.
Así, se dirigió al lugar a paso lento con grandes náuseas. En relación, en el camino, ni siquiera pudo distinguir hacia donde se estaba dirigiendo.
—Creo que iré a descansar por hoy. — Minato se dijo a sí mismo cuando se cansó de no obtener ni una sola pista acerca de los bandidos que estaban siguiendo. Era más difícil de lo que había pensando.
Cuando iba de regreso al lugar donde se estaban quedando, pensó que sería bueno llevar algo de comer. Pronto se encontraba buscando un lugar donde la comida tuviera muy buena presentación y olor, todo eso hasta que un kunai fue lanzado hacia él. Lo esquivó con facilidad y observó hacia todos lados para saber quién se lo había lanzando. A diferencia de él, las personas que caminaban a su alrededor no se habían percatado.
Al ver el kunai encajado en el suelo se dio cuenta que en este había una nota...
"Sabemos que son shinobis, así que si no quieres que matemos a tu rara amiga, ven a este lugar cuanto antes... "
Del otro lado del papel venia lo que parecía ser una dirección.
¡Shinato!... El nombre de la pelíazul vino rápido a su mente y apretó la nota de los bandidos en su mano. Era incapaz de creer que ella había perdido una batalla contra unos bandidos, pero al recordar que ella seguía en malas condiciones, se molestó en demasia, pues aquello quería decir que estos habían obtenido ventaja de algo que no estaba bien.
La peliazul ahora se arrepentía de no haberle hecho caso al rubio cuando le dijo que descansar, pues se encontraba en una situación por demás peligrosa.
—¿¡Dime quien los envió!? —El bandido, que al parecer no eran bandidos sino shinobis, jaló de su cabello hacia arriba y puso un kunai en su cuello para que contestara.
Por nada del mundo Shinato contestaría algo de lo que le preguntaban. De ninguna manera traicionaría a Konoha, pues si orgullo como shinobi era más grande y prefería morir antes que abrir la boca.
—No quieres hablar, ¿eh? —le dijo de forma amenazante y la soltó.
Para ese momento su Henge no Jutsu había dejado de funcionar y de alguna manera sentía como su chakra no estaba para nada estable. Era como si este apareciera y luego desapareciera. Nunca antes se había sentido así.
Los bandidos la dejaron sola en aquella habitación con las manos y piernas amarradas sin cuidado.
—Perdón, Minato... —fue lo último que dijo antes de caer en un profundo sueño.
El rubio llegó a donde le indicaba la dirección de la nota que había recibido. Se encontró fuera de la aldea en un templo que ya hacía olvidado. Como pensó, el lugar estaba lleno de trampas, pero él con facilidad esquivó todas. Destacando por encima de todo, que su rostro no era del todo alegre.
—Así que viniste, Konoha no Kiiroi Senkō. —Uno de los shinobis que antes estaban con Shinato lo estaba esperando fuera del templo con los brazos cruzados. El rubio de antemano ya lo sabía, pues era tipo sensor y tenia un gran alcance para detectar personas.
—¿Dónde está? —cuestionó con el semblante serio, había ignorado las palabras del otro a voluntad.
—Los de Konoha si que son tontos... —Otro apareció en la escena—. Mira que venir a rescatar a alguien que es un estorbo...
A pesar de que los shinobis ahora sabían que eran de Konoha y reconocían al rubio, no retrocedieron, pues pensaban que era una buena forma de deshacerse de él, y que dicha hazaña les traería nada más que fortuna en el futuro. Así, la motivación por cometer errores crecía desmesurada.
—¿Qué es lo que quieren? —El rubio lo interrumpió tras su comentario.
Minato sabia que Shinato no era un estorbo. El más que nadie conocía las capacidades de la pelíazul. De igual manera, entendía que terminaría siendo un fastidio en el estado en el que se encontraba. Nunca descartó está posibilidad de que fuera secuestrada.
—Hagamos un trato —ofreció el que había hablado primero—. Tu vida a cambio de la de tu amiguita.
El rubio tragó saliva con fuerza, aunque no por él.
—Podría acabar con ustedes en un segundo, que les hace pensar que aceptaré sus condiciones —respondió desafíante.
—Entonces... —respondió, y en ese momento apareció una estela de humo, tras disolverse se dejó ver a Shinato de rodillas con un hombre a sus espaldas amenazando con cortarle el cuello.
—No hagas caso a nada de lo que te digan... —la pelíazul le dijo por lo bajo en cuanto lo observó, pues ya estaba consciente.
—¡Cállate! —aquel hombre le advirtió y la golpeó en el estómago con la rodilla.
El rubio miró la escena con enojo, pero no actuaría hasta tener una idea clave para salir de aquello. Aun que la mayoría de las veces en un instante tenia un plan, esta vez se había quedado en blanco al ver lo lastimada que la habían dejado...
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