78. Mōichido.

Lo que resto del día, los niños los trajeron como quisieron por toda la aldea visitando cada lugar con la excusa del tiempo perdido anteriormente. Por último estaban en un parque. Obito y Kakashi estaban luchando a petición del Uchiha, Rin solo los veía y les animaba.

Mientras, ellos estaban sentados en un banca no muy lejos de la pelea, solo observando.

- Hacia mucho que no me divertía tanto - el rubio rompió el silencio llamado la atención de la peliazul, pero esta no le devolvió la mirada, sino que miro hacia el suelo.

- Yo tampoco - le respondió con sinceridad.

- Estos niños, lo son todo para mi, hacen mis día mejor - le confesó. Esta vez la peliazul dirigió de nuevo la mirada a la pelea.

- Estoy contenta de haberlos conocido, porque, ellos jamás me juzgaron por mi aspecto - recordó la primera vez que los vio. Incluso Obito y Rin le habían dicho era bonita - Aun que Kakashi... - se quedo callada.

- Él, es asi... - el rubio comenzó a explicarle - Es desconfiado, pero no tiene nada contra ti - le confesó - Me recuerda mucho a ti cuando eras pequeña... siempre tenias esa cara de pocos amigos y tus respuestas eran puros monosílabos - río por lo bajo y la peliazul sonrió.

- En cambio tu eras... alegre y bien portado - lo recordó de pequeño, era tan bonito. El rubio comenzó a jugar con sus manos mientras sonreía.

Se lo pensaron muy bien los dos, eran totalmente diferentes, pero se gustaban mucho así, tan incompatibles.

- Recuerdo que te odiaba con mi vida después de la graduación... - la peliazul continuo - Me ganabas en todo y yo solo quería superarte, eras mi rival - río por lo bajo.

- También llegue a odiarte... - le confesó - Te habías convertido en prácticamente un robot sin sentimientos y no me gustaba. Conforme fuimos creciendo, también te adopte como mi rival, pero no duró mucho, porque después me di cuenta que... - se quedo en silencio.

Shinato sabia perfectamente lo que iba a decirle, así que para evitarlo, mejor se quedo silencio lo que resto del paseo.

(...)

Antes del anochecer, los mayores acompañaron a los pequeños a sus casas, el último de ellos fue Kakashi.

- Gracias por todo - les agradeció educadamente a los mayores.

- No te preocupes, esta bien - la peliazul le sonrió nítidamente y aun que no lo pudo notar por la máscara del peliplata, este también le sonreía.

- Hasta mañana - el rubio se despidió y entro a su casa dejándolos solos afuera.

- Entonces yo, me voy también - la peliazul le aviso y el rubio solo asintió decepcionado.

La vio partir en una dirección diferente a la de él hasta que se perdió en el horizonte, entonces comenzó a avanzar a su casa a paso lento.

Por el camino, iba pensando en su querida Shinato y los niños. Sin duda le hacía mucho bien estar rodeado por ellos. Aun que no fuera en plan de pareja, el rubio se conformaba con haber pasada un buen rato acompañado por ella.

Lo que había dicho antes cuando se entero que no estaba casada estaba tambaleando de un hilo, la verdad era que se rehusaba a dejar en paz a la peliazul, pero ahora ya había tomado una decisión, el ya no iba a intervenir entre ella y Rogue, dejaría las cosas como están, solo se mantendría al margen resignado. Si ella de verdad lo amaba, iba a volver tarde o temprano.

Fue esa misma noche cuando estaba en su casa listo para dormír que alguien toco su puerta. Extrañado de quien pudiera ser tan tarde, se encaminó dándose cuenta que afuera estaba lloviendo a cántaros, y cuando abrió la puerta se llevó una gran sorpresa. Ahí estaba la peliazul, empapada hasta las botas por haber caminado en la lluvia durante un buen rato.

- Entra - le dijo rápidamente preocupado por el motivo por el que pudiera estar ahí.

Entró a la casa como el rubio le dijo y ahí no le dijo absolutamente nada, se quedó dándole la espalda.
De pronto, Minato no lo vio venir ni se lo imaginaba, con un movimiento rápido, la peliazul se le había hechado encima pegando con dificultad, debido a la altura, sus labios con los de él. Le tomó de la nunca y lo acercó más a ella, él estaba tan sorprendido que sus manos estaban a sus costados sin saber que hacer, se había quedado estático. Cuando por fin pudo reaccionar, rápidamente la levanto en brazos y la llevo a su habitación. No estaba dispuesto a dejar ir aquella posibilidad de entregarse a ella una vez más aquella noche.

La dejo de pie en medio de la habitación y comenzó a besarla mientras le ponía una mano en la mejilla y la otra se encargaba de deshacerse de la ropa mojada que comenzaba a estorbar. Se separaron varias veces en el intento de quitarse la prendas, pero una vez lo hicieron, el rubio la volvió a tomar en brazos y se subió con ella a la cama sin soltarla ni un poco.

Se besaron como animales mientras el rubio se acomodaba en la cama. Minato se quedo de rodillas en la cama y le subió las piernas por encima de las suyas, no soporto más y la penetró fuertemente mientras la seguía besando. La peliazul no se separo de sus labios a pesar de que había sido un poco doloroso, ahora solo le importaba ser uno solamente.

Comenzó a moverse rápido y marcado sobre su cuerpo. Tuvieron que separarse debido a que les faltaba el aire. Minato adoptó la posición de rodillas y levanto el cuerpo de Shinato para seguir embistiendola.

Era como una escena porno. Todo la habitación comenzaba a llenarse de gemidos sin vergüenza alguna, gemidos de entero placer por parte de los dos. La cama comenzaba a balancearse de un lado a otro debido a la intensidad del encuentro amoroso. Y no hablemos de Shinato, quien estaba siendo atacada brutalmente por el rubio, su cuerpo no estaba estable, su cabeza y sus manos se movían de lugar con cada fuerte embestida, sus senos rebotaban como dos pelotas sin control y sus ojos estaban entrecerrados observando al rubio que la estaba tomando, no quería perderse ni un solo gesto de placer que el rubio mostraba con su rostro.

Y Minato, el ya no estaba pensando con claridad, solo necesitaba desahogarse con su chica una vez más. La observó con atención, como ella estaba agonizando en el placer que él le brindaba, su boca y ojos entreabiertos solo le causaban más exitacion y solo quería seguir y seguir hasta que quedará completamente satisfecha.

Fue así como sucedió, tras volver a cernir su cuerpo sobre el de ella, la beso como antes, buscó su mano en la obscuridad, la tomó y la elevó por encima de sus cabezas como la primera vez.

Esta vez, la peliazul sintió como algo extraño le estaba pasando, algo muy placentero. Se separo de la boca del rubio y comenzó a gemir más alto que antes. Observo hacia abajo como pudo y miró la forma tan rápida en la que su hombre se movía, entrando y saliendo de su cuerpo con facilidad, aquello la éxito y recargo su cabeza en la almohada mientras aquella sensación no se calmaba. Miró como pudo al rubio a los ojos, este la observaba con atención al predecir lo que le estaba pasando, no quería perderse nada. Ella lo vio un poco asustada por lo que estaba sintiendo.

- Oh por... - palabras involuntarias salieron de su boca acompañadas por más gemidos y sucedió.

Sus ojos se cerraron involuntariamente y algo en su vientre de desbordó causándole entrar en un estado entero de placer. Su boca se abrió dejando salir el nombre de su amado en forma sofocada y cortada, y tuvo que agarrarse de sus hombros con fuerza para soportar aquella sensación tan placentera.

Poco después el rubio se dejó ir con ella bajando poco a poco la intesidad de las embestidas. Su rostro se agachó y sus ojos se cerraron, sintió los brazos de su amada abrazarle fuerte y un sonido gutural salio de su boca mientras poco a poco se iba deteniendo.

Ahora los dos habían alcanzo la cima de igual manera...

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