61. Afectados.
Al día siguiente, las cosas fueron bien, el entrenamiento fue normal junto con los shinobis de Konoha supervisandolos.
Pero a quien engañabamos con que las cosas estaban normales, esas cinco personas que iban directo a la aldea se encontraban cada quien afectado a su manera.
La Uchiha, aún se encontraba lastimada por el rechazo del rubio la tarde pasada, no podía dejar de pensar en él y quien podía ser esa mujer que decía amar.
Rogue, como ya sabemos, se encontraba un poco triste por la peliazul, quien no quería casarse con él y menos recibir la responsabilidad del clan, pero también estaban sus sentimientos. No era mentira que el pelinegro se había enamorado, aún así no podía disfrutar nada, se sentía muy culpable.
Shinato, por lo dicho antes. No podía creer que había aceptado casarse y convertirse en la cabeza del clan, solo podía pensar en que le estaba fallando a la aldea que le dió todo, ella juro protegerla aún a costa de su vida y ahora, no volvería jamás. Y no hablemos de como le diría a Minato la decisión que había tomado. Despedirse de él iba a ser mas difícil de lo que pensaba.
El Namikaze por su parte, no se había recuperado todavía, tenia fiebre y se encontraba muy cansado. Por el tema de Mara casi no había podido dormir, solo durante la tarde cuando se dió lugar a la conversación de Shinato y su padre. Él era el más agobiado de todos, tenia muchas cosas en que pensar, como Shinato, Mara, su equipo, Konoha, su sueño de ser Hokage... etc.
Y por ultimo, la persona que creerían que no tiene nada de que quejarse. Si tenía de que. La Uzumaki tenía la peor carga de todas y era el haber escuchado la conversación de ayer en la tarde. Le estaba comiendo por dentro no poder contárselo a Minato ni poder aconsejar a la peliazul. No podía decir que había escuchado todo, iban a tacharla de entrometida en cosas que a ella no le inconvenian, pero es que si le convenían, porque tanto el rubio como la peliazul eran personas importantes para ella y sentía el deber de protegerlos.
Así que allí iban, cansados mentalemente y físicamente, fingiendo estar bien a la mirada de otros.
(...)
Cuando cayó la noche, después de cenar, una persona decidió hacer lo correcto, y con paso firme, se dirigió a la habitación de uno de ellos.
— ¿Necesitabas algo?
La pelirroja tragó duro, y sin decirle nada al rubio, entró a su habitación empujandolo.
— ¿Que te pa...
— Necesito decirte algo muy importante — lo interrumpió de inmediato.
— Lo que sea que sea, mañana será otro día, no estoy en condiciones de estar en pie — el rubio le dijo muy enojado, pues tenía la fiebre a tope, ni siquiera sabía cómo podía mantenerse consiente.
— No, Minato... — le habló firme — No puedo esperar, es algo que tienes que saber si o si — terminó de manera desesperada.
— Entonces habla — le indicó seco y se alejó de la puerta.
— Pero antes tienes que prometer que te mantendrás calmado...
— Kushina, no estoy para juegos, habla ya — advirtió más que irritado y se cruzó de brazos para verle con atención.
— Es sobre Shinato...
En cuanto Kushina mencionó el nombre de la peliazul, Minato menciono algo que jamás pensó que saldría de su boca. No del joven que ella conocía.
— Ella no me importa ahora — la interrumpió.
La pelirroja se molestó al instante cuando vió que se dirigía hacia la puerta para correrle de ahí. Entonces tomo una bocanada de aire y lo dejó salir...
— Se va a casar con Rogue.
El rubio se quedó con una mano en la cerradura y abrió los ojos sorprendido tras la confesión.
— ¿Qué? — solo pudo pronunciar incrédulo.
— Su padre quiere que sea la líder del clan y por eso quiere casarla — continúo diciéndole — Minato, detén esta locura antes de que alguien salga lastimado — le suplicó por último.
De inmediato, salió de la habitación hecho una furia. << No, no y no, mi Shinato no será de nadie, no se casará por intereses de alguien más... >> pensaba muy molesto mientras se dirigía a la habitación de la peliazul con los pies descalzos.
Una vez llegó, entró sin siquiera tocar encontrándose con nadie en la habitación, pero la sentía allí, así que fue a la puerta que daba hacia fuera y ahí la encontró. La peliazul ya estaba de pie tras escuchar el ruido que hizo la puerta al ser abierta.
— Ya es tarde, no deberías estar aquí — está le dijo tan indiferente como siempre.
El rubio quería calmarse, pero no encontraba la manera, no quería gritarle ni hacer un alboroto de todo aquello.
— Dime que no es cierto que te casaras con él — le dijo directamente sin saber que otras palabras soltar.
Shinato quedó muy sorprendida trás el comentario del rubio.
— ¿Quién te lo dijo? — evadió la respuesta que le pedía Minato.
— ¡Eso no importa ahora! — le habló fuerte y a la peliazul le entró miedo. Nunca antes había tenido esa sensación de temor, tal como si ella fuera la presa.
— Tienes que irte — le dijo rápidamente y avanzó para ir dentro de la habitación.
Justo cuando iba a llegar a la puerta para abrirla y correrlo, él la tomó rápidamente del brazo y la detuvo.
— No te casaras con él — amenazó cuando la tuvo de frente.
— No puedes meterte en mi vida — ella le contestó desafiante.
Estaban ahí, en medio de la habitación, viéndose con coraje mutuo. Ninguno iba a retroceder y aquello presagiaba un gran problema.
— Claro que puedo meterme, ¿y sabes por qué? — la atrajo más hacia él de manera brusca — Porque eres mía.
Shinato se encendió al instante de puro enojo y comenzó a forcejear para que le soltara el brazo. La razón de su enojo era muy sencilla. Se había quedado sin palabras trás escuchar aquello.
— No, no puedes tratarme como si... — el rubio la interrumpió sin palabras, la tomó fuerte de la cintura y la estrelló en la pared sin medir su fuerza. La peliazul se quejó tras sentir aquel dolor en su espalda. Había sido más brusco que aquella vez que sucedío lo mismo en la torre del Hokage.
La miro con rabia en los ojos. Minato estaba enfurecido y Shinato muy asustada...
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