60. Deber.

Esa misma tarde, cuando Kushina, Rogue y Shinato volvieron del entrenamiento, Sesshomaru los esperaba fuera de la casa principal.

— Papá, ¿qué haces afuera? — la peliazul pregunto cuando llegó hacía él. Le dio un pequeño abrazo y lo miro, no parecía muy contento.

— Estaba esperandolos, tengo que decirte algo muy importante — le contesto por fin. Miró a su hija y después a Rogue.

— Bueno, yo, me voy... — la pelirroja habló nerviosa en el silencio que se había formado, sabía que no era necesitada en aquel momento, así que rápidamente entró a la casa.

— ¿Qué es eso tan importante? — de nuevo la peliazul preguntaba.

— Entremos a la casa... — le indicó — Te lo diré en mi despacho — terminó.

Shinato no tenía idea de lo que pudiera ser tan importante como para que su padre quisiera decírselo de aquel modo tan misterioso.
Sin decirle nada más, entró a la casa y se dirigió directamente a su despacho. Por la estancia no había nadie, Minato ya se había quedado dormido en su habitación, Mara se encontraba aun llorando y la pelirroja había huido de la situación anterior. Parecía casa fantasma.

Una vez llegaron al despacho, entraron; ahí se encontraba su tío Inuyasha. Tampoco tenía buena cara.

— ¿Ya puedes contarme? — preguntó cuando se sentaba en el suelo de aquella gran habitación. Le inquietó que Rogue se sentara por un lado de ella.

— Bueno... — su tío comenzó mientras su padre se acomodaba detrás de su mesita — Ya han pasado dos meses desde que volviste, ya has podido reconocer de nuevo la aldea y sentido el deber de protegerla — la peliazul lo miraba con atención, pero no sabía de lo que estaba hablando.

— Ya lo sabes, ¿no? — su padre comenzó a hablar cuando vió que a su hermano se le complicaba — Te estuvimos buscando por doce años, y ahora que nuestra princesa vuelve, creemos que tienes el total derecho de volverte la cabeza del clan — le dijo sin más, tan directo que la peliazul no lo vió venir.

— No entiendo aún — les confesó, pero si entendía, solo quería que se lo explicasen mejor.

— Hablo del liderazgo del clan. Quien mejor que tú, mi hija — su padre halagó, pero ella negó rápidamente.

— Imposible — habló por fin con voz firme — Se supone que Rogue iba a ser el líder del clan, ¿que sucedió con esa idea? Además, creo que él seria mucho mejor líder que yo — comunicó.

Shinato quería una explicación justificable. No le parecía nada, Rogue, quien ya antes le había contado emocionado que se convertiría en el líder, de pronto cambiaran de idea y le dijeran que no.

— Parece que no le has hablado al respecto — ahora su padre se dirigió al pelinegro con la mirada molesta.

— Disculpe, no hubo momento para explicarle — este le respondió bajo como siempre y agachando la mirada.

— ¿De qué tenia que hablarme? — le pregunto un poco molesta.

Molesta por ver las expresiones que ponía el muchacho cuando contestaba algo o le decían algo, estaba cansada de verle apagado todo el tiempo cuando estaba en casa, él cambiaba repentinamente solo al llegar, porque fuera de la aldea, se le notaba más libre, menos cohibido y menos estresado.

— Parece que no comprendes aún — Inuyasha le habló un poco nervioso.

— Para que alguien del clan sea nombrado líder, primero tiene que contraer matrimonio, ¿lo olvidaste? — Sesshomaru le dirigió la palabra aún calmado — Rogue y tú serán los líderes del clan, se casaran lo antes posible — terminó.

La peliazul sorprendida, se levantó del suelo y lo señaló.

— No voy a casarme con nadie — advirtió rápidamente — ¿Quién te ha dicho que quiero hacerme cargo del clan? — está vez le pregunto preocupada por lo que pudiera responderle.

— Nadie — este le respondió y también se puso de pie. Hizo retroceder a la peliazul con su imponente altura — Es tu obligación como nuestra princesa, continuar con el legado de los Hanyo ha sido tu misión desde que naciste, ¿no lo comprendes? — está vez su padre había sonado más autoritario.

— Pero no quiero hacerlo, yo tengo... tengo que... — guardó silencio.

— ¿Tienes que? — le preguntó mientras ella bajaba la mirada.

Se quedaron minutos en silencio, los presentes solo podían observar la escena de padre e hija, ya queno podían entrometerse.

— Tengo el deber de proteger Konohagakure no Sato — se armó de valor en cada palabra.

Sesshomaru pareció haber explotado por dentro y está vez, él la señaló molesto.

— ¿¡Konoha!? — le gritó — No sabes de lo estas hablando, así que mejor retira tus palabras antes de que... — se quedó callado, lo menos que quería era tener en contra a su hija, así que mejor le hablo con más tacto — Shinato, mi amor, Konoha no es tú hogar, este es tú hogar y aquí eres importante, todos te queremos, allá nadie te está esperando.

La peliazul lo vió con un semblante de tristeza. << Nadie me esta esperando... >> su subconsciente la atacó. De inmediato, quiso borrar aquello de su mente y pensó en Minato. Él la estaría esperando con los brazos abiertos en Konoha, lo sabia de sobra. Obito, Rin, Tsunade, Jiraiya, ellos estarían allí...

— ¿No es esto lo que tu madre y tu abuelo hubieran querido? — le preguntó con toda intención de manipularle.

De inmediato, lo observó otra vez. Su padre estaba jugando muy sucio, tanto como ella, como los presentes lo sabían, pero aquella jugada sucia, había hecho entrar en conflicto la mente de la peliazul.

<< Mamá lo quería... el abuelo lo quería... >> pensaba una y otra vez.

— Vamos, mi pequeña, no querrás decepcionarlos — dijo por último y fue cuando la última gota del vaso se derramó.

Sin mirarle, totalmente lastimada por sus palabras, contestó:

— Está bien — mencionó casi audible — Lo haré por ellos.

Su rostro no mostraba más que puro arrepentimiento por sus palabras anteriores.

Rogue cerró los ojos, triste por la que sería su compañera de vida. Él no tenia nada que ver con aquel tema, se suponía que tomaría el control desde mucho antes, pero después, Minato llego a la aldea y les confesó que su princesa estaba con vida, entonces todo cambio, Sesshomaru se había vuelto otra persona, solo estaba obsesionado con que ella volviera pata amarrarla al clan y jamas dejarla ir.

— Esa es mi preciosa hija — la atrajo hacia él para abrazarla — Ya verás después que no es para nada una mala idea — le hizo señas al pelinegro para que se levantará del suelo y tomó su mano, después la de su hija y junto ambas — Ustedes llevarán en alto el nombre de los Hanyo una vez más — les dijo sonriendo tal cual loco.

Los muchachos se vieron de manera triste y se tomaron de las manos sin necesidad de forzarlos.

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