59. Contradictorio.
Al día siguiente, el rubio despertó con un repentino mal humor, no quería abandonar la cama para ir a supervisar el entrenamiento de Shinato, no quería verla reír una vez más con Rogue, estaba realmente cansado de hacerlo.
Sin más que hacer, se levantó y arregló con su típico uniforme de shinobi de Konoha. Más tarde salió a desayunar a la misma hora de siempre.
Al llegar a la mesa, se encontró con una escena ya muy conocida para él. Kushina y Shinato conversando, por cierto, que estas ya eran muy buenas compañeras, sino es que amigas... y por un lado Rogue y Mara en silencio. A la ultima nombrada se le subió el ánimo en cuanto vio llegar al rubio.
— Buenos días — saludó el rubio con desgana. Varios presentes se dieron cuenta que no estaba muy feliz que digamos.
Lo saludaron por igual y se sentó en su acostumbrado lugar. Minutos más tarde, Sesshomaru e Inuyasha llegaron a la mesa saludando y disculpándose por su retraso, dijeron que estaban ocupados hablado de un tema de suma importancia.
Durante el desayuno, las cosas iban como de costumbre, casi nadie hablaba, solo por momentos.
— Shinato-san — el rubio llamó la atención de la peliazul — No me siento muy dispuesto hoy para supervisar el entrenamiento, ¿te molesta si me ausento? — le preguntó por último.
— No, claro que no, descansa por hoy — le dijo sincera, un poco preocupada, pero no se le notaba en absoluto.
— ¿Indispuesto? — saltó enseguida Mara — ¿Te sientes mal? — le puso rápidamente la mano en la frente, ya que estaba sentada por un lado de él.
— Creo que tengo un poco de fiebre, es todo — le confesó intentando alejarse disimuladamente.
— Deberías quedarte en cama todo el día — la peliazul dijo por último. El rubio solo la vió hablar sin dirigirle la mirada.
Sin más que decir en el desayuno, este término y cada quien como siempre tomó su camino.
Minato entró a su habitación cansado de todo, ya no quería estar ni un segundo más en aquella aldea. Todo era muy raro, además, Shinato ya había conseguido controlar a Inu y con eso bastaba para que la misión terminara, pero no sabia como decirle a Shinato que era hora de volver a Konoha y que por consecuente abandonaría a su clan de nuevo.
Suspiró cansado y se metió en las sábanas para descansar, si estaba indispuesto, no era mentira que tenía fiebre. Cerró los ojos dispuesto a dormir de nuevo, pero en ese momento la puerta de su habitación fue abierta sin cuidado alguno.
— No era necesario — le dijo sin tomarse la molestia de ver a la persona, pues sabía perfectamente de quien se trataba.
— Claro que si, esa fiebre tiene que bajar ya — la centinela le contestó acercándose a él con un trapo y una bandeja de agua caliente en la mano.
— ¿No acompañaste a Kushina a supervisar el entrenamiento? — le preguntó cuando sintió como Mara le ponía aquel trapo en la frente ya con la sensación del agua caliente.
— No, en realidad nadie necesita supervisar a esos dos — su tono de voz se volvió misterioso — Creo que deberíamos dejarlos solos, he visto como se miran, es como cuando dos personas se enamoran — terminó hablando más animada.
El rubio no quiso hacer un alboroto tras las palabras de la pelinegra, pero si apretó los puños molesto debajo de las sábanas.
— Más tarde te haré una sopa caliente para comer, te ayudará — le dijo antes de salir de la habitación.
<< Debí haber ido... >> pensó molesto. No quería creer nada de lo que Mara soltaba sin compasión, sin embargo, algo le decía que lo hiciera, porque se había dado cuenta también de aquellas miradas antes. << Shinato, ¿antes me miraba así? >> pensó ahora triste, no soportaría la idea de verla con otro hombre.
Más tarde, cuando el rubio por fin se estaba quedando dormido, la puerta fue abierta de nuevo espantando todo rastro de sueño.
— Aquí está la sopa que te prometí — la pelinegra entró de nuevo a la habitación y esta vez se sentó en la cama por un lado del rubio.
— No era necesario — volvió a repetir cansado, pero ella lo ignoró e hizo que se acomodara en la cama para darle la sopa.
— A ver... — le dijo feliz mientras dirigía una cucharada de sopa a su boca. Mara siempre seria feliz por tener a Minato cerca.
Ya conocía a la pelinegra y sabía que iba a hacer lo que sea por darle aquella sopa, así que la comió sin rechistar de sorbo a sorbo. Minutos más tarde, el plato estaba vacío.
— Gracias — este le agradeció cuando ya estaba nuevamente recostado y con el trapo en la frente de nuevo.
— No hay de que — está le respondió — Haría lo que sea por ti — le confesó.
Bueno, aquello había sonado muy comprometedor y el rubio se había dado cuenta de aquello, también de que Mara gustaba de él. No entendía por qué si jamás mostró nada más que amistad hacía ella.
Se le acercó entonces con el pretexto de que su almohada estaba mal acomodada y consiguió lo que estaba buscando.
Sus rostros habían quedado a centímetros, sus ojos se veían expectantes de lo que pudiera pasar a continuación gracias a la poca distancia que los separaba. Entonces la Uchiha lo hizo, fue acercándo poco a poco sus labios a los de él, y cuando estaban por juntarse... el rubio volteó la cara hacía otro lugar verdaderamente nervioso.
— ¿Qué pasa? — está le preguntó en voz baja sin querer hacerlo y después se alejó.
— Nada, no pasa nada — el rubio le respondió sin darle la mirada.
— Pero yo... pensé que también querías — sonaba realmente lastimada.
Y es que decía la verdad, Minato pensó en besarla también, pero al final, la imagen de Shinato vino hacía su pensamiento y se arrepintió al instante.
— No me mal intérpretes, estoy enamorado de otra mujer — le confesó viéndola a los ojos para que pudiera darse cuenta que aquello no era mentira.
— Entonces lo siento, te prometo que jamás volveré a intentar nada — le dijo, y por ultimo salió de la habitación.
Alguien tenía que salir lastimado, y esta vez había sido la centinela quien no pudo controlarse y comenzó a llorar cuando estuvo fuera de la habitación.
El rubio se quedo solo nuevamente, pensando en las muchachas. Amaba a Shinato con su vida, le dolía que ahora fueran tan distantes, ni siquiera el entrenamiento los unía, pero en el fondo, sabía que la pelinegra le había dado buenos días en esos dos meses, lo había hecho sonreír más de una vez y en el fondo, si quería besarla.
Iba a explotarle la cabeza de tanto pensar.
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