58. Confesión.

- Dos meses después:

El tiempo pasaba demasiado rápido cuando se encontraban en la aldea de los Hanyo, dos meses habían pasado en un abrir y cerrar de ojos y el equipo de shinobis de Konoha había estado viviendo ahí, no habían vuelto en ningún momento a su aldea.

El bosque estaba nevado cómo siempre, y dentro de este se alcanzaron a ver dos figuras con forma de animal corriendo a gran velocidad. Estaban compitiendo en velocidad, iban a la par, eran dos perros de gran volumen, pero uno a diferencia del otro se le notaba un poco mas grande. Cuando la competencia dió por terminada un perro se detuvo y pronto su forma estaba cambiando hasta llegar a ser la de un humano. Era Rogue. Unos segundos más tarde, el perro más pequeño llego al lugar e hizo lo mismo. Esta era Shinato.

— Nunca podré ganarte — le dijo para después tirarse en la nieve realmente cansada.

— Algún día lo harás — le dijo amable. También se le veía cansado — Recuerda que apenas llevas dos meses aprendiendo a controlar tu inu no tamashi, en cambio yo llevo toda la vida, es un poco decepcionante — terminó con una pequeña risa. Ella río con él.

Tal como había dicho, esos dos meses no habían hecho más que entrenar y entrenar. Shinato ya estaba harta de hacerlo, antes tenía que hacerlo con Minato y ahora con Rogue, sería un ciclo sin fin si no recuperaba de nuevo su control de chakra.

Aquí también había que decir algo importante sobre los Hanyo. Estos, a diferencia de todos los shinobis, no utilizaban el chakra, no lo sabían manejar. El clan era fuerte gracias a las grandes habilidades que cada uno poseía, todos tenían una diferente, pero todos por igual tenían un alma de perro. Cuando Shinato aun vivía en la aldea, no se le dio entrenamiento, por lo tanto no se sabía cual era su habilidad principal, y como ahora era literalmente de Konoha, había aprendido a utilizar el chakra y a manejar ninjutsu y genjutsu. Aunque lo mas seguro era que heredará como todos, la habilidad de su padre, que esta era la pelea, más que nada las garras venenosas y la habilidad de convertirlas en látigos de color verde para atrapar a su presa. Obviamente, Shinato nunca las desarrollo.

— ¿Terminaron? — el rubio llegó al lugar no muy contento después de haber visto la escena donde reían juntos. Últimamente Rogue y Shinato se estaba llevando muy bien, volvía la confianza de cuando eran pequeños.

— Si, hoy el entrenamiento fue muy productivo — le informó el pelinegro de manera educada.

Minato no quería ser hipócrita, pero era imposible, a pesar de que Rogue le caía un poco mal no podía hacerle el feo debido a la educación con la que era tratado.

— Entonces volvamos a la aldea antes de que se haga más tarde — la pelirroja habló con las manos abrazándose a sí misma. Hacia mucho frío aquella tarde.

Sin más que hacer afuera en el bosque, volvieron a paso rápido a la aldea. Una vez llegaron a la casa principal, cada uno tomó su lado y se separaron. Shinato por su parte, fue a su habitación a darse un baño.

Cuando salió de la ducha, puso ropa cómoda en su cuerpo y se tumbó en la cama.

No podía creer que ya habían pasado dos meses y que de verdad había sido productivo el tiempo. Como ya se habían dado cuenta podía controlar a la perfección la transformación del perro y nunca había sufrido de nuevo la del monstruo. Había pasado mucho tiempo con su padre y su tío, eso la hacia muy feliz. Su padre por su parte, ya le tenía muy bien informada acerca de las cosas del clan, le había contado más de su madre... había vivido ya muchas cosas buenas con él.

Solo que algo andaba muy mal y ella no quería darse cuenta. Su relación con Minato ya ni siquiera existía, es decir, si se hablaban y de buena manera, pero ahora eran más desconocidos que nunca. Minato al parecer se llevaba muy bien con la Uchiha, pasaban mucho tiempo juntos, y por su parte ella hacía lo mismo con Rogue. No quería aceptarlo, como siempre, pero le dolía.

Se estaban alejando cada día un poco más y más, los dos lo sentían y lo sabían, pero nadie hacía nada para evitarlo.

Esa noche, después de la cena, la peliazul se encontraba mirando en el cielo estrellado la bonita luna, el cielo se encontraba despejado pues hacía dos días que una tormenta había tenido lugar en aquellas tierras, por ahora solo había nieve en el suelo.

Para ella ya era costumbre sentarse en la orilla del liso suelo de madera y quedarse horas hasta que le entraba el sueño, sola, relajada.

De pronto escuchó pasos acercarse...

— Ya es muy tarde y hace frío, deberías estar en la cama — aquella distinguida voz para ella le dijo.

— Tal vez no te habías dado cuenta, pero siempre estoy aquí, Rogue — le confesó sin mirarlo.

El pelinegro sin nada que hacer, tomó asiento aun lado de ella, no estaban muy alejados.

— Entonces debo suponer que te gusta observar las estrellas — le dijo después de un rato en silencio.

— Si, es reconfortante no hacer nada más que observar — respondió sincera.

Aquella noche se sentía triste, todo la tenia sensible.

— Shinato, yo... — el pelinegro comenzó a decir mientras bajaba la mirada. Ella le puso atención a su repentino cambio — Verás, esta noche, la luna, las estrellas, y claro, tú, están perfectas.

— ¿Qué te pasa, Rogue? — la peliazul le dijo un poco burlona. Jamás pensó que él le diría aquello. Él la observó y tragó duro.

— Al punto al que quiero llegar es que necesito decirte algo importante, algo acerca de mis sentimientos hacia tí  — le dijo sin perder un segundo más.

La peliazul se quedo estupefacta en su lugar sin saber que decirle, aquello definitivamente era una confesión de él hacía ella. Rogue tenía mucho tiempo guardando aquel sentimiento, literalmente desde que la vio por primera vez después de doce años.

Tras no recibir respuesta, se decidió a hacer lo que quería mostrarle aquella noche. De un momento a otro, había pegado sus labios con los de ella y la había comenzado a besar lentamente. Shinato estaba ahora que no podía mover nada con la impresión. Todo había sido tan rápido.

— Lo siento — le dijo este una vez que se separó de ella — No debí...

— No, tranquilo, esta bien, la culpa es mía por no responder nada — por fin habló interrumpiendolo.

— Bueno, entonces creo que te dejare sola — se despidió y se puso de pie.

— Te veré mañana en el entrenamiento — ella también se despidió intentando ocultar que aquello no le había afectado.

El pelinegro se fue de ahí muy contento de haberle confesado a la chica que quería sus sentimentos.

Shinato por su parte, se tocó los labios con la miraba baja. En parte estaba muy soprendida por la confesión de Rogue, y claro, también por el beso, pero también se sentía mal por él y por ella misma, no quería darle falsas esperanzas al pelinegro, debió haberle dicho mucho antes de que la besara que en realidad ella no sentía más que amistad por él y que estaba enamorada de otro hombre.

Lo siento, Minato...

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