55. Infancia.
De nuevo con la familia Tártaros, se encontraban totalmente en silencio, nadie sabía que hacer ahora.
Shinato veía a su padre sin poder creerlo, puesto que a pesar de la edad que tenia, se le miraba muy bien, ella lo recordaba un poco más joven porque lógicamente habían pasado ya doce años, aún así no se veía de su edad.
— Te llevaré a tu antigua habitación, ya es hora de descansar, mañana hablaremos con más calma — su padre se dirigió hacia ella.
— Estoy cansada — le confesó.
— Vamos entonces — le animó a que caminará por la casa que conocía muy bien hasta su habitación.
Al entrar se volvió a quedar sorprendida. Todo lo que su habitación contenía estaba ahí y todo en su lugar completamente pulcro.
— Sigue igual — pensó en voz alta y su padre sonrió.
— Ya te lo dije, nunca perdí la esperanza — le dijo adentrándose más en la habitación.
— Cada dos días, tu habitación se limpia y se ordena tal como estaba, estuvimos haciéndolo por doce años — Inuyasha le confesó.
— Es reconfortante saberlo — los miró con gratitud.
— Bien, entonces te dejaremos sola, mañana te avisaremos cuando el desayuno este listo, a tus amigos también — su tío le informó.
— Buenas noches — Sesshomaru se acercó a ella y besó su frente con cariño, la observó con atención y le sonrió nitidamente. Después Inuyasha hizo lo mismo, y por último abandonaron la habitación.
Se sentó en la cama hasta el punto de tumbarse en ella y quedar con los pies el suelo. La cama no era tan pequeña, recordaba como le decía a su madre que durmiera con ella porque tenia miedo y su ella cabía perfectamente, incluso su padre, así que ahora tenía el tamaño ideal.
Mirando el techo recordó miles de cosas que habían pasado en esa habitación en tan sólo seis años. Extrañaba ser una chiquilla ignorante del mundo exterior una vez más.
Se levantó para cambiarse de ropa, y en ese momento, se le vino una idea a la mente. Fue su armario y tal como lo pensó, su ropa aun estaba ahí. Tomó cada kimono que le había hecho su madre y lo apreció recordando momentos con esa ropa puesta, y claro, con su madre también. Pronto se había puesto a llorar y a la vez a maldecir aquel día cuando se desató la guerrilla dentro del clan, si no hubiera sido por eso, aun tendría a su madre y jamás habría salido de la aldea. Konoha no existiría para ella.
Más tarde, cuando ya se había cambiado de ropa, se metió en la cama y tapó su cuerpo hasta el cuello, hacia más frío del que recordaba.
Unos minutos después, gracias al cansancio, se quedó dormida.
(...)
Por la mañana, no podemos decir que el sol se había puesto porque en ese lugar siempre estaba nevando y por consecuente el sol casi ni se podía admirar en el cielo. Como le había avisado su tío, tocaron su puerta levemente hasta despertarla. Con fastidio se levantó de la cama y fue a abrir la puerta.
— Buenos días, princesa, el desayuno está listo en el comedor — Rogue se encontraba detrás de la puerta. Le extraño que le llamara princesa.
— Gracias, voy en un momento — le avisó.
El chico asintió y estaba a punto de irse, pero Shinato lo llamó un poco confusa.
— ¿Rogue? — dijo su nombre recordando un poco a aquel chiquillo que pasaba las tardes con su tío y con ella. Recordaba que era el hijo de la amiga de su madre, siempre fueron muy cercanos. Además, podía reconocerlo al instante por su distinguido cabello negro.
— Hola — este le dijo apenado — Me recordaste — terminó con las mejillas rojas de la pena.
— Lo siento, estoy tan distraída, hasta ahora me doy cuenta que eres tú, es que estas tan diferente, te has vuelto todo un hombre — confesó la manera en que lo veía.
— Lo mismo digo, ya no eres la pequeña que jugaba conmigo a escondidas — los dos rieron tras el comentario — Bien, entonces te esperamos en la mesa — le dijo por último y se fue.
La peliazul cerró la puerta y fue corriendo a arreglarse un poco para ir con su familia y compañeros.
Cuando estuvo lista, salió de su habitación y se dirigió al comedor dónde ya la esperaban todos, al parecer había dormido un poco mas que ellos.
— Buenos días — saludó más amable de lo que esperó. Todos los presentes la saludaron de igual manera y terminó por sentarse aún lado de su padre. El desayuno ya estaba servido — Lamento la tardanza — se disculpó con su padre.
— No te preocupes hija, estabas muy cansada por el viaje — su padre le respondió.
Nunca lo vió tan flexible, es decir, antes si se tardaba un solo segundo para llegar a la mesa se llevaba una advertencia seria por parte de él. Suponía que los tiempos habían cambiado.
Shinato los miró a todos, la mesa estaba más llena que de costumbre, pero del otro lado, se encontraba un rubio y una pelinegra sentada muy cerca de él. Le molesto al instante. Dirigió su mirada a Kushina quien desayunaba calmada en su lugar, y por ultimo en Rogue. Aún estaba muy impresionada por la aparencía de este, estaba muy lindo.
Cuando el desayuno terminó, su padre le pidió amable que fueran a su despacho, puesto que tenían muchas cosas de que hablar. Se disculparon con todos por abandonar la mesa antes que ellos y se fueron. Una vez estuvieron dentro, le indicó que tomará asiento en el suelo, ya que su oficina era muy conservadora y aun usaba aquel método de tener la alfombrilla en el suelo, esa alfombrilla era la razón de porque siempre se quitaban las sandalias para entrar a la casa. El tatami, para aclarar.
— Cuando Namikaze-san estuvo aquí la ultima vez conversamos; me contó lo que te pasaba, así que supongo que querrás saber muchas cosas — su padre le dijo una vez que estaban acomodados frente a frente.
Ella asintió no muy convencida, quería, pero a la vez no quería saber nada.
— Comenzaré por tu madre — Sesshomaru comenzó y la peliazul tragó duro.
Shinato lo pensó, si él tenia algo que decirle acerca de su madre, era porque tenia mucho que ver con los sucesos que se dieron después junto con la guerrilla interna. Tenia un razonamiento inmediato y casi nunca se equivocaba.
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