51. Ayuda.

Después de pensar un poco en lo que Usagi le había contado, las observó con atención nuevamente.

La peliazul se encontraba aún sentada en el suelo, sus manos jugaban con el césped y su rostro era preocupante. De verdad le había afectado despertar y tener que contar el por qué se encontraba en el cuerpo de Shinato. No era nada bonito lo que tuvo que vivir cuando aún era una niña.

Inu la veía con atención, parecía darse cuenta que su hermana no la estaba pasando nada bien en aquel momento. Minato la observó bien, puesto que Inu le daba más aires a la personalidad de Shinato. En cambio Usagi y el cuerpo original eran completamente distintas, la peliazul no se callaba y siempre se burlaba de todo.

Pero no olvidemos que las tres eran literalmente iguales, su colore de cabello y ojos eran lo único que las diferenciaba.

— ¿Nunca han encontrado la manera de terminar con esto? — el rubio preguntó después de tanto rato en silencio.

Las chicas se voltearon a ver al mismo tiempo y mientras una contestaba:

— Si.

La otra contestaba.

— No.

Y Minato volvía al principio de todo muy confundido.

— ¿Cuál es la manera? — cuestionó a la albina, ya que ella había contestado afirmativamente.

— No necesitas saberla — de inmediato, la peliazul abandonó su lugar en el suelo y enfrentó al rubio con su inquietante aura asesina.

— Quisiera poder entenderte pero me es imposible — el rubio le contestó sin retroceder un paso. Ya no le tenía miedo — Dices que estas maldita, que has rondado más de setenta años de cuerpo en cuerpo y que gracias a hombres como yo no puedes ser libre...

— Jamás dije eso — la peliazul lo interrumpió.

— Me pareció escucharlo cuando estabas preocupada por todas tus antecesoras.

Tsukuyomi dio tres pasos hacia atrás y su semblante cambio repentinamente al de antes, algo afligida.

— Hay una forma — le habló por lo bajo — Pero el modo hacerlo y sus consecuencias no son nada aceptables.

Minato la miro con inquietud.

— Supongo que Tsukuyomi tiene razón — la albina hablo — Ese método no es digno, tal vez en esta época podamos encontrar otro con su ayuda — lo miró con sus inmensos ojos grises.

— Tengo el deber de salvar a Shinato de lo sea que la amenace, así que pueden contar conmigo — les dijo de manera sincera.

— No voy a aceptarlo, no necesito tú ayuda — la peliazul respondió sin verle la cara y el rubio la miró sin entender.

En ese momento iba a decir algo, pero la albina lo tomó de la mano y se lo llevo un poco lejos de su hermana.

— Mil disculpas — comenzó — Mi hermana si necesita su ayuda, pero es muy orgullosa para aceptarla, así que por favor, yo se lo pido — el rubio se sorprendió al verla agachar la cabeza en forma de súplica — Ha estado sola por años, hasta hace 18 que yo la encontré, su tristeza es muy grande, solo quiere descansar en paz, así que por favor...

— Levanta la cabeza — el rubio la interrumpió — Ya dije antes que las ayudaría, y lo haré por las tres — le sonrió levemente.

— Yo no necesito ayuda, sin embargo, gracias — le confesó — Como ya dije antes, hace 18 años que la encontré en el alma de Shinato-sama, en realidad yo solo soy el Inu no Tamashi que lleva dentro, la maldición que ella tiene no me afecta, porque cuando mi ama muera yo moriré con ella, en cambio Tsukuyomi seguirá vagando de cuerpo en cuerpo — le explicó.

— Entiendo — el rubio le dijo.

— Gracias — está volvió a repetir y volvieron a donde la peliazul.

Grande fue la sorpresa que se llevaron cuando la encontraron dormida. Esta ahora era la Shinato original distinguida por su ya reconocido cabello mitad y mitad.

— Shinato — el rubio pronunció y se puso en marcha hacía ella. Una vez llego, la acomodó como ya acostumbraba en su regazo y le quitó los cabellos que cubrían su rostro.

— Supongo que yo también me voy — el rubio escuchó de la albina y cuando levanto el rostro, está ya no se encontraba en el lugar.

Minato no se creía nada de lo que acababa de pasar, es decir, tenia que asimilar que había tres Shinatos. Una de ellas estaba maldita y por consecuente afectaba al cuerpo principal. La otra era el alma de perro que era heredado del clan de los Hanyo. Y por ultimo estaba la original, que era la persona que amaba.

Su cabeza iba a explotar. ¿¡Como iba a contarle aquello al Hokage!?

— Minato — alcanzó a escuchar entre pensamientos -— ¿Qué se supone que estas haciendo? — no eran pensamientos, si no la peliblancazul que le estaba llamando.

El rubio le dió la mirada asustado, no esperaba a que despertará tan pronto por las experiencias pasadas.

— Perdón — este le dijo soltandola y la peliazul se sentó en el césped alejándose de él.

— ¿Me quede dormida? ¿Qué paso? — le preguntó un poco confusa. Tapó su boca para bostezar.

— Te encontré así cuando volví de dejar a los niños en la aldea — le respondió.

En ese momento, su mente estaba en un gran dilema. << ¿Le cuento, o no le cuento? >> se preguntaba con insistencia. De pronto, pensó en lo que le había prometido a Kushina, << No volver a mentirle nunca más...>>. Miró hacia el césped y optó por lo mejor.

— Ya es hora de llevarte a casa.

Le mintió a pesar de romper su promesa. Minato pensaba que era lo mejor y no quería estar equivocándose, porque decirle todo aquello que Tsukuyomi y Amaterasu le contaron no le vendría bien, no era el momento indicado para que lo supiera, por algo ellas no se lo habían contado antes y ni siquiera sabía de su existencia.

— Si — la peliazul respondió un tanto confundida. Era demasiado temprano para que el entrenamiento terminara, pensaba ella, ya que no se había dado cuenta de todo lo que había dormido.

Sin decirle nada mas, el rubio se dirigió hacia ella y le tomó el hombro. Pronto se encontraban en la casa de Orochimaru.

Como ya era costumbre, él desapareció de nuevo sin decir nada y la peliazul cayo de rodillas al suelo debido al dolor que le causaba la marca del Hiraishin. Desde que se la puso, la marca le picaba en la espalda constantemente, hasta se había acostumbrado, pero cuando el rubio usaba el justu de espacio-tiempo, el dolor la hacia caer de rodillas. No entendía por qué.

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